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miércoles, 29 de abril de 2009

El hacha de la intolerancia


Por Iván García

1999. Llega a su fin la temporada invernal del béisbol cubano. En todas las esquinas se ha desatado el debate. En cada peña deportiva cada fanático se cree director de un equipo y como tal ofrece su consideración sobre la selección nacional. En la actual campaña los dos mejores peloteros de la Isla no han tenido buen rendimiento. Omar Linares y Antonio Pacheco no han podido jugar en gran parte del torneo debido a lesiones. En sus respectivas posiciones (tercera y segunda base) se han destacado varios jugadores novatos.

En un raro caso de democracia en Cuba, en 1998 conformaron el equipo nacional con los que más sobresalieron en el clásico del patio, con caras nuevas como Carlos Tabares, Robelquis Videaux y Loidel Chapellí, entre otros, hicieron por primera vez el grado. La renovada selección ganó sin apuros el Campeonato Mundial y los Juegos Centroamericanos. Efusivos fueron los aplausos para el recién nombrado director, el pinareño Carlos Rodríguez.

Antaño los que regían los destinos de nuestro deporte nacional, la pelota, eran "tipos duros" que simulaban escuchar los criterios ajenos, pero al final, al igual que ocurre en todo el país, bajaban el hacha de la intolerancia. Sacaban a relucir el patriotismo y la conciencia revolucionaria para poder representar a Cuba en torneos de béisbol celebrados en otros países. Los vientos renovadores del año anterior parecían haber desterrado las razones extra deportivas del patriotismo y la conciencia revolucionaria.

No fue así. Ahora, ante la posibilidad de que las dos estrellas locales, Linares y Pacheco, queden fuera de la nómina, el viejo inmovilismo volvió a ocupar su puesto. Pero a diferencia de lo que ocurre en el país, donde los gobernantes dirigen a su libre albedrío, los amantes del deporte de las bolas y los strikes tienen espacio para discrepar.

En varios programas de radio las personas indignadas llaman por teléfono y descargan su inconformidad. A veces con tono subido. la gente critica a los jerarcas que lanzan las estrategias del béisbol. Los fanáticos saben que con su mal proceder dañan la pelota cubana. Al jugar nuestros peloteros por puro placer -sus salarios son iguales al del promedio de la mayoría, 200 pesos (10 dólares)- el único incentivo que tienen es hacer la selección nacional y, de paso, poder viajar al exterior. Por eso en los dos últimos años toda una pléyade de jugadores jóvenes y talentosos dejaron la piel en el terreno para poder integrar el equipo nacional.

A pesar del retiro masivo tres años atrás de más de 60 luminarias; de deserciones de estrellas como Rolando Arrojo y los hermanos Liván y el Duke Hernández, y la ausencia durante una buena parte de la contienda de los extra clase Omar Linares y Antonio Pacheco, nuestro béisbol no ha mermado en calidad. La clave es el rendimiento.

Si se viola esa clave, los fanáticos saben que volverá la abulia a la grama, pues al existir "vacas sagradas" desaparecerá el único interés que motiva a los jóvenes jugar: representar a Cuba en el extranjero y conocer un poco de mundo. Gran parte de los aficionados al béisbol defienden a ultranza la idea de que la selección se integre exclusivamente sobre la base del rendimiento. Aunque queden fuera "monstruos" de la talla de un Linares o un Pacheco.

La Dirección de Béisbol no opina igual y ha sacado a relucir nuevos temores. Porque en los Panamericanos de Canadá se jugará con bate de madera y asístirán profesionales de Triple A. Por ello, amén del rendimiento, deben asistir los mejores peloteros de la isla. En este "estira y encoge" puede que se imponga la intolerancia, esa misma que campea por su respeto en nuestra patria. Pero por lo menos permiten que existan criterios opuestos en lo relacionado con la pelota.


No sucede así en el resto de la sociedad. A raíz de la aprobación, el 16 de febrero de 1999, de la Ley No. 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba (aquí pueden leerla) el cubano de a pie, como de costumbre, se expresa en voz baja.

La política no es el béisbol y un criterio a pleno pulmón contra los designios de Fidel Castro puede costar desde la expulsión del trabajo y el hostigamiento de la policía política hasta la cárcel. La repulsa a la "ley mordaza" ha sido mundial, porque nos hace retroceder aún más. Internamente, nada más que la disidencia y el periodismo libre han sido capaces de expresar sus criterios. Pero sólo para ser escuchados o leídos fuera de Cuba.

Dentro de la Isla somos mudos, apenas se conocen nuestros proyectos y puntos de vista. Nos consideran peligrosos, porque socavamos el poder monolítico con fachada de socialismo unánime que intenta vender el régimen. Con la nueva ley, los opositores y los periodistas independientes podemos pasar treinta años tras las rejas. Sólo por discrepar y dar a conocer la otra Cuba: la de la violencia, corrupción, droga, prostitución y falta de libertades.

Mientras, la prensa oficial y sus dirigentes se ceban en los periodistas sin control estatal. "Traidores" nos llama Ricardo Alarcón, presidente del parlamento cubano. La periodista de Juventud Rebelde, Rosa Miriam Elizalde nos dice "mercenarios que se alquilan por dólares". Enrique Nuñez, un escritor humorístico que hizo fama y dinero antes de la revolución con aventuras radiales de segunda categoría, cambia de careta y como buen oportunista es el que más grita y nos califica de "hijos de puta". Todo eso y más debemos aguantar sin tener derecho a réplica.

Contrariamente a lo que ocurre en el béisbol, la disidencia y los periodistas libres no tenemos el más mínimo espacio dentro de nuestro país. Pero nos temen. De momento, cualquiera de los periodistas de las agencia fuera del control gubernamental esperamos con tranquilidad los próximos pasos de la Seguridad del Estado. Le pueden aguardar años de cárcel, "pero sería el fin de mi quebradero de cabeza actual: cómo alargar los 50 dólares que mensualmente recibo por este arriesgado trabajo", me dice un colega del periodismo independiente.

Como casi todos los cubanos, ese colega es amante del béisbol. Según él "los opositores y periodistas independientes son como una pelota de ping-pong que los gobiernos de Cuba Y Estados Unidos golpean en ambos sentidos. Los de allá para hacer publicidad, los de aquí para lograr concesiones del capitalismo brutal que criticaban de boca hacia fuera, pero cuyo dinero necesitan como la respiración".

Este periodista cree que los dólares que se reciben no se diferencian de los que llegan por la vía de remesas familiares y se gastan en lo mismo: comida, aceite, jabones… Incluso muchos familiares que desde Miami remiten dólares son verdaderos recalcitrantes. Entonces la diferencia radica en que nosotros tenemos el valor de disentir públicamente y los familiares que reciben esos dólares, no.

De acuerdo con la profesionalidad demostrada, sin contar los riesgos ni el encarecimiento de la vida en Cuba, bien poco ganan los periodistas independientes. Con todo, esa ayuda desata la ira del gobierno cubano. La explicación de por qué es en Estados Unidos y Miami donde más interesa lo que dice la prensa independiente resulta elemental: porque allí vive más de un millón de cubanos. En segundo lugar está España, por razones históricas, culturales e idiomáticas.

Una persona entrevistada, que pensaba que un periodista independiente ganaba miles de dólares al mes, confesó que "ni por 500 dólares mensuales tendría valor para hacer lo que ustedes hacen. Lo menos que debían recibir es una cantidad similar a la mitad de lo que gana un periodista extranjero." Y me hizo una sugerencia:

-Debían aprovechar la coyuntura de esa "ley mordaza" para denunciar que son explotados. Y exigir que les paguen más. Decirlo sin miedo porque es humillante tener que aguantar lo que ustedes aguantan por menos de 100 dólares al mes!

(Publicado en Cubafreepress el 1 de marzo de 1999)

lunes, 27 de abril de 2009

El escalafón


Por Ariel Tapia


Los pobladores de la capital cubana enfrentan un grave problema: ¿cómo arreglar sus equipos de refrigeración? En La Habana, una ciudad de 2 millones 200 mil habitantes, existen 512,786 refrigeradores, de los cuales un total de 62,652 tienen afectadas la máquina motocompresora, que es el corazón del equipo. Para esa cantidad de ejemplares rotos, el país ha importado apenas 14 motocompresores, mientras que el déficit de otras piezas de repuesto, como refrigerante, tubería, filtros, cigüeñales, pistones u otros recambios es casi total.

De ahí el atraso del llamado escalafón. Una especie de lista de espera para los equipos rotos: en 1997 se están reparando los que fueron reportados en 1994. Una variante para sustituir importaciones ha sido la creación del gas cubano LB-12, que según expertos es una mezcla de tres hidrocarburos que a diferencia del Freón-12 no afecta la capa de ozono. Y aunque no ofrece los niveles de temperatura deseados, es la solución que "está a la mano."

En la ciudad funcionan 4 talleres cuyos servicios se cobran en moneda nacional, pero las piezas que son repuestas sólo se pueden adquirir en dólares. Luis Hernández, director de la Empresa Provincial de Electrodomésticos, dijo que la cifra de refrigeradores que se rompen mensualmente asciende a 2 mil. Los apagones programados a diario en toda la Isla aumentan el riesgo de las roturas normalmente producidas por el envejecimiento de los equipos o por accidentes ocasionales. La única vía para hacerse de un refrigerador nuevo en Cuba es comprándolo en las tiendas por divisas, donde su costo sobrepasa los 500 dólares.

(Publicado en Cubafreepress el 12 de noviembre de 1997)

viernes, 24 de abril de 2009

El banquero de los pobres (III)


Por John Carlin

De vuelta en la sede central de Grameen recuerdo a Yunus una cosa que dijo durante un discurso en la Harvard Business School. Que el sistema de microcréditos es una herramienta que libera los sueños de la gente, da a los pobres dignidad y respeto, y llena de contenido sus vidas.

"Sí. Eso es lo más importante", responde Yunus. "Mi trabajo rápidamente me llevó a la conclusión de que la pobreza no la crean los pobres. No podemos aferrarnos a la idea convencional de que son perezosos, les falta empuje. No es culpa suya. No son ellos quienes crean la pobreza. La pobreza la crea el sistema que hemos construido. Los pobres tienen tanta energía y tanta creatividad como cualquier ser humano en este planeta".

Entonces, ¿es todo cuestión de liberar energía? "Exacto. Preste dinero a una mujer pobre, ayúdela a empezar, y vea cómo se produce el milagro. Toda su vida ha pensado que no era nada, y ahora, por primera vez, siente que es alguien. Que puede cuidar de sí misma. Que puede desarrollarse como persona más allá de la supervivencia. Por eso digo que estos préstamos son el dinero de los milagros. Permiten que esas personas empiecen a vivir como seres humanos por primera vez".

