Por Valeria Perasso
Pasó 35 años trabajando para la Revolución Cubana y luego 15 como disidente en su propia tierra. Ahora, la médica Hilda Molina decidió poner en letra impresa esos 50 años de historia.
A los 66 años, esta neurocirujana -convertida en una de las voces de la disidencia- publicó la autobiografía Mi verdad, que presentó en la 36º Feria del Libro de Buenos Aires.
Hasta esta ciudad llegó hace diez meses, después de que el gobierno de La Habana le concediera, con la mediación de las autoridades argentinas, un permiso de viaje postergado por una década y media para reencontrarse con su hijo Roberto y verles las caras por primera vez a sus dos nietos, de 13 y 8 años.
"Si alguien me pidiera una definición de mí misma, le diría… yo soy madre y médico, vehementemente madre y médico", escribió la mujer en sus memorias.
Lo repite en su diálogo con BBC Mundo: en su hablar pausado pero firme, con adjetivación profusa y algún modismo porteño recientemente adoptado, dice que el libro es una manera de honrar a ese hijo al que tardó en seguirle los pasos hacia el exilio.
En Cuba, Molina fue fundadora y directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), uno de los institutos de investigación más prestigiosos del régimen del ex presidente Fidel Castro. También fue militante y diputada a la Asamblea del Poder Popular hasta 1994, cuando decidió romper lazos con el gobierno.
"Una de las mayores traiciones al pueblo era la entonces incipiente discriminación de los enfermos cubanos en relación con los extranjeros, pues los mejores centros de salud estaban destinados a los pacientes de otras nacionalidades", expresa la médica, a modo de justificación para aquella ruptura.
¿En su libro quiso revelar secretos del sistema de salud cubano?
-Bueno, cuando yo estudié medicina, el cubano era un sistema de salud de excelencia. Los médicos y enfermeros siguen siendo excelentes, pero la degradación que ha sufrido es producto de la corrupción y el agotamiento de la sociedad. Hay lugares en la isla donde faltan especialistas, porque están por Venezuela, por Bolivia…
¿Relaciona la crisis en el sistema de salud con lo que llama "exportación" de médicos?
-Mire, yo, con mis 66 años, si tuviera que ir mañana a un lugar donde hiciera falta, iría feliz. Pero no es honrado lo que están haciendo con las misiones. Estuve en Argelia y fui engañada, no me dijeron que el gobierno recibiría divisas a cambio del trabajo de médicos en condiciones precarias. Creo que las misiones internacionalistas deben ser voluntarias, el gobierno no puede mandar contingentes a su nombre y usarlos de propaganda.
¿Qué busca con el libro?
-La necesidad de escribirlo surgió en 1994, cuando me estaba despidiendo de mi hijo que se iba a Japón a un entrenamiento y yo tenía un plan para que no regresara. Estaba ya en una gran pelea con el gobierno, iba a renunciar y comenzaba otra etapa enfrentada al sistema. Empecé a escribir porque creía que se debía contar cómo se vive en un sistema de corte estalinista aún cuando tú crees en él, cuando tú lo sirves, cuando dicen que eres una persona importante.
¿Por qué eligió quedarse si tuvo, como usted cuenta, muchas oportunidades de salir?
-Llevo dentro de mí el peso de haber servido a un sistema malo. Por eso es que renuncié en Cuba y no me fui, pese a que como científica me ofrecieron contratos en el exterior. Sentía que era un deber moral: allí mismo donde lo serví, allí mismo debía renunciar.
¿Parte de esa decisión estuvo disparada por su regreso al catolicismo?
-Sí, yo nací en una cuna católica, con una madre que nunca se apartó de la religión, y me fui detrás de un sistema ateo. Ese también es un error que quería enfrentar públicamente.
También se apartó de las ideas de izquierda, con las que comulgó desde el inicio de la Revolución…
-No estoy criticando el pensamiento de izquierda ni alabando el de derecha, no me siento vinculada a ninguna ideología. Creo que soy totalmente inmanejable por los políticos y los ideólogos (risas). Lo que no entiendo es por qué me tienen que insultar por estar en disidencia con un sistema que viví desde adentro.
¿Cree que hay una mirada romántica de la situación en Cuba?
-Sí, horrible. Pero no es sólo en Argentina sino en todo el mundo. Podría haber sido una revolución preciosa, porque Fidel Castro tiene el carisma y la inteligencia, y tuvo consigo al pueblo completo. Y así lo ve la gente todavía: no pueden ver que eso transmutó en otra cosa y que no es normal que un gobierno se mantenga en el poder por 50 años y nadie pueda criticarlo sin pasar a ser gusano, apátrida, pagado por el imperialismo…
¿Qué logros le reconoce a la Revolución?
