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martes, 31 de enero de 2012

Ausencia


A mi madre

Cuando llegue mayo
y se agigante la distancia de tu muerte en este octubre,
cómo voy a recordarte
si el dolor tomó otra dimensión
y se quedó en mi carne.

Cuando mis amigos lleven flores y chocolate a sus seres más queridos
y me vean mirándome las manos
con mi visión clavada en la tierra porque el hogar se nos habrá quebrado
y los poemas de la carne y de los ojos
sean viejas fotos.

Para el jardín una promesa de rosas casi negras
y ramos de albahaca. El ángel te mirará soñando.
Tu pañuelo largo como tu pelo
y tus sandalias Brown
serán los compañeros
de tu viaje.

Ay, qué cuchillo rudo en mi memoria
entre risas de niños.
Memorias con manteles de oro y sombra
cerrados como tus ojos.

Cómo será la fuga de mí mismo
de mis visiones como corrí
a ser hombre
con tu pan y tu mimo.

Colocaré la cena,
la servilleta bordada, los platos blancos,
sentarme con tu ausencia
frente a mi nostalgia
y empezar a hablarnos
como si no fuera
mayo.

Lázaro Cuba

domingo, 29 de enero de 2012

De Brasil, los brasileños y la visita de Dilma Rouseff a Cuba


por Tania Quintero

Si hay un país donde Cuba tiene gran número de seguidores y mantiene excelentes relaciones con los gobernantes y una parte considerable de su intelectualidad, es en Brasil. Inclusive desde antes de haber reestablecido las relaciones diplomáticas, en 1986.

Eso no impide que periodistas en los grandes medios publiquen reportajes críticos hacia el régimen cubano ni que existan brasileños anticastristas. Pero son los menos. A la mayoría, pese al desencanto que puedan tener con Fidel Castro, la isla del socialismo tropical les sigue ilusionando. Es cierto que aquella arribazón de brasileños a Cuba en los años 80 mermó, pero los que siguen visitándola como turistas, músicos, cineastas, negociantes o invitados oficiales, se niegan a tirarla al baúl del fracaso y los recuerdos.

En la década de los 80 y 90, tuve oportunidad de conversar y conocer de cerca a cientos de brasileños, de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Minas Gerais, Pernambuco, Fortaleza, Rio Grande do Sul, Ceará, Santa Catarina... Y pude descubrir su idiosincrasia, más parecida a la de los cubanos por el alto porcentaje de negros y mulatos en su población, que a la de países latinoamericanos con fuerte presencia indígena o europea.

En 1980, a través de Helio Dutra, brasileño que se estableció en Cuba en la década de los 40 y se hizo famoso por haber sido esposo de la actriz cubana Gina Cabrera, tuve mi primer contacto con brasileños. La primera revista que leí fue una de arquitectura, dedicada a la obra de Oscar Niemeyer. Y la primera entrevista que hice fue a Chico Buarque, durante el receso de un ensayo en el teatro Karl Marx, publicada en la revista Bohemia.

Pero fue en 1983, tras el éxito del serial Malú Mulher, y después de conversar dos horas con una periodista de Sao Paulo, en la heladería Coppelia, cuando por mi cuenta comencé a leer y estudiar sobre Brasil, en particular sus telenovelas. Casi me convertí en una especialista de ese género, de lo que puede dar fe mi amigo Armando López: como jefe de redacción de Opina me publicaba todo lo que escribía sobre los culebrones brasileños. También en Bohemia salieron varios trabajos míos, entre ellos una entrevista al guionista Doc Comparato, que formó parte de uno de los talleres de guiones organizados por Gabriel García Márquez en la Escuela Internacional de Cine, en San Antonio de los Baños.

A petición de una amiga escritora de Minas Gerais, dejé plasmado algunos testimonios en Brasil en mi vida, publicado en cinco partes en mi blog, en septiembre de 2009. En la quinta y última parte, al final puse el nombre de un centenar de amigos, de los más de 300 que conocí en La Habana. También de mi experiencia como 'brasileñista' dejé constancia en los capítulos IV, XI, XII, XIII y XIV, de mi libro Periodista, nada más, que íntegro se puede leer en este blog.

Mientras el Partido de los Trabajadores (PT) siga ganando las elecciones presidenciales y gobernando al gigante sudamericano, el régimen cubano podrá seguir contando de lleno con Brasil. Luiz Inácio 'Lula' da Silva es un incondicional de los Castro y el Partido Comunista de Cuba. No solo durante los ocho años que fue Presidente (2003 a 2011), si no desde que despuntó como líder sindical y político, allá por los 70, en São Bernardo do Campo, Sao Paulo.

Su sucesora, Dilma Roussef también procede del PT y aunque recientemente declaró "más pragmatismo y menos ideología", sigue siendo una socialista de corta y clava. Lo que pasa es que tanto ella como Lula, al vivir en una nación democrática y moderna, no se han quedado anclados en el pasado. Han sido testigos de grandes transformaciones: caída del Muro de Berlín, el desmembramiento y desaparición de la URSS y del bloque socialista en la Europa del Este, entre otras.

Nacidos después de finalizada la Segunda Guerra Mundial (Lula en octubre de 1945 y Dilma en diciembre de 1947), los dos últimos mandatarios brasileños, procedentes de la izquierda, han sabido adaptarse a los tiempos y están conscientes de que el mundo del siglo 21 es muy distinto al del siglo 20. Se consideran demócratas y como tales, defienden la libertad de expresión y los derechos humanos, para su país y para otros.

Puede que Lula y Dilma no crean ya en la revolución verde olivo. Y simpaticen con ella de dientes pa'fuera. Pero como ante todo se consideran amigos leales de los Castro, no van a pronunciarse públicamente sobre la oposición, presos políticos y exiliados cubanos. En todo caso, lo hacen a puertas cerradas y en voz baja. Actitud que no debe extrarñarnos, porque muchos estadistas de democracias occidentales viajan a países donde se violan los derechos humanos y se quedan callados, pues el objetivo de sus viajes es hacer negocios. Y les importa tres pitos la situación política y social en el país.

Dos días antes de la llegada de Dilma a la isla, el canciller brasileño Antonio Patriota, declaró que "la situación de los derechos humanos en Cuba no es de emergencia". Y desde Davos, Suiza, donde asistía al Foro Económico Mundial, elogió el diálogo entre el gobierno de Raúl Castro y la Iglesia Católica. Mientras, en Salvador, capital del estado de Bahía, Rousseff participaba en el homenaje por el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

La Presidenta se quedará en Bahía, y desde esa ciudad, al mediodía del lunes 30 partirá rumbo a La Habana, a donde debe llegar en la tarde del lunes. Ese mismo día tendrá un encuentro de trabajo con Raúl Castro, con quien profundizará sobre las relaciones bilaterales y temas de cooperación en las áreas económicas, técnicas, tecnológicas, científicas y también en agricultura, salud, alimentación y producción de medicamentos.

En los dos días de su estancia en Cuba, visitará las obras de ampliación del Puerto de Mariel, en las afueras de la capital, una de las prioridades de Brasil, ejecutadas por una empresa brasileña, con un presupuesto de 683 millones de dólares, del cual el 80% es financiado por el gobierno brasileño. Durante esta visita, Dilma Rousseff anunciaría la concesión de un crédito de cerca de 70 millones de dólares para ayudar al desarrollo de los pequeños agricultores.

El comercio entre Brasil y Cuba alcanza 642 millones de dólares, 31% más que en 2010.

Antes de partir hacia Haití, no se descarta que el martes 31 visite y se tire fotos con Fidel Castro. Lo que sí parece descartado es que se reúna con la bloguera Yoani Sánchez ni con las Damas de Blanco u otros disidentes, pues el gobierno brasileño considera 'delicado' que la Presidenta se inmiscuya en asuntos de la "política interna cubana".

Quienes probablemente tratarán de entrevistarse con la bloguera, Damas de Blanco y opositores serán representantes de los medios brasileños, acreditados ante las autoridades cubanas para cubrir la primera visita de Dilma Rousseff al Caribe.

Foto: Yo, en el medio de un matrimonio de Minas Gerais, una tarde de 1988, en el lobby del hotel habanero Saint John's, en O entre 23 y 25, La Rampa, Vedado.

Regreso a la isla cementerio (III y final)


Por Lázaro Cuba

Durante el regreso de Florida, municipio camagüeyano, nuevas visiones de la Cuba actual. Hay una oleada timbirichera, donde se aparenta vender de todo, pero la calidad lo contradice.

En la parada de Jiguaní (frente a una paladar de amistades de los choferes), ofrecían variados platos y bebidas. Un baño para hombres y mujeres y un comensal lavándose la boca en un fregadero, nos desanimó. La miseria se ha extendido a las buenas costumbres. El trapicheo igual o peor que en la ida.

Llegamos a la terminal con casi dos horas de retraso. Ni un Cubataxi y otra vez el enjambre de taxistas, esta vez los azoré. En las afueras de la terminal, alquilé a un señor mayor que me pareció decente. La educación se está haciendo endémica. En el camino me contó cómo los taxistas en el turno de noche sobornan al jefe de turno de la piquera de la terminal para que les reporte las carreras que le exigen. Todo es un engranaje de pagos por conveniencias, la corrupción ha tomado tanta fuerza que 'los arreglos' se hacen mecánicamente.

El último día fue familiar.Nos encaramamos en un almendrón en la Avenida de Boyeros hasta la calle Bruzón, en Ayestarán, Cerro, donde vive parte de mi familia. Era un auto viejo con una extensión. Se modifican buscando más capacidad sin importarles cómo viajan los usuarios. Hay un descarnado afán por el dinero. El egoísmo se ha entronizado. Las personas no hablan ya entre sí, están como robotizados. La alegría si no ha muerto, ha cambiado su rostro.

La Plaza de la Catedral con artesanos oficialistas en su interior. Vendiendo imágenes, rosarios, estampillas, muy poca iluminación y un sombrío ambiente. Afuera, algunas señoras con disfraces de negras vendedoras, todas pintorreteadas tratando de halarte: hay cartománticas, vendedoras de maní, de flores. Siempre algunos turistas y sus fotos correspondientes, mesas con sombrillas descoloridas y un perro calor. En la esquina del restaurante El Patio aparecieron las ofertas.

Ahora los dueños de las paladares han tomado las calles, con menú y vestimenta gastronómica te ofrecen de todo, desde langosta hasta pollo gordon blue. Fui por curiosear al Rincón de Pancho, una salita pequeña con cuatro mesas, mesas muy pulcras y una decoración sencilla y elegante. Tomamos jugos naturales para ayudarlo, muy buenos, por cierto.

No podía faltar La Bodeguita del Medio, es una tradición como el café Du Monde en New Orleans. Afuera todo tipo de personajes luchando por la subsistencia. La Habana es una enorme selva. Una bulla ensordecedora, tres grupos musicales entre los dos pisos, cantan casi encima de la mesa, ya no hay espacio ni para las firmas. Cuando algo auténtico se convierte en negocio se degrada. Mi primo la llama 'la bodeguita del quilo'. Pero todavía sigue atestada de turistas.

Caminar por la calle Obispo es entrar a un campo de batallas. ¡Ni en New York he visto tanto aglomeramiento! Vendedores de todo tipo, periódicos, discos, artesanías, turistas, mendigos, empleados de restaurantes que salen a buscar clientes, policías al acecho y al negocio, parece como si existiera esa única calle.

