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jueves, 28 de junio de 2018

La revista SHOW, digitalizada



Como ninguna otra de las publicaciones periódicas que reflejaban el espectáculo en Cuba, la revista SHOW resulta el más completo compendio del panorama de la vida nocturna musical y artística en La Habana de la década de 1950 e inicios de los 60. Dicho esto, podría pensarse que su criterio editorial se limitaba a la vida artística en cabarets y night-clubs de la capital cubana.

Pero no fue así: vista a más de medio siglo de distancia, la revista SHOW constituye una herramienta indispensable para entender una época; para aprender acerca de los espacios y modos en que se creaba y difundía una buena parte de la música cubana; para trazar la ruta de muchos músicos cubanos en Cuba y más allá de la Isla, y también de muchos de los artistas extranjeros que actuaron en escenarios cubanos.

La revista SHOW vio la luz con su número 1 en marzo de 1954 y existió hasta enero de 1962, fecha de su última edición tras publicar 90 números durante 7 años de vida. Su creador, el Dr. Carlos Manuel Epifanio Palma y Valdés-Domínguez (La Habana 7 de abril de 1905-20 de diciembre de 1990) era un prominente abogado criminalista, periodista por vocación, noctámbulo, fanático de la noche habanera y practicante del espiritismo cartesiano, entre muchas otras señas de identidad.

Palmita, como terminó siendo conocido por todos, hizo lo indecible para conseguir el lugar que llegó a ocupar: viniendo de una familia de escasos recursos, estudió la carrera de derecho costeándola con su propio trabajo. Se dice que hasta llegó a vender caramelos en el cine Strand para lograr su propósito de hacerse jurista. Era ya abogado cuando es elegido representante a la Cámara en la segunda mitad de la década de 1930. Con solo 26 años el Dr. Palma asume la defensa del músico Alberto Jiménez Rebollar, uno de los amantes de la prostituta francesa Rachel Dekeirsgeiter, único acusado en el juicio por el asesinato de la joven, y al que defendió de manera brillante, desmontando todas las supuestas pruebas de culpabilidad que pesaban sobre él.

También en 1947 defendió con éxito a la bailarina hawaiana Patricia Schmidt, acusada de asesinar a su amante John Lester Mee en su yate, fondeado en la bahía de La Habana, un caso que alcanzó rotundos titulares en la prensa de la época, a la que el hábil abogado logró sensibilizar con las atenuantes del caso. Palmita ganaría el apelativo de “el Abogado de las Mujeres”: desde el despacho que ocupaba en la extinta Manzana de Gómez, donde también radicaban otros prominentes bufetes de abogados (hoy reconvertido en Hotel Manzana Kempinski), se ocupaba de acusaciones contra féminas en situación de vulnerabilidad –coristas, bailarinas, prostitutas- y alcanza notoriedad por salir airoso al hacerse cargo de casos que parecían indefendibles o insalvables.

Su renombre como jurista brillaría en un caso de otro carácter, al ganar en 1940 el juicio que enfrentó a la empresa del cabaret Tropicana contra los jesuitas del Colegio de Belén, aledaño al famoso centro nocturno, que se querellaron por el ruido de los tambores de Chano Pozo y otros percusionistas en el show Congo Pantera. El Dr. Palma basó su estrategia en lo extemporáneo de la demanda y resaltó la contribución de Tropicana como valor real para el auge del turismo, y su perfil cultural. Otros nombres conocidos engrosarían la cartera de defendidos por Palmita, personas y personajes de las más disímiles procedencias y filiaciones políticas.

“El periodismo y la abogacía han sido siempre mis ilusiones más acariciadas”, escribía Palmita en Nuestro editorial:un ideal en marcha, SHOW, Año 1, No. 1, La Habana, Marzo de 1954, página 3. En la abogacía, había alcanzado ya en 1954 cotas de renombre al encargársele y ganar casos de gran connotación, que le valieron reputación y celebridad. Pero en el periodismo, sería con la creación de SHOW donde logre, quizás, acercarse a su más caro propósito: a “la cristalización de un ideal por largo tiempo soñado, dirigir una revista que obedezca solo a mis planes y a mis determinaciones”, confesaría en el editorial del primer número de la revista.

En la concepción de un proyecto de publicación de esta naturaleza, con semejante materia prima, el inefable Palmita había decidido no apartarse de una de las aristas de su desempeño como abogado y que pasaba también por sus preferencias personales: la defensa de mujeres vulnerables en empleos socialmente menospreciados, mal vistos y en condiciones precarias o discutibles, féminas en conflictos generados durante el empleo o involucradas en hechos criminales.

Desde el primer número, lo declaraba en su columna editorial: quería “una revista honesta y humana, valiente y veraz, que intervenga en las relaciones entre artistas y empresas, siguiendo siempre una trayectoria inspirada en el más alto espíritu de justicia.” Y enseguida se centraba en lo que también sería una constante de la línea editorial de SHOW: “En materia de comentarios, reportajes, noticias e información gráfica, no escatimaremos esfuerzos para hacer de SHOW, más que una revista, una institución continental que vincule –como en un hermoso tratado de reciprocidad- a todos los que dediquen talento y afanes al servicio de cualquier manifestación artística.”

Eran éstos los propósitos que animaban al Dr. Palma a inicios de 1954. El primer número de SHOW llamó la atención, entre otros por incluír trabajos sobre Armando Romeu Jr., entonces director de la orquesta del cabaret Tropicana; el rodaje en Cuba del filme mexicano Hotel Tropical, con Rosa Elena Durgel, Dick y Biondi y nuestra Rosita Fornés en los roles protagónicos; una noticia importante sobre La Sonora Matancera, de amplia popularidad entonces y un festivo reportaje sobre la celebración del 42 cumpleaños del coreógrafo Roderico Neyra Rodney, quien, tras terminar su contrato con el cabaret Sans Soucí, ya había comenzado a dejar su sello irrepetible en los espectáculos del cabaret Tropicana. Espacios para la radio, televisión y el cine diversifican los contenidos de SHOW con fuerte presencia gráfica de cantantes, bailarinas, modelos y músicos, siguiendo los patrones estéticos de la fotografía y la publicidad de la época.

En ese inicio tuvo relativamente pocos anunciantes y breves espacios dedicados a night-clubs y cabarets únicamente de la llamada línea de segunda: Bambú, El Colmao, Alí Bar, Palermo, Colonial, Pennsylvania; y otras marcas comerciales de diverso género. Con un discreto número de páginas en sus primeros números, rápidamente la revista SHOW vio aumentar su volumen al conseguir ya para su tercer número el patrocinio de importantes anunciantes, desde los cabarets que constituían la tríada de gloria del espectáculo –Tropicana, Montmartre y Sans Soucí (con páginas especiales dedicadas a sus espectáculos) hasta las grandes marcas cerveceras Cristal y Hatuey.

En su concepción expansiva, Palmita diseña una estrategia de comunicación orientada al posicionamiento de la revista, con énfasis en acciones públicas, eventos y reuniones debidamente publicitadas y en las que involucra a modelos y artistas; instituye los Premios de la Revista Show a lo más destacado cada año en múltiples categorías. Consigue desde los inicios, algo original y de impacto: logra reclutar a un buen número de músicos, artistas y promotores que, radicados o de trabajo en diversos países, se convierten en los corresponsales viajeros de SHOW, disponiendo así de manera de regular de informaciones de primera mano sobre la vida musical y artística en Madrid, París, Roma, Londres, Miami, Nueva York, Los Angeles, Buenos Aires, México, Caracas, Ciudad Panamá, Lima y muchos otros países, siempre con énfasis en el quehacer de los artistas cubanos.

La lectura que hoy hagamos de la visualidad, el estilo y el diseño de SHOW, desde los presupuestos estéticos y comunicacionales actuales, podrían llevarnos a conclusiones erradas acerca de la intención de su creador y director al momento de concebirla, fundarla y desarrollarla, su eficacia y posterior significado: desde una visión actual de género el tratamiento de la figura femenina en la década de los cincuenta a través de las cantantes, bailarinas, coristas y modelos podría ser cuestionado y juzgado en su intención y reflejo, pero no puede olvidarse que todas jugaron roles imprescindibles en el entramado del espectáculo músico-danzario de los teatros, durante la primeras décadas del siglo XX, y los cabarets después, portadoras de estilos y tendencias que contribuyeron a difundir y desarrollar manifestaciones culturales que han permanecido en el imaginario que ha acompañado a la música popular cubana.

En todo caso, la profusión de información, datos y señales, que aparecen en las páginas de SHOW resultan muy útiles a estudiosos, investigadores, o simples curiosos interesados; en sus páginas se atesora el espíritu de una parte de aquellos años 50 e inicios de los 60, en lo que al mundo del espectáculo se refiere. En su elocuencia o sus omisiones se encuentran las claves de un discurso lúdico, que se sustentó siempre en la música y la respaldó a ella en sus más diversos géneros, y teniendo como plataforma de expresión, los escenarios de los centros nocturnos de todas las categorías, no solo en Cuba, sino también en muchos otros países. Y eso no es poca cosa, cuando se tiene en cuenta que el cabaret fue, sobre todo en la década de los cincuenta, junto a la radio y la televisión, uno de los espacios más significativos en la exposición y confrontación música-público. No puede por tanto, desdeñarse como manifestación-soporte de un modo de hacer y comunicar la música, que sí, tiene sus propios códigos de probada eficacia en una época donde se estaba muy lejos de imaginar que seríamos rehenes de teléfonos móviles, microchips o nubes donde almacenar y disfrutar-escuchar-visualizar nuestra música preferida.

Esta historia nos la cuentan las páginas de SHOW en las actuaciones y el quehacer de Rita Montaner, Benny Moré, Celia Cruz, Celeste Mendoza, Fernando Alvarez, Miguelito Valdés, el Cuarteto D’Aida, Olga Guillot, Las Mulatas de Fuego, María de los Angeles Santana, el Maestro Gonzalo Roig, Los Hermanos Rigual, las sopranos Marta Pérez, Xiomara Alfaro, María Teresa Tolón, la mezzo Alba Marina; Armando Oréfiche, Chico O’Farrill, el Cuarteto de Orlando de la Rosa, y el de Facundo Rivero; Trinidad Torregrosa con sus tambores batá; Merceditas Valdés y Adriano Rodríguez con coros folklóricos; Luis Carbonell con su poesía antillana; las afamadas vedettes Rosita Fornés y Blanquita Amaro; la inclasificable Juana Bacallao; Bola de Nieve, Mariana de Gonitch, Enrique Arredondo, Olga Navarro, las Hermanas Lago; las parejas de baile formadas por Ana Gloria Varona y Rolando García, y por Anisia y Rolando Espinosa, y muchos de los nombres hoy míticos entre las modelos y bailarinas: Alicia Figueroa, Maricusa Cabrera, Odalys Fuentes, Lina Salomé, Olga Chaviano, Emilia “La China” Villamil, Raquel Bardisa, Mónica Castell, Rosarito Moreno, Sonia Perla Gil, Milagros Pallés y muchísimas más, entre las que tendríamos que incluír a Elena Burke, Celeste Mendoza y Omara Portuondo si no hubiesen llegado a ser las grandes divas-cantantes en que se convirtieron después de aquellos inicios.

