Por John Carlin
De vuelta en la sede central de Grameen recuerdo a Yunus una cosa que dijo durante un discurso en la Harvard Business School. Que el sistema de microcréditos es una herramienta que libera los sueños de la gente, da a los pobres dignidad y respeto, y llena de contenido sus vidas.
"Sí. Eso es lo más importante", responde Yunus. "Mi trabajo rápidamente me llevó a la conclusión de que la pobreza no la crean los pobres. No podemos aferrarnos a la idea convencional de que son perezosos, les falta empuje. No es culpa suya. No son ellos quienes crean la pobreza. La pobreza la crea el sistema que hemos construido. Los pobres tienen tanta energía y tanta creatividad como cualquier ser humano en este planeta".
Entonces, ¿es todo cuestión de liberar energía? "Exacto. Preste dinero a una mujer pobre, ayúdela a empezar, y vea cómo se produce el milagro. Toda su vida ha pensado que no era nada, y ahora, por primera vez, siente que es alguien. Que puede cuidar de sí misma. Que puede desarrollarse como persona más allá de la supervivencia. Por eso digo que estos préstamos son el dinero de los milagros. Permiten que esas personas empiecen a vivir como seres humanos por primera vez".
Yunus opina que el capitalismo, tal como se concibe tradicionalmente, debe cambiar. Empezando por el sistema bancario. Pero no es que propugne una revolución marxista ni nada parecido. Lo que quiere es que se amplíe la definición de la palabra capitalismo más allá de la mera obtención de beneficios. Porque es claramente partidario de la libre empresa y está totalmente en contra de la caridad como estrategia a largo plazo para afrontar los desequilibrios mundiales entre ricos y pobres.
"En definitiva, mi argumento es que, cuando se dan limosnas, se impide que la gente tenga iniciativa. 'Quédate como estás y yo cuidaré de ti'. Pero es la iniciativa lo que empuja a la gente a subir del primer nivel al segundo, y del segundo al tercero. Sin ella, no somos nada. Así que, en mi opinión, es mucho mejor recibir un préstamo que una limosna, porque con el préstamo el beneficiario asume una responsabilidad. 'Voy a usar tu dinero y voy a ganar lo suficiente para devolvértelo con intereses y aún quedarme con algo': ése es el trato. El que vive de limosnas se queda en las limosnas. Fíjese en lo que pasa con muchos de los que viven de la ayuda estatal en Estados Unidos o Europa. No sólo viven de la beneficencia ellos, sino que sus hijos también, porque no han aprendido a hacer nada más".
¿Está en contra de toda protección social, entonces? "No, no. No es eso lo que digo. Lo que digo es que hay que dar a la gente una opción, un incentivo. Fíjese en los mendigos con los que trabajamos. No les digo que dejen de pedir, sino '¿por qué no probáis también esta otra opción?'. Les digo que, si aceptan el préstamo, tienen que devolverlo, pero que, si lo hacen, obtendrán un préstamo mayor. Con la primera opción, uno renuncia a tener el control de su propia vida; con la segunda, lo recupera".
Me voy a hacer una segunda visi- ta a un pueblo. En esta ocasión, uno llamado Rajabar, a 50 kilómetros de Dhaka, y vuelvo a encontrarme en medio de la orgiástica danza de tráfico mortal que mantiene esta ciudad. Mi conductor –mi brillante conductor– entra y sale de las calles, da rodeos y maniobra con la intensidad de un conductor de fórmula 1. Como los demás –desde los rickshaws hasta los conductores de autobuses de dos pisos, hasta los peatones–, él también muestra unos reflejos propios de Fernando Alonso. Y no durante hora y media. Durante todo el día. Y no se ven cinturones de seguridad, ni cascos de motos. Ni uno.
En Rajabar (¡donde también recuerdan una visita de la reina de España!) hablo con otra docena de mujeres. Una de ellas se llama Nilufer Begum. Cree que tiene 40 años. Me cuenta que, hasta hace dieciséis, cuando llegó el dinero milagroso de Grameen, vivía en casa de su madre y dormía sobre una alfombra, en el suelo, compartiendo la habitación con la vaca de un vecino. Había huido de su marido, que era vago y pobre, y le pegaba. "Al principio recibí 5 mil taka y con eso compré una vaca. Vendí la leche, pagué el préstamo y recibí otro de 10 mil. Con ese dinero arrendé un trozo de tierra y cultivé un poco de arroz. Devolví los 10 mil, conseguí 15 mil y establecí una pequeña tienda. Luego conseguí un préstamo mayor y construí una casa". Y así sucesivamente. Ahora tiene un par de casas que alquila y unos ingresos de 6 mil taka mensuales, y tiene pensado emplear el crédito de 70 mil que pronto va a recibir en comprar un microbús para transportar a la gente de los pueblos vecinos.
