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martes, 30 de noviembre de 2010

Ser dandy es ahora un oficio en Cuba


Por Iván García

Ver por las calles de La Habana a hombres mayores disfrazados de dandy, era visto como una excentricidad. Ya no. Es una de las 178 actividades autorizadas por el gobierno para realizar por cuenta propia.
Una de las más llamativas, pero no la única. También lo son las cartománticas y las "habaneras", como han decidido denominar a esas mujeres, casi todas negras, que en los últimos tiempos se encuentran en la zona colonial de la ciudad. Vistosamente ataviadas, lo mismo fuman tabacos, venden flores o hacen consultas espirituales a turistas distraídos.
Novedades aparte, lo cierto es que cientos de oficios fueron desapareciendo en Cuba después de la llegada de los hermanos Castro. En su lugar surgieron otros, creados por la necesidad. Uno de ellos -y que al menos con ese nombre no aparece en la lista divulgada el 24 de septiembre- es el de recogedor de escombros. José, 53 años, desempleado, por cada saco de ladrillos, piedras, tuberías, trozos de madera y piezas eliminadas en las reparaciones de viviendas, cobra 100 pesos (4 dólares). "En una carretilla llevo el saco y lo vierto en el primer placer o solar yermo que encuentro".
Luisa, 64, jubilada, se dedica a limpiar arroz a domicilio. Por cada libra (medio kilo) cobra dos pesos (0.10 centavos de dólar). "Tengo ya una clientela fija. A la semana me busco de 100 a 200 pesos, que me los gasto en puerco y viandas en el agromercado".
Aunque no hayan sido incluidos en el listado oficial, esas labores forman parte ya del panorama criollo. Personas de la tercera edad vendiendo "jabitas" (bolsos) de nailon, cigarros sueltos y caramelos caseros. Otros, más jóvenes, prefieren rellenar fosforeras. Sí, esas mismas, desechables, que en otros países tiran a la basura.
Después de 1959, el uso del traje, cuello y corbata pasó a mejor vida en Cuba. El estilo Mao se impuso.
Los hombres iban vestidos iguales, de algodón grueso, colores opacos y botas rusas. Fue cuando comenzó el declive de los sastres.
Al escasear los tejidos, las modistas se transformaron en costureras remendonas. Gracias a Rosa, 71 años, muchos vecinos pueden taparse con sábanas y secarse con toallas más o menos decentes.
Cual especialista de patchwork, Rosa va cortando las partes desgastadas de una sábana o toalla y en su vieja máquina Singer, las va empatando con pedazos en mejor estado. "Las partes muy gastadas no las boto, las voy echando en una caja y se las doy a un pariente que las utiliza como guata para rellenar colchones".
Si hay un oficio demandado en la Cuba de 2010, es el de reparador de colchones. Al igual que los zapateros remendones, plomeros o fontaneros y electricistas particulares. Aunque ninguno tan bien remunerados como los mecánicos de autos, encargados de mantener rodando los viejos coches americanos.
Con licencia o sin ella, hace tiempo se podían contratar payasos para fiestas infantiles y fotógrafos, que se han vuelto expertos en fotomontajes o photoshops en bodas, bautizos y cumpleaños.
Uno de los negocios privados más prósperos se localiza en la legión de personas especializadas en fiestas de 15 años, desde el alquiler del traje hasta la coreografía y edición del video de la quinceañera.
A diferencia de las costureras y rellenadores de fosforeras y colchones, este tipo de oficio es un lujo en un país repleto de carencias.
También lo es todo lo relacionado con los perros, actividad que sale del closet de las ilegalidades.
Orlando, 39 años, gay, alterna el corte de cabellos a señoras en sus hogares, con la atención y cuidado de canes. "Los chiquitos y mansos, los baño y arreglo el pelo. Y si la dueña me lo paga, le hago ropitas. Con los grandes y fieros no quiero cuento", dice.
De las razas bravas se encargan hombres como Manuel, 43, quien en un mes se embolsilla cerca de 2 mil pesos (80 dólares), entrenando pastores alemanes, cuatro veces más que su salario como profesional.
Tal vez no ganen tanto, pero los dandy son más pintorescos. Al menos no tienen que zapatear la ciudad vendiendo maní, cigarros y periódicos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Puertas para el traspatio


Por Raúl Rivero

Las autorizaciones -a partir del mes de octubre- para desempeñar unos 178 oficios que estaban prohibidos por las leyes cubanas vienen a resolverle dos problemas al gobierno. Uno, sacar del clandestinaje a millares de hombres y mujeres que sobrevivían desde hace años de esos trabajos, y comenzar a cobrarle impuestos. Dos, transferir para el ámbito privado la responsabilidad de la miseria que acorrala a la ciudadanía.
Por una parte, han copiado el patrón de la Real Academia de la Lengua. Desde sus asientos marcados por las letras del abecedario sus señorías aprueban, con el trámite de una firma, el uso de las palabras que la gente ya casi ha comenzado a desechar.
En el otro punto, tratan de pasarle a los individuos la responsabilidad de los ayunos y las penurias diarias que ha instalado en Cuba la ineficacia de la gestión estatal. La pobreza generada por el control de los funcionarios empeñados en administrar desde el agua de coco hasta la recogida de leña y el destino de las frutas silvestres.
Así es que, si de octubre en adelante sigue la escasez y faltan los alimentos en las casas se deberá a las pocas habilidades de los cabezas de familia que no han sabido aprovechar la posibilidad de forrar botones, cuidar y vender animales afectivos, enseñar mecanografía y taquigrafía o cuidar enfermos. Porque todos esos oficios están liberados, como lo está también la alternativa de afilar tijeras, limpiar zapatos, reparar colchones y afinar instrumentos musicales.
Con esas medidas, un verdadero alarde de ingenio en la búsqueda de resquicios laborales, los gobernantes de la Isla ponen un calmante de San Antonio a Maisí. El control de los medios de prensa les permite evadir las preguntas sobre infraestructuras y respaldos para esos planes fantásticos de mini empresas. Al mismo tiempo, le dibujan una salida de papel al medio millón de empleados estatales que se van a la calle. Y a los que se anuncian para los años venideros.
Las licencias para rentar casas y ampliar de 12 a 20 sillas los llamados paladares que asfixiaron a pura multa hace poco tiempo, son la mayor ilusión de los amigos de allende el mar. Enseguida, aquí en España, en la cabeza de algunos personajes, esos restaurantes crecen y prosperan y los alquileres de casas y poder conducir un coche de caballos, les permite hablar de cambios sustanciales, nobles propósitos y vocación de aperturas.
Con esa realidad soñada desde lejos y la deportación de 36 presos políticos, ellos tienen suficiente para pedir que se cambie la Posición Común Europa con Cuba y solicitar ayudas y comprensión para los señores que se han especializado en jugadas difíciles de creer porque sólo se realizan en tiempos difíciles.
Los presos políticos negados a irse de su país y los que no han sido consultados por nadie, las Damas de Blanco, la oposición interna, el periodismo independiente y un enorme sector de personas alertas, no asimilan los somníferos repartidos con la ayuda de los Comités de Defensa.
Al contrario, un amigo de La Habana, ha rescatado un viejo chiste con juego de palabras. Me envía un mensaje para decirme que a partir de las nuevas autorizaciones va a poner en la puerta de su casa este letrero: Se botan forrones.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Vienen los timbiriches


Por Luis Cino

Tengo que confesar que por estos días echo amargamente de menos el socialismo que una vez nos pintaron en el aire. Unas pocas mentiras piadosas y las otras, que eran la mayoría, del tamaño del país de los soviets. Como aquello de lo poco repartido entre todos. Con el “te toca, pero no hay” o el “hay pero no te toca”.
Aún con las colas, las guaguas llenas, los cortes de caña, la peste a grajo y los apagones. A sabiendas que había ciertos tipos que eran más iguales que los demás. Todo era una mierda, lo sabíamos, pero nos hacíamos (además de como que trabajábamos) los bobos. A ver el entierro que nos hacían. Después de todo, era gratis. Peor es ahora que Papá Estado, luego de aprender la importancia de la tacañería económica, se desentiende de sus hijos y retira lo poco que todavía da. Ahora hay que tragarse la píldora sin dorar. Y sin chistar. Abre la boca y trágate la espada.
Mira, que linda y que afilada. De acero de Toledo, ¿verdad, Moratinos? A ver, nené, un pedacito por el Che, huum, qué rico, otro pedacito por Fidel, así, hasta el cabo…de poca esperanza…Los mandamases, para sustituir importaciones o porque sí, porque no hace falta tanta vaina, ¡qué cosa!, desecharon la vaselina. ¿Quién dijo que el modelo no funciona, que “esto” no da más? ¡Sí se puede!
No entiendo el optimismo respecto al futuro de cubanólogos, economistas y otros académicos del onanismo mental con cifras de más de cuatro dígitos (de espanto), locos por creerse el cuento de que Cuba empezó a cambiar. ¿De muy mal para mucho peor?
Por más que lo intento, no puedo ilusionarme para nada con unas reformas económicas que se inician con el despido de medio millón de trabajadores en seis meses. ¡Y los que vendrán después!
A arreglárselas como puedan, cada uno por su lado. A desmochar palmas, remendar taburetes, zurcir zapatos, criar conejos y recoger latas de cerveza Bucanero. ¡A robar y a putear! Vale todo, sólo cuídate de la cámara de vigilancia que está en el poste de la luz y del jefe de sector. Y mete caña, asere…
Sobrevivirán (además de los mandamases y ciertos ascetas) los más aptos para la cochambre, la desverguenza y el despelote. Con el hambre que vamos a pasar, que se cuiden el pellejo las personas honradas, los gatos y las gallinas de los vecinos.
Por lo pronto, en el paraíso proletario, ya empezaron las trifulcas, los trapos sucios y la chivatería a tutiplén en las asambleas laborales. Ya no es por el televisor Krim o las llaves del apartamento en la microbrigada donde trabajaste doce horas diarias durante más de diez años, obras sociales y domingos rojos incluidos, (ah, los buenos tiempos de la emulación socialista) sino por ver quien se queda en su puesto y no lo envían “reubicado” a trabajar al campo, la construcción o a cagar por los portales.
En lo que los burócratas sacan sus cuentas, los mandamases sueñan con las maquiladoras chinas y los piñateros con charreteras se afilan los dientes, que nadie me venga con el cuento de las pymes y las cooperativas.
¿Con qué créditos? ¿Y los materiales y las herramientas? ¿Alguien se ocupó de crear un marco jurídico medianamente decente para las nuevas formas de propiedad? ¿Ya inventaron las garrochas para saltar por encima de las trabas y las prohibiciones? A propósito, ¿cuántos inspectores harán falta para vigilar a los inspectores para que no roben? ¿El doble, el triple?
¿Para qué sufrir con lo que no tiene remedio? Tápate los ojos o mira para otro lado, Carlos Marx. ¡Que empiece, a toque de conga y buchitos de agua con azúcar (si es que hay azúcar), la terapia de shock para salvar lo que pueda ser salvado de “los logros del socialismo”!
¡Bienvenidos al peor y más chapucero capitalismo monopolista de estado con pachanga y partido único! ¡Venga la economía del timbiriche y el chinchal a enderezar el rumbo de la revolución!
¡Manos pa arriba, Cuba!
Primavera Digital, 23 de septiembre de 2010
Foto: AP