Momentos significativos fueron recogidos por SHOW como la presentación en 1954 en el cabaret Montmartre del espectáculo El Solar, creación de Alberto Alonso, con Benny Moré, Olga Guillot, Sonia Calero, Luis Carbonell, y que sería antecedente del ballet homónimo y del trabajo del eminente coreógrafo para el filme cubano Un día en el solar; el debut de la insignes sopranos Esther Borja y Marta Pérez en ese mismo escenario de las calles P y 23 en el Vedado; los extraordinarios y multitudinarios programas de La Sonora Matancera con Celia Cruz, Benny Moré o Daniel Santos en Radio Progreso; las exitosas noches del Cuarteto D’Aida –con Elena Burke, Moraima Secada, Omara y Haydeé Portuondo- en Tropicana y Sans Soucí; los éxitos de Chico O’Farrill y Nilo Menéndez en Estados Unidos; la explosión de ritmo y alegría de Ana Gloria y Rolando en el vuelo especial Tropicana de Cubana de Aviación; las imbatibles noches de Nat King Cole en el cabaret bajo las estrellas por tres años consecutivos; la presencia de Sarah Vaughan, Dorothy Dandridge, Tony Bennet en Sans Soucí y de Edith Piaff y Eartha Kitt en el Cabaret Parisién del Hotel Nacional; el meteórico ascenso de La Lupe a la popularidad en el club La Red; el triunfal debut de la cancionera Freddy, descubierta en el Bar Celeste por el propio Palmita y su trágica y prematura muerte en Puerto Rico.

No hubo un artista o figura relevante extranjera que se presentara en Cuba y que SHOW no reflejara en sus páginas: baste citar a los mexicanos Pedro Vargas, Germán Valdés Tin Tan, Tito Guizar, Miguel Aceves Mejías y Luis Aguilar; los españoles Chavales de España, Los Churumbeles, Lola Flores, Sarita Montiel, Pedrito Rico; el catalán Xavier Cugat; la brasileña Carmen Miranda, el boxeador Rocky Marciano, la cantante transgénero Christine Jorgensen; los franceses Edith Piaff y Maurice Chevalier; la argentina Libertad Lamarque, los norteamericanos Cab Calloway, Billy Daniels, Tony Bennet, Joan Crawford y la pareja de bailes Chiquita & Johnson; el colombiano Nelson Pinedo, los boricuas Daniel Santos, Ruth Fernández y Lucy Fabery, los chilenos Lucho Gatica y el dúo Sonia y Myriam; los italianos Pino Baratti, Floriana Alba, Katyna Ranyeri; los venezolanos Adilia Castillo, Héctor Cabrera y Mario Suárez; la peruana Yma Sumac y muchos otros.

Hace cuatro años, Desmemoriados se empeñó en un peculiar crowdsourcing para hallar los 90 números publicados de la revista SHOW, con la mira puesta en su digitalización, sin ánimo lucrativo y solo con fines didácticos, como vía para su conservación y disponibilidad. Rescate que, en definitiva solo pretende ser un aporte más a la preservación de nuestra memoria musical, escénica, cultural, esa que no puede segmentarse ni cribarse a voluntad, porque forma parte de nuestro imaginario, pero también de la historia social y cultural de Cuba y de lo que hoy somos los cubanos.

Este empeño concluye con el éxito de poder reunir la colección completa de la revista SHOW en edición facsimilar en formato digital. No ha habido pretensión de corregir errores de impresión o maquillar el desgaste de las páginas por el implacable paso de los años. Nos ha guiado fundamentalmente el empeño de entregar a investigadores, periodistas y a los más diversos lectores un gran cúmulo de información casi desaparecida en el tiempo, pero invaluable para el conocimiento y reconocimiento del mundo artístico cubano y sus principales actores.

Nada habría sido posible sin la colaboración de todos los coleccionistas y entidades que facilitaron ejemplares de su propiedad para ser digitalizados (Colección Gladys Palmera, Tommy Meini, Alfonso Martin, Luis Díaz Mijares, Patrick Dalmace, Jorge Rodríguez, Víctor Martínez Cuéllar, Rodolfo de la Fuente, José Reyes Fortú, Olga Navarro Tauler, Rafael Lam y Rosa Marquetti Torres). Tampoco habría sido posible sin la ayuda de aquéllos que colaboraron de diverso modo, que indicaron nombres, pistas y posibles caminos para encontrar las revistas que aún faltaban y reconstruír una colección que hoy no es posible encontrar en formato impreso en instituciones de acceso público. Gracias a Alejandra Fierro Eleta, Cristóbal Díaz Ayala, Jaime Jaramillo, Ciro Bianchi Ross, Alina Díaz Massinio, Rosario Moreno, July del Río, Gina León, Yuri Vázquez, Vivian Montané, Marelys Toledo, Rosa González, Sonia Gómez Castañeda, la Tienda de Antigüedades Memorias (La Habana) y la empresa Tertulia Endevors (Miami).

Gracias también a las entidades que permitieron la consulta de sus fondos: Biblioteca Nacional José Martí, Museo Nacional de la Música, Centro de Documentación del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), en La Habana; The Díaz-Ayala Cuban and Latin-American Popular Music Collection (Florida International University) y Cuban Heritage (University of Miami), en la Florida.

Ya lo saben: la colección digital de SHOW estará en estas y otras bibliotecas e instituciones, y a disposición de todos aquellos que necesiten o deseen su consulta o su simple disfrute.

Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, abril de 2018.
Foto: Portada del primer número de la revista SHOW, marzo de 1957. Tomada de Desmemoriados, donde pueden ver otras fotos.

Leer también: Revista Show de Cuba (http://rubencaravaca.blogspot.ch/2013/04/revista-show-de-cuba.html), Artículo de la revista Show dedicado a Pacho Alonso (http://www.habanaradio.cu/articulos/un-articulo-de-la-revista-show-dedicado-a-pacho-alonso/) y Show Vintage Cuban Magazine (https://www.cubacollectibles.com/cuba-S-Show-57-04.html).

lunes, 25 de junio de 2018

Bebo Valdés, concierto privado


Es verdad que es un viaje extraño, singular y doloroso, pero Bebo Valdés (Quivicán, 1918- Estocolmo, 2013) el gran pianista, compositor, director de orquesta y arreglista cubano, encontró con la muerte, es decir con la eternidad, una manera de volver definitivamente a su país. Y de regresar como vivió desde el día que decidió exiliarse y quitarse la dictadura de la cabeza: libre.

Salió muy temprano, a principios de la década del 60, y se pasó más de medio siglo con su piano en un bolsillo interior del saco por México, Estados Unidos, Suecia y España, sin importarle trabajar en el anonimato, por ejemplo, en el escenario de un restaurante de Estocolmo, donde, como dicen los críticos, tenía que amenizar las sopas y los fricasés de los comensales. Unos señores que ni siquiera imaginaban que aquel negro enorme, solemne y serio que tocaba, era uno de los artistas más importantes de la música americana del siglo XX.

Nunca sabremos cómo era su felicidad, su alegría y sus momentos de ternura en ese tiempo de marginación y olvido, aunque el hombre había reencontrado el amor y la familia, su esposa y dos hijos. Y el artista, tenía talento, vocación, oficio y poder para seguir escribiendo música y arreglos. "Cuando hago mis composiciones, las hago porque me gustan. Si no las uso quedarán para mis hijos".

En aquellas tres décadas de silencio, Bebo Valdés sabía muy bien las deudas que tenían con su música, personas como José Antonio Méndez y César Portillo de la Luz, los fundadores del filin (esa poesía cantada en tiempo de bolero), que habían ramoneado en sus sonoridades para hallar la verdad. Y otro tanto y algo más desde México le debía México Pérez Prado, cuando se encontró con el mambo y los compositores del jazz afrolatino, los inventores del son montuno y de todo lo que fuera armonía pura y cadencia criolla.



Valdés escribió mambos, creó un ritmo particular llamado batanga y trabajó como arreglista de los más destacados artistas de su país, como Ernesto Lecuona, Rita Montaner, Xiomara Alfaro, Rolando Laserie y Benny Moré, y de cantantes como los chilenos Lucho Gatica o Monna Bell.

Borrado de la historia de la cultura de su país por el odio de la burocracia, la intolerancia y la incultura, el músico se mantuvo tranquilo frente al piano, creativo, sin dejarse vencer por las tentaciones ni por la nostalgia y fiel a la promesa verbal que le hizo a su madre, horas antes de abandonar La Habana que nunca lo abandonó, de no volver a Cuba mientras existiera el comunismo.

Cuando el saxofonista Paquito D’Rivera lo llamó, en 1994, a su casa sueca para grabar Bebo Rides Again en Berlín y el cineasta Fernando Trueba lo incluyó en su documental Calle 54, Bebó Valdés renació para el gran público y recobró de manera tardía el bullicio y la gestión superficial de la fama. La gloria no lo dejó nunca porque suele tener una complicidad probada con los hombres humildes y discretos.

Antes del viaje final sin voz ni pasaporte, Valdés se había mudado para Andalucía. En el patio de una casa que compró en Benalmádena, Málaga, creía ver mejor el sol y los colores de su querido pueblo, Quivicán, una villa habanera en que él ha vuelto a ser y será para siempre Caballón, un muchacho alto, muy alto, que aprendió a tocar en un piano escorado que costó dos pesos y que amaba la música desde que nació.

Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 23 de abril de 2018.
Leer también: Mi homenaje a Bebo Valdés y Mis recuerdos de Bebo Valdés.

jueves, 21 de junio de 2018

El peligro de hacerse "rico" en Cuba



“Yony no debía estar preso; él producía carne y leche, comida para el pueblo; presos debían estar los que mandaron a trancarlo (detenerlo), es como si esa gente se divirtieran fabricando cárceles y metiendo hombres presos”, afirma, lamentándose, un obrero agropecuario.

Recién desempleado, el obrero tiene fundados motivos de queja: su empleador, Yony Castelló Sales, de 43 años de edad, residente en el barrio rural Itabo, municipio Puerto Padre, mayor productor de carne de cerdo de la provincia Las Tunas, hoy se encuentra en prisión provisional y con todos sus bienes y ganados ocupados por la policía por un presunto delito de cohecho.

En un operativo policial que recuerda la persecución de Pablo Escobar, Yony fue detenido a mediados del mes de abril, justo cuando el señor Miguel Díaz-Canel estaba por sentarse en la butaca del general Raúl Castro en el Consejo de Estado.

“Vi policías apostados en todas las entradas, por la carretera, y pensé que era por lo de las elecciones, nunca me pasó por la cabeza que estuvieran metiendo preso a Yony”, dice un chofer de alquiler.

“Cerraron los caminos, los trillos, ni a los vecinos los dejaron entrar ni salir del barrio; la mensajera (de la bodega) venía con unos huevos, dijo que eran para unos niños, y los guardias dijeron que de eso nada; dejaron sin cobertura todos los teléfonos del barrio, fue como si estuvieran cazando a Bin Laden, fíjese que yo escuché sobre mi cabeza un ruido, rrurrurrú, y veo un avioncito de juguete, volando por el barrio y sobre la casa de Yony, para allá y para acá, y pregunto, ¿qué es eso?, y me dicen, ‘un dron’. Usted se imagina… ¡Un dron vigilando a un campesino y a su cochiquera!”, cuenta un vecino.

