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martes, 31 de agosto de 2010

María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar (V y final)

Una rosa para mi María Luisa
Por José Ramón Alonso Lorea
Acompañado de un amigo reportero, cámara en mano, fui a la Sacramental de San Justo donde, según la información que ya había compilado, reposan los restos de María Luisa.
En la entrada compré una rosa roja -príncipe negro decimos en Cuba-, para dejarla en su tumba. Por un euro compré el más fresco de los capullos. El camposanto es raro, asentado sobre una colina antiguamente conocida como Cerro de las Ánimas, que no se aprecia bien desde la calle.
Lo preside una pendiente muy ascendente, curva y con paramentos enladrillados a ambos lados, y mucho hormigón armado, que termina en la capilla. Tiene diferentes niveles, escaleras, rampas, zonas techadas, otras no, y muy grande, de modo que es imposible encontrar una tumba específica.
Fui a la Oficina a indagar sobre la localización de la tumba de María Luisa y casualmente ese día había cerrado antes de tiempo. Una florista nos recomendó preguntarle a los sepultureros. A éstos les era familiar el apellido Altolaguirre, pero no nos podían ayudar con alguna localización: son muchos los patios, secciones, sepulturas y nichos, imposible memorizar algún detalle.
Me sentí derrotado en mi misión, y me convencí del tiempo perdido. Pero mi acompañante reportero, quizás porque es masón, se mostró optimista, y a su pedido decidimos caminar entre tumbas, a mirar sin más... ¡quién sabe!
Y a la deriva bajamos por la primera escalera. Estábamos en las Secciones y Patios de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, mirando a izquierda y derecha, a ojo de buen cubero, acercándonos siempre a alguna sepultura con cierta prestancia. Así atravesamos el Patio Primero, Segundo, Tercero y nada. En el Patio Cuarto, de súbito, oigo a mi reportero leer: Condesa de Revilla de Camargo.
Lógicamente que me sorprendió, y lo vi junto a la sepultura más refinada del lugar: una tumba de piedra tallada, y tras la cabecera de la misma, sobre una columna de fuste liso y jónico capitel, una chica grecolatina en mármol que abraza la cruz. Allí estaba nuevamente la Ilma. Sra. Dª María Luisa Gómez Mena Vda de Cagiga, como reza el grabado sobre su lápida, con corona incluida.
Como siempre, buscando a la sobrina se encuentra a la tía. Antes de partir, y fotos mediante, me dice mi amigo masón, déjale la flor a la tía.
Salimos del Patio Cuarto con destino a casa. Y deshaciendo el camino dimos con un plano del camposanto sobre el ladrillo.
Nos acercamos para confirmar la localización de la tumba de la tía, al menos para que el día no fuera baldío, cuando descubrimos en el dibujo, sobre el Patio Tercero ya recorrido, que en el nicho 36 se encontraban los restos de Altolaguirre.
Deduje que los de mi María Luisa estarían a su lado, y hacia allí volvimos y allí estaba. Qué pena me dio, pues ya la rosa la tenía la tía.
Madrid, diciembre de 2007.
Nota: El texto publicado en este blog en cinco partes, fue tomado del folleto "María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar", de José Ramón Alonso Lorea y Antonio J. Molina, distribuido gratuitamente en 2009. Se reproduce con el permiso de los autores. En forma de conferencia puede verse en You Tube:
1ra. parte,
2da. parte
y 3ra. parte.

lunes, 30 de agosto de 2010

María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar (IV)

Anecdotario
Por Antonio J. Molina*

El escultor Alfredo Lozano, que tanto admiraba a María Luisa, me contaba cuentos de ella. María Luisa Gómez Mena, mujer que nunca conocí pero que tanto aprecié. Hoy cuento tres de esas anécdotas que, siguiendo una supuesta cronología, se podrían titular de la siguiente manera: En el sepelio de Doña Lala Falla, Fidelio Ponce y los cuadros vueltos a comprar, y Con Bola de Nieve en guagua hasta el Teatro América.
En el sepelio de Doña Lala Falla
Según Lozano, María Luisa le contó que cuando murió Doña Lala Falla, la aristocracia de La Habana se reunió en su mansión del Vedado. Allí se organizó el velatorio. La cámara mortuoria estaba tapizada con orquídeas blancas y en el ataúd aparecía la muerta con los brazos desnudos cruzados sobre el pecho. La Condesa de Revilla de Camargo, a regañadientes, llevó a su sobrina María Luisa Gómez Mena al velatorio.
En medio del cuchicheo de las mujeres la tía comenta: “Fíjate qué buena idea que le han dejado los brazos tan bellos de Lala afuera”. Y la sobrina apostilla en clara voz que todas oyen: “Ay tía, tienes razón, y como lo más lindo que tú tienes son las tetas te las voy a dejar afuerita”. Dicen que las señoras se abanicaron nerviosamente, como para ahuyentar con aire las palabras que no debieron ser pronunciadas.

Fidelio Ponce y los cuadros vueltos a comprar
Un día llega a casa de María Luisa el cubano Fidelio Ponce de León. Fidelio Ponce era aquel excepcional pintor vanguardista, bohemio, alcohólico y tuberculoso, autor de una personalísima obra poblada de seres espectrales y alargados, sugeridos con empastes blanquecinos y suaves evocaciones de color. Ella le compraba todo lo que el pintor le llevaba.
Ese día, a media voz, Fidelio le dijo: “'María Luisa, quiero llevarme ese cuadro que me compraste para retocar algo que quiero hacer”. Ella le dijo riendo, “llévatelo”. Apenas salió el pintor con el cuadro María Luisa llamó a su mayordomo y le ordenó que siguiera a Fidelio: “donde lleve el cuadro a vender usted le da el doble al que se lo compró y me lo trae”. Ella conocía que ya eso había sucedido antes.

Con Bola de Nieve en guagua hasta el Teatro América
Esta es la sabrosa anécdota de un día que Bola de Nieve -el cantante, compositor y pianista cubano de Guanabacoa- visita a María Luisa, quizás para pedirle algún apoyo a una obra o presentación que él iba a hacer en el Teatro América. Él le llevó unas olorosas azucenas que ella, poco a poco, se las fue prendiendo del cabello como una diosa india.
María Luisa le preguntó: “¿Para dónde vas ahora?”. “Voy al América, a ensayar”, le contestó el músico. “Pues yo te acompaño”, le dijo ella. Él matizó: “Pero yo voy en la guagua”, y ella, tan campechana, le aseguró: “Pues te acompaño en la guagua”. Y así fue.
María Luisa Gómez Mena se fue en la guagua con Bola de Nieve, y detrás iba su lujoso automóvil con chofer incluido que la recogió cuando la guagua paró cerca del Teatro América. Todo esto lo supe por Alfredo Lozano. San Juan, noviembre de 2009.

*Antonio J. Molina (Sancti Spiritus, Cuba, 1928). Reside en Puerto Rico desde 1962. Escritor de varios libros, folletos, dramas, cuentos, poemarios, ensayos y canciones, dirigiendo recientemente cortometrajes. Es pintor, crítico de arte y asesor cultural de distintos organismos. Preside el Museo Casa del Libro y pertenece al Cuerpo Consular de Puerto Rico. El Rey de España le concedió la Orden de Isabel la Católica en 1992.

Foto: México, diciembre de 1950. María Luisa Gómez Mena posa ante el retrato que le hiciera el pintor mexicano José Moreno Villa.

domingo, 29 de agosto de 2010

María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar (III)