Hay boutiques, bares con grupos musicales con la música estridente martillando una gastada melodía, frente al Ministerio de Educación subimos a comer una ligera merienda. Bello lugar, con aire acondicionado en una parte cerrada del segundo piso y baños limpios, sí, baños limpios.

Un sólo restaurant auténticamente chino en el China Town de Galiano y Zanja, es al final. Se llama El bien y el mal, creo que se escribe Tieng Tang o algo así. Su chef es chino. Con aire acondicionado en el segundo piso y el decorado traído de China. La dueña viaja con permiso y trae todo el staff para su negocio que corre muy bien. Excelente comida y servicio. Era la primera vez en cinco días que olvidamos dónde estábamos.

Al siguiente día de nuevo aeropuerto que tú conoces: gritería, molotes, los hombres 'especulando' (alardeando) con su cerveza Cristal mañanera. El vuelo era para las doce y debíamos estar tres horas antes para los chequeos rutinarios. Pasar por la aduana cubana es como transitar por un campo minado.

He visto gente abominable y pedante, pero éstos son escogidos. Forma parte del tratamiento psicológico de la Tiranía. Envían señales constantemente: allí ellos mandan, no importa nacionalidad, ciudadanía, clase o cultura. Están entrenados para aterrorizar.

Una brigada de 'avispas' (tropas especiales) descendió de un moderno van Toyota con cristales calobares, empujando a diestra y siniestra, hasta que se abrieron paso. Desapareció la molotera. Creo que se han adaptado a la humillación y la fuerza, como mismo se han adaptado a pedir, con la excusa que falta de todo, pero todos 'empacotillados' (con ropa de marca) hasta el cuello, anunciando la vanidad de tener al lado un 'comunitario' (exiliado).

Cuando el Delta despegó después de una hora y media de retraso por la búsqueda de alguien con dos menores, mi esposa y yo sentimos un descomunal alivio. La Isla es un gigante moridero. Aparte de los crímenes, hay que juzgar al Tirano y a la Tirana por haber asesinado una idiosincracia.

Blog de Zoé Valdés, 4 de noviembre de 2011
Foto: Aduana de La Habana. Litografía del paisajista francés Fredéric Mialhe, perteneciente a la colección Isla de Cuba Pintoresca, realizada entre 1830 y 1840.

viernes, 27 de enero de 2012

Regreso a la isla cementerio (II)


Por Lázaro Cuba

La terminal de ómnibus es el punto de confluencia de muchos personajes, también refugio y subsistencia. La presencia policial se nota a distancia.

Vía Azul es otra de las empresas creadas para 'arañar el dólar'. De transporte turístico pagado con CUC, 30 por mayores y 15 por niño, éramos tres adultos y un niño de seis años. Después supe que los menores de siete no pagaban. Esta vez me 'jamaron' (cogieron) quince chavitos.

Cuando salí de la oficina (todavía sin comprarlos), un tipo de Astro (transporte interprovincial), me propuso lo mismo por 20 dólares y niños free (gratis). Como hay muchos 'tumbes' (engaños) no le hice caso, poniendo las maletas en la guagua (bus) supe por el maletero el nombre del tipo y que era verdad lo del negocio. Esta vez mi desconfianza me jodió. Viajamos a Camagüey.

La única diferencia entre un Yutong (ómnibus chino) y otro, es que cuando pagas con la divisa 'fuerte', te prometen baño, televisor y música. Existía el baño, pero sin agua y sin luz. El equipo de video estaba roto y nada de música. Después de Jagüey parada para comer, en uno de esos bohíos turísticos en pagos con chavitos y moscas bailando al compás de un trío musical de viejitos luchando la propina. La diferencia entre un sandwich y un bocadito era sólo el precio, otra descarada forma de 'jamarte'.

El negocio de los choferes es transportar tipos en cortas distancias con altos pagos. La autopista es una pista de guajiros con billetes en sus manos. Un viaje horrible, por la demora, las paradas y la 'jama' (comida). Nos bajamos en Florida, Camagüey, donde vive la familia de mi esposa, en una deprimente terminal, llena de mendigos y vendedores. Un cuadro del cuarto mundo.

La destrucción y degradación es más despiada en estos pueblitos. Los taxis son carretones de mulos y caballos hambrientos con un coche tan sucio como las calles. Se fajan entre ellos por un cliente. Allí todos quieren ser cocheros. Te cobran en moneda nacional. Tuvimos agua por el tanque y el motor que mi esposa pagó en su viaje anterior. Llevaban tres días secos.

La sequía en esa zona es otro jinete apocalíptico. Supe de dos suicidios entre las 6.30 p.m. y las 12 del siguiente día. Los ajos y las cebollas que compramos son del tamaño de una moneda. La infertilidad de los campos le han pasado la cuenta. El Central Agramonte se cae a pedazos. Es un gigante sucio y triste.

La llegada de un forastero es fiesta y bebidas. La sobrina de mi esposa (con un intento de salida) es un cuadro político de la CTC (única central sindical). La falta de moral compite con el depauperio. Ella me 'resolvió' con un inspector de transporte, los pasajes de regreso en pesos cubanos y cuarenta 'chavitos' (CUC) para el inspector, por supuesto.

La carencia es enemiga de la dignidad. Te piden de lo que llevas y te hacen futuras listas. Nos sorprendieron con carne de res. El esposo de una de las sobrinas de mi mujer es CVP o custodio en el matadero. Me dijo que todo el mundo tiene que cuadrar con él y la verdad la ví sobre la mesa.

Blog de Zoé Valdés, 2 de noviembre de 2011
Foto: Festejando delante de la iglesia y plaza de Güines, pueblo en las afueras de La Habana. Litografía del paisajista francés Frédéric Mialhe (1800-1869), perteneciente a la colección Isla de Cuba Pintoresca, realizada entre 1830 y 1840.

miércoles, 25 de enero de 2012

Regreso a la isla cementerio (I)



Por Lázaro Cuba

Volé en charter Sky y regresé en un Delta junto a mi esposa, ya pueden medir la diferencia de confort. El tiempo, como nunca, brillante sol y cúmulos de nubes.

Fuimos unos de los primeros en descender. Para sorpresa mía no habían perros con militares esta vez. Al pasar la primera puerta, la primera proposición: "Señor, podemos ayudarlos a sacarle el equipaje y pasarlos delante". "No gracias, vengo todos los meses y puedo esperar". Mentí. Hacía años y años de mi última vista. Mentir es el onceno mandamiento en esa isla maldecida. ¿El costo? La última maleta. Pero no les pagué ni un 'quilo prieto' (centavo).

Pintaron el aeropuerto de verde y amarillo, parece una jaula de cotorra. Una manada de taxistas te acechan, saben que tu llevas "fulas”, pero me moví en un viejo Moskvich de mi familia, para colmo azul también. Fueron cuarenta y dos minutos de vuelo, a las cinco y cuarenta y cinco de la tarde tocamos suelo. Abracé a mis familiares a las siete y veinte. Perdí casi un día de los cincos programados entre la espera en Miami y la salida del Aeropuerto José Martí.

Apenas hay luces. Nuestro recorrido incomodísimo, entre maletas y familiares. Les dije adiós a los taxistas chivatones del aeropuerto. En mi regreso, supe por el chofer de Cubataxi, que ellos mandan a 'matar' a cualquiera que no sea de la base de taxi del aeropuerto.

El martes, muy temprano en el cementerio, mi madre falleció y no pude verla a tiempo. No había pagado la última prorroga del pasaporte cubano. Ese (des)gobierno te vende el pasaporte carísimo por seis años y luego tienes que actualizarlo cada dos años. Para viajar tienes que tener los dos sellos de prórrogas, dinero que te roban a la cara. Tengo pasaporte americano, pagué 70 dólares por diez años sin pagos extras. Por el cubano: 472 sellos de prórrogas de 270 cada uno, les dejo de tarea: calcular la diferencia.

Las flores marchitas como el rostro de la gente. Hiede mucho dentro del cementerio casi amarillo por una cal alterada o vencida. Hay guardianes y cámaras en la puerta de salida. Revisan todos los carros, papeles y maletero. El taxista me informa de los robos contínuos de huesos para “obras”. La santería en Cuba es una fe robada que viste de blanco. Mi esposa asustada.

Luego, hacia Alta Habana y Cojimar. Cuadré con el chofer de Cubataxi para estos viajes en pesos cubanos durante el regreso, el tipo no era abusador. Todo el recorrido en 240 pesos cubanos, casi 9 CUC (100 dólares = 87 CUC, siglas del peso cubano convertible).

La Terraza, como siempre, rodeada de ómnibus de turismo con turistas programados, pero buena comida. Cara por supuesto. Son lugares vedados para los cubanos que no podrán pagar 80 CUC en una cena, aunque quieran. Ahora la propina es obligatoria y te la incluyen en el cheque, otro descaro más. El mecanismo de vaciarte los bolsillos es un vacuum conectado todo el tiempo.

Caminamos por el malecón de Cojímar de muros azules. Ahora tienen fijación con ese color. El mar estaba picado por el tiempo, apareció la lluvia y los zapatos blancos lloraban. Saludos a viejos amigos, fotos y breves recordatorios. Este pueblo siempre me ha parecido muy triste.

Todavía intacta la plazoleta del busto que Boada le hizo a Hemingway en vida, frente al castillo donde los guardafronteras te miran con envidia. Nos refugiamos en un portal de la calle Real, mientras el agua corría a llenar los huecos de las desfaltadas calles arrastrando todos los desperdicios. Pensé mucho en América. Nunca me he ahogado de nostalgia.

Blog de Zoé Valdés, 1 de noviembre de 2011
Se publica con la autorización del autor.
Foto: Cojímar, poblado marino cerca de La Habana. Litografía del paisajista francés Frédéric Mialhe (1800-1868), perteneciente a la colección Isla de Cuba Pintoresca, realizada entre 1830 y 1840.

lunes, 23 de enero de 2012

La Habana era una fiesta





Por David Bizarro


“Más se perdió en Cuba y volvieron cantando”. Cuando era pequeño, en casa de mi abuelo Rafael se recurría mucho a estas palabras para quitarle hierro a las contrariedades, como si el mero hecho de invocar la pérdida de las colonias de ultramar ejerciese de bálsamo para minimizar los problemas cotidianos.

Así que discúlpenme si peco de nostágico (qué le vamos a hacer, los gallegos somos así) pero he de confesar que mientras escuchaba La Habana era una Fiesta (Vampisoul, 2011) me ha embargado una inexplicable sensación de morriña por una época que, a pesar de no pertenecerme por edad, siento que me toca un poco de cerca.

Por lo menos en el plano sentimental, que es al que apelan directamente las grabaciones originales de pizarra y bobina magnetofónica recogidas en este recopilatorio: una conmemoración del exuberante intercambio cultural entre Cuba y España en lo que a música popular se refiere, medio siglo antes de Buena Vista Social Club y los homenajes de Fernando Trueba.

