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lunes, 28 de junio de 2021

La casa de la calle Lealtad 365



Era diciembre de 1987. Luego de más de 20 años de régimen totalitario y comunista, Cuba vivía sus peores años de violaciones a los derechos humanos. En vez de prosperidad y desarrollo económico, los hermanos Castro, al frente de una dictadura protegida por uno de los ejércitos mejor equipados de América Latina y un Ministerio del Interior experto en tareas maquiavélicas, tenía al país sumido en el caos y la miseria.

De pronto, como cosa del destino, en la casa número 365 de la calle Lealtad comenzaron a elevarse las voces de amigos, hablando un lenguaje distinto, sin miedo alguno, como si realmente tuvieran derecho a decir lo que pensaban, en medio de un pueblo callado, atemorizado, engañado vilmente de tan ingenuo.

Ese día, nuestras opiniones fueron expresadas en conferencias de prensa, escritas en papel para que el mundo nos escuchara, atendidas por periodistas de agencias extranjeras ―France Press y Reuters― y cubanas. Todos estaban asombrados por lo que ocurría en La Habana por primera vez en más de 30 años. El mundo entero se hacía eco de lo que estaba ocurriendo en la isla de Fidel y Raúl Castro, gracias a aquellos valientes que desafiaban al régimen más opresor que había tenido Cuba: Ricardo Bofill, un viejo luchador por los derechos humanos; Samuel Martínez Lara, médico; Pablo Llabre Raurel, abogado, y muchos otros.

En la misma esquina de la casa, a pocos metros de su puerta, la Seguridad del Estado había instalado una cámara de vigilancia para atemorizarnos. Pero de nada valía. Seguíamos haciendo nuestro trabajo pacífico a favor de la libertad de Cuba y recibiendo testimonios de gente de pueblo que llegaban a esa casa, denunciando violaciones a sus derechos, en busca de ayuda, mientras los hermanos Castro se preparaban para destruirnos. No soportaban que personas dignas, trabajadores, gente humilde, inteligente y capaz, integraran un Comité Pro Derechos Humanos, e investigaran flagrantes violaciones cometidas por un gobierno que se llamaba humanista.

De ese mismo comité, surgió el primer partido político de oposición, llamado Pro Derechos Humanos, fundado por Ricardo Bofill Pagés, ex-prisionero político, desterrado de Cuba meses después, lanzado al exilio de Estados Unidos, donde continuó su trabajo hasta morir.

Fundado el 20 de julio de 1988, el Partido Pro Derechos Humanos creció en pocos días, hasta llegar a la cifra de unos 300 miembros, junto a una veintena de líderes, como Rita Fleitas, Lidia González, Reinaldo Bragado, Cecilia Romero Acanda, Rolando Cartaya, Aurea Feria Cao, Jesús Yanez Pelletier, quien escribe estas líneas y muchos más, salidos de la nada, pero empeñados en demostrar la verdad y la razón de la existencia de un partido para lograr la libertad de Cuba.

El 26 de julio, a los seis días de fundado, el señor Fidel Castro dijo en un discurso: “Por ahí anda un grupito, como cucarachas por aquí y por allá, creando un partido de bolsillo. Que ni se lo imaginen…”. Pero, ¿quién pudo más, sino aquel par de dictadores envanecidos, armados hasta los dientes, engreídos de grandeza y poder, no solo de bayonetas, tanques de guerra y fusiles automáticos, sino también de millones de pesos robados al pueblo?

Tuvieron que emplear métodos sucios para destruir aquel partido, encarcelar a sus líderes por supuestos “escándalos públicos” provocados por ellos mismos. A la prisión y al destierro fueron todos. Pudo más la maldad y la astucia de un malvado que no cejó en su afán de prevalecer como dueño absoluto de un país donde nadie podía hablar más alto que él.

Hoy están derrotados los dos dictadores, uno fallecido y encerrado en una piedra para que no se escape a la tribuna de las mentiras y guapería barata; y el otro, escondido, porque no tiene nada que decir más que el silencio y la vergüenza ante el hambre del pueblo. Y yo aquí, en mi lugar de siempre, escribiendo.