Yunus opina que el capitalismo, tal como se concibe tradicionalmente, debe cambiar. Empezando por el sistema bancario. Pero no es que propugne una revolución marxista ni nada parecido. Lo que quiere es que se amplíe la definición de la palabra capitalismo más allá de la mera obtención de beneficios. Porque es claramente partidario de la libre empresa y está totalmente en contra de la caridad como estrategia a largo plazo para afrontar los desequilibrios mundiales entre ricos y pobres.

"En definitiva, mi argumento es que, cuando se dan limosnas, se impide que la gente tenga iniciativa. 'Quédate como estás y yo cuidaré de ti'. Pero es la iniciativa lo que empuja a la gente a subir del primer nivel al segundo, y del segundo al tercero. Sin ella, no somos nada. Así que, en mi opinión, es mucho mejor recibir un préstamo que una limosna, porque con el préstamo el beneficiario asume una responsabilidad. 'Voy a usar tu dinero y voy a ganar lo suficiente para devolvértelo con intereses y aún quedarme con algo': ése es el trato. El que vive de limosnas se queda en las limosnas. Fíjese en lo que pasa con muchos de los que viven de la ayuda estatal en Estados Unidos o Europa. No sólo viven de la beneficencia ellos, sino que sus hijos también, porque no han aprendido a hacer nada más".

¿Está en contra de toda protección social, entonces? "No, no. No es eso lo que digo. Lo que digo es que hay que dar a la gente una opción, un incentivo. Fíjese en los mendigos con los que trabajamos. No les digo que dejen de pedir, sino '¿por qué no probáis también esta otra opción?'. Les digo que, si aceptan el préstamo, tienen que devolverlo, pero que, si lo hacen, obtendrán un préstamo mayor. Con la primera opción, uno renuncia a tener el control de su propia vida; con la segunda, lo recupera".

Me voy a hacer una segunda visi- ta a un pueblo. En esta ocasión, uno llamado Rajabar, a 50 kilómetros de Dhaka, y vuelvo a encontrarme en medio de la orgiástica danza de tráfico mortal que mantiene esta ciudad. Mi conductor –mi brillante conductor– entra y sale de las calles, da rodeos y maniobra con la intensidad de un conductor de fórmula 1. Como los demás –desde los rickshaws hasta los conductores de autobuses de dos pisos, hasta los peatones–, él también muestra unos reflejos propios de Fernando Alonso. Y no durante hora y media. Durante todo el día. Y no se ven cinturones de seguridad, ni cascos de motos. Ni uno.

En Rajabar (¡donde también recuerdan una visita de la reina de España!) hablo con otra docena de mujeres. Una de ellas se llama Nilufer Begum. Cree que tiene 40 años. Me cuenta que, hasta hace dieciséis, cuando llegó el dinero milagroso de Grameen, vivía en casa de su madre y dormía sobre una alfombra, en el suelo, compartiendo la habitación con la vaca de un vecino. Había huido de su marido, que era vago y pobre, y le pegaba. "Al principio recibí 5 mil taka y con eso compré una vaca. Vendí la leche, pagué el préstamo y recibí otro de 10 mil. Con ese dinero arrendé un trozo de tierra y cultivé un poco de arroz. Devolví los 10 mil, conseguí 15 mil y establecí una pequeña tienda. Luego conseguí un préstamo mayor y construí una casa". Y así sucesivamente. Ahora tiene un par de casas que alquila y unos ingresos de 6 mil taka mensuales, y tiene pensado emplear el crédito de 70 mil que pronto va a recibir en comprar un microbús para transportar a la gente de los pueblos vecinos.

Acompaño a Nilufer a su tienda. Su marido trabaja allí y es, a todos los efectos, empleado suyo. Ella se coloca junto a él para hacerse una foto y queda bien claro quién manda; quién es el orgulloso y quién el sumiso. La tienda es rudimentaria y no tiene frigorífico (otro deseo en la lista de Nilufer), pero tiene una mercancía tan variada como cualquier supermercado pequeño: refrescos, pasta de dientes, plátanos, galletas, aspirinas, huevos. Y es una especie de café, con gente bebiendo té o leche de coco, disfrutando de la mayor atracción del pueblo, un viejísimo televisor.

El director de área de Grameen en Rajabar y responsable de 10 sucursales, Rahman, lleva diecinueve años trabajando con Grameen, pero no parece que su entusiasmo haya remitido. Mientras comemos un almuerzo de pollo al curry con arroz y berenjena, me explica, con una convicción casi religiosa, la satisfacción que le da su trabajo. "Me encanta dar a la gente la oportunidad de soñar, ayudar a que Bangladesh sea un buen país, un modelo para el mundo", dice.

Es el mismo espíritu que encuentro en todos los empleados de Grameen con los que me encuentro y, sobre todo, en el propio Yunus, del que Nurjahan sigue hablando, tras treinta años de trabajar con él, con la devoción de una ferviente discípula. "Es nuestro líder, nuestro maestro", me dice, echando chispas por los ojos. "Dice que debemos poner un sueño en el corazón de las personas".

Yunus no es solamente un visionario, y probablemente un santo; es, además, seguro, un genio. Un hombre que tuvo una idea que ha cambiado las vidas de millones de seres humanos. Y, sin embargo, no tiene esa vanidad ni esa soberbia que, muchas veces, posee a los poderosos de los que dependen miles (en su caso, millones) de personas. Es un hombre con una misión, pero no un fanático. Está seguro de lo que cree, pero no parece que tenga una gran opinión de sí mismo. Ni tampoco, por ejemplo, de George W. Bush.

"Cuando llegó el nuevo siglo, hubo una gran corriente de buena voluntad en el mundo", recuerda Yunus. "Había un optimismo tremendo; soñábamos con otro tipo de mundo. Por primera vez en la historia de la humanidad, todos los países se reunieron y fijaron una fecha, con los Objetivos del Milenio de la ONU, para mejorar el mundo. Queremos reducir el número de pobres a la mitad de aquí a 2015, dijeron. Y... llegó Bush. Que da marcha atrás en todo. Crea desconfianza entre la gente, desautoriza a la ONU y dice que puede ocuparse él de todo. Y así estamos hoy, en este lío del que no sabemos cómo salir".

No se hubiera llegado a semejante lío si Bush, o más bien la gente que lo rodea, hubiese sabido entender el mundo con más sencillez. Una firme conclusión a la que llegó Yunus cuando estudiaba Economía hace cuarenta años en, precisamente, Estados Unidos es que las teorías complejas impiden ver la verdad. "¿De dónde nace el terrorismo? Muy fácil. De un fuerte sentido de injusticia. Puede ser injusticia religiosa, puede ser injusticia política, puede ser injusticia económica, puede ser verdadera injusticia, puede ser una injusticia imaginaria. No importa. Para mí es real, dice el terrorista. Así que reacciono ante esa injusticia y, como no tengo otra opción, como no puedo vencerte, te asusto. Contra eso no se puede luchar con armas ni bombas. Bush escogió una respuesta equivocada y, como consecuencia, ha habido más y más sangre; es decir, empezamos el siglo llenos de buena voluntad, pero ahora vemos todo ese odio. No era el momento de dedicarse a esto, sino de ocuparse de la pobreza, y Bush lo estropeó. ¡Qué oportunidad tan desperdiciada!".

Yunus, en cambio, aprovecha todas las oportunidades que produce la inacabable fecundidad de su mente empresarial. Su aventura más reciente ha sido la creación de una empresa mixta llamada Grameen-Danone. En colaboración con el gigante francés del sector lácteo, abrirá en noviembre una fábrica en Bangladesh para suministrar un yogur muy barato, lleno de vitaminas y de hierro, a los desnutridos niños bangladesíes. "El año pasado me reuní a comer en París con el presidente de Danone, Franck Riboud, y le dije que, en mi opinión, el capitalismo estaba encerrado en una definición demasiado estrecha. Que la empresa no puede consistir sólo en hacer dinero, sino en enriquecer la vida de la gente. Que es posible disfrutar y hallar satisfacción cuando se crea una empresa cuyo principal objetivo no es hacer dinero, sino, por ejemplo, llevar agua potable a los pueblos pobres. Una empresa así sigue siendo capitalismo, pero de un tipo más amplio, más generoso y, al final –creo–, más gratificante. Hablé con Riboud de lo que yo llamo mi concepto de 'creadores de empresas sociales'. Y respondió de inmediato. ¡De inmediato! Dijo que le parecía fascinante y aceptó, durante esa misma comida, crear Grameen-Danone. Nuestro plan es sencillo: vamos a hacer un yogur que los pobres puedan comprar. Y, si todo sale bien, pronto tendremos 50 fábricas. Cada una será capaz de cubrir sus propios costes y todos los beneficios se quedarán dentro de la compañía".

Yunus cree –y ahora también el presidente de Danone– que asumir estas ideas capitalistas subversivas sirve para acercar un poco más el santo grial del mundo sin pobreza. Y no es que no se haya avanzado ya mucho. No sólo en los treinta años desde que Yunus fundó Grameen, sino en los ocho transcurridos desde que en 1998 obtuvo el premio Príncipe de Asturias. En conjunto, Grameen ha prestado más de 5 mil millones de dólares a los pobres. La idea más fantástica de las que ha tenido Yunus en la última década es la de la enorme empresa de móviles que ha creado y que, a su vez, ha generado un nuevo fenómeno, "las señoras del móvil en los pueblos". Son prestatarias de Grameen que reciben teléfonos a precios especialmente bajos y los alquilan a locales. (Y en una ocasión a la reina Sofía, que llamó al Rey a España desde uno de estos móviles). No sólo ellas ganan más dinero, sino que ha revolucionado las comunicaciones rurales.

¿Cuál es la lección más revolucionaria que ha aprendido de los pobres?, pregunto a Yunus. "Lo más grande que he aprendido es que cada ser humano posee un potencial ilimitado. Esto lo tengo clarísimo. La lástima es que nos limitamos a arañar la superficie. A nuestra especie le queda mucho camino por delante. No pueder ser que tantos millones de personas nazcan en este planeta para pasarse la vida buscando qué comer. Ésa es una actividad de los animales. Pero soy optimista. Realmente creo que podemos acabar con la pobreza en el mundo. Es cuestión de invertir el mismo ingenio y el mismo empuje que hemos dedicado a acabar con injusticias políticas, enviar un hombre a la Luna o la tecnología informática en encontrar la manera de dar a los pobres la oportunidad de realizarse como seres humanos. Se trata, sobre todo, de querer lograr ese objetivo. Dar a los pobres las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros, y ver cómo se produce el milagro".

* John Carlin (Londres, 1956) es escritor, periodista e investigador.