Así que antes de embarcarnos en este viaje en el tiempo -con doble escala- que nos transporta a la época dorada de la radiodifusión cubana de los años cuarenta y cincuenta, permítanme un último acceso de añoranza para honrar la memoria de su máximo artífice, Mario Pacheco (fallecido en 2010). Figura indispensable para entender la evolución músical de España, el fundador de la discográfica Nuevos Medios trabajó estrechamente con el escritor y músico cubano René Espí (La Habana, 1967) para recuperar el rico acervo de grabaciones inéditas que dan cuerpo (y alma) a este album doble que finalmente publica el sello de Íñigo Pastor.

En las precisas notas interiores del disco, CarlosFuentes nos pone en antecedentes sobre el peso de los emigrantes en la evolución musical de la isla: “Cuando La Habana era una fiesta, muchos españoles se apuntaron al baile”. Y es que en aquellos tiempos del cuplé, los empresarios peninsulares importaron también la zaruela, el pasodoble, el chotis y el sainete a tierras caribeñas y las visitas de míticas tonadilleras como Juanita Reina e Imperio Argentina gozaban de enorme popularidad entre el público autóctono, gracias a las ondas de la CMQ y Radio Progreso.

Mientras Antonio Molina, Lola Flores y los baúles de Concha Piquer cogían afición por tierras cubanas, artistas locales como Celia Cruz, Rosita Fornés o Nelson Pinedo, adaptaban los clásicos patrios a la sensibilidad isleña. Fue así como sones y guaguancó convivieron con coplas y bulerías, poniendo banda sonora a ese país mítico que, según Fuentes, existe entre Cuba y España.

Sirva como testimonio de tan singular proceso de transculturización estilística el remanente de clásicos folclóricos sometidos al tratamiento mestizo del bolero y el chachachá (La violetera, de Paulina Álvarez o Amapola por Tito Gómez y la Orquesta Riverside) junto con los exóticos arreglos de maestros indiscutibles como Ernesto Lecuona y Antonio María Romeu.

Mención aparte para el interludio publicitario y humorístico que da paso al delicioso El boogievá, donde Obdulia Breijo anticipa con desparpajo los efectos de la globalización, con letra y música absolutamente impagables.

Por contrapartida, resulta doblemente estimulante comprobar el rédito de los artistas españoles gracias al intercambio de divisas y que son pura filigrana. A los ya citados más arriba, han de sumarse los nombres de Los Chaales de España, Niño de Utrera, Juan Legido y Los Xey, que son canela en rama. De la de antes, de la de siempre.

Hace poco me refería en este mismo blog al poderoso influjo evocador de la fantasmagoría en materia de música moderna. Pues bien, puedo asegurarles que dicho efecto no solo no es comparable con el de este doble álbum, si no que ni tan siquiera se le acerca. El esmero artesanal con el que han sido restaurados los archivos sonoros (de forma manual y remasterizando pista por pista) respeta hasta el último crujido, preservando a los originales de cualquier interferencia ajena al simple paso del tiempo.

Algo muy de agradecer porque, incluso aunque en algunos casos la calidad del sonido se resienta, consigue mantener insobornable su emoción primigenia, que es lo verdaderamente importante. Aquí hay verdad y esencia; o lo que es lo mismo, eso tan difícil de encontrar en las grabaciones de hoy en día: una alquimia perfecta, pura y universal.

Blug Muro de Sonido, El País, 18 de octubre de 2011

sábado, 21 de enero de 2012

Cuba descalifica, tergiversa y manipula a su antojo


Por Tania Quintero

Para el régimen de Fidel y Raúl Castro, en Cuba no hay disidentes, activistas de derechos humanos, periodistas independientes, ni presos por cuestiones políticas. Los cubanos que hemos tenido el valor de disentir públicamente, somos tildados de 'contrarrevolucionarios', 'mercenarios' y 'asalariados' de Estados Unidos y Europa. Tampoco hay exiliados políticos, sino ciudadanos que han emigrado por razones matrimoniales, familiares y económicas.

Aquel día de mayo de 1960, cuando Fidel Castro mandó a destruir las maquinarias del Diario de la Marina y clausuró los medios -dejó sólo los dos periódicos que le eran incondicionales en ese momento, Revolución y Hoy- en Cuba se acabó la libertad de expresión .

Comenzó entonces la era del 'todo o nada', también implantada por el 'comandante': "Con la revolución todo, contra la revolución nada". Así ha sido hasta hoy. Quien no comulga con la ideología de los Castro, su partido y su policía política, que se atenga a las consecuencias.

Del opositor Orlando Zapata Tamayo, fallecido tras 86 días en huelga de hambre el 23 de febrero de 2010, dijeron que era un delincuente. Sus últimos siete años de vida se pueden leer en el blog Desde La Habana .

En mayo de 2011, en Santa Clara, después de una brutal paliza dada por la policía, murió Juan Wilfredo Soto García. Como no pudieron arrojar muchas dudas sobre su trayectoria disidente, alegaron que una 'pancreatitis' y otros problemas de salud padecidos por Soto García habían sido las causas de su muerte. También, como suele ser habitual en sistemas totalitarios como el cubano, manipularon a su familia.

Las descalificaciones y tergiversaciones se acaban de repetir con el preso político Wilman Villar Mendoza, de 31 años de edad, fallecido el 19 de enero en Santiago de Cuba, después de más de un mes en huelga de hambre, con una neumonía en inhumanas condiciones carcelarias, como ha denunciado el ex prisionero político José Daniel Ferrer García .

Llama la atención la premura con que el régimen y sus voceros, a través de Twitter, sus blogs y webs, son ahora los primeros en 'reportar' -leáse desinformar- cuando en las filas de la disidencia ocurren situaciones represivas que pueden conducir a la hospitalización y fallecimiento de una persona, como está haciendo con Villar Mendoza el sitio oficial Cubadebate.

Un supuesto incidente de violencia doméstica no es excusa para maltratar física y moralmente a un ser humano. Se agarran de lo más mínimo para denigrar, como si los que hicieron la revolución hubieran sido y fueran intachables y perfectos.

Hace unos años, los medios oficiales daban la callada por respuesta. Excepcionalmente el periódico Granma le dedicaba espacio a la oposición.Una de esas excepciones fue la que hicieron con los cuatro integrantes del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna (Martha Beatriz Roque Cabello, Félix Bonne Carcassés, René Gómez Manzano y Vladimiro Roca Antúnez), enjuiciados y condenados el 1 de marzo de 1999, a quienes trataron de humillar y desprestigiar en extensos escritos. Detrás estaba la mano de la Seguridad del Estado, igual que ha estado en los casos de Zapata Tamayo, Soto García y Villar Mendoza.

Pero ahora tratan de poner el parche antes de que salga el grano. De excusarse por su represión y sus excesos y llevar la batuta de la manipulación, sobre todo en internet. De cara al exterior, porque en la isla muy poca gente tiene acceso a la red y debido a las penurias y carestías dedica la mayor parte de su tiempo a la supervivencia diaria. También los gendarmes oficiales enseguida envían correos electrónicos con orientaciones a sus embajadas y asociaciones de amistad en los cinco continentes, en particular en América Latina, para que salgan a defender lo indefendible.

Últimamente todo le molesta al régimen cubano. Sean artículos sobre la influencia que las redes sociales pudieran tener en un hipotético levantamiento popular en Cuba o declaraciones de personalidades y gobiernos respaldando a la disidencia o denunciando muertes injustas y evitables como las de Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo Soto García y Wilman Villar Mendoza. O cuestionándose el extraño fallecimiento de la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán Toledo .

Ya lo dice el refrán: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

Foto: Libro de condolencias instalado en la sede del Movimiento Damas de Blanco, en la calle Neptuno 963, Centro Habana y que fuera el hogar de Laura Pollán, su fundadora.

Así viví el "período especial" (X y final)


Por Tania Quintero

Por los días en que preparaba este trabajo para subir al blog, Cubaencuentro.com divulgaba que un equipo de investigadores de la Universidad John Hopkins, Estados Unidos, y otro de la Universidad de Cienfuegos, Cuba, luego de estudiar los efectos del “período especial” en la Isla, habían concluido que éste había sido beneficioso para los cubanos. Pueden leerlo aquí.


Desconozco las informaciones y estadísticas utilizadas por dichos investigadores y si libremente pudieron pesquisar y entrevistarse con cubanos que padecieron -y muchos todavía padecen- las secuelas del “período especial en tiempos de paz”. Pero de lo que sí estoy segura es de que ninguno de ellos lo vivió in situ como lo viví yo, mi familia, mis vecinos, mis amigos...

Es excelente montar bicicleta todos los días. Pero cuando se ha podido desayunar y cuando por lo menos se puede hacer una buena comida caliente al día. Es excelente cuando se tiene una bicicleta adecuada a tu peso y tamaño; cuando se dispone de un casco protector, luces, chalecos fluorescentes y otros aditamentos que te garanticen un mínimo de seguridad en la vía, sobre todo cuando pedaleas de noche en calles oscuras o semioscuras.

Según cifras extraoficiales, entre 1991-2001, década crucial del “período especial”, habría sido considerable el número de ciclistas fallecidos, heridos o con traumatismos de diversa intensidad, como consecuencia de accidentes de tránsito que hubieran podido evitarse.

A diferencia de China, Vietnam y Holanda, entre otras naciones, la población cubana no ha sido educada para utilizar la bicicleta como medio casi obligado de transporte diario. En Suiza, por ejemplo, a los niños desde pequeñitos no sólo se les enseña a montar bicicleta, sino a conocer las leyes del tránsito. Las velos son muy usadas por tratarse de un vehículo no contaminante del ambiente, algo que también me parece estupendo.

Pero en el caso de Cuba, el aporte ecológico es escaso: el número de autos particulares, además de obsoletos es insignificante; y porque lo que las bicicletas no ensucian, lo ensucian y en grado superlativo, esos mismos autos viejos, así como los ómnibus y camellos, que circulan por las calles soltando monóxido de carbono a tutiplén (en 1987, hice un programa televisivo sobre el tema, Veneno sobre ruedas se titulaba).

Antes de 1959, a los niños, solían regalarles velocípedos y bicicletas por Navidad y Día de los Reyes, y éstos las utilizaban en sus ratos libres como distracción o deporte. Después que el ejército de barbudos llegó, mandó a parar, todo comenzó a desaparecer y lo que quedó a ser destruido, las bicicletas se convirtieron en un objeto anacrónico. Al no venderlas más, las existentes fueron rompiéndose y sólo unas pocas en toda la Isla lograron sobrevivir al paso de la desidia y del tiempo.

Las bicicletas socialistas llegaron en 1990, junto con el “período especial”: primero las chinas, para vender a estudiantes y trabajadores en moneda nacional, y después las capitalistas, que se podían adquirir tras la despenalización del dólar, en julio de 1993. Como ya escribí, con la reapertura en 1994 de los mercados libres campesinos, comenzó a mejorar la situación alimentaria y, con ella, los ciclistas a poder comer mejor y aumentar un poco de peso. Hasta entonces, parecían anoréxicos pedaleando.

Dudosa, al menos para mí, es la afirmación de que mermaron los casos de diabéticos. No sé cómo esto se produjo, porque al cubano siempre le gustó comer postres y dulces, y al no poder tenerlos, empezó a tomar agua con azúcar, prieta o blanca, dos, tres, cuatro veces al día (la famosa “sopa de gallo”). Muchas personas por desayuno tomaban cocimiento de hojas de naranja, limón, salvia, romerillo o cualquier otra planta o yerba de agradable sabor. Ese “té” lo tomaban caliente, bien endulzado, y así poder comenzar el día con “suficiente energía”.