sábado, 27 de noviembre de 2010

Peleas de perros


Por Iván García

Dos cosas excitan sobremanera a Julio César. Ver las dentelladas furiosas y la sangre a manantial en una feroz pelea de perros. Y contar la abundante plata cuando su rottweiler negro azabache destroza a su oponente.
“Centurión, mi perro, ha ganado invicto doce peleas, hoy es la número trece y pienso apostar 1000 pesos cubanos convertibles (800 dólares) a que vence al contrario”, dice con entusiasmo Julio César, a varias personas que se encuentran en la casa donde van a ocurrir las peleas. Un amigo le dice: “Cuidado, que el trece es un número que trae mala suerte". Julio César ríe y responde: “Centurión no cree en cábalas”.
El lugar donde va acontecer el cartel clandestino, es una casona antigua, en las afuera de la ciudad. Debe haber sido construída en los años 20 y tiene un amplio patio techado con tejas.
Alrededor de las paredes, el dueño de la vivienda colocó uno gruesos colchones de poliespuma, para amortiguar los furiosos ladridos de los canes, y para que no se lastimen durante los combates, cuando se golpean con las paredes.
El propietario alquila la casa por el 10 por ciento del dinero que gane el perro vencedor. “Casi siempre gano cerca de 600 pesos cubanos convertibles", dice. Además,vende cervezas a 35 pesos o 1.50 pesos cubanos convertibles (1 dólar y 30 centavos). Pan con jamón a 30 pesos y cajitas de comida a 40 pesos (arroz moro desgranado, un grueso bistec de cerdo y boniatos fritos), a 40 pesos.
Para calentar el ambiente, antes del inicio del cartel, que esa tarde constará de cuatro peleas, se hace la promoción de los perros. Un tipo delgado con una camisa hawaiana y una gorra de béisbol, hace las veces de presentador. A voz en cuello anuncia a los sabuesos, da a conocer sus pedigrís y los combates en los que han participado.
En el patio, cerca de 50 personas toman nota de lo que va diciendo el hombrecillo, para hacer sus fuertes apuestas. El cartel rompe con una pelea entre un par de dobermann bien cebados, debutantes en estas lides.
Luego de un intenso y desgarrador combate cuerpo a cuerpo, uno de ellos deja tendido en la arena a su contrario. Bastante mal herido. La bulla es ensordecedora. Otras dos contiendas espeluznantes ponen al público eufórico.
Cuando llega la pelea de lujo ya las apuestas andan por las nubes. Un señor con unas gafas Ray Ban ahumada apuesta dos mil dólares al perro de Julio César.
El dueño de la casa está algo nervioso y pide a los presentes que aminoren el estruendoso escándalo. “Caballeros, esto es un juego prohibido por la policía, si nos pescan, además de tener que pagar multas, pierden todo el dinero que lleven encima y les quitan los perros, por favor moderen la euforia”.
No se dan por enterados. Carmelo, un viejo patizambo, es el entrenador del rottweiler de Julio César y saca cuentas de lo caro que resulta el adiestramiento de un can de pelea.
“Hay que darle comida de primera, además de buenas medicinas. Un rottweiler de raza recién nacido cuesta 250 dólares y en su preparación se invierten casi mil dólares. Si el can es bravo, el dinero se amortiza en la segunda pelea. Ya Centurión (el perro) está dando muy buenos beneficios”, señala el entrenador mientras fuma un largo y fino tabaco Robaina.
La pelea de Centurión con otro rottweiler fuerte y ágil es trepidante y sangrienta. Las dentelladas de los canes estremecen a muchos. Es penoso observar como existen personas que gozan y lucran con estos espectáculos salvajes, sin la menor compasión hacia los animales.
Al final, el perro de Julio César cae moribundo con la mitad del rostro devorado. “Déjalo que se muera, he perdido mucha plata hoy”, le dice furioso el dueño de Centurión a Carmelo, el entrenador, quien por lástima trata de curarle las heridas.
Imposible. Fue la última batalla de Centurión. Está vez el número trece fue de mala suerte para Julio César.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Drogas y sicotrópicos a la carta, pese al acoso policial


Por Iván García

La ciudadela es oscura y se parece a esas prisiones de los años 20 que salen en los filmes de Hollywood. Tiene tres pisos de puntal alto con barandas de maderas roídas y una escalera de caracol a la que le faltan peldaños.
En el patio central, en la planta baja del recinto, a toda hora se reúnen vecinos. Viejas alcahuetas, jóvenes sin empleo, jineteras en sus horas de descanso, vendedores de pacotilla que se aprestan a ofrecer su mercancía en las calles.
En este solar inmenso y caótico de la barriada de Colón, en el corazón de La Habana, las ilegalidades son un modo de ganarse la vida. Se vende de todo. Desde pizzas hasta materiales de construcción.
Un dentista improvisado pone muelas de oro por 20 dólares. Pero el hombre de éxito de la ciudadela vive en el tercer piso, casi al final del pasillo. Dos negros con caras de matones están sentados a la entrada, en unas sillas recostadas a la pared.
-¿Qué quieren? preguntan en tono amenazante a tres jóvenes con pinta de roqueros. “Yerba, parkisonil y polvo”, responden en voz baja. Los morenos le abren paso.
En una sala pequeña, anacrónica con el lugar, amueblada con gusto y un inmenso televisor de plasma de 42 pulgadas, un hombre de estatura media y modales amanerados les invita a sentarse.
Los muchachos compran dos cartones de pastillas, una onza de marihuana y un gramo de cocaína. Todo les cuesta 60 pesos convertibles (70 dólares). El dueño del negocio bromea: “Vaya fiesta que van a armar”. Antes de despedirse les da una limonada con hielo frappé y les dice “no pierdan el camino”.
Según un informe del Ministerio del Interior, publicado en el diario Granma sobre el comportamiento de las drogas entre enero y junio de 2010, los recalos de drogas en las costas cubanas han disminuído.
En lo que va de año, las fuerzas del orden han interceptado 1,592 kilogramos de marihuana y cocaína. Inferior a los 2,236 de igual período en 2009. En los aeropuertos se han detenido a 12 extranjeros a los cuales les ocuparon 7.1 kilos de drogas.
Casi todas las drogas provienen de Colombia y abastecen el incipiente mercado local. Las vías utilizadas son Jamaica, Bahamas o República Dominicana. Cuba no tiene aún cárteles poderosos y organizados al estilo de México y otros países de la región.
Los operativos constantes de la policía y la Seguridad del Estado han desmantelado grupos y personas que se dedicaban a vender estupefacientes. Pese a las batidas, en La Habana se sigue expendiendo drogas.
Tipos que se rifan el pellejo. Si los pillan pueden recibir condenas de 30 años, e incluso, cadena perpetua. Pero la droga, ya se sabe, es muy lucrativa. Demasiado como para que el hampa capitalina no incursione en el negocio.
Según un ex presidario que ha cumplido cuatro sanciones penales por consumir y vender drogas, un mes de venta de cocaína al detalle, le reportan ganancias superiores a los 1,500 dólares. El salario de tres años de un profesional de nivel.
En los jóvenes escépticos y hastiados del inmovilismo gubernamental, el consumo de drogas y sicotrópicos es colosal. La extensa avenida de la calle G, en el Vedado, es un ejemplo. Allí por las noches se reúnen emos, frikis, repas y mikis. Aparte de su desilusión, tienen un denominador común: el alto consumo de alcohol y alucinógenos.
Entre artistas, intelectuales y empleados del turismo con buenas entradas de moneda dura, se suele consumir marihuana o cocaína en fiestas íntimas. Es difícil encontrar en La Habana un chico mayor de 15 años que al menos una vez, no haya fumado un porro de marihuana criolla, la más barata que se oferta en el mercado clandestino de drogas.
A pesar de la persecución policial, pequeñas bandas de marginales en el barrio de Colón venden drogas a la carta. Hasta EPO. Para variar.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Yasmany, un hacker cubano


Por Iván García

Yasmany, 24 años, es feliz cuando no hace nada. Ahora mismo está en el limbo. Fumando un porro criollo de marihuana, sin camisa, tirado en el suelo de su cuarto, escuchando a todo volumen "Es un sueño", rap de Los Aldeanos.
En la calle hace un calor de mil demonios. Desde el balcón de su edificio, Yasmany observa. Una discreta y culta pareja gay se acaricia sin complejos, sentados en una silla de playa. La vecina de enfrente se pone un minishort, que lo calienta como una microonda.
En su edificio se vende de todo. Leche en polvo, pescado fresco, sicotrópicos, marihuana, camarones congelados, enlatados made in USA, cuchillas de afeitar, botas de trabajo... Uno de los inquilinos tiene montada una tienda de ropa que despertaría la envidia de los magnates de Zara.
Yasmany reside en Centro Habana. Su cuadra es un bazar clandestino. Casi todos están conectados a la ilegal antena por cable, por 10 pesos cubanos convertibles al mes. Hacinados en los distintos apartamentos viven numerosas familias. Varias decentes. Otras no tanto.
Conviven putas y pingueros. Negociantes de alcurnia y jubilados que sobreviven vendiendo jabas (bolsos) de nailon y objetos usados que nadie compra. Pocos dependen de un salario. La mayoría ha hecho del cambalache su modo de vida.
Yasmany alquila uno de sus dos ordenadores, a peso convertible la hora. La chiquillada se exalta con videos de juegos violentos. A través de un correo electrónico clandestino, por 0.50 centavos de peso cubano convertible (unos 0.40 centavos de dólar), pasa mensajes a quienes tienen parientes en el extranjero. Casi todos piden dinero, ropa o medicamentos. O una carta de invitación o un contrato de trabajo. Desesperados, reclaman una visa al capitalismo.
Si algo sabe sacarle partido es a sus dos computadoras. Por 20 pesos cubanos convertibles (15 dólares) al mes, enseña trampas de Windows 7. No en balde es 'hacker'. De manera sibilina, ha entrado en empresas locales y foráneas. Y aunque no quiere dar detalles, en el barrio se comenta que ha pirateado cuentas bancarias.
La familia de Yasmany es la clásica en la isla. La madre trabaja en un taller de reparaciones, y su padre, además de alcohólico profesional, sirve ron en un bar infame por moneda nacional, donde suele recalar lo peor del bajo mundo habanero.
Cuando cae la noche, los dos se sientan a hablar nimiedades. en espera del culebrón de turno o un partido interesante de béisbol. No le exigen nada a Yasmany. Ni falta que hace. Con 24 años, mantiene la casa y la nevera repleta de comida.
Sus padres miran las computadoras como un bicho raro. Jamás la han usado. Su hijo tiene cuarto propio, un lujo en la Cuba del siglo 21, y mete a chicas cada vez que le place. "Es lo bueno de ser cabeza de familia", opina Yasmany.
Luego de hacer el amor, le gusta darse un "viaje" con unos papelillos de LSD, regalo de un amigo canadiense. Entonces se sienta ante el ordenador toda la noche. A hacer de la suyas.
Su reloj biológico está invertido. Duerme la mañana. Por las tardes, es el tipo más feliz del mundo. No hace nada. Sólo escuchar a Los Aldeanos y fumar un porro de marihuana traída de Guantánamo. Para Yasmany, es el mejor momento del día. Después de 'hackear', claro.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

