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jueves, 28 de febrero de 2019

Las Estrellas de Areíto (II y final)


En 1980, el sello japonés Vivid Sound publica un pack con los cinco LP (fabricación EGREM y bajo licencia de esta marca) con referencia VS5-8001, que años más tarde es reeditado en otro pack, pero concentrando todos los temas de esos 5 LPs en 3 CDs). En 1981, al regreso de la corta gira por Venezuela, se vuelven a reunir y graban otro LP que en sus créditos no sigue el orden de las ediciones de los discos anteriores (debió ser el Volumen VI), ni tampoco en cuanto a la marca artística: sale bajo el título “Las Estrellas Areíto de Cuba”, como un disco único, y la nómina ahora estaría integrada por:

Voces solistas: Teresa García-Caturla, Tito Gómez y Miguelito Cuní.
Piano: Rubén González.
Tres: Niño Rivera
Violines: Enrique Jorrín, Pedrito Hernández y Elio Valdés.
Bajo: Fabián García-Caturla.
Trompetas: Jorge Varona, Reynaldo Larrinaga, Luis Mirabal, Octavio Calderón y Félix Chappottin.
Trombón: Jesús 'Aguaje' Ramos.
Timbales: Amadito Valdés.
Bongó: Ricardo 'El Niño' León.
Congas: Arístides Soto, más conocido por Tata Güines.
Flauta: Joaquín Oliveros.

Esta nueva grabación, al parecer, no salió en Cuba en formato LP, sino en Venezuela publicada también por el sello Integra bajo licencia EGREM, en formatos de LP (EG-13-119) y cassette (EG.13.120) Años más tarde, en 1988, bajo el influjo enceguecedor del Buena Vista Social Club, el sello francés Edenways lo publica íntegramente bajo el nombre de Estrellas de Areito. Rubén González. Cuban All Stars (EDE-2004-2).

A instancias de Juan de Marcos González, en 1998 el productor inglés Nick Gold, el mismo de Buena Vista Social Club, asumió la producción bajo el sello Nonesuch (Ref. 9551-2) del CD Los Héroes, un reissue de la casi totalidad de los temas incluídos en los primeros 5 discos, a excepción de El Manisero.

Concebido como un proyecto discográfico, lo mismo que las Cuban Jam Sessions, las circunstancias en que se grabaron los discos de Las Estrellas de Areíto actuaron en su contra: en 1979, con la desconexión involuntaria de Cuba respecto a los circuitos de distribución internacional de la música, EGREM tenía el monopolio de la producción y fabricación de discos, siendo una empresa incapaz por sí misma de articular su inserción en el mercado internacional.

Con ejecutivos de nueva promoción y escasa o nula experiencia internacional, EGREM se centraba en la producción y la circulación de sus discos esencialmente dentro de las fronteras cubanas, más algunos acuerdos sueltos y esporádicos con los que intentaban burlar el aislamiento internacional, pero que no articulaban con el segmento comercial de la industria a escala planetaria, que permitiera la difusión de estos discos y la eventual realización de giras y conciertos.

Raoul Diomandé, por su parte, enfrentó problemas para conseguir una distribución de mayor alcance para estos discos joyas, y lo más que logró fue hacerlos circular discretamente en Francia y algunos países del continente africano, con una carátula similar, aunque no igual a la original de EGREM. Con el paso del tiempo, fueron cayendo en el olvido, o quizás los nuevos que llegaban a decidir en la industria musical cubana ni siquiera supieran el calibre de lo que atesoraban. Lo cierto es que todavía, los vinilos de las Estrellas de Areíto -con poca tirada y escasas reediciones posteriores de manera íntegra- siguen siendo un tesoro valorado por los melómanos más acuciosos, pero desconocido y aún pendiente de difundir.

Hay patrones comparativos, si tenemos en cuenta que hubo después un Buena Vista Social Club donde alinearon algunos de los grandes nombres de las Estrellas de Areíto. Era tan perceptible el resplandor del olvido a que habían sido sometidos estos discos que un gran conocedor decidió honrar a aquellos músicos y aquellas jornadas: Juan de Marcos González lideró el proyecto de reeditar, remasterizadas, aquellas sesiones, que recogió en el CD doble Los Héroes bajo la misma denominación de Las Estrellas de Areíto, y que, como ya dijimos, es la única referencia que, salvos escasos tracks sueltos y bajo otras denominaciones, el melómano puede encontrar hoy día en las plataformas digitales de música.

En el blog Rutas en el aire, de la Fonoteca Torrente, su redactor anónimo expresa: “Y las descargas que grabaron estos cerca de treinta excepcionales músicos en 1979 (Pío Leyva, Miguelito Cuní, Paquito D’Rivera, Rubén González, El Niño Rivera, Arturo Sandoval) son para muchos una de las mejores grabaciones de Cuba en el último cuarto del siglo XX. Esto sí era auténtico, estaba hecho por intérpretes que lo habían mamado, lo llevaban en el ADN de serie. La 'respuesta' del conglomerado cubano al movimiento de la salsa se puede escuchar en la primera canción, Pónganse pa'las cosas. La declaración de intenciones no deja lugar a dudas al afirmar: “Pónganse pa’las cosas/ que sigue imperando el son/ si te hablan de la salsa/ mentira, se llama son”.

A punto de cumplirse casi 40 años de estas grabaciones, lo ocurrido con ellas permite concluír que no ocurrieron en el momento preciso, ni en el lugar adecuado para ese momento, lo que cambiaría cuando por esos azares de la vida y también por las circunstancias que concurrieron, cristalizó el Buena Vista Social Club y la industria estuvo lista para volver a abrirle los brazos del mundo a la música tradicional cubana.

En todo caso, al decir de Amadito Valdés, probablemente Las Estrellas de Areíto sean “el proyecto más aglutinador en la historia de la música nuestra”.

LOS DISCOS ORIGINALES DE LAS ESTRELLAS DE AREITO

Volumen I

A (Olmo y Bacallao)
Hasta Pantojo baila mi son – Son – Pedro Aranzola
(Miguelito Cuní)
Que traigan el guaguancó – guaguancó – Pedro Aranzola

B (Miguelito Cuní – Filiberto Hernández)
Guaguancó a todos los barrios – guaguancó – Pedro Aranzola.

Volumen II

A (Pío Leiva)
Póngase para las cosas – son – Pedro Aranzola
(Teresa García Caturla)
U-la-la – son montuno- Juan Pablo Torres y Humberto Cardonell

B (Pío Leiva)
Mi amanecer campesino – son montuno – Pedro Aranzola

Volumen III

A (Manolo Furé y Teresa García Caturla)
El manisero – son montuno – (Moisés Simons)
(Grupo Algo Nuevo)
Fefita – Danzón – José Urfé

B (Miguelito Cuní)
Yo sí como candela – Son montuno- Luis “Lilí” Martínez Griñán

Volumen IV

A (Tito Gómez)
Llora timbero – rumba – (Israel Rodríguez Scull)
(Pío Leiva)
Maracaibo Oriental – son montuno- José Artemio Castañeda

B (Magaly Tras y Teresa García Caturla)
Para mi Cuba yo traigo un son – son – D.R.

Volumen V

A (Carlos Embale y Teresa García Caturla)
Guajira Guantanamera – guajira son- Joseíto Fernández
(Pío Leiva)
Maracaibo Oriental – son montuno- José Artemio Castañeda

B (Magaly Tras y Teresa García Caturla)
Para mi Cuba yo traigo un son – son – D.R.

Volumen V

A (Carlos Embale y Teresa García Caturla)
Guajira Guantanamera – guajira son- Joseíto Fernández
(Pío Leiva)
El pregón de la montaña – son montuno- Pío Leiva

B (Estrellas de Areíto)
Prepara los cueros – son- Juan Pablo Torres.

