Google
 

jueves, 28 de junio de 2018

La revista SHOW, digitalizada



Como ninguna otra de las publicaciones periódicas que reflejaban el espectáculo en Cuba, la revista SHOW resulta el más completo compendio del panorama de la vida nocturna musical y artística en La Habana de la década de 1950 e inicios de los 60. Dicho esto, podría pensarse que su criterio editorial se limitaba a la vida artística en cabarets y night-clubs de la capital cubana.

Pero no fue así: vista a más de medio siglo de distancia, la revista SHOW constituye una herramienta indispensable para entender una época; para aprender acerca de los espacios y modos en que se creaba y difundía una buena parte de la música cubana; para trazar la ruta de muchos músicos cubanos en Cuba y más allá de la Isla, y también de muchos de los artistas extranjeros que actuaron en escenarios cubanos.

La revista SHOW vio la luz con su número 1 en marzo de 1954 y existió hasta enero de 1962, fecha de su última edición tras publicar 90 números durante 7 años de vida. Su creador, el Dr. Carlos Manuel Epifanio Palma y Valdés-Domínguez (La Habana 7 de abril de 1905-20 de diciembre de 1990) era un prominente abogado criminalista, periodista por vocación, noctámbulo, fanático de la noche habanera y practicante del espiritismo cartesiano, entre muchas otras señas de identidad.

Palmita, como terminó siendo conocido por todos, hizo lo indecible para conseguir el lugar que llegó a ocupar: viniendo de una familia de escasos recursos, estudió la carrera de derecho costeándola con su propio trabajo. Se dice que hasta llegó a vender caramelos en el cine Strand para lograr su propósito de hacerse jurista. Era ya abogado cuando es elegido representante a la Cámara en la segunda mitad de la década de 1930. Con solo 26 años el Dr. Palma asume la defensa del músico Alberto Jiménez Rebollar, uno de los amantes de la prostituta francesa Rachel Dekeirsgeiter, único acusado en el juicio por el asesinato de la joven, y al que defendió de manera brillante, desmontando todas las supuestas pruebas de culpabilidad que pesaban sobre él.

También en 1947 defendió con éxito a la bailarina hawaiana Patricia Schmidt, acusada de asesinar a su amante John Lester Mee en su yate, fondeado en la bahía de La Habana, un caso que alcanzó rotundos titulares en la prensa de la época, a la que el hábil abogado logró sensibilizar con las atenuantes del caso. Palmita ganaría el apelativo de “el Abogado de las Mujeres”: desde el despacho que ocupaba en la extinta Manzana de Gómez, donde también radicaban otros prominentes bufetes de abogados (hoy reconvertido en Hotel Manzana Kempinski), se ocupaba de acusaciones contra féminas en situación de vulnerabilidad –coristas, bailarinas, prostitutas- y alcanza notoriedad por salir airoso al hacerse cargo de casos que parecían indefendibles o insalvables.

Su renombre como jurista brillaría en un caso de otro carácter, al ganar en 1940 el juicio que enfrentó a la empresa del cabaret Tropicana contra los jesuitas del Colegio de Belén, aledaño al famoso centro nocturno, que se querellaron por el ruido de los tambores de Chano Pozo y otros percusionistas en el show Congo Pantera. El Dr. Palma basó su estrategia en lo extemporáneo de la demanda y resaltó la contribución de Tropicana como valor real para el auge del turismo, y su perfil cultural. Otros nombres conocidos engrosarían la cartera de defendidos por Palmita, personas y personajes de las más disímiles procedencias y filiaciones políticas.

“El periodismo y la abogacía han sido siempre mis ilusiones más acariciadas”, escribía Palmita en Nuestro editorial:un ideal en marcha, SHOW, Año 1, No. 1, La Habana, Marzo de 1954, página 3. En la abogacía, había alcanzado ya en 1954 cotas de renombre al encargársele y ganar casos de gran connotación, que le valieron reputación y celebridad. Pero en el periodismo, sería con la creación de SHOW donde logre, quizás, acercarse a su más caro propósito: a “la cristalización de un ideal por largo tiempo soñado, dirigir una revista que obedezca solo a mis planes y a mis determinaciones”, confesaría en el editorial del primer número de la revista.