La falta de vitamina A y de Beta-caroteno afectó la vista de una cantidad indeterminada de cubanos y a otras, como fue mi caso, se los agravó. Las neuritis y polineuritis no fueron un invento: todavía muchos no han podido recobrarse del daño causado a su organismo por la no ingestión de vitaminas ni minerales.

Casos de estreñimiento, hemorroides y otros trastornos intestinales se presentaron en aquellas personas cuyo organismo necesitaba consumir aceite vegetal dos o tres veces por semana como mínimo.

La ausencia de calcio en la dieta diaria ocasionó que las ya deficientes dentaduras de los cubanos comenzara a tener más caries y problemas odontológicos. Y no fueron aislados los casos de personas, más o menos viejas, a quienes se les empezaron a caer dientes y muelas. La falta o disminución de calcio también debe haber afectado en los procesos de cambios de dentición en los niños que tuvieron la mala suerte de nacer entre 1991 y 2001 y no pertenecer a familias “condólares”.

En mi opinión, las dos peores consecuencias del 'período especial en tiempos de paz fueron:

- La enorme cantidad de niños bajos de peso y talla que a partir del “período especial” empezaron a nacer (años después trataron de remediar la situación distribuyendo a estos niños una cuota extra de arroz, frijoles, pastas, aceite...

- Y aunque mucho antes de esa época las mujeres comenzaron a tratar de aliviar la escasez y penurias que la revolución les trajo teniendo un solo un hijo, si acaso dos, fue durante el “período especial” cuando las cubanas dijeron NO y dejaron de parir: si salían embarazadas, se hacían un aborto. El resultado es bien conocido: el decrecimiento y envejecimiento de la población.

Todo ello al margen de depresiones y divorcios; aumento de la violencia doméstica y callejera, y de los índices de tabaquismo, alcoholismo, prostitución, juego ilícito, corrupción, actividades delictivas, suicidios y de muertes evitables, como la del doctor Desiderio García.

Video: Carros antigos - Cuba - Triciclos. Subido a You Tube el 20 de junio de 2009 por ranimiro100.

jueves, 19 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (IX)




Por Tania Quintero

Los hombres que siempre fueron colaboradores con su mujer y participativos en las tareas domésticas, hicieron suyo el “período especial´”y arrimaron aún más el hombro. Pero... ese tipo de hombres escasea y constituye menos de la mitad de los cubanos que son cabezas de familia. Así que una buena parte de los hogares siguieron como hasta entonces: con las mujeres dando espalda y pecho, hígado y riñón, corazón y ovarios.

Las estadísticas, si existen, las desconzco. Pero puede que en algunos casos los hombres adoptaran una actitud aún más machista y egoísta y se dedicaran a beber, jugar dominó, ir a la pelota y hasta irse a vivir con una mujer con mejores condiciones de vida que en su seno familiar. Hay de todo en la villa del señor.

Independientemente del país y el contexto donde éstas se produzcan, las crisis y conflictos dañan los códigos morales, máxime en un país que pese a su intención de crear un hombre nuevo, lo que creó fue un ciudadano con menos valores ético-morales que los existentes antes de 1959. En los casos de personas y familias con códigos éticos arraigados, el “período especial” no les hizo mucha mella.

Si tenemos en cuenta que hacia finales de los 80 en el panorama nacional, especialmente en la capital, habían hecho su aparición personajes hasta ese momento desconocidos, como los jineteros, es de suponer que la llegada del “período especial” se convertiría en caldo de cultivo propicio para su propagación.

El jineterismo es un concepto más amplio que la prostitución y el proxenetismo e incluye a los dos sexos. En Cuba, como en cualquier parte del mundo, las mujeres que venden su cuerpo son putas, pero no todas las jineteras son prostitutas, aunque lo parezcan.

A diferencia de planteamientos hechos por algunos cubanólogos, no considero que el jineterismo sea “una forma de trabajo por cuenta propia” y menos puede verse como “una postura de oposición”. El jineterismo es un fenómeno social y sus orígenes están en los errores de la revolución: junto con su maleta de promesas, sueños y esperanzas trajo un baúl repleto de contrastes, desigualdades y discriminaciones.

El primer jinetero -que supongo debe haber vivido en una cuartería o vivienda apuntalada de Centro Habana, debe haber sido un joven negro o mulato de entre 20 y 30 años y tener un título universitario metido en una gaveta- no salió a la calle para “trabajar por su cuenta”. Salió porque no tuvo más remedio que salir a “luchar”, un concepto que significa “jugarse el pellejo”, “olfatear la cárcel” y también “arriesgar la vida”.

Lo que ocurre es que como los primeros jineteros tuvieron relativo éxito, otros comenzaron a perder el miedo y comenzaron a salir a la calle a “luchar”, “resolver”, “inventar”. Primero, repito, eran hombres, después fue que surgió la variante de la jinetera-prostituta y con ellas los proxenetas o chulos, y luego fueron sumándose toda clase de “bisneros” desde los que contrabandeaban obras de arte y alquilaban ilegalmente sus casas hasta los que decidieron “enriquecerse” con la venta de tabacos falsos o metiéndose en el negocio de la droga.

Si nada dentro de ese fenómeno social llamado jineterismo puede verse como una forma de trabajo por cuenta propia, menos aún puede decirse que sea una manifestación de algún tipo de postura contestataria, oposicionista al régimen. Quienes sostengan eso no tienen la menor idea de la realidad en la isla.

Conocí a unos cuantos jineteros y jineteras, maricones y travestis, entre otros antisociales y marginales, y puedo decir que aunque ellos personalmente tuvieran una pésima opinión de Fidel Castro y su revolución, no querían saber nada de oposición política. Por el contrario, decían que los disidentes les ponían “mala la cosa”, por la represión que desataban y propiciaba que la policía “la cogieran también contra nosotros”. Por lo regular se vanagloriaban de ser “apolíticos”, de no estar con unos ni con otros.

Las dos veces que estuve detenida, en 1997 y 1999, conviví en calabozos con jineteras y delincuentas, y tenía que mantenerme callada, porque suelen ser utilizadas por la policía como “chivatas”. Dentro de esos grupos marginales la policía y la Seguridad del Estado recluta personas para infiltrarlas dentro de la oposición, tenerlos como informantes y movilizarlos para participar en actos de repudio.
A cambio de su “colaboración”, les permiten seguir en su submundo. Me entristece mucho que ese tipo gente se deje coger para eso. Hay sus excepciones, pero son las menos. Como ellos también son víctimas, sufren vejaciones y son detenidos, juzgados y van a parar a las cárceles, fuera de Cuba puede creerse que son opositores. Pero no, no lo son.

¿Cuántas cubanas optaron por la prostitución con la llegada del “período especial”? Las cifras se desconocen. Lo que sí se sabe es que muchas se prostituyeron por razones de verdadera miseria y para tratar de salir de situaciones desgarradoras, pero otras lo hicieron para tener perfumes, vestir a la moda y otras superficialidades. A pesar de que entre las jineteras y prostitutas había y hay jóvenes preparadas y hasta universitarias, también debe decirse que en Cuba no siempre un diploma escolar es sinónimo de nivel cultural.
Continuará.

Video: Protestan mujeres en el Capitolio de La Habana. Subido a You Tube el 24 de agosto de 2011 por HablemosPress.

martes, 17 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (VIII)




Por Tania Quintero

Cuando el gobierno implanta el racionamiento, el 26 de marzo de 1962, crea dos libretas: la de productos alimenticios y la de productos industriales. La primera enseguida fue identificada como “la libreta de la comida”, y la segunda “la de la ropa”.

La libreta “de la ropa” permitía adquirir todo lo que no fuera alimentos, desde ropa y calzado, hasta hilos, bombillos y juguetes. No recuerdo ahora, pero a una mujer, por ejemplo, le tocaban dos o tres “vueltas” de blumers al año (cada “vuelta” podía ser de un blumer o de dos, según) e igual número de “vueltas” de ajustadores.

Con los zapatos eran menos espléndidos y a veces te ponían en la disyuntiva: si comprabas un par apropiado para salir, podías quedarte sin un par para ir a trabajar. A los niños solían darles un par “adicional”, para uso escolar y solo tenías dos opciones: de cordones, de corte bajo, o las llamadas botas rusas o cañeras, similares a las que usaban los militares y los cortadores de caña. Por ser más duraderas, las madres las preferían para sus hijos cuando ya tenían el pie más grande. Los niños -y también los adultos- que requerían zapatos ortopédicos perdían el derecho a comprarse un par de zapatos normales.

Los uniformes escolares se vendían -y todavía se venden- bajo un estricto control y, además, no le puedes comprar uno todos los años. Cuando nos fuimos, en noviembre de 2003, mi nieta estaba en 4to. grado y la madre le había acabado de comprar un uniforme para comenzar el curso, en septiembre, y ya no tenía más derecho. O sea que tenía que hacer 4to, 5to. y 6to. grado con ese solo uniforme, una niña como que con los 13 años que tiene ahora mide 1,73. Entonces en torno a los uniformes escolares hay un gran negocio, los que trabajan en los talleres se los roban y los revenden, de modo que un uniforme que el Estado te vende en 5 pesos, por 5 dólares (125 pesos) lo consigues “por fuera”.

Durante unos años por la libreta de productos industriales se distribuyeron juguetes, a razón de tres por niño, de 0 a 12 años: uno básico (de mayor tamaño, calidad y precio) y dos adicionales (jugueticos pequeños y baratos). Pero con la llegada del “período especial” esto se esfumó y ahora sólo se pueden comprar juguetes por dólares.

Los cakes para cumpleaños se daban por la libreta de productos alimenticios, a razón de uno hasta los 10 años. Eran malísimos y costaban 10 pesos. El cumpleañero tenía “derecho” también a un pomo de esencia de refresco (para ligar con agua y azúcar); un paquete de “pastillitas” (caramelos) y 25 panes, que las familias pican a la mitad o en cuatro partes, untan un poquito de “pastica” y lo reparten como “bocaditos”. Los que tienen un poco más de recursos, hacen croqueticas de “averigua” y una ensalada de coditos con mayonesa hecha en casa, con cebollinos y “perritos” (salchichas) picoteaditos.

En el mercado negro o subterráneo, en 2003 se podía comprar de todo: desde el último bestseller mundial o la última película producida en Hollywood hasta ropa, calzado y perfumes de marca, muebles, piezas para autos, computadoras, teléfonos celulares, botellas de aceite, piernas de jamón o puerco, sacos de papas, carne de res, CDs “quemados” (que es como se llama en Cuba a los discos pirateados o top mantas), instrumentos musicales, una bóveda en el cementerio, bicicletas, motos, autos, lanchas, tabacos Cohiba legítimos o falsificados, cuadros verdaderos o falsos, revistas del corazón, ediciones no tan recientes de El País o El Nuevo Herald, Viagra, toda clase de medicamentos y bebidas alcohólicas, tintes para el pelo, gafas, aceite de oliva, cajas de bombones, café y cigarros de importación. Absolutamente de todo. Siempre y cuando se tuvieran suficientes dólares o pesos para pagar lo que pidieran.

