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sábado, 31 de julio de 2010

Isaac Delgado: Vengo con Iré

viernes, 30 de julio de 2010

El babalo que le hizo un Ebbó a Fidel Castro


Por Yosvani Anzardo Hernández* 
Víctor Betancourt Estrada, usted representa al tradicionalismo nigeriano en Cuba, y todos lo llamamos Aragba, o sea, el Rey, por tanto, es usted la persona indicada para responderme. ¿Qué defiende a ultranza esta religión?
-Bueno, Ifá nos enseña y exige el respeto a las leyes naturales para conservar la armonía en nuestro entorno. Ifá es una sabiduría milenaria que no es única y por ello también respeta lo diferente. Y es que dentro de ella cada cual tiene un código individual que proviene de su signo, y cada signo tiene sus propias características, por ello es importante saber que los problemas que tenemos se deben a nuestras propias violaciones a esas leyes.
Ya que menciona los problemas que tenemos. Usted cree que lo que pasa en Cuba se debe a violaciones de esas leyes naturales. ¿Qué es lo que hemos hecho mal?
-Mira. Los niños se deben educar en sus casas junto a su familia. La escuela es fundamentalmente para la instrucción, pero si el niño está más tiempo en la escuela que en su casa y en ella les enseñan cosas erróneas, o sencillamente no les enseñan las cosas correctas, y por otra parte les dices algo y actúas de forma muy diferente, no puedes esperar sacar de eso hombres y mujeres rectos.
-Se han querido hacer cosas contrarias a la naturaleza y esas violaciones son la enfermedad de la sociedad. En mi libro 'Las buenas malas madres' hablo del tema, pero recuerda esto. Un día Orunmila había ido a consultar a sus babalaos e Ifá dijo: "Si tú enseñas con inteligencia a una persona, su razonamiento será inteligente, si le enseñas de una forma absurda a una persona, su razonamiento será insensato".
Hoy se habla mucho de que los cubanos no queremos trabajar. ¿Tendrá esto que ver con esa deformación en la educación?
-Yo creo que en Cuba se ha trabajado mucho y fuerte en todos estos 50 años, recuerda las grandes movilizaciones a la agricultura en las que siempre participaron hasta los niños, en cada zafra eran cientos de miles de obreros los que no dormían trabajando. Pero después de tanto tiempo y esfuerzo y promesas el resultado es esto que estamos viendo hoy. Hay que respetar el lugar y función de cada hombre y mujer, uno a uno, dentro de la familia y de la sociedad.
-En una manada de leones son las hembras las que cazan y los machos, sin embargo, se alimentan primero. Parece injusto, pero no puedes intentar cambiar eso porque son las leyes de los leones y actúan así porque ésa es la forma en que funciona esa especie. Afortunadamente no somos leones, pero no podemos violentar o desconocer nuestras propias leyes, y una de ellas se llama estímulo.
Ya que habla de estímulo, la Sociedad Cultural Yoruba de Cuba a la cual usted no pertenece lo ha atacado a usted y a los tradicionistas en general durante mucho tiempo. ¿Por qué?
-La verdad, nosotros no tenemos contradicción con ninguna religión ni con la ciencia. Pero por alguna razón hemos sido blanco de ataques, nosotros denunciamos conductas nada honradas en la relación de los creyentes con algunas personas e instituciones. También denunciamos la discriminación hacia la mujer, y por ello no han permitido entrar al país a sacerdotes nigerianos con los que mantenemos contacto. Y tenemos dificultades adicionales para el estudio de la antropología, nuestro proyecto Medifá ha encontrado muchos obstáculos. Así y todo, no descansamos. Yo intenté presentar mi libro 'Ifaisimo y Ciencia' en la Feria Internacional del Libro y no me lo permitieron, porque sería vendido en CUC (pesos cubanos convertibles). Y ahí está, en las librerías, a precios inalcanzables para la mayoría.
Usted le hizo un Ebbó (limpieza) a Fidel Castro cuando se esperaba que muriera y él se salvó. Cuénteme sobre eso.
-Es sencillo. Un grupo de babalaos del Consejo de Estado me fueron a buscar un día a mi casa. Al parecer, los babalaos de ellos consideraban que el hombre se moría. Ellos no me tenían simpatía, porque yo, hacía un tiempo, le había enviado una carta a Bush (hijo) y un libro mío que se llama 'Babalawo médico tradicional', y le sugerí que la guerra en Irak tal vez no iría bien.
Con quién los envió?
-Con Cason, el entonces Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
Entonces, qué pasó con Castro?
-El Odu que le salió fue Ogunda Bede, había que hacer el Ebbó. Y así lo hice, sacrifiqué un caballo, un cocodrilo y una tortuga a Olukun. Eso fue en el malecón habanero. En aquella ocasión le dije a la prensa extranjera que mi idea era impedir el mal que pudiera venir por el mar y ese año no hubo huracanes en Cuba. En el Granma sólo salió una pequeña nota.
Aún no me ha dicho por qué hizo todo eso.
-Mira, si recuerdas, en aquellos días el ejército estaba en las calles y los militares excitados, incluso divulgaron la autorización de golpear a cualquier persona que dijera algo en contra de la revolución y el que golpeara no debía temer a las consecuencias legales. Dieron licencia para matar, todo el mundo puede recordarlo porque hace muy poco tiempo de eso.
-Si Fidel Castro hubiese muerto en ese momento se habría desatado una horrible carnicería y se entronaría en el poder una dictadura militar que seguiría hablando de revolución. Yo intenté impedir eso. Por otra parte, el Odu decía que el hombre estaba como el cocodrilo, dormido, pero con la boca abierta, y despertaría para cortar cabezas. Yo les avisé a ustedes y aquí en Holguín hicieron el Ebbó. Lo que sucedió después, ustedes lo saben: el hombre descabezó a ministros y personas poderosas como Lage y Pérez Roque.
-Salvando el momento, resulta que en ocasiones hay cosas difíciles de entender, pero Ifá no se equivoca. A Hitler le hicieron un atentado en 1944 en el cual debía morir, y sin embargo se salvó. Él dijo que la providencia lo había salvado y tenía razón. Nueve meses después se suicidó y terminó el nazismo. Si Hitler hubiese muerto nueve meses antes, el nazismo se habría salvado, porque los golpistas eran nazis que lo único que perseguían era salvar a Alemania de la ocupación, porque la guerra ya estaba perdida.
-Tú me entiendes? Yo crecí viendo cómo mis padres se escondían para realizar las ceremonias. Y hasta los años 90, tuve que esconder a mis hijos, porque la policía pasaba cada media hora por mi casa y la revisaba. Si encontraba un niño en la casa mientras duraba la ceremonia, me lo quitaban. Afortunadamente, nunca encontraron a mis hijos. Yo he visto muchas cosas, esta guerra se gana con inteligencia, porque lo absurdo no tiene salvación.
* Periodista independiente en la provincia de Holguín y director del periódico digital Candonga. Publicado el 8 de septiembre de 2009.
Foto: Ebbó, cuadro del pintor cubano Delgado Alfonso.

jueves, 29 de julio de 2010

Las mujeres penetran en Ifá

Por Mirta Fernández

El oráculo de Ifá es un complejo socio-religioso-cultural, utilizado por los yorubá y otros pueblos vecinos, que postula una concepción religiosa del mundo. En él se plantean cuestiones ontológicas tales como el origen de la naturaleza y de la vida, la razón de ser del universo, la humanidad en su devenir y el destino del hombre y la mujer.
En Cuba, Ifá se mantiene con toda su riqueza conceptual a través de sus letras u odú (signos de Ifá) en número de 256. Cada uno de estos signos contiene relatos, parábolas, cuentos, fábulas, proverbios, enigmas. Estos signos son interpretados en Cuba por los babalawos, a través de un complejo sistema. Hasta hace muy poco tiempo, en nuestro país, las mujeres estaban excluidas, no podían adivinar o interpretar utilizando este sistema; tampoco podían ser iniciadas.
Hace algunos años, la bomba estalló cuando se supo que dos jóvenes cubanas habían sido iniciadas como iyáonifá o sacerdotisas de Ifá. Las declaraciones en contra de un importante grupo de babalawos fueron publicadas y objeto de discusión.
Consideraban que el oráculo de Ifá no debía ser interpretado por mujeres y que las mismas no podían ser iniciadas como sacerdotisas.
Ahora, cuando la discusión aún continúa siendo álgida, tras algunos años de su iniciación, entrevistamos a una joven mujer cubana, madre e iyáonifá, María Cuesta, quien se inició en marzo del 2000, conjuntamente con otra joven cubana.
María, ¿qué significa iyáonifá?
-Iyá es madre; iyáonifá quiere decir "madre que dirige Ifá".
¿Es el equivalente del babalawo*, función hasta ahora desempeñada en Cuba únicamente por hombres?
-Sí.
¿Tienen las mismas funciones las iyáonifá, las mismas jerarquías?
-Las mismas.
¿Cómo nace en usted la idea de iniciarse en Ifá, siendo mujer?
-En mí no nació la idea, sino en los estudios de Víctor Betancourt, Awó Orúnmilá*, Omolofáoró*.
¿Existe un "camino" en el cuerpo del oráculo de Ifá que permite a la mujer acceder a esta jerarquía?
-De hecho sí. La misma posibilidad que tiene el hombre de interpretar el destino, la tiene la mujer. No tiene que haber un signo regente que "diga" que la mujer puede hacerlo.
Sin embargo, por parte de los que se oponen a que la mujer realice esta función, se argumenta que por el hecho mismo de menstruar y ser madre, no son iguales al hombre, que por lo tanto no pueden acceder al conocimiento tan profundo del hombre, su naturaleza y destino que representa Ifá.
-Pienso que eso es una equivocación. Gracias a la menstruación y a que la mujer puede parir, tenemos el don de la creación. Sin las mujeres no hay creación.
¿Usted es la única mujer iniciada en Ifá?
-No, en Cuba hay dieciséis, más una venezolana que también se inició aquí. En África, en Brasil y en Estados Unidos también las hay.
Según información de algunos africanos se dice que en el caso de África, las iniciadas en Ifá son mujeres de avanzada edad, que han pasado la edad fértil.
-Considero que no es así. He conocido a africanas iniciadas como iyáonifá y son mujeres jóvenes igual que yo.
¿Han estado en Cuba?
-Sí, conocí a una nigeriana iniciada hace años, quien compartió con nosotras y nos enseñó muchísimo.
¿Por qué motivo entonces la iniciación de las mujeres en Ifá provocó la protesta de una parte de los babalawos cubanos?
-No le veo lógica a tal actitud. Puede ser por falta de conocimientos. Un babalawos nigeriano, yoruba, como Wande Abímbola, en una entrevista habló de la iniciación femenina. O Popola, otro babalawo yoruba, que en una conferencia con antropólogos y babalawos habló muy bien al respecto y les rectificó dudas, hasta les relató un patakí* sobre por qué razón las mujeres sí tienen el derecho a iniciarse.
¿Ustedes cuentan con el apoyo de algún grupo de babalawos cubanos?
-Tenemos el apoyo de la gran mayoría, incluso aquéllos que no nos aceptaban, están pensando en hacerlo.
La mujer cubana ha logrado liberarse de muchos prejuicios, de muchos tabúes, y ganar su lugar en la sociedad y también dentro de las religiones. ¿Qué piensa usted al respecto?
-Toda la vida han existido mujeres santeras relevantes. Recordemos a Ma Monserrat, Ma Joaquina, Fermina Lucumí. No entiendo por qué ahora se asombran de las iyáonifá. Creo que a mucha gente lo que más le preocupó fue cuánto pagamos y ni siquiera el ceremonial seguido. Ahora, además de en La Habana, hay iyáonifá en Morón, Matanzas, Cárdenas... Las iyáonifá tenemos nuestro espacio, trabajamos mucho y nos hemos ganado el lugar que ocupamos.
La bomba explotó cuando se inició la venezolana Alba Marina Portales. Ahora en Venezuela ya pasan de cien las iyáonifá. Ellas lo que pretenden es luchar por los derechos de la mujer. En Brasil, las mãe de santo dirigen los terreiros de Candomblé, integrados por miles de creyentes. ¿Usted cree que el rol de las iyáonifá pueda compararse con el de las mãe de santo de Brasil?
-Puede ser. Ahora tenemos una asociación de las iyáonifá y también existe otra, la Eleda, de las consagradas a égun, es decir a los muertos, por ello nos consideran brujas.
¿Cuál es la composición social y por edad de las iyáonifá?
-Somos mujeres jóvenes, pero también hay dos niñas estudiantes ya iniciadas. Hay una abogada, una enfermera, otras son técnicas, también una economista matancera que pertenece al partido comunista.
¿Son mujeres transgresoras?
-En todas nosotras prima el espíritu de imponernos en nuestra función religiosa y social.