En la concepción de un proyecto de publicación de esta naturaleza, con semejante materia prima, el inefable Palmita había decidido no apartarse de una de las aristas de su desempeño como abogado y que pasaba también por sus preferencias personales: la defensa de mujeres vulnerables en empleos socialmente menospreciados, mal vistos y en condiciones precarias o discutibles, féminas en conflictos generados durante el empleo o involucradas en hechos criminales.

Desde el primer número, lo declaraba en su columna editorial: quería “una revista honesta y humana, valiente y veraz, que intervenga en las relaciones entre artistas y empresas, siguiendo siempre una trayectoria inspirada en el más alto espíritu de justicia.” Y enseguida se centraba en lo que también sería una constante de la línea editorial de SHOW: “En materia de comentarios, reportajes, noticias e información gráfica, no escatimaremos esfuerzos para hacer de SHOW, más que una revista, una institución continental que vincule –como en un hermoso tratado de reciprocidad- a todos los que dediquen talento y afanes al servicio de cualquier manifestación artística.”

Eran éstos los propósitos que animaban al Dr. Palma a inicios de 1954. El primer número de SHOW llamó la atención, entre otros por incluír trabajos sobre Armando Romeu Jr., entonces director de la orquesta del cabaret Tropicana; el rodaje en Cuba del filme mexicano Hotel Tropical, con Rosa Elena Durgel, Dick y Biondi y nuestra Rosita Fornés en los roles protagónicos; una noticia importante sobre La Sonora Matancera, de amplia popularidad entonces y un festivo reportaje sobre la celebración del 42 cumpleaños del coreógrafo Roderico Neyra Rodney, quien, tras terminar su contrato con el cabaret Sans Soucí, ya había comenzado a dejar su sello irrepetible en los espectáculos del cabaret Tropicana. Espacios para la radio, televisión y el cine diversifican los contenidos de SHOW con fuerte presencia gráfica de cantantes, bailarinas, modelos y músicos, siguiendo los patrones estéticos de la fotografía y la publicidad de la época.

En ese inicio tuvo relativamente pocos anunciantes y breves espacios dedicados a night-clubs y cabarets únicamente de la llamada línea de segunda: Bambú, El Colmao, Alí Bar, Palermo, Colonial, Pennsylvania; y otras marcas comerciales de diverso género. Con un discreto número de páginas en sus primeros números, rápidamente la revista SHOW vio aumentar su volumen al conseguir ya para su tercer número el patrocinio de importantes anunciantes, desde los cabarets que constituían la tríada de gloria del espectáculo –Tropicana, Montmartre y Sans Soucí (con páginas especiales dedicadas a sus espectáculos) hasta las grandes marcas cerveceras Cristal y Hatuey.

En su concepción expansiva, Palmita diseña una estrategia de comunicación orientada al posicionamiento de la revista, con énfasis en acciones públicas, eventos y reuniones debidamente publicitadas y en las que involucra a modelos y artistas; instituye los Premios de la Revista Show a lo más destacado cada año en múltiples categorías. Consigue desde los inicios, algo original y de impacto: logra reclutar a un buen número de músicos, artistas y promotores que, radicados o de trabajo en diversos países, se convierten en los corresponsales viajeros de SHOW, disponiendo así de manera de regular de informaciones de primera mano sobre la vida musical y artística en Madrid, París, Roma, Londres, Miami, Nueva York, Los Angeles, Buenos Aires, México, Caracas, Ciudad Panamá, Lima y muchos otros países, siempre con énfasis en el quehacer de los artistas cubanos.

La lectura que hoy hagamos de la visualidad, el estilo y el diseño de SHOW, desde los presupuestos estéticos y comunicacionales actuales, podrían llevarnos a conclusiones erradas acerca de la intención de su creador y director al momento de concebirla, fundarla y desarrollarla, su eficacia y posterior significado: desde una visión actual de género el tratamiento de la figura femenina en la década de los cincuenta a través de las cantantes, bailarinas, coristas y modelos podría ser cuestionado y juzgado en su intención y reflejo, pero no puede olvidarse que todas jugaron roles imprescindibles en el entramado del espectáculo músico-danzario de los teatros, durante la primeras décadas del siglo XX, y los cabarets después, portadoras de estilos y tendencias que contribuyeron a difundir y desarrollar manifestaciones culturales que han permanecido en el imaginario que ha acompañado a la música popular cubana.

