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domingo, 21 de noviembre de 2010

El deporte cubano pierde gas


Por Iván García

Las alarmas se dispararon en los últimos Juegos Olímpicos de Beijing 2008. De un lugar 11 en Atenas 2004 y 9 preseas de oro, a un puesto 28 en la capital china con sólo dos medallas áureas, ganadas por Mijaín López, en lucha grecorromana, y Dayron Robles, en 110 metros con vallas.
Por vez primera en los últimos 38 años, Cuba no fue la primera nación de América Latina y el Caribe en el medallero olímpico.
Jamaica, encabezada por el hombre que vino del futuro, Usaín Bolt, superó al verde caimán con 6 títulos dorados y su país ocupó el puesto 13. Brasil, fue mejor que Cuba, con 3 de oro y la posición 23 en el medallero final. Sin contar dos naciones africanas, Kenia (lugar 15 y 5 medallas de oro) y Etiopía (puesto 18 y 4 de oro).
Los síntomas de que la fábrica de campeones estaba en quiebra, había empezado a lanzar señales de auxilio desde mucho antes.
Después que en 1959 Fidel Castro tomara el poder mediante una guerra de guerrillas, el gobierno prestó especial interés al movimiento deportivo cubano. Ya en los Juegos Panamericanos de México 1975, la isla pasó a ser la segunda potencia deportiva en el continente, detrás de Estados Unidos.
Tres años antes, en las Olimpíadas de Munich'72 conquistó 3 preseas áureas en el boxeo y comenzó a tejer su leyenda el mítico púgil de los pesos completos Teófilo Stevenson, un moreno nacido en la localidad de Manatí, en la provincia Las Tunas, a 700 kilómetros de La Habana.
Stevenson conquistó 3 medallas de oro olímpicas, y si no obtuvo la cuarta, incluso una quinta, fue por la controvertida decisión de Castro de no tomar parte en los Olímpicos de Los Ángeles'84 y Seúl'88, por solidaridad con la URSS.
El Estado cubano seguía la misma estrategia de los desaparecidos países comunistas del Este de Europa, que prestaban especial atención a las hazañas deportivas, como un botón de muestra de la supuesta superioridad del sistema ideológico que defendían.
Los campeones se formaban en cadena. Como si fuesen perros calientes. Con la ayuda de la antigua URSS, Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Corea del Norte y la ex Checoslovaquia, Cuba dejó de ser una nación solamente de béisbol y boxeo.
Se amplió el diapasón deportivo. Y se llegó a codearse con los mejores en deportes antaño exóticos, como la lucha libre y greco, polo acuático, ciclismo, taekwondo y judo.
Además del básquet y el vóley, que en la rama femenina alcanzó tres veces la gloria olímpica. Escaseaba la comida y las carencias materiales eran notables. Pero de las escuelas deportivas salían en serie atletas de alto rendimiento.
Se creó una red de planteles donde desde los 12 años estudiaban y pulían sus habilidades en el deporte numerosos niños, captados por un amplio movimiento de entrenadores en todos los municipios del país.
En los 90 llegó el período especial. La gran depresión cubana. Una guerra sin muertos y donde no se escuchaba el tronar de los cañones, pero que llevó a la indigencia y la malnutrición a la mayoría de las familias cubanas.
Los nacidos después de 1989 crecieron mal alimentados y sin implementos deportivos adecuados, no tenían el tamaño apropiado ni el peso requerido para la práctica del deporte.
Al perderse en parte la masividad, se fue deteriorando el sistema deportivo creado con mano de orfebre por el Estado. A esas deficiencias se sumaron las deserciones de estrellas del deporte. Comenzaron a saltar la cerca los beisbolistas, luego se sumaron atletas de vóley, básquet, esgrima, boxeo y balonmano.
Ya los campeones de la Isla no querían entrenarse como si fuesen profesionales, competir con rango de amateurs y cobrar salarios de obreros. Deseaban rivalizar en los circuitos rentados de alta calidad, ganar sueldo elevados, muchas veces de seis ceros, y administrar a su libre albedrío la plata.
A España fueron a parar deportistas de campo y pista, esgrima y balonmano. En las ligas italianas de voleibol compiten algunos de los buenos jugadores cubanos que prefirieron no estar bajo el manto estatal.
Y una verdadera hemorragia, que supera los 350 atletas en béisbol y boxeo, ha arribado a Estados Unidos en balsas o abandonado sus equipos en plena competencia.
La miopía del gobierno de los hermanos Castro, de no permitir libremente que los atletas compitan en ligas profesionales, es la causa número uno de que muchos abandonen su patria.
La marcha de grandes estrellas del boxeo como el dos veces campeón olímpico Guillermo Rigondeaux o los beisbolistas Kendry Morales y Aroldis Chapman han puesto al borde de la crisis al deporte en Cuba.
De ahí la caída en picada en los Juegos Olímpicos. Las malas noticias no se detienen. Aumentan los atletas que quieren ganar mucho dinero y competir con los mejores. La estelar voleibolista Nancy Carrillo, de sólo 23 años, presentó su retiro definitivo de la selección nacional.
Según una fuente bien informada, Carrillo desea jugar en ligas europeas y administrar su capital. No son pocos los que suspiran por poder competir en clubes profesionales. Erasmo (nombre supuesto) un joven futbolista de 16 años y que ya integró el once nacional en su categoría, mira con nostalgia los partidos de fútbol de la liga española.
Piensa en grande. Ya se ve jugando en un Santiago Bernabeu a tope, haciendo regates y bicicletas al mejor estilo de Cristiano Ronaldo. Para lograr su sueño se prepara. “Quiero ser el primer futbolista cubano en jugar en el Real Madrid”. Y asegura que ningún discurso o ideología lo va a parar. Y no es el único.
Foto: AP. Mijaín López, ganador de la primera medalla de oro en lucha grecorromana, categoría 120 kg, en Beijing 2008.

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