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lunes, 2 de agosto de 2021

Dulce Antúnez y Blas Roca, dos cubanos de a pie



A modo de aclaración:

En un polémico artículo de Arturo López-Levy, publicado el 14 de junio de 2021 en La Joven Cuba, dejé el siguiente comentario:

López-Levy, me llamo Tania Quintero Antúnez, nací en La Habana en 1942, fui veinte años periodista oficial en Cuba, primero en la revista Bohemia y después en el ICRT y a partir de 1995 periodista independiente de Cuba Press. Desde noviembre de 2003 vivo en Suiza como refugiada política. Mi padre, José Manuel Quintero Suárez, fue guardaespaldas de Blas Roca Calderío hasta que después del asalto al Moncada, Blas pasó a la clandestinidad. Mi padre se casó con Carmen Antúnez, hermana de Dulce Antúnez, quien durante 50 años fuera esposa de Blas y con él tuviera cuatro hijos, mis primos Lydia, Francisco, Vladimiro y Joaquín.

O sea, Blas era cuñado de mi madre. Pero si no bastara esa cercanía con "el tío Paco", como siempre le dije, en agosto de 1959 comencé a trabajar como mecanógrafa en el Comité Nacional del Partido Socialista Popular, en Carlos III y Marqués González. Todo esto para decirle que eso que escribió de que Blas quiso ser enterrado en el Cacahual no solo es una gran mentira, también es una gran difamación.

Lamentablemente mi prima Lydia ya murió y si alguno de sus hijos o hermanos lo conservó, pudiera fotocopiarse y mostrarse que la verdad y la realidad es todo lo contrario. Cuando Blas falleció, Fidel Castro quiso que lo velaran en la Base del Monumento a José Martí, y por si no bastara el despliegue funerario que Fidel Castro quiso darle al 'compañero Blas', él despidió el duelo en la Plaza de la Revolución y después una larga caravana de autos y ómnibus de turismo, donde íbamos los familiares, se dirigió al Cacahual, porque fue Fidel Castro, quien sin consultar con nadie de su familia, decidió que lo enterraran allí.

Volviendo a ese día. En un momento del velorio, mi prima Lydia me llamó aparte y me mostró el papel, que en una hojita de esos blogs de papel gaceta donde Blas solía escribir con su diminuta letra y sin faltas de ortografía (lo sé bien pues le mecanografié la primera y única edición de Los Fundamentos del Socialismo en Cuba, más sobre los 19 meses que trabajé con la plana mayor del PSP se puede leer en la serie de cinco posts que en 2009 publiqué en El Blog de Tania Quintero con el título Harry Potter y la revolución escatimada). En esa hojita, Blas pedía que cuando se muriera lo enterraran en la tierra, no en tumbas ni mausoleos, un entierro sencillo.

López-Levy, cuando no se conocen las cosas, mejor no mencionarlas y si se mencionan, hacerlo con respeto. A Blas no se le conocieron combates militares porque nunca fue militar. Sin embargo, su pariente, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, no hace mucho ascendido a general por su ex suegro Raúl Castro, se supone que con tan alto grado, tenga un historial de combates militares. Si los tiene, nunca se han divulgado. Si lo de Blas fue siempre la política, lo de su pariente siempre han sido las finanzas, controlar el dinero desde el GAE.

El sábado 19 de junio, cuando revisé Hotmail, tenía un correo del 14 de junio del editor de La Joven Cuba: "Estimada Tania: Mi nombre es José Manuel, soy el editor de La Joven Cuba. Hemos visto y publicado su comentario al texto de López-Levy sobre el lugar de enterramiento de Blas Roca. Realmente lo que él señala en su artículo es lo que la mayoría de los cubanos creemos. Por eso me gustaría invitarla a que escriba algo al respecto y con mucho gusto lo publicamos. Ayudaría así a acabar con un mito tan extendido y a hacer justicia con una figura importante de la historia de Cuba. Espero su respuesta. Reciba un cordial saludo desde Cuba, JM".