El Caimán Barbudo, La Habana
Edición No. 345
Aclaraciones
*Babalawo: padre de los misterios.
*Awó: secretos. Orúnmilá u Orula: orisha de la adivinación en Ifá.
*Oruko o nombre ritual.
*Patakí o patakín: forma en que llaman en Cuba a los relatos de oráculo de Ifá.
Foto: carlessolis, Flickr. Mãe de santo brasileña.

miércoles, 28 de julio de 2010

Crece la masonería en Cuba

Por Juan O. Tamayo
En el juicio de los masones cubanos a un antiguo Gran Maestro ha destacado la perseverancia de los 30 mil miembros de la organización, pese a los severos controles gubernamentales sobre su dirección.
Juan Manuel Collera Venta y otros dos masones, están acusados de permitir que un masón iniciado en Miami asistiera a una reunión en una logia en 2009, violando una regla que establece que sólo los miembros iniciados en Cuba pueden visitar las logias de la isla.
Pero el caso ha estado rodeado de rumores de que Collera está excesivamente vinculado con el gobierno. También se ha dicho que el gobierno presionó a los masones para que lo eligieran Gran Maestro en el 2000 y que posteriormente les impidió que lo expulsaran por otro caso no especificado en el 2005.
Fue imposible localizar a Collera para que comentara. Pero en una carta escrita pocos días después de la última acusación en su contra, presentada en abril, calificó el proceso de "moralmente fraudulento'' e insinuó que era obra de los exiliados. La dirección de los masones cubanos "acostumbraba mantener un valladar entre nosotros y los hermanos maestros de las logias en la emigración'', escribió.
Investigadores masónicos están entrevistando a los implicados en el caso y se espera que el juicio tenga lugar en junio, dijo Gustavo Pardo Valdés, presidente de la Academia Cubana de Altos Estudios Masónicos y periodista independiente que ha reportado sobre el caso.
Varios masones de Miami entrevistados para esta historia declinaron comentar sobre Collera, pero se quejaron insistentemente de que el gobierno cubano presiona con dureza a los líderes masónicos para que obedezcan la línea oficial. "Todas las logias están infiltradas y al día siguiente de cualquier reunión, ya el gobierno sabe lo que se discutió'', dijo Manuel Olmedo, presidente de la Federación de Masones Cubanos en el Exilio Cuba Primero.
Sin embargo, y sorprendentemente, la masonería ha perdurado en Cuba, pese a un esfuerzo de miembros procastristas en 1959 de disolverla, alegando que la revolución había eliminado la necesidad de semejantes grupos. Actualmente, los masones cubanos dicen tener 30 mil miembros en 316 logias. Eso es menos de los 34 mil miembros y 340 logias existentes en 1958, pero superior a los 19,690 miembros que había en 1981.
También controlan unos 220 templos, dijo Pardo, aunque el gobierno les ha confiscado varios de los 11 pisos del edificio de la Gran Logia, en Carlos III y Belascoaín, Centro Habana.
Más de un tercio de los miembros y las logias están en la capital, y algunos miembros también pertenecen al Partido Comunista de Cuba, según un reciente estudio de Jorge Luis Romeu, un masón nacido en Cuba y profesor de Estadística de la Universidad de Syracuse, en New York.
Aunque las reglas de la organización prohíben actividades políticas partidarias, 13 de los 75 disidentes encarcelados durante la represión de marzo 2003, son masones, dijo Pardo por teléfono desde La Habana.
La masonería es legal en Cuba, pero está estrictamente controlada por la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, encabezada desde hace tiempo por Caridad Diego.
El gobierno, por ejemplo, requiere que las logias cancelen la membresía de los masones que emigran, así como que reporten detalladamente las actividades de sus logias y que obtengan aprobación previa para cualquier actividad no rutinaria, dijo Olmedo.
Pardo Valdés, ex preso político y masón grado 33, dijo que en 2007, Caridad Diego bloqueó su esfuerzo para ser electo presidente a un alto cargo, el Consejo Supremo, debido a su activismo político.
Las donaciones de los masones en el exterior generalmente pasan a través del Instituto Cubano de la Amistad con los Pueblos, dirigido por el gobierno, que se queda con parte del dinero, añadió Olmedo. Pero otra parte llega a los masones cubanos directamente para sus programas caritativos y conferencias sobre temas como la economía, la historia y la literatura.
El Asilo Masónico Llansó, en las afueras de La Habana, alberga a unos 90 pacientes ancianos, incluyendo algunos no masones, y las logias cubanas mantienen un blog, La Colmena. El año pasado hubo que cerrar la página de internet de la Gran Logia en La Habana por falta de fondos.
La masonería se estableció en Cuba hace 150 años y ganó influencia política cuando muchos de sus principales miembros, incluyendo al líder independentista José Martí, lucharon contra el dominio español.
En Cuba también está activa la Sociedad de Antiguos Honorables Compañeros Distintos -Oddfellows en inglés- con unos 25 mil a 30 mil miembros, y los Caballeros de la Luz, un grupo desarrollado en la isla con alrededor de 25 mil miembros, según Pardo Valdés.
El Nuevo Herald, 24 de mayo de 2010
Foto: Edificio de la Gran Logia de Cuba, inaugurado en 1955. Por su calidad constructiva, figura entre las obras arquitectónicas más significativas de La Habana.

martes, 27 de julio de 2010

Recordando a Pedro Meurice

Por Michel Suárez
Dijo lo que los cubanos querían escuchar. Doce años después de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en enero de 1998, en la isla siguen recordando aquellas palabras del arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice Estiú.
En momentos en que el régimen de La Habana utiliza a la iglesia católica para mediar con las Damas de Blanco y una posible liberación de presos políticos, entre otros temas relacionados con la oposición en la isla, es justo recordar a Pedro Meurice.
Cuando en enero de 1998 de la RTP de Portugal me entrevistaron en mi casa, por mi condición de periodista independiente, no sospechaba que iba a aparecer en un programa especial y donde yo saldría junto con el entonces arzobispo Pedro Meurice y el Nobel de Literatura, José Saramago.
El 18 de febrero de 2007, antes de pasar a retiro, Meurice pronunció un discurso de despedida, que no perdido vigencia tres años después.
De los textos encontrados en internet, he escogido para reproducir, el del periodista santiaguero Michel Suárez, publicado el 13 de febrero de 2007 en Cubaencuentro.
Tania Quintero.
Fin del ciclo: Retiro del Arzobispo Pedro Meurice
Benedicto XVI acaba de aceptar la renuncia de Pedro Claro Meurice Estiú como arzobispo de Santiago de Cuba. Su retiro, que entra dentro de la normalidad del Derecho Canónico, trasciende con mucho la burocracia vaticana y reinstala el debate sobre el papel de la Iglesia cubana en la situación actual. Para muchos, con la retirada del "horcón político" del catolicismo nacional, termina un ciclo marcado por su impronta, pero comienza otro cuyos referentes aún están por encontrarse.
A este hombre, conservador en los aspectos morales y dogmáticos de la Iglesia -como no podía ser de otro modo- y al mismo tiempo temerario defensor de la libertad y los derechos humanos, no puede evaluársele cabalmente si no se añade al análisis un complemento de su personalidad: Meurice es una persona tímida y austera, huidizo de la publicidad y de los periodistas, amante de la tranquilidad y del segundo plano; aunque en un clima nacional especialmente insípido y uniforme parezca justamente lo contrario.
De otro modo no puede entenderse su rechazo a ocupar la Arquidiócesis de La Habana en 1981, según cuentan, de la cual ya era administrador apostólico desde el año anterior. Luego vendría desde Pinar del Río, Jaime Ortega Alamino.
Con todo, la imagen y el sonido del 24 de enero de 1998 frente a Juan Pablo II, en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, forma parte de su historia personal, pero también de la historia de la Iglesia local, críticos y admiradores de por medio.
"Le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología (…) Santo Padre, durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nacion...".
Meurice comenzó el gobierno de la arquidiócesis de Santiago de Cuba el 9 de septiembre de 1970, aunque desde 1967 se desempeñaba como obispo auxiliar de la misma. Sustituyó a otro puntal de la Iglesia cubana, Enrique Pérez Serantes. Con su retirada quedan en la memoria dos momentos significativos: su papel en la redacción de la carta pastoral El amor todo lo espera, de 1993, y el ya citado polémico discurso de bienvenida al papa Juan Pablo II en 1998. Seguramente tuvo muchos más, pero ninguno como los anteriores traspasó la frontera de lo estrictamente religioso para llegar incluso a un público no creyente, a pesar del bloqueo informativo del gobierno.
Será difícil olvidar su paso por la Catedral Metropolitana de Santiago de Cuba. Sobre todo, porque antepuso su derecho a la libertad de expresión y a denunciar el deterioro político, económico y social de la Isla -en resumen, la defensa literal de su rebaño-, el malabarismo de sobrevivir sorteando y callando. Apostó primero por los parroquianos y luego por la supervivencia de la parroquia; no al revés, como lastimosamente ha ocurrido en más de un caso.
Pero, ¿quién dice que haciendo lo primero también no garantizaba al mismo tiempo lo segundo?
Cuando el castrismo no sea más que un largo capítulo de cualquier libro de historia, los juicios sobre el papel de la Iglesia serán colectivos e individuales. De la percepción que se desprenda de esta correlación quedará dilucidado su prestigio.
Siendo la única organización realmente independiente en los últimos 50 años, no es poca la ayuda prestada a los ciudadanos. Ha sido la farmacia del pueblo, el sitio de acogida para las minorías, la única voz que les ha defendido públicamente.
Es cierto que en sus dos mil años de historia la Iglesia Católica ha demostrado cómo sobrevivir a los peores tiempos. Unas veces con mucho valor y estrategias diplomáticas; otras con espeluznantes pactos de aprobación y silencio. ¿Pérdida o ganancia?
La actitud del hoy arzobispo emérito ha sido, lamentablemente, minoritaria. Su duro discurso de 1998 ante el Papa y Raúl Castro le supuso varias situaciones embarazosas. Pocos días después de aquella misa, el partido comunista le citó para un análisis sobre el cual el propio Meurice ha evitado referencia alguna desde entonces.
Años después, durante la teatral Celebración Ecuménica Cubana, auspiciada por el Consejo de Iglesias (protestantes), los representantes del partido comunista dejaron escapar, en privado, su confianza en la "responsabilidad" de los oradores, porque "todo el mundo sabe las consecuencias que trajo para el obispo Meurice aquel agresivo discurso cuando el viaje del Papa".
Como se conoce, Santiago de Cuba es una de las pocas diócesis del país en las que no se celebran procesiones públicas (ni siquiera en el Santuario Nacional de El Cobre), ni mucho menos se autorizan mensajes radiofónicos en fechas señaladas. (Por cierto, el nuevo arzobispo es uno de los "autorizados" en este sentido por la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista).
Si dichas prohibiciones (que se relajaron para otros, pero se recrudecieron en el caso santiaguero) se analizan literalmente, pudiera inferirse de ellas que la posición vertical de Meurice representó un coste para la labor evangelizadora de la Iglesia. De hecho, así se le valoró en no pocos círculos eclesiales, dentro y fuera de la Isla.
Pero ante lo que han "ganado" algunos por mirar hacia otro lado, mientras iban y venían palizas contra ciudadanos cubanos -muchos de ellos laicos, fieles y activistas católicos-, dicha evangelización no se sustenta bajo ningún criterio cristiano.
Habrá que ver cómo la historia y los ciudadanos recordarán a Meurice dentro de 50 años: si como el hombre que actuó en correspondencia con el período que le tocó vivir y casi se hace mártir, o el que puso en peligro la continuidad de la Iglesia en Santiago de Cuba. ¿Habrá acaso un término medio?
En el año 2003, durante su homilía de Navidad, Meurice retomó algunas de las ideas de su discurso ante Juan Pablo II, demostrando que a pesar de la guerra abierta en su contra por propios y extraños, no estaba dispuesto a transigir:
"Cuando el falso mesianismo se mete en la cabeza de un pueblo, se pretende potenciar a ese pueblo para que tome conciencia de ser un pueblo mesiánico (…) Eso lo pretendieron a sangre y fuego los nazis y también lo intentaron después los comunistas. Esta no es historia ajena, es historia nuestra. Ahora con sus matices lo estamos viviendo, ese mesianismo, lo estamos viviendo. Basta con leer la prensa, oír la radio o ver la televisión (…) Los mesianismos, los falsos mesianismos. ¿Qué quiere decir esto? Tiene que ver con la vida y tiene que ver con la muerte; pues el que da un patinazo en esto pierde la vida, y el pueblo que juega con esto pierde la vida…".
Sin embargo, su maltrecha salud, la falta de apoyos y la inmovilidad de la situación del país terminaron por agotarlo en los últimos cuatro años. Fieles cercanos hablaban de un cansancio secular, de un sentimiento de impotencia.
Aunque estaba obligado a hacerlo por límite de edad, no lo pensó dos veces para solicitar su renuncia al Papa. Estaba exhausto.
Su obra religiosa no ha sido poca: 52 años de sacerdocio, 40 como obispo -de ellos, 37 al frente de una demarcación compleja. Bajo su administración se erigieron las diócesis sufragáneas de Holguín (1979), Bayamo-Manzanillo (1995) y Guantánamo-Baracoa (1998), territorios que antes pertenecían a la arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Mucho tendrá que trabajar el nuevo arzobispo, Dionisio García Ibáñez, para igualar o superar el listón dejado por Pérez Serantes y Pedro Meurice. Santiago de Cuba es una plaza difícil. Cualquiera que sea la política del nuevo prelado, los referentes históricos están a la mano.
De momento, Meurice se retirará de la administración pero no de la vida pública, ni de su dignidad arzobispal. En la Basílica de El Cobre, junto a la Patrona, le espera su nueva casa.