-Hay cosas que a mí me han hecho sentir orgullosa, como la campaña de alfabetización. No tengo dudas de que el gobierno la hizo con fines políticos, pero ¿qué importa si eso sirve para que un pueblo entero aprenda a leer y escribir?
En el libro usted cuenta que pasó horas marchando y haciendo entrenamiento militar, pese a ser médica, y que eso fue una pérdida de tiempo. ¿De qué otras cosas se arrepiente?
-Las reuniones del partido me pesan. Perdí tantas horas en ese dogmatismo, en ese discurseo que no benefició a nadie.
En "Mi verdad", Molina dedica un capítulo entero al hombre que marcó los destinos de su patria, pero también los suyos: Fidel Castro. Ella era "una bonita", según acepta que decían los demás, y tenía trato directo con el entonces presidente de la isla, quien la llamaba personalmente por teléfono y estaba al tanto de su tarea pionera en la introducción de tratamientos neurológicos desarrollados en el extranjero.
"A mí Fidel mismo me prometió ayuda. Pero en el CIREN cada vez había más demanda de camas para extranjeros y menos para cubanos. Se lo dije y él prometió hacer algo, pero pasó el tiempo y nada, No sé por qué. Quizás es que las dictaduras son así, quizás le preocupaba que yo fuera tan polémica, quizás fue despecho, no sé."
También se hablo de cierta atracción e incluso romance…
-Sí, yo lo cuento en el libro. No hubo acoso ni nada, pero teníamos una relación amistosa, confidencial y él conmigo se mostraba tímido y hasta torpe. Me decía que le gustaba mucho mi perfume. ¡En un sistema en que el perfume había sido tan denostado porque decían que era burgués! A mí me decían "qué lástima, tan trabajadora, que te queden rasgos burgueses". Pero a él le gustaba mi perfume.
-Y tenía una fascinación por mis manos. No sé si por manos de cirujana o manos de mujer. Nunca me dijo nada, porque yo no le di espacio. Si hubiera avanzado hubiera sido muy difícil, porque yo le hubiera dicho que no y a Fidel Castro no se le puede decir que no.
¿Qué opina de Fidel Castro hoy?
-El ser humano necesita de íconos y Fidel se ha vendido como un ícono al mundo exterior. Es muy difícil enfrentarse al marketing del gobierno cubano, y no puede ser que todos los disidentes sean demonizados y opinar en contra implique terminar en la cárcel.
Sin embargo, estando allí usted hizo declaraciones duras, incluso llamó "verdugo" a Fidel Castro, y no sufrió lo que otros…
-Porque yo me movía en el mundo de la ciencia y era conocida en la comunidad internacional. Pero además, porque el gobierno cubano sabe exactamente qué castigo imponerle a cada persona: yo le di las armas para que me aplicaran la peor de las condenas, que era separarme de mi hijo. Promoví que mi hijo se fuera y Fidel mismo aseguró que yo nunca más iba a volver a verlo.
¿Qué piensa del gobierno de Raúl Castro?
-Fidel sigue gobernando Cuba, enfermo y mayor como está. Es muy, muy inteligente. Raúl es el segundo hombre de medio siglo de la Revolución, pero no tiene capacidad de acción. Nos ilusionamos, pero nada cambió como esperábamos.
Hubo algunos signos de cambio…
-Lo que hicieron fue vender celulares, computadoras, dejar a los cubanos entrar a los hoteles, prohibiciones que eran ridículas. No soy analista política, pero Raúl quiere llevar a Cuba por el camino de China, abriendo un poco más la economía para que el pueblo no siga asfixiado, pero Fidel no lo ha dejado.
¿Cree que la muerte de Fidel, cuando ocurra, marcará un punto de inflexión?
-A mí me preocupa Cuba por la devastación espiritual, no por la cuestión económica, porque eso puede arreglarse en un tiempo con un equipo de buenos economistas. Pero la marca de este régimen en la sociedad no se irá con Fidel, a mí me parece que no. No sé cuánto tardará.
¿Quiere volver?
-El sueño es regresar con mi madre (de 91 años, vive con ella en Buenos Aires). Quiero vivir en mi país y volver a ejercer la medicina con mis compatriotas. Si pudiera viajar con ella volvería, incluso con Raúl en el gobierno. Pero me gustaría poder salir a visitar a mis nietos cuando quiera.