Por José Ramón Alonso Lorea
Siguiendo principalmente a James Valender a partir de ahora, en su biografía de Manuel Altolaguirre, reconstruimos los últimos quince años de María Luisa. Durante los meses iniciales de 1944, María Luisa y Manuel Altolaguirre habían mantenido una frecuente relación epistolar, incluso el poeta le pide que le escriba a su lugar de trabajo y no a su casa.
Según Valender, “aunque alegaba diversas razones de orden práctico, se ve que el malagueño quería evitar así que su esposa se enterara de esta correspondencia”. Finalmente, ya separada de Carreño, María Luisa se encuentra en México con el poeta español, y juntos se van a vivir a Taxco, un pueblo del estado de Guerrero, y después a Tepoztlán, en Cuernavaca.
Por una serie de cartas de Altolaguirre fechadas entre el 30 de junio y la primera quincena de julio, sabemos que María Luisa está nuevamente en la capital cubana para estas fechas. Según nos cuenta el poeta español en una carta del 2 de julio, recibió de manos de Alfonso Reyes el primer número del Litoral Mexicano (julio de 1944), donde publicó tres poemas dedicados a ella: “Sigo en mi sombra, pero salen de ella”, “El ciego amor no sabe de distancias” y “Tiene mi amor la forma de tu vida”, son “tus poemas”, le asegura el poeta, “los que te escribí antes de Taxco, en Taxco y después de Taxco”.
De la publicación de este Litoral Mexicano dice Altolaguirre alegrarse mucho, “y eso que no salió el dibujo de Federico García Lorca con tu nombre, porque los colores hacían muy cara la impresión”. Nada sabemos de este dibujo de García Lorca con el nombre de María Luisa. Según Valender, “de este dibujo de Lorca no hay mención en el catálogo de la obra pictórica del granadino que editara Mario Hernández (Federico García Lorca, Dibujos, Madrid…, 1987); tampoco se conoce su paradero actual (si es que el dibujo se conserva todavía)”. En una siguiente carta del 3 de julio le envía “Romance”, ese poema, le dice el poeta, “te lo escribí a ti”. Entonces María Luisa había sido elevada a la categoría de numen, era la inspiración del poeta.
Una de las cartas de diciembre de 1944 destaca por la siguiente referencia: “Te estoy escribiendo un libro, el de mis recuerdos (…) Mi libro es la manera de contestar tus telegramas. Son muy breves pero me llenan de alegría y me mueven a demostrarte lo mucho que te quiero. La manera de decírtelo es haciendo este libro, una larga carta para ti, hija de esta soledad en que me has dejado”.
Según Valender, el poeta hace “alusión, sin duda, a su decisión de retomar las “Confesiones” que había iniciado en La Habana y a las que después pondría el título de El caballo griego”. Se hace patente con ello el interés de María Luisa porque Altolaguirre se dedique a la escritura. Le escribe el poeta: “Mi libro nuevo avanza. Recibí tu cable. Ahora cuando me dices que eres feliz porque lo escribo, temo que no sea tan bueno como tú mereces”.
En enero de 1945 y en México, María Luisa financia la creación de una nueva editorial para Manuel Altolaguirre, la editorial Isla, que tenía, en un taller grande y moderno, su propia imprenta y un equipo de obreros tipográficos. Lo que debió ser una empresa productiva devino en fracaso en manos del poeta. Para decirlo con palabras de Valender, “los recursos que tenía a su disposición Altolaguirre decidió emplearlos para ayudar a los necesitados y no para asegurar la buena marcha de la empresa”, quiso Altolaguirre llevar el taller “como si fuera, no una empresa comercial, sino una sociedad de beneficencia cultural”. Algo parecido ya había ocurrido en la anterior editorial habanera, La Verónica, que María Luisa le había ayudado a crear.
Ante tal caos financiero, y ante la negativa de Altolaguirre de separarse de su familia anterior (según Valender, “con el pretexto de ver a su hija Paloma, visitaba la casa de Concha Méndez todas las veces que podía; y desde luego, seguía preocupándose por el bienestar y la manutención de ambas. Para Gómez Mena, que había abandonado a su hijo en La Habana para estar con el poeta malagueño en México, esta actitud era inaceptable”), María Luisa decide regresar a La Habana en febrero de 1946. Dos meses después resuelve cerrar la nueva editorial ante los graves problemas económicos que generó su mala gestión.
Durante estos dos años María Luisa conoce y acrecienta una entrañable amistad con el intelectual español refugiado en México, José Moreno Villa. El pintor y escritor frecuenta la casa que ella comparte con Altolaguirre, publica dos libros sobre folklore infantil en la editorial Isla, pinta un retrato de María Luisa en 1945, visita con ella La Habana, mantienen una relación epistolar cuando ella decide regresar a la capital cubana, y es Moreno Villa quien escribe la novela interrumpida sobre los amores de María Luisa y Altolaguirre.
Ya en La Habana, y separada de Altolaguirre, María Luisa, y para decirlo con palabras de Valender, “desde el primer momento y durante meses, fue bombardeada con cartas de su amante, en las que éste juraba y perjuraba que cambiaría su forma de vida, que se divorciaría de su primera mujer, que se dedicaría con más seriedad a su propia carrera literaria (tal y como ella quería que lo hiciese)”.
En las cartas, en un juego romántico de palabras y retruécanos literarios de intención galante y recuperación amorosa, Altolaguirre dedica toda su obra literaria a María Luisa. En carta de enero-febrero de 1946, le asegura: “Debes saber que nunca he estado en una disposición mejor para escribir, que a todas horas se me ocurren cosas (…) que tal vez sean la base de una obra poética (…) Mi obra futura, pública y privadamente, te será dedicada por entero”. En carta de marzo de 1946 le asegura: “No te lo digo por quejarme sino como disculpa por no haber seguido la novela, ese libro que con tanto cariño me pides que continúe y publique”.
En carta del 27 de marzo insiste: “Mi libro, el que te dedico (la novela), que es tuya, tuya, reunió todas sus palabras en una sola. Y es tu nombre. En tu nombre está toda mi vida”. Dice en otra del 29 de abril: “Todos los días escribo algo (poesía y teatro ahora) y lo hago para ti, porque no tengo otro aliento que el que me viene con tu recuerdo”. Y en mayo confirma la relación conceptual de María Luisa tras su obra: “Todo lo que escribo está lleno de mi vida a tu lado (…) Todo lo que escribo lo veo nacer de aquella isla de felicidad que fue mi vida contigo. La obra del escritor no se produce en el momento de trasladar al papel sus invenciones, sino en los años en que enriquece su espíritu.”
Después de intercambiar unas duras palabras, ambos dejan de escribirse. Pocos datos tenemos de esta estancia de más de dos años de María Luisa en La Habana. Parece que sufrió algún tipo de internamiento médico.
Sin embargo, a pesar de esta separación, y luego de la ulterior reconciliación de los dos amantes, se mantiene esa encendida dedicatoria de Altolaguirre a María Luisa, como en un acto de entrega absoluta, eterna, y le escribe en 1952: “Escribí un poema, pero no para ti, sí sobre nosotros. Un poema extraño, en que me acerco mucho a las últimas verdades, esas que todavía no son mías, las verdades eternas. Mi encuentro con ellas me estremece (…) Mejor hubiera sido copiarte el poema y no explicártelo, pero el poema cuando se publique será de todo el mundo, tuyo también, y esta explicación es sólo tuya (…)”.
En julio de 1948 regresa nuevamente a México. Reanuda su relación sentimental con Altolaguirre y comparten vida y trabajo durante los próximos once años. Estabilizada la relación, hacen reiterados viajes a La Habana. En 1950 María Luisa crea Producciones Isla, una productora cinematográfica que comparte con el poeta español. En México, en una primera etapa, son responsables de seis películas: Yo quiero ser tonta (1950), El puerto de lossiete vicios (1951), Subida al cielo (1952), Prisionera del recuerdo (1952), Misericordia (1953) y Legítima defensa (1953).
Al parecer, a consecuencia del entonces blindaje de la industria del cine mexicano que hizo prácticamente imposible esta labor por extranjeros en suelo azteca, María Luisa y Altolaguirre deciden irse a vivir a Cuba. Allí, entre 1953 y 1954 tratan de filmar tres nuevos proyectos: Los inmigrantes, Golpe de suerte y Cuando baila Trinidad (Leyenda musical de Cuba). La primera película se malogró durante el proceso de edición; la segunda película, que escribieron entre los dos y en la que María Luisa, incluso, se atreve a actuar, ni los propios críticos están seguros de si llegó a exhibirse; y la tercera, que hubiera sido un magnífico material etnográfico dado que era “un documental sobre los ritos, costumbres y música de los negros en Cuba”, quedó inconclusa luego de filmar 18 rollos.
Finalmente, de vuelta a México, se materializa un tercer momento de Producciones Isla con otras cuatro películas: El condenado por desconfiado (1955), La muñeca negra (1956), El cantar de los cantares (1958) y Vuelta al paraíso (1959).
Salvo Subida al cielo, de 1952 y dirigida por Luís Buñuel, una película que se presentó en el Festival de Cannes, que obtuvo en París el Premio de la Crítica a la mejor película de vanguardia de aquel año y cuyo guión le valió a Altolaguirre el “Águila de Plata” otorgado por la Asociación de Periodistas Cinematográficos Mexicanos, en general, la productora cinematográfica no tuvo un currículo feliz, ni en lo artístico ni en lo comercial.
Por un lado, invirtieron en proyectos fallidos, por el otro, se imponía ese constante intento de Altolaguirre por lograr esa cosa que él llamó “cine-poema”, una propuesta muy difícil de conciliar con el concepto de cine como espectáculo y entretenimiento, y que, salvo buenas excepciones, suele llevar a la ruina a cualquier empresa cinematográfica.
La adaptación cinematográfica que de El cantar de los cantares, de Fray Luis de León, quiso realizar Altolaguirre, es el paradigma de este intento. María Luisa parece haber estado conciente de esta situación, pues en carta a su hijo aseguraba, sobre Manuel Altolaguirre, que “no se cura de soñar y la lucha con él es muy difícil (...) él está en la luna, pertenece a otro planeta y yo estoy desgraciadamente en la tierra (...) Subidaal cielo es un poema popular, pero es poesía y mucha gente no es poeta ni sabe ver la belleza plástica y la maravillosa dirección”.
En julio de 1959, y con la redacción de una segunda versión de El cantar de loscantares, María Luisa y Manuel Altolaguirre se presentaron en el Festival de Cine de San Sebastián para proyectar, fuera de concurso, la primera versión de este filme de 1958. Al parecer, el propósito de ambos era el de conseguir financiación para la filmación de esta segunda versión. Después de presentar la película, y de vuelta a Madrid, cerca de Burgo, el coche en el que viajaban volcó, muriendo María Luisa en el acto, tres días después Altolaguirre.
Con 52 años, María Luisa Gómez Mena fue sepultada en la Sacramental de San Justo, la más literaria de las necrópolis madrileñas (justo es recordarlo en honor a la mecenas que fue), un cementerio asentado sobre el Cerro de las Ánimas, en la ribera sur del Manzanares. Allí, donde yacen Abelardo López de Ayala, el Marqués de Viana, la actriz Rosario Pino y los hermanos Álvarez Quintero, cerca del mausoleo de Campoamor y del panteón de la Asociación de Escritores y Artistas donde yacen Bretón de los Herreros, Espronceda, Gómez de la Serna, Larra, Núñez de Arce y otros. Allí, decía, María Luisa comparte nicho con su poeta español, que supo amarla con el rigor temperamental y apasionado de un romántico, y que la inmortalizó elevándola a la categoría de musa de su producción intelectual. Madrid, diciembre de 2009.
Foto: La Habana, años 40. María Luisa Gómez Mena al lado del cuadro que le hiciera el pintor cubano Mario Carreño, su segundo esposo.

sábado, 28 de agosto de 2010

María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar (II)

