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domingo, 28 de noviembre de 2010

Vienen los timbiriches


Por Luis Cino

Tengo que confesar que por estos días echo amargamente de menos el socialismo que una vez nos pintaron en el aire. Unas pocas mentiras piadosas y las otras, que eran la mayoría, del tamaño del país de los soviets. Como aquello de lo poco repartido entre todos. Con el “te toca, pero no hay” o el “hay pero no te toca”.
Aún con las colas, las guaguas llenas, los cortes de caña, la peste a grajo y los apagones. A sabiendas que había ciertos tipos que eran más iguales que los demás. Todo era una mierda, lo sabíamos, pero nos hacíamos (además de como que trabajábamos) los bobos. A ver el entierro que nos hacían. Después de todo, era gratis. Peor es ahora que Papá Estado, luego de aprender la importancia de la tacañería económica, se desentiende de sus hijos y retira lo poco que todavía da. Ahora hay que tragarse la píldora sin dorar. Y sin chistar. Abre la boca y trágate la espada.
Mira, que linda y que afilada. De acero de Toledo, ¿verdad, Moratinos? A ver, nené, un pedacito por el Che, huum, qué rico, otro pedacito por Fidel, así, hasta el cabo…de poca esperanza…Los mandamases, para sustituir importaciones o porque sí, porque no hace falta tanta vaina, ¡qué cosa!, desecharon la vaselina. ¿Quién dijo que el modelo no funciona, que “esto” no da más? ¡Sí se puede!
No entiendo el optimismo respecto al futuro de cubanólogos, economistas y otros académicos del onanismo mental con cifras de más de cuatro dígitos (de espanto), locos por creerse el cuento de que Cuba empezó a cambiar. ¿De muy mal para mucho peor?
Por más que lo intento, no puedo ilusionarme para nada con unas reformas económicas que se inician con el despido de medio millón de trabajadores en seis meses. ¡Y los que vendrán después!
A arreglárselas como puedan, cada uno por su lado. A desmochar palmas, remendar taburetes, zurcir zapatos, criar conejos y recoger latas de cerveza Bucanero. ¡A robar y a putear! Vale todo, sólo cuídate de la cámara de vigilancia que está en el poste de la luz y del jefe de sector. Y mete caña, asere…
Sobrevivirán (además de los mandamases y ciertos ascetas) los más aptos para la cochambre, la desverguenza y el despelote. Con el hambre que vamos a pasar, que se cuiden el pellejo las personas honradas, los gatos y las gallinas de los vecinos.
Por lo pronto, en el paraíso proletario, ya empezaron las trifulcas, los trapos sucios y la chivatería a tutiplén en las asambleas laborales. Ya no es por el televisor Krim o las llaves del apartamento en la microbrigada donde trabajaste doce horas diarias durante más de diez años, obras sociales y domingos rojos incluidos, (ah, los buenos tiempos de la emulación socialista) sino por ver quien se queda en su puesto y no lo envían “reubicado” a trabajar al campo, la construcción o a cagar por los portales.
En lo que los burócratas sacan sus cuentas, los mandamases sueñan con las maquiladoras chinas y los piñateros con charreteras se afilan los dientes, que nadie me venga con el cuento de las pymes y las cooperativas.
¿Con qué créditos? ¿Y los materiales y las herramientas? ¿Alguien se ocupó de crear un marco jurídico medianamente decente para las nuevas formas de propiedad? ¿Ya inventaron las garrochas para saltar por encima de las trabas y las prohibiciones? A propósito, ¿cuántos inspectores harán falta para vigilar a los inspectores para que no roben? ¿El doble, el triple?
¿Para qué sufrir con lo que no tiene remedio? Tápate los ojos o mira para otro lado, Carlos Marx. ¡Que empiece, a toque de conga y buchitos de agua con azúcar (si es que hay azúcar), la terapia de shock para salvar lo que pueda ser salvado de “los logros del socialismo”!
¡Bienvenidos al peor y más chapucero capitalismo monopolista de estado con pachanga y partido único! ¡Venga la economía del timbiriche y el chinchal a enderezar el rumbo de la revolución!
¡Manos pa arriba, Cuba!
Primavera Digital, 23 de septiembre de 2010
Foto: AP

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