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martes, 9 de noviembre de 2010

Un fin de semana con Fidel


Por Mary Anastasia O'Grady

En la mayoría de los acuarios, los animales proveen el entretenimiento. En el de La Habana, sin embargo, Fidel Castro tuvo el mes pasado a un par de seres humanos comiendo de su mano y aplaudiendo como focas amaestradas.
Me refiero a Jeffrey Goldberg, periodista de la revista Atlantic Monthly, que viajó recientemente a Cuba por invitación de Castro con su amiga Julia Sweig, del centro de estudios Council on Foreign Relations. Goldberg publicó un informe en dos partes sobre sus dilatadas conversaciones con el dictador en la edición en Internet de la revista. Una parte incluye detalles de un día en el acuario, donde Goldberg, acompañado por Sweig, parece haber experimentado más de un "estremecimiento subiendo por (su) pierna" en presencia de Fidel.
La esperanza del reportero "es publicar un artículo más abarcador sobre el tema en la edición impresa de The Atlantic". Supongo que cualquier persona que sepa algo de la Cuba de Castro no es parte de la audiencia a la que irá digido el artículo.
Castro nuevamente tiene una urgente necesidad de poner una cara sonriente a su dictadura. La economía está en serios aprietos. La comida escasea, la electricidad es una rareza y el jabón y el papel higiénico son lujos. Cuba no produce prácticamente nada y esto le hace difícil acceder a moneda dura, es decir dinero de verdad, lo que a su vez dificulta las importaciones. Las fuentes de préstamos se han secado.
Si el régimen pretende seguir en el poder, necesita una nueva fuente de dólares para financiar a la policía secreta y para que las masas sigan comiendo arroz. La mejor apuesta es apostar al turista estadounidense, al que se vio por última vez alrededor de 1950 explotando a los cubanos, de acuerdo con el folklore revolucionario, pero que ahora el régimen necesita. Quiere que se levante la prohibición de viajar a Cuba existente en Estados Unidos. Para tener éxito, Castro necesita contraatacar contra los rumores de que es un dictador. La solución: un maquillaje a través de The Atlantic. En Goldberg, sin duda, reconoció al candidato perfecto para la tarea.
El primer paso de Fidel fue decirle a Goldberg que le ofende el anti-semitismo. "No creo que nadie haya sido tan difamado como los judíos", le dijo el anciano a sus huéspedes. Y, "Ahmadinejad debería dejar de fastidiar a los judíos". Cuando Goldberg le pregunta si se lo diría al líder iraní en persona, Castro respondió que "Lo estoy diciendo para que usted lo comunique". Traducción: Esto debería ser el título de su artículo para que los estadounidenses reconozcan mi benevolencia. Goldberg cumplió.
Se supone que tenemos que concluir que Cuba ya no representa una amenaza a la estabilidad global y que Fidel es un tirano reformado. ¿Pero cuán creíble es una persona cuya revolución barrió con la pequeña comunidad judía de 15.000 personas y que ha pasado los últimos 50 años apoyando el terrorismo de la Organización para la Liberación de Palestina, Siria, Líbano e Irán? ¿Y cómo explica Castro lo que sucede en Venezuela, donde los agentes cubanos de inteligencia controlan las cosas, Irán es un aliado y el anti-semitismo ha sido una política de Estado en los últimos años? Goldberg no le preguntó. ¿ Para qué arruinar el ambiente?.
También es extraño que no hayamos oído nada de Goldberg respecto al pobre Alan Gross. Gross, un contratista del gobierno de Estados Unidos y judío, ha estado languideciendo en una cárcel cubana desde diciembre pasado. Su crimen: distribuir computadoras a un grupo de judíos cubanos que querían establecer contacto con la diáspora. ¿Es esa una forma de demostrar aprecio por el pueblo judío?.
Parece que nunca cruzó por la mente de Goldberg que está siendo utilizado de una forma que los comunistas aprendieron primero en las rodillas de Stalin. O quizás esté contento por ser útil. Luego en otra nota publicada en Internet explicó que puesto que Fidel no es tan macabro como Pol Pot, los cubanos deberían dejar de quejarse. Y para demostrar lo poco que conoce de la situación del pueblo cubano, dice que la "liberación" de prisioneros políticos "está actualmente siendo negociada". Se equivoca. Algunos han sido exiliados; otros podrían recibir la libertad condicional lo que significa que podrían volver a prisión en cualquier momento, si el régimen reprueba sus actividades.
Goldberg está ofreciendo sus entrevistas a Castro como periodismo serio. Pero mientras estaba "curioso" por "echar una ojeada al gran hombre" también estaba mal preparado. Presumiblemente sabía esto, y esa es la razón por la que permitió que Sweig lo llevara de la nariz por La Habana.
Esto lo preparó para el fracaso porque Sweig- una académica con fácil acceso a la isla donde los críticos no pueden entrar- es una amiga confiable de la dictadura. "Fidel saludó a Julia cálidamente, se han conocido por más de veinte años", informa Goldberg.
Cuando Castro declara que el modelo cubano ya no funciona, Goldberg, se vuelve hacia Sweig como si hubiera algo profundo que entender. No está diciendo que "las ideas de la revolución" fracasaron, explica, sino solamente que el Estado "tiene un rol demasiado grande" en la economía. Correcto, salvo que una economía de propiedad estatal es la idea central de la Revolución.
No es de extrañar que lo que obtenemos de esta entrevista ya fue precocido por Barbara Walters, otra persona cuyo corazón latió con mucha fuerza cuando se acercó al déspota cubano. Ese encuentro tampoco produjo nada sustancioso.
Wall Street Journal, 26 de septiembre de 2010

1 comentario:

  1. Excelente como siempre los artículos de Anastasia O`Grady, los únicos que admiran a Fidel son los que no han tenido que vivir en países gobernados por sus súbditos: Daniel Ortega, Hugo Chavez, Correa y otra bola de ineptos.

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