Las mujeres siempre han sido y siguen siendo, las más afectadas en todos los conflictos, trátese de guerras, catástrofes naturales o crisis económicas. Y junto con ellas, los niños, ancianos y enfermos. Es una contradicción, pero las grandes víctimas de la revolución de Fidel Castro han sido las mujeres. Y, contradictoriamente, ha logrado mantenerse tantos años en el poder gracias a las mujeres.

¿Por qué? Precisamente por ser las más sufridas, debieron haber sido las que más pronto hubieran salido a las calles a protestar, sonando cazuelas o no. Por ello lo que están haciendo las Damas de Blanco tiene tanto valor. Ellas, es cierto, protestan por la libertad de sus esposos y familiares, pero en su protesta va implícita su oposición al régimen.

Desde el primer momento, Fidel Castro todo lo calculó (prohibió las huelgas, eliminó el Habeas Corpus en la jurisprudencia cubana, cerró todos los periódicos y revistas y de un tajo acabó con la libertad de expresión y reunión), y también previó mantener bajo control a las mujeres y en 1960 creó la Federación de Mujeres Cubanas. En una serie sobre la mujer negra cubana, publicada en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa en septiembre de 2003, escribí:

“La propia Federación de Mujeres Cubanas (FMC) es una organización estatal anquilosada. Aunque sus funcionarias participan en eventos internacionales y sus declaraciones se avienen con los últimos enfoques de género, en la ‘concreta’ los discursos no ‘cuadran’ con el día a día de las cubanas. Un diario vivir bastante precario y alejado de las tendencias modernas acerca de la mujer. La compleja gama de problemas que su condición representa en Cuba es materia pendiente. Desde su fundación, el 23 de agosto de 1960, la FMC ha estado presidida por Vilma Espín, blanca ingeniera de profesión y con un currículum guerrillero. Madre de cuatro hijos y esposa del número dos de la revolución, Raúl Castro, la señora Espín, con el mayor de los respetos, es arquetipo de inmovilismo. Al parecer, nada dentro del movimiento femenino cubano -con una historia muy anterior al triunfo de los barbudos- se modificará hasta que cese su mandato. O hasta que el actual estado de cosas cambie”.

En ese mismo trabajo digo: “Desde hace más de cuatro décadas una serie de problemas fueron clasificados como tabú en Cuba: el racionamiento alimentario decretado en 1962; el alto índice de abortos, divorcios y suicidios; la vida familiar de los dirigentes y el tópico negro, entre otros. Han estado engavetado o mantenido en secreto, hasta que su volumen fue alarmante, la prostitución, el alocholismo, la drogadicción y la malnutrición, que ha incidido directamente en el bajo crecimiento de niños y adolescentes así como el retraso mental y anomalías congénitas relacionadas con causas que van desde incorrectos hábitos nutricionales hasta pésimas condiciones ambientales”.
El aporte de las abuelas ha sido igual o mayor que el de las madres, porque en Cuba las abuelas se asemejan bastante a las jefas de tribus matriarcales. Y como aquéllas, en éstas descansan todavía demasiados problemas: cuidar a los nietos, alimentar a la familia y hasta salir a la calle a vender maní o periódicos, para tratar de llevar unos quilos a la depauperada economía familiar.

El apoyo no sólo se vio entre abuelas, madres, hijas y nietas sino en general entre todas las mujeres, en particular en las más abiertas y comprensivas, y menos en las más egoístas y cerradas.

Como toda crisis económica y moral, el “período especial” no fue una excepción y obligó a mostrar a las cubanas, tradicionalmente generosas y hospitalarias, una cara ingrata: tener que disimular o esconder alimentos o el café -en Cuba, toda la vida, a las visitas se les ofrece café y durante el “período especial” no se podía ofrecer, so pena de quedarse uno sin el buchito para tomar al otro día.

Otras veces llegaba una visita y si uno estaba preparando el almuerzo (los cubanos suelen almorzar entre las 12 y la 1 del día) o la comida (lo que los españoles llaman cena, en Cuba se acostumbra comer entre las 6 de la tarde y las 8 de la noche) había que esperar a que se fuera, porque tenía lo justo y no alcanzaba para invitarlo.

Recuerdo que una vez me fuí con una vasija a hacer cola para comprar arroz con sardinas, en uno de esos comedores que cocinaban para llevar a casa y sólo daban dos raciones por persona. Cuando llegué, le serví a Iván y me disponía a comer mi ración (que para nada me apetecía, pero no había otra cosa), cuando llegó el hijo de una amiga nuestra, quien siempre que iba a su casa no me dejaba ir sin invitarme a comer algo, y le dije:

“Llegaste a tiempo, no sé si te gusta el arroz con sardinas, pero es lo único que tenemos”. Él, que como casi todos en aquellos días, estaba muerto de hambre. Y se lo comió como si se tratara de una paella valenciana. Continuará.
Video: Ibrahim Ferrer (1927-2005) interpreta Perfidia, bolero del compositor mexicano Alberto Domínguez (1911-1975). Subido a You Tube el 11 de octubre de 2009 por HernanM2009.

domingo, 15 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (VII)


Por Tania Quintero

Los más agónicos de todos los apagones eran los que se producían antes y después de un ciclón: fácilmente podías estar cuatro o cinco días sin luz. Uno de los últimos huracanes que pasé en La Habana fue anunciado con fuerza 5. Logré preparar un poco de almuerzo en casa de una vecina y después de comer, mis hijos y mi nieta hicieron lo único que se podía hacer en esos casos: acostarse a dormir. Y que fuera lo que dios quisiera.

Ya en amplias zonas del municipio Diez de Octubre no había fluído eléctrico y los pocos vecinos que tenían radio de pilas (baterías) oían los últimos partes del Instituto de Metereología y a voz en cuello se lo trasmitían a los otros. “Oye, fulano, están diciendo que hay que quitar las antenas y limpiar bien las azoteas”. Al poco rato: “Caballeros, tienen que asegurar puertas y ventanas de cristal, porque dicen que el socio (el huracán) va a acabar con la quinta y con los mangos”.

Iván, quien heredó la misma sangre de horchata (carácter flemático) de mi padre y familia paterna, me decía: “No cojas lucha, acuéstate a dormir, deja que el ciclón acabe de llegar y desbarate lo que va a desbaratar”. Ellos roncando y yo sentada en el sillón de la sala, con mi radiecito Sony, oyendo las últimas noticias, mirando fijamente la ventana de cristales de la sala, para no perderme cuando la fuerza de los vientos la hiciera añicos. A las cinco de la tarde todo estaba oscuro como boca de lobo y yo allí, esperando lo peor.

Esa vez, de nuevo, el huracán se alió con Fidel Castro y no descargó su furia sobre La Habana. La capital volvió a salir ilesa de un huracán fuerza 5. Eso debe haber sido después de abril de 2001 o en el 2002, porque ya mi madre había fallecido. Estuvimos cuatro días sin luz. Inenarrable.

No todos en Cuba ni en La Habana sufren por igual los apagones. Los que viven en “zonas priorizadas” (cerca de una unidad militar, embajada, hospital u hotel, entre otras instalaciones consideradas importantes) apenas se ven afectados por los cortes de electricidad. Dentro de nuestro propio barrio había cuadras en las que nunca se iba la luz y a veces ocurrió que acababa de conectar para hacer arroz en la olla arrocera y, pum, el jodío apagón.

Cuando eso ocurría, la primera esposa de Iván, cogía la olla y se iba a casa de unas amistades de ella que vivían pegado al Paradero de la Víbora donde no se iba nunca la luz, porque su zona era “priorizada”. Después, cuando ellos se separaron, no me quedaba más remedio que sacar el caldero de hierro y terminar de cocinarlo allí. A veces ocurría un milagro y de pronto volvía la luz, pero ya yo, a punto de estallar, lo dejaba en el caldero, quedara como quedara.

Mi madre había sido 'especialista' en cocinar arroz: siempre le quedaba blanquito y desgranadito y por ello a mis hijos nunca nadie les pudo hacer comer arroz ensopado. Si me quedaba 'empegostado' no lo tiraba a la basura, se lo llevaba a algún vecino. Porque si algo en medio de aquella caótica y agobiante vida a mí me consolaba era saber que había muchísima gente peor que nosotros.

La reapertura de los mercados agropecuarios en 1994, abruptamente aniquilados en 1990-91, mejoró considerablemente la situación, sobre todo porque resurgieron al año siguiente de la despenalización del dólar. Esos dos hechos, la despenalización del dólar en julio de 1993 y la reapertura de los mercados campesinos en el 94, contribuyeron en un alto porcentaje a aliviar la pésima calidad de vida y a mejorar la mala alimentación, que tan nefastas consecuencias trajo para la salud de miles de cubanos y particularmente para mujeres jóvenes en edad reproductiva, cuando salieron embarazadas y dieron a luz tuvieron bebés de bajo peso, producto de las carencias nutricionales de sus madres.

Pero también estas dos nuevas realidades contribuyeron a ahondar aún más los contrastes entre los niveles de vida de unos cubanos y otros. A grosso modo esa brecha se simplificó llamando a unos “los sindólares”, los que no tenían FE (familia en el exterior), la gran mayoría de la población, y a otros “los condólares”, los que tenían FE o dentro del gobierno trabajaban en turismo o corporaciones donde una parte del salario era devengado en divisas.

Nuevamente para paliar un problema se creaba otro, como en 1986, cuando Fidel Castro decidió renovar la policía y potenciar el desarrollo turístico: comenzaron a venir turistas, con ellos las ansiadas divisas, pero todo un submundo de marginalidad, antítesis del sueño del hombre nuevo preconizado por el Che, que en menos de una década nos invadió de un extremo a otro de la isla. Las jineteras, proxenetas, bisneros y pingueros, entre otros, podían haber nacido en La Habana, pero también en Cienfuegos, Camagüey, Holguín, Pinar del Río o Guantánamo.

Los “sindólares”, lógicamente, trataron de buscarse los “fulas” a como diera lugar, pues en los mercados campesinos se conseguía arroz, frijoles, carne de cerdo o carnero, viandas y frutas, pero no jabón, detergente, desodorante, ropa y zapatos. Hasta que no se abrieron las Cadecas (Cajas de Cambio), el suministro de billetes verdes provenía de los “condólares”.

Fue una etapa de un gran meroliqueo, de una gran especulación y un gran mercado negro. El cambio al inicio era de 150 pesos por un dólar, después bajó a 100 pesos por un dólar.

Hacia fines de 1993 estaba a “cien por uno” y con 14 dólares que teníamos guardados para ir preparando la canastilla -mi primera nieta tenía previsto nacer en julio de 1994, finalmente se adelantó y nació un mes antes, el 3 de junio- compramos catorce metros de “tela antiséptica”, como llaman en Cuba a una tela blanca, de algodón, tradicionalmente utilizada para confeccionar pañales y sabanitas. Los culeros suelen ser “de gasa”, un tejido más suave, que se lava y seca más rápido (eran excepcionales las recién paridas que podían comprar culeros desechables o pampers).

Pese al trapicheo y el frenesí por conseguir “fulas”, indiscutiblemente la apertura de los mercados agropecuarios ayudaron a la población a enriquecer su dieta diaria.