En todo caso, la profusión de información, datos y señales, que aparecen en las páginas de SHOW resultan muy útiles a estudiosos, investigadores, o simples curiosos interesados; en sus páginas se atesora el espíritu de una parte de aquellos años 50 e inicios de los 60, en lo que al mundo del espectáculo se refiere. En su elocuencia o sus omisiones se encuentran las claves de un discurso lúdico, que se sustentó siempre en la música y la respaldó a ella en sus más diversos géneros, y teniendo como plataforma de expresión, los escenarios de los centros nocturnos de todas las categorías, no solo en Cuba, sino también en muchos otros países. Y eso no es poca cosa, cuando se tiene en cuenta que el cabaret fue, sobre todo en la década de los cincuenta, junto a la radio y la televisión, uno de los espacios más significativos en la exposición y confrontación música-público. No puede por tanto, desdeñarse como manifestación-soporte de un modo de hacer y comunicar la música, que sí, tiene sus propios códigos de probada eficacia en una época donde se estaba muy lejos de imaginar que seríamos rehenes de teléfonos móviles, microchips o nubes donde almacenar y disfrutar-escuchar-visualizar nuestra música preferida.

Esta historia nos la cuentan las páginas de SHOW en las actuaciones y el quehacer de Rita Montaner, Benny Moré, Celia Cruz, Celeste Mendoza, Fernando Alvarez, Miguelito Valdés, el Cuarteto D’Aida, Olga Guillot, Las Mulatas de Fuego, María de los Angeles Santana, el Maestro Gonzalo Roig, Los Hermanos Rigual, las sopranos Marta Pérez, Xiomara Alfaro, María Teresa Tolón, la mezzo Alba Marina; Armando Oréfiche, Chico O’Farrill, el Cuarteto de Orlando de la Rosa, y el de Facundo Rivero; Trinidad Torregrosa con sus tambores batá; Merceditas Valdés y Adriano Rodríguez con coros folklóricos; Luis Carbonell con su poesía antillana; las afamadas vedettes Rosita Fornés y Blanquita Amaro; la inclasificable Juana Bacallao; Bola de Nieve, Mariana de Gonitch, Enrique Arredondo, Olga Navarro, las Hermanas Lago; las parejas de baile formadas por Ana Gloria Varona y Rolando García, y por Anisia y Rolando Espinosa, y muchos de los nombres hoy míticos entre las modelos y bailarinas: Alicia Figueroa, Maricusa Cabrera, Odalys Fuentes, Lina Salomé, Olga Chaviano, Emilia “La China” Villamil, Raquel Bardisa, Mónica Castell, Rosarito Moreno, Sonia Perla Gil, Milagros Pallés y muchísimas más, entre las que tendríamos que incluír a Elena Burke, Celeste Mendoza y Omara Portuondo si no hubiesen llegado a ser las grandes divas-cantantes en que se convirtieron después de aquellos inicios.

Momentos significativos fueron recogidos por SHOW como la presentación en 1954 en el cabaret Montmartre del espectáculo El Solar, creación de Alberto Alonso, con Benny Moré, Olga Guillot, Sonia Calero, Luis Carbonell, y que sería antecedente del ballet homónimo y del trabajo del eminente coreógrafo para el filme cubano Un día en el solar; el debut de la insignes sopranos Esther Borja y Marta Pérez en ese mismo escenario de las calles P y 23 en el Vedado; los extraordinarios y multitudinarios programas de La Sonora Matancera con Celia Cruz, Benny Moré o Daniel Santos en Radio Progreso; las exitosas noches del Cuarteto D’Aida –con Elena Burke, Moraima Secada, Omara y Haydeé Portuondo- en Tropicana y Sans Soucí; los éxitos de Chico O’Farrill y Nilo Menéndez en Estados Unidos; la explosión de ritmo y alegría de Ana Gloria y Rolando en el vuelo especial Tropicana de Cubana de Aviación; las imbatibles noches de Nat King Cole en el cabaret bajo las estrellas por tres años consecutivos; la presencia de Sarah Vaughan, Dorothy Dandridge, Tony Bennet en Sans Soucí y de Edith Piaff y Eartha Kitt en el Cabaret Parisién del Hotel Nacional; el meteórico ascenso de La Lupe a la popularidad en el club La Red; el triunfal debut de la cancionera Freddy, descubierta en el Bar Celeste por el propio Palmita y su trágica y prematura muerte en Puerto Rico.