Por José Ramón Alonso Lorea
Los meses finales de 1943 fueron de un duro bregar para María Luisa, tanto en el ámbito profesional como personal; primero, la elaboración de un importante proyecto, en colaboración con José Gómez Sicre, de exposición de pintura moderna cubana, con monografía incluida; segundo, el verse envuelta en esa al parecer vertiginosa carrera a contra-reloj de su cónyuge, el pintor Mario Carreño, preparando obras para sus dos inminentes exposiciones personales (Lyceum y Perls) y experimentando con la técnica del duco; y, en medio de ambas, soportar una “catástrofe”, como ella misma llamó, en el epicentro de su entorno doméstico y afectivo: el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros realizando un mural en su casa.
En carta a los Altolaguirre, de septiembre de 1943, María Luisa les asegura que “estoy haciendo una monografía de pintura. Os enviaré un ejemplar, y posiblemente la exposición de pintura cubana sea en el Museo de Arte Moderno para enero, con 250 óleos de los pintores cubanos, 100 acuarelas y 200 dibujos”. La monografía, que será el catálogo bilingüe Pintura Cubana de hoy / Cuban Painting of today, pudo haber sido terminado para diciembre de ese año según podemos suponer por carta de María Luisa a los Altolaguirre de diciembre de 1943: “Todavía no está lista la monografía, pero dentro de pocos días te enviaré un ejemplar”.
Y el proyecto de exposición, de acuerdo a lo finalmente expuesto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en abril de 1944, se esbozaba mucho más abarcador de lo que finalmente fue. Una nota a continuación en la propia carta de septiembre parece testimoniar esa positiva correspondencia que se estableció entre María Luisa y los jóvenes pintores nucleados en su galería de arte: “Los muchachos estos trabajan mucho y responden a la pequeña ayuda que con mi entusiasmo grande les provoco yo”.
Con respecto al febril trabajo de Mario Carreño en la casa que compartía con María Luisa, en esa propia carta ella testimonia el entusiasmo del pintor por la práctica del duco, asegurando que está “Mario pintando mucho, haciendo ensayos muy interesantes con «duco» (…) Ahora todo hay que verlo a través del «duco». No se habla más que de esto en mi casa: ha producido un contagio espiritual (…) Me pegaron, me pusieron como a un duco y mi tía dio las últimas pinceladas. Apenas si puedo ya deletrear, pues todos los sucesos son tan fantásticos que estoy enervadísima”.
De este fragmento de la carta de María Luisa podemos hacer dos interpretaciones fundamentales. Es indudable que la presencia de Siqueiros haciendo un mural en la casa que compartía el matrimonio Carreño-Gómez Mena, fue como un catalizador que lanzó al inquieto y todavía joven Carreño de 30 años a una práctica vehemente y a contra-reloj del duco.
Teniendo en cuenta que la carta es de septiembre y que a inicios de noviembre se exponía la individual de Carreño en Lyceum, más la individual en Perls y la colectiva en el MOMA, ambas a principios del año siguiente, no cabe duda de que el tiempo conspiraba para “enervar” a cualquiera de los mortales inmersos en ese contexto doméstico.
Precisamos, por la fecha de la carta, lo contado por María Luisa, y conociendo que la inauguración de la muestra personal de Carreño en la galería Lyceum tuvo lugar el día 9 de noviembre, podemos intuir que en estos tres meses -agosto, septiembre y octubre- fueron realizados en casa de María Luisa los ocho ducos expuestos, algunos de ellos con una verdadera complejidad compositiva, con sus respectivos bocetos y estudios de color, además de esas otras obras a modo de “ensayos muy interesantes con «duco»” a los que se refería María Luisa, experimentos “con gran cautela”, como lo definiera Sicre.
También se puede interpretar que este fragmento de la carta describe el momento en que Carreño pinta el antológico retrato al duco de María Luisa de 1943, retrato muy influenciado por la estética del muralista mexicano y del cual existe una instantánea realizada por Berestein a María Luisa posando al lado del duco.
Finalmente, entre proyecto de exposición para el MoMA y actividad pictórica de Carreño, discurre la presencia de Siqueiros con su esposa y pequeña hija en casa de María Luisa. Según Cundo Bermúdez, “Siqueiros llegó a Cuba en la época constitucional de Batista durante la segunda guerra. En ese momento Batista tenía a varios comunistas en su gobierno como ministros sin portafolio. Creo que Siqueiros pensaba que sus amigos comunistas le iban a conseguir un par de comisiones para murales con el gobierno.
No fue así. Terminó con su mujer e hija trancados en su cuarto en el Hotel Sevilla debiendo la cuenta. Mario Carreño y Pepe (José Gómez Sicre) se enteraron de la situación y fueron y los rescataron. Mario se los llevó a vivir con él en su casa del Vedado que era la de su mujer, María Luisa Gómez Mena”. El arribo del polémico Siqueiros a la casa que compartía el matrimonio Carreño-Gómez Mena fue como una gran tempestad, tanto en lo intelectual como en lo personal, donde nada ni nadie quedó indiferente, para bien y para mal.
Ante la imposibilidad de lograr un espacio público donde dejar su impronta muralista, Siqueiros aceptó el encargo original de la familia Carreño-Gómez Mena de hacer un cuadro de caballete, lo cual fue hábilmente transformado por él en un mural interior donde utilizó la técnica del duco -piroxilina del tipo de la que se utiliza para pintar coches- con pistola pulverizadora, sobre una cubierta de masonite, procedimiento muy empleado en su trabajo como muralista. Pero todo parece indicar que la polémica, casi desde un inicio, estaba servida.
Un mes después de iniciar el mural, en septiembre de 1943, escribe María Luisa en tono premonitorio: “Yo no sé qué será: veremos el final, que no creo pueda resultar bueno. Dios bendiga mi paciencia”. Y es que María Luisa no compartía las teorías (no especifica en su carta si las políticas o las artísticas, aunque yo presumo que las dos) del pintor mexicano, las consideraba novedosas y fantásticas, pero insustanciales, para decirlo con sus propias palabras, “puro Cantinflas”.
Finalmente se siente defraudada por el pintor, asegurando que “todo es culpa mía por tenerle lástima a un artista”. Incluso, en su carta, hace una confesión que, poniendo en tela de juicio la calidad humana de Siqueiros, quizás ya apunta a la no muy lejana disolución del matrimonio Carreño-Gómez Mena: “A Mario lo tiene rebelado contra mí. Conspiran toda clase de imbecilidades, que parecen infamias (...) Los sucesos serán peores en lo sucesivo (...) Me sobran energías para desenmascarar la mala fe”. Definitivamente, en una siguiente carta, no gustándole ni la técnica ni el concepto de la obra de Siqueiros, considera “espantoso” el mural, “sin gracia, sin arte”, motivos por los que decide la destrucción del mismo.
Antes de la destrucción del mural tiene lugar entre María Luisa y Siqueiros la anécdota del volante. Según aparece en las memorias publicadas del pintor mexicano, “mi mural fue secuestrado por María Luisa y sus castos amigos. No se desveló nunca esa obra, no obstante (…) la inmensa mayoría de los pintores jóvenes reclamaron por todos los medios que fuera abierta al público”. Ello motivó que, en un acto de “pequeña venganza”, según palabras del pintor, hiciera circular un volante por La Habana anunciando la obra y “pedía al público que fuera a verla, para lo cual lo único que tenía que hacer era pedirle permiso a la señora Gómez Mena”.
De más está decir que María Luisa estaba en todo su derecho de propietaria para hacer con el mural lo que mejor estimara. Y, a tenor del “volante” y del supuesto deseo de esos “pintores jóvenes”, otra cosa asegura María Luisa en carta de septiembre de 1943 a Manuel Altolaguirre: Siqueiros “se metió conmigo repartiendo una hoja repugnante. Creyó así provocar una controversia para que sonara una vez más su bluff, pero aquí se equivocó.
El más profundo silencio se hizo. Se ha ganado gratuitamente la antipatía de todo el mundo, pues tú sabes el respeto que hay por mí entre los artistas y, además, mi informe al museo no ha sido corto”. Asegura Cundo que “del mural recuerdo que un día -después de Siqueiros haber partido de vuelta a México- María Luisa se cansó de mirarlo y lo mandó a desmontar y lo tiró a la basura. Pepe (José Gómez Sicre) y yo pensamos en quedarnos con algún fragmento, pero no lo hicimos”.
Viendo ahora las fotos del mural de Siqueiros, vale agregar que ciertamente no es ésta una de sus obras más felices. El propio Juan Marinello, muy cercano al pintor mexicano, en lo ideológico y en lo personal, considera superior en más de un aspecto la posterior réplica que de este mural realizó Siqueiros en México.
Entre 1942 y 1944, la Galería del Prado, propiedad de María Luisa Gómez Mena, es el centro gravitatorio de la vanguardia plástica cubana. Si observamos las escasas fotos de la época que hemos podido compilar, vemos que junto a María Luisa aparecen algunos de los más destacados artistas cubanos pertenecientes a esa vanguardia.
Desde la antológica “Primera Exposición de Arte Moderno” en Cuba, en 1937, hasta la exposición permanente y colectiva de Galería del Prado, dos generaciones de artistas cubanos vienen compartiendo los mismo salones expositivos. Desde pintores de la talla de Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Eduardo Abela, Amelia Peláez, Jorge Arche, Arístides Fernández, Antonio Gattorno, Romero Arciaga, Fidelio Ponce y Domingo Ravenet, entre otros, que habían logrado su estatus de vanguardista, hasta esa segunda generación de artistas modernos que se avienen con las estéticas vanguardistas y las soluciones nacionalistas de la promoción anterior: Mario Carreño, Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, Roberto Diago, Serra-Badué, Felipe Orlando, Mariano Rodríguez, René Portocarrero, entre otros. Este trabajo contínuo de los artistas plásticos permitió la consolidación de un arte moderno.
Los directivos del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) fueron receptivos a este movimiento pictórico, y fue precisamente en la Galería del Prado donde María Luisa y José Gómez Sicre organizaron, junto a Alfred H. Barr Jr., la muestra colectiva “Pintores Cubanos Modernos” para dicho museo neoyorkino. Esta muestra, que finalmente agrupó a trece pintores y 75 obras, estuvo acompañada de una monografía de arte sin precedente en Cuba, Pintura Cubana de hoy/Cuban Painting of today, financiada por María Luisa.
En su condición de editora, María Luisa aseguraba en la monografía que es “evidente que, tras años de lucha contra diversas dificultades, el movimiento de pintura cubana ha alcanzado un estado de madurez digno de mayor reconocimiento público. Consciente de la necesidad inaplazable de un medio objetivo de difusión, este libro se publica para tratar de describir la valerosa sinceridad de nuestros pintores contemporáneos. Es un privilegio y, además, un gran honor para mí, permitírseme contribuir a la publicación de este volumen que es el primero de su género que aparezca en Cuba”.
La monografía consta de un gran número de reproducciones de obras, algunas a color y a página completa, y con texto general de Sicre y biografías de artistas, todo bilingüe (español-inglés). El proyecto, finalmente materializado, dio a conocer internacionalmente a los pintores cubanos y legitimó en el terreno del arte frases categoriales como “arte cubano” y “escuela de la Habana”. Desde entonces, la pintura cubana ocupa un lugar importante entre las galerías de vanguardia y los museos que atesoran arte latinoamericano.
Definitivamente, entre finales de 1942 y principios de 1944, la Galería del Prado, propiedad de María Luisa Gómez Mena, será el centro gravitatorio de la vanguardia plástica cubana. A esta galería y sus fundadores en gran medida se deberá la realización de varios importantes eventos culturales de aquellos años. Al respecto, Alfred Barr Jr. fue categórico al afirmar: “Por organizar la Galería del Prado sin fines de lucro, por subsidiar publicaciones y por su entusiasmo personal y generosidad, la Señora Gómez Mena recientemente ha hecho más por el avance de la pintura moderna cubana que cualquiera en La Habana”. De modo que, a pesar de las lagunas propias de la falta de información, habrá que concluir entonces que María Luisa estaba ubicada justo en el epicentro de esta vorágine intelectual cubana de los primeros años cuarenta.
En una carta de María Luisa a los Altolaguirre, de diciembre de 1943, ella asegura que “ésta será mi última carta desde Cuba”. Sin embargo, en otra carta que enviara Eva Fréjaville a Altolaguirre y Concha Méndez, fechada el 2 de marzo de 1944 en el Hurón Azul, La Habana, cuenta que “María Luisa (Gómez Mena), que vino a casa el otro domingo, nos preguntó una serie de cosas, lo que hacían, cómo se encontraban allá, etc".
Por su parte, James Valender afirma que “en marzo de 1944, después de asistir en el Museo de Arte Moderno de Nueva York a la inauguración de una exposición de arte cubano contemporáneo patrocinada por ella, Gómez Mena se trasladó a México”. Sin embargo, sabemos que ella no pudo en esa ocasión viajar a los Estados Unidos. Aunque contradictorios entre sí, hay dos argumentos publicados que lo testimonian.
Según Cundo Bermúdez, María Luisa “fue una apasionada de la república española durante la guerra civil y más tarde por esto le negaron la visa a los Estados Unidos cuando la exposición cubana en el Museo de Arte Moderno de New York”. Según Carreño, la visa le fue negada por haber estado casada en primeras nupcias con un “señor oficial del Ejército franquista” sobre el que pesan “graves acusaciones en su contra por Ejército Republicano”. Definitivamente no estuvo en Nueva York para el evento del MoMA, sí parece cierto que hacia marzo ella se encontraba en México con Manuel Altolaguirre, iniciando así ese tortuoso periplo de sus últimos 15 años al lado del poeta español.
A pesar de que algunos aseguran que el cierre legal de Galería del Prado ocurrió en 1945, todo parece indicar que luego de la exposición en el MOMA, la galería termina su ciclo vital. El alma del proyecto, que era María Luisa, ya recorría otro camino, parafraseando a Cundo Bermúdez, había variado su interés y pasión. Aseguraba el pintor cubano que María Luisa “tenía una energía increíble, no paraba”, pero “se apasionaba por las cosas y esas cosas se volvían el centro del universo, y de pronto, de un mes para el otro sus intereses y pasiones cambiaban”.
Foto: 1942. Galería de Prado, La Habana. A la izquierda, Alfred Barr Jr., primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York; María Luisa Gómez Mena, detrás, el crítico de arte cubano José Gómez Sicre, y el abogado estadounidense Albert Kaufman.