lunes, 26 de julio de 2010

La iglesia ejerce de árbitro en Cuba

Por Fernando García
Mediodía de un domingo en La Habana. Un hombre de unos 30 años mal llevados se acerca tambaleante al punto donde conversamos con el pastor Raúl Suárez. Estamos ante la iglesia bautista Ebenezer, en el populoso barrio de Marianao, antes de que comience el culto dominical.
"Reverendo, llevaba un año sin tomar (beber), pero anoche caí. Mi hermana me encerró aunque soy epiléptico. ¿Y si me da un ataque?", dice el hombre. El religioso le da una palmada en el hombro: "La próxima vez piénsatelo antes del primer buche (trago), ¿oká?".
La caída de la URSS en 1991 representó para los cubanos el fin del dogma del socialismo invencible, al tiempo que ocasionó una crisis brutal en la isla. La gente buscó y encontró en la fe los referentes y asideros necesarios para reemplazar los paradigmas derrumbados. Un estudio elaborado en 1989 había demostrado que el 80 por ciento de los isleños tenía alguna creencia religiosa.
El Gobierno se rindió a la evidencia y, en 1992, cambió la Constitución. El Estado dejó de ser ateo, se hizo laico y consagró la libertad religiosa. De repente, había que hacer cola para bautizarse o apuntarse a una congregación. Y aquel mismo año se legalizó la Asociación Cultural Yoruba, aglutinador oficial de los santeros.
En poco tiempo, el índice de bautizos católicos pasó del 18 al 47 por ciento de los nacidos. Y al comenzar el nuevo siglo alcanzó el actual 60 por ciento sobre la población total, si bien la Iglesia estima en un 5 por ciento la porción de practicantes. La feligresía protestante pasó del 1,5 por ciento a mediados de los 80 a más del 3 por ciento en los 90, aunque algunas iglesias pentecostales cuadruplicaron sus miembros. En la década que ahora termina el crecimiento se moderó. Pero las instituciones religiosas aumentaron su influencia y la pluralidad de sus propuestas.
El beodo de la historia inicial entra en la capilla. Suárez, pastor desde hace 50 años y diputado desde hace 17, sigue ilustrándonos sobre la rápida expansión de religiones y creencias en Cuba. Templos y oratorios de todas clases, desde ostentosas iglesias hasta chiringuitos del rezo, surgen a diario aquí y allá, dice.
El fenómeno viene propiciado por las "casas culto" que Fidel Castro permitió abrir casi en cualquier local para paliar la escasez de lugares de oración y los problemas de transporte. La fórmula se aprobó en 1990, precisamente a raíz de una carta firmada por Suárez como líder del Consejo de Iglesias de Cuba en aquel entonces. Hoy existen más de 3 mil de esas casas legalizadas y nadie sabe cuántas clandestinas.
A la misma hora en que Suárez nos habla de la evolución de las congregaciones religiosas y la feroz competencia entre ellas, el cardenal cubano y arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, anuncia un hecho extraordinario durante la misa que él mismo ha decidido oficiar en la parroquia de Santa Rita, del barrio de Miramar: a petición suya, Raúl Castro ha autorizado a las Damas de Blanco -madres y esposas de presos políticos- a desfilar por las calles sin que brigadas de grupos oficialistas se lo impidan con sus "actos de repudio" y acoso. No es sólo una excelente noticia, sino un acontecimiento de gran calado.
La religión avanza con brío en la isla socialista. Crecen las expresiones de fe y la práctica de ritos espirituales. Crecen la predicación y el predicamento de las instituciones. No es un crecimiento nuevo, pero la crisis y la situación política del país lo han intensificado en los últimos tiempos.
El cristianismo se lleva la palma. Católicos y protestantes se reparten un pastel cada día más suculento de influencia ante la sociedad y sus dirigentes. La Iglesia católica gana enteros en las opciones de un futuro que reclama conciliaciones y reconciliaciones.
El éxito del arzobispo en el conflicto de las Damas de Blanco se consideró en algunos medios diplomáticos "tan importante como la visita de Juan Pablo II a la isla" en 1998.
Sin llegar a tanto, el sociólogo y estudioso del catolicismo en Cuba, Aurelio Alonso, opina que la bendita intervención del cardenal "abrió un espacio que trasciende las relaciones Iglesia-Estado". ¿Cómo? Sin pedir al Gobierno más que lo que cabía esperar de él, el arzobispado asumió en favor de las manifestantes "una entidad institucional que el Estado no podía reconocerles a ellas".
Al aceptar el juego y el trato, el Ejecutivo otorgó a la Iglesia un papel de árbitro ante la disidencia que nadie había tenido. Un papel que en este nacionalista y orgulloso país resulta más incómodo conceder a otros actores diplomáticos. Como España, nación cercana, pero también ex potencia colonial.
Cuatro días después del acuerdo con las Damas, el arzobispado hacía otro anuncio inesperado. El canciller del Vaticano, Dominique Mamberti, viajaría a La Habana en junio, para presidir una Semana Social Católica sobre "el acontecer nacional" con intervención de ponentes no católicos. Mamberti inaugurará la reunión con una conferencia sobre Estado y laicidad en el aula magna de la universidad, reservada a los invitados mejor recibidos.
El resto de iglesias monoteístas también recibieron hace unas semanas un significativo espaldarazo, mediante la celebración, con asistencia de Raúl Castro, del vigésimo aniversario del histórico encuentro que Fidel mantuvo con los líderes protestantes, evangélicos y de la comunidad hebrea. La reunión conmemorativa tuvo lugar al inicio de toda una revolución religiosa en los márgenes de la revolución castrista.
Dos decenios después, las iglesias tradicionales ya no tercian sólo con las creencias ancestrales, sino con una formidable proliferación de credos de muy diversa índole. Con tal de conquistar almas, algunos predicadores pueden adaptar su discurso u ofrecer incentivos materiales.
Cuenta una especialista del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), Ana Celia Perera, que hace unos años se detectó a varios "hombres del maletín" que, junto a su auxilio espiritual, andaban ofreciendo "desde jabones hasta frigoríficos" por la sierra del Escambray.
El Partido Comunista quiso saber qué estaba pasando y, en el 2006, encargó al CIPS un estudio que aún está en fase de cocina estadística. De momento, parece claro, según la socióloga, que muchos cubanos hallan en la religión respuestas y espacios alternativos a los que les ofrecen las instituciones del socialismo oficial.
En plena época de crisis de afiliación al Partido y la Juventud Comunista, preocupa la "ruptura de la cohesión social" que algunas vías religiosas pueden fomentar. Máxime cuando "la mayoría de los fieles ha transitado por dos o más prácticas religiosas".
Qué paradoja. En Cuba, la fe ya no es el opio del pueblo sino un arma de doble filo. Inquieta, pero brinda valiosos servicios.
La Vanguardia, Catalunya, 16 de mayo de 2010
Foto: EFE. El canciller español Miguel Ángel Moratinos y el cardenal Jaime Ortega, en el Arzobispado de La Habana, 4 de abril de 2007.

domingo, 25 de julio de 2010

Orishas en Dirty Dancing II

Puede verse aquí. (El corto no permite ser compartido en este sitio).

sábado, 24 de julio de 2010

Si Cuba cae, digo, es un decir...