Otro residente en Itabo asegura que “había policías, seguridad del Estado, tropas especiales, dicen que los jefes vinieron de La Habana; a los policías loales los movilizaron para un operativo, pero no les dijeron ni dónde ni cuándo ni contra quién; y como testigos para el registro no llevaron al CDR (comités de defensa de la revolución) de la zona. De testigos trajeron a jubilados del MININT (Ministerio del Interior) como José Luis (Leyva), ex guardafrontera que vive a más de un kilómetro de aquí”.

Pero la desconfianza no se limitó a policías locales, el CDR y los vecinos de Yony. La noche antes del registro, directivos de la delegación provincial del Ministerio de la Agricultura en Las Tunas fueron convocados por la jefatura del MININT. Se les dijo que iban a participar en una misión, pero no les dijeron ni dónde ni cuándo, simplemente les ordenaron dejar sus vehículos y sus teléfonos celulares.

Los directivos de la Agricultura acuartelados serían los encargados de peritar y recibir el ganado y la maquinaria agrícola ocupada, (un tractor, un arado, un surcador, una carreta y una carreta-pipa). “Y pasamos hambre, nosotros ni llevamos logística ni tuvimos tiempo de prepararla”, dijo a condición de anonimato uno de los funcionarios.

La cifra de participantes y los detalles del operativo policial para detener a un criador de cerdos en el municipio de Puerto Padre en el Oriente cubano, quizá pueda intuirse por la cifra de raciones ordenadas por el órgano de instrucción (judicial) para ese día: “90 comidas”, dijo alguien en la cocina-comedor. Y, necesitados de comida estarían registradores y cancerberos de callejones. Chequeadores y guardas de caminos pasarían toda la noche de vigilia; el registro domiciliario y a las instalaciones agropecuarias duraría unas 14 horas, desde alrededor de las seis de la mañana hasta poco antes de las 8 de la noche.

En ese tiempo sería peritado hasta el último muro, y llevado en requisición ganados, maquinaria agrícola, cuenta bancaria, y un automóvil comprado por Yony al Estado cubano en 80 mil CUC, que equivale a medio millón de pesos.

Ocupadas también fueron la carne de pollo y de cerdo conservada en la nevera doméstica, y 200 pesos, dinero en la cartera de Yuiledy Piñeda, esposa de Yony, dejándola con dos niños, una adolescente y un bebé de 11 meses en la más absoluta indigencia. “Con nosotros que no cuenten para más votaciones”, han dicho algunos vecinos.

¿Quién es Yony Castelló Sales para que las autoridades cubanas se tomen con él tales precauciones investigativas, provocando el enojo de no pocos de sus vecinos?, se preguntará el lector. Yony es delegado a la Asamblea Municipal del Poder Popular en Puerto Padre, recién fue elegido por los vecinos en su circunscripción. Pero para la nomenclatura castrista, Yony es 'millonario'.

Vive donde mismo nació, en la tierra adquirida por sus ancestros en la década de 1920. Desde antes de 2003, en convenio con la gubernamental empresa porcina, Yony se dedica a ese negocio. Durante todos estos años, ha producido miles de cerdos, y, miles de cientos de miles de pesos, pagados todos por su único comprador: el Estado cubano.

“El último lote lo vendió ahora en enero, eran 1,800 cerdos de más de 100 kilogramos cada uno, más de 180 toneladas, a 25 mil 500 pesos la tonelada son cuatro millones 590 mil pesos ¿no? Con ese solo lote da para comprarse dos carros (autos) como ése que se compró Yony. Y él no solamente producía carne: diariamente le vendía al Estado 80 litros de leche”, comentó un campesino que conoce bien a Yony, el mayor productor de carne de cerdo en Las Tunas.

Pero ahora Yony Castelló Sales está en prisión provisional y luego de diez días detenido, su abogado no había tenido acceso al expediente de fase preparatoria (judicial), según dijeron personas allegadas.

Acusado por un presunto delito de cohecho, “el que dé dádiva o presente o favorezca con cualquier otra ventaja o beneficio, lo ofrezca o prometa a un funcionario para que realice, retarde u omita realizar un acto relativo a su cargo”, sin otras agravantes puede ser sancionado con dos a cinco años de privación de libertad y como sanción accesoria, “la confiscación de bienes”.

Rodeado todos estos años de funcionarios gubernamentales y del partido comunista, que alababan sus producciones de carne y le suministraban lo que necesitó para incrementarlas, más que por un delito de cohecho, Yony Castelló está preso por correr el mayor peligro que una persona pueda correr en Cuba: hacerse 'rico'.

Alberto Méndez Castelló.
Cubanet, 27 de abril de 2018.
Foto: Familia Castelló Ramayo en 2014. Yony, con bigotes, entre una tía y el abuelo Pombo. Realizada por el autor y tomada de Cubanet.

Leer también: Ser 'rico' en Cuba.

lunes, 18 de junio de 2018

El peso cubano: papel de bolsillo


El rumor generalizado de que de un momento a otro el gobierno unificaría la moneda provocó un revuelo enorme en el país, por lo que no fueron pocos los que se precipitaron a tratar de poner a buen recaudo su dinerito.

La incertidumbre más generalizada era no saber qué moneda retirarían de circulación. Unos opinaban que el CUC (peso convertible), otros, apostaban por el CUP (peso cubano). Cuando los medios desmintieron el rumor, sólo mencionaron el aumento de personas en los bancos y Cadecas (casas de cambio), pero no todos acudieron a estos lugares para preservar sus ahorritos.

Las inauditas peripecias de muchos son dignas de ser contadas, sobre todo porque reflejan la falta de fe que el pueblo tiene en el gobierno. Jorge es un cuentapropista que quiere ampliar su cafetería, pero teme perder su dinero. Como afortunadamente puede justificar su procedencia, abrió una cuenta en el banco.

En cambio, Eduardo, que trabaja informalmente porque no está dispuesto a ser estafado por el gobierno, que le cobraría descomunales sumas en impuestos, tenía unos CUC guardados para hacer un baño nuevo en su casa y salió corriendo para la ferretería a comprar las piezas sanitarias. “Así tengo el dinero invertido, por si acaso”.

Otros, como Pedro, obrero de la construcción, aprovechó que un amigo había venido de Miami y le cambió el dinero que tenía guardado por dólares. “Con los verdes no hay escache, cuando los comunistas idearon aquel otro cambio de dinero, que arruinó a tantos, mi abuelo escondió los dólares y salvó la situación de la familia”. Sin embargo, sabe que en la actualidad el dólar no es la moneda ideal para cambiar, a causa del 12 % que descuentan en cada trueque. “Lo malo es que perdí en el cambio, pero los pude vender en algo más que en la Cadeca”.

Rafaela, ama de casa, que aunque no tiene dinero no vive ajena a la situación del país, ni tampoco calla sus criterios, sostiene que la medida aplicada hasta ahora para la unificación monetaria no beneficia a la población, porque,desde que se puede pagar en las dos monedas, "en las tiendas el gobierno nos cobra 25 pesos cubanos por cada CUC, mientras que en las Cadecas nos pagan los CUC a 24 pesos".

Algunos piensan que lo mejor que pueden hacer quienes tienen dinero en casa -cuando surgen comentarios sobre una posible e inmediata unificación monetaria-, es poner su dinero en el banco. En ese caso, ¿por qué la gran mayoría de los cubanos no lo hace? La respuesta podría radicar en el hecho de que últimamente para abrir una cuenta de ahorro hay que llenar un cuestionario donde, entre otros datos, debe informarse la procedencia del dinero, algo que en Cuba es bastante difícil, porque los bajos salarios apenas alcanzan para comer y el resto necesario hay que conseguirlo 'por la izquierda'.

Así le ocurre a Maritza, jubilada que da clases de inglés en el sector informal. Ante el temor de perder el dinero, su primer impulso fue ir al banco para abrir una cuenta de ahorro. Sin embargo, al enfrentarse al cuestionario, comprendió que no podía poner que el dinero procedía de las clases particulares, pues aunque trabaja duro y honradamente, no tiene licencia. “¡Esta gente quiere saber hasta donde el jején puso el huevo!”, pensó. Y con la misma se paró y se fue.

Gladys Linares
Cubanet, 23 de abril de 2018.
Foto: Tomada de Cubanet.

jueves, 14 de junio de 2018

Después



Ni Donald Trump ni los cuentapropistas. Ni la crisis venezolana ni las Damas de Blanco. Ni la OEA ni El Sexto. Ni tres millones de exiliados ni la Muestra (de cine) Joven. Ni el precio mundial del petróleo ni los centristas. Ni On Cuba ni El Estornudo.

El gobierno cubano parece, llegado este punto, invencible, inexpugnable, como si fuera a durar los mil años que Hitler anhelaba que durara el Tercer Reich. Podría llegar a la isla una tormenta diez veces más feroz que Irma, podría subir por la calle San Lázaro desde el Prado hasta la universidad, echar abajo toda Centro Habana, y que solo quedara en pie, con el mar a la altura del piso cinco, el hospital Ameijeiras, que el gobierno se las ingeniaría para sobrevivir semejante catástrofe, recoger a los muertos y mantener a raya a los descontentos, y hasta se vanagloriaría en Granma de su eficientísima administración de la tragedia, de su propia nobleza y munificencia. Podría repetirse 1929, otro Martes Negro, una caída de la bolsa en Wall Street tan honda que cada millón de dólares en los bancos del mundo valga de repente cincuenta centavos, y se vacíen estruendosamente los hoteles de La Habana, Varadero y Cayo Como Se Llame, ni turistas canadienses, ni ingleses, ni siquiera cubanetes de Miami.

Caerían la mayoría de los gobiernos de Europa y América Latina, pero no el de Cuba, que se ufanaría en Granma y en Cubadebate de haber pronosticado correctamente la crisis general del capitalismo, y anunciaría la libre circulación del rublo y el renminbi en la isla, media papa costaría cinco rublos, y Granma mismo, cincuenta kopeks o cinco yuanes.

Podría ser sucedido Trump por un Frankenstein hecho con partes de George Wallace, Joseph McCarthy, Barry Goldwater, Richard Nixon, Ronald Reagan y Dick Cheney, que amenace con aniquilar al gobierno cubano, ocupar la isla y convertirla, toda ella, no ya en un estado de la Unión, o siquiera un segundo Puerto Rico, sino en un territorio especial controlado por la alcaldía de Cayo Hueso. A menos que el gobierno cubano haya vaciado diez cápsulas de ébola en el Mississippi, o haya regado Novichok en la fiesta de Año Nuevo en Times Square o en las celebraciones del 4 de julio en Filadelfia, o haya hecho algo igual de estúpido, haya dejado que ISIS creara un campo de entrenamiento en la Isla de la Juventud, o que Corea del Norte lanzara un ataque sónico contra los diplomáticos norteamericanos en La Habana (oh!…), es difícil imaginar que incluso el más belicoso presidente norteamericano, teniendo que resolver tantos otros más graves asuntos, quiera lanzarse a conquistar Pinar del Río y Las Tunas, a plantar su bandera no en Pyongyang o Teherán, sino en los mogotes de Viñales y en la casa de Kiki y Marina.

Podrían volver el hambre y los apagones de 1993, que el gobierno cubano, habiendo aprendido entonces una muy útil lección sobre su pueblo, sobre su carácter y valor, sobre lo que quieren y lo que están dispuestos a pagar por su libertad, no esperaría que doscientos malencarados salieran a la calle a protestar para usar el más efectivo recurso en su amplia colección de trucos políticos, abrir las puertas del país, el que se quiera ir, que se vaya. Eso nunca les ha fallado.