viernes, 27 de agosto de 2010

María Luisa Gómez Mena. Una mecenas a la que hay que reivindicar (I)

Por José Ramón Alonso Lorea*
Preliminares notas para una cronología: María Luisa Gómez Mena (1907-1959)
En agosto de 2007, estudiando las pinturas al duco de Mario Carreño, comencé a interesarme por María Luisa Gómez Mena. Casi sin percatarme del hecho fue creciendo mi interés por acopiar toda la información posible sobre esta mujer. Inicié mi búsqueda por la internet, donde hallé unas cien entradas con muy limitada información y muchos errores (he encontrado tres fechas de muerte, varias profesiones, y hasta algunos la creen mexicana).
En la historia personal de María Luisa que voy descubriendo, muy lentamente, con pasajes a cuenta-gotas, y a veces más sugeridos que datos objetivos, parece que su tía, María Luisa Gómez Mena, viuda de Cagiga y Condesa de Revilla de Camargo, ejerció alguna influencia sobre el entorno vital de su sobrina.
Bien pronto descubrí que la mayoría de las referencias que he encontrado suelen superponer pasajes de ambas mujeres, siempre con los calificativos de "condesa", "multimillonaria", y otros francamente despreciativos e injuriosos que no voy a repetir, de modo que hasta podemos presumir que la descalificación y anonimato en que se encuentra Maria Luisa ante la historia de la cultura cubana se debe, en particular, a la postura política que su tía dejó bien clara antes de su muerte en 1963 (al menos circula por la internet una “carta abierta a Fidel Castro” atribuida a la Condesa, donde pone de relieve sus diferencias con el caudillo cubano), y en general, a su pertenencia a un entorno familiar que caracteriza un pasado modelo económico y social cubano que con toda intención se ha pretendido borrar.
De modo que no existe, no lo he encontrado hasta hoy, estudio monográfico alguno, así sea breve artículo, referido a esta mujer que fue una importante mecenas dentro de la llamada época dorada de la pintura cubana y a la que le realizaron retratos de extraordinaria calidad algunos de los más importantes pintores de esa vanguardia. Además de esos otros mecenazgos sobre proyectos editoriales y cinematográficos.
La noticia del catálogo por el centenario del nacimiento de Manuel Altolaguirre, y que me llevó a la Residencia de Estudiantes de Madrid, abrió una importante puerta hacia María Luisa. Dentro del riguroso y detallado estudio que James Valender hace del poeta español de la Generación del 27, la información referida a María Luisa es, con seguridad, lo más serio que aparece publicado sobre ella.
Otras referencias hallé indagando sobre los pintores cubanos Mario Carreño y Cundo Bermúdez, o el pintor y escritor español José Moreno Villa. Evidentemente, para tener al menos una cronología de su vida, es necesario buscar la información en sus contemporáneos: memorias y epístolas serán fundamentales. Algunos de los hallazgos realmente debidos al azar y a la insistencia del autor, pero aparecidos en momentos claves de este estudio, ha generado la elusiva pero muy grata impresión de que María Luisa colabora. Quizás un futuro contacto con la familia Gómez-Mena ayude en la investigación.
Ahora, a modo de homenaje por el cincuentenario de su fallecimiento, y con la todavía poca información que atesoramos, e intentando sortear cualquier error de juicio dado por la escasez de datos, hagamos un complejo y preliminar ejercicio de reconstrucción curricular y cronología de vida de esta mujer que, como asegura un colaborador muy cercano a este estudio, cada vez se nos hace más atractiva.
Excúsenos el lector si, por una lógica de límites de espacios en esta publicación, nos vemos obligados a omitir las fuentes.
María Luisa Gómez Mena nace el 3 de octubre de 1907 en la isla de Cuba, en el seno de una familia bastante conocida en el entorno insular por ser propietaria de numerosos ingenios azucareros y de importantes bienes inmuebles de dentro y fuera de Cuba. Poco sabemos de su primera formación. Hay noticia, no demostrada, de que en esta primera etapa el pintor Leopoldo Romañach le hizo un retrato.
En 1926, con apenas 19 años y quizás por decisión familiar, María Luisa debe marchar a España para casarse con el militar español Francisco Vives Camino. De este matrimonio tiene su único hijo, Francisco Vives Gómez, que nace en Madrid, el 16 de diciembre de 1930. Poco antes de que estallara la guerra civil, en 1936, María Luisa decide regresar a La Habana con su pequeño hijo, lo cual parece que marca la disolución afectiva de este matrimonio.
Nada sabemos de estos años españoles de María Luisa, excepto que parece que se desenvolvió en ciertos “ambientes” de Segovia. Igualmente intuimos que alguna relación con el mundo intelectual habrá tenido, pues ya en La Habana, tan pronto como 1937, Ramón Guirao le dedica su antología Órbita de la poesía afrocubana. En esta antología, además del propio autor, aparecen textos de José Zacarías Tallet, Nicolás Guillén y Emilio Ballagas. Algunos suponen el mecenazgo de María Luisa sobre esta publicación.
Que sepamos, tres han sido los principales patrocinios de María Luisa Gómez Mena a partir de su regreso a La Habana. Uno es el que le brinda a aquellos intelectuales españoles llegados a la isla en calidad de refugiados; otro, el ofrecido a los pintores modernos cubanos; y un tercer momento, en México y Cuba, y que se corresponde con sus últimos diez años de vida, el que le dedica a la producción cinematográfica en compañía del poeta español Manuel Altolaguirre. Dicho de otra manera, financió y participó personalmente en proyectos litetarios y editoriales, artísticos y cinematográficos.
Según datos que tenemos y que todavía no hemos podido corroborar, María Luisa fue una apasionada de la república española durante la guerra civil, y demostró su solidaridad ayudando a aquellos exiliados que provenían de la península. En 1939 conoce a un matrimonio de exiliados intelectuales españoles: Concha Méndez y Manuel Altolaguirre. Los Altolaguirre habían llegado a La Habana en marzo de 1939, acompañados de su pequeña hija de cuatro años, Paloma Altolaguirre.
El futuro de María Luisa estará muy marcado por su relación con esta familia; la pasión que a lo largo de los años irá madurando entre ella y el poeta traerá profundos cambios en sus vidas. María Luisa les ayuda a establecerse en La Habana, consiguiéndoles el alquiler de una casa, muy cercana a la suya, en la zona del Vedado, y ofreciéndoles un donativo de 500 dólares.
Gracias a este apoyo de María Luisa el matrimonio pudo continuar su labor editorial al fundar en La Habana La Verónica, y publicar más de 180 títulos de autores cubanos y extranjeros, entre los últimos es de destacar la presencia de intelectuales exiliados de la talla de María Zambrano, Ángel Lázaro, Bernardo Clariana, Concha Méndez y José Rubia Barcia. En reconocimiento, el matrimonio Altolaguirre le regala a María Luisa el famoso caballo griego con carta de procedencia de Christian Zervos. Esta pequeña estatua había sido un obsequio que el crítico de arte Zervos le había hecho en París al matrimonio español.
Otro importante mecenazgo de María Luisa es el que ofreció al propio José Rubia Barcia a su llegada a La Habana en 1939. Barcia y el intelectual cubano Raúl Roa acuerdan fundar la Escuela Libre de La Habana. Creada en septiembre de ese año, esta escuela, que contó con el magisterio de intelectuales españoles y cubanos, pudo igualmente contar con la ayuda financiera de María Luisa, a quien pertenecía la casa de San Lázaro número 961 altos donde radicó ésta y se inauguró, un año más tarde, la Academia de Artes Dramáticas de la Escuela Libre de La Habana.
El propio Barcia dice de ella que “me parece elemental añadir, por poco conocido, que gracias a su proverbial generosidad, fue posible el establecimiento de la Escuela Libre de La Habana”. Además de Barcia y Roa, esta escuela contó con la colaboración de intelectuales españoles de la talla de Concepción Albornoz, María Zambrano, Herminio Almendros, Ángel Lázaro, entre otros, y de cubanos como Elías Entralgo, Fernando Ortiz y José María Chacón y Calvo.
También es posible que, y a petición de Manuel Altolaguirre, María Luisa haya costeado la segunda edición del poemario Sabor eterno del poeta cubano Emilio Ballagas. Según una carta manuscrita de Manuel Altolaguirre a María Luisa, fechada en La Habana, en agosto-septiembre de 1939, y a propósito de una nueva edición de este libro, le escribe Altolaguirre: “Mi mayor alegría sería que en otra imprenta (tú, que eres buena amiga suya, sobre todo de su gran poesía) le hicieras la edición que merece”.
La petición surge a raíz de un desencuentro entre ambos poetas por alguna suerte de errata que La Verónica había cometido en la primera edición del poemario. La segunda edición de este libro, de 1939 y bajo el sello editorial habanero de Ucar, García y Compañía, está dedicada a María Luisa.
Por estos años finales del 30 y principios del 40, solía María Luisa reunirse con la etnóloga cubana Lydia Cabrera y con las españolas María Zambrano y Concha Méndez. También participaba, con Mario Carreño, en aquellas reuniones que hicieron durante algunos años en el Hurón Azul, la casa en las afueras de La Habana del pintor cubano Carlos Enríquez y su mujer, la escritora francesa Eva Frejàville, en compañía de los también matrimonios formados por el abogado Jorge Fernández de Castro y Marta Sardiñas, Manuel Altolaguirre y Concha Méndez.
Son también los años del antológico retrato que de María Luisa pintó Carlos Enríquez. Hay referencias a su cercana relación con Alejo Carpentier, quien colabora con Pintura Cubana de Hoy, el antológico libro de arte cubano financiado por María Luisa. ofreciendo una serie de seis viñetas que reproducen dibujos ñáñigos.
El 9 de octubre de 1941 contrae matrimonio con el pintor cubano Mario Carreño, e inicia una importante labor de mecenazgo a favor de los jóvenes pintores modernos de la isla. Justo un año después, el matrimonio, junto a José Gómez Sicre, funda en La Habana la Galería del Prado, en la calle Prado 72. Ésta será la primera galería de arte en Cuba donde se muestra, “exclusivamente en grupo, obras de todos los pintores cubanos contemporáneos”.
La Galería, con carácter comercial, era, como aseguraba en el membrete de su papelería, una “Exposición Permanente de Pintura Moderna Cubana”. El poeta Altolaguirre dejó constancia de su inauguración en octubre, en la mini-revista La Verónica: “El Prado de La Habana, a su mano izquierda camino al mar, tiene, defendida por un pequeño jardín, su Galería de pintura: “La Galería del Prado”.
Los amigos de las artes plásticas encontrarán en su recinto una contínua y renovada actividad. Nada de la muerte ni de la gloria de los Museos. En una Galería de Arte los cuadros no pueden permitirse este descanso o sueño concedido a los inmortales. Están allí de tránsito”. Luego se extiende en una segunda nota especificando el carácter comercial de la Galería y el grupo de pintores y escultores vanguardistas que participan en el proyecto: “N. de la R.: En la “Galería del Prado” se exponen para la venta, a precios al alcance de todas las fortunas, óleos, acuarelas, gouaches, dibujos, grabados, por Jorge Arche, Cundo Bermúdez, Diago, Carlos Enríquez, Escobedo, Max Jiménez, Mariano, Luís Martínez Pedro, Felipe Orlando, Amelia Peláez, Ponce, Portocarrero, Serra Badué, y otros. Esculturas por Lozano, Ramos Blanco, Rodulfo, Eugenio Rodríguez, Sicre, Núñez Booth, Esnard, Rolando Gutiérrez y otros”.
Según catálogos de la época, obras de esta “exposición permanente” pudieron verse en exposiciones colectivas e individuales que se organizaron en otras instituciones cubanas, tal el caso de “Una exposición de pintura y escultura modernas cubanas” (junio de 1943) organizada por Gómez Sicre en el Instituto Hispano Cubano de Cultura. En el impreso se asegura que “Este catálogo es una cortesía de la Galería del Prado, única exhibición-venta permanente de pintura moderna cubana. Prado 72, La Habana”. También en el catálogo de la exposición “Carreño. Óleos, ducos, gouaches y acuarelas” (Lyceum, noviembre de 1943), se asegura que “Obras de Mario Carreño pueden obtenerse en la “Galería del Prado”, Paseo del Prado 72, La Habana, y en “Perls Galleries”, 32 East 58 th, New York”.
Esta nota nos confirma la relación que existía entre las dos galerías comerciales, la de María Luisa en La Habana y la de Kathy Perls en Nueva York. También en Nueva York y otras ciudades estadounidenses pudieron verse y comprarse pinturas de dicha “exposición permanente” en la muestra colectiva e itinerante organizada para el MoMA. Lo mismo sucede con obras de escultura moderna que también formaban parte de esta muestra “permanente”: en junio de 1944 se exhibe en Lyceum una importante exposición de escultura moderna, con texto de Guy Pérez Cisneros, que confirma la renovación de esta práctica artística: “Presencia de seis escultores”.
Esta exposición, técnicamente monográfica, se presenta con el auspicio de Galería del Prado, apareciendo en la contraportada del catálogo la siguiente nota: “Las obras de los escultores Roberto Estopiñán, Rolando Gutiérrez, Alfredo Lozano, José Núñez Booth, Eugenio Rodríguez, Rodulfo Tardó pueden adquirirse en la Galería del Prado. Prado Nº. 72 - La Habana”.
A través de la Galería del Prado María Luisa editó algunos impresos, siendo la monografía Carreño, de 1943, con láminas que reproducen obras del pintor y con texto de José Gómez Sicre, una de las más trascendentales publicaciones. Por lo de “Cuaderno de Plástica Cubana, I”, aparecido en la portada del catálogo, se muestra la intención de desarrollar una colección de monográficos.
*José Ramón Alonso Lorea. Ciudad de La Habana, Cuba, 1963. Reside en España desde 1996. Licenciado en Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Ha cursado estudios de Arte Popular, Teoría y práctica del periodismo, Antropología y Arqueología, Promoción Cultural, Restauración, Conservación y Museología. Profesor, Investigador, Curador y Conferencista en diversas instituciones docentes y culturales. Ha publicado artículos de arte y cultura en revistas especializadas.
Foto: México, años 40. María Luisa Gómez Mena con su único hijo, Francisco Vives Gómez-Mena, nacido de su primer matrimonio con el militar español Francisco Vives Camino.