Tania Díaz Castro
Texto y foto: Cubanet, 15 de abril de 2021.

lunes, 21 de junio de 2021

Cuando en Cuba se podía comer una "completa"



Recientemente, los cubanos recordaron cuando en Cuba, antes del triunfo de la Revolución, se podía comer una 'completa' con poco dinero. Lo recordaron el mismo día en que el régimen anunció más de 60 medidas para "potenciar la producción agrícola", incluida la venta liberada de carne de res, uno de los componentes que casi nunca faltaba en las 'completas'.

"Arroz, potaje, carne, viandas o plátano maduro frito y el pan con mantequilla por la casa costaba una completa 15 centavos más 20 centavos una Hatuey bien fría. Con 35 centavos, ¡salías inflado!", dijo William R. Hernández, administrador del grupo de Facebook Nostalgia Cuba. Y compartió una imagen de archivo de un cubano comiendo una completa con una cerveza Hatuey.

"Así era. Entonces el postre y el café iban por la casa, y te sentabas en un taburete recostado, como todo un general a pasar la llenura", comentó Lázaro González. Felipe Cid contó que comía en la fonda de chinos de su barrio en La Habana: "arroz, tres o cuatro butifarras, platanitos y ensalada de estación por 20 centavos y un níquel (cinco centavos) de descuento por asiduo a la fonda. Nada, un vacilón".

"Eso es cierto, lo vi de primera mano. En la antigua Plaza del Mercado de Camagüey, justo al lado del minúsculo barrio de chinos, había una fonda gestionada por asiáticos que te daban 'una completa': arroz blanco, papas fritas, bistec y una cerveza por 54 centavos", dijo Rafael López Cosío. "Hasta el más miserable comía en una fonda de chinos, había frutas y un pan con bistec valía 15 centavos", dijo Daysi Benitez. Por su parte, Carmen Chu Suarez contó que su mamá tenía una fonda: "Iban trabajadores humildes al almuerzo y cocinaba para muchos comensales".

A mediados de abril, en plena escasez de alimentos y otros insumos, el gobierno anunció un paquete de medidas para recuperar la producción agropecuaria. Entre las más destacadas están la venta de carne de res y ganado menor, y la venta de leche. Sin embargo, los productores deberán cumplir los planes estatales, no reducir la masa ganadera y una serie de requisitos que haría casi imposible la venta liberada.

En Nostalgia Cuba, los cubanos recordaron también que antes de la Revolución e inclusive en los primeros años, en la Isla se compraban alimentos por muy poco dinero. "En aquellos tiempos por la finca nuestra todo el que pasaba siempre comía o desayunaba. Recuerdo que en casa diariamente se quedaban ocho o diez litros de leche, eran de la vaca seleccionada para la leche de la casa y todas tenían nombres. Era una vaquería de 80 a 100 reses paridas, y ahora son los marabuzales más grandes de la región floridana de mi hermoso Camagüey", escribió Vicente Fernández.

Jesús Toledo contó que cuando tenía entre 5 y 9 años, le hacía los mandados a algunos vecinos. "Me daban un real (diez centavos) para que fuera a la carnicería a comprar diez centavos de picadillo y la contra de ajo y ají. El carnicero molía la carne junto con dos dientes de ajo y un ají. Con esa cantidad, cuatro personas comían arroz con picadillo. No me lo contó nadie, yo lo vi".

William Marzo, de 73 años, congó que "soy guajiro, campesino y pobre, pero de vergüenza. Antes del 59, en la era republicana, todos hasta los más pobres comían tres comidas al día porque si no tenían el dinero para comprarla, le fiaban. En los pueblos y aldeas ibas a las plazas y fondas donde te servían la famosa 'completa'. Recuerdo que todavía en 1962, en la Plaza de la ciudad de Guantánamo, te servían una 'completa' de arroz blanco, un bistec del tamaño del plato, tostones, plátano maduro fritos y una malta Hatuey o un batido de mamey por 50 centavos".