A continuación le respondí: "Estimado José Manuel, disculpa la demora en responder. Acepto la propuesta de escribir sobre Blas Roca. Por cierto, iba a escribirle a Lázaro Yuri Valle Roca, el primer nieto de Blas e hijo mayor de mi prima Lydia Roca Antúnez, para que revisara si ese papel escrito a mano aún lo conservaban y en eso me entero que lo citaron a una unidad de policía, para supuestamente cerrar una acusación de 'desacato' que tenía pendiente desde 2020 y fue un ardid del DSE para detenerlo y mantenerlo incomunicado en Villa Marista. Saludos desde Lucerna, Tania Quintero".

El escrito solicitado por el editor de La Joven Cuba lo terminé de escribir el 20 de junio, pero como en vez de las 1,200 palabras solicitadas tenía 1,700, hice una segunda versión y se la envié una semana después, el 27 de junio, con cuatro fotos. Hasta la fecha, La Joven Cuba no me ha dicho por qué decidieron no publicarlo. A continuación, el texto original, más completo, de 1,700 palabras, pero con seis fotos en vez de cuatro.



En junio de 1979, como periodista de la revista Bohemia, estuve tres semanas en la ex República Democrática Alemana. Uno de los lugares visitados fue la casa de verano de Albert Einstein en Caputh, cerca de Potsdam. La simplicidad del mobiliario de aquella casa de madera, pero sobre todo la mesa y la silla del 'despacho' de Einstein, trajo a mi memoria el 'despacho' de Blas Roca Calderío, mi primer jefe, en 1959.

En los 37 años de mi vida laboral en Cuba, en mi expediente aparecía una carta, fechada en agosto de 1959, en la cual Blas, entonces secretario general del Partido Socialista Popular (PSP), decía que me conocía desde hacía tiempo (él quería poner desde que nací, pero no me gustó y lo cambió) y que yo era una persona de toda moral y confianza. Pero el puesto de mecanógrafa en el Comité Nacional del PSP, en Carlos III y Marqués González, no me lo dieron por esa recomendación, ni por ser sobrina de la esposa de Blas ni porque mi padre había sido su guardaespaldas por más de veinte años. Me contrataron porque después de un curso de dos meses de taquigrafía y mecanografía en español e inglés, en la Havana Business Academy que quedaba al doblar de mi casa, aprendí a mecanografiar con destreza en los dos idiomas, no tenía faltas de ortografía y sabía redactar cartas y documentos.

Al "tío Paco" le tecleé más porque era el secretario general y porque escribía como un condenado, en blocks pequeños, de papel gaceta, sin rayas, de ésos que costaban dos quilos en las quincallas que había en todos los barrios. Tenía la letra pequeñita, pero legible y escribía parejito, como si pasara una línea con una regla. Blas, como Juan (Marinello) y Carlos (Rafael Rodríguez) eran muy exigentes. No admitían borrones ni chapucerías. En 1959, Blas decidió reeditar su libro Los fundamentos del socialismo en Cuba. Cogió la última edición y la hizo leña. Iba arrancando página por página y en ellas directamente iba haciéndole los arreglos. La complicación venía cuando añadía nuevos párrafos y ponía numeritos aquí y allá. Para poder concentrarse, Blas decidió pasarse unos días en una casa en la playa de Guanabo, y yo, para poder mecanografiar con tranquilidad el libro, me mudé para su oficina, donde solo había un librero y tres taburetes: uno para él sentarse y dos para los visitantes.

Por eso mientras recorría la casa de verano de Einstein y su mujer Elsa en Caputh, mis pensamientos volaron a La Habana. Y recordé que no solo Blas era una persona muy austera, también lo era su esposa, mi tía Dulce María Antúnez Aragón, los dos de orígenes muy humildes, con largas historias de lucha en favor de la justicia social, él las iniciaría en su natal Manzanillo, ella en Sancti Spiritus. Simples y sencillos igualmente eran los tres hombres que acompañaban a Blas antes de 1959: René López, su secretario, Fiallo, su chofer y Quintero, su escolta, mi padre. Blas nunca se iba solo a almorzar a su casa, en Estrada Palma 107 entre Poey y Heredia, Santos Suárez: en la misma mesa almorzaban René, Fiallo y mi padre. Una vez al año, Blas y Dulce y sus cuatro hijos (Lydia, Francisco, Vladimiro y Joaquín) salían de vacaciones: alquilaban una casa en Guanabo, la playa entonces de moda, o iban al Balneario San José del Lago, en Mayajigua, Sancti Spiritus, desde donde a mis padres y a mí nos enviaban una postal, como esta de 1951:



Si hubo dos comunistas en Cuba que fueron verdaderos cubanos de a pie, esos fueron Blas y Dulce. No sé quién ni por qué, echó a rodar la bola de que Blas pidió ser enterrado en el Cacahual, donde descansan los restos de Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro. Nada más falso, inverosímil, injusto, difamatorio...