Hasta mi salida de Cuba, en noviembre de 2003, por la libreta de racionamiento mensualmente se podía adquirir, per cápita: 6 libras de arroz blanco; 3 libras de azúcar blanca y 3 libras de azúcar prieta; 20 onzas de frijoles (negros, blancos, colorados o chícharos); un paquete de sal yodada (lo vendían un mes sí y otro no); un paquetico de 4 onzas de café mezclado con chícharos, una vez cada quince días, y media libra de aceite per cápita, no todos los meses.

La distribución de leche y yogurt se circunscribía a niños hasta los 7 años, embarazadas y enfermos crónicos. Los ancianos tenían “derecho” a una ración de un cereal incomible denominado Cerelac y que muchos preferían dejarlo en la bodega. Huevos daban 8 per cápita al mes. El pollo, carne de res, pescado y embutidos no tenían fecha fija para ser vendidos y la cuota asignada a una persona se comía de una vez, en almuerzo o comida.

Una acotación: en la capital suelen dar más cantidad de productos y con más frecuencia, en el interior del país, menos. Los domingos, el periódico Tribuna de La Habana publicaba la relación de alimentos que el Ministerio de Comercio Interior tenía previsto distribuir para la semana siguiente, pero en la edición digital no se reproducía, para no darle “trigo” al “enemigo”.

Las cuotas asignadas por el Ministerio de Comercio Interior no satisfacían a todos por igual, lógicamente. No todos tenían el mismo apetito y estaba en dependencia del número de personas en la libreta y de la composición del núcleo familiar: en los hogares con niños pequeños, por ejemplo, los adultos podían disponer de más café, pero lo más seguro es que el azúcar no alcanzara. Pero, en general, una persona de estómago normal y apetito limitado, con esas cuotas podía comer una semana, o a mucho tirar, diez días.
Video: Cuba entre ciclones (Chapter I). Subido a You Tube el 28 de julio de 2010 por todoesmusica.
Nota: Reportaje realizado después de que supuestamente el 'período especial en tiempos de paz' había finalizado en Cuba.

viernes, 13 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (VI)




Por Tania Quintero

En Suiza no puedo olvidar los apagones. No porque esté al tanto de que siguen existiendo y continúen haciéndole la vida un yogurt a los cubanos, sino por la enorme cantidad de velas, linternas, baterías, lámparas portátiles y unas cajas inmensas de fósforos de madera que parece fueron diseñados para guiarlo a uno en la oscuridad: duran más de un minuto encendidos. Es del carajo: unos con mucho de todo y otros sin nada de nada.

Si comer era la cuestión, conseguir velas y fósforos también era vital. A mi madre le gustaba iluminarse con “mechones”. Ella misma los preparaba: en un pomo de cristal de boca ancha, de ésos donde alguna vez envasaron mermelada de guayaba o mango, cogía un tubo vacío de pasta Perla (de aluminio, sin ninguna marca ni diseño), lo picaba por debajo y le daba unos cortes de modo que se pudiera parar, le introducía una mecha o algodón y lo colocaba en el centro del pomo.

Con cuidado echaba por el borde un poco de luz brillante (kerosene), no mucho. Y como todo estaba oscuro no te dabas cuenta del hollín que iba soltando ni que alrededor todo se iba tiñendo de negro.
Lo peor no era la cochinada que se formaba, ni el olor del kerosene, sino lo dañino que era -y es- para las vías respiratorias.

Mi hijo Iván, asmático desde niño, cuando mi mamá encendía un mechón se iba para la calle: el humo y el olor le desataban crisis asmáticas. Aprovecho para decir que a partir del período especial, el número de asmáticos y de enfermedades respiratorias se incrementó alarmantemente.

No sólo a Iván el kerosene afectaba, a mí también: desde niña padecí de bronquitis asmática crónica. A menudo mis padres me llevaban al Hospital Infantil, en 27 y G, Vedado. Mi pediatra era un hombre negro ya mayor, el Dr. Labordette. Tendría seis o siete años cuando me dio una tosferina de larga duración: varios meses con aquella tos perruna.

Como casi todas las mujeres de origen campesino, mi madre creía más en los remedios naturales que en los químicos. Mi tos se sentía a una cuadra, parecía un perro boxer ladrando. Todas las noches mi mamá me empavesaba pecho, espalda y cuello con “vickvaporub”, en el pecho me ponía un paño previamente calentado en una sartén de hierro y ya en la cama, tenía que hacer inhalaciones de agua hirviendo con hojas de eucalipto dentro.

Por las mañanas, en ayunas, me daba un par de cucharadas del “caldito” que soltaba la remolacha después de toda la noche en un platico con azúcar en el balcón, con su buena dosis de contaminación ambiental: el churre que me tomaba con el “caldito” a ella nunca le preocupó, a fin de cuentas, ella decía que lo mejor que había para curar las heridas era restregarse con jabón prieto, usado para lavar la ropa.
Teoría que mi madre mantenía en una época en que había toda clase de desodorantes, fabricados en la ya entonces desarrollada industria cubana de jabonería y perfumería, como Crusellas y Sabatés, o importados de Estados Unidos y Francia -igualmente decía que “el mejor desodorante era el bicarbonato”, algo que yo no soportaba, aparte de que su uso continuado quemaba las axilas.

Para levantar las “defensas” y no coger anemia, todos los días tenía que tomarme un jarro de jugo de naranja con zanahoria; comerme una manzana (cerca de la casa vendían manzanas, peras, uvas y melocotones de California); tomarme un plato de caldo de vegetales (espinaca, zanahoria, remolacha, apio, berro, ajo porro, aji, cebolla, tomate) y un par de cucharadas de “bistí”, como ella llamaba al líquido que iba soltando un bistec que mi madre ponía sobre una parrilla encima del carbón y recogía en una cacharrita.

Todo eso fue en la década de 1940-50, antes de la revolución. Estoy hablando de una familia pobre, que vivía con un peso al día y miren cómo a mí me alimentaban. Cocinábamos con carbón y no teníamos refrigerador ni televisor. En el hospital nos daban las medicinas gratis y jamás mi padre pagó un centavo por ninguno de los tratamientos que a mí me mandaban (y creo que si hubiera tenido que pagar no me los hubiera dado).

El Infantil fue construido en 1933 y fue el primer hospital pediátrico de Cuba. Contaba con casi todas las especialidades médico-quirúrgicas infantiles y disponía de 500 camas. De este hospital salieron los mejores médicos, pediatras y cirujanos de la isla. En 1961 le pusieron Pedro Borrás Astorga, miliciano muerto durante los combates de Playa Girón.

Debido a la falta de cuidado y mantenimiento, se encontraba en un deplorable estado. Allá quien se crea que Fidel Castro fue el salvador de la patria: fue el gran demoledor. Continuará.

Video: Apagón en Las Tunas. Subido a You Tube el 26 de octubre de 2011 por tunerita22.

Nota: Video realizado después de que supuestamente el 'período especial en tiempos de paz' había finalizado en Cuba.

miércoles, 11 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (V)




Por Tania Quintero

Si en una agonía se convirtió alimentarse, vestirse, calzarse, bañarse, limpiar la casa y contener la sangre menstrual, en un verdadero calvario devino el transporte urbano e interprovincial.

Surgieron en La Habana los “camellos”, culpables en buena medida de la destrucción de las avenidas por donde pasaban con su pesada carga (casi 200 personas en cada uno), los bicitaxis y las bicicletas cambiaron el panorama y también llevaron dolor a muchos hogares, por la cantidad de muertos causados.

En el interior de la isla renacieron los carretones y coches tirados por caballos y los viajes de una provincia a otra se hacían en cualquier vehículo rodante, fuese la parte de atrás de un camión o de una rastra. Los vuelos nacionales de Cubana de Aviación se redujeron a la mitad o menos, los trenes, lentos y viejos, fueron incapaces de satisfacer la demanda, sobre todo en meses de vacaciones y fin de año.

Los añejos carros americanos -más conocidos por almendrones- exteriormente delataban el fabricante (Ford, Chrysler, Oldsmobile, Chevrolet, Buick) y la década (1940-50), pero para que de verdad funcionaran había que ponerles motores “nuevos”, la mayor parte de las veces procedentes de autos rusos (Lada, Volga, Moskovich). Los mecánicos comenzaron a ser cotizadísimos: eran capaces de armar verdaderos frankensteines automovilísticos.

Dicen que el “deporte nacional” en Cuba no es la pelota (béisbol) sino pegar tarros (poner los cuernos) a novios o maridos. Pero el “periodo especial” dejó tan deshuavinados a los cubanos, que sin ganas de templar (follar) se quedaron. El gobierno cubano en salud y educación dice tener sus dos grandes logros. Miente: la libreta de racionamiento y los apagones son también otros dos grandísimos logros.

Si excluimos aldeas tribales africanas, indígenas o asiáticas, donde aún no ha llegado la electricidad, Cuba tiene dos récords que deberían figurar en el Libro Guinness: la población que más años ha vivido con cartilla de racionamiento y la que acumula más horas de oscuridad, de falta de agua y de combustible para cocinar.

Los “apagones programados” -ésos que te avisaban por la prensa que tal día a tal hora en la zona número tal habría cortes de fluído eléctrico en el horario tal- tienen la ventaja de que como “guerra avisada no mata soldados”, puedes prepararte, pero, sobre todo, resignarte a que ese día todo irá al revés.

Pero los que desequilibran a masantín el torero son los “apagones no programados”, casi siempre producidos por una rotura en una termoeléctrica o porque el transformador del poste de la esquina empezó a chisporretear por un cortocircuíto. Dado el deterioro de los equipos, esas averías eran bastante frecuentes y podían ocurrir cualquier día de la semana, a cualquier hora y crearte un estrés extra no programado.

A unos y otros apagones trataba de cogerlos con calma, pero no podía. Es algo superior al aguante del cubano más ecuánime, sobre todo, de las mujeres, quienes siempre estábamos al borde del ataque de nervios.

Los apagones diurnos no eran más llevaderos: impiden a las amas de casa hacer sus quehaceres, los refrigeradores empiezan a descongelarse, el agua a ponerse “bomba” (caliente) y los ventiladores sin echar el necesario aire en cualquier época del año.

Si no tenías pencas ni abanicos, a echarse fresco con un pedazo de cartón. Tampoco podías poner el motor del agua, hacer un batido, cocinar el arroz en la olla arrocera y como el “apagoncito” puede afectar el suministro de gas, no tienes candela para preparar la comida o calentar agua para bañarte (la inmensa mayoría de los cubanos se bañan con cubos de agua).

Los “criminales” de verdad eran los apagones nocturnos, sobre todo si en casa tienes un niño (mientras más pequeño, peor) o un enfermo (mientras más viejo, peor). Lo único que me gustaba era el silencio reinante. Entonces yo, superdesafinada, en medio de aquel silencio empezaba a improvisar y “cantar”, bien alto, para que todo el vecindario me oyera (antes de 1995 sabían que era periodista oficial, o sea “revolucionaria”, despues del 95 sabían que me había convertido en periodista independiente, es decir “contrarrevolucionaria”): “El apagón, gon, gon, me gusta un cojón, jon, jon”. O si no: “Ay que rico, cómo me gusta estar así, bien oscurita, irme a dormir pa’mi camita, con ese calorcito y los mosquitos pican que te pican”. Si tenía encendido el bombillito de la creatividad, me quedaban mejor los cánticos, si no, una auténtica pesadez.