No hubo un artista o figura relevante extranjera que se presentara en Cuba y que SHOW no reflejara en sus páginas: baste citar a los mexicanos Pedro Vargas, Germán Valdés Tin Tan, Tito Guizar, Miguel Aceves Mejías y Luis Aguilar; los españoles Chavales de España, Los Churumbeles, Lola Flores, Sarita Montiel, Pedrito Rico; el catalán Xavier Cugat; la brasileña Carmen Miranda, el boxeador Rocky Marciano, la cantante transgénero Christine Jorgensen; los franceses Edith Piaff y Maurice Chevalier; la argentina Libertad Lamarque, los norteamericanos Cab Calloway, Billy Daniels, Tony Bennet, Joan Crawford y la pareja de bailes Chiquita & Johnson; el colombiano Nelson Pinedo, los boricuas Daniel Santos, Ruth Fernández y Lucy Fabery, los chilenos Lucho Gatica y el dúo Sonia y Myriam; los italianos Pino Baratti, Floriana Alba, Katyna Ranyeri; los venezolanos Adilia Castillo, Héctor Cabrera y Mario Suárez; la peruana Yma Sumac y muchos otros.

Hace cuatro años, Desmemoriados se empeñó en un peculiar crowdsourcing para hallar los 90 números publicados de la revista SHOW, con la mira puesta en su digitalización, sin ánimo lucrativo y solo con fines didácticos, como vía para su conservación y disponibilidad. Rescate que, en definitiva solo pretende ser un aporte más a la preservación de nuestra memoria musical, escénica, cultural, esa que no puede segmentarse ni cribarse a voluntad, porque forma parte de nuestro imaginario, pero también de la historia social y cultural de Cuba y de lo que hoy somos los cubanos.

Este empeño concluye con el éxito de poder reunir la colección completa de la revista SHOW en edición facsimilar en formato digital. No ha habido pretensión de corregir errores de impresión o maquillar el desgaste de las páginas por el implacable paso de los años. Nos ha guiado fundamentalmente el empeño de entregar a investigadores, periodistas y a los más diversos lectores un gran cúmulo de información casi desaparecida en el tiempo, pero invaluable para el conocimiento y reconocimiento del mundo artístico cubano y sus principales actores.

Nada habría sido posible sin la colaboración de todos los coleccionistas y entidades que facilitaron ejemplares de su propiedad para ser digitalizados (Colección Gladys Palmera, Tommy Meini, Alfonso Martin, Luis Díaz Mijares, Patrick Dalmace, Jorge Rodríguez, Víctor Martínez Cuéllar, Rodolfo de la Fuente, José Reyes Fortú, Olga Navarro Tauler, Rafael Lam y Rosa Marquetti Torres). Tampoco habría sido posible sin la ayuda de aquéllos que colaboraron de diverso modo, que indicaron nombres, pistas y posibles caminos para encontrar las revistas que aún faltaban y reconstruír una colección que hoy no es posible encontrar en formato impreso en instituciones de acceso público. Gracias a Alejandra Fierro Eleta, Cristóbal Díaz Ayala, Jaime Jaramillo, Ciro Bianchi Ross, Alina Díaz Massinio, Rosario Moreno, July del Río, Gina León, Yuri Vázquez, Vivian Montané, Marelys Toledo, Rosa González, Sonia Gómez Castañeda, la Tienda de Antigüedades Memorias (La Habana) y la empresa Tertulia Endevors (Miami).

Gracias también a las entidades que permitieron la consulta de sus fondos: Biblioteca Nacional José Martí, Museo Nacional de la Música, Centro de Documentación del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), en La Habana; The Díaz-Ayala Cuban and Latin-American Popular Music Collection (Florida International University) y Cuban Heritage (University of Miami), en la Florida.

Ya lo saben: la colección digital de SHOW estará en estas y otras bibliotecas e instituciones, y a disposición de todos aquellos que necesiten o deseen su consulta o su simple disfrute.

Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana, abril de 2018.
Foto: Portada del primer número de la revista SHOW, marzo de 1957. Tomada de Desmemoriados, donde pueden ver otras fotos.

Leer también: Revista Show de Cuba (http://rubencaravaca.blogspot.ch/2013/04/revista-show-de-cuba.html), Artículo de la revista Show dedicado a Pacho Alonso (http://www.habanaradio.cu/articulos/un-articulo-de-la-revista-show-dedicado-a-pacho-alonso/) y Show Vintage Cuban Magazine (https://www.cubacollectibles.com/cuba-S-Show-57-04.html).

No hay comentarios:

Publicar un comentario