En Mi tiro de gracia, Alcibíades Hidalgo, quien fuera jefe de despacho de Raúl Castro y miembro del comité central del PCC, da una pista: "La organización de funerales y el traslado de restos ilustres como arma política abundan en la hoja de servicios del único General de Ejército en la historia nacional. En 1987 logró vencer la reticencia inicial de su hermano mayor para enterrar en el Monumento Nacional Cacahual, junto al legendario teniente general Antonio Maceo, a Blas Roca, el dirigente comunista que entregó incondicionalmente su viejo Partido Socialista Popular a los barbudos de la Sierra Maestra, consolidando la confianza de Moscú hacia los nuevos gobernantes de Cuba. En el terreno de la simbología revolucionaria, la entrada de Blas Roca al Cacahual rompió los respetuosos límites que resguardaban los sepulcros de los jefes mambises y creó un antecedente válido para llevar años después al propio Fidel Castro al lado de José Martí".


De su puño y letra, Blas había escrito que cuando muriera, quería que lo enterraran en la tierra. En un texto publicado en 2017, Lázaro Yuri Valle Roca, primer nieto de Dulce y Blas y primer hijo de Lydia, la primógenita del matrimonio Roca-Antúnez, recordaba: "Cuando mi abuelo murió, me indignó que lo velaran con tanta fanfarria, él siempre quiso y dejó escrito que lo enterraran en la tierra, no en el Cacahual, si no en el patio de su casa, algo sencillo, sin tanta cosa".

En septiembre de 2013 en mi blog escribía: "Lydia Roca Antúnez, mi prima más cercana, acaba de fallecer en La Habana. No quiso que la velaran ni gastaran dinero en flores. Que lo antes posible la incineraran. Todo acorde a la austeridad heredada de su padre, Blas Roca Calderío, y de su madre, Dulce Antúnez Aragón. Pese a haber sido una de las figuras históricas del comunismo cubano, Blas y los suyos eran una personas sumamente modestas. Como también lo eran y siguen siendo los Antúnez, un clan que en mis tías Dulce María y María Luisa tuvo a sus mujeres más comprometidas políticamente".

El 26 de abril de 1987, durante el funeral que la cúpula partidista le organizara a Blas Roca en la Base del Monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución, mi prima Lydia me contó que su padre hizo esa nota-testamento después de una fuerte angina de pecho que tuvo, probablemente debido a serias discrepancias que en ese momento tenía con Fidel Castro. Eso, me aclaró, fue antes de la constitución del Partido Comunista, el 3 de octubre de 1965. Blas no solo pensó que podía morir, también que su carrera política había llegado a su fin. Pero evidentemente las aguas se calmaron pues Blas resultó electo miembro del primer comité central del PCC en 1965. Diez años más tarde, en el primer Congreso del Partido, en 1975, integraría el buró político y el secretariado; luego presidiría la primera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (1976-1981) y posteriormente estuvo al frente de la Comisión que redactó el proyecto de Constitución aprobado el 24 de febrero de 1976.

Del divorcio de Blas con mi tía Dulce después de cincuenta años de convivencia, de la división familiar que esto provocó, de la enfermedad y fallecimiento del histórico líder del PSP, le corresponde hablar o escribir a los dos hijos que aún viven, mis primos Francisco y Vladimiro Roca Antúnez, si lo estiman pertinente. O a Lázaro Yuri Valle Roca, el nieto mayor y el que más sufrió por la separación de sus abuelos. Por cierto, en Mi tiro de gracia, Alcibíades Hidalgo menciona una situación de la cual fui testigo, porque asistí al velorio de Blas como parte de la familia y como reportera de los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, a los cuales en ese momento pertenecía: "La operación logística del funeral sin precedentes de Blas Roca incluyó un masivo velatorio en el Monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, para el que hubo necesidad de trazar fronteras entre las dos familias rivales del fallecido líder de los viejos comunistas".