Inmigración expediría pasaportes express, a diez pesos, cubanos. En veinticuatro horas, la gente podría ir de Cienfuegos o Morón a Novosibirsk, y veinte años después, en la capital de Siberia se podrían comer pastelitos de guayaba y de coco tan buenos como los de Miami. Ni el hambre, ni el más hostil y brutal presidente norteamericano, ni los vaivenes de la economía mundial, ni las catástrofes naturales, ni la oposición interna, ni el exilio, ni el nuevo periodismo independiente cubano amenazan seriamente, ahora mismo, la continuidad del Estado fundado por Fidel Castro. Solo queda un último factor de cambio, peligrosísimo, que el gobierno cubano no puede controlar tan hábilmente como controla y anula todos los demás, él mismo.

Habiéndole robado todo al país, su libertad, su orgullo, su historia, el grupo que gobierna Cuba le quitó también la habilidad para deshacerse de él. Desarticulada por un meticuloso, refinado aparato de vigilancia y represión, horadada física, emocional e intelectualmente por sesenta años de copiosa emigración, exhausta, cínica, desinformada, ineducada, sin líderes y sin ilusiones, la sociedad cubana no ha vuelto, seriamente, a plantarle cara al Estado desde el 5 de agosto de 1994, cuando los rufianes de Centro Habana, oyendo que venía el Comandante a parar la revuelta, dejaron caer las piedras que tenían en las manos y comenzaron a gritar estentóreos vivafideles. El único actor político que queda en la isla con capacidad de cambiar al país es el propio Estado, o más exactamente, las personas que se hacen pasar por él.

Esta semana, hubo cambio en la Jefatura del Estado, y alguien distinto a Raúl Castro fue proclamado presidente. Nadie espera que cambie nada, y nada cambiará, no inmediatamente, porque Raúl, mientras viva y pueda mandar, será todavía quien mande. Pero su retiro aparente, y su muerte, eventualmente, junto con la de los últimos guerrilleros de la Sierra Maestra, acelera un proceso que comenzó cuando Fidel cayó enfermo en 2006, la degradación y fragmentación de la autoridad política e intelectual de los líderes de la revolución de 1959, y su inevitable disolución.

Si a algo hay que atribuir la sorprendente duración de este gobierno cubano es a la feroz concentración de la autoridad del Estado en la figura de Fidel, que usó esa autoridad como si hubiera sido, no Stalin, Luis XIV, un rey escogido por Dios, un hombre hecho con luz de sol. No fue Fidel un simple, vulgar tirano, y creer que lo era, fue frecuentemente el primer error que cometieron sus enemigos. La fuente de su autoridad no era el Politburó soviético, ni los generales de las FAR, ni la Seguridad del Estado, aunque todos ellos contribuyeran decisivamente a protegerla, ni siquiera la honesta devoción que la mayoría de su pueblo tuvo por él durante muchos años, sino él mismo, su leyenda, y su rebosante vanidad y sentido de superioridad sobre los demás, un defecto moral que frecuentemente fue llamado, imbécilmente, “carisma” y, aún peor, “genio”.

Raúl, de quien podría decirse lo que Churchill dijo de Attlee, que es un hombre modesto con muchas razones para serlo, fue incorporado, política y simbólicamente, a la figura y el legado de Fidel, hasta el punto de perder su propia personalidad histórica, y en los doce años que han pasado desde que sucedió a su hermano, ha gobernado Cuba como si su etapa no fuera más que un largo epílogo de la anterior. Ha hecho mucho, pero nada, salvo negociar aquel breve armisticio con Obama, ha sido esencial, casi todo correcciones de los excesos y abusos de Fidel, y ha cometido bastantes abusos propios. Con Raúl, cuando no pueda seguir dando órdenes, o muera, se extinguirá definitivamente el poder que Fidel acumuló y ejerció impunemente, que no es un título, ni tres, no es transferible, no lo puede pasar la Asamblea Nacional de Raúl a nadie, ni siquiera a otro Castro, lo que debería proporcionar a todos los cubanos una suerte de consuelo.

La desaparición de la fuente original de poder y legitimidad del Estado cubano podría ser, al final, lo que haga que la isla se ponga de nuevo en movimiento. Necesariamente, la autoridad del Estado deberá ser reconstruida, nuevas fuentes de poder emergerán, Cuba no se convertirá en Libia, o en Somalia, donde el Estado desapareció junto con los tiranos que habían gobernado esos países con omnipotencia. Cuando se queden solos, no esta semana, no el año que viene, después, los nuevos gobernantes cubanos tendrán que hacer algo que nunca han hecho jamás, política. Se sabe muy poco de ellos, de estos mustios diazcaneles, de lo que saben, de lo que piensan realmente, de su carácter, de sus gustos, de sus ambiciones, además de la muy obvia de sobrevivir.

Sin Raúl para mediar y decidir, quién sabe cómo se las arreglarán para acordar qué hacer cuando no tengan consenso para una cosa u otra. Es imposible pronosticar cómo reaccionarían ante acontecimientos internacionales que podrían golpear a Cuba cruelmente, la caída del tenebroso post-chavismo en Venezuela, el agravamiento de esta incipiente, segunda Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos, otra crisis financiera global. Nadie podría decir si, en caso de otro maleconazo, Miguel Díaz-Canel se plantaría en el Prado a ver quién se atreve a tirarle una piedra, como hizo brillantemente Fidel, o sacaría los tanques a las calles, tendría su Tiananmén.

Algunos observadores creen que en esa fila de blancas guayaberas que rodea a Raúl Castro hay un Gorbachov, o un Adolfo Suárez, un reformista disfrazado de talibán que, cuando tenga la oportunidad, saldrá del closet y se declarará demócrata. Quién sabe, a lo mejor en el futuro el aeropuerto de Santa Clara llevará el nombre de Díaz-Canel, como el de Barajas lleva ahora el de quien fue gobernador de Segovia y Secretario General del Movimiento Nacional durante las postrimerías del franquismo. Sería una sorpresa, porque si hay algo notable en esa generación de burócratas del Partido y jefes militares a la que Raúl aparentemente está abriendo el paso, es su robusta, descarada mediocridad, no hay ninguna indicación de que ninguno de ellos tenga ya no conocimientos básicos sobre el mundo y su propio país, sino al menos mínima curiosidad intelectual, y la rara habilidad de pensar lo que nadie ha pensado antes. Mientras lo vieron necesario, Suárez y Gorbachov pretendieron, el uno, ser tan franquista como Franco, y el otro, la reencarnación de Lenin, pero nadie nunca creyó que eran ignorantes o idiotas, que es la impresión que los sucesores de Raúl provocan en los que los oyen hablar.

Quizás, en privado, cuando están seguros de que nadie los oye, salvo sus amigos más leales, estos gaznápiros se convierten de repente en una combinación sacrílega de Oscar Wilde y Groucho Marx, ingeniosos y cortantes, disertan brillantemente sobre cualquier tema que cruce su imaginación, hablan de literatura y música clásica y The Shape of Water y Kendrick Lamar, admiten que la alharaca sobre “esa película y Martí” fue una equivocación, discuten sobre lo que quisieran hacer para transformar la agricultura cubana o reformar los tribunales o insuflarle un poco de vida y del idioma español a Granma, especulan sobre lo que harían en Siria si fueran Trump, y lo que harían si fueran Putin. Francamente, ¿alguien cree que esto es siquiera posible? Algunos de ellos no podrían encontrar Siria en un mapa.

No importa cuán ignorantes sean los sucesores de Raúl, o bien, sí importa, por el daño que su ignorancia y crueldad causarán al país, por todos los innecesarios sufrimientos que los cubanos padecerán mientras aparece una salida a este atolladero, pero más importa el hecho de que posean una común característica política, su pequeñez. Esos pigmeos terminarán peleando entre sí, tratando cada uno de escapar con un pedazo del decrépito edificio del Estado castrista antes de que se derrumbe.

Algunos querrán apoderarse de los restos del ideario original de la revolución y de esos retratos de cartón de Marx, Engels y Lenin que adornaban los congresos del Partido, y ya no, pero deben estar guardados en alguna parte, mientras que otros preferirán quedarse con ETECSA o con medio Varadero. Los dividirán todos los grandes temas eternamente pospuestos por Raúl, desde la reforma del Estado hasta el matrimonio gay, y lo primero que los podría dividir, y permanentemente, sería cómo responder a una más animada actividad opositora en el país tras la muerte o incapacidad de Raúl, con diálogo, con indiferencia o a golpes.

En ausencia de un líder indiscutible, que todos acaten, de un propósito común, y de un sistema ideológico coherente, tres cosas de las que estos nuevos gobernantes carecerán, se formarán previsiblemente clanes y fracciones que encontrarán crecientemente difícil convivir, no se diga colaborar.

Juan Orlando Pérez
El Estornudo, 16 de abril de 2016.
Foto: Tomada de Diario de Cuba.


miércoles, 13 de junio de 2018

El silencio cómplice de la disidencia y el exilio cubano



Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, acaba de reunirse con Kim Jong-un, que no sólo es el dueño y señor de la República Popular Demócratica de Corea, sino uno de los dictadores más sanguinarios del mundo.

Kim siguió los ejemplos de su abuelo Kim Il-Sung, y de su padre Kim Jong-il, una dinastía que ya lleva 70 años al frente de la nación más cerrada del planeta y que durante todo ese tiempo ha logrado la 'proeza' de convertir a su pueblo hambriento y oprimido en zombis, obligados a aplaudir al unísono, que tienen que inclinarse ante sus 'líderes supremos', que no pueden expresarse públicamente y ni siquiera disentir en privado.

A quienes no obedecen ciegamente, les esperan campos de trabajo forzados, torturas y la muerte. No una muerte cualquiera: pueden ser tirados a perros hambrientos, como hizo Kim Jong-un con un tío. O matarlo tapándole la boca y la nariz con un paño envenenado, como hizo con su hermano Kim Jong-nam en el aeropuerto de Malasia.

La única posibilidad que tienen los norcoreanos de salir de aquel infierno es escapándose a través de ríos y bosques o si tienen la suerte de viajar al exterior en una delegación de la tiranía Kim.

La disidencia en la isla y el exilio cubano, que en su mayoría se localiza en Estados Unidos, especialmente en la Florida, saben todo lo que en siete décadas ha ocurrido y sigue ocurriendo en Corea del Norte. Hace un año, en junio de 2017, Otto Warmbier, estudiante estadounidense de 22 años, fallecía en un hospital de Ohio tras un cautiverio en Corea del Norte, debido al grave daño neurológico que le produjeron las torturas a las que fue sometido..

Warmbier estuvo 17 meses encarcelado en Corea del Norte, luego de ser acusado de tratar de robar un cartel propagandístico en el hotel donde se hospedaba. Fue condenado a 15 años de trabajos forzados, al ser considerado culpable de "actos hostiles contra el Estado". El joven había sido detenido en enero de 2016 en el aeropuerto de Pyongyang despu'es de realizar un viaje de cinco días por el país, organizado por una agencia de viajes de China, donde se encontraba realizando un intercambio académico.