A los 66 años, esta neurocirujana -convertida en una de las voces de la disidencia- publicó la autobiografía Mi verdad, que presentó en la 36º Feria del Libro de Buenos Aires.
Hasta esta ciudad llegó hace diez meses, después de que el gobierno de La Habana le concediera, con la mediación de las autoridades argentinas, un permiso de viaje postergado por una década y media para reencontrarse con su hijo Roberto y verles las caras por primera vez a sus dos nietos, de 13 y 8 años.
"Si alguien me pidiera una definición de mí misma, le diría… yo soy madre y médico, vehementemente madre y médico", escribió la mujer en sus memorias.
Lo repite en su diálogo con BBC Mundo: en su hablar pausado pero firme, con adjetivación profusa y algún modismo porteño recientemente adoptado, dice que el libro es una manera de honrar a ese hijo al que tardó en seguirle los pasos hacia el exilio.
En Cuba, Molina fue fundadora y directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), uno de los institutos de investigación más prestigiosos del régimen del ex presidente Fidel Castro. También fue militante y diputada a la Asamblea del Poder Popular hasta 1994, cuando decidió romper lazos con el gobierno.
"Una de las mayores traiciones al pueblo era la entonces incipiente discriminación de los enfermos cubanos en relación con los extranjeros, pues los mejores centros de salud estaban destinados a los pacientes de otras nacionalidades", expresa la médica, a modo de justificación para aquella ruptura.
¿En su libro quiso revelar secretos del sistema de salud cubano?
-Bueno, cuando yo estudié medicina, el cubano era un sistema de salud de excelencia. Los médicos y enfermeros siguen siendo excelentes, pero la degradación que ha sufrido es producto de la corrupción y el agotamiento de la sociedad. Hay lugares en la isla donde faltan especialistas, porque están por Venezuela, por Bolivia…
¿Relaciona la crisis en el sistema de salud con lo que llama "exportación" de médicos?
-Mire, yo, con mis 66 años, si tuviera que ir mañana a un lugar donde hiciera falta, iría feliz. Pero no es honrado lo que están haciendo con las misiones. Estuve en Argelia y fui engañada, no me dijeron que el gobierno recibiría divisas a cambio del trabajo de médicos en condiciones precarias. Creo que las misiones internacionalistas deben ser voluntarias, el gobierno no puede mandar contingentes a su nombre y usarlos de propaganda.
¿Qué busca con el libro?
-La necesidad de escribirlo surgió en 1994, cuando me estaba despidiendo de mi hijo que se iba a Japón a un entrenamiento y yo tenía un plan para que no regresara. Estaba ya en una gran pelea con el gobierno, iba a renunciar y comenzaba otra etapa enfrentada al sistema. Empecé a escribir porque creía que se debía contar cómo se vive en un sistema de corte estalinista aún cuando tú crees en él, cuando tú lo sirves, cuando dicen que eres una persona importante.
¿Por qué eligió quedarse si tuvo, como usted cuenta, muchas oportunidades de salir?
-Llevo dentro de mí el peso de haber servido a un sistema malo. Por eso es que renuncié en Cuba y no me fui, pese a que como científica me ofrecieron contratos en el exterior. Sentía que era un deber moral: allí mismo donde lo serví, allí mismo debía renunciar.
¿Parte de esa decisión estuvo disparada por su regreso al catolicismo?
-Sí, yo nací en una cuna católica, con una madre que nunca se apartó de la religión, y me fui detrás de un sistema ateo. Ese también es un error que quería enfrentar públicamente.
También se apartó de las ideas de izquierda, con las que comulgó desde el inicio de la Revolución…
-No estoy criticando el pensamiento de izquierda ni alabando el de derecha, no me siento vinculada a ninguna ideología. Creo que soy totalmente inmanejable por los políticos y los ideólogos (risas). Lo que no entiendo es por qué me tienen que insultar por estar en disidencia con un sistema que viví desde adentro.
¿Cree que hay una mirada romántica de la situación en Cuba?
-Sí, horrible. Pero no es sólo en Argentina sino en todo el mundo. Podría haber sido una revolución preciosa, porque Fidel Castro tiene el carisma y la inteligencia, y tuvo consigo al pueblo completo. Y así lo ve la gente todavía: no pueden ver que eso transmutó en otra cosa y que no es normal que un gobierno se mantenga en el poder por 50 años y nadie pueda criticarlo sin pasar a ser gusano, apátrida, pagado por el imperialismo…
¿Qué logros le reconoce a la Revolución?