A propósito de ese artículo, originalmente publicado en el diario español ABC, Lázaro Yuri me envió este correo: "Mi prima, ese día del velorio, como sabes, mi abuela Dulce Antúnez se sentó junto al féretro del viejo. La cosa estaba bien caliente, por un lado su secretaria y 'viuda oficial', Justina Álvarez, y por el otro, nosotros, su familia de toda la vida. Fidel, Raúl, Guillermo García y Ramiro Valdés estaban detrás de un parabán viendo todo el show. En eso, Raúl Castro me llama y delante de varias personas me dice que le pidiera a mi abuela que se fuera y les dije que los que tenían que irse eran ellos. Durante el entierro en el Cacahual, mi madre, la hija mayor de mi abuelo y sus tres nietos mayores, quitamos a los hombres que estaban echando tierra sobre el féretro y seguimos echándosela nosotros".

Como la trayectoria política de mi "tío Paco" es bastante conocida, no así la de su compañera de luchas y madre de sus cuatro hijos, a los lectores sugiero leer, en este blog, Mi tía Dulce, primera y segunda parte.



Una evidencia de la sencillez, naturalidad y espontaneidad que fue la 'marca de fábrica' de Blas y Dulce. En la foto no sale todo el familión que ese domingo, 16 de abril de 1967, se reunió para celebrar el cumpleaños del 'viejo Paco', como le decíamos al padre de Blas, Francisco Antúnez, sentado, con gafas oscuras. Detrás, mi tía, con una blusa de rayas y a su lado, Blas. En la mesa, el cake que ya habían picado y repartido a los más pequeños. El muchachito con camisa balnca es el hijo de Esperanza, hermana de Blas. El bebé de dieciocho meses, cargado por una mujer embarazada, es Alejandro, el segundo hijo de mi primo Francisco. Ella, Miriam, era su segunda esposa y tal vez ésa haya sido una de sus últimas fotos: después que dio a luz, una hembra a quien pusieron Vivian, baldeando la casa, descalza, fue a desconectar una lámpara de pie y se electrocutó. La señora que se ve al fondo, con rolos y pañuelo en la cabeza es Viva, la esposa rusa de mi primo Vladimiro. Además del cake, una bandeja con pastelitos y dos de panecitos con pasta de bocadito. Lo típico en los cumpleaños de los cubanos de a pie.


En la foto del cumpleaños del 'viejo Paco', el padre de Blas Roca, la niña que aparece a la izquierda, pegada a la mesa, es mi hija Tamila, nacida el 1 de agosto de 1964. La bata, de algodón azul marino con motivos blancos, se la había regalado Julia, una española que vivía en los bajos de nuestro edificio, en Romay 67 entre Monte y Zequeira, Cerro. Casi tres años antes, en octubre de 1964, cuando mi madre, Carmen Antúnez Aragón, y yo fuimos de visita a casa de Zulema, la primera esposa de mi primo Francisco, que vivía en el cuarto o quinto piso en un edificio situado en la Avenida 26, Nuevo Vedado, y al poco rato llegó Blas, que quería conocer a la nieta del 'gordo Quintero', su fiel escolta, quien ese día no fue por encontrarse ya muy enfermo (murió el 7 de octubre de 1966, Blas no solo redactó una nota sobre el fallecimiento de José Manuel Quintero Suárez que salió publicada en el periódico Granma, también despidió el duelo bajo un torrencial aguacero en el Cementerio de Colón). Aunque Tamila tenía solo dos meses, cuando Blas la cargó, lo miró extrañada. Unos minutos antes había estado sonriéndole a su abuela Carmen, a la derecha en la foto. Mi madre era cuñada del que hasta hacía poco tiempo había sido durante más de dos décadas secretario general del Partido Socialista Popular.

Tania Quintero Antúnez

Fotos del álbum familiar que hasta su muerte en 2013 conservó mi prima Lydia Roca Antúnez. En la segunda aparecen Blas y Dulce con su amiga mexicana Adelina Zendejas (Adelina Zendejas Gómez - Wikipedia, la enciclopedia libre), la niña es Sonia Ramos Antúnez, sobrina que mi tía Dulce crió junto a sus cuatro hijos. En la tercera, Blas cargando a su nieto Yuri dentro de un avión, durante un vuelo nacional, en 1964 o 65.

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