En los medios internacionales no he leído que Trump le recordara a Kim el caso de Otto Warmbier. Y ya que quiso ser tan 'delicado y diplomático' y no quiso mencionar las brutales violaciones de derechos humanos en Corea del Norte, lo menos que pudo hacer es pedirle a Kim que se disculpara por ese crimen, al tratarse de un ciudadano de esa América que para Trump es todopoderosa y está por encima de dios y del diablo.

Sobre el encuentro de Donald Trump con Kim Jong-un en Singapur, el pasado 12 de junio, los congresistas cubanoamericanos, el exilio duro miamense y el ala trumpista de la disidencia isleña han preferido hacerse los 'suecos'. O los 'chivos locos', como se dice en Cuba.

Desde Miami, todos ellos se la pasan amenazando al régimen cubano, diciendo que van a enjuiciar a Raúl Castro por crímenes de lesa humanidad (que al lado de los cometidos por la dinastía Kim son ínfimos: comparada con Corea del Norte, Cuba es un paraíso caribeño), haciendo panfletos y declaraciones, llamando a la desobediencia civil y la rebeldía o a no votar en las elecciones para delegados al Poder Popular.

Quienes desde la llegada del millonario rubio de 72 años a la Casa Blanca ahora son más trumpistas que el propio Trump, son los mismos que se han dedicado a insultar al ex presidente Barack Obama, de 56 años, y tratado de borrar y echar por tierra su legado en Cuba. Pero la diferencia entre Obama y Trump no solamente radica en sus edades y los colores de sus pieles, si no por sus actuaciones y comportamientos políticos, sociales y humanos.

El martes 22 de marzo de 2016, Obama hizo en el Gran Teatro de La Habana un memorable discurso dirigido al pueblo cubano, con Raúl Castro y la élite gobernante viéndolo y escuchándolo desde un palco. Ese día, Obama habló de democracia, de libertades, de valores.

Después, Obama se dirigió a la Embajada de Estados Unidos y se reunió con representantes de la disidencia (entre ellos Antonio Rodiles hoy un supertrumpista) y activistas de derechos humanos y del movimiento LGBT. En otra sala de la Embajada, su principal asesor, Ben Rhodes, intercambió con cuatro periodistas independientes: Yoani Sánchez, Ignacio González, Augusto César San Martín e Iván García.

Desde Miami fueron -y siguen siendo- innumerables las descalificaciones hacia Obama por haber reestablecido las relaciones diplomáticas y comerciales con el castrismo y haber viajado a La Habana y compartido con Raúl Castro, un dictador que a pesar de tener 87 años al lado de Kim Jong-un, de 34 años, es un niño de teta.

Después que Trump y Kim se dijeron oprobios vía Twitter, como los dos son egocéntricos y a ambos les gusta el show, los flashes de las cámaras y acaparar titulares mundiales, se reunieron en Singapur, se dieron varios apretones de manos, se miraron y se sonrieron, como dos viejos enamorados: en el fondo, dada su forma autoritaria e intolerante de ser, Trump debe admirar a personajes como Kim, capaces de mantener bajo un puño de hierro a todo un pueblo durante siete décadas. Y hasta se invitaron a visitarse, uno a Washington, el otro a Pyongyang.

En un trabajo que hasta el momento de redactar esta nota no se había publicado, Iván García escribió:

"Corea del Norte es un Estado delincuencial. Diferentes ONGs le pidieron al presidente Trump que no olvidara recordarle al impresentable Kim Jong-un el tema de los derechos humanos. Pero hasta donde se sabe, no se lo recordó.

"Y es un dilema para la oposición en esas naciones. En el caso de Cuba, es sintomático que opositores consultados intentaron atenuar la estrategia de Trump con Corea del Norte como un mal menor y necesario.

"Entonces, ¿qué argumentos pueden sostenerse para no negociar tratados económicos con el neocastrismo? ¿Qué la dictadura castrista no tiene armas atómicas y la norcoreana sí? Porque si comparamos las dos dictaduras, la de 60 años de los Castro y la de 70 años de los Kim, la cubana es una aprendiz.

"Lo más preocupante, buscando opiniones de opositores para este trabajo, es el silencio y el temor a juzgar las decisiones de la Casa Blanca.

Nadie en la disidencia y el exilio cubano ha levantado la voz condenando las negociaciones de Washington con el Estado canalla de Corea del Norte".

Inexplicablemente, la disidencia y el exilio cubano han guardado silencio. Un silencio cómplice ante el reconocimiento público que un presidente de Estados Unidos acaba de hacer de un sanguinario dictador asiático.

Tania Quintero
Foto de AFP tomada de La Vanguardia.

lunes, 11 de junio de 2018

Que sea lo que Díaz quiera, perdón, lo que Dios quiera


En una bodega estatal de la calle San Miguel, Centro Habana, hay un pequeño televisor de 21 pulgadas colocado encima de cartones de huevos vacíos. La antena no es otra cosa que un perchero de metal. El aparato marca Sanyo está en un rincón y tiene granos de azúcar blanca desperdigados entre los botones.

La señal que emite el televisor no es nítida, las imágenes apenas se distinguen bajo una llovizna gris que difumina los rostros.

El martes en la noche, Martín y Armando, los bodegueros, pidieron prestado el televisor por dos días (18 y 19 de abril) a un vecino del barrio. Y durante miércoles y jueves, mientras la gente llega a la bodega con su libreta de abastecimientos, jabas de nylon, de mimbre, o un carrito de mandados, para comprar los frijoles, el arroz, los espaguetis del mes, o bien una caja de fósforos, en el televisor se ven las imágenes de la Asamblea Constitutiva de la Novena Legislatura del Poder Popular en Cuba que llegan en vivo desde el Palacio de las Convenciones de La Habana.

La bodega es pequeña y extremadamente oscura. Un alargado bombillo de luz fría, envuelto en telarañas, no es suficiente para alumbrar el local. En una de las paredes hay un cartel azul y blanco sujetado con cuatro pedazos de esparadrapo donde se lee: “Por Cuba: Elecciones generales 2017-2018. Genuina demostración de democracia”.

En el piso hay un huevo roto y la atmósfera huele a vinagre.

-¡Martín, asere, de verdad tú tienes puesto eso aquí! -dice un hombre con uniforme de custodio.

-Asere, hay que estar actualizado para que después no nos pasen gato por liebre -contesta Martín alcanzándole una caja de cigarros sobre el mostrador de madera.

El custodio se larga de la bodega después de hacer un ademán de protesta y refunfuñar: “Por eso estamos como estamos, porque la gente les sigue haciendo el juego”.

En ese instante la programación televisiva hace un impasse y entonces colocan un bloque de opiniones.

Una mujer negra, de unos 40 años, dice: “El destino ya está trazado, seguiremos con el socialismo hasta el final de sus consecuencias”. Un joven oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) sostiene: “Nosotros somos el legado de la Revolución y no la dejaremos caer. El cambio es necesario, pero garantizará la continuidad de un pueblo libre y abnegado”.

El locutor que lleva los hilos de la revista informativa especial que transmite la televisión cubana exhorta a un “tuitazo” a quienes lo ven. Dice que el país está en un momento crucial de su historia, “trascendental”, remarca, y que todos los cubanos y cubanas “debemos apoyar la continuidad del proceso revolucionario”.

#PorCuba y #SomosContinuidad son las etiquetas que el comentarista desea que su teleaudiencia posicione en las redes sociales y que se hagan trending topics en una isla de 11 millones de personas donde solo 11 980 hogares tienen conexión a internet y donde una hora de navegación cuesta un dólar mientras el salario medio apenas ronda los 30 mensuales.

Desde su estudio climatizado y confortable, el conductor abriga la intención de convencer a las desconectadas familias cubanas de que acudan en masa a las 635 áreas públicas wifi habilitadas por el gobierno en los últimos años a fin de que posteen “mensajes de apoyo”, recostados a una columna, sentados en la acera o en un improvisado banco, a la sombra de un árbol o bajo el sol de Cuba.

–Todos sabíamos que el tipo iba a ser Díaz-Canel. Ese chama se ve educado, inteligente. Además, Raúl le descarga un bulto –comenta Armando, el otro bodeguero.

Armando y Martín son una pareja explosiva detrás del mostrador, algo así como Stan Laurel y Oliver Hardy, el legendario dúo cómico del cine mudo. Armando vendría a ser Laurel: 39 años, flacucho, rostro asustadizo e inquieto. Martín sería Hardy: 53 años, gordo, bigote desaliñado, todo carisma, su sonrisa es su presentación.

–Al final, ya eso estaba decidido. No entiendo por qué, a última hora, adelantaron un día las elecciones. ¿Si no era Díaz-Canel, quién iba a ser? Ya los viejos tienen que ir para sus casas a leer el periódico –dice una señora que acaba de entrar en la bodega–.

La mujer saca de su jaba de nylon una botella plástica y se la entrega a Martín. Mirando el televisor, dice: “Échame ahí el aceite”. Martín se interna en un cuartucho, toma un embudo, lo coloca en la boca de la botella y abre un enorme tanque del que pronto sale un chorro espeso.

Dos rubias nórdicas, que vienen por el medio de la calle fotografiando las esquinas rebosantes de escombros y basura y mirando hacia los balcones en ruinas de Centro Habana, detienen su paso en la puerta de la bodega. Con ojos curiosos miran la imagen imprecisa que emite el televisor.

En ese instante, Alina Balseiro, presidenta de la Comisión Electoral Nacional, explica desde el estrado que, de los 605 diputados al parlamento cubano, el 53.22 por ciento son mujeres, que la edad promedio de los diputados es de 49 años y que el 86.7 por ciento de los escaños están ocupados por hombres nacidos después del triunfo de la revolución en 1959.

–Entren titis, pa que vean lo que son elecciones de verdad –les dice Martín a las chicas–.

–Esto sí es democracia. Sale una tipa y dice por quién todos tienen que votar, no hay opciones, uno y ya. Este es el tipo y camina… Aprendan, para cuando regresen hagan lo mismo en sus países –agrega entre risas Armando.

Las muchachas escandinavas no entienden nada. No hablan español ni saben lo que sucede en el pequeño televisor embarrado de azúcar. Se dan vuelta y se marchan.

Balseiro da a conocer los resultados electorales. Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez es el nuevo presidente de Cuba; ha sido elegido por 603 de los 604 diputados que votaron, para un 99.83 por ciento.

En el momento de la decisión no hay clientes en la bodega. Mientras barre el suelo, Martín dice: “Al final, Díaz-Canel será un títere mientras Raúl siga. No espero muchos cambios. Yo voy a seguir aquí dándole a la gente su comidita mensual y ya. Si tiene que haber un cambio, tiene que empezar por aquí, por la comida. Si la gente no come, no puede trabajar, por eso se roba tanto en este país”.

–Eso no se sabe, habrá que esperar; a lo mejor el tipo sorprende y cambia las cosas –responde Armando.

El sobrino de Martín, un adolescente de 16 años, llega en bicicleta a la bodega. Se apea, la coloca en una esquina y saca del bolsillo un smartphone. Le dice a su tío: “Vengo del parque y mira lo que publicó Pánfilo en su Facebook”.

El chico voltea el teléfono y Martín lee en voz alta: “El futuro de Cuba?? Que sea lo que Díaz quiera. Perdón, lo que Dios quiera”.

Los tres ríen al unísono.