Por Mempo Giardinelli*
Desde hace un tiempo parece que Cuba se tambalea y son muchos los que presagian que la Revolución Cubana se encamina a su fin. No soy amigo de predicciones, pero sé que si un Bicentenario es algo excepcional, también lo es una revolución que ha cumplido medio siglo y está muy golpeada.
La ocasión es propicia para reflexionar. Sobre todo porque en la Argentina últimamente hay un cierto, pesado silencio respecto de Cuba. Aquí casi no circuló la durísima declaración de intelectuales como Jorge Semprún, Mario Vargas Llosa, Pedro Almodóvar, Fernando Savater y Rosa Montero, publicada en España la semana pasada. Tampoco la respuesta de Silvio Rodríguez desde La Habana, escrita con delicada firmeza.
En mi opinión, luego de 50 años de esperanzas y cambios, la realidad, que es tozuda, parece mostrar, si no el fracaso, al menos el deslucido final de la más hermosa utopía política del siglo XX.
Soy de los que, anónimamente, siempre apoyaron ese proceso. No por afinidad ideológica sino por valoración de una experiencia que alcanzaba logros sociales, educativos y de salubridad inéditos, y además soportando por décadas el más cruel y despiadado bloqueo económico. Por eso aun en los momentos más cuestionables, y frente a las peores decisiones de Fidel Castro y su gobierno, jamás escribí ni pronuncié una sola palabra que pudiera afectar esa experiencia.
Mi derecho a escribir sobre Cuba -y mi deber ahora- se basa en que esa revolución es parte de mi vida y mi historia personal; se basa en el amor, el idealismo y la esperanza que nos dieron aquellos barbudos de Sierra Maestra, el primer Fidel y el Che, y sobre todo los cambios sociales en una isla que de ser prostíbulo norteamericano en el Caribe pasó a ser la nación más socialmente justa y más políticamente soberana de toda América. Y se basa también en que jamás procedí con interés, al igual que muchísimos americanos libres de corazón y pensamiento.
En mi caso, además, no me privé de escribir en éste y otros diarios mi absoluto cuestionamiento a la pena de muerte aplicada a disidentes, o a la adhesión cubana a la infame posición soviética frente a la dictadura argentina, en los ’70 y ’80. Pero sin por ello pasarme jamás al coro de los condenadores, como tanto intelectual converso de los que abundan en el mundo entero.
Sé que esta nota puede provocar alguna polvareda, y asumo la responsabilidad, pero creo que es hora de que se diga que si Cuba cae -digo, es un decir, si cae- a mí y a muchísima gente que jamás medró con su apoyo, que no fuimos lameculos del régimen, no hicimos turismo socialista y no participamos de colectivos de aplaudidores ni de detractores, esa caída nos va a doler muchísimo.
Y sobre todo querremos -como ahora mismo reclamamos- una transición democrática pacífica, ordenada y capaz de preservar los logros sociales alcanzados.
La Revolución Cubana fue uno de los episodios más fascinantes de la historia contemporánea. Tras luchar por la libertad y contra una de las dictaduras más feroces del continente, Fidel Castro se convirtió en símbolo de la lucha por la liberación y su gobierno fue ejemplar en muchos aspectos: autodeterminación, solidaridad internacional, sanidad, educación.
Pero también es cierto que el gobierno cubano no supo resolver otros aspectos no menos fundamentales: no democratizó su estructura de poder; no garantizó libertades esenciales; practicó censura al pensamiento y a las ideas. Nunca tuve reparo en decirlo y lo tengo escrito en los ’80 y los ’90. Para mí era y es injustificable mantener un sistema de partido único; es un arcaísmo político, y no cambiarlo es medida de gobierno conservador; no de gobierno revolucionario.
La cuestión de la democracia en Cuba es su propio talón de Aquiles, y es lamentable que Fidel no lo comprenda.
Por eso mismo apoyar esa revolución -y defenderla frente al bloqueo, la incomprensión o ciertos apresuramientos declarativos- no debe consistir solamente en aprobar todo lo que hace o dice Fidel. Es evidente que la Revolución Cubana -con todas sus conquistas-, ha cometido errores. Muchos y profundos. Y los buenos amigos debemos decirlo, no callarlo.
Pronunciarse de este modo no es estar en contra de Fidel ni de la Revolución ni del pueblo cubano. Es estar en favor de la libertad, la cultura, el pensamiento libre, la igualdad, el desarrollo de los pueblos y la justicia social.
Porque si Cuba cae -digo, es un decir, si cae- será una catástrofe política y social americana. El derrumbe podría producir retrocesos gravísimos no sólo para Cuba sino para toda nuestra América. Basta imaginar en acción al ultraneoliberalismo más feroz e inhumano, acaso llevando al poder a ciertos sectores resentidos y reaccionarios de Miami y de Washington para hacer de Cuba un renovado paraíso de casinos, mafias y negociados.
Tengo miedo de que si Cuba cae -digo, es un decir, etcétera-, no caerá de a poco. Se puede desplomar violentamente si no hay cambios ahora; si no se dan pasos al costado y se permite que las nuevas generaciones se hagan cargo, suave y organizadamente, sin dogmatismos y con la modernidad como aliada. Con Internet libre para todos y todas, caramba, con el rock en las calles y en las plazas, y con la juventud desplazando a los burócratas del gobierno y el partido y dignificándose porque mamaron todo lo bueno de la Revolución. Y con nosotros los amigos leales, alentando y ayudando desde nuestros países.
Esa Revolución, que fue un faro, hoy es una vela que se extingue. Cuba no merece eso. Hay muchos cubanos y cubanas, revolucionarios de toda la vida, que lo advierten. Muchos intelectuales que no se quieren ir de Cuba, pero sí quieren que haya cambios.
Están cansados de limitaciones y recelos, de vigilancias y miedos. Tienen buenas razones para el miedo, y eso es un crimen de la Revolución, no de los intelectuales. Quieren la sagrada libertad de expresarse sin temores, restricciones ni censuras. No se soporta más la censura en la isla. Quieren poder reunirse, discutir libremente, ejercer el derecho a manifestarse, putear ante lo que no les gusta.
Hay una canción muy popular en la isla, hoy. La cantan miles de chicos y chicas. Dice el estribillo: “No coma más mierda, Comandante”. Pero de hecho está prohibida. Me comenta un joven cubano, hace poco y ron de por medio: “Carajo, chico, debiéramos poder cantarla con Fidel y que él mismo se riera y la coreara con nosotros”.
Me duele Cuba en mis amigos intelectuales, escritores, dramaturgos, poetas, docentes. Están por primera vez mustios, pesimistas. “Ni en los años del período especial (mediados de los ’80) sentí este escepticismo”, me confiesa otra noche un reputado cuentista habanero.
Mi voz es pequeñita, pero pienso que si acaso este texto le llegara a Fidel, y si en una de ésas él escuchara, yo también le diría: “No coma más mierda, Comandante. Antes de morirse, abra puertas y ventanas a la libertad, como hizo en el ’59. Repita su mejor obra. Ese será su bronce”.
Pienso también en el actual, pesadísimo silencio de Gabriel García Márquez, de Eduardo Galeano, de muchos y muchas intelectuales más. Pienso en el seguro silencio que haría hoy, si viviera, Julio Cortázar. Lo comento en voz alta y mis amigos me dicen: “Claro, ellos ahora no critican ni condenan, pero ya no dan su apoyo. Y tienen razón”.
Es lo que me pasa a mí, y a muchos.
El ron que compartimos nos sabe amargo, como nunca antes. Me decido a escribir esto: si Cuba cae, digo, es un decir...
Página 12, 26 de mayo de 2010.
*Mempo Giardinelli (1947) es un escritor y periodista argentino. Se exilió en México durante la dictadura militar (1976-1983). Regresó a Argentina durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. Recibió el Premio Rómulo Gallegos en 1993.
Foto: Joseph Scherschel, revista Life. Entrada del Ejército Rebelde a La Habana, enero de 1959.

viernes, 23 de julio de 2010

Martín Varsavsky y sus videos habaneros

Martin Varsavsky at Facebook by martinvarsavsky.
Por Tania Quintero
Buscando videos hechos por extranjeros en La Habana, descubrí varios con la firma "martinvars". Además de reírme con ellos, me di cuenta que detrás del aparente turista ingenuo, había una persona sagaz y bien informada.
Entonces descubrí que "martinvars" es Martin Varsavsky, argentino-español y reconocido empresario del mundo de las telecomunicaciones y los nuevos medios.
A continuación, texto que acompaña el video que al final pueden ver, uno de los cinco realizados durante su breve estancia en la capital cubana, en marzo de 2008.
"Fue mi primera visita a Cuba y probablemente no vuelva a esta hermosa isla hasta que no se produzca un cambio de régimen. Es la breve historia de un progresista argentino/español que tenía una visión de Cuba a lo Michael Moore antes de visitarla."
"Mi visión actual es que no hay progresismo en la isla, y que lo único que puede serlo es deshacerse del castrismo y abrirse al mundo como lo hicieron Hungría, la República Checa y muchos países de Europa Oriental. La otra solución, la China y la pinochetista, igual sería algo mejor que la actual, pero no mucho. Y la situación actual es realmente patética".

Foto: martinvars, Flickr

jueves, 22 de julio de 2010

"Para muchos, el hambre es una ley de la naturaleza"

Por Yolanda Monge
Se le nota relajado y sinceramente comprometido con el trabajo que hace. A pesar de tener una agenda de infarto parece disfrutar con cada minuto de entrevista y se asegura que sus ideas llegan al interlocutor -mira directamente a los ojos buscando aprobación a lo que ha dicho y esboza una tímida sonrisa. A sus 55 años, Bill Gates sigue teniendo cara de niño travieso con pecas y malas notas en el colegio. Considerado por la revista Forbes el hombre más rico del mundo entre 1995 y 2009 -a excepción de 2008, año en que estaba sólo en tercer lugar, y de éste, que le ha arrebatado el puesto el mexicano Carlos Slim-, Bill Gates siente la necesidad de devolver a la sociedad parte de lo mucho que ésta le ha dado, en millones de dólares.
Su última aportación filantrópica desde que en 2006 decidiera dedicar el total de su tiempo a la fundación que lleva su nombre y el de su esposa Melinda -en detrimento de su compañía, Microsoft- es ambiciosa y apunta a la erradicación del hambre en el mundo. Pero Gates no hace este viaje solo. Los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur y España anunciaron ayer la aportación de un total de 880 millones de dólares (algo más de 660 millones de euros) para luchar contra una lacra que, según Naciones Unidas, afectaba ya de forma crónica a más de mil millones de personas en 2009.
El marco para el anuncio no pudo ser más significativo: el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, país que ha vivido la peor crisis económica de su historia desde los años 30, pero que considera que "una economía global donde más de 1.000 millones de personas pasan hambre no es sostenible", en palabras del propio secretario del Tesoro, Tim Geithner.
Gates recibió a El País en una modesta sala frente al salón de actos en que se realizó el anuncio de la creación del Programa Global de Agricultura y Seguridad Alimentaria. Lo primero que manifiesta es su satisfacción porque España participe en el proyecto. "La presencia de España animará a otros", declara, y no se reprime al criticar la ausencia de Italia, "país en el que, por cierto, los líderes del G-8 se comprometieron a aportar hasta 22 mil millones de dólares (16.500 millones de euros) en la cumbre del año pasado en L'Aquila".
"A medida que crezca la población mundial en los próximos años y el cambio climático provoque escasez de agua que arruine las cosechas, el número de personas que no podrán acceder a alimentos básicos va a aumentar", razona Gates. "Los más pobres y los pequeños agricultores se llevarán la peor parte de esa ecuación, y ahí es donde ponemos el foco con este programa".
Según anunció el Secretario del Tesoro estadounidense, el dinero que se aporta al fondo se hace como sigue: EE. UU, 475 millones de dólares (357 millones de euros); Canadá, 230 millones (173 millones de euros); España, 95 millones (71 millones de euros) y Corea del Sur, 50 millones (38 millones de euros). La Fundación del magnate de la informática dona 30 millones de dólares (23 millones de euros).
"La historia prueba que ningún país ha salido de la pobreza sin conseguir antes que su sistema agrícola sea productivo, por lo que invertir en los pequeños agricultores es el método más efectivo de combatir el hambre", dice el hombre cuya fundación hasta la fecha ha comprometido más de 1.500 millones al desarrollo agrícola. "Pero esto es sólo un primer paso", advierte. "Otros países deben sumarse a la iniciativa y hacer sus donaciones", insiste.
Serio y concienciado del problema que enfrenta la humanidad, Gates asegura que "para mucha gente en muchos lugares, el hambre y la pobreza son como la gravedad: una ley de la naturaleza, un hecho de la vida". Y, sin embargo, en una época de abundancia y avances tecnológicos -lo dice el visionario que revolucionó el mundo del software-, la gente no tiene para comer, y eso lastra "su salud, su educación, su desarrollo".
¿Hay soluciones a tan desolador panorama? Las hay y son el objetivo del Programa Global de Desarrollo que la Fundación Bill y Melinda Gates inició en 2006. Junto a otro gran nombre asociado al dinero -mucho dinero-, Bill Gates se unió entonces a la Fundación Rockefeller para dotar a África de su propia Revolución Verde -nombre con el que se bautizó al importante incremento de la producción agrícola que se dio entre los años sesenta y ochenta como consecuencia del empleo de técnicas de producción modernas. "La solución es el desarrollo de la agricultura; lo era hace años y lo es ahora, y el mejor ejemplo es Corea del Sur (país que participa en la creación del fondo)".
Es extraño oír hablar a Gates de cultivos y técnicas de siembra. Hay que contenerse -no está dentro de la agenda, en cualquier caso- para no preguntarle su opinión sobre el nuevo juguete de Apple, -la competencia, el Ipad-, que ha revolucionando hace unas semanas el mercado de la informática. Es curioso comprobar -no podía ser de otra manera- que ninguna de las personas de su equipo de trabajo maneja un Iphone. ¡Viva la seria Blackberry!
Pero Gates es hoy un hombre con una misión muy distinta de la que inició hace 35 años cuando se mudó a Alburquerque (Nuevo México, donde nació Microsoft) para trabajar junto al recientemente fallecido H. Edward Roberts, padre inventor de los PC.
Roberts fue a contracorriente y en 1977 malvendió la empresa que fabricaba ordenadores personales por seis millones de dólares (4,5 millones de euros) para retirarse a una granja en Georgia, estudiar medicina y convertirse en médico rural. En el ejercicio de esa profesión acabó sus días -consideraba que su aportación a la sociedad había sido mayor al poder curar enfermos. Gates utiliza su fortuna multimillonaria (estimada en más de 75 mil millones de euros) para erradicar el hambre e intentar cambiar el mundo que ya en una ocasión transformó.
El País, 23 de abril de 2010.