Más información sobre Muhammad Yunus: http://es.wikipedia.org/wiki/Muhammad_Yunus



(Publicado en El País el 15 de octubre de 2006)

Miss Boyle


Por Tania Quintero

Ahora mismo el nombre de Susan Boyle es el más buscado en internet. Sus videos ya rebasan los 100 millones de visitas en You Tube, cinco veces más que las recibidas por Barack Obama.
Cuando el sábado 11 de abril a Miss Boyle le tocó actuar en el programa Britain's Got Talent, el público y el jurado se rieron de ella no más verla entrar y pararse en medio del escenario con su cara poco agraciada, su cuerpo fuera de forma, y su peinado y vestido fuera de moda. Las risas aumentaron cuando se remeneó y dijo que nunca un hombre la había besado. Pero cuando empezó a cantar I dreamed a dream el auditorio enmudeció. A más de uno se le salieron las lágrimas. Al ser aprobada por los tres miembros del jurado, brincó y pateó como una adolescente.

Había nacido la versión femenina del patito feo, uno de los cuentos de Hans Christian Andersen preferidos por los niños de todos los tiempos.

En una semana, ha sido entrevistada por cientos de periodistas, y aparecido en dos de los shows televisivos de más teleaudiencia en Estados Unidos, el de Oprah Winfrey y el de Larry King.

El número de artículos, crónicas, comentarios, blogs y webs en los cinco continentes alcanzan ya los seis ceros. En Facebook tenía más de 600 mil fans.

"Da miedo pensar lo que puede hacerle la trituradora mediática a una criatura tan limpia e indefensa", escribe Rosa Montero en Patos y cisnes. La periodista española tiene razón: desgraciadamente, el mundo está plagado de personas sin escrúpulos. La perversidad no tiene fronteras, edad, sexo, raza, etnia, credo, afición... Como el fenómeno SB recién ha comenzado, todavía podríamos ver más, porque la maldad en internet se multiplica.

Si nueve días después de su arrolladora fama la buena nueva era que le iban a grabar un disco, y que en 1999 había interpretado Cry me a River, al décimo día llegó el morbo y la depravación: una productora le ofrece un millón de dólares por perder ante las cámaras su virginidad durante el rodaje de un filme pornográfico.

Esperemos que el ángel que Susan Boyle tiene para cantar, se convierta en su guardián, capaz de alejar a todos los sinvergüenzas que se le van a acercar para obtener un minuto de gloria a su lado.

Hasta la fecha, el segundo gran descubrimiento de Britain's Got Talent es Shaheen Jafargholi, niño mestizo de 12 años, quien al igual que Susan puso de pie al público y el jurado con su interpretación de Whose LovingYou, de Michael Jackson.

Del resto de los participantes, si no aparece otro talento oculto, los que le siguen en preferencia son el grupo Flawless, compuesto por diez bailarines negros y el saxofonista Julian Smith.

miércoles, 22 de abril de 2009

El banquero de los pobres (II)


Por John Carlin

Mientras tanto, Yunus debía afrontar otra batalla. Para poder poner en marcha su banco, tuvo que convencer a los bancos convencionales de que le prestaran dinero. Y eso, mientras planeaba echar por tierra un principio fundamental del mundo financiero: que sólo se presta dinero a quien ofrezca pruebas documentales inequívocas de que va a poder devolverlo. El plan de Yunus, original y totalmente subversivo, consistía en prestar pequeñas cantidades de dinero a los pobres sin garantías; prestar el dinero basándose en un sistema de confianza, no en contratos legales. Según cuenta Yunus en su autobiografía, Banker to the Poor (El Banquero de los Pobres), los responsables bancarios a los que acudió al principio le miraban como a un loco.

Yunus cree que los que están locos son los banqueros, o el sistema que representan. "Los bancos ejercen un apartheid financiero escandaloso", dice Yunus. "Dicen que dos terceras partes de la población mundial no tienen derecho a emplear sus servicios. Que no son solventes. Definen las reglas y los demás las aceptamos porque son poderosos".

Yunus habla no en el último piso de su edificio, como suelen hacer los presidentes y directores generales de las grandes empresas, sino cuatro plantas por debajo de la de Nurjahan, en un despacho tan desnudo como el de ella (salvo una foto suya junto a la reina Sofía en una aldea), y también sin aire acondicionado. Lleva una camisa marrón sin cuello y tiene una juvenil mata de pelo blanco. Cargado como está de premios internacionales y doctorados honoris causa, se muestra sinceramente entusiasmado cuando le digo que EL PAÍS ha querido destacarle entre los ganadores históricos del Príncipe de Asturias.

Su aspecto y su forma de actuar son los de un hombre 20 años más joven, no de 66, y es una de esas personas espontáneas, siempre dispuestas a reír y sonreír, que desprenden buen humor, entusiasmo, curiosidad y brillantez mental.

"Los bancos dicen", continúa, animándose con el tema, "que si uno no tiene avales, no pueden hacer negocios con ellos. ¿Quién ha dicho que hace falta una garantía? ¡No! Y ésa fue mi primera lucha, eliminar la necesidad de avales y demostrar que podemos seguir considerándolo un negocio bancario".

Por increíble que resulte, eso es exactamente lo que ha hecho Grameen Bank. En un plazo de seis años, Yunus consiguió, primero, convencer a los bancos institucionales (a base de garantías personales que él mismo dio) de que le prestaran el dinero necesario para ofrecer "microcréditos", un concepto de repercusión mundial que él inventó; y, en segundo lugar, logró alcanzar la paridad entre los sexos, prestar dinero al mismo número de hombres y de mujeres.

"Y lo que descubrimos", dice Yunus, "fue que no sólo las mujeres eran más fiables que los hombres a la hora de devolver el dinero, sino que las cantidades pequeñas de dinero que pasaban por manos de las mujeres rendían muchos más beneficios para la familia. El motivo es que la mujer, sin darse cuenta, adquiere una habilidad muy especial, aprende a administrar los recursos escasos. Si no lo hace, no sólo es que la familia pase hambre: es que el marido se enfada y le pega. Así que, cuando le prestábamos un poco de dinero –30 dólares, 50 dólares–, sabía sacarle el máximo provecho para el bien del hogar. Las prioridades del hombre son otras. Él quiere pasárselo bien fuera de casa, presumir ante sus amigos. Si nos fijamos en la lista de prioridades de la mujer, nunca empieza por ella misma. Empieza por sus hijos y la familia. Si su nombre figura en la lista, es en último lugar".

Yunus aplicó la lección. En 1983 constituyó formalmente Grameen –que significa "aldea" en bengalí– como banco y, desde entonces, su estrategia ha estado clara: prestar dinero a mujeres. El principio ha sido siempre el de ofrecer la máxima flexibilidad y los mínimos tipos de interés a los prestatarios. Hoy en día, Grameen trabaja en 70 mil pueblos, posee 2 mil 200 sucursales y cuenta con 6,6 millones de prestatarios; el 97 por ciento mujeres, y todos pobres. En un país en el que el analfabetismo es galopante y la electricidad escasa, el sistema de microcréditos de Grameen funciona, como le gusta decir a Yunus, "como un reloj". El porcentaje de incumplimiento en los préstamos es inferior al 1,5 por ciento, la envidia de cualquier gran banco. Salvo en 1983, 1991 y 1992, Grameen ha tenido siempre beneficios anuales, todos ellos reinvertidos en el banco, que no ha dejado de crecer. El modelo de microcréditos de Grameen se ha imitado en más de 80 países, entre ellos España y Estados Unidos, y alcanza a 100 millones de personas en todo el mundo.

El pueblo de Sadipur Sonargoan no está más que a 42 kilómetros de Dhaka, pero los 20 primeros, pura expansión ininterrumpida de la capital, duran una eternidad. Pero eso no es lo peor. Lo peor es la sensación de que no voy a poder salir de Bangladesh con vida. Es posible que haya sitios en el mundo en los que el tráfico sea más caótico que en Dhaka, una ciudad de 12 millones de habitantes espantosamente apiñados, pero lo dudo. Rickshaws de colores chillones (los taxis bicicleta, en los que una persona tira de un carrito para dos), taxis motocicleta, viejos coches herrumbrosos que parecen mantenerse unidos con gomas elásticas, autobuses inclinados que llevan a tanta gente encima del techo como en el interior, otros autobuses de dos pisos (del modelo vigente en Londres durante la II Guerra Mundial), masas de peatones suicidas, a menudo descalzos: todos se disputan un mismo espacio y tienen que tomar constantemente decisiones en las que la diferencia entre vida y muerte es cuestión de milímetros.

Es una visión del infierno, tras la que Sadipur me parece el paraíso. Carreteras de suaves curvas cubiertas por las copas de árboles inmensos, de vez en cuando un rickshaw que pasa en silencio –los colores brillantes, aquí, no son amenazadores, sino bellos–, tranquilos arrozales, vacas solitarias que pacen entre los bananeros de anchas hojas y, en el pueblo propiamente dicho, pulcras casas de madera con suelo de barro, situadas a intervalos regulares.

Acompañado por el gerente del banco del pueblo, un joven de 25 años y ojos brillantes que me dice que tiene un título de master en Geografía, me reúno con unas setenta mujeres –de las 4 mil 883 a las que atiende la sucursal local– que se han beneficiado de los préstamos de Grameen, y oigo los relatos detallados de una docena de ellas. La historia es siempre la misma. Una mujer solicita un préstamo inicial de unos 3 mil taka (alrededor de 35 euros) y con ese dinero acumula reservas para una tienda rudimentaria de alimentación, o financia la compra de un telar de madera, o compra una vaca, o arrienda una parcela en un arrozal. Convierte el préstamo en beneficio, devuelve el dinero al banco con un 20 por ciento de interés y luego obtiene otro préstamo, esta vez, por ejemplo, de 5 mil taka. Con él amplía un poco más su negocio, cumple los pagos –normalmente, semanales o quincenales– y pide otro crédito mayor para construir una casa, para lo que le conceden un interés más bajo, del 8 por ciento. Al cabo del tiempo, abre una cartilla de ahorros y luego, quizá, obtiene un crédito escolar al 5 por ciento de interés para ayudar a enviar a sus hijos a la Universidad.

Ése es el caso de una mujer vestida de negro de los pies a la cabeza, llamada Jahana, cuyo sueño es que su hijo Muhammad, de 15 años, pueda llegar a ser médico. Ese sueño, inconcebible antes de que Grameen apareciera en escena, podría hacerse ahora realidad. En el pueblo hay cuatro estudiantes universitarios. Uno es el hijo de una señora llamada Rashida que ganaba 60 taka diarios (menos de un euro) antes de obtener el primero de sus préstamos de Grameen, hace cinco años; ahora, su microtienda de alimentación va viento en popa, y gana 400 taka diarios. Luego está Aulia Begum, cuya bella hija de 22 años, Roshanunina, está pasando unos días en casa descansando de sus clases de ciencias políticas en la Universidad de Dhaka. Aulia, como todas las demás mujeres con las que hablo, es totalmente analfabeta. Gracias a los préstamos de Grameen concedidos a su pequeña farmacia, y a una beca universitaria también proporcionada por el banco, su hija se ha adentrado en un terreno que su madre no podía ni imaginarse cuando nació la niña. "Me interesa especialmente la política internacional", dice Roshanunina, una joven alta, esbelta y sonriente, de unos rasgos exquisitos enmarcados –como si fuera una Virgen María– en un velo rosa que parece de satén. Para la generación de su madre, la Universidad era un concepto desconocido. Hoy, Grameen Bank reparte sus 18.000 becas por igual entre chicos y chicas. Pregunto a Roshanunina si tiene algún sueño. "Ir a estudiar al extranjero", responde con gran seguridad. "Canadá sería estupendo".