LAS ESTRELLAS AREITO DE CUBA

Tema (Rubén González)
Taurema (Teresa García)
Mucho corazón (Enma Elena Valdelamar)
Santa Isabel de las Lajas (Benny Moré)
Celos de ti (Marcelino Guerra “Rapindey”)
Convergencia (Bienvenido Julián Gutiérrez)
Olga la tamalera
Azúcar con ají (Andrés Echevarría, Niño Rivera)
Bilongo (Guillermo Rodríguez Fiffe)
Trompetas en chachachá (Enrique Jorrín).

Rosa Marquetti Tores
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, diciembre de 2018.
Ver fotos, agradecimientos y citas en Desmemoriados.

Video inicial: Azúcar con ají, de Niño Rivera, con las voces de Miguelito Cuní y Teresa García Caturla, piano de Rubén González, trompeta de Félix Chappottín y Amadito Valdés en los timbales.

lunes, 25 de febrero de 2019

Las Estrellas de Areíto (I)



Las Estrellas de Areíto y los seis vinilos que grabaron están entre los grandes olvidados de la música cubana. Grabados en 1979 son conocidos y valorados por melómanos y coleccionistas, pero no han tenido la repercusión que su calidad amerita, ni la condición de grabaciones ya legendarias en las que participaron los mejores exponentes de la música popular, que vivían en Cuba en aquel momento.

Estas grabaciones no son tomadas en cuenta cuando se habla de descargas míticas de músicos all-stars en la música latina. Tuvieron que pasar muchos años para que en Cuba se reeditaran en formato CD (según catálogo EGREM, con referencias CD-141, 142 y 143) No están completos en Spotify, ni en Itunes y sólo la edición-homenaje a aquellas míticas sesiones, que impulsara años después Juan de Marcos González hacen que su nombre aparezca en los buscadores de las plataformas de distribución musical. Los nuevos distribuidores internacionales del catálogo patrimonial del sello EGREM/Areíto los ignoran hasta hoy. Pero Las Estrellas de Areíto son joyas verdaderas.

In opossite hace unas semanas el sello Craft Recording, división de Concord Music Group, de Los Angeles, con la acertada participación de la periodista e investigadora Judy Cantor-Navas, ha lanzado en formato LP y CD otros 5 discos que, de alguna manera están en los antecedentes de Las Estrellas de Areíto: me refiero a los vinilos de las míticas Cuban Jam Sessions, gestadas y fijadas por el sello Panart.

Grabadas a finales de la década de los 50, estos discos que recogen verdaderas descargas cubanas, con arraigo en el son, fueron protagonizadas por virtuosos en sus respectivos instrumentos y es un acierto que se pueda contar ahora no sólo con los discos organizados y en un único pack, sino también con un booklet con el resultado de las interesantes pesquisas realizadas por Judy a lo largo de varios años, en los que pudo entrevistar a algunos de los escasos participantes que habían sobrevivido, y también a la hija de Ramón Sabat, el creador y ex-dueño de Panart, en medio de un panorama de escasez de datos fidedignos, parquedad en los créditos que acompañaron a los discos originales, y casi inexistente repercusión en prensa al momento en que salieron por primera vez cada uno de esos discos al mercado.

Grabadas en un marco absolutamente lúdico y descargoso, las Cuban Jam Sessions se convirtieron rápidamente no sólo en un referente paradigmático, que tanto los músicos cubanos que emigraron, como los que permanecieron en Cuba, evocaban con recuerdos de diverso signo, pero en general, coincidentes en la descripción del espíritu de libertad creativa, improvisación, gozadera y fraternidad que las caracterizaron, sino también en fuente de inspiración para otros músicos. Lideradas por el pianista, director y compositor Julio Gutiérrez, las sesiones contenidas en los dos primeros discos y por Niño Rivera, la del tercer volumen, se completarían con las del contrabajista Israel López 'Cachao' y el flautista y director José Fajardo. Grabadas todas en los antiguos estudios Panart (ahora Estudios Areíto, de EGREM), excepto una parte del volumen 5, que fue grabada en Nueva York, esas sesiones tuvieron lugar entre 1956 y 1964.

Como señala Judy Cantor-Navas, estas descargas grabadas inspiraron primero a Al Santiago, director del sello discográfico neoyorkino Alegre, a crear y grabar en 1961 The Alegre All-Stars, y años después a Johnny Pacheco, en alianza con el abogado Jerry Masucci –fundadores en 1964 del sello Fania-, para crear la famosa Fania All- Stars. Todos ellos han reconocido la influencia de las “cuban jam sessions” (también conocidas como “sesiones de Panart”), que, en todo caso, contribuyeron a cambiar el sonido de la música latina, con fortísima presencia e influencia de la música cubana, que se hacía en Estados Unidos.

Cuando en 1979 la Fania All-Stars llega a La Habana como parte de lo que hoy se conoce como Havana Jam, no podía ser mucho lo que sabían sus integrantes de lo que ocurría en música en Cuba a partir de octubre de 1960, cuando el gobierno norteamericano decretó el bloqueo-embargo hacia Cuba: las fluídas e incesantes comunicaciones entre músicos residentes en ambos países habían quedado si no truncas, al menos seriamente obstaculizadas. En Nueva York, los músicos cubanos emigrados continuaron creando y de algún modo se volvieron referentes para sus colegas latinos, pero en Cuba la creación y el surgimiento de nuevas figuras tampoco se detuvo.

En 1977 con la llegada a la presidencia de Estados Unidos de James Carter y su política menos beligerante hacia Cuba, se habían abierto ciertas brechas en el ámbito cultural: ese mismo año Dizzy Gillespie viaja por primera vez a La Habana, en una visita debida desde hacía tiempo, por lo mucho que era deudor del legado dejado por Chano Pozo y la percusión afrocubana al jazz en USA; Chucho Valdés y el grupo Irakere se presentan en el Festival de Jazz de Newport de 1978. Y en 1979 se hace realidad el Havana Jam con la presencia de músicos norteamericanos como Billy Joel, Weather Report con Jaco Pastorius y Joe Zawinul, Rita Coolidge, Kris Kristofferson, Stephen Stills y entre muchos otros, la Fania All-Stars.

Cuando llega se presenta en La Habana ante un público que poco sabía de ella: en 1979 casi no nos llegaba la música que se hacía en sectores latinos de los Estados Unidos, como Nueva York o Los Angeles. Había suerte, si nos topábamos con algún disco traído por un marino mercante o un diplomático, pues en materia de vínculos interpersonales con los cubanos que vivían más allá de la Isla, era casi nada lo permisible y posible. Los músicos, muy a pesar de todo, se buscaron y encontraron, fiestaron en casas habaneras de colegas anfitriones, que les acogieron como a viejos amigos. E intercambiaron músicas. Y contrastaron…

El sonido Fania había comenzado a inundar el mercado musical a nivel mundial con algo que era música cubana, pero que sin dejar de serlo era refractaria a la influencia de numerosos ritmos del área del Caribe. Los ejecutivos del ahora poderoso sello rentabilizaron la oportunidad que la política les sirvió en bandeja de plata. Y los músicos que quedaron y vivían en la Isla continuaron creando, pero marcados por la inexistencia de un vínculo de Cuba con la industria internacional de la música, bajo el estigma de la incomunicación. Y Cuba era la denominación de origen!

Acá muchos músicos y entendidos consideraban que la Fania usurpaba ese origen para escamotearlo bajo el nombre de salsa; otros reconocían el aporte de otros ritmos caribeños a ese cocinado. Las opiniones eran diversas y corrían como ríos: algunos llegaban a expresar que los de Fania, al fundamentar su diseño, habían llegado a alterar la narrativa histórica del surgimiento y auge de la música cubana, y que además era una música comercial sin grandes valores creativos originales.