Abraham Jiménez
El Estornudo, 19 de abril de 2018.
Foto: Miguel Díaz-Canel en la clausura del Seminario Nacional de preparación del curso escolar 2018-2019, celebrado en La Habana el 28 de abril de 2018. Tomada de Juventud Rebelde.


jueves, 7 de junio de 2018

Lisa Howard, la periodista que se acostó con Fidel Castro


En los casi 47 años (1959-2006) en que se mantuvo activo como gobernante de Cuba, Fidel Castro concedió pocas entrevistas, casi siempre a periodistas amigables y de medios muy importantes. Herbert L. Matthews, de The New York Times, Bernard Shaw y Lucia Newman de CNN, el cineasta Oliver Stone y Jeffrey Goldberg, de la revista The Atlantic son algunos de los privilegiados que pueden decir que entrevistaron a una de las figuras más controversiales del siglo XX. Sin embargo, aquellas entrevistas en las que permitió y respondió las preguntas más embarazosas o más significativas, Castro se las otorgó a reporteras estadounidenses agraciadas e inteligentes como Barbara Walters -le dio dos- Diane Sawyer, y antes que ellas, Lisa Howard de la cadena ABC.

Se ha escrito que al caudillo cubano “sólo le gustaban los entrevistadores extranjeros -mucho más si eran rubias y americanas-, algo que quizás formaba parte de su enfermiza relación de odio-cariño con Estados Unidos, y su machismo. A Howard, una ex actriz de telenovelas que se abrió paso hasta la notoriedad en la prensa de Estados Unidos y se convirtió en la primera mujer corresponsal de ABC y primera en presentar su propio espacio de noticias, Castro le concedió otra primicia: su primera entrevista (1963) con un importante medio televisivo estadounidense desde 1959.

Pero la relación entre Castro y Howard, como la que tendría años más tarde con la actriz italiana Gina Lollobrigida -quien también se llevó a casa su interview- fue más allá del marco profesional entrevistador-entrevistado. Con Howard no solo fue romántica, sino también diplomática, de acuerdo con el artículo que publicó el viernes en la revista Politico, edición de mayo-junio de 2018, el historiador de las relaciones bilaterales Peter Kornbluh.

En My dearest Fidel: An ABC's Journalist Secret Liasion with Fidel Castro, Kornbluh reconstruye una historia que la comunicadora dejó dispersa en fotos, notas, cartas y diarios que su esposo donó al Archivo de Seguridad Nacional. El académico descubrió la conexión entre Howard y Castro a mediados de los años 90, en un archivo secreto de contactos de la Casa Blanca con Castro en poder de la Biblioteca Presidencial Kennedy, tras presentar una solicitud para su desclasificación.

En el artículo de Politico, el coautor de Back Channel to Cuba cuenta como la relación íntima que llegó a desarrollar Howard con Castro le permitió a esta mujer establecer, por esfuerzo propio, un canal trasero de comunicación entre el caudillo comunista y las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, en medio de un álgido clima de Guerra Fría posterior a la Crisis de los Misiles y la instauración del embargo, y dominado por una animosidad que incluía mutuas actividades de guerra secreta.

Sin embargo, una primicia en el relato de Kornbluh es que contiene las primeras descripciones detalladas que se hayan publicado sobre una de las incontables infidelidades de Castro en su matrimonio con Dalia Soto Del Valle, con quien inició su relación en 1961. Se ha escrito mucho, pero no con detalles, sobre las relaciones de Castro con cientos y quizás miles de mujeres, más allá de las dos con las que contrajo matrimonio formal, Mirtha Díaz-Balart y Dalia. Abundan datos sobre sus affaires con Naty Revuelta, madre de su hija rebelde Alina; con Celia Sánchez, su secretaria personal desde la Sierra Maestra, y con la alemana Marita Lorenz, quien según asegura no fue capaz de asesinarlo por encomienda de la CIA.

?El ya desaparecido guardaespaldas del también finado Comandante, Juan Reinaldo Sánchez, ha descrito el mecanismo por el cual éste concertaba sus citas secretas extramaritales, a través de sus edecanes, en la llamada Casa de Carbonell de la Unidad Militar 160, sede de su seguridad personal en el reparto habanero de Siboney. Por allí, según Sánchez, habrían pasado su intérprete de inglés Juanita Vera, con la que tuvo un hijo llamado Abel; su intérprete de francés llamada Pilar, Gladys, una de las azafatas de sus viajes internacionales, y muchas mujeres más, pues el ex escolta daba fe de que “en los juegos amorosos y de seducción jamás se ha tropezado con la menor dificultad, ni resistencia, ni frustración”.

Lisa Howard, rubia de unas 110 libras de peso, encajaba, según Sánchez, en el ideal femenino de su jefe. Hablando del momento en que conoció a Dalia, durante un acto de la campaña de alfabetización en Santa Clara, el ex teniente coronel dice en su libro de memorias La vida oculta de Fidel Castro: “Al igual que Mirtha y Naty, aquella desconocida es una rubia de ojos claros, es delgada y menuda como una bailarina de ballet. Más que el cabello rubio, la esbeltez constituye un criterio primordial en sus elecciones amorosas. Sin ser un mujeriego ni un amante compulsivo, como tantos políticos del mundo, no deja de ser Fidel el infiel’”.

Ponemos ahora a su consideración algunos extractos traducidos del artículo de Peter Kornbluh:

Lisa Howard había estado esperando durante más de dos horas en una suite del Hotel Riviera, tiempo suficiente para bañarse, vestirse y maquillarse, y luego desnudarse mientras se preparaba para irse a dormir cuando pensó que ya no vendría. Pero esa noche a las 11:30 p.m. en La Habana, el 2 de febrero de 1964, Howard, una corresponsal estadounidense de ABC News, finalmente escuchó un toque en la puerta. Abrió y vio al hombre que había estado esperando: Fidel Castro, el líder de 37 años de la revolución cubana y uno de los principales antagonistas de los Estados Unidos en la Guerra Fría.

"Tú puedes ser el primer ministro, pero yo soy una periodista muy importante. ¿Cómo te atreves a hacerme esperar? ", le dijo Howard con ira fingida. Luego invitó a Castro, quien iba acompañado por su edecán (y médico personal) René Vallejo, a pasar a su habitación. Durante las siguientes horas, hablaron de todo, desde la teoría marxista hasta el trato a los presos políticos en Cuba. Recordaron al presidente John F. Kennedy, quien había sido asesinado meses antes. Castro le contó a Howard sobre su viaje a Rusia la primavera anterior, y la "atención personal" que recibió del "brillante" primer ministro soviético Nikita Jruschov. Howard amonestó a Castro por el régimen represivo que estaba creando en Cuba. "Para hacer una revolución honorable ... debes renunciar a la idea de querer ser primer ministro mientras vivas". "Lisa", preguntó Castro, "¿de verdad crees que gobierno un Estado policial?" "Sí", respondió ella. "Lo creo".

Ya a altas horas de la madrugada, Howard le pidió a Vallejo que se fuera. Finalmente a solas con ella, Castro deslizó sus brazos alrededor de la periodista estadounidense, y los dos se acostaron en la cama, donde, como recuerda Howard en su diario, Castro "me besó y acarició ... diestramente, pero con pasión contenida". "Habló de que me deseaba", escribió Howard, pero "no se desvistió ni llegó hasta el final". "Nos gustamos mucho", le dijo Castro, admitiendo que le costaba encontrar las palabras para explicar su reticencia. "Has hecho mucho por nosotros, has escrito mucho, has hablado mucho sobre nosotros. Pero si nos acostamos, será complicado y nuestra relación se destruirá". Le dijo que la volvería a ver, "y que todo vendría naturalmente". Justo antes de que saliera el sol sobre La Habana, Castro arropó a Howard, apagó las luces y se fue.

El verdadero nombre de Lisa Howard era Dorothy Jean Guggenheim, nacida en una familia judía de clase media en Ohio, pero se dio a conocer como la "Primera Dama del Pecado" de la televisión, una designación que Hollywood le otorgó por interpretar a tentadoras, asesinas y ladronas en olvidables programas de TV y películas de segunda clase a principios de la década de 1950. En 1957, se anotó el papel recurrente de Louise Grimsley en la popular serie de CBS The Edge of Night. Pero incluso cuando llamaba la atención en Hollywood, Howard indicó tener ambiciones mucho más grandes. "Aunque se destaca por su aspecto físico (5'3; 109 lbs; 35-23-35 de busto a caderas) la señorita Pecado prefiere pensar en sí misma como el 'tipo sensible-intelectual' que 'viaja a lugares', la describía un artículo de portada de People Today en 1953.

Entonces, en 1960, mientras vivía en Nueva York con su esposo, Walter Lowendahl, y sus dos hijas, Howard abandonó su carrera como actriz, tomó una grabadora y comenzó a hacer entrevistas exclusivas para la radio como voluntaria no remunerada de Mutual Radio Network. Obtuvo acceso a importantes figuras políticas, incluido el entonces senador John F. Kennedy, la ex primera dama Eleanor Roosevelt e incluso el presidente Dwight Eisenhower.

Pero fue la larga entrevista de Howard con Jruschov en septiembre de 1960, la primera que el líder soviético le había otorgado a un reportero occidental, lo que llamó la atención de los ejecutivos de ABC News. Con Castro furioso con Jruschov por retirar los misiles sin consultarlo, algunos funcionarios de la administración Kennedy vieron la oportunidad de atraerlo de vuelta a la órbita occidental.

Cuba era una gran noticia. Pero con las tensiones altas, el embargo vigente y sin viajes directos entre los dos países, pocos reporteros de la prensa estadounidense podían obtener acceso al país, y mucho menos una entrevista con su ardoroso líder. Howard había intentado en vano obtener una entrevista con Castro dos veces a principios de la década de 1960, y después de la Crisis de los Misiles hizo otro intento. "Considerando el estado actual de la crisis mundial", le escribió, "¿no sería este un momento ideal para que hablara con el pueblo estadounidense?"

La misión cubana en Nueva York finalmente le otorgó a Howard una visa para viajar a La Habana a principios de abril de 1963. Castro la ignoró durante varias semanas mientras terminaba las negociaciones con el abogado de Nueva York James Donovan (el mismo de la película Puente de espías de Tom Hanks) para la liberación de los prisioneros (de la invasión por Bahía de Cochinos) encarcelados en Cuba. En un intento por atraer su atención, Howard le escribió a Castro una carta después de su llegada: "Le ruego que diga que SÍ, le decía en español. "Deme esta entrevista, por favor", y se la pasó a varios interlocutores, entre ellos a Donovan, a quien le suplicó que le hablara bien de ella. "Le dije a (Castro) que había una bellísima periodista rubia que quería entrevistarlo y que le diera algo de su tiempo", recordó Donovan. "Lo hice buscando despertar la curiosidad y la vanidad masculina natural de Castro".

Castro por fin cedió y aceptó encontrarse con Howard en el cabaret del hotel Habana Riviera. Llegó a la medianoche del 21 de abril, y los dos hablaron hasta casi las 6 am: de Kennedy, de las impresiones personales de Howard sobre Jruschov, "un viejo zorro astuto" que "te cortaría como una ramita", y del aparato de Estado policial bajo el gobierno de Castro. Según ella, quedó impresionada por los conocimientos de Castro. "Nunca, nunca he encontrado un comunista interesado en los sentimientos de Albert Camus", contó más tarde en una carta. "Y ciertamente no he encontrado comunistas ansiosos por discutir los méritos de nuestra Constitución y nuestra Carta de Derechos. Pero Fidel disfrutó muchísimo de la conversación".