En Cuba, la cortesía es cosa de otro planeta


Por Iván García

Daniel, 64 años, taxista, cada mañana observa con alarma cómo se deterioran los valores en la sociedad cubana. Desayuna una taza de café fuerte, y antes de que salga el sol, sale a conducir durante más de doce horas por diferentes circuitos de La Habana.
“Son pocos los que saludan. Los cubanos se han vueltos muy groseros. Hablan en voz alta y con un léxico intraducible. Por cualquier cosa se disgustan y violentan. A la revolución le reconozco méritos en salud y deportes, pero en valores cívicos, hemos retrocedido bastante”, señala Daniel, quien antes de jubilarse fue profesor de bachillerato.
No anda errado. Una gran cantidad de personas salen a la calle con la sangre caliente. Patricia, psicóloga, 35 años, piensa que en esa brusquedad influye el estrés cotidiano de buena parte de la población.
“Cuando una familia vive rodeada de calamidades, con viviendas en mal estado, escasez de agua, salarios de miseria, temor a quedar desempleado y un futuro incierto, el ambiente doméstico puede volverse agresivo, sobre todo si entre sus miembros el nivel escolar y cultural es bajo", aclara.
Carlos, 43 años, sociólogo, va más allá. “Es que este sistema está basado en la mentira y la lealtad al régimen. No importa el talento que usted posea. Puedes ser un genio, pero si no aparentas que eres un tipo 'políticamente correcto', las puertas se te cierran. El arte de la simulación practicada por una mayoría de cubanos está pasando factura”.
Los tiros van por ahí. Es cierto. Si algo hemos aprendido en 51 años de socialismo ha sido a fingir y mentir. Aprendimos a manejar fusiles y a escuchar discursos. Pero los buenos modales fueron esfumándose de los hogares y escuelas.
Las reglas de urbanidad se las llevaron los vientos huracanados de la revolución verde olivo. El trato de 'señor y señora' desapareció. Ser amable y cortés se consideraba una muestra de decadencia burguesa. Lo que se avenía al socialismo era lo vulgar y colectivo. Sin diferencias. Todos éramos 'camaradas'.
Después que la Unión Soviética dijera adiós a la ideología comunista y el Muro de Berlín se cayera en 1989, comenzó a producirse una curiosa dualidad cuando el turismo pasó a ser la primera industria en Cuba.
Si usted va a un hotel o restaurant por divisas, el portero gentilmente le abre la puerta y con una sonrisa le dice 'señor' o 'señora'. Pero si usted realiza un trámite estatal, a secas le llaman 'compañero' o 'compañera', y no siempre de buenas maneras.
Las trifulcas verbales y físicas por cualquier nimiedad son comunes en la ciudadanía. En un ómnibus, unos jóvenes ofendieron y empujaron a un anciano porque sin querer los había pisado. En una fila para comprar pan, un grupo de mujeres desataron una riña tumultuaria, cuando el administrador les informó que esa tarde no se vendería pan.
Y si quiere ver violencia en estado puro, dése una vuelta por la Plaza Roja, en la barriada de la Víbora, a tiro de piedra de mi casa. Una calle ancha donde orquestas locales tocan "timba", como llaman a la salsa dura, con letras a veces machistas.
Lo que se arma es un zafarrancho, con peleas, heridos y, a ratos, un ajuste de cuentas, con una o varias puñaladas. Después de la música, fuman marihuana, se orinan en las escaleras de los edificios aledaños y hacen el amor bajo las estrellas.
Los actos violentos no se limitan a las fiestas y bailables. También se producen en eventos deportivos. Como la trifulca entre jugadores de los equipos Industriales y Sancti Spiritus, este año, en el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spiritus.
El taxista Daniel tiene razón. Las normas elementales de convivencia han desaparecido de la isla. Cuando una persona da las gracias o lo buenos días, lo miran como si fuese un marciano. Es que hoy en Cuba, la cortesía es cosa de otro planeta.

martes, 23 de noviembre de 2010

Eusebio Delfín, el aristócrata cubano que hacía canciones


Por Iván García

Cuando Compay Segundo e Ibrahim Ferrer la lanzaron al mundo con el Buena Vista Social Club , ya ¿Y tú qué has hecho?, de Eusebio Delfín, era una de las canciones favoritas de la trova tradicional. Figura entre las 100 mejores del siglo XX en Cuba.
En Yucatán, México, la conocen por otro título: "En el tronco de un árbol". Es tan popular allí que la gente cree que su autor es yucateco. Se dice que Delfín la escribió en 1924 y la fuente de inspiración habrían sido unos versos encontrados en un calendario.
Anécdotas aparte, ¿Y tú qué has hecho? fue la canción preferida de mi abuelo Quintero, quien en su viejo radio RCA Victor se deleitaba escuchándola en la voz de María Teresa Vera, "la dama de la canción cubana".
Lo más probable es que a mi abuelo materno le gustara porque Eusebio Delfín Figueroa era coterráneo suyo. Había nacido también en Palmira, pueblo de Cienfuegos a unos 300 kilómetros al sureste de La Habana. Se llevaban dieciséis años: Delfín nació en 1893 y mi abuelo en 1909.
A diferencia de la gran mayoría de los músicos cubanos de la época, Delfín era de la raza blanca y procedía de una familia adinerada, asistió a los mejores colegios y se graduó como contador. Compaginó su profesión con estudios de guitarra y canto. Por primera vez se presentó en público en 1916, en el Terry, el más importante teatro de Cienfuegos y uno de los principales del país.
Su afición a la música no le impidió trabajar como director del Banco Comercial de Cuba. Ni casarse con Amalia Bacardí Cape, hija de Emilio Bacardí Moreau, industrial, político y escritor, hijo de Don Facundo, el catalán que en 1862 fundara la Casa Bacardí en Santiago de Cuba. Amalia, una santiaguera muy culta, tuvo a su cargo la reedición de la obra cumbre de su padre: Crónicas de Santiago de Cuba, publicada en 1972 por Gráf. Breogán, Madrid.
No tuve oportunidad de oírlo cantar. Eusebio Delfín falleció en La Habana hace 45 años, el 28 abril de 1965, cuatro meses antes de yo nacer.
Gracias a Isidoro, 80 años, investigador autodidacta, he sabido que Delfín fue el primer cubano en grabar canciones, en 1923. Los discos eran de 78 rpm y tres números fueron cantados a dúo con Rita Montaner, 'la única', como llamaban a esa mulata que vino al mundo en Guanabacoa, la patria chica de Ernesto Lecuona y Bola de Nieve.
Según el guitarrista y profesor de armonía Vicente González Rubiera (1908-1987), conocido en el mundo artístico por Guyún, a pesar de ser un guitarrista de poca altura, Delfín fue un innovador, al reemplazar el rasgueado de la guitarra hasta entonces utilizado para los acompañamientos, por un esquema más afín a los boleros. El novedoso estilo enseguida cautivó al público y comenzó a ser imitado.
"Tenía voz de barítono, pero su forma natural de interpretar, tuvo mucha aceptación en los años 20, entre los pobres y entre los ricos, quienes le invitaban a cantar en sus fiestas de alcurnia. Eusebio puso de moda la guitarra, instrumento que estaba menospreciado. Como no necesitaba plata para vivir, lo que le pagaban por sus actuaciones, lo donaba para obras de caridad en su provincia", me cuenta Isidoro.
Eusebio Delfín perteneció a la aristocracia criolla, pero no tuvo a menos participar en conciertos de música popular, junto a destacados artistas de entonces, como el polifacético Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944), autor de obras tan distintas como la habanera , la ópera Yumurí, el ballet Dioné y la cantata Anacaona, y de una decena de libros.
En varias ocasiones, Delfín organizó tómbolas musicales para recaudar fondos benéficos, llegando a reunir más de 200 mil pesos.
Bastante dinero, si se tiene en cuenta que desde 1915, cuando por vez primera se acuñó el peso cubano como moneda nacional, éste tuvo el mismo valor del dólar estadounidense. Inclusive, de 1955 a 1959, el peso se cotizó un centavo por encima del dólar.
Con el sello Tumbao, en 2004 se editó un CD con 20 de los temas compuestos por Eusebio Delfín entre 1924 y 1928: ¿Y tú qué has hecho?,Con las alas rotas, Qué boca la tuya, La guinda, Las novias pasadas, Aquella boca, El pobre Adán, Dios lo quiso, Ya has olvidado, Cómo no, Lejos de ti, Presentimiento, Amor, eso es todo, Corazón de roca, Con el alma, Marisa, Tus ojos azules, Guajiras, Isabelita no me quiere y Cabecita rubia, interpretada por el famoso tenor italiano Tito Schipa durante su visita a Cuba en 1924.
Dos son poemas musicalizados de poetas españoles: Con las alas rotas, de Mariano Albadalejo, y La guinda, de Pedro Mata.
El célebre palmireño es hoy recordado en la isla en festivales de la canción y concursos de composición musical. Uno de los tres estudios de grabaciones creados por Silvio Rodríguez, lleva su nombre y se encuentra en Cienfuegos -los otros dos, Abdala y Ojalá, radican en la capital.
A su última canción, compuesta en 1936, Eusebio Delfín le puso un título premonitorio: Nunca más. Dos décadas después, en 1956, cantó en público por última vez, acompañado de las Hermanas Martí. El último homenaje que recibió en vida fue el 18 septiembre de 1964, siete meses antes de fallecer.