No hay unos horizontes tan amplios para las ocho mujeres mendigas con las que hablo a continuación. El programa de Grammen para los mendigos, conocido como "Préstamos de lucha", comenzó hace sólo tres años, pero cuenta ya con 80 mil beneficiarios en todo el país. En su caso, un préstamo habitual suele ascender a 1.000 taka (alrededor de 12 euros), con un interés del 0 por ciento, pagable cuando sea posible, si es que es posible alguna vez. Sabitum, que tiene 54 años, lleva diez años mendigando desde que su marido se quedó paralítico y eso no le dejó otra opción. Iba de casa en casa pidiendo arroz o trapos viejos para vestirse. Ahora, lo que hace –lo que hacen todas las mendigas que disponen de préstamos bancarios– es lo mismo pero, en vez de limitarse a pedir, vende chocolate, o plátanos, o galletas que ha comprado previamente con el dinero prestado. Las historias son terribles; la pobreza, de absoluta miseria. Mojiton, que tiene 60 años y ha dado a luz nueve hijos, todos los cuales murieron a causa de diversas enfermedades, ha logrado hace poco comprar una cabra con su préstamo y confía en empezar pronto a vender leche. Amina, de 54 años pero que parece de 74, lleva mendigando diez años desde que perdió la vista en un ojo. Vende pasteles de arroz y pitas, pero sigue mendigando, aunque me asegura que preferiría no hacerlo. Sabitum, la que mejor parada ha salido del grupo, obtuvo el préstamo hace un año y lo está devolviendo en plazos de 20 taka semanales. "Con el dinero que he ganado he comprado tres gallinas y tres patas", me cuenta, mirándome desde el suelo, sentada sobre sus talones, delgada y descalza. "Ahora vendo huevos y he dejado la mendicidad. Todavía voy de puerta en puerta, pero ahora tengo mi pequeño negocio".

Las mendigas, claramente enfermas, hablan en voz baja, a veces ronca. Pero cuando pregunto a todo el grupo si se sienten más felices y orgullosas desde que obtuvieron los préstamos de Grameen, por primera vez veo sonrisas. Asienten y murmuran su aprobación de forma unánime. En comparación con el tono apagado en el que habían respondido individualmente, es una auténtica conmoción.

Con esa referencia, la escena que presencio poco después, en una reunión de 50 "miembros" de pleno derecho de Grameen –así se denominan a sí mismas—, es tan eufórica como una final de la Copa del Mundo. Las 50 mujeres, vestidas con sus mejores saris, componen una imagen rica y colorida situadas geométricamente en unos bancos dentro de un cobertizo que sirve también de aula, con techo de chapa y estructura de madera. Han venido, como hacen todas las semanas, a reunirse con el joven director de la sucursal local de Grameen, para discutir los temas pendientes, proponer nuevos préstamos y devolver los antiguos. La persona escogida para dirigir el grupo, una mujer alta y con gafas llamada Mazeda que tiene aspecto de abogada (aunque tampoco ella sabe leer), me explica lo que ya había oído en la sede central: que las prestatarias de Grameen tienen que organizarse, como condición para el préstamo, en grupos de cinco. Cada grupo se supervisa a sí mismo, vigila que no se rompa el pacto con el banco, permite que se animen unas a otras y sirve, más o menos, como garantía de buen funcionamiento. Si una de ellas no paga una letra, no es que las demás tengan que poner el dinero, pero deja en mal lugar al grupo, y eso es algo que nadie quiere hacer, porque es una cuestión de honor. El sistema de préstamos de Grameen, que, como decía Yunus, se basa en la confianza, acaba siendo tan vinculante como el tradicional, basado en contratos legales.

Escucho historias de muchas mujeres, tan decididas como podría serlo un grupo equivalente en Europa occidental. Orgullo y dignidad es lo que muestra Mazeda cuando, al final de la reunión, se aproxima a dar al joven director de la sucursal un fajo de billetes, 500 taka: su pago de la semana. Le siguen otras que depositan el dinero en la mesa, cada cantidad meticulosamente anotada en un libro por un ayudante del director. Una de las mujeres me pregunta qué me ha parecido la reunión. Le digo que creía que venía a un pueblo sumido en la miseria absoluta, pero que lo que he visto es que, aunque no son ricas, dan la impresión de ser unas mujeres tan seguras de sí mismas, saludables y felices como cualquiera. Le digo que me han contado que, antiguamente, en Bangladesh, a las mujeres les enseñaban a mirar siempre hacia abajo y no abrir nunca la boca. Pero que aquí he visto lo que han cambiado las cosas. Cuando termino de hablar, estallan todas en una alegre ronda de aplausos.

Antes de subirme al coche para el viaje de vuelta a Dhaka, Mazeda me dice: "Por favor, déle muchos saludos a la reina Sofía. Estuvo aquí con nosotras y la recordamos con mucho cariño". (Continuará)

lunes, 20 de abril de 2009

El banquero de los pobres (I)


Por: John Carlin*

Si alguien comienza un discurso predicando la "firme, profunda, apasionada" convicción de que "podemos crear un mundo libre de pobreza", como hace invariablemente Muhammad Yunus, podemos admirar la intención pero dudar del hombre. Si entonces nos enteramos de que es catedrático de Economía, es posible que le escuchemos con un poco más de atención, pero nos esforzaríamos para eliminar la sospecha de que es un excéntrico bienintencionado, un quijote musulmán.

Hasta que uno descubre que el orador es uno de los capitalistas más triunfadores del mundo, un hombre de negocios que hace 30 años puso en marcha un banco con tres empleados, incluido él; que hoy da trabajo a 20 mil personas, y que ha creado otras 18 empresas, entre ellas, la mayor red de teléfonos móviles del sur de Asia. Entonces, uno empieza a pensar que sus teorías utópicas quizá tengan una credibilidad ganada a pulso, que tal vez la visión de este soñador tenga su lógica. Ante todo, porque el tipo de capitalismo al que ha dedicado su vida no tiene como misión principal obtener beneficios, sino ayudar a los desdichados de la tierra.

Muhammad Yunus es a la pobreza lo que Bill Gates al software. Salvo que Yunus ha alcanzado objetivos inimaginables, en un ciclo irreprimible de crecimiento exponencial, en un entorno empresarial infinitamente más duro que el de la frondosa Seattle. Una de las razones que permiten creer que tal vez haya encontrado la fórmula para acabar con la maldición más antigua de la humanidad, para abordar la situación de mil millones de personas que carecen de las necesidades básicas para vivir, es que ha conseguido que funcione en las circunstancias más extremas. El laboratorio en el que lleva a cabo su experimento es Bangladesh, un país que tiene el tamaño de Andalucía y una población de 145 millones de habitantes, la mayoría de los cuales vive en una pobreza profunda. Pero Yunus, que nació en Bangladesh en 1940, cuando su país seguía siendo parte de la India y todavía estaba bajo dominio británico, se ha planteado un desafío incluso mayor. Como un trapecista de circo que dijera al público "si pensaban que lo anterior era peligroso, fíjense en esto", ha escogido como objeto de su experimento a las personas más pobres entre los pobres de Bangladesh, el grupo más sometido y con más limitaciones mentales y materiales en este país de abrumadora mayoría musulmana: las mujeres.

"Era una locura", dice sonriendo Nurjahan Begum al recordar los comienzos de Grameen Bank y la primera "oficina" en la que trabajó: un cobertizo con tejado de chapa de zinc, una mesa, una silla, dos bancos, y sin luz ni teléfono. Nurjahan es una de las dos estudiantes de Económicas que en 1976 ayudaron al profesor Yunus a poner en marcha el proyecto. Su cometido —a pesar de la oposición de sus padres, que querían que permaneciera encerrada en casa esperando a que le escogieran un marido— consistió en hacer el trabajo de campo preliminar, reunir datos que permitieran ver si era factible construir un banco especializado en préstamos para mujeres muy pobres. "¡Una absoluta locura!", repite, y se ríe, mientras menea la cabeza, asombrada del insensato idealismo de su juventud.

Es una mujer menuda de rostro amable e inteligente, que lleva gafas redondas y un sari azul celeste, sentada detrás de una mesa desde donde controla sus dominios. Nos encontramos en el octavo piso de la sede central de Grameen Bank, un edificio de 21 pisos que, en el contexto de la capital bangladesí, Dhaka, es como el Empire State Building. Nurjahan, que lleva la cabeza cubierta, es una de los tres administradores generales del banco, responsable del programa de formación e internacional, y directora general de un programa de becas para niños que se creó hace tres años llamado Grameen Shikkha. Nurjahan me cuenta que la última vez que la reina Sofía estuvo en Bangladesh le dio 30 mil euros para el programa Shikkha. La reina de España, cuya foto tiene en la pared Nurjahan, ha estado en Bangladesh apoyando los proyectos de Grameen tres veces en la última década. "El dinero que nos dio servirá para financiar 60 becas universitarias y 50 para niños de edad escolar".

A pesar del calor y la humedad asfixiantes de Dhaka, el despacho de la declarada fan número uno bengalí de la reina española no tiene aire acondicionado, sólo ventanas abiertas y ventiladores. En la mesa tiene un pequeño botón, como un timbre. Cada vez que lo aprieta, que es aproximadamente cada diez minutos durante la hora y media que estoy con ella, aparece un hombre. Para traer una taza de té, o un documento, o un libro, o una estadística, u otra taza de té. Y no siempre acude el mismo: he podido ver, al menos, a cuatro de estos genios de la lámpara.

"Era una locura", insiste, "por toda la discriminación contra las mujeres que existía en aquellos días. Toda la ignorancia y la superstición que tuvimos que vencer. Era terrible. Las mujeres tenían siete u ocho hijos, mientras los hombres tenían un montón de esposas y podían abandonar a la que quisieran con sólo decir 'me divorcio de ti' tres veces. Las mujeres no tenían ninguna movilidad. No podían salir de casa, ni siquiera para visitar a sus madres, sin permiso del marido o de los suegros. El marido podía pegar a la mujer por cualquier razón. En mis recorridos por las aldeas para hacer mis investigaciones, me encontré con la opinión frecuente de que, si una mujer recibía habitualmente una paliza, acabaría yendo al cielo".