Tanto, que accedió a una entrevista formal, la primera que concedía a un periodista televisivo de los Estados Unidos desde 1959. En las primeras horas del 24 de abril, mientras cámaras cubanas rodaban en el Riviera, Howard le presentó una serie de preguntas: ¿Cuándo se convirtió en comunista? ¿Le solicitó a Jruschov los misiles nucleares? ¿Por qué cientos de miles de cubanos huían a Florida? Hubo momentos más ligeros, también. Castro le preguntó a Howard si su cabello rubio brillante era natural. "No tenemos que responder preguntas como esa en mi país", respondió ella. Y luego llegó el momento decisivo: ¿bajo qué condiciones podría apoyar un acercamiento con Washington? Castro citó sus exitosas conversaciones con Donovan sobre la liberación de prisioneros como un positivo paso adelante. Un acercamiento "es posible", dijo en mal inglés, "si el gobierno de los Estados Unidos lo desea". Proveniente de uno de los enemigos más famosos de Estados Unidos durante la Guerra Fría, meses después de un tenso enfrentamiento nuclear, el interés de Castro por mejorar las relaciones fue noticia.

A las pocas horas de la entrevista, Castro voló a Moscú, pero no sin antes haber hecho arreglos para que un gran ramo de flores fuera entregado en la habitación de Howard. A cambio, la periodista le dejó a Castro lo que describió como "un pequeño recuerdo", una carta profundamente personal que ella redactó en su habitación del Riviera. Mezclaba críticas intensas con elogios sinceros. "No quiero que te destruyan. ... Tú tienes lo que George Bernard Shaw llamó 'esa chispa de fuego divino' ", escribió Howard. "No eres el tirano despiadado y cínico (que tus críticos) han representado. ... No creo que tengas la intención de herir a la gente, sin embargo, con toda sinceridad, me siento triste y enfadada porque has destruido a miles y dañado a muchos más sin causa justa".

Un borrador de su mensaje, mecanografiado en papel con el membrete del Hotel Riviera, finalizaba "en una nota personal". "Nos conocimos y nos acercamos y, lo sé, sentimos algo el uno por el otro que no podía ir más allá. Yo soy quien soy y tú eres Fidel Castro y para nosotros, en este momento de la historia, nada personal puede hacerse realidad. Nuestros deseos personales no son importantes". Howard tachó ese párrafo durante una revisión, con grandes X en tinta azul. "Quizás nunca volveremos a vernos", concluía la carta. "Pero atesoraré con todo mi corazón, mientras viva, mi viaje a Cuba en abril de 1963 y mis encuentros contigo, mi querido Fidel".

En su diario del 13 de agosto de 1964, Lisa Howard asentó esta conversación jocosa con Castro. 02 A.M Llamada a pagar aquí desde La Habana. Es Fidel. Me pregunta si sé qué día es hoy. "Sí", le digo, "es jueves". "Pero es el día 13", dice. "¿Y entonces?", pregunto. "Es mi cumpleaños", dice Fidel. "Tengo 38 años". Lo felicitó y le cantó. Quiere saber si buscaré asilo en Cuba si (el candidato presidencial republicano Barry) Goldwater es elegido Presidente. Yo le digo que sí, si él me deja hacer un programa de noticias en televisión todos los días. Él responde que está bien si todos los días reporto propaganda marxista y leninista.

Después del asesinato de Kennedy en noviembre de 1963 ella persuadió a sus supervisores en ABC para que la dejaran regresar a Cuba a filmar otro especial de televisión, esta vez sobre la vida bajo la revolución. Cuando informó a la nueva administración de Estados Unidos sobre su viaje, funcionarios de la Casa Blanca le dijeron que estarían interesados en saber lo que Castro tuviera que decir. Howard y su equipo llegaron al aeropuerto internacional José Martí el 1 de febrero de 1964. Castro había enviado a Vallejo a su encuentro, y "me pasaron por la aduana como diplomática", recordó. Era diplomática, aunque autoproclamada. Mientras filmaba el nuevo especial de televisión, también estaría diseñando estrategias con Castro sobre cómo renovar su delicada diplomacia con el presidente Lyndon B. Johnson.

Había otra razón por la que ansiaba estar en La Habana. "¿Cuándo lo veré?" preguntó Howard a Vallejo tras su llegada. "Ha estado loco por saber cuándo llegabas", respondió el edecán. "Ha estado preguntando por ti todo el día". No vio a Castro hasta la noche siguiente, el 2 de febrero de 1964, cuando él llegó a su hotel cerca de la medianoche y los dos se quedaron hasta el amanecer antes de que él la arropara y se fuera.

Durante las siguientes dos semanas, Howard y su equipo recorrieron Cuba con el enérgico Castro, lo filmaron jugando al béisbol, visitando una granja ganadera e interactuando con los campesinos. Por mucho que Howard creía que Castro era un dictador, la abrumadora adoración pública que generaba la impresionó. "Le gritan 'Fidel, Fidel', los niños lo besan, las madres lo tocan", escribió. "Están maravillados, emocionados ... extasiados, pero en su mayoría apasionados. No me cabe duda de que la emoción que inspira Fidel en todas las mujeres es puro deseo sexual sin diluir. Es el animal masculino más físico que he conocido". La atracción entre ellos era innegable. "Estuve sentada o parada a su lado durante cinco horas y casi me vuelvo loca", relató Howard.

Era bastante pasada la medianoche cuando terminaron la entrevista, y Castro, Howard y Vallejo se dirigieron a la suite de ella. "Estábamos de un humor maravilloso", escribió Howard en su diario. El caudillo cubano se recostó en el sofá y apoyó la cabeza en el regazo de ella. "(El Secretario de Estado) Dean Rusk debería vernos ahora", bromeó Howard mientras Castro reía a carcajadas. Tumbados en el sofá, trazaron estrategias sobre cómo convencer a Johnson para que terminara el diálogo que Kennedy había iniciado. A las 3:30 de la mañana, Howard decidió una vez más que era hora de que Vallejo les diera un poco de privacidad, lo que puso nervioso a Castro.

"No puedo estar a solas contigo sin mi abogado", bromeó Castro. Cuando Howard anunció que quería "ponerse algo cómodo", él hizo un intento fútil para que no se cambiara. "Hizo un gran alboroto acerca de mi cambio de ropa porque era muy bonita y quería vérmela puesto", escribió. Y cuando salió del baño vestida con un camisón y un pijama, la reprendió por desobedecerlo. "No me entiendes", se quejó en un una explosión de machismo. "Solo quieres hacer lo que quieres hacer. ¿Por qué no me puedes tratar como un hombre? Castro desvió la conversación a su complicada relación.

Noches antes, había confesado que solía dormir con muchas mujeres, pero ya no más, “porque ahora que es el líder, todas las mujeres quieren acostarse con él, pero él creía que no era a él a quien querían sino dormir con el líder. Esto parecía molestarlo", contó Howard. Mientras le explicaba por qué no quería acostarse con ella, le preguntó a Howard: "¿Qué quieres tú, Lisa? ¿Tú quieres mi cuerpo?” Esa noche, él todavía estaba en un conflicto. "Me dijo que me deseaba mucho, pero que las condiciones debían ser adecuadas y que debíamos estar lejos, en algún lugar donde pudiéramos olvidarnos de todo", escribió Howard. Sin embargo, añadió, "nos fuimos a la cama y me hizo el amor diestramente y fue, por supuesto, emocionante y extático, tanto como cualquier cosa que yo hubiera experimentado alguna vez".

Rolando Cartaya
Martí Noticias, 21 de abril de 2018.
Fotos. Tomadas de Politico.

lunes, 4 de junio de 2018

Del machismo de Fidel Castro al retorno de una Primera Dama en Cuba




Para Fidel Castro, Revolución era cambiar todo lo que podía ser cambiado. Y fue lo que hizo aquel 1 de enero de 1959, cuando con su voz afónica, parado en un balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, comenzó a dinamitar las bases de la sociedad cubana. Primero sepultó la prensa libre. Luego las instituciones creadas a partir de la proclamación de la República, el 20 de mayo de 1902. Después acabaría con las costumbres y tradiciones, como la Navidad y el Día de Reyes. El 16 de abril de 1961, horas antes de la invasión por Bahía de Cochinos, declaraba que Cuba era un país socialista.

Se eliminó el traje con cuello y corbata en los hombres. Las mujeres dejaron a un lado los tacones y prefirieron usar más pantalones que vestidos. El Señor, Señora y Señorita fue sustituido por Compañero y Compañera. Bautizarse y asistir a misa era marcarse de sospechoso o 'contrarrevolucionario'. Casarse por la iglesia se consideraba una 'desviación ideológica'. Lo políticamente correcto era contraer matrimonio en un bufete colectivo. Numerosas parejas se casaban por el cake y la cerveza que otorgaban por la libreta de racionamiento, implantada en 1962, y poder disfrutar tres noches en un hotel. Cuando se aburrían de estar juntos, se divorciaban en un trámite exprés. Y si de esa unión no querían hijos, la mujer se hacía un aborto, gratis y seguro, en un hospital público de su ciudad.

El machismo típico de los latinoamericanos también estaba enraizado entre los barbudos y la casta de militantes surgida tras la constitución del partido comunista, en octubre de 1965. Para muchos de ellos y para un alto porcentaje de cubanos, igualmente machistas, la mujer era una vagina con ojos, que trabajaba en la calle, cuidaba los niños, hacía los mandados, cocinaba y a mano lavaba un burujón de ropa, mientras su marido participaba en reuniones del partido o sindicato, estaba movilizado como miliciano o se la pasaba jugando dominó o bebiendo ron con sus amigos o viendo un juego de béisbol en el estadio o la tele.

A Fidel Castro, obsesionado con el poder, jamás le importó el protocolo occidental ni las demandas feministas locales e internacionales. El puesto de Primera Dama siempre estuvo desierto. Cuando el 8 de enero de 1959 entró en La Habana, estaba divorciado de Mirta Díaz-Balart, la madre de su primer hijo, Fidelito. Era un hombre soltero. Se cuenta que a la cama se llevó una colección de mujeres: la cubana Naty Revuelta, madre de su hija Alina, la espía alemana Marita Lorenz, la periodista estadounidense Lisa Howard y se especula que también se acostó con la actriza italiana Gina Lollobrígida. Se rumora que en sus buenos tiempos, tuvo decenas de relaciones extramatrimoniales (para sus conquistas amorosas tenía una casa de citas a su disposición). Un buen día, en secreto, se casó con la maestra Dalia Soto del Valle, rubia de ojos verdes oriunda de Trinidad, Sancti Spiritus. Con ella tuvo cinco hijos varones: Alexis (1961), Alexander (1963), Antonio (1969), Alejandro (1971) y Ángel (1974).

En la Cuba de Castro I, la infidelidad era de buen gusto, engrandecía al macho criollo y consolidaba el mito del revolucionario masculino y viril. En sus últimos años, viejo y enfermo, sacó de la penumbra a Dalia y junto a ella se fotografió recibiendo visitantes y mandatarios extranjeros.