lunes, 22 de noviembre de 2010

De capa caída los fanáticos del béisbol en la isla


Por Iván García

A pesar de ser el béisbol el deporte nacional, sus seguidores no tienen acceso informativo a los mejores equipos del mundo. Ningún espacio en la televisión ni en la radio divulga los resultados de las ligas de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, las más prestigiosas.
Tampoco de los torneos invernales que se juegan en Puerto Rico, Dominicana, México o Venezuela. Ni rastro de información de las series que se efectúan anualmente en el Caribe con las mejores novenas.
En una isla netamente beisbolera no hay revistas especializadas en el tema. Las categorías escolares y juveniles se juegan casi en la clandestinidad. Sólo un par de periodistas, Jesús Suarez Valmaña y el talentoso Yasel Porto, escriben notas para la web de la emisora COCO o el sitio de la Federación Cubana de Béisbol.
Practicar el deporte de la bola y los strikes en Cuba es bastante caro. Amén del mal estado de los terrenos, repletos de yerba y sin el cuidado adecuado, los padres deben comprar de su bolsillo, en pesos convertibles, los implementos deportivos de la disciplina, como bates, guantes y spikes.
Raciel bien sabe lo que ha costado mantener a su hijo de 15 años en la práctica del béisbol. “Te aseguro que he gastado más de 600 dólares en artículos deportivos. En la escuela donde está becado, la comida es pésima, y también he tenido que gastar para reforzar su alimentación".
Leonel es otro padre que tiene planes a largo plazo con su hijo, jugador en la categoría juvenil. “Ojalá que mantenga el interés por el béisbol. Pienso que algún día pueda llegar a jugar en la gran carpa, en Estados Unidos”.
Es el sueño de muchos jóvenes peloteros. E incluso de algunas de las grandes estrellas que desertan a la primera de cambio. Los salarios de seis ceros en Las Mayores marean a los beisbolistas cubanos.
Pero si es difícil y caro es entrenar y jugar béisbol organizado, qué dirán los fans. En estos meses de septiembre donde no se juega en la isla, la gente está sedienta de saber qué sucede en las ligas de otros países.
En la famosa y concurrida peña del Parque Central, muy cerca del Capitolio, desde bien temprano en la mañana un grupo nutrido de seguidores discuten en voz alta sobre su pasión preferida: la pelota.
Es ahí donde uno puede encontrar alguna persona con acceso a internet, a diarios de Miami o a la revista especializada USA Baseball. De esa forma, seguidores del deporte se ponen al día de lo que acontece en las Grandes Ligas.
También se sigue con interés la actuación de los peloteros cubanos. Y a no dudarlo, la primera base de los Angelinos de California, Kendry Morales, un ex industrialista que brilla en ese equipo, es un héroe deportivo a lo largo y ancho del país.
Lo más absurdo es que Cuba, una nación donde el fútbol que se juega es vulgar y ramplón, existan espacios dedicados al universal deporte. Se retrasmiten ligas españolas y europeas y con frecuencia dan resultados de las sudamericanas.
En esta isla donde lo absurdo es casi una ley, los fans del béisbol sufren por la sequía de noticias. Una causa podría ser que las autoridades teman que con la trasmisión de encuentros de ligas foráneas, aumente el deseo de emigrar de los nacionales.
Tal vez consideren que los hinchas locales no deben ver a cubanos que han desertado. O a exniños pobres de Maracaibo, Caguas o Santiago de los Caballeros, convertidos en estrellas de primer nivel y ganando salarios estratosféricos. Cuando los peloteros en la isla ganan salarios de obreros.
Otra causa es política. A los hermanos Castro les interesa que en sus medios se hable lo peor posible de Estados Unidos y los países capitalistas. Y esa fobia la pagan los fanáticos cubanos del béisbol.
Foto: azulísimo, Panoramio. Estadio Latinoamericano, en El Cerro, La Habana.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El deporte cubano pierde gas


Por Iván García

Las alarmas se dispararon en los últimos Juegos Olímpicos de Beijing 2008. De un lugar 11 en Atenas 2004 y 9 preseas de oro, a un puesto 28 en la capital china con sólo dos medallas áureas, ganadas por Mijaín López, en lucha grecorromana, y Dayron Robles, en 110 metros con vallas.
Por vez primera en los últimos 38 años, Cuba no fue la primera nación de América Latina y el Caribe en el medallero olímpico.
Jamaica, encabezada por el hombre que vino del futuro, Usaín Bolt, superó al verde caimán con 6 títulos dorados y su país ocupó el puesto 13. Brasil, fue mejor que Cuba, con 3 de oro y la posición 23 en el medallero final. Sin contar dos naciones africanas, Kenia (lugar 15 y 5 medallas de oro) y Etiopía (puesto 18 y 4 de oro).
Los síntomas de que la fábrica de campeones estaba en quiebra, había empezado a lanzar señales de auxilio desde mucho antes.
Después que en 1959 Fidel Castro tomara el poder mediante una guerra de guerrillas, el gobierno prestó especial interés al movimiento deportivo cubano. Ya en los Juegos Panamericanos de México 1975, la isla pasó a ser la segunda potencia deportiva en el continente, detrás de Estados Unidos.
Tres años antes, en las Olimpíadas de Munich'72 conquistó 3 preseas áureas en el boxeo y comenzó a tejer su leyenda el mítico púgil de los pesos completos Teófilo Stevenson, un moreno nacido en la localidad de Manatí, en la provincia Las Tunas, a 700 kilómetros de La Habana.
Stevenson conquistó 3 medallas de oro olímpicas, y si no obtuvo la cuarta, incluso una quinta, fue por la controvertida decisión de Castro de no tomar parte en los Olímpicos de Los Ángeles'84 y Seúl'88, por solidaridad con la URSS.
El Estado cubano seguía la misma estrategia de los desaparecidos países comunistas del Este de Europa, que prestaban especial atención a las hazañas deportivas, como un botón de muestra de la supuesta superioridad del sistema ideológico que defendían.
Los campeones se formaban en cadena. Como si fuesen perros calientes. Con la ayuda de la antigua URSS, Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Corea del Norte y la ex Checoslovaquia, Cuba dejó de ser una nación solamente de béisbol y boxeo.
Se amplió el diapasón deportivo. Y se llegó a codearse con los mejores en deportes antaño exóticos, como la lucha libre y greco, polo acuático, ciclismo, taekwondo y judo.
Además del básquet y el vóley, que en la rama femenina alcanzó tres veces la gloria olímpica. Escaseaba la comida y las carencias materiales eran notables. Pero de las escuelas deportivas salían en serie atletas de alto rendimiento.
Se creó una red de planteles donde desde los 12 años estudiaban y pulían sus habilidades en el deporte numerosos niños, captados por un amplio movimiento de entrenadores en todos los municipios del país.
En los 90 llegó el período especial. La gran depresión cubana. Una guerra sin muertos y donde no se escuchaba el tronar de los cañones, pero que llevó a la indigencia y la malnutrición a la mayoría de las familias cubanas.
Los nacidos después de 1989 crecieron mal alimentados y sin implementos deportivos adecuados, no tenían el tamaño apropiado ni el peso requerido para la práctica del deporte.
Al perderse en parte la masividad, se fue deteriorando el sistema deportivo creado con mano de orfebre por el Estado. A esas deficiencias se sumaron las deserciones de estrellas del deporte. Comenzaron a saltar la cerca los beisbolistas, luego se sumaron atletas de vóley, básquet, esgrima, boxeo y balonmano.
Ya los campeones de la Isla no querían entrenarse como si fuesen profesionales, competir con rango de amateurs y cobrar salarios de obreros. Deseaban rivalizar en los circuitos rentados de alta calidad, ganar sueldo elevados, muchas veces de seis ceros, y administrar a su libre albedrío la plata.
A España fueron a parar deportistas de campo y pista, esgrima y balonmano. En las ligas italianas de voleibol compiten algunos de los buenos jugadores cubanos que prefirieron no estar bajo el manto estatal.
Y una verdadera hemorragia, que supera los 350 atletas en béisbol y boxeo, ha arribado a Estados Unidos en balsas o abandonado sus equipos en plena competencia.
La miopía del gobierno de los hermanos Castro, de no permitir libremente que los atletas compitan en ligas profesionales, es la causa número uno de que muchos abandonen su patria.
La marcha de grandes estrellas del boxeo como el dos veces campeón olímpico Guillermo Rigondeaux o los beisbolistas Kendry Morales y Aroldis Chapman han puesto al borde de la crisis al deporte en Cuba.
De ahí la caída en picada en los Juegos Olímpicos. Las malas noticias no se detienen. Aumentan los atletas que quieren ganar mucho dinero y competir con los mejores. La estelar voleibolista Nancy Carrillo, de sólo 23 años, presentó su retiro definitivo de la selección nacional.
Según una fuente bien informada, Carrillo desea jugar en ligas europeas y administrar su capital. No son pocos los que suspiran por poder competir en clubes profesionales. Erasmo (nombre supuesto) un joven futbolista de 16 años y que ya integró el once nacional en su categoría, mira con nostalgia los partidos de fútbol de la liga española.
Piensa en grande. Ya se ve jugando en un Santiago Bernabeu a tope, haciendo regates y bicicletas al mejor estilo de Cristiano Ronaldo. Para lograr su sueño se prepara. “Quiero ser el primer futbolista cubano en jugar en el Real Madrid”. Y asegura que ningún discurso o ideología lo va a parar. Y no es el único.
Foto: AP. Mijaín López, ganador de la primera medalla de oro en lucha grecorromana, categoría 120 kg, en Beijing 2008.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El tributo de Isaac Delgado a Nat King Cole


Por Sarah Moreno

Hace un año, Issac Delgado recibió una de esas propuestas que son una tentación para cualquier cantante cubano: grabar un disco con el acompañamiento al piano de Bebo Valdés.
Aunque ese proyecto no pudo materializarse por el delicado estado de salud de Valdés, le abrió la puerta a una persona con quien Delgado hacía tiempo soñaba.
Así consiguió que Fernando Trueba y Nat Chediak, propietarios del sello Calle 54, se "confabularan'' con él para grabar L-O-V-E, un disco con temas de Nat King Cole, que ha obtenido una nominación al Grammy como mejor álbum de jazz latino.
"Nat King Cole era un artista obligado en mi familia'', cuenta Delgado indicando que la voz del cantante estadounidense fue "una banda sonora'' que lo acompañó en su niñez y juventud. No porque él lo eligiera, sino porque era un favorito de su madre, Lina Ramírez -cantante y actriz fundadora del trío de bailarinas Las mulatas de fuego- y de otros familiares, músicos cultivadores del feeling.
Seis años atrás, en una gira por París, Delgado se reencontró con la música de Cole, quien entre 1958 y 1962 grabó tres discos en español eligiendo La Habana, Ciudad de México y Río de Janeiro como trasfondo de esos proyectos: Cole Español (1958), A mis amigos (1959) y More Cole Español (1962).
"Tuve mucho tiempo para escuchar esos temas. Profesionalmente, podía darme cuenta de que son estándares de la música que han perdurado para siempre'', añade el cantante, que en septiembre de 2009 entró en el estudio a grabar con músicos como Romero Lubambo en la guitarra; Dafnis Prieto en la batería; John di Martino en los arreglos y el piano, y Xiomara Laugart en los coros.
"El disco tiene un sonido jazzeado, pero respeta los temas en sus versiones originales. Fue muy difícil descartar temas porque se encontraron muchos maravillosos, y ahí está la mano de Chediak, que es un gran buscador en las profundidades musicales'', cuenta Delgado, indicando que hizo su versión en español de temas que Cole sólo cantó en inglés, como Hojas muertas (Autumm Leaves) y A su mirar me acostumbré (I've Grown Accustomed to Her Face).
Con su voluntad de ser fiel a los originales, Delgado cuenta que mantuvo los versos iniciales de Perfidia, que otros intérpretes generalmente no suelen cantar. También señala que aunque respetó las tonalidades con que grabó Cole, no trató de imitar ese acento tan peculiar que le dio sello al estilo del cantante norteamericano en español.
"La gente se aprendió esas canciones con una fonética diferente, pero yo lo hice como se pronuncia en español. Este es un trabajo de homenaje a Cole, pero respetando nuestro punto de vista'', reconoce.
Según el cantante, los músicos que lo acompañan, cultivadores del jazz y el latin jazz, han creado "una fusión que le da profundidad a la música. Hay un sonido diferente, sin perder la ternura ni el toque afrocubano de mi estilo'', destaca, celebrando que los productores hayan confiado en que lleve adelante un proyecto que no sea dentro de la timba cubana o la salsa.
Su interpretación de Stardust y Mona Lisa, que se ofrecen solamente en iTunes, le ha permitido mostrar ese lado romántico de "un ariano que siempre está de buen humor''. Ha podido repasar la versión de Perfidia de Eugenia León, por la que se aprendió esta canción, o la de Stardust, que Olga Guillot popularizó en la década de los años 40 y 50.
"Es un disco muy íntimo, que me ha permitido reconectarme con otros autores e intérpretes'', señala Delgado, que lanzó L-O-V-E en el histórico teatro Lara de Madrid y durante el mes de septiembre lo lleva a varias ciudades de Estados Unidos, donde se presenta en concierto con Freddy Cole, hermano de Nat King. En el disco, Freddy lo acompaña en Aquellos ojos verdes y Quizás, quizás, quizás. De este último se hizo un videoclip, que Trueba filmó en Nueva York.
Señala que aunque podamos verlo en una faceta más romántica como intérprete, en el disco no faltan el movimiento y la variedad, en la canción chilena Yo vendo unos ojos negros y en la colombiana Ay, cosita linda.
"Es un material de colección, con estampas de nuestras vidas''.
Cuando Isaac Delgado llegó a Estados Unidos, en 2006, se estableció en Tampa, pero actualmente reside en Miami, para estar cerca de la industria de la música latina y las casas disqueras. "
Siempre digo que Miami es el norte de Cuba. Aquí tengo un público que me ha adoptado''.
El Nuevo Herald, 23.9.2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Ser negro en Cuba


