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lunes, 12 de julio de 2010

Historias del barrio

ESQUINA DE SAN LAZARO Y CARMEN
Por Iván García
Miguel era un tipo callado y triste. Una noche cualquiera se fue en una balsa de madera forrada de goma y un pequeño motor casero que lo impulso mar adentro hacia el Estrecho de la Florida. Nunca más se supo de él.
La madre se resiste a creer que murió devorado por tiburones hambrientos e implacables. La anciana desvaría con la idea de que su hijo es un tipo de éxito en Brooklyn y que está a la espera de comprar una casa grande con porche de madera en las afueras de Nueva York, para reclamarla y llevársela rumbo al norte, rodeados de progreso.
Mientras la madre de Miguel espera a cada minuto la llamada telefónica de su hijo que le confirme su peregrina teoría, Adela, la vecina del frente, antigua funcionaria estatal que trabajó en el grupo de apoyo al comandante, repara su casa con los benditos euros que le envía generosamente su hija Rosa desde España.
Luis es el bobo del barrio. Se levanta mucho antes de que el sol caliente para comprarle el pan a medio vecindario. Es un comodín. Un hombre multiuso. Chapea bajo un sol africano los canteros desbordados de yerbas de la cuadra. Nunca dice que no. Jamás se cansa. No cuestiona nada. Al tonto sólo le interesa comer abundantemente y esperar la caída de la tarde, para ver desde la ventana del cuarto la espléndida desnudez de su vecina Sheila.
Si el bueno de Luis está atrapado en un aburrido y cotidiano circulo vicioso, qué decir de René, el chico malo del barrio. Tiene malas entrañas. Ni los vecinos más viejos recuerdan quiénes fueron sus progenitores.
Por supuesto, René no vino de otro planeta. El policía de la zona asegura que su madre era una mulata terrible, de caderas anchas, nalgas bestiales y ojazos que electrocutaban. Jura el policía que no habido hembra mejor en el barrio.
Huyó cuando la estampida del Mariel en 1980. Abandonando a su hijo y a los suyos. Se rumora que murió en una gresca en un gueto negro al norte de Miami. Otros afirman que fue ejecutada en la silla eléctrica por asesinato múltiple.
Sea lo que sea, su hijo René porta los genes de un demonio. Abusador, sodomita, ladrón y sinvergüenza. De sus 38 años ha cumplido la mitad en prisión. Desde niño se ha dedicado a hacer daño al prójimo.
Si el tipo maldito es René, la heroína del barrio es Marlen. Una ex fiscal obediente y dura que aplicaba con rigor las leyes revolucionarias. Fidel Castro era su ídolo y Che Guevara su sentido de la vida.
Un día, a la salida del Tribunal, un belga le dio un aventón en su auto y cuadras después ya se besaban con desespero y frescura. La ex fiscal cree que fue amor a primera vista. Las alcahuetas del barrio dicen por lo bajo que el flamenco europeo tiene tanto dinero que a ratos prende los habanos con billetes de 100 euros.
Pero no seamos mal pensados. El amor existe. Al igual que la suerte. Pregúntenle a Dania. Una mucama honrada de un hotel cinco estrellas. Fue noticia durante tres minutos en una televisora provincial. Una noche, en el rellano de la escalera, se encontró una mochila con 64 mil dólares, cientos de euros y casi mil libras inglesas.
La honrada Dania no se lo pensó dos veces. Fue corriendo a la oficina de un azorado gerente que le dio unas palmaditas en la espalda y un diploma. Y hasta luego, camarada.
Seis edificios y doce casas conforman mi barrio. Gente buena, mala y regular. Honesta a prueba de bomba como Dania. Degenerado al estilo de René. Enamorada y dichosa como la fiscal Marlen. Chismosos como Omara y su esposo Evaristo. Decepcionada de los Castro como Adela. Tarado y noble como Luis.
Y una madre que no pierde la esperanza que su único hijo la llame por teléfono desde Estados Unidos para decirle que todo está OK. Y prepare con premura las maletas para mudarse a una casa grande con porche de madera en las afueras de Nueva York.
Foto: ojitoaqua, Panoramio. Vieja casa en Carmen y San Lázaro, en La Víbora, Ciudad de La Habana.

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