miércoles, 21 de julio de 2010

De la felicidad guantanamera a una favela habanera

house by Jorn Ake.
Por Iván García
Toda la familia de Pedro vino huyendo del villorrio La Felicidad, en el municipio Salvador, perteneciente a la oriental provincia de Guantánamo, a mil kilómetros al este de La Habana.
En la capital, la noche se ha convertido en su mejor aliada. Y Pedro, 21 años, desempleado, lo sabe aprovechar como nadie. Vive en una choza de tablas y techo de aluminio junto a cuatro hermanos y su madre, que suele tomar alcohol filtrado con miel de pulga hasta la inconsciencia.
Siempre, que recuerde Pedro, comieron poco y mal y bebieron ron en exceso. El dinero... bien gracias. “Esos papelitos con gente pintada siempre lo hemos extrañado en nuestros bolsillos”, comenta el joven. Llegaron a la capital hace seis años, y en las afueras, bordeando la Autopista Nacional, han montado su rancho.
Son las típicas favelas locales conocidas como "llega y pon". Donde escuálidas personas, por lo general negros y mestizos sin futuro, como la familia de Pedro, arman en un santiamén un techo para dormir. Y ya en la urbe, se las apañan como pueden.
Emelina, la madre, con su pequeño pomo plástico repleto de ron casero, lo mismo vende jabas de nailon a peso, que en los alrededores de una panadería, de forma discreta oferta mantequilla o queso crema de confección artesanal.
“Al final de la jornada me busco 80 o 100 pesos, no más”, dice Emelina, una señora que dice tener 48 años, pero aparenta casi 70. El resto de sus hijos, una hembra y tres varones, a duras penas terminaron la escuela secundaria.
Maritza, 17 años, se dedica a la prostitución. Le suele sacar la mano a los vehículos que circulan a más de 100 km por hora por la Autopista. Sin alguien se detiene deseando su cuerpo delgado y provocativas tetas, entonces hay negocio. Su tarifa es fija: 40 pesos la mamada y 80 la penetración, siempre con preservativo.
Sueña con un tipo decente que la saque de su mala vida. “Quisiera comer caliente y tener un buen marido”, confiesa Maritza. Mientras llega su príncipe, todas las noches sale a putear. Lleva las uñas largas, pintadas con la bandera de Estados Unidos. “Soy puta para no morirme de hambre”, aclara con voz tenue.
Dos de sus tres hermanos varones son "fronterizos" (retrasados), pero muy trabajadores. Suelen subir palmas de hasta 20 metros de altura para desmochar las pencas. En los caseríos de los arrabales habaneros, las hojas de las palmas son bien cotizadas.
“A veces ganan hasta 500 pesos” (20 pesos cubanos convertibles), dice la madre con orgullo. Para ellos es mucha plata. El ladrón de la familia es Pedro. Junto a un par de amigos, aprovecha las noches cerradas para robar en frigoríficos estatales.
Entran por los techos y se roban varias cajas de pollo, sacos de papa o de arroz. Lo que encuentren. Con el dinero del hurto, Pedro se compra ropa de marca y calzado Nike a la moda. Su madre desconoce sus fechorías.
“Yo quiero ser distinto al resto de mi familia, tener un auto y una casa de cemento, que cuando llueva no se moje por dentro. Que no me falte el dinero y poder ir a discotecas caras y tomar cerveza de la buena”, señala Pedro con decisión.
Por eso, cuando cae las noche sin luna en los alrededores de la Autopista Nacional, Pedro sabe que esa será una noche provechosa para intentar cambiar su suerte. Aún no ha visitado la cárcel. Pero está en camino.
Foto: Jorn Ake, Flickr

martes, 20 de julio de 2010

Discusiones libres... ¡de béisbol!

Por Tania Quintero
Es la Peña del Parque Central. La tribuna abierta más popular de La Habana y de Cuba. Allí, a cualquier hora encontramos grupos de personas, hombres en su mayoría, discutiendo sobre pelota, como en Cuba llaman al béisbol. En ocasiones también sobre fútbol, pero el fuerte de ésa y otras peñas existentes en la Isla es el béisbol, el deporte nacional. Si a alguien se le ocurriera introducir un tema político, lo más probable es que sea detenido. Porque entre los tertulianos, no faltan ojos que ven y orejas que escuchan.
Foto: ojitoaqua, Panoramio

lunes, 19 de julio de 2010

Artistas de la estafa

Floridita by Steinar Johnsen.
Por Iván García
Es como una caja grande repleta de trucos. Expertos de la simulación y el timo. Maestros del pase mágico. Pillos que visten de etiqueta, con gafas Ray Ban y zapatos italianos de cuero bien lustrados. Artistas de la estafa.
Pululan por La Habana. Prometen y venden cualquier deseo o sueño. Desde una visa para Estados Unidos o un cuadro perdido de Picasso, hasta una residencia con piscina.
Conozcamos a Freddy y su banda. Viven del cuento y las historias bien narradas. Ahora mismo, sentado en la barra, tomando un daiquirí cargado con un extra de zumo de limón, Freddy relata sus hazañas.
El modo de operar de Freddy y los suyos es diverso. Poseen una colección de estrategias. Una noche cualquiera se sientan en un bar, café o restaurant por divisas y se ponen a la caza de cualquier conversación.
A vuelo de pájaro, notan que el tipo alto y repleto de músculos desea comprar una casa. Que la señora madura mira con lascivia a los muchachos esbeltos de cabellos engominados. Y la familia de la última mesa busca con desespero que le agilicen sus trámites en la embajada española para marcharse definitivamente de Cuba.
Lo estudian todo. Y cuentan con un grupo de personas bien pagadas que les ofrecen informaciones. Direcciones, teléfonos, vicios, fantasías y gustos de personas solventes, ansiosas de invertir dinero.
“Si nos enteramos que una mujer soltera, de mediana edad, con buena pasta, necesita un chico educado y culto para entretenerse en la cama, preparamos la escena para que un día coincidan en algún sitio. El joven trabajará 'la línea amorosa' y la seducirá irremediablemente”, cuenta Freddy, doctor en la ciencia de estafar incautos.
A los pocos meses, a la enamorada cuarentona le desplumarán todo su dinero, joyas o pinturas de valor. Lo que tenga. “No son pocos los casos que incluso le compran una casa o un coche al chico.
Dentro del grupo, también hay quien trabaja 'la línea gay con intelectuales'. Hay muchos maricones en el sector del arte y la cultura con billeteras abultadas. Recuerdo a un artista famoso, ya fallecido, que lo estafamos con 10 mil dólares”, apunta Freddy, quien ahora bebe con parsimonia una Coca Cola Diet.
Una buena estafa, con ganancias que superan los 5 mil pesos cubanos convertibles, dólares o euros, involucra a veces hasta siete personas. A los estafadores como Freddy se les conoce en el argot marginal con el mote de “pejeros”.
“La especialidad de la casa es hacerse amigo de un tipo con plata. Luego de un par de semanas, intimamos con el hombre. Le pagamos tragos, juergas con putas y a ratos drogas, le contamos la historia de un supuesto español, novio de una prima nuestra que se quedó corto de dinero, pues compró un lienzo de Tomás Sánchez o Wifredo Lam en 50 mil euros y sus tarjetas de crédito no funcionan en la isla, pues son de bancos americanos. El hombre anda buscando alguien que le empeñe la pintura en 15 mil pesos convertibles y a su regreso de Madrid paga 20 mil. Ya el punto (víctima) está maduro y en su deseo de ganar de manera limpia 5 mil euros, cae como un chorlito (tonto)”, confiesa Freddy risueño.
El próximo paso, según el pillo, es presentarle al "español", un cubano que imita y conoce al dedillo las maneras de hablar, vestir y comportarse de un madrileño genuino.
“Alquilamos un cuadro original de valor y se lo enseñamos. Cuando el gil (estafado) muerde, entre tragos de ron bueno sellamos el trato. En un pase de magia, hacemos un cambio y le entregamos una imitación barata de la pintura. Cuando lo descubre e intenta contactar con el amigo que le ofreció el negocio, ya nosotros borramos todas las posibles pistas y hemos desaparecido”, dice con fascinación, por su talento en al arte del timo, este hombre no muy alto, que viste de manera sobria y habla como un político en campaña electoral.
Freddy no quiere ofrecer demasiadas pistas. “Tú no tienes pinta de fiana (policía), pero si publicas todas mis artimañas me dejas sin clientes. Sólo te digo que otra vía de estafar mucho dinero es la de ofrecer una visa o una salida ilegal. No te imaginas la cantidad de pelmazos (imbéciles) que pagan dinero adelantado, por prometerles una carta de invitación a cualquier nación europea o una visa yanqui. Pero ya te he contado bastante", termina diciendo el jefe de una banda habanera de timadores.
Para tipos como Freddy, no hay nada más emocionante que estafar. No se considera un delincuente. Se cree un artista. Y de los buenos.
Foto: Steinar Johnsen, Flickr