-Hay cosas que a mí me han hecho sentir orgullosa, como la campaña de alfabetización. No tengo dudas de que el gobierno la hizo con fines políticos, pero ¿qué importa si eso sirve para que un pueblo entero aprenda a leer y escribir?
En el libro usted cuenta que pasó horas marchando y haciendo entrenamiento militar, pese a ser médica, y que eso fue una pérdida de tiempo. ¿De qué otras cosas se arrepiente?
-Las reuniones del partido me pesan. Perdí tantas horas en ese dogmatismo, en ese discurseo que no benefició a nadie.
En "Mi verdad", Molina dedica un capítulo entero al hombre que marcó los destinos de su patria, pero también los suyos: Fidel Castro. Ella era "una bonita", según acepta que decían los demás, y tenía trato directo con el entonces presidente de la isla, quien la llamaba personalmente por teléfono y estaba al tanto de su tarea pionera en la introducción de tratamientos neurológicos desarrollados en el extranjero.
"A mí Fidel mismo me prometió ayuda. Pero en el CIREN cada vez había más demanda de camas para extranjeros y menos para cubanos. Se lo dije y él prometió hacer algo, pero pasó el tiempo y nada, No sé por qué. Quizás es que las dictaduras son así, quizás le preocupaba que yo fuera tan polémica, quizás fue despecho, no sé."
También se hablo de cierta atracción e incluso romance…
-Sí, yo lo cuento en el libro. No hubo acoso ni nada, pero teníamos una relación amistosa, confidencial y él conmigo se mostraba tímido y hasta torpe. Me decía que le gustaba mucho mi perfume. ¡En un sistema en que el perfume había sido tan denostado porque decían que era burgués! A mí me decían "qué lástima, tan trabajadora, que te queden rasgos burgueses". Pero a él le gustaba mi perfume.
-Y tenía una fascinación por mis manos. No sé si por manos de cirujana o manos de mujer. Nunca me dijo nada, porque yo no le di espacio. Si hubiera avanzado hubiera sido muy difícil, porque yo le hubiera dicho que no y a Fidel Castro no se le puede decir que no.
¿Qué opina de Fidel Castro hoy?
-El ser humano necesita de íconos y Fidel se ha vendido como un ícono al mundo exterior. Es muy difícil enfrentarse al marketing del gobierno cubano, y no puede ser que todos los disidentes sean demonizados y opinar en contra implique terminar en la cárcel.
Sin embargo, estando allí usted hizo declaraciones duras, incluso llamó "verdugo" a Fidel Castro, y no sufrió lo que otros…
-Porque yo me movía en el mundo de la ciencia y era conocida en la comunidad internacional. Pero además, porque el gobierno cubano sabe exactamente qué castigo imponerle a cada persona: yo le di las armas para que me aplicaran la peor de las condenas, que era separarme de mi hijo. Promoví que mi hijo se fuera y Fidel mismo aseguró que yo nunca más iba a volver a verlo.
¿Qué piensa del gobierno de Raúl Castro?
-Fidel sigue gobernando Cuba, enfermo y mayor como está. Es muy, muy inteligente. Raúl es el segundo hombre de medio siglo de la Revolución, pero no tiene capacidad de acción. Nos ilusionamos, pero nada cambió como esperábamos.
Hubo algunos signos de cambio…
-Lo que hicieron fue vender celulares, computadoras, dejar a los cubanos entrar a los hoteles, prohibiciones que eran ridículas. No soy analista política, pero Raúl quiere llevar a Cuba por el camino de China, abriendo un poco más la economía para que el pueblo no siga asfixiado, pero Fidel no lo ha dejado.
¿Cree que la muerte de Fidel, cuando ocurra, marcará un punto de inflexión?
-A mí me preocupa Cuba por la devastación espiritual, no por la cuestión económica, porque eso puede arreglarse en un tiempo con un equipo de buenos economistas. Pero la marca de este régimen en la sociedad no se irá con Fidel, a mí me parece que no. No sé cuánto tardará.
¿Quiere volver?
-El sueño es regresar con mi madre (de 91 años, vive con ella en Buenos Aires). Quiero vivir en mi país y volver a ejercer la medicina con mis compatriotas. Si pudiera viajar con ella volvería, incluso con Raúl en el gobierno. Pero me gustaría poder salir a visitar a mis nietos cuando quiera.
BBC/Argentina, 30 de julio de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario