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miércoles, 30 de diciembre de 2015

A todos los lectores



Por la llegada del nuevo año, les deseamos unas felices fiestas.

Que 2016 les traiga salud y bienestar a ustedes y sus familias.

Que los cambios acaben de llegar a Cuba y que el diálogo y las negociaciones de paz acallen las armas en todo el mundo.

Tania Quintero y Marco A. Pérez López

miércoles, 23 de diciembre de 2015

La Nochebuena que celebrábamos los cubanos


Desde el pasado colonial, la Nochebuena y la Navidad son las fiestas tradicionales de la familia cubana, a pesar de las infructuosas artimañas creadas por la dictadura de los Castro para acabar con ella. Estas festividades de diciembre unen a la familia, pues son la ocasión perfecta para manifestar nuestro cariño hacia familiares y amigos.

Jorge Fernández Hevia, 68 años, es uno de los miles de cubanos que no ha dejado que se pierda la tradición. Opina que, aunque no lo parezca, los más viejos transmiten la costumbre a los más jóvenes.

Me cuenta que nació y creció en Párraga, un barrio marginal. Su familia era pobre, pero su abuela materna, que era cocinera en una casa de Miami, venía todos los años a pasar la Navidad con la familia y les traía regalos. Hasta que en 1960, los de Inmigración le advirtieron que si volvía a salir no la dejarían regresar, y ella decidió no alejarse definitivamente de su familia.

“En Nochebuena nos reuníamos 17 o 18 parientes, entre abuelos, padres, tíos y primos. Se asaba un puerquito en el patio, con carbón y en púas”. Jorge recuerda la Calzada de Bejucal adornada con guirnaldas de colores, y a pesar de que era estrecha y con árboles a todo lo largo, se llenaba de quioscos con nueces, avellanas, uvas, manzanas, peras, turrones...

“Una familia del vecindario hacía unos buñuelos muy sabrosos que mi mamá compraba para la cena. Cenábamos sobre las 12 de la noche. El 25 nos ponían ropa nueva, comíamos la montería (lo que quedaba de la noche anterior) y por la tarde nos llevaban a ver vidrieras. “Se comía con vino, incluso los niños. Como era una fiesta familiar, los adultos se cuidaban mucho de emborracharse. Siempre había un plato dispuesto para quienes pasaban a saludar, que por lo general picaban algo y se iban a hacer otras visitas.

"Ahora la cena de Nochebuena está casi racionada, no podemos invitar a nadie ni queda nada para la montería. Muchas veces hemos guardado el pollo de la cuota para ese día, aunque siempre he tratado de comprar un pedacito de puerco para comerlo con arroz, frijoles negros, yuca con mojo y ensalada".

Rafaela León Padrón, 68 años, me cuenta que nació en San Nicolás de Bari, Güines, en la finca La Guadalupe, donde su familia tenía una pequeña parcela para el autoconsumo que les había dado el tío abuelo, dueño de la finca.

“Aunque estábamos en medio del monte, celebrábamos la Nochebuena. Las aves, el puerco, las viandas, los dulces criollos como buñuelos, cascos de naranja y coco rallado, todo salía de la finca, y los tíos de La Habana, que iban a pasar la Nochebuena con nosotros, llevaban turrones, avellanas, nueces, castañas, uvas, manzanas, dátiles e higos. A mi abuela le llevaban turrón de yema, su preferido. Mis tíos tenían una pescadería en La Habana, y llevaban pescado para asar. También vino dulce y vino tinto. Siempre sobraba comida. Antes, además del puerco, se preparaba guineo y pavo. Algunas familias, como la nuestra, un buen pargo asado.

"Hoy solo hay dos opciones: el pollo de la cuota o comprar un pedacito de puerco en el agro. En aquella época, en mi casa se criaban dos tipos de puerco: para asar, alimentado con palmiche, pues no tenía grasa y la masa era más sabrosa, y los de ceba, criados con viandas, la leche que sobraba, caña y miel".

Nancy Martínez Valdés, 77 años, nació en Pedroso e Infanta, en El Cerro. Su padre era trabajador de la construcción. “En mi casa se compraba el lechón ya asado. Y en la casa se asaban cuatro o cinco guineos que se ponían alrededor del lechón. Luis Mion, el jefe de mi padre, era italiano, y daba un aguinaldo generoso. Ese dinero nos permitía cenar arroz blanco, frijoles negros, congrí (con frijoles colorados), ensalada de tomates con lechuga americana y rabanitos, turrones de alicante, jijona y yema, membrillo con guayaba, dátiles, higos, vino tinto y vino dulce para los niños. Las manzanas se asaban y se acaramelaban. Al día siguiente, la montería. No había 25 de diciembre sin ropa nueva. Ese día nos llevaban a ver vidrieras.

“Cuando nos mudamos para Lawton, el puerco se vendía a 25 centavos la libra en pie en Diez de Octubre y Dolores. La calzada se llenaba de quioscos y se vendía de todo. La última vez que comí dátiles e higos fue en Alemania, porque en Cuba hace rato que no hay. Nuestros nietos no los conocen, tampoco los albaricoques”.

Otra de mis entrevistadas, una señora que no quiso ser identificada, contó que "antes, te daban aguinaldo, salario extra que posteriormente desapareció. Después del 59 cenábamos a escondidas, hasta que por la visita del Papa Juan Pablo II, a partir de diciembre de 1997 el gobierno declaró feriados los 25 de diciembre. La Nochebuena no estaba prohibida por ley, pero sí tácitamente. Yo tenía un árbol navideño de los Estados Unidos y en 1960 el gobierno comenzó una campaña para que la gente hiciera arbolitos con matas cubanas, los americanos eran mal vistos".

Al pedirles a mis entrevistados que hicieran un cálculo del costo aproximado de una cena de Nochebuena en la actualidad, todos coincidieron en que hoy en día lo más importante es comprarlo todo con bastante tiempo de antelación, porque a medida que se acerca el 24 los precios se disparan, y no bajan sino hasta enero.

Para 4 personas habría que comprar libra y media de frijoles negros (18 pesos); 3 libras de arroz (15) y 6 libras de yuca (18 pesos). Para condimentos (ajo, cebolla, ají pimiento, comino, naranja agria), unos 50 pesos. Un pernil pequeño, de unas 10 libras, puede costar 350 pesos (35 pesos la libra de carne de cerdo). Ensalada de tomate y lechuga, 35 pesos. Total: 500 pesos, casi un salario mensual.

Hoy, para Nochebuena una familia compra lo imprescindible. Turrones, vinos, sidras ahora son recuerdos para los más viejos, o desconocidos para los más jóvenes. Solo en un turrón español se gastarían 10 cuc (250 pesos). El vino de mesa más barato 5 cuc (125 pesos), a no ser los dulces y moscatel de fabricación artesanal, que pueden costar entre 35 y 60 pesos. “No nos gustan mucho, pero al menos ese día comemos con vino”, me dice un vecino.

Antes de 1959, la mesa de Nochebuena era alegre y bien provista. Sin contar la ayuda de la iglesia y del gobierno, que a los niños entregaban golosinas y cenas a los menos favorecidos, sin distinción de ideología o credo. Hoy, en cambio, muchos que ni siquiera se consideran pobres en comparación con la realidad actual, tienen que ajustarse el cinturón para poder cenar el 24 de diciembre.

Texto y foto: Gladys Linares
Cubanet, 24 de diciembre de 2014.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Tres postres cubanos



Buñuelos de yuca y malanga

Ingredientes:

Una libra de yuca
Una libra de malanga
Un huevo
Anís (opcional)
Media cucharadita de sal
Media taza de harina
Aceite vegetal para freír
Para el almíbar:
Dos tazas de azúcar blanca
Una taza de agua
Un cuarto de cucharadita de jugo de limón
Una rama de canela
Una cucharadita de vainilla

Modo de preparación:

Pele la yuca y la malanga y cocínelas en agua hirviendo sin dejarlas ablandar demasiado. Páselas por la cuchilla más fina de la máquina de moler y luego amáselas con el huevo batido, anís, sal y harina hasta que no se pegue a los dedos. Déles forma de número ocho y fríalos en el aceite caliente. Sírvalos con almíbar de punto de hebra.

Almíbar: Ponga al fuego todos los ingredientes menos la vainilla y déjela hervir aproximadamente cinco minutos, añádale la vainilla al bajarlo del fuego.

Boniatillo borracho

Ingredientes:

Dos libras de boniato
Dos libras de azúcar
Dos tazas de agua
Un limón
Un cuarto de cucharadita de sal
Dos yemas de huevo
Una cucharada de mantequilla
Media taza de vino seco o vino dulce
Dos cucharadas de ron

Modo de preparación:

Hierva los boniatos hasta que estén blandos. Ponga a hacer un almíbar con el azúcar, agua, y algunas gotas de jugo de limón. No revuelva el almíbar mientras esté al fuego. Haga un puré con los boniatos calientes. Échele el almíbar, también caliente y páselo todo por un colador o si prefiere utilice una licuadora. Añádale la sal y las yemas de huevo. Cocínelo revolviendo hasta que espese. Bájelo de la candela ,agréguele la mantequilla, y cuando ésta se derrita échele el vino seco o dulce y el ron. Sírvalo en platos de postres y espolvoréelo con canela en polvo o adórnelo con merengue, hecho con las dos claras sobrantes y 4 cucharadas de azúcar. Déjelo enfriar antes de servirlo.

Pudín de mango

Ingredientes:

Media libra de pan
Dos tazas de pulpa de mango
Una taza y cuarto de azúcar
Un huevo
Media cucharadita de sal
Una cucharada de mantequilla

Modo de preparación:

Desmenuce las migas del pan y remójelas con la pulpa de mango. Añádale el azúcar, el huevo batido, la sal y la mantequilla derretida. Viértalo todo en un molde bañado con caramelo y cocínelo a baño de María en horno o en olla de presión hasta que al introducir un palillo en el centro salga seco.

Recetas y foto de Cuba Ahora.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Congrí oriental y Moros a la habanera



En Cuba se suelen confundir, pero Congrí es el arroz blanco que se cocina con frijoles colorados y Moros y cristianos el que se elabora con frijoles negros. A continuación, recetas de los dos arroces.