Por Iván García

Pasada las once de la noche, en la intersección de Avenida Acosta y Calzada 10 de Octubre, un camión policial detenía al bulto a todas aquellas personas que cargaban mochilas o bolsos de mano.
Dentro del vehículo, blanco con capota gris, se encontraban detenidos y esposados 7 negros jóvenes, que con la mirada perdida indagaban cuál era el motivo de su detención.
El teniente Delfín Carneado no supo dar una respuesta certera. “Cállense”, fue lo que atinó a decir. Un mulato enclenque con un afro y varios pulsos verdes y amarillos en su muñeca izquierda, deseaba saber si la causa de ser sospechoso de algún presunto delito era el color de la piel.
El teniente Carneado lo miró fijo, y sin inmutarse le contestó “Yo no soy un estudioso, pero la mayoría de los rateros son negros”. En algo lleva razón el teniente. Según fuentes fiables, el 88 por ciento de los presos por delitos comunes en las cárceles cubanas, son negros o mestizos.
El Ministerio del Interior nunca ha publicado estadísticas sobre la cantidad de presos comunes que existen en la isla y su clasificación étnica. Si damos como válido un guarismo hace un lustro ofrecido por activistas de derechos humanos, en Cuba hay 100 mil personas tras las rejas.
Y si el 88 por ciento de ellos son mestizos y negros, los números espantan. En las prisiones de la isla podrían estar desperdigados cerca de 88 mil cubanos descendientes de africanos.
Los negros están involucrados en ocho de cada diez sucesos de sangre que terminan en muertes. Son también más proclives al hurto, carterismo, robo con fuerza y violaciones.
Claro, los de raza negra son los que viven en los peores barrios, en las casas más precarias y la mayoría proviene de familias desestructuradas.
En un discurso pronunciado el 7 de febrero de 2003, Fidel Castro reconoció que la revolución "no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país".
Siete de cada diez gerentes de empresas importantes son blancos. En los altos cargos políticos, no llega al 10 por ciento la participación de los morenos. Les toca poco del pastel. Si damos crédito al último censo, de 2002, un 34 por ciento de cubanos son mulatos o negros.
Etnólogos y sociólogos serios consideran que esas cifras no son reales, y que la población negra y mestiza en Cuba ronda el 60 por ciento. Los números y la rutina ratifican por qué el pelotón policial que comanda el teniente Delfín Carneado, en altas horas de la noche detiene a un número considerable de hombres de piel oscura.
Es lo usual. Ante cualquier operativo o redada, los negros son los primeros sospechosos. Por eso el teniente Carneado no tiene respuesta para el joven con un peinado afro, quien desea saber si su detención responde a prejuicios.
Quizás no sea un problema racial. Los hábitos, a ratos, son más fuertes que ciertas leyes. Y el teniente Carneado es un animal de costumbre.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ezequiel Torres, afrocubano premiado en Estados Unidos

Ezequiel Torres, percusionista y artesano afrocubano, será homenajeado por el Fondo Nacional para las Artes

Por Lesley Clark

Ezequiel Torres (La Habana 1955) ha dedicado su vida a celebrar a sus ancestros.
Ahora, el maestro percusionista y artesano afrocubano es uno de los nueve artistas homenajeados en Estados Unidos, por haber recibido el premio National Heritage Fellowship del Fondo Nacional para las Artes (NEA), el más alto honor del país para artistas populares y tradicionales.
Los premiados -entre los que se encuentran el guitarrista de música bluegrass Del McCoury, un maestro percusionista de Ghana, un violinista de Texas, una cestera de Carolina del Sur y una danzarina hindú de Bharatanatyam-- recibieron 25 mil dólares y actuaron juntos en el Centro Musical de Strathmore en Maryland.
"Esta música, estos tambores pertenecen a la humanidad. Es un honor para ellos representar y honrar lo que recibimos de nuestros ancestros'', dijo Torres.
Los premios fueron entregados por Rocco Landesman, presidente de NEA, en la Biblioteca del Congreso. El premio, que se concede por vigésimo octava vez, se entrega a artistas que merecen ser reconocidos por "su excelencia artística y sus esfuerzos por conservar las culturas de Estados Unidos para las generaciones futuras''.
Los panelistas de NEA quedaron admirados ante la doble naturaleza artística de Ezequiel Torres, dijo Barry Bergey, director de artes populares y tradicionales de NEA. Torres toca y fabrica los batá, un juego de tres tambores que se tocan por los dos extremos, en forma de reloj de arena, que se usan en la Regla de Osha, la religión tradicional del pueblo yoruba de Africa Occidental, que fueron traídos por la trata de esclavos a Cuba.
"Ezequiel es único, en el sentido en que él es tanto músico como líder espiritual, además de artesano'', dijo Bergey, quien señaló que, además de tocar los tambores, Torres los fabrica y los decora y también realiza los ropajes que se usan en las ceremonias de la Regla de Osha. "Él mantiene una tradición espiritual y musical, así como su trabajo de artesanía''.
Torres llegó a Miami en 1980, como parte del éxodo del Mariel. Desde los 16 años se interesó en la música de los orishas (dioses africanos) y comenzó a estudiar la tradición de los tambores batá. En los 70 fue profesor de percusión en la Escuela Nacional de Arte.
En Estados Unidos es reconocido como un maestro de la percusión y ha tocado en muchos países. "Es una experiencia de vida. Uno no va a la escuela. Es algo cotidiano, algo natural. Cuando uno nace en Cuba, uno siente la música, uno siente el ritmo antes de venir a este mundo''.
Stephen Stuempfle, ex curador principal del Museo Histórico del Sur de la Florida en Miami, hizo una exposición con Torres y lo nombró para el premio. Stuempfle dijo que el reconocimiento de NEA es importante para un maestro como Ezequiel Torres, pero también para las tradiciones religiosas yorubas que han sido incorporadas a la santería.
"Es algo que todavía sufre de incomprensión y falta de respaldo" dijo Stuempfle, quien es ahora director ejecutivo de la Sociedad de Etnomusicología en Indiana. "Ezequiel siempre se ha preocupado mucho de incrementar la comprensión pública de estas tradiciones afrocubanas''.
Por su parte, Torres señala que los tambores son esenciales en la religión yoruba porque se comunican con sus orishas y representan "todos los elementos del ambiente natural. Cuando el tambor es parte de la oración, es parte de la vida. La música es la primera expresión del alma''.

Foto: Cortesía de HistoryMiami
 The Miami Herald, 24.9.10

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Lo que cuesta comer en la isla


Por Iván García

No hay nada tan complejo y estresante en Cuba como alimentarse. "Es terrible. Poner tres platos diarios de comida a la mesa se lleva de un zarpazo el 90% de los ingresos en mi hogar”, argumenta Caridad, 39 años, pediatra.
“Imagínate mi caso" -señala Orlando, 46 años, obrero de la construcción. "Tengo cuatro hijos, esposa y mi madre enferma. No recibo dinero del extranjero y no me pagan un centavo en divisas. ¿Sabes cómo logro que mi familia cene arroz, frijoles y a veces carne de cerdo? Robando, así de simple”.
En la isla casi todo es difícil. Pero lo de la alimentación linda con la locura. Les pongo un ejemplo. Un matrimonio de profesionales con dos hijos y un salario común de 1000 pesos (45 dólares) sólo les alcanza para comer 14 días. El resto del mes, a "inventar".
Ahora saquemos la calculadora. Juan, 26 años, empleado de un taller, vive con sus padres jubilados, que entre los dos devengan 377 pesos (15 dólares). Cuando cobra sus 496 pesos (21 dólares) pasa por un agromercado y compra 5 libras de carne de cerdo a 23 pesos (cerca de un dólar) cada libra. Ahí se le van 115 pesos.
Luego se dirige a la tarima de frutas y vegetales. Un aguacate le sale en 10 pesos (medio dólar), tres mangos verdes y no muy grandes los consigue por 22 pesos. Dos libras de guayaba a 10 pesos la libra y 8 plátanos de freír a 3 pesos cada uno.
Compra un poco de ajo y cebolla por 25 pesos. Cinco jabas de nailon a peso: de un tiempo acá en las tiendas y bodegas cubanas no hay bolsas para echar los productos. Y puede alardear de ser un tipo con suerte, pues no siempre en los mercados se encuentra lo que uno busca.
Cuando llega a su casa y saca cuentas, mueve la cabeza con disgusto. Ha gastado 211 pesos para comer tres días un poco mejor. Y todavía falta por adquirir arroz, huevos, aceite y puré de tomate.
Si a esta compra se suman los alimentos de la canasta básica subsidiada por el gobierno, cada mes otorgada per cápita a la población (7 libras de arroz, 3 libras de azúcar y 2 de azúcar negra, 20 onzas de frijoles, unas pocas onzas de café y un panecillo diario de 80 gramos), la familia de Juan puede alimentarse la mitad del mes.
Hace tiempo, sus padres sustituyeron el almuerzo por un pan con un trozo de guayaba de barra o una fritura de harina sazonada con cebollinos. Desayunan una tacita de café, cuando tienen. A su hijo no le pueden pedir más:gasta todo su salario en alimentos.
Y más también. En su taller, Juan suele robar lo que se ponga a tiro. Bombillos, pintura, tornillos, alcohol... Cualquier cosa. Ese dinero extra también lo invierte en “jama” (comida).
Cuando los fines de semana sale con su novia, sólo tienen a su favor el amor que sienten. Siempre andan sin un centavo en los bolsillos. A duras penas van el cine y luego al muro cubano de las lamentaciones: el malecón habanero.
Y como Juan, Rolando o Caridad, vive alrededor del 40 % de la población que no recibe remesas del exterior. Decenas de veces, el general Raúl Castro ha reconocido que los frijoles son más importantes que los cañones. Ha dicho incluso que la alimentación es un asunto de seguridad nacional.
A su hermano Fidel esa cuestión parece no interesarle. Con su complejo de líder planetario, lo que le importa son los temas internacionales. Él no padece esos problemas mundanos.
Según contó en su blog el periodista americano Jeffrey Goldberg, que recientemente lo entrevistara, durante el almuerzo, Castro hizo una dieta mediterránea: pescado, ensalada, pan con aceite de oliva y vino. No ha dejado de ser un buen gourmet.
Si alguien en Cuba tiene categoría de héroes, en este caso heroínas, ésas son las amas de casas. Llevan décadas "inventando" para alimentar a los suyos. Con poco para cocinar, tienen la creatividad del más laureado chef. Lo de ellas es que su familia no se acueste a dormir con el estómago vacío.
Es como el milagro de los panes y los peces. Se merecen un obelisco en la Plaza de la Revolución.