Saludo militar

 
General Augusto Pinochet (left), then Chile's Army Chief, saluted alongside Castro during Castro's visit to Santiago, Chile in 1971. Castro and Pinochet, who died December 10, 2006, turned into irreconcilable enemies.
 
Foto: AFP. Con el entonces jefe del ejército, general Augusto Pinochet, durante la visita a Chile en 1971.

jueves, 26 de agosto de 2010

Diplomas y sueños engavetados

Cuba, Havana. Yellow taxi and its driver with a mobile phone. by Ania Blazejewska.
Por Iván García
Alejandro Alfonso, 44 años, ingeniero en sistemas automatizados, desde hace veinte años tiene su título engavetado y no recuerda si está en el closet del cuarto, o en un oscuro y viejo buró en el pasillo de su casa.
No lo ha necesitado para vivir. Alfonso es productor musical de hip hop y ha ganado la suficiente plata para reformar su casa y adquirir un auto ruso Lada 2107. “Con mi salario de ingeniero no hubiese tenido esa posibilidad, lo lamento. En mi otra vida optaría por lo que estudié, pero en Cuba de poco vale ser un profesional”, asegura Alejandro, camino a un estudio de grabación en las afueras de La Habana.
Ciertamente, en la isla la pirámide social está invertida. Profesionales de nivel han descolgado sus diplomas universitarios de la pared y laboran en carpetas de hoteles, o como barman, camareros, taxistas y maleteros, entre otros oficios que dejan divisas.
Un buen ingeniero en Cuba gana algo más de mil pesos (38 dólares), en caso de que reciba estimulación en moneda convertible. De no ser así, su salario no supera los 30 dólares.
Para males mayores, el gobierno les prohíbe la práctica de un sinnúmero de trabajos por cuenta propia. Todo hay que hacerlo por "la izquierda", ilegalmente. Renato Santos, 41 años, especialista en neurocirugía, cada mañana, cuando va camino del hospital donde labora, usa su coche como taxi de manera ilícita.
“Me arriesgo, pero entre la ida y el regreso me busco unos pesitos, para oxigenar las finanzas familiares”, apunta Renato. Otros como Adrián Fernández, 39 años, ingeniero en telecomunicaciones, se gana unos pesos extras haciendo arreglos eléctricos y reparando teléfono móviles.
Y le va viento en popa. “Gano un promedio de 200 pesos convertibles mensuales (180 dólares), y ya me estorba tener que dedicarle ocho horas diarias a mi profesión. Cada vez que puedo, cojo parte de ese tiempo para hacer arreglos particulares. Estoy pensando dejar de trabajar al Estado y concentrarme sólo en mi negocio. Como ingeniero, devengo un salario de 500 pesos (20 dólares) al mes y me exigen demasiado”, dice Adrián, sentado en una mesa repleta de móviles que necesitan reparación.
Ante la avalancha de celulares y ordenadores, los informáticos y especialistas en telefonía móvil están desbordados de trabajo. Y se paga bien. Yuri Salgado, 28 años, informático, hace tres años abandonó su profesión en una oficina estatal para trabajar por cuenta propia, sin permiso.
Salgado hace de todo. Construye ordenadores o los repara. "Craquea" software y vende cuentas clandestinas de correo o password de cuentas de internet. También diseña páginas web y es uno de los encargados de que el sitio de ventas Revolico.com, donde usted puede encontrar desde un aire acondicionado made in USA, hasta la última versión de un portátil de Apple, funcione a todo gas.
Ante el poco salario de casi todos los profesionales y su escasa proyección de futuro, muchos jóvenes han optado por dominar oficios bien remunerados en la Cuba del siglo 21. Debido al deterioro de más del 60 por ciento de las viviendas en la isla, prolifera una tropa de albañiles, fontaneros, electricistas, carpinteros y pintores privados.
Eladio Gómez, 54 años, no se queja. “Hace siete años dejé de laborar en una empresa constructora en la que nunca gané más de 800 pesos al mes (35 dólares). Desde que trabajo la albañilería por mi cuenta, me busco entre 300 y 400 pesos convertible (280 y 360 dólares) mensuales".
También los mecánicos automotrices hacen zafra. Cuba es el museo de viejos autos americanos más grande del planeta. Y para mantenerlos rodando los mecánicos han desplegado todo su ingenio. Eso es lo que le sobra al exprofesor Roberto López, 56 años, mulato gordo de bigote espeso.
“Estoy entre los mejores”, dice. No alardea: su nivel de vida, a simple vista, ratifica que el tipo tiene altos ingresos. Decenas de modelos clásicos salidos de los talleres de Detroit en la década 1940-50, han pasado por sus manos.
El sueño de padres como Gilberto Naranjo, 48 años, es que sus hijos sean profesionales, pero tiene serias dudas. “Si el Estado sigue sin ocuparse a fondo del salario de los profesionales, y éstos viven con mil sacrificios, entonces prefiero que mis hijos aprendan un oficio que les dé billetes con los cuales puedan vivir desahogadamente", confiesa Naranjo parado en el balcón de su hogar.
De seguir el estado de cosas, seguirá siendo natural ver a médicos de taxistas, arquitectos de barman en un hotel y a ingenieros de productores musicales. Como Alejandro Alfonso, que ya olvidó donde guardó su título universitario.
Foto: Ania Blazejewska, Flickr

miércoles, 25 de agosto de 2010

Golpe de azar

Por Iván García
El 16 de mayo fue un día de suerte para Ernesto Bolaños. Pasada las 10 de la noche, supo por un vecino que el número al cual había apostado 250 pesos (10 dólares) había salido premiado en la lotería local (clandestina).
Ganó 24 mil pesos (mil dólares). La plata llegó justo cuando más lo necesitaba. Su hija Yenima cumple 15 años en julio. La madre de Bolaños espera la muerte postrada en una descolorida cama, aquejada de un cáncer terminal.
Ernesto es un artesano privado, mediocre y sin mucha fortuna. Cada día, dedica doce horas intentando vender una colección de zapatos de piel y adornos vulgares de cuero.
Le iba mal. A duras pena ganaba dinero para alimentar a su familia de cuatro hijos y comprarle leche y jugo a su madre enferma.
Tenía un saco de deudas con garroteros de la peor calaña. Había empeñado las pocas joyas de valor de su familia, un televisor chino Panda, una nevera de cuando Rusia era comunista y varios cubiertos de plata que fueron de su abuela.
El camino para ganar unos miles de pesos y salir a flote fue aventurarse a jugar a diario dinero en la lotería ilegal conocida como la bolita. En Cuba los juegos de azar están prohibidos.
Pero desde hace años, la policía mira para otro lado cuando de juego se trata. La lotería es la esperanza de los pobres. Y existe una vieja costumbre criolla, de intentar cambiar el destino apostando siempre a los mismos números.
En Cuba existen bancos clandestinos de lotería, que mueven grandes sumas de pesos cubanos. Arnaldo Martínez, 59 años, es uno de ellos. Siempre ha vivido de la bolita.
Tras veinte años en el negocio, es considerado en la zona como un tipo solvente. Tiene un par de casas confortables y dos autos americanos de los años 50 que son una joya.
Le sobran la plata y las influencias. Casi siempre obtiene lo que quiere. Suele pasar un billete gordo por debajo de la mesa de algún que otro policía severo y cumplidor de las leyes.
Un día cualquiera, Arnaldo gana 3 mil pesos (125 dólares). Y más de 600 personas apuestan dinero en su banco. Entre ellos Ernesto Bolaños. La noche del 16 de mayo, cuando Bolaños supo que había sido favorecido por la suerte, pidió prestado 100 pesos convertibles y salió a paso doble al bar de la esquina.
Compró tres cajas de cerveza Bucanero y 6 botellas de ron añejo Caney. Puso a beber a todo sus amigos. En la mañana pagó sus deudas que se elevaban a 455 pesos convertibles. Adquirió carne de res para su madre y cuatro kilos de leche en polvo.
Le dio 300 pesos convertibles a su mujer para la fiesta de quince de su hija. Fue con la prole a cenar en una de las pocas paladares que aún están abiertas en esta Habana del 2010, y con el resto del dinero compró vasos, toallas y sábanas que tanta falta hacían en su hogar.
Dos días después de ganarse el premio estaba sin un centavo. Pero sin deudas. Le quedaba un sinnúmero de problemas por resolver. El golpe de suerte en la lotería fue sólo un alivio pasajero. Algo es mejor que nada.