Marino Cartaya dijo que también es de familia humilde, campesinos sin finca. "Por lo que me cuenta mi madre, que en junio va a cumplir 83 años, nunca se vivió con más necesidad que ahora, porque si no tenías dinero comprabas fiao en la bodega y pagabas después. No es justo mentir. Diferencias sí habían, como las hay ahora. En aquella época, según me cuentan, casi nadie tenía un tractor, se araba con bueyes y no faltaba la vianda, la leche, la carne... La desestimulación al incremento de la producción agrícola acabó con el amor a la tierra".

Texto y foto: Diario de Cuba, 16 de abril de 2021.

Leer también: Antes de los barbudos, La Habana difunta para un infante premiado, Comiendo para sobrevivir, La Habana de mi infancia (1ra. parte), La Habana de mi infancia (2da. parte), La Habana de mi infancia (3ra. parte y final), Testimonio de una habanera nacida en 1942, ¿Salimos a comer algo?, El dilema del arroz, Mis vivencias con la comida china, Del plátano burro a las hamburguesas, Ajiaco criollo: de aliado a enemigo, Lo que el viento se llevó, El anón y los chinos, Lo que se fue perdiendo en Cuba, Congrí oriental y Moros a la habanera, La Habana de noviembre de 1963, Escrito en La Habana hace 13 años, Ir a La Habana, Guaguas que pasaban por la Esquina de Tejas o cerca, La Quinta Avenida y la música de fritas, Moringa rima con pinga, Tareas de mujer, Las Pérez, bordadoras de categoría y Dossier: Vestirse en Cuba.

lunes, 14 de junio de 2021

De Holanda y los holandeses


La Embajada de Holanda en Cuba convocó a un original concurso, del 27 de abril a 5 de mayo de 2021. Las bases fueron publicadas en el Facebook del Reino de los Países Bajos, el nombre oficial, aunque en casi todo el mundo se le sigue diciendo Holanda e identificando con el color naranja. Sería bueno que otras embajadas tuvieran iniciativas similares, se acercaran más a los cubanos, también que sus funcionarios recibieran en sus embajadas o visitaran a disidentes, artistas y periodistas independientes, como hizo recientemente un diplomático holandés.

Tanto como periodista oficial como periodista independiente, siempre tuve excelentes relaciones con la Embajada de Holanda en Cuba, que no sé si todavía queda en la Calle 8 entre 3ra. y 5ta, Miramar. En los años 80 formé parte del grupo de amistades (intelectuales, artistas, músicos, periodistas) que Kuhn, el entonces embajador holandés, invitaba a su residencia, en la Calle 2, Vedado, todos los sábados. En este capítulo de mi libro Periodista, nada más cuento sobre aquellos encuentros sabatinos.

Cuando la periodista brasileña Tania Fusco estuvo en La Habana se la presenté a Vivian, hija de Eusebio Leal, quien quiso que las tres fuéramos a saludar a Kuhn, el embajador holandés. La Fusco se iba al día siguiente, estaba hospedada en el Habana Libre (estoy hablando del año 1986 y el hotel conservaba aún su fama y esplendor) y debía preparar sus maletas. Pero el embajador la mandó con su chofer y su auto a que recogiera el equipaje y esa noche se quedara a dormir en su casa, nos invitó también a Vivian y a mí, pero yo no me quedé ni siquiera a cenar.

Después, en 1990, al siguiente embajador, cuyo nombre he olvidado, lo entrevisté para un programa Puntos de Vista sobre las bicicletas, que por el periodo especial estaban de 'moda' y como Holanda es el país de las bicicletas, me contó sobre los beneficios de las bicicletas para la salud de las personas y en particular para el medio ambiente. El editor era Jorge Olivera, quien como yo, se hiciera también periodista independiente, pero en la Primavera Negra de 2003 fue detenido, juzgado y condenado a 18 años de cárcel en Guantánamo. Por razones de salud fue liberado en 2005.