Ingredientes para el Congrí estilo oriental:

Media libra de frijoles colorados
5 tazas de agua
2 ajíes verdes
Media libra de masa de puerco
4 cucharadas de grasa de puerco
2 cebollas grandes
3 dientes de ajo
4 cucharaditas de sal
¼ cucharadita de orégano
¼ cucharadita de comino
1 hoja de laurel
Una libra de arroz blanco de grano largo
2 onzas de bacon o tocino

Preparación:

Lave los frijoles y remójelos en el agua con un ají desde la noche anterior o un par de horas antes de cocinarlos, en la misma agua del remojo hasta que ablanden. Cuele los frijoles y separe 3 tazas del agua de los frijoles.

Corte la masa de puerco en trocitos y sofríala hasta que suelte la grasa. Si fuera necesario, añádale 1 o 2 cucharadas de manteca hasta tener 4 cucharadas de grasa y en ella sofría la cebolla, ajo, y el otro ají bien picaditos.

Añada los frijoles, las 3 tazas de agua de los frijoles, la sal, la hoja de laurel así como el orégano y el comino tostados y machacados en el mortero. Cuando empiece a hervir, añada el arroz lavado y ligeramente sofrito con la mitad del bacon o tocino. Déjelo a fuego mediano tapado hasta que se ablande.

Al momento de servirlo, añádale el resto del bacon o tocino frito y la grasa que haya soltado al freirse. Da para 8 raciones.

Ingredientes para los Moros y cristianos estilo habanero:


Media libra de frijoles negros
Una libra de arroz blanco de grano largo
1 pimiento verde grande
2 cebolla grandes
6 dientes de ajo
2 hojas de laurel
Comino molido
Orégano
Pimienta negra molida
Sal
Aceite de oliva

Cocinar los frijoles negros con abundante agua, las dos hojas de laurel y la mitad del pimiento hasta que los frijoles estén blandos. Retirarlos y colarlos, separando el agua de los granos.

En una cazuela grande, hacer un sofrito con el aceite de oliva, la mitad del pimiento verde, las dos cebollas y los dientes de ajo bien cortados, añadir el comino, el orégano y la pimienta.

Adicionamos el arroz previamente enjuagado varias veces. Seguimos sofriendo a fuego medio. Añadimos los granos de frijoles y la sal. Por último colocamos el caldo de los frijoles en una proporción de 1,5 de líquido por 1 de granos y arroz. Subimos el fuego, removemos un poco y tapamos. Cuando rompa a hervir, bajamos a fuego medio bajo unos 15 minutos aproximadamente. Después, ponemos el fuego lento y lo dejamos unos 5 minutos más. Lo tapamos y dejamos reposar unos minutos antes de servirlo. Da para 8 raciones.

Tania Quintero

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Pollo al caldero



El origen del Pollo al caldero data de principios del siglo XIX, cuando las familias santiagueras visitaban un lugar conocido como Puerto Boniato, situado en una de las montañas que bordean el valle de Santiago de Cuba.

Cuentan que en aquel entonces existían algunos restaurantes que preparaban platos típicos como lechón asado, tamales y pollo asado, y los elaboraban en un caldero de hierro con carbón vegetal. Poco a poco, se fue convirtiendo en un plato tradicional de las familias santiagueras, hasta el día de hoy.

Ingredientes para 10 raciones:

2 kilogramos y medio de pollo.
50 gramos de ajo
50 grs. de cebolla
40 grs. de ajo puerro.
80 grs. de zanahoria.
80 mililitro de zumo de limón
300 ml de vino seco
60 ml de aceite de girasol
500 ml de caldo de pollo
60 gramos de harina de trigo

Modo de elaboración:

Eviscerar los pollos y lavarlos.

Limpiar el ajo y machacarlo en un mortero hasta hacer una pasta.

Limpiar un cebolla, el ajo puerro y la zanahoria y cortarlos en rodajas.

Preparar un adobo con parte del ajo machacado, una cebolla, sal, pimienta, vino seco, zumo de limón y aceite.

Adobar los pollos y dejarlos macerándose durante 12 horas.

Después, dorarlos en un caldero de hierro con el aceite bien caliente y retirarlos poco a poco.

En la misma grasa, dorar la cebolla, el resto del ajo machado y el ajo puerro. Añadir la harina de trigo, agregar el caldo y la zanahora e incorporar los pollos.

Echarles por encima el resto del adobo y ponerlos a cocinar a fuego lento hasta que se ablanden.

Cuando esté cocinado, se sacan las piezas de pollo y se cortan según se prefiera. Se puede acompañar con papas, fritas o hervidas.

Tomada de Cuba Ahora.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Ensalada de col, manzana y zanahoria



Ingredientes:

La mitad de una col blanca

1 zanahoria grande
1 manzana grande
Cebolla blanca en ruedas o cebollino bien picadito
2 cucharaditas de mostaza
Sal y pimienta al gusto
Aceite de oliva o de girasol

Modo de elaboración:

Deshojar la mitad de la col, lavar una a una las hojas y escurrirlas.

Quitar el centro duro de las hojas y cortar las hojas a la juliana (tiras lo más finas posible). Colocarlas en una fuente.

Lavar y pelar la manzana y la zanahoria. Rallarlas por la parte gruesa del guayo o rallador y mezclarlas con la col.

Añadirle las ruedas de cebolla o cebollino bien picadito.

Preparar el aliño con la mostaza, sal, pimienta y aceite y echárselo por encima. Guardar la ensalada en el frío hasta el momento de servir.

Versión de receta publicada en Cuba Ahora.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Heladerías privadas y estatales



¿Qué diferencia existe entre una heladería privada y una heladería estatal en Cuba? El contraste en todos los aspectos suele ser abismal. Pudiera citar como ejemplo al municipio de San Antonio de los Baños, en la actual provincia de Artemisa.

La heladería particular llamada El Golazo, ubicada en la Calle 70 entre 35 y 37, ofrece un óptimo servicio a los clientes que acuden a tomarse un helado. Además de un ambiente confortable, tiene aire acondicionado.

Todo lo contrario sucede con la heladería estatal Coppelia, a la cual hace años que tanto la Empresa de Comercio y Gastronomía, como el gobierno municipal y otras entidades relacionadas, no ha sido restaurada y se encuentra en muy mal estado. Hay días que no tiene helado para ofertar, menos de los sabores preferidos.

A ello se añade el desánimo, la falta de motivación y de deseos de trabajar que muestran los dependientes que laboran en el Coppelia, algo que no se puede disimular.

Existe una gran diferencia con las personas que atienden cuando usted concurre a la heladería El Golazo. Y que conste que no es un slogan ni propaganda que le quiero hacer a la heladería.

Lo cierto es que el incipiente sector privado ofrece una imagen muy distinta en sus establecimientos o pequeños negocios.

¿Por qué los establecimientos estatales, como el Coppelia de San Antonio de los Baños, no pueden ofrecer un mejor servicio y mejores condiciones a la población? La respuesta tiene mucho que ver con lo que ocurre en la sociedad cubana, caracterizada por la ineficiencia, la improductividad, el desdén de los dirigentes y la corrupción.

Por los precios de las ofertas, el ciudadano común que quiera tomarse un helado, preferiría acudir al comercio estatal, que es más económico: para el cubano promedio, los precios en las heladerías particulares resultan altos.

Pero el Estado no compite, solo te dice: “Si quieres lo tomas, si no lo dejas”. El poder lo hace despreciar a los clientes.

Texto y foto: Misael Aguilar Hernández
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
29 de octubre de 2015

miércoles, 9 de diciembre de 2015

La "revolución leñergética"



Mientras el mundo aboga por disminuir la contaminación ambiental y el gobierno de Cuba pregona haber alcanzado una mejor calidad de vida con la revolución energética, en cientos de miles de hogares cubanos se retoman los fogones de leña y carbón, como la vía más económica de cocinar los alimentos.

La llamada 'revolución energética' sustituyó equipos electrodomésticos obsoletos por otros más ahorradores. Sin embargo, los equipos para la cocción de alimentos vendidos a la población a partir de mayo de 2004, no estaban diseñados para el uso diario como única manera de cocinar.

La rápida puesta en práctica del experimento fidelista y la falta de previsión respecto al poder adquisitivo, la calidad y disponibilidad de piezas de repuesto, convirtió el aparente mejoramiento de la calidad de vida en un verdadero trampolín al pasado.

Los escasos recursos de un obrero, que no permiten la compra de nuevos equipos, el alto precio de la electricidad y la desaparecida venta normada de combustible, dejan como única opción viable para muchos cubanos el retorno a los tradicionales fogones de leña y carbón, el tizne y la buscadera de leña. Por tal razón, el precio del carbón en el mercado interno ha subido notablemente.

El humo es nocivo para la salud, afecta la higiene y la limpieza de la cocina, paredes y ropa. La quema de maderas aporta una considerable cantidad de gases contaminantes a la atmósfera, pero ante la carencia se impone la necesidad.

La actual venta de los módulos de cocción que incluye varios electrodomésticos, genera pocas expectativas entre la población. Precios altos y artículos no acordes a las necesidades, pero al no existir competencia, la gente acepta con desgano la única oferta estatal en el mercado.

“Como es costumbre en la distribución de lo que sea en Cuba, primero van los casos sociales, luego los socios y amigotes, jefes, empresas, etc, y luego de una larga lista de sanguijuelas priorizadas es que llegan a manos del pueblo”, explica Daiquelín Santoya, ama de casa residente en Bayamo que tuvo que recurrir al fogón de leña.

Y añade: “La mayoría de las personas tiene poco poder adquisitivo, pero como tienen memoria suficiente para recordar la malísima calidad de los equipos anteriores, no se apurarán por comprarlos y continuarán tiznando sus vasijas con sus fogones de ‘palón’. Total, marabú es lo que más sobra en Cuba. A mí me da lo mismo, para lo que duran es mejor seguir cocinando con leña”.

Carmen Reyes, quien vive en la periferia de Bayamo señala: “Nada más tienen que mirar las vasijas para saber cómo yo cocino. Nunca he podido usar esas ollas que dieron, pues esta casa no tiene servicio eléctrico. Por eso no me preocupa, porque casi todo el mundo las tiene rotas o han tenido que arreglarlas un tongal de veces. Déjeme a mí con la leña, que siempre aparece y es más barata”.

Al respecto, Midelmis Naranjo, ama de casa y madre de varios hijos expresa: “Las ollas que me dieron las tengo tiradas en un rincón, gasté más en los arreglos que lo que ellas costaban. Hace más de tres años que estoy cocinando con leña y aunque el humo molesta, gasto menos que cuando tenía esas ollas que enseguidita se rompen, no sirven para cocinar todos los días".

Yolanda, una jubilada de Manzanillo que es considerada caso social priorizado por una enfermedad respiratoria, mientras nos atiende a través de la cerca que separa su casa de la calle, nos dice: “Con leña se cocina con menos gastos, yo no puedo darme el lujo de mandar a arreglar ese tarequero con los particulares que cobran carísimo y en los talleres (estatales) nunca tienen piezas de repuesto”.

Luego de atizar el fogón ubicado en el suelo en un rincón del patio y a la intemperie, Yolanda añade: “Por mi salud no debo cocinar con leña, pero si no lo hago me muero de hambre. Tengo una hornilla eléctrica nueva que me dio mi hija, pero no puedo usarla porque si no, la cuenta de la corriente llega por las nubes y de dónde voy a sacar el dinero. Si muchas veces termino el mes con las cosas que me regala los vecinos y aun así ya no sé qué hacer con las deudas”.

En Bayamo, variadas son las razones que tiene la población para mirar con recelo la venta de ese nuevo módulo de electrodomésticos de cocina anunciado por la prensa. La experiencia les hace desconfiar de su calidad y durabilidad y las posibilidades económicas suelen imponerse a la decisión de compra.

Mientras, amas de casa del interior de la isla vuelven al pasado y se suman a la 'revolución leñergética’ y los 'fogones de palón'.

Marelis Fonseca y Roberto Rodríguez
Cubanet, 29 de octubre de 2015.
Foto de Marelis Fonseca tomada de Cubanet.


lunes, 7 de diciembre de 2015

¡Felicidades, Marco!


Hoy Marco Antonio Pérez López cumple años. Nació en el hospital Maternidad Obrera de Marianao, municipio a unos veinte kilómetros de Punta Brava, donde el 7 de diciembre de 1896 mataron al General Antonio Maceo y Grajales, el Titán de Bronce.

Hijo del cienfueguero Rafael Pérez Vega, ya fallecido, y de la habanera Lucrecia López Vega, quien acaba de cumplir 93 años, Marco se graduó de ingeniero con las mismas buenas notas que siempre obtuvo en primaria, secundaria y bachillerato.

Desde 2008 administra este blog y El de Iván García y sus amigos. Lo hace sin cobrar un centavo, robándole tiempo al descanso y al sueño.

Gracias, Marco, y que cumplas muchos años más!

Tania Quintero e Iván García

viernes, 4 de diciembre de 2015

¿Salimos a comer algo?



El 1 de octubre se celebró el día internacional del adulto mayor, las personas de edad o los ancianos, como prefieran decirle. Ese día, Cubanet publicó un video y un texto de Rosa M. Avilés sobre Domitila Blanco, una cubana de 95 años que acaba de fallecer, desamparada y en miserables condiciones de vida, como tantos y tantos viejos cubanos.

Ese día, casualmente, estaba preparando un post sobre Ricardo Simón Antonio, sonero de Holguín de 97 años. Y buscando en YouTube a ver si encontraba un video con el holguinero, encontré el documental Los viejos y sabios músicos de Cuba, donde el protagonista es Laíto Sureda (ver Recordando a Laíto Sureda, publicado en este blog el viernes 20 de noviembre).

En el documental, entre otras anécdotas, Laíto recuerda cuando por 15 centavos en una fonda china te comías una 'completa' (arroz blanco, potaje, carne y plátanos maduros fritos). Me recordó que en mi infancia, a cada rato me mandaban a comprar una 'completa' para los cuatro de la casa: mis padres, mi tío Luis, recientemente fallecido a los 98 años, y yo.

Me daban una cantina y un peso, para que me echaran las cuatro raciones por separado. Siempre iba a una fonda china que quedaba a dos cuadras de la casa, en Monte casi esquina a Castillo, al lado de una ferretería que colindaba con el edificio de la COA (Cooperativa de Ómnibus Aliados), que quedaba pegada a mi escuela, la Ramón Saínz.

En mi barrio, El Pilar, en El Cerro, quien quería comida de cantina la encargaba en San Joaquín entre Monte y Omoa, pero a mi padre le gustaba más cómo cocinaban los chinos la comida cubana, sobre todo la carne con papas.

Si queríamos comida china íbamos a La Estrella de Oro, en Monte, antes de llegar a los Cuatro Caminos. Por lo regular comprábamos arroz frito, chop suey y maripositas chinas.

Las fritas preferidas eran las de René y costaban 10 quilos o centavos. En su timbiriche, en Monte y Fernandina, también podías pedir pan con bistec (0,20); perros calientes (0,15); minuta de pargo (0,15) o pan con tortilla (0,10). René te echaba lo que le pidieras: catsup, mostaza, cebolla fresca bien picadita y papitas fritas a la juliana. O aliño de un pomo con ajicitos picantes macerados en vinagre.

Cerca del puesto de René estaba la cafetería donde solo vendían batidos. Quedaba al lado del cine Roosevelt (después le pusieron Guisa y ya no existe, como tantos cines habaneros). Había de mamey, anón, platanito, fruta bomba, mango, trigo y leche malteada, el vaso pequeño costaba 0,10 centavos y el grande 0,20.

Al lado, una panadería y dulcería, las torrejas que hacían era muy sabrosas y por un medio (5 centavos) te daban dos, enchumbadas en almíbar. Pan, palitroques y galletas grandes de sal se compraban en la panadería que había en Monte y San Joaquín, que todavía en 2003 existía, ya en pésimas condiciones.

Los domingos por la tarde mi madre no cocinaba. Comíamos sandwich (0,50) con pan de flauta, jamón, queso, pierna asada y pepinillo encurtido; media noche (0,35) con pan suave alargado y dulzón, con jamón, queso, mortadella y pepinillo encurtido o galleticas preparadas (0,25), cuatro galletas de soda pegadas, con jamón, queso y pierna asada. Para tomar, malta, sola o con leche condensada.

Casi siempre era yo la encargada de adquirir la 'cena' dominguera, en la Casa Presno, en Monte y Fernandina, o en cualquiera de las dos cafeterías que había en la Esquina de Tejas, las dos frente al cine Valentino y la valla de gallos.

Helados, en el puesto de chinos, en Romay y Zequeira (3 quilos una bola y 5 quilos dos bolas, de coco, mamey u orejones, como antes le decían al helado de tutti fruta). O esperar a que por la tarde o por la noche pasaran los carritos de Guarina, Hatuey o El Gallito.

Mariquitas, boniatos fritos, frituras de bacalao y chicharrones de viento o tripitas, también en el puesto de chinos. Empellitas, las que hacía mi mamá. Aceite de oliva -Carbonell en lata- ella solo usaba en ensaladas y potajes. Como buena campesina, a todo lo demás le echaba manteca de cerdo. Y nunca tuvo problemas de colesterol ni con el peso: siempre fue delgada, vivió 86 años y si no duró más como el resto de sus hermanos, casi todos centenarios, fue porque desde niña fumaba cigarros fuertes.

En mi época, gustaban mucho las manjúas fritas. Las manjúas eran unos pececitos que los chinos eran expertos en freírlos. El cartuchito costaba un medio o un 'nickel': a la par con las monedas cubanas, circulaban las americanas de 5, 10 y 25 centavos. Entonces, el peso cubano y el dólar estadounidense tenían el mismo valor.

Papitas fritas de paquete, en el Estadio del Cerro, a cual yo iba solo cuando jugaba el Habana o para acompañar a mi padre, que era del Cienfuegos. Refrescos, maltas y cervezas, en la bodega de los 'gallegos' de la esquina, en Monte y Romay. También en la bodega comprábamos chiclets, Adams de cajita o de bola; galleticas de sal, soda o dulce, africanas, peters, besitos de chocolate y rompequijás, entre otras chucherías, de Siré, La Estrella o La Ambrosía. O boniatillos, que había de dos tipos, no sé donde los hacían, pero eran sabrosos y cada uno costaba 2 quilos.

La especialidad de los vendedores callejeros eran los coquitos acaramelados, el maní tostado, salado o garapiñado, las naranjas peladas, los durofríos y, sobre todo, los tamales, con o sin picante, calienticos, riquísimos, por solo 10 centavos.

Hoy, muchos viejos cubanos recuerdan aquellos tiempos, cuando con muy poco dinero podías comer bastante y sabroso. Tiempos que nunca más volverán. Como Domitila, Laíto, mis abuelos, mis padres y mis tíos, y los abuelos, padres y tíos de ustedes.

Tania Quintero

Versión de trabajo publicado en Martí Noticias (http://www.martinoticias.com/content/salimos-a-comer-algo/105764.html).

Foto: Bistec de palomilla. Tomada de Foodspotting.

Nota.- Antes de 1959, una o dos veces a la semana, en mi casa se comía bistec de palomilla, era para mis padres y mi tío Luis (el de costilla no les gustaba, era muy seco y lo vendían con el hueso). Para mí, bistec de filete, que mi madre lo ponía en una parrilla en la cocina de carbón y debajo un plato metálico, para recoger el 'bistí' o jugo que soltaba la carne.

En nuestra casa de Romay cocinamos con carbón hasta fines de los 60, cuando Fermín cerró la carbonería, que quedaba en la esquina de Romay y Zequeira, frente al puesto de chinos y la carnicería.

En mi niñez, en las carnicerías colgaban piezas completas de vacas y las amas de casa les pedían a los carniceros que les cortara de las partes según lo que fueran a preparar: bistec frito o empanizado, bistec en cazuela, carne asada, carne con papas, falda para hacer sopa o carne molida, para preparar albóndigas, pulpeta, salpicón, croquetas o comer como picadillo, que además de ajo, cebolla, ají, tomate (natural o de lata), comino, orégano, laurel y vino seco, se le echaban aceitunas, pasas y alcaparras. Al final, papas fritas en cuadritos.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las Mulatas de Fuego


El pasado mes de agosto, parece ser que el día 19, en La Habana falleció Meche Montané, probablemente la última de las fundadoras de Las Mulatas de Fuego, estirpe femenil que acuñó, en la música, el baile y el espectáculo, más que un estilo, diríase que un concepto, una verdadera marca con denominación de origen.

Absolutamente controversiales en su inocente desparpajo, jóvenes preciosas y desinhibidas, cada una de ellas encontró cabida en un esquema donde ser bella no era la única carta de triunfo: había que cantar y bailar, y hacerlo muy bien.