martes, 16 de noviembre de 2010

Cuando Cuba fue la Corea del Norte del Caribe


Por Iván García

"Compadre, nací con el 'período especial', en 1990. Veinte años después, mis padres me dijeron la verdad: mi nacimiento les hizo llorar", me dice Ricardo, hoy estudiante universitario.
Lo puedo entender. También pasamos momentos difíciles cuando mi hermana dio a luz en pleno "período especial en tiempos de paz". Así de rimbombante era el nombre oficial de una de las etapas más negras padecidas en 51 años por el pueblo cubano -y que ya es mucho decir.
Dice un refrán que los bebés vienen al mundo con un pan debajo del brazo. Pero en los 90, tener un hijo en Cuba significaba lo contrario: perder un brazo, si no los dos, buscando un pedazo de pan.
Esa guerra sin tronar de cañones da para escribir varios tomos. En 2010, es cierto, los rigores del 'período especial' no son tan violentos como cuando estuvo en su apogeo, veinte años atrás. No obstante, mencionarle esas dos palabras a un cubano es meterle el miedo en el cuerpo.
La primera vez que tuve idea del 'período especial' fue en el verano de 1989. Al inaugurar una fábrica de fusiles AKM, en Camagüey, el comandante único ya hizo mención de lo que se nos venía encima. Luego, en un acto con mujeres en el teatro Karl Marx, medio en broma medio en serio, le dijo a las damas presentes, “guarden bien las ropas, pues en años venideros las van a necesitar”.
La gente en la isla nunca vivió de manera sobrada. Siempre escaseaba algo. Además de faltar las libertades individuales (que los nacidos en la revolución no percibíamos) a cada uno de sus ciudadanos Papá Estado le garantizaba una vida pobre, pero digna. Gracias a la tubería de petróleo desde Moscú.
Antes de esa guerra silenciosa, podíamos comprar dos pantalones al año, tres camisas y un par de zapatos, con una libreta llamada de 'productos industriales'. Se pagaba en pesos, la moneda nacional.
La cartilla de racionamiento era más abundante. No para tirar cohetes, pero menos raquítica que la actual. Había alimentos en venta libre. En las lecherías, en horas de la madrugada, dejaban las cajas con litros de leche fresca, yogurt, queso proceso y de crema, y a nadie le pasaba por la cabeza cogérselos.
Eso fue en los 70 y 80. Entonces no podíamos imaginar la "sorpresa" que el socialismo verde olivo nos tenía reservada. Fue terrible. La gente bajó de peso como si a diario asistiese a una sauna. Siempre teníamos hambre. Se hacía medio día de cola para comprar una pizza que en vez de queso llevaba papa hervida.
Los ancianos famélicos y desdentados se agolpaban en los cafetines para tomar una infusión hecha con cáscaras de naranja o toronja. Y los animales ya pueden imaginar. Aparecieron engendros alimenticios. De los laboratorios estatales a la carrera sacaron picadillo de soya, masa cárnica, pasta de oca y fricandel entre otros inventos que sabían a rayo.
El dólar estaba prohibido y los pocos artículos de valor, la gente los vendía para comprar alimentos. Cuando en julio de 1993 despenalizaron el dólar, mi madre vendió su colección de discos de música brasileña por 39 dólares.
Otros vendieron los muebles o los cambiaron por un cerdo, que escondían en la bañadera de la casa. Se puso de moda criar pollos en terrazas y azoteas. Muchos gatos fueron a parar a las ollas, en sustitución de los conejos.
Aparecieron enfermedades exóticas como polineuritus, neuritis óptica y beriberi. En las calles, más de uno cayó como mosca, por deficiencias en su locomoción. El transporte público desapareció y en su lugar surgieron carretones tirados por caballos, que todavía funcionan en pueblos del interior. Los tractores fueron sustituidos por yuntas de bueyes.
La bicicleta se convirtió en el vehículo oficial de la población. Los jerarcas, claro, continuaban moviéndose en coche. Se habló seriamente de la Opción Cero, un estado de sitio donde tropas del ejército repartirían comida por los barrios.
Lo que evitó que la gente empezara masivamente a morirse de hambre, y termináramos convirtiéndonos en la Corea del Norte del Caribe, fueron las medidas adoptadas por Fidel Castro. Alejadas de la filosofía socialista, de corte liberal y economía de mercado.
Se permitió tener pequeños negocios. Se legalizó la tenencia de divisas. Dio resultado. Cientos de ciudadanos pudieron salir adelante y el gobierno guardó en sus arcas miles de millones de dólares.
Pero en 2009 surgió una crisis real que afectó a todo el planeta. Con la caída de los precios del petróleo, la situación interna y el despilfarro, Hugo Chávez, el nuevo aliado, sopló un mensaje a los Castro: me estoy quedando corto de plata.
Los hermanos de Birán recogieron el guante. Y comenzaron a ofrecer el mismo discurso que durante décadas han vendido a los cubanos. Hay que ahorrar. Y abrirle un agujero al cinturón. Otro más.
En eso estamos. Detenidos en medio de un temporal. Sin paraguas. Con una economía que hace agua. Anuncios de despidos masivos y de altos impuestos para los trabajadores por cuenta propia.
Soñando con una llegada masiva de turistas americanos. Con Obama suavizando -si no quitando- el embargo. Y sin olvidar que una vez La Habana estuvo hermanada con Pyongyang.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El fracaso de Chávez y las reformas económicas en Cuba


Por Iván García

Ha sido un varapalo para el gobierno cubano. Pero entraba en sus cálculos. Aunque Fidel Castro en su artículo mostró enfado y mala leche, el viejo zorro de la política ya conocía de antemano que su socio bolivariano no obtendría el objetivo de sumar las dos terceras partes del parlamento.
Quizás le sorprendió que en el voto popular Chávez también saliera derrotado. En La Habana se prendieron las alarmas. El incontenible Papá Noel sudamericano es una baza muy valiosa en la estrategia política cubana. Es su hombre fuerte.
Y sostén fundamental de una economía que hace agua por todas partes. El frenético Hugo Chávez nos oferta a precio de saldo el petróleo necesario para que la isla no viva en la era de las penumbras.
Por eso los jerarcas lo miman a pesar de las chorradas e incontinencias verbales. Puede que su mentor político, Fidel Castro, esté molesto con esa manía del autócrata de Caracas de celebrar elecciones a la primera de cambio.
Ya se sabe que Castro no cree en ese vicio dañino de las democracias, de hacer plebiscito. Y mucho menos hacer un referéndum para perder. Los tipos duros de corta y clava como el mítico barbudo, sólo hacen elecciones si saben con certeza que obtendrán más de un 95% de los votos.
Esa rara costumbre del caudillo morocho de probar su fortuna en las urnas, es algo que tiene en ascuas a los gobernantes isleños. Se conoce que el derrumbe de la URSS provocó que Cuba entrara de golpe y sin previo aviso en una crisis estacionaria que dura ya 21 años y que en sus peores momentos nos llevó al umbral de la época de las cavernas.
Castro sabe que el gobierno cubano no se puede permitir otro retroceso violento, con penurias por arrobas y apagones de 14 horas. Podría ser el fin de su revolución. Y ya los asesores abren sus carpetas con los planes de contingencia, en caso de que Chávez pueda perder el poder en 2013.
Para dejar de ser los mendigos del Caribe, viviendo a costa de los recursos de otro país, urge revitalizar la precaria economía interna. Es la hora de los fans al modelo chino. Deben estar que se salen.
Consideran que es el momento de acelerar las reformas y aperturas económicas. La tarea es de titanes. Y el tiempo es corto. El comandante de rojo podría perder el cargo dentro de tres años.Tampoco hay muchas opciones a la mano. La más viable es apostar por la economía de mercado y detentar el poder político con mano firme, como China.
Jugar a dos bandos. Capitalismo para afuera y socialismo para adentro. Claro, se necesita mejorar las relaciones con Estados Unidos y que Obama levante el embargo.
Los sesudos hacen sus cálculos. Vendrían las maquiladoras por montones y los cientos de miles de personas sin trabajo, laborarían por un jornal de miseria. Como en el gigante asiático, Cuba puede ofrecer una mano de obra barata, dócil y con un sindicato que no los azuze a protestar ni hacer huelgas.
En ese modelo de economía con lo peor del capitalismo salvaje, puede que los fans olviden un detalle. Cuba no es China. No tiene un mercado de mil millones de personas y los cubanos no trabajan como esclavos.
Sea lo que sea, algo habrá que hacer para sacar del marasmo a la débil economía local. Chávez no es una garantía. Quizás sea el momento de acelerar los cambios. También se sabría si las políticas de los hermanos Castro son concertadas o existen diferencias.
Si continúa el inmovilismo, se pondría en riesgo la continuidad en el poder. Y ése es un aliciente poderoso para apurar las reformas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

¿Cuánto demora la construcción del socialismo?


Por Iván García

Es la pregunta del millón de dólares. A decir verdad, no se sabe. Es la quimera más profunda que viven todas aquellas personas que creen ciegamente en las conjeturas peregrinas de un alemán del siglo 19 llamado Carlos Marx.
En teoría, la sociedad socialista es la antesala del comunismo. Vivir en comunismo sería un coñazo. No existe el dinero, ni los molestos policías. Tampoco las armas, ni el ejército.
Si tienes hambre, vas al supermercado y repletas el carrito de provisiones. No hay cajas para pagar, ni cámara de vigilancia. Si te aburres de tu Audi rojo, te llegas a tu concesionaria, y tomas un Ferrari dorado.
En la práctica, la idílica sociedad comunista es una verdadera locura. Insostenible por demás. Un dogma alucinante. Una trampa para cazar ingenuos.
Las religiones involucran a los individuos. Pero lo malo de las teorías comunistas es que implican a toda la sociedad y la condenan a coexistir con caudillos, tiranos y patriarcas que con mano firme nos conducirán a un sistema donde todo será gratis.
Vaya fábula. Es la asignatura suspensa de las sociedades que se han empeñado en la ideología marxista. Para lograr unanimidad, proclaman leyes que condenan a prisión a los discrepantes. Se prohíben partidos de otras corrientes de pensamiento. Y quienes propugnan el modo de vida capitalista son tildados de apátridas.
En países como Cuba o Corea del Norte, un clan de políticos que se consideran más inteligentes que nadie, dicen que el socialismo es superior al capitalismo.
Algo que hasta hora no han podido demostrar.
Cuba es un país con una economía precaria que sobrevive como un mendigo, pasando el sombrero por medio mundo. Y de las remesas de sus emigrados.
Lo peor es que después de 50 años de carencias, se apean los ideolólogos a decirnos que con las nuevas políticas de despidos, trabajo privado y eliminación de subsidios estatales, ahora sí, en serio, ¡empezaremos la construcción del socialismo!
Un chiste de mal gusto. El embargo no justifica que en la isla hayan desaparecido las hortalizas y las frutas. Que los campos estén desbordados de marabú. Que las vacas den poca leche y las gallinas ponedoras estén en huelga. Y que comer bien sea un refinamiento burgués.
El régimen cubano se sostiene con dólares y euros, monedas "enemigas". A cuerpo de rey atiende a los turistas capitalistas, para con su plata, mantenerse y construir una utopía que nadie jamás ha visto.
Hay políticos testarudos. Ni siquiera el ejemplo de la desaparecida URSS -que en 74 años de burradas se vino abajo, y con su derrumbe provocó que al muro de Berlín se lo llevara el viento-, les hace poner en dudas el marxismo.
A propósito, me gustaría saber si algún lector sabe cuántos años demora la construcción del socialismo. ¿Es viable? ¿Algún día se podría llegar al comunismo?
Mi opinión: es una nefasta ideología. Y en el intento por ponerla en práctica, millones de personas, lo han pagado con sus vidas o cautivas tras las rejas. Quizás esté errado. Ustedes tienen la última palabra.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El verdadero embargo