La idea inicial de Yunus –una idea que, más que revolucionaria, fue trascendental– era dividir sus préstamos al 50 por ciento entre hombres y mujeres. "El primer problema fue que ninguna mujer quería aceptar nuestro dinero, porque todas tenían miedo de recibir una paliza", explica Nurjahan. "Además, nunca habían manejado dinero. Lo temían. Y, por si eso no fuera suficiente, varios imanes nos criticaron. Deseaban que las mujeres se quedaran en su sitio". (Continuará)

viernes, 17 de abril de 2009

Todo vuelve al principio


Por Tania Quintero

Por Hotmail recibí un correo no deseado que en asunto decía "de Myriam Acevedo". Enseguida lo pasé a la bandeja de entrada y lo abrí. Una de las más grandes actrices del teatro cubano de todos los tiempos, me decía que había visto lo que en Penúltimos Días escribí sobre una vieja amiga suya, la compositora y guitarrista Ela O'Farrill. Después de muchos años sin noticia una de otra, las puse en contacto vía email. Por supuesto, no perdí oportunidad para solicitarle a Myriam la siguiente entrevista.

Myriam, qué es lo que más recuerda de Güines, su pueblo natal?

-Yo nací en Güines, pero me llevaron para La Habana a los 7 meses de edad. Siempre lo consideré un punto de referencia importante en mi vida. Al menos cuatro veces al año mi familia iba a Güines. Para mí cada viaje era una fiesta, porque por el camino se compraban torticas de morón, mantecadas y llegar a Güines era un evento.Estábamos dos o tres días en casa de la familia de mi padre, porque muchos todavía vivían en Güines. Era un ídolo en el pueblo, y a veces se organizaban funciones en los teatros para que yo cantara.

Y qué recuerda del dúo Anoland y Myriam? Una vez leí que Anoland era la madre de Rubén Blades. Ella era cubana o panameña residente en Cuba?

-Comencé a cantar desde que tenía dosaños de edad, y a los tres años y medio me presenté en el Teatro Nacional cantando la canción Enamorada. Después pasé a diferentes compañías infantiles, siempre como cantante. Era lo que se decía una niña prodigio. Me presento en La Corte Suprema del Arte como cantante y gano todos los premios.

-Anoland Díaz era también una niña excepcional. Desde pequeña tocaba el piano de afición como una verdadera profesional, era el asombro de todos. Ella cantaba con voz de soprano, yo de contralto infantil. Y al dueño de la CMQ se le ocurrió que nuestras dos voces podían hacer undúo perfecto, y así fue. Se llamó "Myriam y Anoland, el dúo perfecto". Anoland era cubana y era muy jovencita cuando se fue para Panamá con su familia. Allí se casó, constituyó su propia familia y tuvo un hijo que sería un cantante y músico famoso, Rubén Blades.

Como sus inicios fueron musicales, todo parecía indicar que iba a ser cantante. ¿Le fue difícil escoger entre la canción y el teatro?

-Cuando entré en la adolescencia no quise cantar más. Comencé a estudiar bachillerato y ese mismo año ingresé en la Academia de Arte Dramático, para estudiar teatro. Seguí cantando, entre amigos. La música fue siempre una pasión. Pero decidí dedicarme completamente al teatro. En los años 60, cuando regreso a Cuba después de cinco años en New York, donde estudié y actué en inglés, Rogelio París me propone volver a cantar.

-Y así comencé a cantar, acompañada por la guitarra. Froilán fue uno de mis guitarristas. Nunca escogí entre el teatro y la canción. Creo que dos amores pueden convivir.

De quién fue la idea de compartir escenario en El Gato Tuerto con Virgilio Piñera?

-Yo convierto El Gato Tuerto en un teatro-cabaret, donde cada semana tenía lugar un espectáculo distinto. Mi marido Jorge Carruana y yo, creábamos y dirigíamos esos espectáculos. Jorge era pintor y cineasta. Y se nos ocurrió hacer un programa con Virgilio Piñera, donde yo cantaba y Virgilio decía sus versos. Este programa con Virgilio duró dos semanas, fue una verdadera revolución. Todo esto lo explico en mi libro, en un capítulo que he titulado "La conjura contrarevolucionaria del Gato Tuerto... y Virgilio se puso verde".


En el post titulado Del 'políticamente correcto' 1968 cubano, publicado en mi blog el 2 de junio de 2008, una persona dejó este comentario anónimo: "Silvio Rodríguez nunca estuvo en la UMAP (...) Pablo Milanés sí, y fue Miriam Acevedo, quien por aquella época tenía influencia con algunos 'pinchos', la que pudo liberarlo del susodicho escarnio. Pablo se escapó de la UMAP y se le apareció a Miriam en El Gato Tuerto, donde ella en los años 60 hacía sus inigualables performances. Es cierto lo que este lector contó?


-Sí, en parte es cierto. Silvio Rodríguez nunca estuvo en la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Pablo Milanés junto con Ricardo Barber, un actor de teatro, ambos amigos míos, fueron llevados a la UMAP y encarcelados en aquel campo de concentración. Ricardo me escribió un telegrama que decía: "Si no me sacas de aquí me suicido".

-Di la voz de alarma, y en la Unión de Escritores y Artistas se formó una comisión de diez intelectuales, entre ellos yo, para discutir el problema de la UMAP con el ministro de Cultura. Ni ese primer intento ni ninguno de los posteriores dieron resultado. Entonces Ricardo y Pablito arquitectan la fuga y se escapan de la UMAP, en Camagüey.

-Recuerdo que estaba cantando en El Gato Tuerto cuando veo aparecer el "fantasma" de Pablo Milanés, a quien yo hacía en la UMAP. Pero no, Pablito estaba allí, mientras yo estaba cantando su "Ya ves, yo sigo pensando en ti..." A Ricardo lo tuve escondido tres días en mi casa. Pero tanto Pablito como Ricardo tuvieron que entregarse y volver a la UMAP.

Usted y Ela O'Farrill fueron dos artistas imprescindibles en La Habana de los 60 y juntas coincidieron en El Gato Tuerto, donde si no me equivoco también actuaba César Portillo de la Luz..

-Ela O'Farrill era una gran amiga mía. Ela y Portillo de la Luz actuaban en El Gato Tuerto, pero no en mi programa.

Conoció a La Lupe y a Freddy?

-Sí, la Lupe y la Freddy eran cantantes excepcionales. La Lupe era fascinante. A veces me escapaba del Gato para oírla cantar en su night club y ella hacía lo mismo conmigo.

Si tuviera que seleccionar al grupo teatral que más influyó en su carrera, cuál seleccionaría?

-Para mí siempre ha sido difícil hacer selecciones. Prefiero mencionar a los grandes maestros del teatro, de quienes todo lo he tomado: Stanislavsky, Brecht, Meyerhold, Luca Ronconi...

De las obras interpretadas, cuáles escogería?

-Las obras que han dejado grandes signos en mi carrera han sido Las Criadas, de Jean Genet; La Noche de los Asesinos, de José Triana, y Calderón, de Pier Paolo Passolini .

Y de los grandes autores y directores, con cuáles se quedaría?

-Leo todo y de todo, y repito, para mí es difícil seleccionar entre los grandes autores y directores teatrales.

De los premios y reconocimientos recibidos a lo largo de su carrera, cuál es el que más la ha emocionado?

-En 1952 recibí en La Habana el Premio Talía de Teatro, por mi actuación en la comerdia americana Un Nuevo Adiós. Me emocionó el hecho de haber sido galardonada por una comedia, cuando por unanimidad casi todos los directores de teatro me encasillaban como actriz dramática. Esa comedia la dirigió un director americano.

-El otro reconocimiento que me emocionó fue el Premio Ubu, que en 1978 me dieron en Italia por mi interpretación como actriz coprotagonista en el Calderón de Passolini, dirigida por Luca Ronconi.

Por qué decidió abandonar el país en 1968?

-Una revolución es siempre un cambio radical, y todos recibimos a aquellos barbudos con collares al cuello con un entusiasmo unánime. Al fin veíamos realizado un sueño. Desde el principio se comenzaron a ver desmanes e injusticias, pero decíamos: obedece a errores propios de una revolución incipiente.

-Una de las cosas que más me tocó fue la introducción de los campos de trabajo, camuflageados como "ayuda a la producción", que eran verdaderos campos de concentración. Los casos de injusticia que podían considerarse aislados fueron convirtiéndose en masivos a todos los niveles. Pero yo siempre pensé que las cosas podrían cambiar, que hombres iluminados podrían cambiar el curso de la historia. Eso esperaba siempre.


-Y así decidí salir del país con un permiso de cultura para actuar en el extranjero en 1968. Si las cosas cambiaban, yo volvería. Hoy, no solamente no han cambiado, sino que Cuba es una ruina, como dice el rey Ubu: "No destruiremos todo hasta que no hayamos destruído también las ruinas" (de la obra teatral Ubu Rey, de Alfred Jarry, estrenada en París en 1896).


Hay artistas que ni las censuras ni los regímenes totalitarios pueden ocultar. Uno de esos casos es el suyo, y por ello medios oficiales cubanos siguen teniendo a Myriam Acevedo como referencia cuando escriben sobre actuaciones memorables en la escena nacional: La Ramera Respetuosa, Santa Juana de América, La Noche de los Asesinos...

No sé si cuando hablas de mí como referencia en los medios oficiales cubanos, te refieres al momento actual, porque siempre he sabido que desde que me fuí, en Cuba pasé a ser "la innombrable". Si ha habido un cambio, lo ignoro.

Por lo que he leído en internet, Myriam, parece que ha habido un cambio, al menos con relación a su trayectoria profesional. Vale la pena hacer un paréntesis y reproducir algunas de las menciones encontradas.

En "Flora en sucesivas fundaciones" (La Jiribilla, 21.1.05), a raíz del Premio Nacional de Teatro 2005, Amado del Pino entrevistó a su ganadora, la actriz Flora Lauten. Entre otras vivencias, Flora recordó: "La Noche de los Asesinos fue uno de los momentos más importantes de mi vida como actriz. El equipo más joven, Ingrid González, Adolfo Llauradó y yo, debía medirse con el otro elenco que ya eran monstruos en cuanto a nivel artístico: Miriam Acevedo, Ada Noceti y Vicente Revuelta. Fue una relación intensa y muy creativa, sin competencia malintencionada ni rivalidades tontas. Por ejemplo, Miriam me decía: "Me gustó lo que hiciste con el plumero para autoflagelarte. Lo voy a incorporar".

En "Sartre vuelve a las tablas en Cuba" (Trabajadores, 1.9.05), Mercedes Santos Moray escribió: "Una joven actriz, Yailene Sierra, asumirá el personaje protagónico que en la mayor de las Antillas, había sido incorporado por actrices del calibre de Chela Castro y de Miriam Acevedo, en las décadas de los años 50 y 60".

En la introdución al libro Te doy una canción (Ediciones Temas de Hoy, La Habana, noviembre de 2006), Silvio Rodríguez rememora: "De la diversa Habana nocturna de entonces, alcancé a disfrutar del incomparable Bola de Nieve, de Teresita Fernández -maestra devenida trovadora-, y de las fugaces apariciones de una carismática actriz que cantaba textos de poetas como Virgilio Piñera, llamada Miriam Acevedo".