Acompaño a Nilufer a su tienda. Su marido trabaja allí y es, a todos los efectos, empleado suyo. Ella se coloca junto a él para hacerse una foto y queda bien claro quién manda; quién es el orgulloso y quién el sumiso. La tienda es rudimentaria y no tiene frigorífico (otro deseo en la lista de Nilufer), pero tiene una mercancía tan variada como cualquier supermercado pequeño: refrescos, pasta de dientes, plátanos, galletas, aspirinas, huevos. Y es una especie de café, con gente bebiendo té o leche de coco, disfrutando de la mayor atracción del pueblo, un viejísimo televisor.
El director de área de Grameen en Rajabar y responsable de 10 sucursales, Rahman, lleva diecinueve años trabajando con Grameen, pero no parece que su entusiasmo haya remitido. Mientras comemos un almuerzo de pollo al curry con arroz y berenjena, me explica, con una convicción casi religiosa, la satisfacción que le da su trabajo. "Me encanta dar a la gente la oportunidad de soñar, ayudar a que Bangladesh sea un buen país, un modelo para el mundo", dice.
Es el mismo espíritu que encuentro en todos los empleados de Grameen con los que me encuentro y, sobre todo, en el propio Yunus, del que Nurjahan sigue hablando, tras treinta años de trabajar con él, con la devoción de una ferviente discípula. "Es nuestro líder, nuestro maestro", me dice, echando chispas por los ojos. "Dice que debemos poner un sueño en el corazón de las personas".
Yunus no es solamente un visionario, y probablemente un santo; es, además, seguro, un genio. Un hombre que tuvo una idea que ha cambiado las vidas de millones de seres humanos. Y, sin embargo, no tiene esa vanidad ni esa soberbia que, muchas veces, posee a los poderosos de los que dependen miles (en su caso, millones) de personas. Es un hombre con una misión, pero no un fanático. Está seguro de lo que cree, pero no parece que tenga una gran opinión de sí mismo. Ni tampoco, por ejemplo, de George W. Bush.
"Cuando llegó el nuevo siglo, hubo una gran corriente de buena voluntad en el mundo", recuerda Yunus. "Había un optimismo tremendo; soñábamos con otro tipo de mundo. Por primera vez en la historia de la humanidad, todos los países se reunieron y fijaron una fecha, con los Objetivos del Milenio de la ONU, para mejorar el mundo. Queremos reducir el número de pobres a la mitad de aquí a 2015, dijeron. Y... llegó Bush. Que da marcha atrás en todo. Crea desconfianza entre la gente, desautoriza a la ONU y dice que puede ocuparse él de todo. Y así estamos hoy, en este lío del que no sabemos cómo salir".
No se hubiera llegado a semejante lío si Bush, o más bien la gente que lo rodea, hubiese sabido entender el mundo con más sencillez. Una firme conclusión a la que llegó Yunus cuando estudiaba Economía hace cuarenta años en, precisamente, Estados Unidos es que las teorías complejas impiden ver la verdad. "¿De dónde nace el terrorismo? Muy fácil. De un fuerte sentido de injusticia. Puede ser injusticia religiosa, puede ser injusticia política, puede ser injusticia económica, puede ser verdadera injusticia, puede ser una injusticia imaginaria. No importa. Para mí es real, dice el terrorista. Así que reacciono ante esa injusticia y, como no tengo otra opción, como no puedo vencerte, te asusto. Contra eso no se puede luchar con armas ni bombas. Bush escogió una respuesta equivocada y, como consecuencia, ha habido más y más sangre; es decir, empezamos el siglo llenos de buena voluntad, pero ahora vemos todo ese odio. No era el momento de dedicarse a esto, sino de ocuparse de la pobreza, y Bush lo estropeó. ¡Qué oportunidad tan desperdiciada!".
