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miércoles, 25 de enero de 2012

Regreso a la isla cementerio (I)



Por Lázaro Cuba

Volé en charter Sky y regresé en un Delta junto a mi esposa, ya pueden medir la diferencia de confort. El tiempo, como nunca, brillante sol y cúmulos de nubes.

Fuimos unos de los primeros en descender. Para sorpresa mía no habían perros con militares esta vez. Al pasar la primera puerta, la primera proposición: "Señor, podemos ayudarlos a sacarle el equipaje y pasarlos delante". "No gracias, vengo todos los meses y puedo esperar". Mentí. Hacía años y años de mi última vista. Mentir es el onceno mandamiento en esa isla maldecida. ¿El costo? La última maleta. Pero no les pagué ni un 'quilo prieto' (centavo).

Pintaron el aeropuerto de verde y amarillo, parece una jaula de cotorra. Una manada de taxistas te acechan, saben que tu llevas "fulas”, pero me moví en un viejo Moskvich de mi familia, para colmo azul también. Fueron cuarenta y dos minutos de vuelo, a las cinco y cuarenta y cinco de la tarde tocamos suelo. Abracé a mis familiares a las siete y veinte. Perdí casi un día de los cincos programados entre la espera en Miami y la salida del Aeropuerto José Martí.

Apenas hay luces. Nuestro recorrido incomodísimo, entre maletas y familiares. Les dije adiós a los taxistas chivatones del aeropuerto. En mi regreso, supe por el chofer de Cubataxi, que ellos mandan a 'matar' a cualquiera que no sea de la base de taxi del aeropuerto.

El martes, muy temprano en el cementerio, mi madre falleció y no pude verla a tiempo. No había pagado la última prorroga del pasaporte cubano. Ese (des)gobierno te vende el pasaporte carísimo por seis años y luego tienes que actualizarlo cada dos años. Para viajar tienes que tener los dos sellos de prórrogas, dinero que te roban a la cara. Tengo pasaporte americano, pagué 70 dólares por diez años sin pagos extras. Por el cubano: 472 sellos de prórrogas de 270 cada uno, les dejo de tarea: calcular la diferencia.

Las flores marchitas como el rostro de la gente. Hiede mucho dentro del cementerio casi amarillo por una cal alterada o vencida. Hay guardianes y cámaras en la puerta de salida. Revisan todos los carros, papeles y maletero. El taxista me informa de los robos contínuos de huesos para “obras”. La santería en Cuba es una fe robada que viste de blanco. Mi esposa asustada.

Luego, hacia Alta Habana y Cojimar. Cuadré con el chofer de Cubataxi para estos viajes en pesos cubanos durante el regreso, el tipo no era abusador. Todo el recorrido en 240 pesos cubanos, casi 9 CUC (100 dólares = 87 CUC, siglas del peso cubano convertible).

La Terraza, como siempre, rodeada de ómnibus de turismo con turistas programados, pero buena comida. Cara por supuesto. Son lugares vedados para los cubanos que no podrán pagar 80 CUC en una cena, aunque quieran. Ahora la propina es obligatoria y te la incluyen en el cheque, otro descaro más. El mecanismo de vaciarte los bolsillos es un vacuum conectado todo el tiempo.

Caminamos por el malecón de Cojímar de muros azules. Ahora tienen fijación con ese color. El mar estaba picado por el tiempo, apareció la lluvia y los zapatos blancos lloraban. Saludos a viejos amigos, fotos y breves recordatorios. Este pueblo siempre me ha parecido muy triste.

Todavía intacta la plazoleta del busto que Boada le hizo a Hemingway en vida, frente al castillo donde los guardafronteras te miran con envidia. Nos refugiamos en un portal de la calle Real, mientras el agua corría a llenar los huecos de las desfaltadas calles arrastrando todos los desperdicios. Pensé mucho en América. Nunca me he ahogado de nostalgia.

Blog de Zoé Valdés, 1 de noviembre de 2011
Se publica con la autorización del autor.
Foto: Cojímar, poblado marino cerca de La Habana. Litografía del paisajista francés Frédéric Mialhe (1800-1868), perteneciente a la colección Isla de Cuba Pintoresca, realizada entre 1830 y 1840.

1 comentario:

  1. Gracias Tania por la publicación.Pronto te haré llegar un escrito para que lo evalues y si quieres lo publiques..
    Abrazos siempre

    lázaro.

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