La última cita. En "El arte no tiene patria, pero el artista sí" (Alma Mater, 24.11.08). En una parte de la entrevista que Hilario Rosado Silva le hiciera a Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba, éste confiesa: "Siendo hijo de campesinos, tuve sensibilidad para las artes y vibré (...) cuando escuché lo Negro Spirituals en la voz viva de Marian Anderson; vi el trabajo de Jean-Paul Sartre, que vino a La Habana y con la actriz Miriam Acevedo montó La Ramera Respetuosa".

Pese al tiempo, la distancia y las diferencias ideológicas, reconforta descubrir que en su patria Myriam Acevedo no ha sido olvidada. Poco, pero los tiempos han cambiado en la Isla. Ojalá cunda el ejemplo y tantos y tantos cubanos exiliados dejen de ser considerados "traidores", "desertores" y "apátridas" por el establishment castrista. A propósito, ha vuelto a Cuba, Myriam?

-No, no he vuelto a Cuba. Desde que estoy en Italia, he luchado con los compañeros del Partido Radical italiano y con el Comité Italiano por los Derechos Humanos en Cuba, dirigido por Laura González, para tratar de restablecer la democracia en mi país.

Quisiera añadir algo más?

-Como ya mencioné, estoy escribiendo un libro, donde yo no seré la protagonista, sino mi madre. Una gesta familiar que se extiende más allá de mi paisaje, donde todo vuelve quizás al principio, para volver a empezar.

-Son los amigos, los de antes, los de ahora, los de siempre, los que me ofrecen elprivilegio de estar conmigo y de darme tanto de ellos. Eso es lo que también espero de los amigos más jóvenes allá en la Isla.

Muchas gracias, Myriam. Por su tiempo y su amabilidad.

Foto: Pedro Portal

miércoles, 15 de abril de 2009

Almorzando con Mirtha Ibarra


La actriz Mirtha Ibarra

Por Carolina Ethel

Puede pasearse impunemente por las calles de Madrid. Pero en el restaurante cubano Zara es toda una celebridad. Doña Inés reserva la mejor mesa para la actriz Mirtha Ibarra (La Habana, 1946), que ha traído a España su documental Titón: de La Habana a Guantanamera. Homenaje al gran director de cine cubano Tomás Gutiérrez-Alea. Regalo al "amor de mi vida", dice, y excusa para reunir a amigos y compañeros de uno de los directores más importantes de la cinematografía cubana.

"Me comeré un pescadito porque me estoy cuidando, pero por favor, que no tenga espinas", le ruega a Inés que, maternal, se compromete a quitarle la única espina a la merluza a la plancha. "Es que me dan impresión", dice con un gesto casi de pánico.

El pequeño salón con mesas vestidas de cuadritos rojos y blancos se va llenando y Mirtha Ibarra, que quiso resistirse al daiquiri, lo bebe de golpe. "El daiquiri engaña. Si me tomo dos copas empiezo a decir boberías". Se ríe y hace gestos todo el tiempo, incluso cuando recuerda al amor de su vida y una lágrima se asoma, también ríe.

La balada romántica se mezcla con el sonido del golpe seco de la cuchara sobre el hielo que irá a parar a los daiquiris. Los olores intensos de los platos vecinos -ropa vieja, pierna de cerdo, fríjoles con arroz- le abren el apetito. "Pidamos tostones, qué buenos que están", dice la Nancy de Fresa y chocolate, la ya clásica cinta que protagonizó con Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, a las órdenes de Gutiérrez-Alea y Juan Carlos Tabío.

"Me encanta que me ofrezcan personajes diferentes. No me gusta repetir. Después de una temporada en el teatro quedo agotada y no quiero volver a interpretar ese personaje", comenta quien durante 40 años no ha hecho otra cosa y ha cosechado un público devoto y un rosario de premios y reconocimientos. "Ahora estoy escribiendo un monólogo que se llama Neurótica anónima", dice. De momento a Mirtha se la puede ver en las salas de cine en El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío.

"En La Habana trabajo mejor, aquí el tiempo no me alcanza". En el barrio Miramar de La Habana está su casa, la que compartió con Gutiérrez-Alea y en la que se refugia entre libros, discos y recuerdos. "Para mí la televisión no existe, dice rotunda, también me encantan las plantas, tengo unas plantas preciosas y a Titón -como cariñosamente llamaban a Gutiérrez-Alea- también le gustaban".

"Estás muy bien", la lisonjea José, el esposo de Inés, que recién la descubre entre el ahora abarrotado salón. Y a ella le brillan sus ojos enormes. "Me muevo mucho, hago ejercicio y cuido mi peso. Aunque hoy me voy a pedir un postre". Saborea el de coco con queso. "Es mi dulce preferido", dice "ya me quiero devolver a La Habana. Soy feliz ahí, ahí está mi vida, mi hijo, mi nieto. Me gusta estar en shorts y zapatillas, ir al mercado. Siento que tengo todo a mano". Sobre la situación política de su país prefiere no hablar: "Hay que esperar un poco para percibir si hay cambios o no, pero el panorama es difícil, sobre todo después de los huracanes".

A estas alturas, Mirtha Ibarra se ha compinchado con la comensal de al lado. Sonríe y a los cinco minutos han intercambiado teléfonos. Es que el mismo encanto que la reviste ante las cámaras conquista a quien se le acerca.

Precios en el Zara de Madrid


- Copa de vino rioja; 3,50 euros.

- Ración de tostones: 6,50.

- Merluza y ensalada: 12.

- Arroz con fríjoles y ropa vieja: 13.

- Dulce cubano de coco con queso: 7.

- Daiquiris: invitación de la casa.

Total: 42 euros.

Foto: Bernardo Pérez.

(Publicado en El País el 30.1.09)

lunes, 13 de abril de 2009

Las novelitas de Corín

no te cases con él por El Andariego..

Por Tania Quintero

Dicen que después de Miguel de Cervantes, Corín Tellado era la escritora más leída en castellano. Eso será en España y en naciones caribeñas y latinoamericanas de habla hispana, porque lo que es en Cuba, Corín era más leída que el autor de Don Quijote.

Si lo dudan, pregúntenle a los millones de cubanas que a partir de 1951, cuando la revista Vanidades comenzó a publicar sus novelas de amor, se volvieron fans incondicionales de la mujer que el sábado 11 de abril murió en Gijón, Asturias.

Cuando en 1959 el ejército de barbudos entró en La Habana, entre las intenciones "revolucionarias" y "moralizadoras" que traían, se encontraba la de acabar con la adicción a las radionovelas, a las novelitas de Corín y también a las de vaqueros, muy leídas por los hombres.

Pese a la colección de literatura universal de bajo costo, editada por la Imprenta Nacional de Cuba en 1960, y otros intentos por hacer que la población diversificara su lectura y leyera clásicos de los cinco continentes, las cubanas de todas las edades y profesiones, incluidas las amas de casa, no dejaron de leer a Corín Tellado.

En la misma medida que fueron aumentando sus detractores en las oficinas de la ideología, la cultura y algunas redacciones periodísticas, se dispararon sus seguidoras en la Isla, sobre todo en los 90, cuando "el período especial" tocó fondo y las mujeres vieron en las novelitas de Corín (y en las telenovelas brasileñas), una forma de poder olvidar por un rato tantos martirios y apagones.

En viviendas de la capital y el interior empezaron a surgir "librerías" particulares, ilegales, dedicadas a alquilar libros, revistas del corazón y manoseadas ediciones de bolsillo con novelas escritas por María del Socorro Tellado López.

Cuando era adolescente, también leí sus novelitas, en aquellas Vanidades que podía comprar en los estanquillos habaneros con la peseta que mi padre me daba para merendar.

En nombre de las millones de cubanas que durante décadas lloraron y suspiraron con sus novelas, le dedico este post.

Corín Tellado. (1927- Viavélez, El Franco) por Agneta Von Bismarck.

Corín, por Guillermo Cabrera Infante.

Espinas tiene lo rosa, por Tico Medina




Documental rinde tributo a la vida y obra de Corín


La gran dama de la novela romántica



Fotos: El Andariego y Agneta Von Bismarck, Flickr.

Cuervo y Sobrinos

Fue la más famosa joyería que tuvo La Habana. Todavía existe, en otras ciudades del mundo. Ofertando calidad y distinción.


Entonces, el tiempo en La Habana tenía otro ritmo...

Arsenio rodriguez puchito records por jaramij.

Y otra elegancia.


Así deber haber sido Galiano cuando abrieron la joyería.


Y así lucía La Habana en 1928.


La calle Galiano, en los 50.


Galiano, ahora.


Algunos modelos de relojes a la venta en Cuervo y Sobrinos.


Fotos: Jaramij (Flickr), Nina Leen (Life) y Google-Imágenes.

viernes, 10 de abril de 2009

Memoria recortada


Por Tania Quintero

El descubrimiento de la apertura al público de los archivos de LIFE, me ha recordado que fue una de las revistas más cercanas en mi infancia. Como ya he contado, estudié inglés en cursos gratuitos impartidos a partir de las 6 de la tarde, en la misma escuela donde hice la primaria, la Escuela Pública No. 126 Ramón Rosaínz, situada en Monte y Pila, Cerro.

En todos los estanquillos vendían revistas americanas, pero aunque éstas eran baratas, mi padre no me podía dar todas las semanas 0.20 centavos para comprarme una LIFE u otra de las muchas publicaciones en inglés, para que practicara el idioma.

La solución la tuvo mi madre. Habló con Fermín, carbonero nacido en Asturias, propietario de una pequeña carbonería en la esquina de Zequeira y Romay.

Para envolver el carbón, a Fermín la gente le llevaba periódicos y revistas, entre ellas LIFE y National Geographic Magazine.

Él las iba separando y una vez por semana yo pasaba y las recogía. Otro surtidor de revistas era Castell, chofer de un camión de Lindsay, una de las grandes lavanderías y tintorerías habaneras.

Castell era muy amigo de Delia, vecina portuguesa del primer piso de nuestro edificio, y quien se ganaba la vida alquilando a parejas uno de los cuartos de la casa, para discretos encuentros amorosos por unas horas o una noche. Ese tipo de negocios era tan frecuente en La Habana de mi infancia como el de las "cantinas", personas y en ocasiones familias enteras que se dedicaban a preparar comida y repartirlas a domicilio, en cantinas de aluminio.

Nunca vi la mujer con la cual todas las semanas Castell se acostaba: lo que recuerdo es que con Delia me dejaba revistas, de las que iban a botar clientes a los cuales recogía ropa sucia y se la llevaba lavada y planchada. Su zonas de recorrido eran el Vedado y Miramar, y entre ellas estaban dos de mis favoritas: Good Housekeeping, que aún se publica, con el mismo perfil, y Lana Lobell, catálogo de modas por encargo, ya desaparecido, y del cual es esta foto, con una modelo anunciando un baby doll o ropón corto de dormir y tres diseños de las "paraderas" o enaguas usadas debajo de amplias sayas.