Así estaban las cosas cuando Raoul Diomandé, un activo productor musical de Costa de Marfil, radicado en París y fanático de la música cubana, se entera de la movida Fania en La Habana. Diomandé tenía vínculos con EGREM, pues distribuía en Francia y algunos países de Africa, el catálogo de la única disquera cubana en aquel momento. Fue suya la idea de retomar el espíritu de las descargas de un Todos Estrellas de músicos cubanos que vivían entonces en Cuba, se dice que como una respuesta a la moda mundial de la salsa, a lo que hacía la Fania All Stars, pero reflejando la música cubana de raíz, con la mirada contemporánea de los músicos cubanos estrellas que residían en la Isla, sin un propósito lucrativo, más bien como una respuesta a lo que entonces algunos llamaban “música comercial cubana hecha en Estados Unidos”.

La directiva de EGREM aceptó la propuesta de Diomandé y encargó la dirección musical y desarrollo del proyecto al experimentado trombonista, compositor y productor Juan Pablo Torres, cuyo legado -dicho sea- no ha sido aún lo suficientemente valorado y estudiado. Si las primeras descargas se conocían como las sesiones de Panart, las que organizó Al Santiago fueron las de The Alegre All-Stars y las de la Fania, mantenían la referencia a su sello discográfico, pues éstas tenían que ser, Las Estrellas de Areíto.

Juan Pablo llamó a los mejores en sus respectivos instrumentos, pero los créditos de la edición primigenia de los vinilos no pudieron ser más parcos en cuando a información. Según los datos que guarda el percusionista Amadito Valdés, al ser parte de aquellas sesiones, la nómina general fue la que sigue:

Trompetas: Jorge Varona, Manuel 'Guajiro' Mirabal, Arturo Sandoval, Félix Chappottin y Adalberto 'Trompetica' Lara, Juan Munguía y Jorge Luis Varona.
Trombones: Juan Pablo Torres y Jesús 'Aguaje' Ramos.
Piano: Rubén González y Jesús Rubalcaba.
Violines: Rafael Lay Apesteguía, Miguel Barbón, Pedro Hernández, Elio Valdés, Angel Barbazán, Pedro Depestre, Félix Reina y Enrique Jorrín.
Bajo: Fabián García Caturla y Tony (se desconoce su apellido).
Tres: Andrés Echevarría más conocido por Niño Rivera.
Cuatro: Israel Pérez
Flauta: Richard Egües y Melquiades Fundora.
Saxo-clarinete: Paquito D’Rivera.
Congas: Guillermo 'Agapito' García y Tata Güines.
Bongó: Ricardo 'El Niño' León.
Güiro: Gustavo Tamayo y Otto Hevia
Pailas: Amadito Valdés y Filiberto Sanchez
Cantantes: Miguelito Cuní, Tito Gómez, Pío Leiva, Teresa García-Caturla Magaly Tars, Carlos Embale, Manuel Furé, Filiberto Hernandez.
Coros: Hermanos Bermúdez, Manolo Furé, Pepe Olmos y Felo Bacallao, Modesto Fusté Filiberto Sánchez, Eugenio 'Raspa' Rodriguez y Rolo Martinez.

Las sesiones de grabación, según Amadito, transcurrieron los días 24, 25, 27 y 30 de Octubre y 1, 8 y 9 de noviembre de 1979 en los míticos Areíto, de EGREM (antiguos estudios Panart) que seguían en la calle San Miguel 410 entre Lealtad y Campanario, en el corazón de la zona hoy conocida como Centro Habana.

Juan Pablo Torres no quiso recurrir a temas ya conocidos, sino que en su mayoría se trata de composiciones de músicos en activo y menos conocidas entonces. La duración de los tracks no es para nada comercial, porque su productor respetó el ambiente descargoso que crearon los músicos, las inspiraciones prolongadas y los solos soberbios.

Era imposible que con estos músicos, lo que saliera de allí no fuera la excelencia. Otra cosa, y muy distinta, fue el destino que le esperó a aquellas grabaciones y al fenómeno mismo de Las Estrellas de Areíto. A Venezuela llegaron las noticias, y EGREM y Diomandé consiguen que el sello venezolano Integra Interamericana de Grabaciones S.A. publicara en 1980 estos discos con otro diseño de portada igual de minimalista, pero con más información sobre los integrantes. Un año después cierran un contrato para que Las Estrellas de Areíto se presenten, en vivo y en directo, en Caracas.

Eso ocurrió en mayo de 1981, dos años después de la grabación de los discos. Era probablemente, el primer gran grupo de músicos cubanos que conseguía presentarse allí después de 1960 y en él iban músicos veteranos que aún eran mitos venerados en esas tierras: Miguelito Cuní, Félix Chappottín, Niño Rivera, Rubén González, Tata Güines, Tito Gómez, Enrique Jorrín... Hasta los propios músicos venezolanos estaban expectantes con este encuentro. Cuenta Fabián García-Caturla que Oscar D’León mandó un aviso de su deseo de encontrarse con los músicos cubanos. Organizó una comida en su casa y allí, para sorpresa de los que asistieron, les esperaba D’León con Celia Cruz, junto a otros músicos venezolanos.

Los cubanos se presentaron con éxito total, y a juzgar por un video que ha circulado años después, aquella primera actuación en directo hizo justicia a las virtudes del registro fonográfico. “Tocamos dos conciertos, en el Poliedro de Caracas y en un teatro en Barquisimeto. También hicimos un programa televisivo en Venevisión", recordó Fabián. Por su parte, Amadito Valdés aclaró que “Juan Pablo no pudo ir al frente de la orquesta. Estaba de gira con su grupo Algo Nuevo y entonces, al frente de Las Estrellas de Areíto fue Enrique Jorrín.”

Rosa Marquetti Tores
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, diciembre de 2018.
Ver fotos, agradecimientos y citas en Desmemoriados.
Leer también: Cuando Billy Joel levantó tres días el embargo a Cuba.

jueves, 21 de febrero de 2019

De cuando Estados Unidos devolvió a Cuba restos de indios taínos



El 9 de enero de 2003, los habitantes de La Caridad de los Indios, intrincado paraje de la comunidad La Ranchería, en el municipio guantanamero de Manuel Tames, asistieron a una sencilla y anónima ceremonia de inhumación de los restos de siete indocubanos taínos, de ellos seis adultos y una menor, que durante casi un siglo reposaron en las vidrieras y almacenes del Museo Nacional del Indio Americano, de la Smithsonian Institution, Estados Unidos.

Oscar Montoto Mayor, escritor, investigador y promotor cultural de Baracoa, uno de los testigos presenciales de la ceremonia, en un pequeño libro titulado El descanso definitivo. Repatriación del ancestro indocubano (Ediciones Catedral, Santiago de Cuba, 2006), recogió sus memorias sobre la devolución de las osamentas a la Mayor de las Antillas. Entrevistado a través de Facebook, Montoto relató que “los restos mortales llegaron a La Habana el 19 de junio de 2002, custodiados por Richard West, director del Museo del Indio Americano, Jim Pepper Henry, del Programa de Repatriación, John E. Huerta, del Consejo General del Smithsonian Institution, y otros especialistas estadounidenses.

El pequeño cofre fue entregado en un emotivo acto a la señora Lupe Veliz, viuda del doctor Antonio Núñez Jiménez y presidenta de la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, que lleva el nombre del científico considerado el cuarto descubridor de Cuba. Presentes en el acto estuvieron el doctor Ángel Graña González, asistente por décadas de Núñez Jiménez, y Sergio Pastrana, secretario de la Academia de Ciencias de Cuba, entre otros invitados. Un tiempo después, el historiador de la ciudad de Baracoa,

Alejandro Hartman Matos, recibió la pequeña caja para custodiarla hasta el día en que se efectuaran los funerales, los cuales tuvieron lugar en enero de 2003, durante la celebración de en ocasión de celebrarse la IX Conferencia Legado Indígena del Caribe, con sede en Baracoa, la Ciudad Primada. Al evento asistió Francisco Ramírez Rojas “Panchito”, líder comunitario (Cacique) de La Ranchería, su hija Idalis, un grupo musical, una veintena de pobladores de esa localidad y varios descendientes de grupos étnicos de Estados Unidos y Canadá como los navajos, mohawk, kaw, algonquín, chicanos y varios puertorriqueños, suramericanos y estudiantes norteamericanos.