Entonces, cada 30 de abril, fecha del cumpleaños de la reina Beatriz, se celebraba la fiesta nacional, a la que muchas veces asistí, igual que a la de Austria, otro país con el cual tenía también buenas relaciones. En Holanda había una periodista muy famosa que quería entrevistar a Fidel Castro y no sé cómo, los holandeses se enteraron que Fidel me había recibido en su despacho el 12 de mayo de 1986 (lo cuento en mi libro, que se puede leer en el blog). Un buen día me llamaron y quedé en ir al día siguiente a su embajada. Era para que les ayudara a conseguir la entrevista. Me dieron todos los datos sobre la periodista y cuando llegué a la casa, en la pesada máquina de escribir de la RDA que tenía, le escribí a Chomy (José M. Miyar Barruecos, secretario de Fidel Castro) y la entregué en Correspondencia del Consejo de Estado, que quedaba en un túnel, debajo de un puentecito, en el Palacio de la Revolución. Le había puesto urgente al sobre y en cuanto Chomy la recibió me llamó. Me dijo que se iba a ocupar personalmente de hablar con el Comandante.

Pero al Comandante por aquellos días no tenía interés en hablar con periodistas europeas. Si hubiera sido americana, la cosa cambiaba. La entrevista no se dio. Los holandeses siguieron tratándome con la misma consideración. Los holandeses, como los americanos, los suecos, los checos y los alemanes y en determinado momento los españoles (durante el gobierno de Aznar), han sido los más solidarios hacia los disidentes y los periodistas independientes. Cuando la Primavera Negra, fue gracias a la Embajada de Holanda que Claudia Márquez pudo imprimir ese número extra de la Revista De Cuba.

En los 21 años que fui periodista oficial (1974-1995), no solo en reuniones y asambleas en alta voz decía lo que pensaba. Como por teléfono excepcionalmente lograbas hablar con un funcionario, dirigente o ministro, lo que hacía era escribirles. Pero las cartas, con críticas, quejas o sugerencias, no las enviaba por correo, las entregaba personalmente. Que recuerde, una vez le dejé una carta al insoportable de Armando Hart en el Ministerio de Cultura (cuando murió le dediqué dos posts, me caía como una patá en la boca del estómago), En otra ocasión a José Abrantes en el Ministerio del Interior: además del relato de lo que le pasó a dos brasileñas por la Habana Vieja incluí la mochila que unos alumnos de secundaria le cortaron en una guagua, para robarles.

Esa carta y esa mochila con un tajazo, Abrantes se la mandó a Fidel y por eso Fidel me citó a su despacho: él no podía creer que unos estudiantes hicieran eso, tampoco que debido al nivel de pobreza y marginación que había por la Habana Vieja, los turistas, muchos de ellos brasileños, eran muy acosados, proponiéndoles tabacos, discos, queriendo comprar dólares o pidiéndole cosas. A los que estaban detrás de los turistas en 1986 les decían 'jineteros', y a más de uno, al confundirme con una brasileña, lo tuve que espantar y decirle que yo era cubana .

Todo eso se lo dije yo a Fidel Castro aquella tarde de marzo de 1986 en su despacho del Palacio de la Revolución, de pie todo el tiempo (no me invitó a sentar), frente a frente, mirándole a los ojos. También le dije que tenían que mejorar las condiciones de vida en los barrios depauperados de la capital, donde la mayoría de la gente era negra y que el jineterismo se iba a convertir en un fenómeno social que propiciaría la prostitución. Y le aclaré que muchos de los 'jineteros' y las 'jineteras' que empezaban a surgir, eran jóvenes que provenían de familias humildes, pero estaban preparados, con títulos universitarios. Presentes en ese encuentro estuvieron Chomy, Pepín Naranjo y Rafael Sed, presidente del INTUR.

Esas cosas no las publicaban entonces (ni ahora tampoco), pero yo tuve oportunidad de decírselas a Fidel Castro en su cara.

Tania Quintero

lunes, 7 de junio de 2021

Soy alérgica a las fotos y a las redes sociales, pero...


Cuando en 2012 publiqué La elegancia de La Habana no imaginaba que esa foto tendría repercusión en las redes sociales. El pasado mes de abril, Marco Antonio Pérez López, el administrador del blog me envió este correo:

Hola Tania!