Rumberas en cuerpo y alma, mulatas y de fuego siguieron siendo siempre, mantuvieron la tradición y la frescura, incorporando las novedades que cada época exigía, propiciando en definitiva el reciclaje indetenible con el reemplazo sistemático de las que salían a probar fortuna en solitario, a cumplir sueños prometidos, a aplacar su vida constituyendo familia, o simplemente por que ya, ya estaba bueno de tanta rumbantela!

Quienes tuvieron que ver con su espectáculo en todas las etapas de su carrera, se aseguraron de que siempre así fuera: podían negociar el formato flexible en cuanto a número de integrantes, pero lo innegociable era su esencia.

Su creador, el coreógrafo Roderico Neyra, Rodney, había asumido las limitaciones de su enfermedad y las deformaciones que tal padecimiento iban ocasionando en su cuerpo, y finalmente había aceptado que ya nunca más bailaría.

Admitido para trabajar en el Teatro Fausto, en el mismo corazón del Paseo del Prado, es aquí donde Rodney crea y presenta la primera pieza de su carrera como coreógrafo: una revista basada en la rumba y que él tituló Las Mulatas de Fuego, cuyo cartel integraban seis bailarinas de cuerpos espectaculares, tres cantantes femeninas y una juvenil guarachera que proyectaba una potentísima voz, y respondía al nombre de Celia Cruz.

Rodney recogía y recreaba lo que había aprendido en sus años de bailarín y coreógrafo en el Shanghai, el controversial teatro de variedades, que en el Barrio Chino de La Habana sublimó las bondades del vernáculo y lo tentador de un temprano porno que hoy sería ridículamente inocente, aderezado con nuestra infaltable música.

Trascendía así el modelo que había acuñado el cabaret Edén Concert, el más famoso de los años 30 y que todavía hoy puede apreciarse en el filme Tam Tam o El origen de la rumba, de 1938, para entregar un espectáculo de mayor dinamismo y economía de recursos, pero con un impacto arrebatador e inmediato en el público.

“El elenco de Las Mulatas de Fuego cambió muchísimas veces, muchas de sus integrantes se convirtieron, como solistas, en verdaderas estrellas, pero la impactante y primaria energía, y la racialidad intrínseca en sus coreografías, hicieron posible que el show mantuviera su validez por muchos años. El culto a Rodney comenzó aquí”, aseguraba Ofelia Fox en sus memorias sobre el cabaret Tropicana, refiriéndose a Las Mulatas de Fuego. Su creador mantuvo firmes sus riendas, incluso en sus días de gloria como alma creativa de los shows de Sans Souci, primero y Tropicana después.

No he podido hallar consenso en cuanto a los nombres de sus fundadoras: Bobby Collazo, fuente privilegiada donde las haya, por haber sido partícipe, asegura que “en 1947 en el Teatro Fausto de La Habana, la producción Serenata Mulata de Bobby Collazo, actuando como coro seis mulatas llamadas De Fuego, dirigidas por Roderico Neyra. Cantan en la producción Celia Cruz, Xiomara Alfaro y Elena Burke". Y páginas después acota: “El grupo conocido por Las Mulatas de Fuego, creación de Roderico Neyra empieza a tomar fuerza artística y taquillera. Eran las primeras mulatas: Marta Castillo, Mercedes 'Meche' Montané, Olga Socarrás, Mercedes 'Meche' Lafayette, Caridad Hernández, Beba Álvarez, Fina Suárez, Anita Arias, Olivia Ilymany y Lidia".

El cronista Rafael Lam, por su parte, difiere de Collazo al excluír a Hernández, Álvarez, Suárez, Ilymany y Lidia, y como bailarinas incluye a Sandra Taylor y Olga Sotolongo, a la vez que remarca que Celia Cruz estuvo también entre las fundadoras como guarachera, Vilma Valle como cancionera y Elena Burke como cantante y bailarina. Lo cierto es que fueron muchas y diferentes Las Mulatas de Fuego a lo largo de su existencia. Además de las mencionadas, recordamos a Omara Portuondo, Julia Borrel, Migdalia Hidalgo, Lilia y Amelia Álvarez y Lina Ramírez, madre de los músicos Issac Delgado y Nelson Díaz.

Celia Cruz, por ejemplo, se dice que en 1948 arribó por primera vez a Caracas integrando Las Mulatas de Fuego. Sin contar a La Reina, muchas de las que pasaron por sus filas llegaron a ser figuras prominentes en la faceta artística que eligieron: Elena Burke y Omara Portuondo, como cantantes, ya convertidas en mito; Sandra Taylor y Martha Castillo, como vedettes destacadas del cabaret Tropicana y la bolerista Vilma Valle.

Las chicas morenas dejaron su huella también en el cine cubano en tres filmes realizados en 1950, año prolífico para la producción cinematográfica en la isla. Formaron parte del elenco del filme Escuela de Modelos, dirigido en La Habana por el español José Fernández Hernández y guión compartido con Manuel de la Pedrosa. En los roles principales, Alberto Garrido, Federico Piñeiro y Zulema Casal, y en la parte musical, La Sonora Matancera, Las Dolly Sisters y el Trío La Rosa.

Repiten ese mismo año en el filme cubano Rincón Criollo con Blanquita Amaro, como figura principal. La dirección musical estuvo a cargo de Obdulio Morales, con cuyo conjunto Las Mulatas intervienen en el tema Tingo Talango, contando también con la participación especial de Paquita de Ronda y Juan José Martínez Casado. Otros importantes músicos completarían la nómina del filme, como Celia Cruz, Celina y Reutilio, Manolo Fernández, Fernando Albuerne, el Trío Los Panchos y el Conjunto Típico de Ñico Saquito, entre otros.