Concluida la IX Conferencia en Baracoa, los participantes partieron en ómnibus hacia Guantánamo, la capital de la provincia, donde la comitiva fue recibida por el General de Brigada, ya retirado, Francisco González López (Pancho), Héroe de la República de Cuba quien estuviera al frente del plan de desarrollo del macizo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa. El 9 de enero de 2003, desde el Hotel Guantánamo los invitados partieron hacia La Ranchería. Tras un largo y tortuoso camino por empinadas lomas, finalmente llegaron a La Caridad de los Indios, donde los esperan los vecinos.



“En el pequeño poblado, recordaba Montoto en Facebook, en lento peregrinar, el Cacique Panchito nos condujo hasta el cementerio donde fue construida una bóveda atípica.El silencio prevaleció en el solemne ritual. Nos agrupamos en un círculo alrededor de la urna mortuoria y la caja contenedora de los restos que estaban en manos de una venerable anciana. En la bóveda se colocaron ofrendas florales de los asistentes. Entonces Panchito miró hacia el cielo, quizás intentando atrapar el tiempo, solicitó permiso a las mujeres y hombres mayores, y dijo: Esta es la historia. Nosotros queremos que nuestros nietos vean.

“Acto seguido, encendió un tabaco y pronunció la tradicional oración dirigida a las cuatro direcciones (Estaciones) y a la Tierra Madre, al Sol, el Agua, el Viento, la Luna y las Estrellas. En coro espontáneo, los pobladores de La Ranchería entonaron las notas de La Mamalina, copla popular convertida en símbolo de tradición y mensaje espiritual. Entonces la anciana colocó el pequeño cofre en el sitio destinado al reposo final y eterno. Las voces de los cantores, en una mezcla de alegría y dolor, iniciaron sus plegarias que retumbaron en nuestros corazones

“Los doctores Jim Pepper Henry (de origen kaw y muscogee), por el Smithsonian Institution; José Barreiro, por el Legado Indígena, y Ángel Graña González, por la Fundación Antonio Núñez Jiménez y la Sociedad Espeleológica de Cuba, agradecieron a los habitantes de La Caridad de los Indios por la permanente vigilia. Panchito, por su parte, abrazó a todos los presentes y dedicó una nueva oración”.

Así materializó su anhelo el Cacique guantanamero, quien después de conocer la presencia de restos de sus ancestros en el Museo del Indio Americano, dirigió una especial petición a José Barreiro, profesor de la neoyorquina Cornell University, en la que expresaba: “En nombre de mi comunidad, en nombre de todos los cubanos, queremos que nuestros hermanos mayores, los que están por allá, en la otra orilla, que vengan a descansar tranquilamente en su tierra, junto a nosotros, para nosotros cuidarlos”.

De esa manera fructificaron las gestiones que condujeron a la repatriación de los restos humanos, en cumplimiento de una ley federal de Estados Unidos. En las negociaciones, Cuba fue oficialmente representada por la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, y la Dirección Nacional de Patrimonio.

Usted se preguntará cómo osamentas indígenas cubanas fueron a parar al Museo Nacional del Indio Americano, con sede en Washington. Entre 1910 y 1920, el arqueólogo estadounidense Mark Raymond Harrington en diversas ocasiones visitó la Isla. Estudioso del Caribe precolombino y conocedor de la riqueza arqueológica sepultada en los suelos antillanos, Harrington localizó en la región de Baracoa, específicamente en Maisí, numerosas cuevas funerarias y artículos de procedencia taína. Allí desenterró todo lo que pudo y después de inventariar miles de piezas y objetos, que fueron embalados en 36 cajas, las embarcó en goletas que partieron desde el puerto de Baracoa rumbo a Nueva York.

Oscar Montoto Mayor subrayó que “cuanto llevó Harrington para su país, además de enriquecerle personalmente, le dio prestigio como investigador, pero dejó a Cuba casi esquilmada de la riqueza arqueológica más importante hallada entonces”. Entre los hallazgos más significativos de Harrington se encontraba el tótem o ídolo de Patana (1915), escultura con figura humanoide labrada sobre una estalagmita en la cueva de igual nombre en Maisí.

Alejandro Hartman, historiador y director del Museo Matachín, aclaró que "ese ídolo es representación de una deidad, de la adoración de nuestros antecesores. Era el concepto de respeto espiritual, de aquellas creencias de la época y de todo lo que representaba para ellos". En una entrevista concedida a Prensa Latina, Hartman aseguró que el regreso del petroglifo a su ubicación original “es una aspiración de los habitantes de Patana”.

Aunque Harrington cortó el petroglifo en varios pedazos y lo llevó a Estados Unidos, Hartman estima que en realidad no fue un depredador, porque todavía las cinco mil piezas sacadas por ese investigador se conservan en el Museo del Indio Americano, como él mismo comprobó. Y recordó que las autoridades cubanas de aquella época le permitieron sacar todas las piezas. "No robó nada, fue autorizado a hacer las investigaciones y a extraer lo encontrado. Eran los contubernios de gobiernos que permitían el saqueo".

Jorge Cantalapiedra
Periódico Venceremos, 29 de diciembre de 2018.
Fotos de la Fundación Antonio Núñez Jiménez. de la bóveda que en Guantánamo guarda los restos de los indios taínos devueltos a Cuba por Estados Unidos y del ritual oficiado por el Cacique Panchito el 9 de enero de 2003 en La Caridad de los Indios.

lunes, 18 de febrero de 2019

La impronta china en Caibarién



Aunque no constituyeron mayoría entre los inmigrantes desde mediados del XIX, los chinos aparecieron en casi cada rinconcito de Cuba exhibiendo sus típicos frenesíes comerciales. En Las Villas, entonces una provincia central, se establecieron los que en La Habana, saturada de negocios, no hallaron rescoldo promisorio que avivar.

Atraídos por las bonanzas de una isla que crecía agigantadamente con capitales mixtos -cuyas fuerzas laborales no sobraban ni resultaban, como ahora, mal remuneradas-, comenzaron a pulular sin aspavientos.

Hasta Caibarién, entonces un puerto en pleno apogeo desarrollista, llegó la familia Lou Su Ting, de Cantón (hoy Guangzhou), en la meridional costa China, tratando de importar directamente provisiones de aquellas lejanías.

A principios del XX ya existían sólidas colectividades -sin registro oficial en Caibarién-, como la Colonia Internacional Min Chi Tang.

El 8 de enero de 1902 se produjo la “legalización de una casa, de madera y tejas, en la calle de Patria 247, por el Sr. E. Achón, natural de la China Imperial, y zapatero de oficio”, de acuerdo al Folio 185, Tomo XIII del Ayuntamiento. Allí radicaría, a partir 1903, la Asociación China de Caibarién reunida en Junta General que tendría centenares de miembros. Esa sociedad quedó plasmada de acuerdo con lo dispuesto en la Ley de Asociaciones, hoy extinta.

La agrupación virtualmente “ocupa” todavía aquel inmueble -roto y vacío-, que según copia notarial, “fue construido por el maestro-carpintero Manuel del Toro, quien lo concluyó en septiembre”, aunque la ficha date de 1890. Hasta la fecha, ni la Embajada de la República Popular China en Cuba ni el Comité Central del Partido Comunista Chino, los copropietarios, han dispuesto un yuan para ayudarles.