Por Iván García

El "bloqueo", como le llama el gobierno cubano, es real. Es un embargo comercial decretado por Estados Unidos en 1960 y aplicado con todo rigor a partir de 1962. Provocó que las maquinarias estadounidenses se convirtieran en chatarra.
Después, las afectaciones fueron menores. La antigua URSS conectó una tubería de petróleo y rublos de Moscú a La Habana. Del frío país euroasiático anualmente al trópico llegaban desde camiones y tractores hasta cohetes antiaéreos y aviones Mig-29.
Todo eso pagado con caña de azúcar, caramelos y mármol. O sin pagar un centavo, en el caso de las armas. A sabiendas que el vecino del norte nos había impuesto "un criminal bloqueo" -al decir de Fidel Castro- lo lógico hubiese sido intentar racionalizar el caudal de plata y recursos que del Kremlin llegaba por decreto e intentar diseñar una industria rentable y una infraesfructura eficiente. Pero que va.
En el período de 1975 a 1989, cuando en la isla sobraban recursos procedentes de la Europa Oriental, los efectos del embargo apenas se notaban. Luego cayó el Muro de Berlín. Y Cuba no había invertido en desarrollo. Sólo sabíamos gastar y gastar. Entonces en 1990 vino la inevitable crisis económica. El eufemístico “período especial”. Una guerra sin muertos por balas, pero con las mismas consecuencias. Hambre, apagones de 12 horas diarias y una economía que retrocedió a la era primitiva.
Fue cuando Castro retomó el discurso condenando el embargo.El mundo entero da fe de su injusticia en las votaciones anuales en las Naciones Unidas. Pero si Cuba tuviese una industria y agricultura eficientes y las arcas con dinero, el embargo de Estados Unidos hubiese sido una herramienta inútil.
Culpar al embargo de todos los males de la economía cubana no es justo. Somos letalmente ineficaces por un problema estructural del sistema. El "bloqueo", además, es un colador.
Por divisas en las tiendas de La Habana, se venden productos Made in USA, como Coca Cola, jugos Del Monte y ordenadores Dell.
Desde 1959, Estados Unidos ha sido, y sigue siendo, el enemigo número uno de Fidel Castro. Eso no ha impedido que sea el país que más alimentos ha vendido a la isla en los últimos años.
El verdadero embargo, tres veces más violento, lo tiene implantado el régimen hacia sus ciudadanos.
No circula libre la información; internet es un lujo a pagar en divisas; para salir y entrar a tu propia patria debes esperar con paciencia el permiso del gobiernoy se puede ir tras las rejas por escribir tus criterios o fundar un partido político.
Sin contar trabas como las colocadas al flujo de paquetes postales desde el exterior. A raíz de los tres ciclones que azotaron la isla en el 2008, se permitió el envió de hasta 5 kilogramos de medicinas y otros artículos. Lo primero que hizo Correos de Cuba fue subir el importe a la hora de sacarlos, de 20 a 70 pesos, la mitad de la pensión de muchos jubilados.
Se aprovechan de una medida injusta, como es el embargo, para aplicar a sus ciudadanos torniquetes en el cuello, para tratar de asfixiarlos. La gente está harta del embargo, pero también de su añejo gobierno.
La Habana forma un guirigay, cuando Estados Unidos recrudece el embargo o impide a ciertas empresas vender a Cuba. No ocurre así cuando se trata de contactos entre los cubanos que viven en la isla y los residentes en otras naciones.
El gobierno detesta a los emigrados. Porque se marcharon de su patria y pocos apoyan la revolución. No olviden que para Fidel Castro son unos "gusanos".

viernes, 12 de noviembre de 2010

Esperando por el diálogo


Por Iván García

Nada se va resolver con el discurso duro. No habrá una solución porque se toque a degüello contra la disidencia. Tampoco habrá una salida a la crisis profunda que vive Cuba, con las habituales mesas redondas en la tele, donde cuatro tipos rígidos exponen sus criterios uniformes.
Cuba necesita de un diálogo. Más que nunca. No con la Unión Europea o Estados Unidos. No. Urge un debate nacional, serio, con su propio pueblo. Valiente. De una vez y por todas, platicar con los que disienten. Gobernantes y opositores. Periodistas oficiales e independientes. Blogueros de cualquier tendencia. Sin exclusiones.
Este año, Cuba celebró el 49 aniversario de la victoria de Playa Girón, con Fidel Castro al frente, cuando en sólo 72 horas derrotaron a tropas de cubanos emigrados, respaldados por el gobierno de Eisenhower. Y a la memoria me viene que en marzo de 2001 en La Habana se celebró un debate a raíz de las cuatro décadas de la invasión por la Bahía de Cochinos, con la participación de protagonistas de los dos países.
Frente a frente, mirándose a los ojos, estuvieron ex agentes de la CIA, antiguos funcionarios de administraciones estadounidenses y combatientes exiliados cubanos derrotados por las fuerzas armadas revolucionarias. Se charló civilizadamente, sin odios, con oficiales del ejército de la isla, analistas políticos y con el propio Fidel Castro.
El debate fue enriquecedor. Nueve años después, se necesita otros tipos de diálogos. Profundos y necesarios. Con monólogos e insultos, la economía no funcionará viento en popa. Sin descalificaciones de mercenarios, traidores y pagados al oro yanqui a quienes discrepan de la política oficial.
Los males que aquejan al país sí tienen culpables. No son huérfanos. Una parte de culpa corresponde al embargo de casi 50 años de Estados Unidos. Pero la mayor responsabilidad por la letal ineficiencia del sistema la tienen Fidel y Raúl Castro.
La solución a los problemas de la nación es de todos. Los nacidos en Cuba deseamos y queremos que nuestro país salga de la inmovilidad. Se producirán acaloradas controversias. Se exaltarán las pasiones. Y cada cual se atrincherará en sus respectivas ideologías.
Pero de esas diferencias, saldrán las medidas más efectivas para cambiar el status quo.
Desde mi punto de vista, los problemas de la isla se pueden remediar por la vía del diálogo. En una mesa. Todos. Los que viven en una orilla o la otra. Sentados. De esa forma civilizada, podrían salir medidas acertadas para el futuro de Cuba.
Aunque algunos quieran obviarlo, hay muchas cosas que nos unen. Podemos cambiar lo que está mal. De una sola manera. Dialogando. Entre todos.
Espero que no haya que esperar 40 años para realizar un debate profundo como el del 2001, entre los protagonistas de Bahía de Cochinos. Ya estamos contrarreloj.
Foto: Life. 22 de marzo de 2001. Palacio de las Convenciones de La Habana. William Kennedy Smith y Jean Kennedy Smith, familiares del Presidente John Kennedy, fueron algunos de los invitados al encuentro "Girón, 40 años después".

jueves, 11 de noviembre de 2010

El duro camino de la democracia en Cuba


Por Iván García

No creo que el capitalismo sea el modelo de vida perfecto. Pero es más lógico y posible en esta fase del desarrollo humano. Las ideologías comunistas de un plumazo han eliminado la competencia y las discrepancias.
Ya se sabe lo que eso ha significado. Pobreza material, gente indolente y sin motivaciones para trabajar. Se pone freno a la individualidad. Lo que prima es el colectivismo.
Los sistemas cerrados como Cuba y Corea del Norte atentan contra de la naturaleza humana. En su intento por diseñar un hombre nuevo, perfecto, dócil, que trabaje a destajo y venere a sus gobernantes, han demolido las instituciones de la vida moderna.
Es lo aborrecible de personajes como Lenin, Stalin, Mao, Kim Il Sung... En teoría, los conceptos del comunismo son atractivos. Sociedades sin policías ni ejércitos. Uno vive de acuerdo a sus necesidades. Y no circula el dinero.
Para llegar a ese hipotético paraíso hay que pasar primero por el infierno. Que es adocenar la nación, restringir libertades esenciales y “educar” a las masas en el respeto a su líder.
Aquellas naciones que se han embarcado en el quimérico proyecto, siempre han tenido al frente a un dictador, un caudillo, un iluminado...
Los regímenes totalitarios son cuna de nacionalistas, ególatras y personalidades no siempre en sus cabales. Cuando el poder desborda los límites razonables, pueden convertirse en monstruos.
Los ejemplos sobran. Para mantener sus engendros se valen de cárceles, gulags y paredones de fusilamiento. En este tipo de sociedades no hay contrapoderes. Todo es controlado por un grupo de hombres. O uno solo. El elegido es la ley suprema.
Pero el hombre es un bicho raro. Como algunas bacterias que se vuelven resistentes a ciertos antibióticos. Surgen ciudadanos que no desean seguir aplaudiendo a su padrecito de la patria.
Y comienza una batalla. Silenciosa. La reacción natural del ser humano a que se le respete su derecho a ser diferente. A poder hablar, gritar, escribir, opinar y discrepar a sus anchas.
Cuba es una de las sociedades donde hace tiempo existe una guerra de ideas y conceptos, entre una élite que asegura que el socialismo marxista es lo mejor, y un grupo de intelectuales, opositores y periodistas independientes que intentan demostrar el fracaso del modelo cubano.
Dejemos a un lado las cifras que ratifican que el país se hunde. Mientras Fidel Castro anda en plan de profeta de conflagraciones atómicas y apocalipsis mundiales, los que disienten en la isla saben que los cambios democráticos en Cuba es una lucha de todos los días. Pacífica por demás.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Poder y estilo