En mi casa me decían “cállate ya, no jodas más, que todavía va a venir alguien del comité y se forma un lío por gusto”. Otras veces me sentaba en la terraza con mi Sony de 13 bandas y ponía bien alto la emisora extranjera que en ese momento pudiera sintonizar, fuera la BBC, Radio Exterior de España, VOA o Radio Martí. Continuará.


Video: Cuba qué linda es Cuba (Transporte revolucionario cubano). Collage de fotos hecho por Milco Baute en julio de 2009. Subido a You Tube el 21 de julio de 2009 por bauteproduction.
Nota: Este collage de fotos fue realizado cuando supuestamente el 'período especial en tiempos de paz' había finalizado en Cuba.

lunes, 9 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (IV)




Por Tania Quintero

Mi madre, de origen campesino, sustituyó los chicharrones de puerco, por “chicharroncitos” obtenidos del pellejo del pollo, tremendamente dañino por el alto contenido de colesterol, pero a ella “toda esa bobería que ahora hablan los médicos” le entraba por un oido y le salia por el otro, “porque uno se va a morir cuando le toca y no porque coma esto o lo otro”, decía.

Descubrió que con la grasa obtenida después de freír los pellejos de pollo, podía echarle “mantequita” al arroz y, sobre todo, freír huevos, porque eso de freírlos en agua -otro de los “inventos de período especial”- era tan antinatural como el café mezclado con chícharos.

Mucho antes de la llegada del “período especial”, eran excepcionales los cubanos que podían tener papel sanitario en el baño: la mayoría utilizaba papel de periódico (la escasez de papel fue generalizada, menos para imprimir el periódico Granma y toda la folletería política editada por el partido) y algunos, como una vecina mía, en el baño de su casa decidió poner los libros de marxismo utilizados por sus hijos en la universidad, pues “pa’qué los queremos, si ya el comunismo se cayó”.

Menos risueña fue la realidad de las cubanas trabajadoras: salvo excepciones, la inmensa mayoría, después de orinar, se secaban con hojas de papel y modelos que una vez fueron utilizados para hacer burocráticos informes y estaban tirados en cualquier almacén, sucios, amarillentos y con rastros de haber servido de guarida a ratones y cucarachas.

No sé si habrán datos al respecto, pero en esos años deben haber aumentado considerablemente las infecciones urinarias y vaginales de las mujeres cubanas.

Capítulo aparte merece la desaparición del algodón y las íntimas (almohadillas sanitarias). Como no se podía impedir que las mujeres en edad reproductiva dejaran masivamente de menstruar, la solución fue comenzar a utilizar trapos, obtenidos de sábanas, toallas y cuanta ropa vieja o pasada de moda se encontrara.

Aquellas mujeres que aún conservaban pañales de cuando sus hijos fueron bebitos, tuvieron un tesoro y sufrieron un poco menos. Esos trapos no se botaban: se enjuagaban bien y se ponían a hervir, la mayor parte de las veces sin jabón o, si acaso, con una astillita de jabón.

Las astillitas de jabón, otrora botadas o menospreciadas, alcanzaron categoria VIP. En mi casa, y en casi todas las casas, se clasificaban: en una lata se ponían a hervir las astillitas de jabón de tocador y en otra las de jabón de lavar.

El “período especial”, no se puede negar, desarrolló la inventiva y mucha gente se “especializó” en la fabricación casera de jabón. No se me olvida que una vez no teníamos jabón para bañarnos y mi hija consiguió uno en su trabajo, grande y azul. Llegó contenta con su trofeo: lo podíamos picar en dos y tendríamos jabón por lo menos para bañarnos durante dos semanas. Pero cuando mi hijo lo vió se negó rotundamente a bañarse y ni siquiera a lavarse las manos, porque se iba a enfermar de la piel. El jabón era azul porque contenía añil.

Por esa época tenía muchos amigos brasileños. Al principio, por pena, no les pedía nada. Así una vez una brasileña me mandó un juego de cuchillos de acero inoxidable, de la marca Tramontina, ideales para cortar todo tipo de carnes.

A través de una tía, que solía “resolver” productos alimenticios con una búlgara, me cambió el juego de cuchillos de calidad por dos bandejas de picadillo (carne de res de segunda molida) cuyo costo no sobrepasaba los ocho dólares. Por suerte, después empecé a recibir jabones, champú, desodorante y hasta agua de colonia.

Cristina Agostinho, una escritora de Minas Gerais, con un amigo me mandó un maletín lleno de jabones Palmolive. El hombre me dijo que pasara por el Hotel Riviera a recoger un “encargo” enviado por Cristina. Cuando bajó de la habitación con aquel maletín de cuero le pregunté su contenido. Me dijo: “Sabonetes”.

El maletín pesaba tanto que no lo podía cargar y tuve que llevarlo arrastrando hasta la parada de la ruta 37, en Línea y A, afuera del teatro Mella. A un señor que me ayudó a subirlo a la guagua le regalé dos jabones. Cuando llegué a la casa y lo abrí habían 70 “sabonetes” Palmolive de 150 gramos cada uno.

Distribuí una cantidad entre familiares, amigos y vecinos y los restantes nos alcanzó para bañarnos durante tres meses. ¿Quién dijo que la felicidad no existe? Continuará.

Video: Cuba: Nuevo baño "ecológico". Subido a You Tube el 7 de junio de 2010 por AmericaTeveCanal41.
Nota: Esta noticia fue realizada cuando supuestamente el "período especial en tiempo de paz" había finalizado en Cuba.

sábado, 7 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (III)


Por Tania Quintero

A López suelo llamarle “científico por cuenta propia”. Fue uno de los que coadyuvó, en el muy temprano 1965, a introducir la computación en Cuba y desde entonces domina la informática y trabaja con ordenadores, casi todos modelos desfasados y “cacharreados” por él mismo. Consciente de que no podía hacerle llegar su mensaje a toda la población, López empezó a redactar y reproducir consejos de cómo sortear el insorteable “periodo especial”.

En uno de esos consejos, López decía que si comíamos arroz blanco, frijoles negros, ensalada de tomate y un platanito, teníamos suficientes nutrientes para mantenernos en pie y no afectar demasiado nuestro organismo. Recomendaba echarle limón a las ensaladas, comer a menudo maní tostado y aunque fuera de vez en cuando una guayaba, naranja, mandarina o un mango y sugería pedirle a familiares y amigos en el extranjero que nos enviaran multivitaminas. “Si nos tomamos una tableta diaria de vitaminas y minerales capeamos el temporal”, solía decir.

También aconsejaba no “coger lucha”: la cifra de cubanos muertos por “coger lucha” está por averiguar, uno de ellos fue Desiderio García, profesor en ginecología y obstetricia del hospital Hijas de Galicia, quien empezó a criar un puerco en la bañadera del cuarto de criados de su casa y convirtió en pollera el patio hogareño. Tanta lucha cogió que una mañana su corazón estalló y murió de un infarto masivo.

López conminaba a familiares y amigos a llevar una vida lo más sosegada posible; dormir la siesta cuando fuera posible y evitar pedalear a pleno sol en las pesadas bicicletas chinas (en el 90, también con asesoría de López, hice un Puntos de Vista sobre las bicicletas y entre los entrevistados estuvo el Embajador de Holanda en ese momento).

Esas recomendaciones fueron de gran ayuda para mí y otras amigas mías, tan enloquecidas como yo “inventando” qué cocinar cada día. Los precios en el mercado negro se dispararon a precios inimaginables y uno no tenía reparos en comprar cualquier lata ya vencida de carne rusa o de sardinas de Albania.

La comida se convirtió en una verdadera obsesión nacional, al extremo que en una ocasión le pregunté a un diplomático español, si alguna vez en su vida, cuando se acostó o cuando se levantó, lo hizo pensando en qué iba a comer ese día. Por supuesto, nunca eso le ocupó ni la millonésima parte de una neurona de su cerebro. Los únicos momentos en que los cubanos lograban “quitar el plug” (desconectar) de la realidad, era cuando por las noches, si había luz, se sentaban a ver telenovelas, brasileñas o cubanas, daba lo mismo. O cuando así, con el estómago a media capacidad, se tomaban una botella de ron de mala muerte.
Lo más agobiante, estresante, desesperante, alucinante, -me faltan los calificativos- fue conseguir comida; después, con qué bañarse, lavar la ropa y limpiar la casa y en último lugar, pero no menos importante, procurar que no faltara el alcohol o luz brillante (kerosene) para cocinar. En toda la isla comenzaron a cocinar como en tiempos prehistóricos o como si se estuviera viviendo en un picnic perenne: haciendo fogatas.

Se cuenta que en el interior, ante la escasez de árboles y maderas propicios, le echaron mano a muebles, puertas y ventanas y después de desguasarlos con un hacha, los convertían en leña para cocinar. Las amas de casa más afortunadas éramos las que teniamos “gas de la calle” y así y todo, sufrimos muchísimo, porque a veces era tan poco el servicio de la empresa de gas manufacturado que te pasabas hasta un día sin poder prender la candela. A veces tenías gas, pero no fósforos.

Comer o no comer. He ahí la cuestión. Shakespeare hubiera escrito mejores dramas si hubiera nacido en la isla del doctor Castro. Cuando de sobrevivir se trata, todo vale. Además de gatos y perros, otros animales comenzaron a desaparecer, incluidos algunos de los zoológicos. Raúl Rivero escribió excelentes crónicas donde “el período especial” estaba de fondo, una de las que ahora recuerdo se titula “Aura” y aparece en uno de sus libros publicados en 2003.

Hubo cubanos que les salió el cocinero que todos llevamos dentro y prefirieron hacer aportes a la gastronomía criolla. Toda una variedad de platos a partir del fongo o plátano burro surgió: “picadillo” hecho con la cáscara; “compota” para los niños y “confitura” a base de un plátano muy consumido en las regiones orientales, pero no entre los habaneros, acostumbrados a acompañar sus comidas con plátanos maduros fritos, tostones o mariquitas hechas de la variedad conocida como “vianda” o “macho”.

Los “privilegiados” que poseían especies y sazonadores en la alacena de su cocina, preparaban verdaderos menús. Nació el “arroz saborizado”, a base de cuadritos de caldo de pollo o carne, que quedaba súper si se le podía añadir un sofrito con ajo, cebolla, ají y tomate, los cuatro condimentos básicos de la cocina cubana. El comino, orégano, laurel, pimentón, con sus olores y sabores quedaron en la memoria de tías y abuelas.

Era todo un festín si ese “arroz sin nada”, como también se le decía, se podía acompañar con unas “croquetas de averigua”, confeccionadas con harina de castilla a la cual se le daba un toque de ajo, cebolla o cebollinos.

Continuará.
Video: Croquetas de ave (2da. parte y final). Cortometraje de Lluís Hereu Vilaró (Girona, Catalunya), quien estudió cine en Cuba. Fue rodado en La Habana en 2006 y subido a You Tube el 6 de junio de 2007 por sinproductora.
Nota: Este cortometraje fue realizado cuando supuestamente el 'período especial en tiempo de paz' había finalizado en Cuba.

jueves, 5 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (II)


Por Tania Quintero

Como ya expliqué, estaba más o menos al tanto de lo que se nos venía encima tras la llegada al poder de Mijail Gorbachov, la perestroika y la glásnost, fenómenos muy seguidos por mucha gente en la isla, pero vistos con antipatía y temor por la jerarquía más conservadora dentro del régimen cubano.