Las famosas parrandas de Caibarién se enriquecieron cuando los inventores de la pólvora introdujeron sus alegres explosivos. No solo por el ruido y deslumbramiento que producían, sino por los dineros que hicieron falta en lo adelante para ganar las competencias inter-barriales. En crónicas de 1892 (Gacetillas y El Criterio Popular), consta que Chau Gomá, exfarolero cameral del Imperio, construyó “aditamentos exclusivos” para el desfile triunfal del barrio La Marina.

El mástil del farol asiático -diferente del tradicional- en forma de L invertida, mejoraba la manejabilidad y podían añadírsele velas, banderillas y borlas. Apenas quedan vestigios de aquellos precursores, pero los recuerdos perviven en el apego del pueblo.

En la parranda de 2009, por ejemplo, el barrio La Loma exhibió una carroza inspirada en una leyenda titulada “Chang-Ge, la diosa de la luna”. A lo largo del siglo anterior, devinieron exóticos temas de obligada recurrencia.

Algún 10 de octubre de la era republicana, por otro aniversario del inicio de nuestras guerras de independencia, fue mostrada la entonces iniciática Comparsa del Dragón, de sutiles imprecaciones esotéricas.

El asentamiento de la Asociación se hacía llamar “La Casa de La Patrona de Cuba”, más por ventajas políticas que por afinidad patriótica. Y era coronada por una hibridación clara y achinada de la popular virgen mambisa. El Kung Fu, Tai Chi -Chuan y Kun-, se asimilaron bien y extendieron sus experiencias a la acupuntura y la fisioterapia.

Se celebraban festividades como la llegada del año nuevo lunar, a finales de enero, principios de febrero, resguardando la autoctonía. Los nacidos en Caibarién aprendieron poco o nada del idioma original, consecuencia de discordancias lingüísticas (dialectales) con parientes naturalizados.

Los conocimientos se limitaron a ciertas expresiones, saludos y voces asociadas a la gastronomía: nombres de comidas o recetas de cocina; y no hubo aportes notables al castellano, excepto en locuciones que los estigmatizaban como objetos de mofa.

Difiriendo de la africanidad, no primó un sincretismo afín, aún cuando la Asociación llevó el nombre de la Caridad del Cobre, una estratagema para el visto-bueno, y gran parte de la membresía asumiera la religión católica, pues las creencias enraizaban en el culto a sus antepasados.Tampoco contribuyeron a la música del patio.

En cambio, la práctica de las artes marciales atrajo no solo a oriundos -reclutada asimismo por el Departamento de Seguridad del Estado como arma de combate contra “el enemigo”-, sino a muchos que continuaron con más o menos estabilidad en el espacio de la Asociación, de forma voluntaria y supervisada por “profesores-herederos”.

Aunque los españoles se adueñaron del amurallado cambalache insular, los asiáticos se colaron maravillosamente por un resquicio para hacerles competencia. Las bodegas La Trocha, de Antonio Chong y La Paloma, de Joaquín Wong; los bares La Chinita, El Madrugón, de Francisco Ley Chang y La Estrella de Oriente, así como la popular Tienda de Canuto, fueron plazas abiertas por cantoneses en Caibarién. En Remedios era muy popular La Joven China, céntrico complejo de fonda, cafetería y bar, entre otros comercios muy rentables.

Aparte de las lavanderías baratas que los chinos tenían en toda la Isla, no pueden olvidarse los vendedores ambulantes y hojalateros, carretilleros repletos de frutas y vegetales a precios también asequibles.

El mayor establecimiento asiático de Caibarién fue La Japonesa (1900), suerte de nombre transnacional que acercaba al Parque La Libertad su espectacular fachada. Su copropietaria hasta 1968 (fecha de la intervención 'contrarrevolucionaria') fue Gladys Lou Chang y ella la había heredado de sus fundadores, José Lou Su Ting y Rogata Chang, quienes con 15 y 13 años respectivamente, arribaron a Cuba en la barriga de un buque. Con tres pisos que incluían ferretería, materiales de imprenta, objetos de decoración, porcelanas, sedas, confecciones, calzado y bisutería, daba cobijo también a toda la estirpe.

Hacia 1917, tras el conflicto del gobernante chino Yuan Shikai con el Marqués japonés Ōkuma Shigenobu, el nombre cambió al de Casa Lou, pero para la gente siguió siendo La Japonesa, aún cuando el atarantado nuevo régimen se desentendió de preservarla en calidad de patrimonio.

Entre los muchos establecimientos prósperos del pueblo, quizá La Japonesa fuera el más pintoresco y desigual si lo comparamos con los pequeños negocios de empresas familiares; tiendas judío-polacas abarrotadas y toscas bodegas gallegas, pero nunca fue un simple bazar de antigüedades. Además de ropa y sombrerería, se vendían artículos para cumpleaños, juguetes, efectos eléctricos, aparatos musicales, artículos como el memorable papel crepé, cohetes y triquitraques, inciensos y objetos procedentes de disímiles culturas planetarias. Se incluían, por supuesto, obras de arte manufacturadas en Japón; finos jarrones, pinturas duraderas, y miniaturas de papel. El ambiente era estrictamente asiático y los empleados todos de la misma raza.

Entrar a La Japonesa era como atravesar una frontera, respirar perfumes Maderas de Oriente, opiáceos, curtidos olorosos y libros traducidos y recién impresos de fábula y misterio. Del techo colgaban guitarras y violines auténticos, un lugar donde podías adquirir uñas de carey, tijas y accesorios instrumentales; adornos femeniles y abanicos de sándalo. Las dependientas, todas muy refinadas. Y en la quincallería el viejo investido de japonés siempre servicial y serio.

Hoy contemplamos las ruinas insultantes que nos remontan a ese pasado en que se acudía por un avioncito impulsado por ligas, un yoyo o cuerdas para papalotes o instrumentos musicales, cuando se podían imaginar vocaciones futuras gracias a aquellos tenderos únicos. La Japonesa fue un lugar atractivo en su abigarramiento, y nos regaló tempranos atisbos del que sería el próximo amo voraz e industrial del mundo: el lejano -luego cercano- imperialismo chino (que no japonés).

Pedro Manuel González Reinosa
Cubanet, 1 de noviembre de 2018.
Foto: La Japonesa en 1907. Tomada de Cubanet.

jueves, 14 de febrero de 2019

Cuatro versiones de una canción cubana de amor




El autor de Tú, mi rosa azul es el guitarrista y compositor Jorge Mazón (La Habana, 1923), uno de los fundadores del feeling o filin. Además de Pablo Milanés, Tú, mi rosa azul, ha sido interpretada también por Vicentico Valdés y la Sonora Matancera, Moraima Secada con el Cuarteto de Meme Solís y la Señora Sentimiento, Elena Burke.

Tania Quintero

lunes, 11 de febrero de 2019

Boleros para Jeff Bezos


"Un bollo hala más que una carreta de bueyes", dicen en Cuba y en el caso de Jeff Bezos parece que así ha sido. O tal vez lo que ha acabado con su matrimonio de 25 años es su pene, del cual presume en estos mensajes enviados a la mujer que le ha robado el corazón.

Ella no es mucho más atractiva que la ex señora Bezos y su marido no es un mister universo, pero es mejor parecido que Bezos, con ese coco liso y esas orejas de palo. Aunque, claro, es el hombre más rico del mundo. Y el dinero al más feo lo embellece. Lo cierto es que el enamoramiento de Jeff Bezos se está convirtiendo en un culebrón mediático.

Cuando internet y los e-mails no habían invadido el mundo, y cuando twitter, facebook, whatsapp, instragram y toda esa vaina pública no había hecho su aparición, los hombres y mujeres del mundo occidental se declaraban su amor a solas, mirándose a los ojos, en un parque, a la orilla del mar, cenando en un restaurant o tomándose un trago en un club sin luces estridentes, escuchando una música suave y bailando apretados.