domingo, 18 de julio de 2010

La noche de la autocrítica en la UNEAC

Berlin, 1995. Foto Laycen Chuey
Por Belkis Cuza Malé
Fue el 27 de abril de 1971. Han pasado 39 años.
Como flechazos de luz recuerdo la escena. Estoy en Miramar, en la saleta del poeta Pablo Armando Fernández. Hay otros alrededor, alguien que quizás llega y dice que las agencias de prensa ya tienen un documento que ha escrito Heberto, que la Seguridad del Estado está difundiendo en esos medios. Es un documento de autocrítica.
La luz que se filtra a través de las ventanas parece opacar mi visión. Pablo habla pero yo no entiendo nada, mueve las manos, va y se sienta en el mullido sillón. Maruja trae unas tazas con café. Yo me marchó más confusa que cuando llegué. No sé qué está pasando. No puedo imaginar de qué están hablando ahora las agencias de noticias, especialmente aquel señor corresponsal de France Press, que muchos aseguran era un colaborador de la policía cubana, el tal Chango, argentino.
En mi apartamento tengo de visita a mi amiga Elkes Arjona, va a quedarse por un día o unas horas, no lo recuerdo. Ha llegado de Santiago y está usando el pequeño cuarto de María Josefina. Es un día extraño del que vuelan los recuerdos. Anochece pronto o lo imagino así. Miro por la ventana y el hotel Saint John está a oscuras, mejor dicho, estamos a oscuras, la noche ha caído sobre La Habana, pues por extraño sortilegio, se ha producido un apagón, el primero del que se tenga noticia. La ciudad está completamente a oscuras. Luego lo veré como un símbolo de lo sucedido aquella noche.
Hace un rato, todavía con electricidad, el teniente Gutierrez, de la Seguridad del Estado, ha llamado por teléfono y dice que dentro de una media hora estará aquí y que trae a Heberto. No puedo creerlo. Treinta y seis días incomunicado en las celdas de Villamarista, y salvo los 15 minutos que me permitieron verlo el 4 de abril, no he tenido otras noticias suyas. Ahora lo traen, y de pronto recuerdo que Elkes está en casa, y que sabrá Dios qué dirán si la ven. Por eso le pido que no salga del cuarto cuando toquen a la puerta.
La ciudad, repito, está a oscuras. Súbitamente a oscuras. Camino como sonámbula por el pequeño apartamento, hasta que siento que tocan y luego de advertirle de nuevo a Elkes que permanezca encerrada, voy y abro. Ha llegado la luz como por arte de magia hace unos minutos, y allí, de nuevo, hay unos hombres extraños en la puerta.
Hombres de la Seguridad del Estado. He olvidado si el teniente Gutiérrez viene de uniforme, sólo lo recuerdo como un tipo de mediana estatura, flaco, de rostro serio, que inspiraría confianza si no fuera de la policía política. Se hacen a un lado y dejan entrar primero a Heberto. Nos abrazamos, yo con más nerviosismo que nada, incapaz de creer que al fin se haya producido el milagro y Heberto esté de regreso en casa. Gutiérrez dice algo que tiene que ver con alguna cita futura y da media vuelta, le siguen los otros y se marchan.
Lo habían traído directamente a casa desde el Hospital Militar, según me contó luego. Allí pasó las últimas dos semanas de su prisión, enfermo de los riñones, a consecuencia del pentotal que le inyectaban en las venas. Todavía lo recuerdo sacando de sus bolsillos varios pedacitos de lápices con los que, dijo, había escrito la primera versión de la autocrítica, en la Seguridad. Estaba pálido y más delgado, pero casi tranquilo.
Cuando se cierra la puerta, ya a solas, se lleva el índice a la boca y me pide silencio. Vamos en busca de un papel y usamos aquellos pedacitos de lápices. Esa noche nos escribimos como si se tratara de cartas a algún ausente. Hay que mantener la boca cerrada y comunicarnos por escrito: las paredes tienen oídos. Luego, a mi lado, allí en el sofá-cama en el que entonces dormíamos, apretados uno junto al otro, como en uno de sus poemas, nuestros cuerpos son tablas de mutua salvación.
Al otro día, temprano, lo oigo hablando en el teléfono con María Luisa, la esposa de Lezama, y luego de una breve conversación con el autor de Paradiso, se dirige a la casa de Trocadero. Va a explicarle lo que ha pasado y lo que sucederá esa noche en la UNEAC: pero no hay necesidad de convencerlo, porque Lezama comprendió al instante lo que la Seguridad del Estado había tramado.
Sobre las siete de la tarde vamos ya en camino a la sede de la UNEAC, no lejos de nuestro apartamento en O y Humboldt. No sé en qué tiempo, ni cómo, pero Heberto ha informado también ese mismo día a los poetas Pablo Armando Fernández, César López y Manuel Díaz Martínez de la situación y de lo que la Seguridad exigía a cambio de no proseguir la cacería de brujas contra ellos. El precio: la autocrítica.
Mientras atravesábamos en diagonal el parque de H, le digo que yo también quiero hablar, que voy a hacerlo. Pero me dice que no, que de ningún modo. Al final cede ante mi insistencia y soy yo, no él, quien decide que debo ser incluida en la autocrítica.
Subimos los amplios escalones de la mansión: en la puerta, lista en mano, un empleado de la UNEAC se encargaba de chequear a los que iban llegando. Sólo ciento cincuenta miembros habían sido "invitados" al espectáculo de degradación de aquella noche. Espectáculo único que pasaría a la historia como capítulo central del "Caso Padilla".
La sala Martínez Villena -que hacía las veces de galería de arte, y que en tiempos de Gelats era el garaje, con apartamento de servidumbre en lo alto- estaba repleta. Pero en medio de los escritores y artistas que parecían clavados ya a sus sillas, se movían unos extraños personajes, de traje y corbata, y cuyos rostros conocía de sobra, los policías de la Seguridad del Estado. Las cámaras de cine del ICAIC ya estaban debidamente situadas frente a una mesa a la entrada, de espalda al jardín, mientras el público ocupaba el resto del salón, como en un teatro.
Sereno, como calculando lo que pronto sucedería y que él parecía conocer al dedillo, Heberto permanecía a mi lado, mientras se abría el espectáculo con las palabras de José Antonio Portuondo, excusando a Nicolás Guillén por no sé qué enfermedad. Era obvio que Nicolás no deseaba estar presente, y que debía tenerle miedo a la Historia. Portuondo, por su parte, carecía de escrúpulos al asumir su papel de presentador, en calidad de vice presidente de la UNEAC.
El antiguo rector de la Universidad de Oriente, y promotor de un grupo de jóvenes poetas de la provincia, entre los que me encontraba, había sido también mi profesor de Estética en la Universidad de La Habana. A pesar de ser un viejo marxista, tenía aspecto y maneras de burgués, siempre vestido con elegancia, al igual que su esposa, una señora de porte distinguido a quien recuerdo en su casa de Vista Alegre, rodeada de comodidades y cierto lujo.
Cuando Heberto tomó la palabra, un extraño silencio estremeció la sala, como si las víctimas de los Procesos de Moscú revoletearan en el techo, pero pronto dominó la escena con su fabulosa capacidad de improvisación. Las cámaras del ICAIC lo seguían como espías malévolos; los agentes secretos de la Seguridad no le quitaban los ojos de encima.
Heberto hablaba sin necesidad de echar mano a papeles o a guía alguna. Parecía un actor repitiendo un texto previamente aprendido. Se repetía a sí mismo. Repetía, con pelos y señales, el libreto previamente escrito en la Seguridad del Estado y que sus carceleros habían aprobado, luego de tachar y corregirle ciertas líneas. Incluso leyó un poema escrito en prisión, dijo él, en homenaje a la primavera.
Un poema absurdo que era parte del espectáculo. El tono de la autocrítica era de por sí una denuncia al totalitarismo, a la dictadura. Una acusación que cualquiera podía ver a simple vista. Una trampa, en que Heberto hizo caer al propio Fidel Castro.
Si alguien duda de las verdaderas intenciones de su autocrítica, debería detenerse y analizar a fondo todo lo allí dicho, y leer entre líneas, porque incluso tuvo la habilidad de dejar bien claro el papel de informante de la Seguridad que había jugado Norberto Fuentes en aquello. Tres días antes de nuestra detención, Norberto -que no era amigo de Heberto, sino mío- se había presentado en nuestro apartamento con el pretexto de hablarle de la situación en torno al fotógrafo francés Pierre Golendorf, detenido recientemente. Y luego de tres días de conversaciones, el viernes 19 de marzo, también se apareció en el Hotel Riviera, donde Saverio Tuttino, corresponsal italiano de la Unitá, se había citado con Heberto y Jorge Edwards para despedirse.
Pablo Armando Fernández, César López, yo y Manuel Díaz Martínez, fuimos ocupando uno a uno el banquillo de los autocriticados. ¿Qué dije? Ya ni lo recuerdo, pero sí que me acusaba a mí misma de hablar mal del gobierno y ser una desafecta y una malagradecida, incapaz de ver todo lo que, como escritora y ser humano, le debía a la Revolución, y cómo había yo influido negativamente en Heberto.
Todavía resuena en mis oidos la voz del poeta haitiano René Depestre, su español afrancesado, lleno de emoción, quien entre incrédulo y asombrado, con auténtico candor, se pone de pie y saluda. ¿Cómo no iba Depestre a reconocer la farsa? La respuesta la da cuando poco tiempo después se marcha de Cuba para no volver jamás.
Las luces se van apagando, los "actores" reciben abrazos, saludos, confraternización, como si allí no hubiera pasado nada, como si las aguas bautismales nos hubieran librado para siempre del pecado cometido contra la Revolución.
Los policías se escurren entre la multitud, y el ICAIC recoge sus cámaras y artefactos y se marchan todos. Santiago Alvarez, director del Noticiero ICAIC, lleva bajo el brazo la cinta maldita de la grabación. Fidel Castro lo espera impaciente en su despacho para verla. Al menos, piensa, ha conseguido humillar a Heberto, hacerle que se trague sus propias palabras, y avergonzarnos al resto.
Pero días después la respuesta de los intelectuales europeos y latinoamericanos más importantes de la época, desde Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, hasta el propio García Márquez, lo hizo despertar de su sueño. La autocrítica de Heberto Padilla se había convertido en un boomerang , y dañaría para siempre la imagen de la Revolución en el mundo.
Publicado en el blog de la autora. Foto de Laycen Chuey, Berlin 1975, tomada del blog de Zoé Valdés.

sábado, 17 de julio de 2010

Puig y los hombres

Por Raúl Rivero
Lo vi allí, sentado en un sofá, enorme y tranquilo, enredado en una historia de final abierto. Él la filmaba, plano por plano, con una cámara invisible que tenía en las manos. Enfocaba al techo y luego bajaba hasta una cama que debía de estar donde estaba la mesa de centro, dos búcaros, unos libros y un portarretrato con la foto de Lola en Alicante. «Está enfermo de irrealidad», me dijo el cineasta Orlando Jiménez Leal, «Germán Puig tiene el síndrome de Stendhal y le dan vahídos y sirimbas por sobredosis de belleza».
Nadie lo interrumpió durante esa filmación que convirtió en un estudio la sala de la casa madrileña de Jiménez Leal y Lola, su mujer. Le dejamos que pusiera el letrero de «Fin» y regresara, muy cansado, a su vaso y a la noche de España, a la espesura real y amable donde un grupo de amigos había ido a ver en persona, a disfrutar, a escuchar, a tocar a ese gozador cubano de la imagen y de la vida.
Germán Puig nació en Sagua la Grande (1928), un pueblo de la costa norte de Cuba en el que debió de jugar a béisbol en una esquina con Wifredo Lam. Estudió pintura y escultura en La Habana, ciudad donde halló, además, unos hombres cercanos que le han acompañado siempre: Guillermo Cabrera Infante, Néstor Almendros, Edmundo Desnoes, Carlos Franqui y Ramoncito Suárez.
Fundó la Cinemateca de Cuba y filmó los cortometrajes Sarna, El visitante y Carta a una madre. Se fue a París a estudiar Artes Visuales y se hizo compañero de todo el mundo. Sólo que su viaje no tenía el futuro y la modernidad como destino. Puig buscaba al hombre. Sus esencias y su pureza.
Lo supieron quienes lo comprendieron y le apreciaron siempre. Personas como Henri Langlois, Manolo Altolaguirre, Susan Sontag, Octavio Paz, Man Ray y José Bergamín.
Puig vivió en España en los 60, pero regresó a Francia asfixiado por el franquismo. Después volvió y vive, armado siempre con cámaras reales o imaginarias, en la ciudad de Barcelona. La película de su vida está inconclusa y sin editar en su cabeza blanca.
La escritora mexicana Elena Garro lo quiso mucho. Ella dejó escrita esta nota sobre el trabajo de Puig como retratista del desnudo masculino: «Él busca al hombre. Lo despoja de sus atributos modernos, de sus harapos, para esculpirlo con su lente. Y lo esculpe con sus músculos, nervios y arterias a flor de piel. Sus fotografías están más cerca de la escultura que de la fotografía».
Foto: Germán Puig

viernes, 16 de julio de 2010

Canciones por monedas

Musicos Callejeros by alOndrita!.
Por Iván García
Norberto Serrano, 77 años, guitarra en mano, gasta a diario la suela de sus zapatos, caminando por todos los tenderetes, cafetines y restaurantes de la Habana colonial.
Hoy tampoco fue su día de suerte. Intenta ganar moneda dura cantando viejas canciones cubanas a los plácidos turistas de paso por las empedradas calles de la parte antigua de la ciudad.
Sentado al pie de la escalera, en la Catedral de La Habana, ve a una pareja de españoles con sombreros blancos y camisetas del Che Guevara que se aprestan almorzar en un restaurante, a cielo abierto que colinda con la iglesia. Hacia allí se dirige.
Sin que los ibéricos se lo pidan, rompe el concierto. Desde Rosa de Francia y Veinte años, de María Teresa Vera, hasta el gastado Chan Chan del mítico Compay Segundo.
La pareja lo escucha de mala gana y le da a la carrera unas monedas. “Tío, estamos para otra onda”, y le piden que se marche.
El viejo Norberto vive de hacer "sopa" (cantar) mientras los turistas comen. Está de moda en cafés y restaurantes de toda la isla, que grupos musicales, contratados por firmas estatales, amenicen la velada cantando guarachas o canciones a pedido de los comensales.
También existe una legión extensa como Norberto Serrano, que por su cuenta interpretan canciones tradicionales a los forasteros. Músico desde hace 60 años, Serrano conoció al fabuloso Ibrahim Ferrer en sus años de limpiabotas y descargas musicales en los bares inmundos de la Habana Vieja.
“No se pagaba con dinero. Al terminar la canción, un borracho amable nos pagaba un doble de ron. Cuanto trabajo pasamos todos, Compay Segundo, Ibrahim, Pío Leyva, Cotán y el Albino, glorias de la música cubana que estábamos en el olvido”, cuenta el viejo músico en una tarde plomiza y de poco trabajo.
Aún en su memoria tiene grabada una mañana del año 2000, cuando Ibrahim Ferrer se apareció en su casa manejando un auto de estreno y le dijo "Norberto, hoy tu y yo vamos a ser los reyes de La Habana. Cenamos como príncipes y tomamos a lo grande. Ibrahim me contó la historia de Win Wender y el Buena Vista Social Club. Me dijo que le había hecho un altar al alemán, con tabaco y todo”, narra el músico, a quien le apasiona contar historias.
“Ibrahim Ferrer me dejó 120 dólares y me consiguió un trabajito, cantando guarachas en un centro nocturno. Que Dios lo tenga en la gloria", se persigna y agrega: "A decir verdad, la vida de los músicos cubanos siempre fue difícil, ahora y antes de Fidel Castro. Por cada uno que triunfa, cientos vagamos en la miseria”.
Empieza a caer un aguacero de espanto. El viejo músico se guarece en un café atestado de turistas. Se acerca a una mesa y empieza a cantar con su voz gastada, pero afinada y rítmica, un bolero de Olga Guillot. Los suecos le dicen que se marche.
En otra mesa le piden una canción de Nat King Cole. En un inglés chamuscado entona Unforgetable. Le dan un peso cubano convertible. Unos cubanoamericanos, lo llaman para que cante boleros de Blanca Rosa Gil y Ñico Membiela, pero justo en ese momento el gerente del lugar lo despide: “Viejo, no te quiero aquí, que tú no tienes papeles, cabrón”.
Norberto Serrano se va con su música a otra parte. Tras 9 horas desandando la parte antigua de La Habana, llega a su habitación en una cuartería en el barrio negro y marginal de Belén, con 4 pesos cubanos convertibles.
“Al menos mañana podre comprar un litro de aceite”, señala optimista. Pero no lo está. Uno de sus hijos se encuentra en prisión por muchos años. Y la hembra, en quien él y su esposa tenían depositada sus esperanzas, se marchó a Roma con un italiano y hace tiempo no saben de ella.
Cansado, lanza su guayabera empercudida a un cesto de ropa sucia y se tira en la cama junto a su señora, a ver un culebrón brasileño. A los pocos minutos empieza a roncar. “Mañana, si Dios quiere, puede que la suerte sea otra”, dice su esposa, mientras le coloca unos fomentos de agua fría en los pies. Hoy no la hubo.
Foto: alOndrita, Flickr

jueves, 15 de julio de 2010

"A Fidel Castro le fascinaban mis manos"

Por Valeria Perasso
Pasó 35 años trabajando para la Revolución Cubana y luego 15 como disidente en su propia tierra. Ahora, la médica Hilda Molina decidió poner en letra impresa esos 50 años de historia.
A los 66 años, esta neurocirujana -convertida en una de las voces de la disidencia- publicó la autobiografía Mi verdad, que presentó en la 36º Feria del Libro de Buenos Aires.
Hasta esta ciudad llegó hace diez meses, después de que el gobierno de La Habana le concediera, con la mediación de las autoridades argentinas, un permiso de viaje postergado por una década y media para reencontrarse con su hijo Roberto y verles las caras por primera vez a sus dos nietos, de 13 y 8 años.
"Si alguien me pidiera una definición de mí misma, le diría… yo soy madre y médico, vehementemente madre y médico", escribió la mujer en sus memorias.
Lo repite en su diálogo con BBC Mundo: en su hablar pausado pero firme, con adjetivación profusa y algún modismo porteño recientemente adoptado, dice que el libro es una manera de honrar a ese hijo al que tardó en seguirle los pasos hacia el exilio.
En Cuba, Molina fue fundadora y directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), uno de los institutos de investigación más prestigiosos del régimen del ex presidente Fidel Castro. También fue militante y diputada a la Asamblea del Poder Popular hasta 1994, cuando decidió romper lazos con el gobierno.
"Una de las mayores traiciones al pueblo era la entonces incipiente discriminación de los enfermos cubanos en relación con los extranjeros, pues los mejores centros de salud estaban destinados a los pacientes de otras nacionalidades", expresa la médica, a modo de justificación para aquella ruptura.

¿En su libro quiso revelar secretos del sistema de salud cubano?
-Bueno, cuando yo estudié medicina, el cubano era un sistema de salud de excelencia. Los médicos y enfermeros siguen siendo excelentes, pero la degradación que ha sufrido es producto de la corrupción y el agotamiento de la sociedad. Hay lugares en la isla donde faltan especialistas, porque están por Venezuela, por Bolivia…
¿Relaciona la crisis en el sistema de salud con lo que llama "exportación" de médicos?
-Mire, yo, con mis 66 años, si tuviera que ir mañana a un lugar donde hiciera falta, iría feliz. Pero no es honrado lo que están haciendo con las misiones. Estuve en Argelia y fui engañada, no me dijeron que el gobierno recibiría divisas a cambio del trabajo de médicos en condiciones precarias. Creo que las misiones internacionalistas deben ser voluntarias, el gobierno no puede mandar contingentes a su nombre y usarlos de propaganda.
¿Qué busca con el libro?
-La necesidad de escribirlo surgió en 1994, cuando me estaba despidiendo de mi hijo que se iba a Japón a un entrenamiento y yo tenía un plan para que no regresara. Estaba ya en una gran pelea con el gobierno, iba a renunciar y comenzaba otra etapa enfrentada al sistema. Empecé a escribir porque creía que se debía contar cómo se vive en un sistema de corte estalinista aún cuando tú crees en él, cuando tú lo sirves, cuando dicen que eres una persona importante.
¿Por qué eligió quedarse si tuvo, como usted cuenta, muchas oportunidades de salir?
-Llevo dentro de mí el peso de haber servido a un sistema malo. Por eso es que renuncié en Cuba y no me fui, pese a que como científica me ofrecieron contratos en el exterior. Sentía que era un deber moral: allí mismo donde lo serví, allí mismo debía renunciar.
¿Parte de esa decisión estuvo disparada por su regreso al catolicismo?
-Sí, yo nací en una cuna católica, con una madre que nunca se apartó de la religión, y me fui detrás de un sistema ateo. Ese también es un error que quería enfrentar públicamente.
También se apartó de las ideas de izquierda, con las que comulgó desde el inicio de la Revolución…
-No estoy criticando el pensamiento de izquierda ni alabando el de derecha, no me siento vinculada a ninguna ideología. Creo que soy totalmente inmanejable por los políticos y los ideólogos (risas). Lo que no entiendo es por qué me tienen que insultar por estar en disidencia con un sistema que viví desde adentro.
¿Cree que hay una mirada romántica de la situación en Cuba?
-Sí, horrible. Pero no es sólo en Argentina sino en todo el mundo. Podría haber sido una revolución preciosa, porque Fidel Castro tiene el carisma y la inteligencia, y tuvo consigo al pueblo completo. Y así lo ve la gente todavía: no pueden ver que eso transmutó en otra cosa y que no es normal que un gobierno se mantenga en el poder por 50 años y nadie pueda criticarlo sin pasar a ser gusano, apátrida, pagado por el imperialismo…
¿Qué logros le reconoce a la Revolución?
-Hay cosas que a mí me han hecho sentir orgullosa, como la campaña de alfabetización. No tengo dudas de que el gobierno la hizo con fines políticos, pero ¿qué importa si eso sirve para que un pueblo entero aprenda a leer y escribir?
En el libro usted cuenta que pasó horas marchando y haciendo entrenamiento militar, pese a ser médica, y que eso fue una pérdida de tiempo. ¿De qué otras cosas se arrepiente?
-Las reuniones del partido me pesan. Perdí tantas horas en ese dogmatismo, en ese discurseo que no benefició a nadie.
En "Mi verdad", Molina dedica un capítulo entero al hombre que marcó los destinos de su patria, pero también los suyos: Fidel Castro. Ella era "una bonita", según acepta que decían los demás, y tenía trato directo con el entonces presidente de la isla, quien la llamaba personalmente por teléfono y estaba al tanto de su tarea pionera en la introducción de tratamientos neurológicos desarrollados en el extranjero.
"A mí Fidel mismo me prometió ayuda. Pero en el CIREN cada vez había más demanda de camas para extranjeros y menos para cubanos. Se lo dije y él prometió hacer algo, pero pasó el tiempo y nada, No sé por qué. Quizás es que las dictaduras son así, quizás le preocupaba que yo fuera tan polémica, quizás fue despecho, no sé."
También se hablo de cierta atracción e incluso romance…
-Sí, yo lo cuento en el libro. No hubo acoso ni nada, pero teníamos una relación amistosa, confidencial y él conmigo se mostraba tímido y hasta torpe. Me decía que le gustaba mucho mi perfume. ¡En un sistema en que el perfume había sido tan denostado porque decían que era burgués! A mí me decían "qué lástima, tan trabajadora, que te queden rasgos burgueses". Pero a él le gustaba mi perfume.
-Y tenía una fascinación por mis manos. No sé si por manos de cirujana o manos de mujer. Nunca me dijo nada, porque yo no le di espacio. Si hubiera avanzado hubiera sido muy difícil, porque yo le hubiera dicho que no y a Fidel Castro no se le puede decir que no.
¿Qué opina de Fidel Castro hoy?
-El ser humano necesita de íconos y Fidel se ha vendido como un ícono al mundo exterior. Es muy difícil enfrentarse al marketing del gobierno cubano, y no puede ser que todos los disidentes sean demonizados y opinar en contra implique terminar en la cárcel.
Sin embargo, estando allí usted hizo declaraciones duras, incluso llamó "verdugo" a Fidel Castro, y no sufrió lo que otros…
-Porque yo me movía en el mundo de la ciencia y era conocida en la comunidad internacional. Pero además, porque el gobierno cubano sabe exactamente qué castigo imponerle a cada persona: yo le di las armas para que me aplicaran la peor de las condenas, que era separarme de mi hijo. Promoví que mi hijo se fuera y Fidel mismo aseguró que yo nunca más iba a volver a verlo.
¿Qué piensa del gobierno de Raúl Castro?
-Fidel sigue gobernando Cuba, enfermo y mayor como está. Es muy, muy inteligente. Raúl es el segundo hombre de medio siglo de la Revolución, pero no tiene capacidad de acción. Nos ilusionamos, pero nada cambió como esperábamos.
Hubo algunos signos de cambio…
-Lo que hicieron fue vender celulares, computadoras, dejar a los cubanos entrar a los hoteles, prohibiciones que eran ridículas. No soy analista política, pero Raúl quiere llevar a Cuba por el camino de China, abriendo un poco más la economía para que el pueblo no siga asfixiado, pero Fidel no lo ha dejado.
¿Cree que la muerte de Fidel, cuando ocurra, marcará un punto de inflexión?
-A mí me preocupa Cuba por la devastación espiritual, no por la cuestión económica, porque eso puede arreglarse en un tiempo con un equipo de buenos economistas. Pero la marca de este régimen en la sociedad no se irá con Fidel, a mí me parece que no. No sé cuánto tardará.
¿Quiere volver?
-El sueño es regresar con mi madre (de 91 años, vive con ella en Buenos Aires). Quiero vivir en mi país y volver a ejercer la medicina con mis compatriotas. Si pudiera viajar con ella volvería, incluso con Raúl en el gobierno. Pero me gustaría poder salir a visitar a mis nietos cuando quiera.
BBC/Argentina, 30 de julio de 2010