Aprendí a recortar en el Kindergarten, a donde solían ir los niños a partir de los 3-4 años, antes de empezar la enseñanza primaria. Más que pintar y colorear, me gustaba recortar y pegar. En las quincallas, por 0.05 centavos, uno compraba un paquetico con una veintena de papeles de colores. El pegamento podía ser una pasta blanca sólida, para untar con el dedo o un pequeño pincel, o líquido, carmelitoso, en un frasco de cristal con una goma que tenía una abertura, para no ensuciarse las manos. El Kinder lo hice en una escuela pública que había en Monte entre San Joaquín y 10 de Octubre, muy cerca de la Esquina de Tejas y donde después de muchos años, ya ruinoso el local, pusieron una de esas tiendas dedicadas a vender chucherías... por pesos cubanos convertibles!

A los 5 años me inscribieron en la Ramón Rosaínz, seis cuadras más arriba, cerca del Mercado Único o Mercado de Cuatro Caminos, como popularmente era conocido. En la Rosaínz comencé en el Pre-Primario, como entonces se le decía al Pre-Escolar. Cuando uno terminaba ese grado, ya prácticamente sabía leer, aunque la lectura se consolidaba en el Primer Grado, igual que ahora en Cuba. Pero la diferencia radica que en mi infancia, al trabajo manual se le daba una gran importancia. También a asignaturas como Moral y Cívica, Música, Dibujo, Ortografía, Caligrafía y Economía Doméstica, entre otras.

Luego de hojear las revistas que Fermín y Castell me regalaban (y leer lo que a esa edad me podía interesar), recortaba las fotos y dibujos que me pudieran servir para pegar en las libretas, y las guardaba en una caja, distinta a la de los recortes destinados a jugar con las "cuquitas" o paper dolls, esas muñequitas de cartón con vestiditos de papel. Igualmente recortaba y coleccionaba fotos de ropa, viviendas, artistas y países, para con mis amiguitas jugar a la casa y el vestuario que nos gustaría tener o el artista y país que nos gustaría conocer... cuando fuéramos grandes!

Para ese juego nunca recorté fotos de alimentos: éstos los guardaba para ilustrar clases relacionadas con la nutrición y recetas de cocina. Según los parámetros de entonces, pertenecíamos a la "clase baja", o sea, éramos pobres. Pese a nuestro limitado presupuesto familiar, nunca dejé de desayunar, almorzar, comer y merendar dos veces al día.

Tampoco recorté jabones ni productos de aseo: hasta el cubano más humilde podía por pesos comprar una pastilla de jabón Camay o Palmolive para bañarse, o de Oso o Rina para lavar la ropa.

miércoles, 8 de abril de 2009

Toda una vida haciendo reír


Por Tania Quintero

En la foto de cabecera, una escena de la cinta mexicana El rey del barrio, de 1949. En ella aparecen Germán Valdés, alias Tin Tan, y Famie Kaufman, más conocida por Vitola. En México, donde reside desde hace seis décadas, muchos creen que ella nació en La Habana, pues allí vivió veintidós años.

De origen judío y padres probablemente polaco-alemanes, Famie Kaufman Weiner vino al mundo en Toronto, Canadá, el 11 de abril de 1924 o 27 (el año, como la ortografía de su nombre y primer apellido, varía según la fuente). Era muy pequeña cuando sus padres se fueron a vivir a la capital cubana, donde a los 11 años despuntó como cantante y actriz, al ganar un concurso radial. El apodo se lo puso ella, por las vitolas de los tabacos y porque siempre fue alta, delgada y narizona.

Su debut artístico se produjo en Cuba, en 1937, pero sería México el país que la haría famosa, primero en el teatro, después en el cine, casi siempre en papeles cómicos. Su primera película, Se acabaron las mujeres (1946) fue protagonizada por Rosita Fornés. En octubre de 2008 recibió un reconocimiento por toda una vida en el escenario.

Vitola aparece en la web dedicada al cine mexicano, pero su ficha técnica más completa la encontramos en Internet Movie Database (IMDB).

Era miembro honoraria de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Es una de las comediantes mexicanas incluidas en el monográfico Las reinas de la risa. Antes de conceder esta entrevista a El Universal, en 2004 había aparecido en en el documental Ni muy muy, ni tan tan, simplemente Tin Tan, de Manuel Márquez. Se casó tres veces y tuvo cuatro hijos varones, uno de ellos es el actor mexicano Humberto Elizondo.

Famie Kaufman Weiner falleció en la Ciudad de México el 21 de febrero de 2009.

Video de Tin Tan y Vitola en Los líos de Barba Azul, de 1955:




lunes, 6 de abril de 2009

Hace trece años...


Por Tania Quintero

El 19 de febrero de 1996 llegó a La Habana la española Begoña Rodríguez. No más dejar su equipaje en la casa de Carmen, la madre de Lissette Bustamente, donde se iba a hospedar, me llamó. Al día siguiente nos vimos, y quedamos para reencontrarnos el viernes 23 por la tarde, en el apartamento de Raúl Rivero, en Centro Habana. De ahí seguimos a pie por toda Infanta, San Lázaro y L, hasta la calle 19, por donde doblamos en busca del agromercado situado en 19 entre A y B, Vedado.

Estuvimos una media hora viendo precios de frutas, viandas, hortalizas, frijoles y carne de cerdo. Bajamos por Paseo hasta el hotel Meliá Cohiba, desde donde Begoña llamó a su esposo en Madrid. Había empezado a caer la noche, y de ahí hasta la casa de la madre de Lissette, al inicio de Miramar, había poco más de un kilómetro. Le propuse cruzar y caminar por la acera del Malecón. Pero ella prefirió alquilar un viejo auto americano, cuyo chofer por dos dólares nos dejó a la entrada del edificio donde estaba parando.

Subimos. Carmen, la madre de Lissette, nos hizo café. Begoña trajo una botella de vino blanco de su maleta. No me gusta el vino, por compromiso tomé un poquito. Conversamos un rato más y pasadas las 8 de la noche me fuí. Caminé hasta la esquina, donde está el Johnny's Club, pero como ya estaba muy oscuro, decidí no atravesar el bosquecito existente en el lugar. Por la acera dí la vuelta y por un trillo bajé y entré al túnel. A la altura del restaurante 1830, crucé y me dirigí a Línea, donde podía coger dos ómnibus para la Víbora, las rutas 37 y 68. Ésta última llegó primero y poco antes de las 9 me bajaba en la parada de la Plaza Roja, al doblar de mi domicilio.

Había quedado con Begoña en llamar cuando llegara. Pero como estaba muerta de hambre, antes de ir al teléfono fui a la cocina, donde habían guardado mi comida: arroz blanco y potaje de chícharos. Cuando levanté el teléfono me di cuenta que estaba muerto, sin corriente, algo que a cada rato ocurría desde que en 1995 mi hijo y yo habíamos decidido escribir como periodistas independientes en Cuba Press. Me fui hasta casa de Ariel Tapia, colega de Cuba Press, pero el número de Carmen daba ocupado todo el tiempo.

Al mediodía del sábado, 24 de febrero, al seguir sin poder comunicarme con Begoña, decidí irme a Miramar. Toqué y toqué y nadie contestaba. Me senté en las escaleras afuera, a esperar. Casi dos horas después llegó Carmen, la madre de Lissette. Venía de ver a Begoña, detenida la noche anterior y de recoger la llave que le había dado de la casa.

-Tu no viste a nadie afuera ni notaste nada raro cuando anoche te fuiste?, me pregunta Carmen.

-No, sólo había un Lada, pero no me fijé si estaba ocupado o vacío.

-Pues mira, nada más tu salir, tocaron a la puerta, dos hombres de verde olivo que se identificaron como oficiales de Inmigración. Le pidieron el pasaporte a Begoña, y dijeron que tenía que acompañarles, para una aclaración. Con el pretexto de que se había alojado en una casa sin permiso para alquilar, los dos militares la llevaron al centro de detenciones que tiene el Ministerio del Interior en la Calle 20 entre 3ra. y 5ta., Miramar.

Como la madre de Lissette también tenía el teléfono "interrumpido", lo más rápido que pude regresé a la Víbora. La 37 entonces dejaba en su parada final, en Párraga y Patrocinio, al doblar de donde vivía Ariel, frente al antiguo Instituto de la Víbora. Desde allí llamé a la Embajada, para que me localizaran al consejero político, Alejandro Alvargonzález. El policía de guardia me pidió un número, para que el consejero me llamara en unos diez minutos. Le dí el de Marta, vecina del edificio al lado del nuestro, y con quien apenas tenía trato porque además de ser militante del partido, su esposo, Servilio, pertenecía a las brigadas de respuesta rápida del municipio. Apresuradamente regresé a mi casa, por la terraza llamé a Marta y le dije que me disculpara por haber dado su número, pero era una situación imprevista y urgente.

No más entrar en su apartamento, sonó el timbre. Era Alvargonzález. Me telefoneaba desde Varadero, a donde había ido a pasar el fin de semana con su familia. No había terminado de contarle lo ocurrido con Begoña, cuando me dice:

-Estoy preparándome para regresar a La Habana. Ha sucedido algo terrible: esta tarde, Migs de la fuerza aérea cubana han disparado y derribado dos avionetas de Hermanos al Rescate. Aún no se saben detalles, pero el incidente es muy grave y no se pueden preveer las consecuencias. Por favor, díselo a tu primo (Vladimiro Roca) y que él se lo diga a Elizardo y otros opositores.

Del apartamento de Marta crucé al de Amparo, otra vecina. Los teléfonos de Vladimiro y el de su hermana, mi prima Lydia, que vive cerca, también estaban "interrumpidos". La solución fue llamar a un sobrino, que vivía frente al Zoológico de 26, a tres cuadras de la casa de Vladimiro, en Nuevo Vedado. Entre lo que muchacho fue y mi primo vino, habrían transcurrido unos quince minutos.

Ese día, 24 de febrero, se había programado la celebración de una reunión de Concilio Cubano, organización que había logrado nuclear a un centenar de grupos disidentes, lidereados por el abogado Leonel Morejón Almagro. Para asistir a ese encuentro había viajado Begoña a La Habana. Pero unas horas antes fue detenida, acusada de "pernoctación ilegal".

La detención de Begoña Rodríguez formaba parte del gran operativo puesto en marcha por el Departamento de Seguridad del Estado, para impedir que los miembros de Concilio Cubano se reunieran el 24 de febrero de 1996. El gobierno y su aparato represivo estaban muy preocupados -por no decir temerosos- ante las dimensiones que había ido cogiendo la realización de la primera gran reunión de la disidencia cubana. Y en un alarde de fuerza y poderío, Raúl Castro habría dado la orden de derribar dos avionetas civiles desarmadas procedentes de la Florida, las cuales rutinariamente sobrevolaban las aguas entre los dos países, para auxiliar compatriotas en embarcaciones y balsas a la deriva. En el crimen murieron cuatro jóvenes de origen cubano, residentes en Estados Unidos: Mario de la Peña, Carlos Costa, Pablo Morales y Armando Alejandre, cuyos rostros pueden verse en la foto al principio de este post.

viernes, 3 de abril de 2009

Mis vivencias con la comida china


Por José Ramón López *

<>La comida china ha cautivado al mundo. No existe una capital o ciudad importante en este planeta en que no haya uno o varios restaurantes chinos u otros que, sin estar exclusivamente dedicados a ésta, no incluyan en su menú platos chinos. La Habana y otras ciudades cubanas no son la excepción.