Por teléfono se decían cosas solo escuchadas por ellos. Si uno de los dos viajaba dentro o fuera del país, se mandaban cartas y postales, a veces acompañadas de fotos y solamente ellos tenían la posibilidad de leerlas y guardarlas... Hasta que se peleaban y rompían cartas, postales, fotos y regalos.

Pero ahora no. Ahora todo hay que decirlo, contarlo, fotografiarlo y subirlo a una red social. Y a pesar de contraseñas, nubes, llaves y candados, siempre alguien se entera y lo saca a la luz, como están haciendo con Jeff Bezos. A los Bezos se les rompió del amor y él se siente como una ola.

Si las mejores canciones de amor han nacido de los encuentros y desencuentros de una pareja, lo mismo puede decirse de los boleros, compuestos en Cuba, México o Puerto Rico. Para el hijastro de un santiaguero que a los 55 años se ha apasionado por Lauren Sánchez, estadounidense de origen mexicano de 49 años, Amor de otoño, de Pablo Milanés:



Si alguien tiene el correo electrónico de Jeff Bezos, favor hacerle llegar estos boleros y una botella de ron Bacardí.

Tania Quintero

jueves, 7 de febrero de 2019

Breves años cubanos de Anoland Díaz (II y final)



No encontramos más noticias sobre Anoland y su vida musical hasta que el 10 de marzo de 1943, tras la compra por el Partido Socialista Popular de la veterana Radio Lavín, se produce la inauguración de otra radioemisora que hizo mucho por la cultura nacional y por la cual pasaron la mayoría de los más prominentes nombres en la música y el arte en Cuba: la Mil Diez. Según refiere Oscar Luis López, historiador de la radio cubana, en su obra La radio en Cuba, Anoland Díaz fue una de las cantantes de planta, junto a nombres rotundos como los de Celia Cruz, Olga Guillot, Elena Burke, María Cervantes, Aurora Lincheta, Tomasita Núñez, Matilde Camejo, Estela Rodríguez -la hermana de Arsenio-, Alba Marina, Zoila Gálvez, Chiquita Serrano, Margarita Díaz; y entre los hombres, Miguelito Valdés, Miguel de Gonzalo, Bienvenido León, Alfredo León, Orlando Guerra Cascarita, Zephir Palma y muchos otros.

Anoland tenía cualidades musicales notables para haber transitado el mismo camino que muchas de las contendientes en el programa La Corte Suprema del Arte, donde resultó una de sus finalistas. A partir de 1938 en un momento que se considera de renovación y descubrimiento de nuevas figuras para el canto lírico cubano, las voces de Zoraida Marrero, María de los Angeles Santana, Esther Borja, Rosita Fornés y muchas otras irrumpieron en los escenarios, en la radio y hasta en el cine, y atendiendo a sus magníficos resultados era muy probable que Anoland, con su juventud y talento, pudiera seguir obteniendo como profesional éxitos similares.

Si damos crédito al periodista Daniel Domínguez, Anoland llegó a Panamá en 1947, tenía entonces 19 años. Aunque algunas fuentes indican que Anoland viajó con su familia para radicarse en Panamá, Domínguez pone en boca de Rubén Blades lo siguiente, referido a este hecho: “Abandonó su hogar porque no soportaba la situación familiar que vivía allá”. Y es muy probable que así haya sido, teniendo en cuenta la numerosísima familia que habían creado los padres de Anoland.

En la orquesta que la acompañaba en sus primeras incursiones musicales en Panamá, conoció al percusionista Rubén Darío Blades Bosques, bongosero por más señas, quien compartía su tiempo laboral como detective de la policía, según ha contado Iván García en su artículo La sangre cubana de Rubén Blades. Pero a Blades le apasionaba la percusión, y la música afrocubana. Tuvieron cinco hijos de los cuales Rubén es el segundo.

En su nuevo lugar, Anoland continuó su vida como cantante, pianista y actriz en radio novelas para la Red Panamericana y para RPC Radio. Algunas de las fuentes consultadas apuntan que Anoland Díaz tocó para la reina Isabel de Inglaterra, en alguno de los actos en homenaje a la soberana británica en ocasión de su visita oficial a Panamá en 1953.[27] Hizo también esporádicas apariciones cantando junto a su hijo Rubén y acompañándose ella misma al piano, de las que ha quedado este video.

A Anolan le gustaba cantar ópera, zarzuela, boleros y la música popular internacional. “El primer disco que se compró en mi casa, en 1959 o 1960, -contó Rubén- fue uno de Amad Jamal, pianista e intérprete de jazz. (…) No teníamos ni el dinero ni el espacio para tener un piano. Fue mucho después, cuando les compré a mis padres un apartamento, que le llevé su primer piano. Ella tocaba boleros y piezas clásicas, y algunas veces componía temas instrumentales.”

Sin embargo, Anoland nunca grabó un disco, y en cuanto a grabaciones comerciales, el único registro del que hasta ahora se tienen noticias, es el de su voz en ese clásico de la salsa que es Maestra Vida, la primera ópera salsa original en la historia del género y uno de los trabajos más trascendentales e inteligentes de su hijo Rubén como compositor, junto al puertorriqueño Willie Colón, quien fungió como productor y también músico. Grabada en 1980 y distribuida en un álbum doble bajo el sello Fania (LP F576/577), Maestra Vida marcó un antes y un después en el género salsa, al introducir la temática social que reflejaba los problemas y contradicciones en los espacios urbanos en los países latinoamericanos y en las zonas de Estados Unidos con gran presencia latina, a la vez que abordó en ella elementos de la narrativa literaria de Latinoamérica.

Musicalmente, Maestra Vida trascendió los límites estrictos de la salsa, al incluír boleros y un tratamiento instrumental que enriqueció ambos géneros haciéndolos acompañar de un formato sinfónico. Anoland aportó su voz al personaje de Manuela, que puede escucharse en el corte 5 del primer disco, un bolero bajo el título Yo soy una mujer, donde también hace un breve dúo son su hijo Rubén. También la voz de Anoland aparece fugaz al final del corte 3 Carmelo después (El viejo Da Silva) del segundo disco de Maestra Vida.

De la experiencia personal que representó este trabajo con su madre, diría Rubén: “Cuando estoy en un estudio de grabación, suelo transformarme en un tirano. En aquella ocasión tuve que hacer un esfuerzo para calmarme, pues estaba más nervioso yo que ella, y eso no la ayudaba. Pero su voz es tan dulce y tan expresiva que le dio un sentido especial a ese número. Yo soy una mujer fue su única grabación en un disco, como intérprete. A pesar de su inmenso talento, nunca grabó un disco. Y quería darle la oportunidad de tener esa experiencia. Tiempo después estuvimos trabajando en un disco de boleros para grabar juntos, pero entonces enfermó y ya no pudimos continuar con el proyecto. Me quedó eso pendiente.”

Anoland moriría en Panamá en 1991, víctima de cáncer. Del impacto y el dolor de esos meses en los que vio morir cada día a su madre, de la lucha de Anoland por la vida, de sus personales vivencias como hijo enfrentando lo irreversible, surgió el tema Amor y control, que de manera póstuma Rubén Blades dedicó a su madre.


La relación de Rubén Blades con su madre fue no sólo especial, entrañable, sino decisiva en su carrera vital: “Mi madre fue una influencia determinante -comentó a Daniel Domínguez. Me orientó hacia el arte con su talento, pues ella cantaba y tocaba muy bien el piano con el que se acompañaba. Además, nos entregó su sacrificio, pues hizo a un lado su posibilidad como artista para dedicarnos su tiempo y esfuerzo como madre. Ella y mi abuela, Emma, fueron la razón principal para encaminarme como artista y como abogado”. Para el músico y comunicador venezolano León Magno Montiel, “Anoland fue su amor infinito, su musa; de ella heredó la sensibilidad musical y el alma de compositor.”


Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, noviembre de 2018.
Foto: Anoland Díaz, retratada en La Habana por Armand, el fotógrafo de las estrellas cubanas. Publicada en marzo de 1942 en la revista Ecos de la RHC. Tomada de Desmemoriados.

Aclaración: En todas las fuentes consultadas, el nombre de Anoland aparece indistintamente con “d” al final, y sin ella. Ver más fotos, notas y fuentes consultadas en Desmemoriados.

lunes, 4 de febrero de 2019

Breves años cubanos de Anoland Díaz (I)



Que uno de mis músicos preferidos -Rubén Blades- es hijo de una cubana, no es noticia. Incluso tampoco es para muchos una primicia decir que ella fue cantante y que triunfó muy joven desde las ondas radiales cubanas.

De modo que lo único que pretendo aquí es contribuir a documentar la breve, pero exitosa vida artística de Anoland Díaz en Cuba, a través del reflejo que tuvo en la prensa de la época, donde solo los periódicos y la radio -en caso de que se hubieran conservado grabaciones- podían dejar constancia de lo que ocurría en la escena musical cubana. Eso sí puede que tenga para los lectores alguna novedad, pues la presencia de la pequeña reglana en los principales programas radiales a partir de 1938 y hasta 1946, demuestra cuán hondo caló el talento de aquella chiquilla que cantaba con voz de soprano y hasta podía acompañarse al piano.

Acerca de su nacimiento y familia, el musicógrafo e investigador colombiano Sergio Santana aporta los siguientes datos: Nacida Anoland Bellido de Luna y Caramés, en el ultramarino pueblo de Regla, en La Habana, en 1927, su padre Louis Bellido de Luna Reinee, de Nueva Orleans marchó a Cuba, a luchar en la Guerra Hispano-Cubano-Americana a finales del siglo XIX. Le gustó el país y decidió quedarse, casándose en terceras nupcias con Carmen Caramés, natural de Galicia y con quien tendría 22 hijos, entre ellos, Anoland.

En 1938, los dueños de la radioemisora CMQ organizan un inusual programa en forma de concurso musical que denominaron La Corte Suprema del Arte y que en sus múltiples ediciones llegaría a ser decisivo en el surgimiento de nombres íconos de la música cubana. De ahí salieron Celia Cruz, Rosita Fornés, Elena Burque, Raquel Revuelta, Alba Marina, Merceditas Valdés, Ramón Veloz, Aurora Lincheta, Armando Bianchi, Obdulia Breijo, Radeúnda Lima, Xiomara Fernández, Olga Chorens, Vilma Valle, y muchos otros.

Entre los muchos adolescentes y niños que se presentaron a escrutinio en aquellas primeras audiciones estaban Aurora Lincheta, Olga Chorens, Magaly del Valle, Elsa Valladares, Siomara Fernández, Adria Catalá y una chiquilla hermosa que no rebasaba los 11 años de edad: Anoland Bellido de Luna, que desde su primera presentación decidió aparecer como Anoland Díaz, un apellido que a ella o a alguno de sus mayores debió parecerle más apropiado. A pesar de su corta edad, asombró a todos y resultó una de las finalistas triunfadoras de esa primera edición.

La Corte Suprema del Arte era el suceso del momento: presentaba una y otra vez largos conciertos y espectáculos no sólo en los estudios de la radioemisora, sino también en importantes teatros de la ciudad, que se abarrotaban de público para ver cantar a sus nuevos ídolos. El programa reventaba los ratings de radioaudiencia y engrosaba la recaudación de las taquillas de los teatros y cine-teatros. Era un éxito y una popularidad premonitorios: por sus micrófonos pasaron quienes llegarían a ser grandes figuras de la música y la actuación.

Ese mismo año, en los shows de La Corte Suprema, la voz de Anoland se unió a la de otra muchacha finalista, quien décadas después sería una de las imprescindibles en la escena musical y teatral en Cuba: Miriam Acevedo. Con sus once años, comienza para Anoland una verdadera vorágine de conciertos y presentaciones que la van haciendo conocida y hasta famosa, como niña prodigio.

Para conmemorar el primer año del exitoso programa radial, Arturo Liendo escribe el guión del espectáculo Un viaje musical, que subiría a la escena del Teatro Nacional, en La Habana, presentando a los ganadores del original programa-concurso: Aurora Lincheta, el dúo Busquet, la pequeñita Adria Catalá, Estrellita Díaz, y muchos otros, contando con el madrinazgo de la famosa soprano Zoila Gálvez. El mismo periódico en su edición del 22 de diciembre de 1938 anuncia la presentación de las niñas Anoland Díaz y Adria Catalá en el cine-teatro Moderno, en función a beneficio del colegio Fors, que combinaba pase de películas y la actuación de las nenas cantantes, como parte del segmento infantil de promoción de La Corte Suprema del Arte.

Anoland vuelve en enero de 1939 al Teatro Nacional optando por uno de los tres premios en metálico que concedía la RKO Radio entre los ganadores del programa. Tanto Anoland, como Irma Puentes, Rosita Bujones, Olga Sánchez, Rodolfo Cueto y Rafael Rodríguez, debían interpretar la canción tema del filme “Dí que me quieres”. Acompañada por el pianista Luis Mora, participa en un acto cultural con motivo de la celebración del 20 de mayo, en la sede de la Asociación de Emigrados Cubanos, y en el anuncio es calificada por la prensa como “soprano ligera de diez años”.

Cinco días después, se anunciaba al dúo Miriam y Anoland en el cartel del espectáculo que, organizado por la Unión de Empresarios, presentaría ese día el Teatro Nacional en homenaje a Heliodoro García, empresario de ese coliseo, y donde el numeroso elenco incluía nombres rotundos de la música cubana como Ernesto Lecuona, Rita Montaner e Ignacio Villa Bola de Nieve.

Era la primera vez que Anoland compartiría cartel con estos íconos de la cultura nacional, junto a otros famosos, como la declamadora Carmina Benguría, las cantantes líricas Zoraida Marrero, Georgina Dubouchet, Zoraida Beato y Lydia de Rivera; un tenor mexicano que llegaría a ser un grande del bolero y la canción: Pedro Vargas; los comediantes Garrido y Piñero, las orquestas Hermanos Lebatard y Hermanos Castro y como presentadores, José Antonio Alonso, Arturo Artalejo, Germán Pinelli y Gaspar Pumarejo.

Junto a las niñas Marta Cervantes y Adria Catalá, el dúo Miriam y Anoland se gana el favor del público, toma parte en diversos programas radiales, espectáculos teatrales y hasta en campañas publicitarias, como aquel sorteo organizado por las bicicletas Niágara en julio de 1939. De su breve unión musical con Anoland Díaz, la Acevedo diría varías décadas después a la periodista y bloguera cubana Tania Quintero: “Me presenté en La Corte Supema del Arte como cantante y gané todos los premios. Anoland Díaz era también una niña excepcional. Desde pequeña tocaba el piano de afición como una verdadera profesional, era el asombro de todos. Ella cantaba con voz de soprano, y yo de contralto infantil. Y al dueño de la CMQ se le ocurrió que nuestras voces podían hacer un dúo perfecto. Se llamó “Myriam y Anoland, el dúo perfecto”.

Myriam y Anoland, como dúo infantil, aparecen en el malogrado filme Una aventura peligrosa, de Ramón Peón, estrenado el 1 de junio de 1939 en el Teatro Nacional, en medio del éxito de La Corte Suprema del Arte, y que significó el debut cinematográfico de quien sería la gran vedette cubana Rosita Fornés, quizás el único valor defendible del filme. Ahí las niñas interpretan Duerme muñequita, una canción de cuna de Ramiro Gómez Kemp, quien estaba encargado de la dirección musical del filme y a toda costa logró colar obras suyas de dudosa calidad, junto a las que eran propósito y objetivo de la producción del filme: las de Ernesto Lecuona y Nilo Menéndez, el autor de Aquellos ojos verdes, entonces prominente ejecutivo en la música y el cine en Estados Unidos.