Por Raúl Rivero

Los viejos dictadores de América Latina, aquella banda que hundió a la región en su renombre oscuro a fuerza de malversaciones, represión y asesinatos, tenían manías solemnes y pomposas. Querían ser aristócratas por decreto y cubrir sus pasados de hombres humildes con billetes robados. Para ellos lo importante era estar al mando toda la vida y pasarse la muerte como benefactores de los pueblos que saquearon.
Había en sus poses públicas una obsesión por aparecer como figurones descendientes directos de los fundadores de sus naciones, de los patriarcas que promovieron las independencias y los primeros pasos soberanos de esos países.
Era la época de la debilidad de los presidentes caribeños por usar trajes de dril en verano y sombrero de paño en los falsos inviernos. Era el tiempo de la predilección general por las gorras de plato (o del tricornio, como Rafael Leónidas Trujillo) y las colecciones de medallas en las pecheras de los uniformes militares para las fechas patrias y los recibimientos a huéspedes ilustres.
Tipos chapados a la antigua que se hacían levantar estatuas en todos los parques (como Anastasio Somoza) y escondían en sus residencias orinales y teléfonos de oro macizo, libros vírgenes y cuentas en los bancos extranjeros.
Un elenco obsceno que uno trata de olvidar para creer que ese desastre ocurrió en otra parte del mundo. Aunque su rastro de duelo y de miseria se puede tocar y sea parte de la realidad del continente. Y su manera de gobernar, sus extravagancias, le hayan abierto las puertas de los palacios a unos sucesores que han llegado, poco a poco, con el mismo delirio de permanencia. Y, es verdad, con otra filosofía.
Los nuevos líderes son pobres profesionales. Esa su legitimidad y esa la vía para vivir como los ricos. Mantienen diferentes niveles de represión. Les da fiebre la prensa. Sus opositores no son adversarios, son enemigos y traidores.
Usan ropa de campaña y armas cortas. Cuando se visten de civil se disfrazan de personas sencillas y redondean sus discursos con expresiones coloquiales.
A la hora de mandar a hacer una estatua, se la hacen a una vaca, en un país donde no hay leche ni carne desde hace cuatro décadas. Uno pasea con sus hijos y sus nietos en el avión presidencial. Otro golpea a un rival en un juego de fútbol y lo manda a arrestar. Un tercero canta rancheras en las emisoras y reparte el dinero de su país entre los cuates ideológicos. Hay más, pero con menos boato todo es lo mismo.
Esta camada es la saga de la del tricornio.

martes, 9 de noviembre de 2010

Un fin de semana con Fidel


Por Mary Anastasia O'Grady

En la mayoría de los acuarios, los animales proveen el entretenimiento. En el de La Habana, sin embargo, Fidel Castro tuvo el mes pasado a un par de seres humanos comiendo de su mano y aplaudiendo como focas amaestradas.
Me refiero a Jeffrey Goldberg, periodista de la revista Atlantic Monthly, que viajó recientemente a Cuba por invitación de Castro con su amiga Julia Sweig, del centro de estudios Council on Foreign Relations. Goldberg publicó un informe en dos partes sobre sus dilatadas conversaciones con el dictador en la edición en Internet de la revista. Una parte incluye detalles de un día en el acuario, donde Goldberg, acompañado por Sweig, parece haber experimentado más de un "estremecimiento subiendo por (su) pierna" en presencia de Fidel.
La esperanza del reportero "es publicar un artículo más abarcador sobre el tema en la edición impresa de The Atlantic". Supongo que cualquier persona que sepa algo de la Cuba de Castro no es parte de la audiencia a la que irá digido el artículo.
Castro nuevamente tiene una urgente necesidad de poner una cara sonriente a su dictadura. La economía está en serios aprietos. La comida escasea, la electricidad es una rareza y el jabón y el papel higiénico son lujos. Cuba no produce prácticamente nada y esto le hace difícil acceder a moneda dura, es decir dinero de verdad, lo que a su vez dificulta las importaciones. Las fuentes de préstamos se han secado.
Si el régimen pretende seguir en el poder, necesita una nueva fuente de dólares para financiar a la policía secreta y para que las masas sigan comiendo arroz. La mejor apuesta es apostar al turista estadounidense, al que se vio por última vez alrededor de 1950 explotando a los cubanos, de acuerdo con el folklore revolucionario, pero que ahora el régimen necesita. Quiere que se levante la prohibición de viajar a Cuba existente en Estados Unidos. Para tener éxito, Castro necesita contraatacar contra los rumores de que es un dictador. La solución: un maquillaje a través de The Atlantic. En Goldberg, sin duda, reconoció al candidato perfecto para la tarea.
El primer paso de Fidel fue decirle a Goldberg que le ofende el anti-semitismo. "No creo que nadie haya sido tan difamado como los judíos", le dijo el anciano a sus huéspedes. Y, "Ahmadinejad debería dejar de fastidiar a los judíos". Cuando Goldberg le pregunta si se lo diría al líder iraní en persona, Castro respondió que "Lo estoy diciendo para que usted lo comunique". Traducción: Esto debería ser el título de su artículo para que los estadounidenses reconozcan mi benevolencia. Goldberg cumplió.
Se supone que tenemos que concluir que Cuba ya no representa una amenaza a la estabilidad global y que Fidel es un tirano reformado. ¿Pero cuán creíble es una persona cuya revolución barrió con la pequeña comunidad judía de 15.000 personas y que ha pasado los últimos 50 años apoyando el terrorismo de la Organización para la Liberación de Palestina, Siria, Líbano e Irán? ¿Y cómo explica Castro lo que sucede en Venezuela, donde los agentes cubanos de inteligencia controlan las cosas, Irán es un aliado y el anti-semitismo ha sido una política de Estado en los últimos años? Goldberg no le preguntó. ¿ Para qué arruinar el ambiente?.
También es extraño que no hayamos oído nada de Goldberg respecto al pobre Alan Gross. Gross, un contratista del gobierno de Estados Unidos y judío, ha estado languideciendo en una cárcel cubana desde diciembre pasado. Su crimen: distribuir computadoras a un grupo de judíos cubanos que querían establecer contacto con la diáspora. ¿Es esa una forma de demostrar aprecio por el pueblo judío?.
Parece que nunca cruzó por la mente de Goldberg que está siendo utilizado de una forma que los comunistas aprendieron primero en las rodillas de Stalin. O quizás esté contento por ser útil. Luego en otra nota publicada en Internet explicó que puesto que Fidel no es tan macabro como Pol Pot, los cubanos deberían dejar de quejarse. Y para demostrar lo poco que conoce de la situación del pueblo cubano, dice que la "liberación" de prisioneros políticos "está actualmente siendo negociada". Se equivoca. Algunos han sido exiliados; otros podrían recibir la libertad condicional lo que significa que podrían volver a prisión en cualquier momento, si el régimen reprueba sus actividades.
Goldberg está ofreciendo sus entrevistas a Castro como periodismo serio. Pero mientras estaba "curioso" por "echar una ojeada al gran hombre" también estaba mal preparado. Presumiblemente sabía esto, y esa es la razón por la que permitió que Sweig lo llevara de la nariz por La Habana.
Esto lo preparó para el fracaso porque Sweig- una académica con fácil acceso a la isla donde los críticos no pueden entrar- es una amiga confiable de la dictadura. "Fidel saludó a Julia cálidamente, se han conocido por más de veinte años", informa Goldberg.
Cuando Castro declara que el modelo cubano ya no funciona, Goldberg, se vuelve hacia Sweig como si hubiera algo profundo que entender. No está diciendo que "las ideas de la revolución" fracasaron, explica, sino solamente que el Estado "tiene un rol demasiado grande" en la economía. Correcto, salvo que una economía de propiedad estatal es la idea central de la Revolución.
No es de extrañar que lo que obtenemos de esta entrevista ya fue precocido por Barbara Walters, otra persona cuyo corazón latió con mucha fuerza cuando se acercó al déspota cubano. Ese encuentro tampoco produjo nada sustancioso.
Wall Street Journal, 26 de septiembre de 2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los Comités, tan añejos como la revolución


Por Iván García

En la noche del 27 de septiembre, en casi todas las cuadras de La Habana se efectuaron fiestas en conmemoración del 50 aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), organización creada en 1960, fundamentalmente para la vigilancia colectiva de las personas considerados por el régimen como desafectos o contrarrevolucionarios.
En una noche húmeda y con amenaza de lluvia, muchos habaneros salieron a tomar una caldosa elaborada con cabeza de cerdo y unas pocas viandas. Estas celebraciones son muy bien recibidas por los alcohólicos habituales, que encuentran en ellas un buen pretexto para “chuparle el rabo a la jutia” (emborracharse) entre vecinos.
Ni por asomo, en la víspera del medio siglo de los CDR, hubo un júbilo desbordado, como antaño. A pesar de que 5 millones de personas pertenecen formalmente a los comités, hace tiempo que esta organización ha perdido fuelle.
Además de caldosa y cerveza, no faltó lo típico del cubano: se la pasan echando pestes contra el gobierno en sus hogares o con sus amigos, pero en fracciones de segundos se transforman y se ponen a gritar consignas castristas a la mínima señal.
Automáticamente, al cumplir 14 años, cada cubano ingresa en los CDR. Aparte de las guardias nocturnas, en ciertas etapas se han dedicado a repartir vacunas infantiles, recoger materias primas, repartir bombillas de bajo consumo y neveras chinas, durante la última campaña de ahorro de combustible lanzada por Fidel Castro en el 2005.
Pero la verdadera misión, especial y secreta de los CDR, es tener bajo control a la disidencia interna y a los periodistas independientes. En todas las cuadras, hay un cederista que periódicamente informa de todos los pormenores y estilo de vida de los opositores. También anotan las matrículas de los coches de embajadas o turistas que visitan al “gusano” que reside en el barrio.
Los miembros de los CDR, junto a los revolucionarios jubilados de la Asociación de Combatientes, son la punta de lanza para contrarrestar las marchas de las Damas de Blanco o posibles disturbios callejeros.
Han sido pieza clave en los actos de repudio, especie de linchamientos verbales por vez primera realizados en 1980, contra los cubanos que decidían marcharse del país por el puerto del Mariel. Después, se han venido efectúando contra la disidencia local.
Su creación no fue un aporte novedoso de Castro en su duelo de insultos contra los gringos. No. Los CDR son un remedo de organizaciones fascistas de la Alemania de Hitler y las camisas pardas de Mussolini.
Todos los que disienten públicamente en Cuba saben con certeza que siempre hay un par de ojos que vigilan tus pasos y luego informan por teléfono a la Seguridad del Estado.
Con el tiempo uno se acostumbra a sus torpes maniobras de chequeos e injerencias en tu vida privada. Llegan a revisarte tus depósitos de basura, para ver qué comes o si te bañas con jabones de marca. A ratos dan risa. Casi siempre dan lástima.

Nota: Texto que el autor del video, el empresario argentino-español Martín Varsavsky pusiera en You Tube, en marzo de 2008: En este video muestro el Museo de los CDR. Los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) fueron creados en 1960 para defender y preservar los ideales de la Revolución. Debo haber caminado unos 20 kilómetros por las calles de la Habana y veía CDRs por todos lados. Hablé con bastantes cederistas, que son voluntarios de la revolución. Es interesante que no había ningún visitante en el museo cederista y cuando entré al museo trataron de engañarme. Me dijeron que para entrar al museo tenía que pagar 2 CUC, pero para filmar tenía que pagar 5 CUC más. Entonces yo les dije que no entendía como había que pagar más para filmar, que si no se podía filmar en el museo yo obedecía las reglas y no filmaba, pero que si se podía filmar que me enseñaran algo escrito que decía que había que pagar más. Como no tenían nada escrito y se dieron cuenta que se podían meter en líos por insistir en cobrar ese dinero desistieron de cobrarme los 5 CUC y me dejaron filmar. Las primeras cederistas parecían bastante confundidas, pero luego me tocó una con ideas bastante claras, y muy guapa por cierto. Pero me pareció increible que para filmar los logros de la revolución me pidieran un soborno. Tampoco entiendo bien si los CDR son realmente maravillosas organizaciones de voluntariado o una especie de Stasi (policía secreta de la extinta RDA) para encontrar disidentes.