martes, 24 de agosto de 2010

La corrida del pargo

IMG_0829 by JadedEvan.
Por Iván García
Uno de los mejores negocios privados en Cuba es tener un bote con motor. Camilo Sardiñas, 53 años, viejo lobo de mar, posee uno y gana un billete apreciable gracias a su pequeña embarcación de madera renegrida. A simple vista el bote da grima.
Es un cascarón antiguo de 8 pies de eslora con una caseta rústica y un motor americano de petróleo de los años 60. Sin embargo, en el mercado negro se cotiza en 4 mil dólares.
Su valor en alza lo toma por la rapidez que se recupera la inversión. Camilo lo compró hace doce años. “Y en sólo un año saqué el costo de la embarcación”, dice mientras con las manos embarradas de grasa, revisa el cansado motor, que ese día se resiste a funcionar.
Un día malo, Camilo pesca unas 100 libras de pescado (una libra equivale a 454 gramos). Saque usted la cuenta. La libra de pescado bueno, como la cherna o el pargo, se vende a dólar la libra. En el caso del atún, bonito, canciller, dorado u otro pescado de más calidad, la libra cuesta 2 dólares.
Y se vende como pan caliente. Recuerden que el asunto de la comida es la prioridad número uno de las familias en la isla. Y el buen pescado, aunque un lujo, siempre es bien recibido en la mesa de los cubanos.
Personas como Fermín Lafuente, quien recibe una remesa mensual de 200 dólares por parte de sus parientes que viven al otro lado del charco, en Miami, pueden comprar a menudo las buenas piezas que vende el pescador Camilo.
Otras familias, como la de Lorenzo Carmenate, se tiene que contentar con la magra ración de media libra por persona al mes, vendida por la cartilla de racionamiento. Suele ser un pescado de masa negra, muchas espinas y fuerte sabor.
A pesar de vivir en una isla, el pescado es un artículo en extinción y su precio sube por día. Y no digamos los mariscos, cuyo consumo está vedado para la mayoría: los precios del camarón y la langosta andan por las nubes. 3 dólares la libra. Y con dinero en mano, escasea.
En el mes de abril, Camilo Sardiñas hace su agosto con la corrida del pargo. “Hasta la fecha he vendido más de 500 libras”, dice el viejo mirando las azules y tranquilas aguas de la bahía habanera.
Para poder pescar en Cuba hay que sacar una licencia. Y el bote inscribirlo ante las autoridades guardafronteras. Otros no tienen embarcaciones y no les va mal. Con chinchorros y largas mallas, nadan mar adentro, en plena madrugada, hasta las manchas de pargo y sacan el morral cargado de peces de mediano y gran tamaño.
Orestes Guerra, 32 años, mulato fornido de ojos saltones, no sabe ni hostia de pesquería. Se compró un bote en buenas condiciones, pintado de blanco, y después contrató a dos pescadores y un timonel experimentados.
-El 30 por ciento de lo que se pesque es para mí. La rotura de la embarcación la pagan ellos. Lo mío es ir cada mañana a la ensenada, a llevarme mi parte de pescado, cuya venta ya tengo asegurada. No busco tanto dinero como quienes se dedican a pescar ellos mismos, pero con la plata conseguida puedo cubrir gastos mensuales, comprar gasolina para el auto y tener pescado fresco todos los días en la mesa de mi casa, lo cual es muy importante.
En estos meses de la corrida del pargo y la cherna, es habitual ver a los vendedores de pescado caminando por la ciudad bajo un sol de fuego, vendiendo diferentes especies, a precios que hacen mover negativamente la cabeza de muchos.
Así y todo, el negocio da dinero para darse algunos lujos en esta isla tropical, como beberse media docena de latas de cerveza y hasta comprar un viejo coche americano de los años 50.
Si lo duda, pregúntele a Camilo Sardiñas. Y él se lo confirmará. “El día que la venta de pescado deje de darme dinero, entonces lo vendo. Mucha gente suspira por tener un bote para irse ‘tumbando’ (emigrar) para la 'yuma' (Estados Unidos)", apunta el viejo pescador con malicia.
Visto lo visto, tener un bote con motor en Cuba es un negocio redondo.
Foto: JaddedEvan, Flickr

lunes, 23 de agosto de 2010

La señal de la victoria

Fidel Castro (center) and his brother Raul Castro (left) with Ethiopian President Lieutenant Colonel Mengistu Haile Mariam (right) during an official visit in La Havana, Cuba on April 25, 1975.
 
Foto: AFP. Visita oficial a Cuba del presidente de Etiopía, Mengistu Haile Marian, el 25 de abril de 1975.

La necesidad hace parir oficios

DSCF2487 by clapat.
Por Iván García
Sastres, modistas, herreros, afiladores de tijeras y talabarteros, son algunos de los oficios que han ido desapareciendo en Cuba. En su lugar han surgido otros, impuestos por la necesidad.
Uno de estos nuevos oficios es el recogedor de escombros. José, 53 años, desempleado, por cada saco de ladrillos, piedras, tuberías, trozos de madera y piezas eliminadas en las reparaciones de viviendas, cobra 100 pesos (4 dólares). "En una carretilla llevo el saco y lo vierto en el primer placer o solar yermo que encuentro. Allí siempre hay gente esperando, a ver si encuentran algo que les pueda servir para su casa o para revender".
Luisa, 64, obrera jubilada, se dedica a escoger o limpiar arroz a domicilio. Por cada libra (medio kilo) cobra dos pesos (0.10 centavos de dólar). "Tengo ya una clientela fija. A la semana me busco de 100 a 200 pesos, que me los gasto en puerco y viandas en el agromercado".
Ya forman parte del panorama habanero. Personas mayores vendiendo "jabitas" (bolsos) de nailon, cigarros sueltos y caramelos caseros. Otros, más jóvenes, prefieren rellenar fosforeras. En cualquier esquina o portal ponen una mesita y al momento le echan gas a una fosforera desechable. Sí, esas mismas que en otros países tiran a la basura.
Poco después del comandante llegar y mandar a parar, en 1959, el uso del traje, cuello y corbata pasó a mejor vida en Cuba. El estilo Mao se impuso.
Los hombres iban vestidos iguales, de algodón grueso, colores opacos y botas rusas. Fue cuando comenzó el declive de los sastres.
Al escasear los tejidos, las modistas se transformaron en costureras remendonas. Gracias a Rosa, 71 años, ama de casa, vecinos de su cuadra pueden taparse con sábanas y secarse con toallas más o menos buenas.
Cual especialista de patchwork, Rosa va cortando las partes desgastadas de una sábana o toalla y en su vieja máquina Singer, las va empatando con pedazos de otras partes en mejor estado, de esa u otras sábanas o toallas que le ha traído el vecino, o de los trapos que tiene en un cuarto. "Las partes muy gastadas no las boto, las voy echando en una caja, para un pariente que lo utiliza como guata en los colchones".
Si hay un oficio demandado en la Cuba de 2010, es el de reparador de colchones. Tanto como los zapateros remendones, plomeros o fontaneros y electricistas particulares. Aunque ninguno de ellos tan bien remunerados como los mecánicos de auto, encargados de mantener rodando los autos americanos de los años 40 y 50.
Tampoco les va mal a los payasos de cumpleaños infantiles ni a los fotógrafos que hacen fotomontajes o photoshops en bodas y otras celebraciones. Igualmente solicitados son los dulceros y reposteros por cuenta propia. Aunque uno de los negocios privados más prósperos se localiza en la legión de personas especializadas en fiestas de 15 años, desde el alquiler del traje hasta la coreografía y edición del video de la quinceañera.
Ese tipo de oficios son un lujo en un país repleto de carencias. Entre las clases más solventes, se ha puesto de moda todo lo relacionado con los perros.
Orlando, 39 años, gay, ahora alterna el corte de cabellos a las señoras en sus hogares, con la atención y cuidado de canes. "Los chiquitos y mansos, los baño y arreglo el pelo. Y si la dueña me lo paga, le hago ropitas. Con los grandes y fieros no quiero cuento", dice.
De las razas bravas se encargan hombres como Manuel, 43, quien en un mes se embolsilla cerca de 2 mil pesos (80 dólares), entrenando pastores alemanes en su tiempo libre. Puede parecer poco dinero, pero es cuatro veces más que su salario como profesional.
Foto: clapat, Flickr. Rellenador de fosforeras en La Habana.