No fue casual que en 1986-87, cuando pasé a formar parte del equipo a cargo del programa Puntos de Vista, espacio televisivo de opiniones callejeras trasmitido en horario estelar una vez por semana, le planteara a mi jefe en la Redacción de Programas Especiales de los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, la realización de una serie de seis programas centrados en la nutrición.

Mi jefe no estaba muy convencido de la temática, pero le gustó la idea. Como asesor busqué a Jose Ramón López, ingeniero electrónico, cincuentón, flaco y desencajado, que llevaba más de veinte años estudiando todo lo relacionado con el organismo humano, la nutrición y su impacto en la salud. López había trabajado en el INDER y fue allí donde creó el Club de Corredores Andarín Carvajal, en honor a un célebre corredor cubano del siglo XX.

Además de correr a diario y de estar siempre al tanto del próximo maratón para participar con sus “andarines”, López trataba de que su familia y sus amigos comieran lo más sano posible. Una verdadera hazaña en una nación con cuotas miserables de alimentos adquiridos a través de una libreta de racionamiento vigente desde marzo de 1962, con una población cada vez con peores hábitos alimentarios, por causa de un proceso revolucionario incapaz de suministrar los alimentos necesarios para una saludable nutrición.

¿Cómo conozco a López? Por un amigo que había asistido a Salud para Todos, congreso cada dos años celebrado entonces en Cuba. Ese amigo había quedado gratamente impresionado con la intervención hecha por el atípico ingeniero. Conseguí el video con su intervención y dije: “Ésta es la persona que necesito para asesorarme en mis programas”.

Después de varias y largas conversaciones en su destartalado taller, a dos cuadras de su domicilio, López y yo planificamos los seis programas. Sólo pudimos hacer tres: Vivir para comer, Comer para vivir y Algo más que comer.

Fue arriesgado por parte de López y mía, cuestionar públicamente temas tabúes jamás debatidos por la prensa oficial, como el exceso de carbohidratos y azúcares consumidos por los cubanos, quienes a su dieta diaria habían incorporado una gran cantidad de pan con croquetas, pizzas, espaguetis, dulces, refrescos y helados.

Recuerdo que en uno de los programas queríamos que una especialista del Instituto Nacional de Alimentación, Higiene y Epidemiología dijera lo dañino de la gran cantidad de mantequilla que le echaban al helado Coppelia, para hacerlo más cremoso. Pero ella se negó: ¿criticar una de las más preciadas creaciones de “papá Fidel”?

Lo narrado ocurrió casi cuatro años antes de la declaración del “periodo especial en tiempos de paz”, cuando los cubanos ni soñaban que estaba próximo el día en que apenas nada tendríamos para comer. Fue cuando los gatos comenzaron a desaparecer, se desayunaba con “sopa de gallo” (agua con azúcar prieta) y el fongo o plátano burro se convirtió en plato nacional.

Si tabú era el tema de la alimentación, más vedado era hablar de carnes. Pero López y yo, que no padecíamos de “autocensuritis”, decidimos preguntar también a la gente en la calle cuáles carnes consideraban más saludables, si las rojas o blancas. Por supuesto, todos decían que las rojas, sólo una mujer, en un supermercado situado en San Lázaro y Marina, respondió las blancas: ella había leído que un personaje famoso en los Estados Unidos, diagnosticado de cáncer, había dejado de comer carne vacuna y si alguna vez ingería carne, era de pollo o pescado.

Otra gran desinformación que nos encontramos en esos tres programas, grabados en distintos barrios habaneros y en municipios agrícolas en las afueras, es que la gente llamaba “fibra” a las carnes, sobre todo a la de res. Si hubiéramos llegado a hacer un cuarto programa, hubiéramos podido profundizar sobre los alimentos integrales, que tímidamente habían comenzado a venderse en la capital.

A pesar de intuir que padeceríamos aún más carestías, para mí, López y 10 millones de cubanos, el “período especial” fue un verdadero batacazo en el mismo medio de la cabeza y en nuestro cuerpo todo (por ahí tengo una foto, del año 95, donde tengo cargada a mi nieta, entonces con un año, y las dos parecemos acabadas de salir de un campo de refugiados en Darfour). Continuará.

Video: Croquetas de ave (1ra. parte). Cortometraje de Lluís Hereu Vilaró (Girona, Catalunya), quien estudió cine en Cuba. Fue rodado en La Habana en 2006 y subido a You Tube el 6 de junio de 2007 por sinproductora.
Nota: Este cortometraje fue realizado cuando supuestamente el "período especial en tiempos de paz" había finalizado en Cuba.

martes, 3 de enero de 2012

Así viví el "período especial" (I)


Por Tania Quintero

Los testimonios que a continuación leerán es la versión periodística de un texto redactado entre enero y febrero de 2006 para la tesis de grado de una universitaria francesa, y quien por tema escogió Cubanas en Período Especial. Posteriormente lo dividí en seis partes, algunas ya publicadas. Ahora, para el blog, lo he vuelto a unificar y le he cambiado el título.

Quienes no vivieron en Cuba en 1990, año de comienzo del “período especial en tiempos de paz”, con estos testimonios tendrán suficientes elementos y podrán juzgar si para los cubanos resultó positivo o negativo esta guerra sin tronar de cañones decretada por Fidel Castro, su hermano y su gobierno con un claro fin: capear el temporal y seguir perpetuándose en el poder.

Preámbulo

La implantación del “período especial” en Cuba, desde mi punto de vista, tiene dos lecturas. La primera: fue una consecuencia directa del desmembramiento de la URSS, la caída del Muro de Berlín y la desaparición del campo socialista en el Este de Europa. Y la segunda: evidenció el fracaso de todos los planes agrícolas y pecuarios puestos en marcha por el “máximo líder”. De esto mucho se podría hablar, pero no es ahora el objetivo.

En 1986 me ocurrieron algunas cosas como periodista oficial que de cierta manera me hicieron presentir que algo tenso, difícil y no exactamente “especial”, positivo, se avecinaba.

El 12 de mayo de 1986 Fidel Castro me citó a su despacho en el Palacio de la Revolución, a propósito de una carta que yo había enviado al entonces ministro del Interior José Abrantes, denunciando el aumento del jineterismo y la marginalidad en torno a turistas (se sobreentiende que eran extranjeros: el turismo nacional es tan insignificante que no se denomina como tal).

¿Por qué Fidel Castro quiso hablar conmigo? Porque él estaba trabajando en un plan de renovación y fortalecimiento de la policía y mis vivencias le eran útiles. ¿Para qué quería él remodelar la policía? Para poder iniciar el despegue del turismo, visto como una tabla de salvación ante la realidad de que ya no íbamos a seguir mamando la teta de la vaca del Kremlin, o sea, dejaríamos de ser subvencionados y tenidos como “hijos preferidos” de la “madre patria soviética”. Una vaca que en vez de leche nos daba petróleo, mucho petróleo.

No haré aquí el relato de aquella reunión, pueden leerla en Cita en el Palacio de la Revolución, pero sí resaltar que uno de los problemas a vencer por la nueva policía, era contrarrestar el jineterismo, la prostitución y la delincuencia que ya en ese año, 1986, comenzaba a girar alrededor del turismo. La reunión, debo aclarar, se mantuvo en la mayor discreción y apenas fue conocida por mis colegas y jefes.

Pese a figurar en la lista de periodistas “confiables”, es decir, gozar de la confianza del régimen, a partir de ese encuentro, todo un “honor” en una época en que Castro sólo recibía a periodistas-estrellas del primer mundo (para él los periodistas cubanos éramos plato de segunda mesa) los funcionarios del DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria, nombre del aparato ideológico y propagandístico del gobierno cubano), que sí supieron de esa cita, empezaron a verme de una manera distinta, como si el hecho de haber sido citada y recibida por el “comandante” me hubiera otorgado una categoría superior. Entonces comenzaron a posibilitarme accesos hasta ese momento restringidos a un grupo muy selecto de dirigentes y funcionarios del partido.

Un funcionario del DOR una vez me llevó a una oficina y me dejó sola, leyendo actas del Consejo de Ministros. En otra ocasión, a ver un video destinado a la élite partidaria -y de la cual no formaba parte, pues nunca fui militante del PCC ni de la UJC. Ese video era una comparecencia de Fidel Castro ante la “máxima dirección del país”.

Para ilustrar la situación en que Cuba se encontraba, en tono dramático Castro dijo que era como si todos los días, habituados a ver salir el sol desde una ventana, un día, de pronto, nos asomábamos y descubríamos que el sol no había salido ese día ni nunca saldría más. El ejemplo puesto se podía traducir así: durante muchos años los cubanos habíamos estado tranquilos, confiados en que sin fallar una semana o un mes, a los puertos cubanos arribarían barcos cargados de petróleo procedentes de la URSS.

Fueron tiempos de un clima angustioso, incierto. Los cubanos no se imaginaban lo que se les venía encima. No sé si fuera de Cuba la opinión pública tenía suficiente idea de que lo que se avecinaba, pero la gente dentro de la isla pensábamos -y en voz baja comentábamos- que si la revolución hubiera hecho una verdadera reforma agraria, los planes agropecuarios hubieran cuajado y los campesinos hubieran podido trabajar a gusto y con eficiencia la tierra, produciendo suficientes frutos, la llegada del “período especial” no hubiera tenido las consecuencias que tuvo.

Cuesta creerlo, pero fue verdad: durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Cuba exportaba papas, tomates y otras verduras a grandes fábricas procesadoras de alimentos en los Estados Unidos, de donde salían deshidratadas, envasadas y llevadas a países europeos en conflicto. Ya desde finales de la década de 1930, cuando la Guerra Civil Española, en Cuba se llevaron a cabo jornadas solidarias y hacia España salieron cajas de alimentos, ropa y medicamentos. Ese tipo de acciones solidarias volverían a repetirse en los 40: ciudadanos de a pie recolectaban latas de leche condensada, azúcar, chocolate y otros alimentos no perecederos para enviar a los “hermanos combatientes soviéticos”.

Quien vivió antes de 1959 en Cuba sabe que en el país nunca faltaron frutas, vegetales, legumbres ni tampoco leche, queso, mantequilla, carnes, pescados, mariscos. Existía una industria alimenticia con un desarrollo tecnológico acorde a la época. Y el cubano se encontraba entre los pueblos mejor alimentados del continente americano y probablemente del europeo.

Lo más terrible no era que hubiéramos llegado a 1990 con el anuncio de la instauración de un “período especial en tiempos de paz” y de que algo todavía peor, la Opción Cero (cero comida, cero nada) estaba ahí, a la vuelta de la esquina. Lo más doloroso era que ese proyecto denominado “revolución” hubiera sido incapaz en cuatro décadas de contar con una agricultura y una ganadería no ya igual, sino superior a la que teníamos cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959. Continuará.

Video: Reportaje sobre la realidad que viven muchas cubanas. Subido a You Tube el 30 de abril de 2011 por libertadcubana1.
Nota: Este reportaje fue realizado cuando supuestamente el 'período especial en tiempos de paz' había finalizado en Cuba.