Raúl Castro, menos mujeriego, públicamente se exhibía con Vilma Espín Guillois, perteneciente a una familia acomodada de Santiago de Cuba y con quien se casó en 1959, él con boina negra y uniforme verde olivo y ella vestida de blanco. Tuvieron cuatro hijos: Déborah, Nilsa, Mariela y Alejandro. Vilma Espín, presidenta histórica de la Federación de Mujeres Cubanas, falleció en 2007, un año después de que Fidel se enfermara y Raúl, de dedo, fuera nombrado su sucesor.

De la etapa republicana, las dos primeras damas que aún los cubanos más viejos recuerdan, son la esposa del presidente Carlos Prío Socarrás (1948-1952), Mary Terrero (Ciego de Ávila 1925-Miami 2010) , y la segunda esposa de Fulgencio Batista, que gobernó en dos períodos (1940-44 y 1952-59), Marta Fernández, hija de gallegos nacida en La Habana en 1923 y fallecida en Florida en 2006. "Las dos eran muy bonitas y elegantes", afirma Esther, jubilada de 80 años. Ella igualmente se acuerda de Elisa Godínez (Vereda Nueva 1900-Miami 1993), la primera mujer de Batista, que "no tuvo tanto protagonismo como Primera Dama como Marta Fernández, una trigueña de ojos verdes".

Además de Mary Terrero de Prío y Marta Fernández de Batista hubo otras Primeras Damas: María Genoveva de Jesús Guardiola Arbizú, esposa de Tomás Estrada Palma (1902-1906); América Arias López, esposa de José Miguel Gómez Gómez (1909-1913); Mariana Seva Rodríguez, esposa de Mario García Menocal (1913-1921); María de la Asunción Jaén Planas, segunda esposa de Alfredo Zayas Alfonso (1921-1925); Elvira Machado Nodal, prima y esposa de Gerardo Machado Morales (1925-1933); Leonor Gómez Montes, esposa de Federico Laredo Brú (1936-1940) y Paulina Alsina Fernández, viuda de Francisco, hermano de Ramón Grau San Martín, que nunca se casó por lo que su cuñada Paulina ejerció como Primera Dama de 1948 a 1952. Su sobrina Leopoldina Grau Alsina, hija de Francisco y Paulina y más conocida por Polita Grau, merece ser mencionada. A raíz del golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, Polita se convirtió en enemiga del batistato, y partir de 1959, en una opositora a Fidel Castro, cuyo régimen en 1962 la arrestó y condenó a 30 años de prisión, de los cuales cumplió 14. Polita falleció en Miami el 22 de marzo de 2000, a los 85 años.

Del 4 de septiembre de 1933 al 23 de diciembre de 1936, una de las etapas políticas más convulsas en la historia de Cuba republicana, por breve período de tiempo gobernaron varios mandatarios. Las señoras que efímeramente se desempeñaron como Primeras Damas fueron: Ofelia Rodríguez Arango, Elisa Edelmann Ponce, Mercedes Márquez Sterling, Laura Bertinni Alessandri, Carmela Ledón, Marcela Cleard y Serafina Diago Cárdenas.

De los dos presidentes que tuvo el Gobierno Revolucionario entre 1959 y 1976, antes de que Fidel Castro acaparara todos los cargos, de Manuel Urrutia Lleó (Las Villas 1901-Nueva York 1981) se sabe que estaba casado, tenía tres hijos y le gustaba visitar la casa que la familia de su mujer poseía en Cayo La Rosa, Bauta, pero no muchos más datos. El segundo presidente, Osvaldo Dorticós Torrado, natural de Cienfuegos, en 1944 contrajo matrimonio con María Caridad Molina y Suárez del Villar, maestra de inglés. La muerte de su compañera de toda la vida le provocó a Dorticós una fuerte depresión y el 23 de junio de 1983 se suicidó de un disparo. En 2017, el periódico 5 de Septiembre se refería a María Caridad como "una cienfueguera ilustre, una mujer muy dada a ayudar a las personas, siempre al tanto de los problemas sociales y familiares de los demás". Si se lo hubieran permitido, hubiera sido una excelente Primera Dama.

El castrismo también menospreció el protagonismo femenino en concursos de belleza, como Miss Universo, o la elección de reinas en los carnavales, en la capital y provincias. No obstante, en el ámbito revolucionario, aparte de Vilma Espín, sobresalieron algunas mujeres, entre ellas Celia Sánchez Manduley (1920-1980), ex amante y secretaria personal de Fidel Castro, y las combatientes del asalto al cuartel Moncada en julio de 1953, Haydée Santamaría Cuadrado (se suicidó el 26 de julio de 1980) y Melba Hernández, fallecida en 2014.

Aleida March, viuda de Ernesto Che Guevara, y madre de cuatro de los cinco hijos que tuvo el argentino, en 2008 publicó un libro de memorias titulado Evocación. En 2014, en el artículo Los herederos del Che, el periodista independiente Ernesto Pérez Chang contaba en Cubanet que "después de confesar su convivencia con un antiguo miembro de la escolta de su difunto esposo, Aleida March nunca ha sido vista con buenos ojos por los principales dirigentes cubanos, mucho menos cuando decidió administrar personalmente los derechos de autor del Che y beneficiarse de ellos sin dar cuenta a nadie, ni siquiera a Fidel Castro, solo haciendo valer sus beneficios de viudez". Actualmente, a sus 81 años, Aleida preside el Centro de Estudios Che Guevara, fundado en octubre de 1983. El inmenso conjunto arquitectónico se construyó frente a la casa donde viviera el Che entre 1962 y 1965, en Calle 47 entre Conill y Tulipán, Nuevo Vedado, selecta barriada habanera.


Retrocediendo en el tiempo. En las filas del viejo partido marxista, el Partido Socialista Popular (PSP), varias mujeres brillaron con luz propia, como Dulce María Antúnez Aragón, que en viajes al exterior siempre acompañaba a su marido, Blas Roca Calderío, secretario general del PSP, uno de los redactores de la Constitución de 1940 y primer presidente que tuvo la Asamblea Nacional del Poder Popular (1976-1981). Entre las fotos que conserva Yuri Valle Roca, nieto de Dulce y Blas, se encuentra una de ella y Blas reunidos con Mao Tse-Tung, a principios de la década de 1960. Edith García Buchaca, la primera esposa de Carlos Rafael Rodríguez, fue una intelectual destacada (la segunda, María Antonieta Henríquez, que aún vive, es pianista, pedagoga e investigadora y fundó el Museo Nacional de la Música en La Habana y el Museo Provincial Alejandro García Caturla, en Remedios, Villa Clara). Pero tal vez la más popular fue Zoila Castellanos, segunda mujer del dirigente obrero Lázaro Peña, quien sobresalió como autora musical con el nombre de Tania Castellanos. Uno de sus números más conocidos es En nosotros, bolero incluido en el repertorio de Olga Guillot, Lucho Gatica y Pablo Milanés.

Casi sesenta años después de tipos duros, que manejaron la nación como un feudo, llega al Palacio de la Revolución un guajiro de Falcón, en Placetas, Villa Clara. Según sus allegados, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez (1960) es un hombre tolerante. Puede que lo sea, pero al saber que forma parte de esa legión de comunistas ortodoxos formados en las severas escuelas de adoctrinamiento partidista, cuesta creerlo. Sin embargo, al aparecer en público con su segunda esposa (la primera, Marta Villanueva, estomatóloga de profesión es la madre de sus dos hijos), tomándola de la mano y dejándose fotografiar con ella, actitud normal en países desarrollados, ha acaparado titulares fuera de Cuba.

Nacida en 1971 en Holguín, Lis Cuesta Peraza posee una amplia formación y experiencia en educación, cultura y turismo. Licenciada en Educación y máster en Ciencias Pedagógicas, ha sido profesora en el Instituto Superior Pedagógico José de la Luz y Caballero de Holguín y directora del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Holguín. Una sinopsis sobre ella se puede leer en el Diccionario de Escritores Holguineros (1862-2008).

Cuesta Peraza labora (o laboraba) en la agencia turística Paradiso del Ministerio de Cultura, con sede en La Habana y sucursales en España y Portugal. En el Catálogo de Ediciones Holguín, Colección Comunidad (2006), en la bibliografía aparece como coautora del libro Del cantar audaz. Semblanza biográfica y textos de Marilola X y es autora de una propuesta metodológica para favorecer la formación profesional mediante el estudio literario en secundaria básica. Por su trabajo, ha participado en eventos nacionales e internacionales, en Argentina y México, entre otros países. A Díaz-Canel lo ha acompañado en viajes oficiales a Corea del Norte, Japón, Ecuador y Bolivia.

Holguín, a 745 kilómetros al este de La Habana, es una provincia del oriente cubano de larga tradición artística, literaria y musical. No olvidemos que es la patria chica de dos escritores universales: Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) y Reinaldo Arenas (1943-1990). Y de personajes menos conocidos, como Mérido Gutiérrez (1971-1992), el verdadero autor de la canción Mona Lisa, mundialmente famosa en la voz de Nat King Cole. O de la propia Marilola X, seudónimo de la poeta, narradora y periodista María Dolores Suárez Ricardo (1905-1990).

En ¿Quién gobernará en Cuba, Richard Gere o Miguel Díaz-Canel?, Jorge Ángel Pérez, periodista de Cubanet, escribe: "Tendremos que esperar a la manera en que se conduce el cubano en sus futuros escenarios, tanto en el exterios como en la isla, para saber si es tan buen actor como Richard Gere, sobre todo ahora que la televisión estatal se refirió a Lis Cuesta, su esposa, como la Primera Dama, título que había desaparecido desde 1959 de la escena política cubana y que había molestado tanto a las feministas del patio".

Pero de acuerdo al protocolo verde olivo, el puesto de Primera Dama aún no ha sido incluido dentro del estamento político nacional. A pesar de su curriculum, Lis Cuesta es una desconocida para la inmensa mayoría de la población. Alguien que la conoció en un simposio, opina que el rol de Primera Dama, en ocasiones tildado de florero, "lo desempeñaría bien, pero por su preparación y experiencia, podría ser ministra de educación, cultura o turismo".

Una holguinera residente en La Habana, dice que nunca tuvo trato directo con Lis, pero personas que sí la trataron en Holguín, la describen como una mujer de carácter, muy discreta, de trato afable y buena amiga, "una cubana como otra cualquiera, que le gusta bailar en las fiestas y tomarse una cervecita, pero conservadora en su forma de vestir". Pero en una foto realizada en Santa Clara, el pasado 11 de marzo, su vestido sin mangas dejó ver un pequeño tatuaje en su espalda, algo inusual a su edad y que ya ha sido objeto de toda clase de comentarios en las redes sociales.

A falta de un programa económico o una hoja de ruta sobre el futuro del Cuba, que hasta el momento Miguel Díaz-Canel no ha presentado, los cubanos de a pie, además de comentar en las colas lo cara que está la libra de carne de puerco, se entretienen con la novedad de tener una Primera Dama. Una noticia extraoficial, aunque lo hayan dicho en la tele.

Iván García y Tania Quintero

Foto en colores: Lis Cuesta (izquierda), Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro y el canciller cubano Bruno Rodríguez, en el recibimiento de Miguel Díaz-Canel al presidente venezolano en el Palacio de la Revolución, el 21 de abril de 2018. Tomada de Martí Noticias.

Foto en blanco y negro: Dulce Antúnez y Blas Roca, secretario general del PSP, durante un encuentro con Mao Tse-Tung, a principios de la década de 1960. Tomada del blog de Yuri Valle Roca, nieto de Dulce y Blas.