Y terminan el año en muy recordada escena con Celia Cruz y La Sonora Matancera, en el filme Una gitana en La Habana, junto a Paquita de Ronda, Candita Quintana, Armando Bringuier, y en la parte musical, Pedro Vargas, el Trío Servando Díaz y Las Hermanas Márquez. Las coreografías estuvieron a cargo de Rodney, quien seguía dirigiendo a las fogosas morenas. El 26 de marzo de 1951, doce cines de la capital exhibían las imágenes esplendentes de Las Mulatas de Fuego en el celuloide. Ante el éxito, aparecieron grupos sucedáneos con formatos similares, como Las Mamboletas de Gustavo Roig, Las Hermanas Benítez, y otros, que si bien tuvieron cierta popularidad, no pudieron igualárseles.

La incursión de Las Mulatas de Fuego en el cine cubano se produce en los mismos momentos en que triunfaban en México las rumberas blancas, figuras imprescindibles en un tipo de cine que en ese país y también en Cuba, ganaba éxitos. Ninón Sevilla, María Antonieta Pons y Amalia Aguilar serían las cabezas de un fenómeno que marcó esa cinematografía, pero que también limitó al acceso de las rumberas cubanas mulatas y negras a esa industria, a pesar de que doce años antes una mulata china cubana, Estela, fuera la pionera en llevar la rumba a las pantallas mexicanas.

Tras estas incursiones en el cine, Las Mulatas de Fuego inician una gira de tres años por México y varios países de Centro y Sur América y que incluyó la República Dominicana. Regresan en 1954 y comienzan una larga temporada en el Bambú Club, en la Carretera de Rancho Boyeros, a poca distancia del centro de la ciudad. En ese momento eran cuatro: Fello, Meche (Mercedes Montané), Lina Ramírez y Julita. Pero Meche no duraría mucho, pues a finales de año ya estaría en Madrid formando la pareja de baile Juancito y Mechita, y es sustituída por Lilia Alvarez. Más tarde, Meche bailaría también con el gran Rolando Espinosa, el mismo que hizo memorable pareja con Anisia, otra gran bailarina. En 1955 seguían en el Bambú, como parte del elenco de Fiesta en La Habana, show dirigido por el coreógrafo Luis Trápaga.

En 1956 se produce un impasse en la dirección de Rodney, y por breve tiempo, encontramos a Facundo Rivero al frente de Las Mulatas. Continúan presentándose con frecuencia en países latinoamericanos. El Alloy’s Club las recibe, en formato de trío, en 1957, y en 1958 se les pudo ver en el Cabaret Venecia, de la ciudad de Santa Clara (hoy Villa Clara) junto al afamado Cuarteto D’Aida. Un año después, las recibe el cabaret Sierra de la ciudad de Caracas, donde se presentan con los cantantes María Luisa Chorens y Carlos Argentino.

En abril de 1960 Alipio García las contrata para el show de su cabaret Alí Bar, junto a los cantantes Ñico Membiela, Alfonsín Quintana y Roberto Jaramil, y en agosto ya están en México, anunciándose profusamente como parte del espectáculo con Celia Cruz y La Sonora Matancera, presentándose en el Terraza y en el cabaret Los Globos, entre otros. Siempre bajo la dirección de Rodney, que había viajado con ellas, se mantienen en México durante 1961 y permanecen fieles a su director de toda la vida, hasta que Rodney muere en ese país en los tempranos sesenta.

Sólo entonces dejaron de existir como lo que habían sido desde 1947. Se desperdigaron por el mundo las que en esa fecha eran todavía mulatas de fuego, unas regresaron a Cuba, algunas se reinventaron en otras tierras, las anteriores preservaron los mejores recuerdos de aquellos años tremendos, pero el mito las trascendió. Tan fuerte fue el concepto que en 1947 desarrolló su creador, Roderico Neyra, que Las Mulatas de Fuego se convirtieron en un referente obligado para los shows de cabaret, que de manera inquietante llega hasta nuestros días.

Pareciera que la fiabilidad del modelo y el éxito probado de un espectáculo de tal naturaleza, propició durante décadas su recreación arquetípica y un tanto acomodaticia, como si no hiciera falta una mayor creatividad e ingenio para trascenderlo y adecuarlo a lenguajes más contemporáneos, a las exigencias de nuevos tiempos. Más allá del cabaret, numerosas agrupaciones musicales han repetido hasta hoy el esquema en sus presentaciones fuera de Cuba, apelando a un sentido de lo popular y de la cubanía que ubican con insistencia en la racialidad y la sensualidad de unas caderas en movimiento.

Estos apuntes, que las homenajean, no demeritan, sin embargo, el destacable lugar que corresponde a Las Mulatas de Fuego en la representación del imaginario que ha acompañado a la música popular cubana a través del tiempo, sin límites geográficos y, en definitiva, a la universalidad de su éxito desde siempre. Más allá del tiempo nos dejaron el fuego.

Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana
31 de agosto de 2015.

Ver fotos de las Mulatas de Fuego en Desmemoriados.