domingo, 22 de agosto de 2010

sábado, 21 de agosto de 2010

La Quinta Avenida y la música de fritas

En Cuba existe también una Fifth Avenue. Aunque en nada se parece a la de Nueva York. La Quinta Avenida cubana se encuentra en la Ciudad de La Habana, en el reparto Miramar. Se extiende desde el túnel, que la conecta desde la Avenida Malecón, hasta el río Santa Ana, en la localidad costera de Santa Fe. A partir de ahí se convierte en Carretera Panamericana y llega al municipio Mariel, perteneciente a la otra provincia Habana.
El trazado de esa vía resultó decisivo para el fomento del reparto Miramar y también del Country Club Park así como de la Playa de Marianao, zona ubicada entre Miramar y el antiguo Country. En los siglos 18 y 19, las clases adineradas construyeron sus mansiones y palacetes en el Cerro, primero, después en el Vedado. Pero a principios y mediados del siglo 20, paulatinamente comenzaron a emigrar hacia zonas más verdes y apacibles, en el oeste de la capital, a la salida de la boca del río Almendares.
En el diseño de la importante vía intervino el arquitecto norteamericano John F. Duncan, autor del monumento al presidente Grant, en Estados Unidos, junto al arquitecto cubano Leonardo Morales y Pedroso (La Habana 1887-1965), constructor del Vedado Tennis Club (1912); el Colegio de Belén (1925) y la Compañía Cubana de Teléfonos (1927), entre otras obras importantes de la ciudad. Morales estudió en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y por eso se dice que Miramar, con sus manzanas rectangulares de 100 por 200 metros, se parece a Manhattan.
El reloj por analista55.
La calles de la Quinta Avenida están numeradas, comenzando por el 0. Al inicio, a la salida del túnel, se encuentra la Fuente de Las Américas. Unas cuadras después, en la Calle 10, La Torre con el reloj, que se ha convertido en símbolo de la avenida habanera. A la altura de la Calle 42 se halla La Copa, una escultura donada por Carlos Miguel de Céspedes en los días que fuera ministro de Obras Públicas del dictador Gerardo Machado. La Copa identifica hoy a un centro comercial y también a los establecimientos y casas en sus inmediaciones.
Aunque se caracteriza un paseo central arbolado, la Quinta Avenida no es una vía homogénea. Cambia por trechos según su arquitectura y la época de construcción. El tramo menos parecido al resto es el que media entre las rotondas de las calles 112 y 120.
Allí, en la acera sur, frente al antiguo Coney Island Park, existía un conjunto de bares, billares y cabarets como Panchín, Rumba Palace, El Niche, La Choricera, Los Tres Hermanos, Pennsylvania, La Taberna de Pedro y la academia de baile Pompilio. Casi todos construídos de madera, con piso de cemento y techos de zinc y que lindaban con lo marginal, pero visitado por todas las clases sociales.
Al Pennsylvania no podían entrar los negros y era el escenario de la famosa vedette Tula Montenegro. En algunos de aquellos tugurios estaba Teherán, que había cosechado éxitos en el Cotton Club, de Broadway, junto a Duke Ellington y Cab Calloway, mientras que en La Choricera, El Niche o en Los Tres Hermanos, y ocasionalmente en el Rumba Palace, el timbalero Silvano Shueg Hechevarría, más conocido por El Chori, «el artista que se anunciaba solo», montaba sus espectáculos, con aquella música sacada de timbales, sartenes y botellas vacías.
Delante de esos centros nocturnos, en la misma acera, se alzaba todo un tinglado de puestos de fritas (variante cubana de la hamburguesa). Quedaban uno al lado del otro, por lo que la zona era conocida como "Las Fritas de Marianao". Detrás, se encontraban numerosas posadas (casas de citas) y prostíbulos, como La Finquita, a la altura de la calle 112.
Ya nada de eso existe. A partir de 1959 comenzaron a desaparecer todos aquellos locales. Los que sobrevivieron, en los años 90 se convirtieron en cafeterías de comida rápida, por pesos cubanos o divisas. Del lugar el arquitecto Mario Coyula ha dicho: «Quizá buscando una cubanía extemporánea y forzada, o como reflejo de la ruralización creciente de la capital, el Rumba Palace ha sido tocado con una empinada cobija de guano, a manera de sombrero campesino».
El periodista Jorge Mañach dedicó a Las Fritas de Marianao una de sus Estampas de San Cristóbal y sirvió de escenario a un reportaje apasionante del escritor Lino Novás Calvo. "Con un carácter impuesto por lo popular y hasta populachero, la zona de la playa de Marianao se convirtió en otro foco de la vida nocturna habanera", escribió el musicólogo Leonardo Acosta.
Por sus precarios escenarios pasaron figuras como Benny Moré, Antonio Arcaño, Chano Pozo, Miguelito Valdés, Arsenio Rodríguez, Senén Suárez, Carlos Embale, Tata Güines y, se dice, un muy joven Juan Formell con Changuito. Y también decenas de artistas menos conocidos como Evelio Rodríguez, El Trovador Espirituano, la "sevillanita" Obdulia Breijo o el olvidado travesti Musmé.
Algún día habrá que valorar cuánto deben el son y la rumba de cajón, a aquella escuela de músicos populares y a ese escenario imprescindible que para la música cubana fueron Las Fritas de Marianao, en la Quinta Avenida de La Habana.
Versión de texto tomado de internet.
Fotos: Secretos de Cuba y analista55, Flickr

viernes, 20 de agosto de 2010

Entre amigos

Then-Iraqi Vice President Saddam Hussein (center) stood with Castro (left) and Defense Minister General Raul Castro (right) on January 30, 1979, in Havana, Cuba, during Hussein's visit.
 
La foto, de AFP, es del 30 de junio de 1979, durante la visita a La Habana del entonces vicepresidente de Iraq, Saddam Hussein.

Su Majestad: El Bolero (V)

jueves, 19 de agosto de 2010

miércoles, 18 de agosto de 2010

martes, 17 de agosto de 2010

lunes, 16 de agosto de 2010

domingo, 15 de agosto de 2010

Conversando con Carlos Otero

Por Erwin Pérez
Carlos Otero interrumpe una sesión de fotos en el estudio de Barón Da Parré para conversar con El Nuevo Herald. El animador cubano se sienta, relajado, y durante unos veinte minutos -contrariamente a lo que pasa cada noche en su programa Pellízcame que estoy soñando- el entrevistado es él.
Otero llegó al programa de AméricaTeVe/Canal 41, y a Miami, hace dos años y medio, tras casi tres décadas de labor en la televisión de su Cuba natal. Pese al vértigo que le impone la competencia palmo a palmo con Esta noche tu Night, el espacio que conduce en Mega TV Alexis Valdés, puede afirmarse que se ha estabilizado.
En lo personal, el animador tuvo una turbulencia en su vida hace unos meses, cuando su esposa, Maylén, le pidió el divorcio, pero ahora disfruta de sus dos hijos menores -el mayor vive en Cuba- y en esta entrevista da a entender que ha empezado una nueva relación sentimental.
Volviendo a su vida laboral, le preguntamos si siente que las mediciones de rating representan lo que pasa entre la audiencia de los programas.
-A veces pienso que sí y a veces que no, pero no soy quién para juzgar a la compañía encuestadora Nielsen ni sus resultados. Me confundo a veces, porque he hecho programas muy buenos que han tenido poca audiencia y otros muy malos que han tenido un rating increíble.
¿Cómo va su duelo por la audiencia con Alexis Valdés?
-Alexis es un artistazo, a quien admiro muchísimo, y yo tengo una historia de 30 años de carrera, y considero que la gente quiere vernos a los dos.
¿Tiene una relación personal con Valdés?
-Sí, hemos hablado muchísimo por teléfono, y el día de la Marcha por las Damas de Blanco nos encontramos, nos dimos un abrazo y bromeamos, aunque no hablamos de trabajo.
¿Había venido antes a Miami?
-No. En Cuba me metieron en el cerebro que era la ciudad más mala del mundo, pero se dio la oportunidad de trabajar aquí. Y dije que sí porque la gente me conocía. Estoy muy satisfecho con la decisión que tomé. Me gusta Miami.
¿Qué pensaba de Miami?
-Que era una ciudad conflictiva, con gente que sentía mucho odio, y que eso se trasladaba a la vida cotidiana.
¿Extraña Cuba?
-Mucho, sobre todo a mi hijo, a mi hermana, a mis amigos, a mis excompañeros de trabajo.
¿Puede entrar a Cuba cuando quiera?
-Creo que no. Aunque me dieran permiso no iría. No volveré a Cuba mientras siga ese sistema.
¿Le gusta la política?
-Para nada. Entre otras cosas, porque uno se pone la gente en contra, aunque eso nos pasa a los artistas también.
¿Le duele cuando a alguien no le gusta su trabajo?
-No tanto, tengo un ego de nivel medio. La gente tiene opción de cambiar de canal si no le gusta lo que uno hace.
¿Se ve conduciendo Pellízcame durante años?
-No, el sueño de mi vida es hacer un programa de tres o cuatro horas de duración, con música, humor, momentos serios y otros para reflexionar.
¿En qué canal?
-Donde sea. Si AméricaTeVe lo asumiera, lo haría allí con gusto. El tema con Pellízcame es que solamente dura una hora y tiene un elenco de 15 o 20 actores que tienen que participar cada noche, por lo que queda muy poco tiempo para que un animador haga realmente lo que quiere.
¿Sus hijos se han adaptado bien a Estados Unidos?
-De maravilla. A los ocho meses de nuestra llegada, estaban hablando inglés bastante bien, ahora lo hablan a la perfección.
¿Sentimentalmente, cómo se encuentra?
-Estuve muy mal durante dos o tres meses, porque a fines del año pasado, Maylén la madre de mis hijos, determinó separarse de mi vida. Lo quiero remarcar, para que no se piense que el exilio o la fama me cambiaron, y fui yo quien deshizo la familia.
¿Y ahora, cómo está en ese aspecto?
-Organizando mi vida. No quiero equivocarme de nuevo. Estoy empezando algo bonito que quizá pueda convertirse en algo grande.
El Nuevo Herald, 21 de mayo de 2010

sábado, 14 de agosto de 2010

¡Ay, Audrey Hepburn!

Por Luis Felipe Rojas
Amelio Rodríguez recorre con pesar lo que fueron los cines de su adolescencia. Los cristales de la entrada en los que vio por primera vez a Audrey Hepburn han sido sustituidos por paneles de madera contrachapada. Ha pasado una década desde que distintas instancias gubernamentales forcejearan por rescatar algunas salas, pero la intención ha caído en el olvido.
Treinta y un años después de iniciada la política de módulos culturales en cada comunidad (cine, casa de cultura, biblioteca, museo y librería), los encargados de aquella cacareada política de finales de los años 70 van cediendo ante la dejadez de sus máximos responsables.
"Eso que ves ahí era el cine Baría, el cine de estreno de la ciudad de Holguín", dice Amelio y apunta hacia el cartel de la puerta, que anuncia un concierto de hip-hop, cócteles y música indirecta en lo que ahora llaman La Sandunguera, en referencia a la famosa pieza de los Van Van. Amelio agrega: "Ellos, los del gobierno, desmontan y vuelven a desmontar cuanto les dé la gana".
La alerta ha llegado con la orientación del Ministerio de Cultura de darle "solución" a la situación de los cines municipales, esto es, hacerlos rentables a toda costa, o entregarlos mediante contrato a la empresa que los quiera utilizar de mejor manera.
Cuando los cines empezaron a caerse a pedazos, la voz de alarma corrió hacia las direcciones provinciales de cultura y, en última instancia, hacia el ICAIC (Instituto cubano del Arte y la Industria Cinematográficas), pero ya era demasiado tarde.
"Ya es tarde para revivir lo que han ido matando poco a poco", dice Aracelis, quien fuera proyeccionista durante veinte años en un cine holguinero. "Primero dejaron de traer películas de 35 mm y después se aparecieron con las Salas de Video. Nos hicieron la competencia y no nos potenciaron, pero se trataba de una tarea de la revolución".
En San Germán, Cueto y Antilla, cines de gran capacidad y antaño en buenas condiciones, se han desplomado. Los patios de butacas han sido desvalijados y las filtraciones de agua por el techo y paredes se ocupan de acabar con lo poco que queda.
En ocasiones, las salas han servido para las contínuas reuniones de organismos y empresas del Estado y las direcciones municipales del partido comunista. A veces, acondicionadas a media máquina, han acogido cumpleaños infantiles y otras festividades. Jamás, eso sí, han recibido un empuje para el fin originario, la proyección cinematográfica.
Ahora, en medio de la crisis económica, el ICAIC, a través de las direcciones provinciales de cine, ha dejado claro que no tiene presupuesto para reparaciones. Y al traspasar estas instituciones a la dirección de cultura, ha determinado que las salas que no sean rentables o produzcan menos que el salario de sus trabajadores, deben ser descontinuadas.
"Yo vi romper la puerta del Baría por la aglomeración de jóvenes para ver el estreno de una película de Bruce Lee. Tuvo que venir la policía. A la gente le gustaba la pantalla grande. Después vinieron las salas de video y ahora los dvd, pero para nada han favorecido a los cines, eso no le importa a nadie en el gobierno", concluye Aracelis.
Halado por un tractor, un carromato resguardado en metal recorría las localidades más apartadas para proyectar filmes en formato de 16 mm. Eran casi siempre películas soviéticas o del campo socialista, pero constituían una alternativa ante el bajo nivel de electrificación del país.
"Después vinieron los televisores de barrio", recuerda Rafael, que ahora termina sus años laborales como custodio de una empresa de construcción. "En un pedestal con una caja de cemento ponían un aparato y veíamos las películas y los seriales, eso fue una alternativa para quienes no teníamos nada".
A partir de la década del 90, como parte de la "batalla de ideas" y de la idea de "los cien programas de la revolución", las salas de televisión y video abrieron sus puertas en cientos de comunidades, con un televisor y una videocasetera, que a la sazón resolvía temporalmente para aquéllos que ni tenían un cine (porque ya no funcionaba) ni los medios para llegar a la parte urbana de sus municipios.
Pero el cambio de tecnología volvió a dejarlos a la deriva. Los centros provinciales cinematográficos, los comités municipales de la juventud comunista y las dependencias de Cultura en esos territorios no podían (han dicho) suplir las cintas de video por dvd, ni comprar los nuevos equipos de reproducción.
"Después del 2000, cuando empezaron las salas, lo vi con buenos ojos, pero enseguida bajaron una orientación de que los coordinadores de salas de TV -mi hija fue una de las primeras empleadas- tenían que reunir a los vecinos, ver la mesa redonda y el noticiero tres veces a la semana, y sólo entonces empezaban las tandas de películas", comenta Rafael.
Y agrega que pronto empezaron los problemas, pues los bancos particulares de películas tenían mejores ofertas y los inspectores de cultura "siempre estaban amenazando por los alquileres fuera del listado oficial que ellos presentaban y que no actualizaban nunca".
Ni el carromato con los noticieros ICAIC y las películas soviéticas de la Segunda Guerra Mundial, ni las politizadas salas de TV y video han podido salvar el tedio de la gente de barrio en provincias.
Y ahora que los cines están sirviendo como locales de ensayo, salas asamblearias y otros menesteres, Rafael lo tiene claro: "Esta gente ni come ni deja comer".
Diario de Cuba, 9 de mayo de 2010
Foto: Allan Grant, Life. Audrey Hepburn retratada en Hollywood, el 8 de marzo de 1956.