miércoles, 14 de julio de 2010

Matrona de lujo

Por Iván García
Parece una abuela buena. Pasa de los 50 y viste como una monja de convento, con ropas holgadas y poco llamativas. Se llama Ileana y es una lesbiana pura y dura.
Su negocio es la prostitución. Anda con una carpeta de cuero negro, y a extranjeros deseosos de juerga o cubanos con dinero y pasados de tragos, que ella intuye buscan una noche caliente, se le acerca educadamente y les ofrece sus servicios.
De la carpeta de cuero negro, despacio, mirando ambos lados y cuidándose de gente indiscreta, saca un álbum de fotos brillantes, tiradas sin dudas por un profesional de la cámara, donde una legión de chicas o chicos, según la preferencia sexual, miran con voluptuosidad, escasos de ropa y en poses provocativas.
En su catálogo, la abuela-matrona tiene de todo. Rubias, trigueñas, mulatas y negras. “Son muy jóvenes, mi hijo, pero si las quieres de 12 o 13 años, tendrás que pagar más”, dice Ileana en tono maternal.
La matrona va cantando en voz baja los precios. “Una noche 20 pesos convertibles, dos lesbianas, veinte por cabeza. Lo que tengo es de primera, niñas recatadas que no son putas a tiempo completo, algunas estudiantes”, aclara mientras detalla la calidad de su mercancía.
Los usuarios van a casas de citas discretas y elegantes donde se vende bebida buena y ofrecen un plato para "picar" (tapa o canapé). La muchacha escogida te espera. Luego de tomar un trago de ron fuerte o un par de cervezas con ella, pasan a una habitación climatizada, con televisor y música indirecta.
Algunos clientes tienen sus fantasías. “Mientras no le den golpes a mis niñas, cualquier cosa. A un buen usuario le gusta las jóvenes vestidas con uniforme escolar, de aeromoza o policía. Pasé un trabajo de mil demonios para conseguir un uniforme de azafata y otro de policía", cuenta la experimentada matrona.
“Fui una puta de lujo. Quiero que mis muchachas sigan mis pasos. Siempre les inculco mis reglas. Tu puedes ser la persona más depravada del mundo, pero no debes aparentarlo. Hay que respetar las normas sociales”, observa Ileana.
Hace 15 años vive con su pareja, una negra descomunal y callada que sólo abre la boca para servir a su concubina.
“Mi deseo es que las jóvenes hagan dinero y dejen la mala vida. Les aconsejo que nunca tengan un chulo, y si se enamoran, que se casen y hagan una vida de familia. No las maltrato. Soy una persona honesta. Debajo de esta blusa se esconde un buen corazón incapaz de hacer daño”, señala con su hablar pausado y refinado.
A la pregunta de por qué se dedica al sucio negocio de la prostitución medita un par de minutos. “Por necesidad. Tengo que vivir de alguna forma. Es lo único que sé hacer”, confiesa. Y propone a una rubia opulenta que con una sonrisa a lo Marylin Monroe, observa desde el minucioso catálogo fotográfico de la abuela que parece buena.

martes, 13 de julio de 2010

Caminata por La Víbora

VISTA DE LA CASA DE LA CULTURA
Por Tania Quintero
Gracias a ojitoaqua, habano, becario y roberto lam, quienes han subido a Panoramio montones de fotos de La Habana y del municipio 10 de Octubre, he podido hacer este recorrido digital -y gratuito- por La Víbora, barrio donde reside desde febrero de 1979 a noviembre de 2003. La foto inicial es de la antigua Clínica Lourdes, hoy Casa de la Cultura, en Calzada de 10 de Octubre y Carmen, en la esquina de la casa donde vivía.
CALLE PARRAGA Y VISTA ALEGRE
Costado del antiguo Instituto de la Víbora, en Párraga entre Carmen y Vista Alegre. Una cuadra
más abajo se encuentra el policlínico-hospital Luis de la Puente Uceda.
SANTA CATALINA Y PARRAGA
Santa Catalina y Párraga. A la derecha, la parada
de la ruta 37. A la izquierda, tienda de artesanías por divisas. Enfrente, el cine Alameda. Por esa esquina
doblábamos cada vez que llevábamos a mi nieta mayor a su círculo infantil, Los bomberitos.
CINE ALAMEDA
Se le han caído las letras, pero es el cine Alameda, en Santa Catalina, a una cuadra de la Calzada de 10 de Octubre. Como era el más cercano a mi domicilio, era a donde iba a ver los estrenos de la cartelera semanal o del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
ACOSTA Y AGUSTINA
Acosta y Agustina. En esa casona radica la dirección del INDER de la provincia Habana, donde mi hija
trabajaba. Unos metros hacia la izquierda, en Agustina y San Miguel, queda un asilo de ancianos que nada tiene que ver con el Hogar del Veterano existente en el mismo lugar antes de 1959.
VISTA CURIOSA DE UNA CASA DE 10 DE OCTUBRE ,REVOLUCION Y ACOSTA 2
Cerca de allí, en la calle Revolución, se puede ver esta casa bastante original.
PARQUE CORDOBA 6
Situado a las puertas del Reparto Sevillano, actualmente del Parque Córdoba salen ómnibus que se identifican con la letra P y un número.
PARQUE INFANTIL MONACO O CANDADO PARK DEL MONACO
Parque infantil de El Mónaco, al lado del cine del mismo nombre, y que en realidad ya no pertence
a la barriada de La Víbora. Colinda con los repartos Sevillano, Casino Deportivo y Santo Suárez.
A este parque muchas veces fue mi nieta mayor y ahora los fines de semana suelen llevar a mi nieta menor, pues queda cerca de su casa.

lunes, 12 de julio de 2010

Historias del barrio

ESQUINA DE SAN LAZARO Y CARMEN
Por Iván García
Miguel era un tipo callado y triste. Una noche cualquiera se fue en una balsa de madera forrada de goma y un pequeño motor casero que lo impulso mar adentro hacia el Estrecho de la Florida. Nunca más se supo de él.
La madre se resiste a creer que murió devorado por tiburones hambrientos e implacables. La anciana desvaría con la idea de que su hijo es un tipo de éxito en Brooklyn y que está a la espera de comprar una casa grande con porche de madera en las afueras de Nueva York, para reclamarla y llevársela rumbo al norte, rodeados de progreso.
Mientras la madre de Miguel espera a cada minuto la llamada telefónica de su hijo que le confirme su peregrina teoría, Adela, la vecina del frente, antigua funcionaria estatal que trabajó en el grupo de apoyo al comandante, repara su casa con los benditos euros que le envía generosamente su hija Rosa desde España.
Luis es el bobo del barrio. Se levanta mucho antes de que el sol caliente para comprarle el pan a medio vecindario. Es un comodín. Un hombre multiuso. Chapea bajo un sol africano los canteros desbordados de yerbas de la cuadra. Nunca dice que no. Jamás se cansa. No cuestiona nada. Al tonto sólo le interesa comer abundantemente y esperar la caída de la tarde, para ver desde la ventana del cuarto la espléndida desnudez de su vecina Sheila.
Si el bueno de Luis está atrapado en un aburrido y cotidiano circulo vicioso, qué decir de René, el chico malo del barrio. Tiene malas entrañas. Ni los vecinos más viejos recuerdan quiénes fueron sus progenitores.
Por supuesto, René no vino de otro planeta. El policía de la zona asegura que su madre era una mulata terrible, de caderas anchas, nalgas bestiales y ojazos que electrocutaban. Jura el policía que no habido hembra mejor en el barrio.
Huyó cuando la estampida del Mariel en 1980. Abandonando a su hijo y a los suyos. Se rumora que murió en una gresca en un gueto negro al norte de Miami. Otros afirman que fue ejecutada en la silla eléctrica por asesinato múltiple.
Sea lo que sea, su hijo René porta los genes de un demonio. Abusador, sodomita, ladrón y sinvergüenza. De sus 38 años ha cumplido la mitad en prisión. Desde niño se ha dedicado a hacer daño al prójimo.
Si el tipo maldito es René, la heroína del barrio es Marlen. Una ex fiscal obediente y dura que aplicaba con rigor las leyes revolucionarias. Fidel Castro era su ídolo y Che Guevara su sentido de la vida.
Un día, a la salida del Tribunal, un belga le dio un aventón en su auto y cuadras después ya se besaban con desespero y frescura. La ex fiscal cree que fue amor a primera vista. Las alcahuetas del barrio dicen por lo bajo que el flamenco europeo tiene tanto dinero que a ratos prende los habanos con billetes de 100 euros.
Pero no seamos mal pensados. El amor existe. Al igual que la suerte. Pregúntenle a Dania. Una mucama honrada de un hotel cinco estrellas. Fue noticia durante tres minutos en una televisora provincial. Una noche, en el rellano de la escalera, se encontró una mochila con 64 mil dólares, cientos de euros y casi mil libras inglesas.
La honrada Dania no se lo pensó dos veces. Fue corriendo a la oficina de un azorado gerente que le dio unas palmaditas en la espalda y un diploma. Y hasta luego, camarada.
Seis edificios y doce casas conforman mi barrio. Gente buena, mala y regular. Honesta a prueba de bomba como Dania. Degenerado al estilo de René. Enamorada y dichosa como la fiscal Marlen. Chismosos como Omara y su esposo Evaristo. Decepcionada de los Castro como Adela. Tarado y noble como Luis.
Y una madre que no pierde la esperanza que su único hijo la llame por teléfono desde Estados Unidos para decirle que todo está OK. Y prepare con premura las maletas para mudarse a una casa grande con porche de madera en las afueras de Nueva York.
Foto: ojitoaqua, Panoramio. Vieja casa en Carmen y San Lázaro, en La Víbora, Ciudad de La Habana.