Yunus, en cambio, aprovecha todas las oportunidades que produce la inacabable fecundidad de su mente empresarial. Su aventura más reciente ha sido la creación de una empresa mixta llamada Grameen-Danone. En colaboración con el gigante francés del sector lácteo, abrirá en noviembre una fábrica en Bangladesh para suministrar un yogur muy barato, lleno de vitaminas y de hierro, a los desnutridos niños bangladesíes. "El año pasado me reuní a comer en París con el presidente de Danone, Franck Riboud, y le dije que, en mi opinión, el capitalismo estaba encerrado en una definición demasiado estrecha. Que la empresa no puede consistir sólo en hacer dinero, sino en enriquecer la vida de la gente. Que es posible disfrutar y hallar satisfacción cuando se crea una empresa cuyo principal objetivo no es hacer dinero, sino, por ejemplo, llevar agua potable a los pueblos pobres. Una empresa así sigue siendo capitalismo, pero de un tipo más amplio, más generoso y, al final –creo–, más gratificante. Hablé con Riboud de lo que yo llamo mi concepto de 'creadores de empresas sociales'. Y respondió de inmediato. ¡De inmediato! Dijo que le parecía fascinante y aceptó, durante esa misma comida, crear Grameen-Danone. Nuestro plan es sencillo: vamos a hacer un yogur que los pobres puedan comprar. Y, si todo sale bien, pronto tendremos 50 fábricas. Cada una será capaz de cubrir sus propios costes y todos los beneficios se quedarán dentro de la compañía".
Yunus cree –y ahora también el presidente de Danone– que asumir estas ideas capitalistas subversivas sirve para acercar un poco más el santo grial del mundo sin pobreza. Y no es que no se haya avanzado ya mucho. No sólo en los treinta años desde que Yunus fundó Grameen, sino en los ocho transcurridos desde que en 1998 obtuvo el premio Príncipe de Asturias. En conjunto, Grameen ha prestado más de 5 mil millones de dólares a los pobres. La idea más fantástica de las que ha tenido Yunus en la última década es la de la enorme empresa de móviles que ha creado y que, a su vez, ha generado un nuevo fenómeno, "las señoras del móvil en los pueblos". Son prestatarias de Grameen que reciben teléfonos a precios especialmente bajos y los alquilan a locales. (Y en una ocasión a la reina Sofía, que llamó al Rey a España desde uno de estos móviles). No sólo ellas ganan más dinero, sino que ha revolucionado las comunicaciones rurales.
¿Cuál es la lección más revolucionaria que ha aprendido de los pobres?, pregunto a Yunus. "Lo más grande que he aprendido es que cada ser humano posee un potencial ilimitado. Esto lo tengo clarísimo. La lástima es que nos limitamos a arañar la superficie. A nuestra especie le queda mucho camino por delante. No pueder ser que tantos millones de personas nazcan en este planeta para pasarse la vida buscando qué comer. Ésa es una actividad de los animales. Pero soy optimista. Realmente creo que podemos acabar con la pobreza en el mundo. Es cuestión de invertir el mismo ingenio y el mismo empuje que hemos dedicado a acabar con injusticias políticas, enviar un hombre a la Luna o la tecnología informática en encontrar la manera de dar a los pobres la oportunidad de realizarse como seres humanos. Se trata, sobre todo, de querer lograr ese objetivo. Dar a los pobres las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros, y ver cómo se produce el milagro".
* John Carlin (Londres, 1956) es escritor, periodista e investigador.
Más información sobre Muhammad Yunus: http://es.wikipedia.org/wiki/Muhammad_Yunus
(Publicado en El País el 15 de octubre de 2006)
Hola Tania ,mis saludos afectuosos y abrazos,te sigo a traves de tus escritos,al igual que Iván ,que ha devenido en un excelente periodista,siguiendo tus pasos.Mi hermana Fabi,te recuerda con cariño,estoy en permanente contacto con ella,se esta recuperando de una operacion de colón,muy delicada,pero restableciendose,vivo en Tampa,FL,y mi Email es:zenaida_965@hotmail.com
ResponderEliminarHola tu blog esta genial,y muy original visita el mio es http:miscosaspreferidasdevictor.blogspot.com.Todavia soy principiante pero es un blog que te gustara.Deja un comentario si quieres,a mi me gusta leerlos
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