viernes, 13 de agosto de 2010

Un músico cubano en Filadelfia

Por Nubia Erives

El músico cubano Félix 'Pupi' Legarreta (Cienfuegos, 1940) lleva medio siglo viviendo fuera de Cuba.

¿De dónde viene el apodo ‘Pupi’?
-Me lo puso mi padre, siempre me llamó de esa forma, pero aquí en los Estados Unidos llaman Puppy a un perro pequeño. No fue algo que yo decidí, así me conocieron desde siempre.

¿Cómo fue su niñez?

-Yo no iba a ser músico, estaba concentrado en la carpintería, que era lo que a mi me gustaba y en lo que estaba interesado, pero si no te dedicabas a algo, no te tenían en cuenta. En Cuba nadie se queda sin estudios.
-Me dedicaba a la carpintería ebanista. Trabajaba muy duro porque eso me gustaba, pero era asmático y estando ahí dentro, con el polvo, el asma me daba muy fuerte y un día el maestro le dijo a mi papá: "Es mejor que te lleves a Pupi y le enseñes a ser barbero".
-Así fue como aprendí a hacer los cortes de cabello y la barba, pero después me topé con un amigo, y con él empecé a ir a la escuela de música.

¿Cuál fue su primer instrumento musical?

-El violín. Me costó mucho trabajo, era algo difícil de tratar, pero poco a poco fui tocando mejor.
-Recuerdo que mi papá con mucho sacrificio me dijo: "Voy a juntar un dinerito para comprarte un violín que vi en una casa de empeño". Tardó dos años en juntar 60 pesos. Eso fue en el año 52, ya ese violín pasó a la historia.
-Cuando llegué a La Habana, llegué sin violín y comencé a tocar con la Orquesta Sensación. Ganaba de siete a ocho pesos. Era un dinerito para comer. Cuando a uno lo obliga la necesidad, tiene que hacer de todo, y yo, con la música me defendía.

¿Cómo fue su participación en La Fania All Stars?
-Entré en el año 64 cuando fuimos al Congo belga. Recuerdo que habían cuatro trompetas, tres trombones, piano y bajo, seis del ritmo, seis o siete cantantes ¡Wow! Doce o quince bailarines, ya no recuerdo mucho, serían más de 24 instrumentos.
-Hice un disco en Nueva York, de ahí es de donde salieron muchas ideas de La Fania. En total hice entre cinco y siete discos con La Fania. Antes ya había hecho grabaciones, pero la salsa era lo que en ese momento se vendía en todas partes, como ahora se vende el rap y el reguetón.
-La primera persona que usó la palabra salsa fui yo, Pupi Legarreta. Fue en un disco. En La Fania me tomaban mucho en cuenta, cuando yo les decía que pensaba que algo estaba mal, ellos me hablaban y les ayudaba a arreglarlo. La mayoría de músicos de La Fania eran puertorriqueños. Un error muy grande de La Fania es no haber pegado en México.

¿Qué piensa de la música de hoy?
-No me interesa lo que tocan hoy en día. Están con un tipo de fundamentos musicales diferentes, ya no les importa leer tan bien la música, no les importa los mismos instrumentos, ellos sólo quieren gritar y hablar de sexo y drogas en sus letras.
-Esos grupos que hacen esa música hablada de rapeo o reggaeton... No hay nada, no hay un “tumbao”, no hay armonía. Toda esa música va a pasar.
-La vida tiene tres elementos: fe, esperanza y caridad. Y la música debe tener armonía, ritmo y melodía, que al final te da el “tumbao”. Estas nuevas no saben de música. Si tienes una fiesta seria de verdad no puedes poner nada de eso, tienes que poner música buena, música que te haga sentir bien.

¿Qué recuerdo tiene de Celia Cruz?
-Celia Cruz era una belleza de persona, ella transmitía (por la radio) con la Sonora Matancera allá en La Habana (...) todas las noches la veía con todos los músicos... y claro que su esposo no podía faltar.
La vez que fuimos al Congo, que ahora se llama ‘Zaire’, en el sur de África... Celia estaba en ese viaje con nosotros, y al llegar a Madrid, al esposo, Pedro Knight “El Negro”, se le fue el oxígeno y nos asustamos... pensamos que se nos iba. A pesar de Celia estar en una música popular, ella era una persona muy seria y muy humilde.

¿Qué piensa de la situación política en Cuba?
Cuba es bonito, igual que Puerto Rico, Colombia, México. Es un país de mucho baile, mucha fiesta, pero cuando hablas de política, es algo que no tiene por dónde empezar o terminar.
La política tiene a Cuba atrasada en todo... yo creo que es lo que detiene a Cuba de un desarrollo como los demás países.
Dicen que hay unos cuantos músicos grandes en Cuba que tienen compañía de discos y cosas de ricos, pero también son personas que están vendidas al partido, a la política.
Yo salí de Cuba en el 59, cuando apenas Fidel Castro comenzaba su régimen, del cual creo que puedo decir que siento vergüenza.

¿Regresaría a Cuba?
Ni de visita volvería a Cuba. Hace 50 años que estoy aquí, Cuba ya no es lo mismo, es diferente, ya no me siento en casa cuando voy a Cuba.
Yo no extraño a Cuba, yo no escucho su música ya, porque ahora son otros tiempos y se toca diferente, ya es otra cosa totalmente distinta a lo que yo toco ahora.

¿Cuál fue su experiencia en México?
Desde que entras a México sientes lo bonito que es el mundo... Tú al ir de La Habana a México es como si fueras de Philly a Nueva York, luego luego te das cuenta de lo bello y distintas que son las ciudades y su gente. Me gusta mucho el olor a las tortillas de México, yo con dos tacos de esos ya no como nada más, yo amo eso, es tan rico el sabor de esta comida de los mexicanos que necesitas probarlos.
Todos los cubanos siempre han recibido tremenda ayuda de México y te lo digo como cubano. Para hacerse famoso de verdad, tu número tiene que pegar en México, si no no eres nadie.
Ese lugar es en donde todo músico se gradúa en popularidad, si gusta en México es seguro que va a gustar en cualquier parte del mundo. Admiro a Pedro Infante, Luis Miguel, José Alfredo Jímenez, entre otros.

¿Cómo llegó a Filadelfia?
Cuando se cayó lo de La Fania en Nueva York, yo ya estaba trabajando en Nueva Jersey en una compañía de electricidad... y al yo trabajar ahí y tener a mi familia viviendo en Philly (Filadelfia) pues para mí era más importante estar aquí que en Nueva York, o Los Angeles, o cualquier otra parte.
Tengo más de 30 años en Philly. Yo aquí sigo tocando, hay veces que toco por aquí, por allá... pero como la música se aflojó demasiado me tocó atender mayormente la profesión que me da de comer. Ya casi no puedo hacer mucho por la edad que tengo, trato de hacer lo menos posible. En la casa, si puedo, arreglo una que otra cosita sólo para mantenerme ocupado.
Al Día, Filadelfia, 20 de mayo de 2010.

jueves, 12 de agosto de 2010

miércoles, 11 de agosto de 2010

El derecho a la mentira

Por Raúl Rivero
Si le hemos creído a Gabriel García Márquez que no se puede mirar mucho a los gallos porque se gastan; si le hemos creído a un poeta de tercera de Centroamérica que amar a una bailarina es amar el aire... Entonces tenemos que creerle a Pío Leyva todas las historias que cantó en su vida con un tumbao de guaracha debajo de su voz.
Llegó al Buena Vista Social Club después de haber debutado, todavía niño, en un bar llamado La Cocaleca y de recorrer, ya en la espuma de la fama, los cabarés más espectaculares de La Habana. Vivió entre 1922 y 2006 y su nombre está en esa lista borrosa donde se ven claros los de Benny Moré, Bebo Valdés, Miguelito Cuní, Barbarito Díez, Celia Cruz y Olga Guillot.
Pío Leyva cantó de todo, pero cada vez que se habla de él hay que recordar El mentiroso porque con ese número, un homenaje personal a la desmesura y al delirio, se ha quedado en la historia de la música cubana.
El artista juraba que había escuchado cantar a un chivo, que asistió al nacimiento de una vaca con colmillos de elefante y se declaraba propietario y entrenador de un guanajo maromero y de un cangrejo beisbolista.
Leyva paseó por el mundo una cucaracha que le enyugaba los bueyes en su finca y el relato del fabuloso negocio que hizo al vender los dientes de un cerdo para que se usaran como puente en una carretera.
El coro le gritaba mentiroso en los intermedios de las improvisaciones, pero mucha gente cree todavía en ese zoológico de Pío porque los grandes artistas no se gastan con el tiempo como se gastan, con las miradas fijas, los gallos de García Márquez.