La foto donde aparecen Lucre y tú caminando en Galiano se ha hecho famosa. Alguien (no sé quién) la tomó y la coloreó, y después de eso me ha llegado por varias vías como una foto icónica de la elegancia de La Habana pre-revolucionaria. La última vez fue un post de un grupo de Facebook llamado "Nostalgia Cuba" donde se publican anécdotas y fotos de la Cuba del pasado. Cuando vi la foto y leí los comentarios, escribí lo siguiente:

La foto fue tomada en 1947. En aquella época, en las zonas "de salir" de La Habana había fotógrafos callejeros que te tomaban fotos al pasar y si quedabas bien, te la ofrecían por unas monedas. Las muchachas en la foto no son modelos, ni son ricas. La señora es mi mamá, Lucrecia López, que aún vive y cumplirá 99 años en noviembre. La niña es la periodista independiente Tania Quintero que hoy vive exilada en Lucerna, Suiza, y tiene un blog donde en 2017 publicó un post cuando ella cumplió 95 años (El blog de Tania Quintero: Lucrecia López Vega: toda una vida). Mi papá era electricista en una fábrica, obrero pues, nada de ricos. Sólo que los cubanos siempre supieron vestirse bien y comer bien, ambas cosas se han perdido hoy. Por cierto yo cuando esa foto aún no había nacido, pero recuerdo que mi mamá conservó ese conjunto durante mucho tiempo, y los colores eran beige y café (carmelita), no amarillo y violeta como aparece en el coloreado de la foto.

A partir de mi comentario, el administrador del grupo, que publicó originalmente la foto, copió parte de él al post original, y se desataron muchos comentarios más, entre ellos éste que te copio:

Jorge A Pucheux: Cosas de la vida, mi esposa Dulcita trabajo con Tania en La Revista de la Mañana. Ella recuerda a Tania con mucho cariño. Muchos éxitos a ella.

No sé si recuerdes a Jorge Pucheux o a su esposa, yo no lo conozco aunque su apellido me suena. Muchas otras personas, en sus comentarios, enviaron saludos y buenos deseos tanto a Lucre como a ti. El enlace al post original de Facebook.

Otra persona, Juan Carlos Roque, también dejó saludos para ti:

Juan Carlos Roque: Tania Quintero, mi colega y amiga! Bendiciones para ti y para tu mamá

Pensé que te gustaría ver hasta dónde ha llegado esta vieja foto familiar, que ha resultado ser una estampa característica de la Cuba de antes, sobre todo por la elegancia de las "modelos", y la presencia de un policía y un marine en la fotografía. Un abrazo, Marco

Le respondí a Marco que en junio volvería a publicar la foto de 1947, donde Lucre, entonces de 25 años, y yo de 5 años estamos caminando no por Galiano, donde las aceras antes de 1959 no eran tan anchas como las aceras en el tramo de la calle Monte frente al Parque de la Fraternidad, lo que se puede apreciar en la foto del Ten Cent de Galiano y San Rafael, es la segunda que sale en este trabajo (MEMORIAS DE UN CUBANO: Ir a La Habana). En la sexta hay una imagen más reciente del antiguo Ten Cent de Monte, hoy llamado Variedades, pero en la foto siguiente, donde sale la tienda que quedaba al lado del Ten Cent, en la esquina de Monte y Suárez, actualmente en mal estado, se aprecia mejor que en ese tramo de Monte, las aceras eran anchas. En la foto de 1947 en esa tienda hoy cerrada había un toldo de rayas anchas.

A Jorge Pucheux y a su esposa Dulce María, Dulcita, los recuerdo con cariño. Jorge trabajaba en el ICAIC y Dulcita, era musicalizadora en el ICRT. De baja estatura, muy inquieta, eficiente y sobre todo, con buen carácter, risueña. Donde quieran que estén viviendo les mando un gran abrazo.

A Juan Carlos Roque lo conocí a finales de los 80, era periodista famoso en Radio Rebelde y lo invité a hacer conmigo un programa Puntos de Vista dedicado al mal hábito de fumar. Una o dos veces estuve en su casa, después supe que con su familia vivía en Holanda, donde Juan Carlos durante mucho tiempo laboró en Radio Nederland. Creo que cuando terminó su contrato regresó a La Habana. A él también le envío un fuerte abrazo.

Mis saludos para todos los cubanos a quienes les ha gustado esa foto y la han comentado respetuosamente.

Tania Quintero