Según anuncio publicado el 6 de octubre en el Diario de la Marina, y con escasos 12 años Anoland es invitada a integrar el cartel de la suite de conciertos que ha ideado y organizado el gran Ernesto Lecuona en el teatro Auditorium, en El Vedado. Anoland Díaz participaría en solitario en el tercero de ellos, titulado La Rumba, coincidiendo de nuevo con Rita Montaner , Zoraida Marrero y Georgina DuBouchet, y junto a los también cantantes Jorgelina Junco, Oscar López y Joseíto Núñez; las orquestas de los cantantes Paulina Alvarez, con su orquesta, y Fernando Collazo y con La Sonora Matancera, ya instalados en el favor popular, propiciarían la presencia de formatos de música popular en el exquisito escenario capitalino, reservado a la llamada música culta y el canto lírico.

Ramón Fajardo Estrada, en su libro Rita Montaner. Testimonio de una época glosa así la aparición de Anoland por primera vez en el importante coliseo de El Vedado: “A los espectadores se les propician dos atractivas ofertas: asistir a la primera actuación en Cuba de la cantante brasileña Malena Toledo y al debut de Anolan Díaz, una niña de ocho años de edad, que impresiona a todos en ¿Por qué no vienes?, de Lecuona, con la Orquesta de La Habana, y al acompañarse ella misma al piano en El amor de mi bohío, de Julio Brito.”

Al mes siguiente, en noviembre, se organiza un concierto de despedida al trío Habana, que acoge el cine-teatro Cuatro Caminos. Ahí está Anoland junto a prominentes artistas de la radio y el teatro, como Miguelito Valdés, René Cabell, María Ciérvide, Blanquita Amaro, Abelardo Barroso y las orquestas Casino de la Playa y Riverside, entre otros, y como presentadores Manolo Serrano y Germán Pinelli, y su desempeño es destacado por la prensa. Ese mismo mes canta en el Festival de la Prensa, junto a la orquesta Hermanos Lebatard y la mexicana Manolita Arreola. Ya para estas fechas, la pequeña estrella era artista exclusiva de CMQ Radio y se presentaba en el programa del mediodía, que patrocinaba la empresa jabonera Crusellas.

En ocasión de una función extraordinaria, a la espera de la celebración del 24 de febrero en 1940, una de las fiestas patrias, Anoland sube de nuevo a la escena del Teatro Nacional, en el mismo programa otra vez con Rita Montaner, con la soprano Esther Borja, los comediantes Garrido y Piñero, y Bola de Nieve, entre otros. Meses después ya la mencionan entre los artistas que el Diario de la Marina cataloga como famosos, esta vez participando en un gran festival organizado por el jabón La Llave en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, en una comitiva musical encabezada por la Montaner, y en la que figuraban el libretista y compositor Félix B. Caignet, los cantantes René Cabel, Hortensia Coalla, Estrellita Díaz y la orquesta Cosmopolita, entre otros.

Para el 20 de junio de 1940 los artistas organizan un homenaje a Augusto Ferrer de Couto, columnista del periódico Alerta recién designado Concejal del Ayuntamiento de La Habana y Anoland es incluída en la revista musical que el coreógrafo y bailarín Julio Richards había ideado para la ocasión: Mujeres en La Habana, encabezada por Rita Montaner -con la que coincide ya por tercera vez- y en la que figurarían, en el profuso elenco, la bailarina Carmita Ortiz, la famosa actriz del teatro vernáculo cubano Luz Gil, la orquesta femenina Anacaona, la orquesta Riverside, el conjunto de música porteña Río de La Plata con sus cantantes Olga Chorens y Manolo Fernández.

Cuando Amado Trinidad Velazco decide crear la RHC Cadena Azul y el 1 de abril de 1940 irrumpe en el medio radial cubano con un empuje no visto, con prisa y sin pausa va a por los mejores músicos y artistas, y entre los emergentes, los más prometedores, la mayoría de ellos con contratos con otras radioemisoras como CMQ. Les ofrece jugosos contratos y logra llevarlos al cuadro artístico-musical de la RHC Cadena Azul. Entre ellos está Anoland Díaz, hasta ese momento, artista de CMQ.

En el número inaugural de la revista Ecos de la RHC Cadena Azul, en el que se presentaba a todo su cuadro director, técnico y artístico, la pequeña Anoland Díaz figuraba con una foto donde se le catalogaba como “la diminuta soprano con voz de angel”.Así se le presentaba en sus asiduas apariciones en los programas patrocinados por la marca cigarrera Trinidad y Hermanos, en la RHC Cadena Azul: “La Voz de Angel de la Radio”. En el número de agosto de 1941, en la misma revista, aparecía una foto suya, donde se le describía: “La Voz de Angel de la Radio es un verdadero valor en el campo lírico en Cuba. Esta simpática chiquilla es cada día más aplaudida y cada vez más imprescindible en la elaboración de buenos programas”.

Para diciembre de 1941, Anoland junto a su hermana Lina es anunciada como el Dúo Cuba, artista exclusivo de los programas auspiciados por Trinidad y Hermanos e integrando la extravagante caravana de Amado Trinidad y la RHC Cadena Azul que se presentaría durante ese mes en los teatros Iriondo (Ciego de Avila), Principal (Camagüey), Infante (Holguín) y Oriente (Santiago de Cuba como parte de un elenco encabezado por la orquesta Havana Casino dirigida en esta ocasión por Gilberto Valdés, el Conjunto Vocal Siboney (con Isolina Carrillo, Olga Guillot, Marcelino Guerra más conocido por Rapindey y Facundo Rivero, entre otros), Las Marvel Sisters, Reynaldo Henríquez, Rita María Rivero, Tomasita Núñez, Alfredito Valdés, Joseíto Núñez, Alfredito León, Chano Pozo, Adolfo Guzmán y la orquesta típica argentina Los Románticos Gauchos y la norteamericana Eleanor House, entre muchos otros.

Con una foto del Dúo Cuba, a toda contracubierta, las mostraba y anunciaba la revista órgano oficial de dicha emisora radial. La misma revista publicaba en marzo de 1942 una foto de Anoland firmada por el prestigioso Armand, considerado el fotógrafo de las estrellas, y que comentaba sus aplaudidas actuaciones en el programa “Eslabones de Oro Partagás”.

El 31 de mayo de 1942 participa en el homenaje a Ibrahim Urbino en el teatro Fausto, con las orquestas de Ernesto Lecuona y Havana Casino, Rita Montaner, las cantantes líricas Hortensia Coalla, Zoraida Marrero, Hortensia de Castroverde, Rita María Rivero, los tríos Matamoros y Servando Díaz, René Cabel, entre otros. En septiembre de ese mismo año, Amado Trinidad es homenajeado por músicos, artistas, empresarios y políticos en un gran espectáculo en el cabaret Tropicana, y en el escenario, Anoland Díaz compartió micrófonos con los cantantes Wilfredo Fernández y Margot Alvariño.

Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, noviembre de 2018.
Foto: Anoland Díaz en el primer número de la revista Ecos de la RHC Cadena Azul, abril de 1941. Tomada de Desmemoriados.

Aclaración: En todas las fuentes consultadas, el nombre de Anoland aparece indistintamente con “d” al final, y sin ella. Ver más fotos, notas y fuentes consultadas en Desmemoriados. Leer también la entrevista que Tania Quintero realizó en 2009 a Myriam Acevedo, publicada en este blog con el título Todo vuelve al principio y Recordando a Myriam Acevedo, una nota sobre su fallecimiento el 22 de julio de 2013 en Roma.