En Cuba existen restaurantes o "fondas" chinas por lo menos desde principios del siglo 20. Los chinos comenzaron a llegar a Cuba a mediados del siglo 19, se distribuyeron por todo el país, dedicándose a la horticultura y el comercio, incluido el expendio de alimentos, mediante "puestos de fritas" al principio, hasta fondas y restaurantes más tarde.

En Santa Clara, donde pasé mi infancia y primera juventud, fue donde probé comida china por primera vez. Fue una tarde que mi padre me llevó a la hortaliza o huerto de unos chinos a comprar ensalada para la comida. La hortaliza estaba a dos cuadras de la estación del ferrocaril, al borde del río Bélico y a 20 metros del puente sobre el cual pasa el tren que viene del Oeste, segundos antes de parar en la terminal. El propietario estimaba mucho a mi papá, porque éste habia ordenado que le compraran a los chinos gran parte de las verduras que consumía la primera compañía de fusileros, de la cual mi padre era sargento primero, y nunca aceptó del dueño el más mínimo regalo.

Esa tarde, el chino no sabía cómo halagarnos y se le ocurrió darnos a probar unas salchichas que él mismo había hecho y ahumado durante varios días, colgándolas sobre su fogón de leña. Me supieron a gloria. Había algo en el sabor que me era delicioso y a la vez desconocido. Ninguna de las salchichas que comí antes ni las que he comido en los siguientes sesenta años me han sabido tan bien.

En Santa Clara había una fonda china en la calle Marta Abreu, a dos o tres cuadras del Parque Vidal, en el centro de la ciudad. Entre los 12 y 17 años pasé muchas veces y, aunque me gustaba el olor, nunca entré. En esa época nunca comía en la calle, solamente en mi casa. También sé que en la "Plaza", el mercado único de alimentos frescos, había más de un sitio donde se podía comer arroz frito y quizás algún otro plato chino. Estoy casi seguro que en Santa Clara existían otros lugares donde servían comida china, pero entonces no los conocí.

Fui a un restaurante chino por primera vez a principios de 1956. Una noche ya tarde fuimos tres o cuatro compañeros de estudios que vivíamos en la misma casa de huéspedes en La Habana, a comernos un arroz frito al restaurante chino que había en el mercado de Carlos III, donde existía además un restaurante árabe.

Aunque nos autoengañábamos al decir que tal comida tardía era para coger impulso y seguir estudiando después, esa realidad era una manera de evadir un difícil estudio, me parece que de cálculo diferencial e integral. De más está decir que me encantó el arroz frito y quedé embullado para que cuando me sobrara un billete de un peso, volver solo o acompañado al restaurante chino. Creo que, efectivamente, volví en ese mismo año.

La Universidad estuvo cerrada desde el 3 de diciembre de 1956 hasta mayo de 1959, razón por la cual sólo hacia viajes cortos a La Habana y no se me ocurrió ir a ningún restaurante chino. Sin embargo, poco después de regresar a la capital, en marzo de 1959, a continuar estudios de Ingeniería, un amigo me invitó a comer en el Hou Yuen, pequeño restaurante chino para pobres, que aún existe en la calle Infanta casi esquina a Neptuno, a 250 metros de la Universidad.

Ese amigo era Pedro Luis Boitel, quien presidía la Asociación de Estudiantes de Ingeniería, de la cual yo era colaborador. La comida, consistente en sopa china, arroz frito, cerveza y café, nos fue muy agradable. Nos la pasamos chachareando de un tema a otro. De la política nacional, de los problemas en la Universidad, de acústica y, por supuesto, de la comida china que engullíamos. Volvimos al mes siguiente, pero esta vez invité yo. En los años siguientes visité el Hou Yuen en muchas ocasiones, pero tan pronto le quitaron el restaurante a los chinos, la calidad de la comida comenzó a disminuir y hoy día es casi irreconocible, una reverenda porquería.

Me fui aficionando a cocinar comida china poco a poco, mirando y preguntando primero, leyendo después. En 1970 pasé más de cinco meses en Japón y allí, además de aprender a comer los platos del país, en varias ocasiones fui a un restaurante barato donde vendían Fried American Rice, una especie de arroz frito californiano que es el que se come en Cuba, endilgándosele a los chinos, lo cual es verdad, pero respecto a los chinos de California.


También en Japón comí varias veces el Sukiyaki, un plato tipico japonés que se parece muchísimo al Chop Suey chino. En una ocasión me decidí a entrar a un restaurante chino en Tokyo. Me di gusto tomando una deliciosa sopa china y un no menos espectacular Chop Suey mixto, que tenía hasta holoturia, el gusano de mar, pero el precio fue tan alto que nunca más se me ocurrió pensar en volver.

Regresando de Japón pasé unos días en Inglaterra. Cuando me faltaba poco para irme, encontré relativamente cerca del lugar donde vivía, un restaurante chino cuya cocina estaba separada de la calle sólo por una pared de cristal, de modo que uno veía a los cocineros en plena faena y los pollos, pavos y piernas de cerdo colgados ahumándose con el humo de los fogones. Entré, y como los precios eran hacia lo barato, la calidad optima y el té de jazmín gratis, comí ese día y los siguientes, hasta que tuve que coger el avión.

Fue tal mi entusiasmo renovado por la comida china que me compré un libro sobre el tema: Cooking The Chinese Way, de Kenneth Lo, editado en 1969. El autor, por cierto, debe tener una bola de años, parece seguir vivo y activo pues hoy, jueves 20 de marzo de 2006, puse su nombre en Google y me salieron unas 25 mil páginas web.

Antes de 1959 en La Habana habían decenas de lugares que ofertaban comida china, desde buena hasta excelente, a precios casi siempre al alcance del trabajador medio e incluso, de los más pobres. Gran parte de estos lugares cerraron antes o después de ser intervenidos.

En los últimos cuarenta años han ocurrido altas y bajas con los lugares de comida china en La Habana, unas veces han estado bastante bien y otras han estado infames. A principios de los 90 o quizás antes, abrió sus puertas en la Habana Vieja un buen restaurante chino, La Torre de Marfil, pero es prácticamente para turistas: hay que pagar en dólares. Fuí una vez en 1991 porque una amiga mexicana me invitó. Realmente era y creo que sigue siendo muy bueno. Después, sólo he ido a comprar salsa china en su tienda anexa.

En los últimos diez o doce años han surgido y se han mantenido más o menos estables varios restaurantes chinos de buena calidad en La Habana. La mayoría de los mejores eran en el Barrio Chino, el cual se renovó después de 1994, cuando se aflojaron un poco las ataduras al comercio privado en Cuba y se reanimó el estatal al decidirse impusar el turismo. Se mantiene La Torre de Marfil en la Habana Vieja y por lo menos uno bueno en Miramar.


Pero todos los restaurantes chinos buenos son caros, sean en divisas o moneda nacional, por lo que no están al alcance de la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país. Por ejemplo, una taza de sopa china en uno de estos restaurantes vale un peso convertible o 25 pesos, más del doble del salario diario medio de un trabajador cubano. Un plato grande de sopa china de magnífica calidad entre 1956 y 1959 valía 25 centavos, o sea, menos del 7 por ciento del salario medio diario.

Para los ciudadanos normales -la inmensa mayoría de la población-, todavía existían en La Habana varios establecimientos que vendían comida china, aunque su calidad deje mucho de desear y su variedad sea ínfima. Entre los que conozco bien, mencionaré cinco según el orden de cercanía a mi domicilio: El Mandarín, en 23 y M, que estuvo muy bien, pero va en picada; el Hou Yuen, que ya de chino casi sólo le queda el nombre, y medio que se lo cambiaron por error o por culto a lo yankee, ahora los manteles y un modesto letrero interno dicen How Yueng; Pekín, en 23 entre 12 y 14, el cual ya visito poco; Yang Tse, en 23 y 26, del cual me fuí la última vez, hace cinco años, totalmente decepcionado y El Pacífico, que existe desde hace cincuenta años, pero que ya no es la chancleta de lo que era.

Después que escribí lo anterior fui al Hou Youen y pude comprobar que de comida china solamente ofertaban arroz frito, en dos variantes, una con pollo y otra con jamón, a 15 pesos la ración, lo que equivale a más del salario medio diario actual de un trabajador cubano. Si uno quiere acompañar el arroz fritocon una cerveza, que también se ofertaba, ésta le cuesta más que el arroz frito, 18 pesos.

En fin, con todo lo anterior quise trasmitirles una idea somera de lo que ha calado la comida china en Cuba, en el mundo y en mí mismo.

* José Ramón López es ingeniero eléctrico y desde hace más de tres décadas por iniciativa propia se dedica al estudio del cuerpo humano y de la nutrición. Hace un lustro decidió ir plasmando sus estudios y experiencias en un boletín llamado SL (Salud y Longevidad). Este texto forma parte del SL-45, titulado "Tres platos chinos: sabrosos y saludables", dado a conocer en La Habana el 31 de marzo de 2006.

miércoles, 1 de abril de 2009

Mario Lanza


Por Tania Quintero

Mario Lanza murió joven, a los 38 años (1921-1959). Hoy apenas se habla de él y muchos jóvenes nunca han escuchado su nombre, pero fue uno de los cantantes y actores mejor parecidos y más famosos de mi infancia. Su extraordinaria voz de tenor se escuchba por la radio cubana, en los programas dedicados a difundir la música estadounidense, y en los cuales eran habituales Frank Sinatra, Nat King Cole, Tony Bennet, Dean Martin, Doris Day y Bing Crosby, entre otros. Ahora escucho a cada rato escucho a Mario Lanza en el programa Hollywood, Broadway, Las Vegas,trasmitidolos domingos por la noche por la Radio Suiza-Italiana. Wikipedia resume su trágica vida.


Cuadro dedicado a Lanza en el Movieland Wax Museum de Califfornia:

"Suggesting a page in a fanâ??s scrapbook, the Mario Lanza Mural at Broad and Reed Streets fuses a variety of images and artifacts to capture this south Philadelphia Natives versatile career as a singer, movie idol, and classical performer.â??

Mural en Filadelfia, su ciudad natal, realizado por encargo del Lanza Institute.

Cuatro de sus discos:





Cuatro éxitos en You Tube


1) Nessun Dorma


2) Ave María



3) O Sole Mio



4) La Donna e Mobile