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lunes, 12 de mayo de 2025

A propósito de una nota y una foto

 

Esa foto ilustra la nota titulada Los manuales escolares cubanos desde 1901: de la educación al adoctrinamiento, publicado en 14ymedio el 16 de marzo de 2025.

La imagen es del 6 de julio de 1973. En la mesa junto con los hermanos Castro aparece Carlos Rafael y el que no se ve, a la izquierda de Fidel, debe ser el primer secretario de la UJC, que en ese momento era Luis Orlando Domínguez. Detrás, de pie, con la ropa de trabajo que entonces los dirigentes usaban, Osmany Cienfuegos y no me acuerdo el nombre del tipo de las gafas. Sentado, sonriéndose, Jorge Risquet, a su lado, Jesús Montané, el que está inclinado se me parece a Armando Hart viendo algo con alguien que no se distingue. Sería bueno averiguar qué ha sido de los cuatro pioneros. Si viven, dentro o fuera de Cuba, deben tener 60 años o más.

En esa nota, mencionan Textos Escolares Cubanos digitalizados. Al revisarlos, recordé cuatro libros que tuve cuando hice la enseñanza primaria en la Escuela Pública Ramón Rosaínz, en Monte y Pila, Cerro: Paquito, Estudios de la Naturaleza, Tercer Grado, varios autores, La Habana 1948; Libro Cuarto de Lectura de Ramiro Guerra y Arturo Montori, La Habana 1945; Educación Moral y Cívica, Cuarto Grado, varios autores, La Habana, y El Lector Nacional, Libro Quinto de Lectura de Miguel A. Cano, La Habana 1935.

Quienes deseen saber cómo eran las escuelas públicas habaneras en las décadas de 1940 y 1950, les recomiendo leer Ir a la escuela en La Habana de mi infancia.

Tania Quintero
Foto: Tomada de 14ymedio.

La medicina cubana antes de 1959

 

Sinopsis de once de los médicos cubanos que, tanto durante la época colonial, como en la República, realizaron acentuados aportes a la ciencia médica en nuestro país:

  1. Tomas Romay Chacón (1764-1849). Con su Disertación sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente Vómito Negro, enfermedad epidémica en las Indias Occidentales (1797) fundió los cimientos de la bibliografía médica en Cuba. En 1834 inauguró la clase de clínica médica y fue su primer catedrático. Introdujo los estudios de la Anatomía sobre el cadáver y los de clínica en las salas de los hospitales, llevó a los alumnos a las cabeceras de los enfermos para su tratamiento y a la morgue para la práctica de autopsias. Con sus contribuciones colocó a la medicina insular en la senda científica.
  2. Nicolás José Gutiérrez Hernández (1800-1890). Cofundador del Repertorio Médico Habanero (primera revista cubana dedicada exclusivamente a la medicina). Introdujo en Cuba el Estetoscopio, la auscultación para diagnosticar enfermedades respiratorias y circulatorias, y varias técnicas operatorias. En 1833 participó en la elaboración de un detallado informe sobre la primera epidemia de cólera en la Habana. Desempeñó un papel protagónico en la fundación de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (ACMFN-H), la cual presidió hasta su fallecimiento en 1890.
  3. Juan Carlos Finlay de Barres (1833-1915). Describió el primer caso de filaria[1] en sangre observado en América. Incursionó en la oftalmología e investigó sobre el tétanos, la lepra, el paludismo, la tuberculosis y el cólera. En 1872 presentó el primer intento de explicación de la fiebre amarilla, estudió los tejidos de fallecidos y dirigió su atención a los insectos capaces de penetrar los vasos sanguíneos con sus picadas, formuló su hipótesis, realizó los experimentos y demostró que el mosquito Aedes aegypti, era agente trasmisor de esa enfermedad.
  4. Ramón Zambrana Valdés (1817-1866). Cofundador junto a Nicolás Gutiérrez, del Repertorio Médico Habanero (1840-1843), desde sus páginas alentó, argumentó e impulsó la necesidad de crear una sociedad de médicos hasta lograr la fundación, en 1861, de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, para la cual fue designado como secretario y recibió el honroso título de Académico de Mérito. Fundador del Repertorio Económico de Medicina, Farmacia y Ciencias Naturales (1848-1851), la cuarta revista médica producida en Cuba en el siglo XIX.
  5. Juan Santos Fernández Hernández (1847-1922). Tomando como modelo el laboratorio de Luis Pasteur, en Francia, en 1887 fundó en Cuba el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica, en el que se obtuvieron los primeros sueros antirrábicos y antidiftéricos en América Latina. Fundó la revista Crónica Médico-Quirúrgica (1875-1940), la más importante de las producidas en Cuba en esa época. Formó parte del grupo de oftalmólogos que editaron Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología. Y fue el primero en Cuba en realizar operaciones oftálmicas complejas.
  6. Joaquín Albarrán y Domínguez (1860-1912). Coadyuvó al esclarecimiento de la fisiología y la patología del aparato urinario. Investigó la naturaleza adenomatosa del mal llamado hipertrofia prostática. Escribió el Contagio de la Tisis, cuatro años antes de que el médico alemán Robert Koch descubriera el agente causante de esa enfermedad. Más de diez epónimos empleados en todo el mundo llevan su nombre, entre ellos: la “Uñuela de Albarrán”. Nominado en tres oportunidades para el Premio Nobel de Medicina. En el Primer Congreso Internacional de Urología (1908) fue reconocido primer cirujano urólogo del mundo.
  7. José Antonio Presno Bastiony (1876-1953). En el Hospital Calixto García organizó una sala de Cirugía Experimental para la práctica de los alumnos con animales. Introdujo la conservación de cadáveres con formol para el estudio de la técnica anatómica, y de operaciones en el muerto. Realizó las primeras prácticas sobre raquianestesia. Ejecutó la primera colecistectomía e introdujo en el país varias novedades quirúrgicas como la Gastroentero-anastomosis posterior. Entre 1933-1934ocupó la secretaría de Sanidad y Beneficencia, y en 1944 la cartera de Salubridad y Asistencia Social.
  8. Ángel Arturo Aballí Arellano(1880–1952). En 1906, desde la plaza de Profesor Auxiliar de Patología y Clínica Infantiles, incorporó los métodos pedagógicos más avanzados a la enseñanza de la Pediatría. Cofundador de la Federación Médica de Cuba (1925). Promotor del primer servicio de Clínica Infantil. Realizó las primeras transfusiones de sangre, las punciones lumbares, el estudio del líquido cefalorraquídeo y las pruebas hepáticas. Inauguró un dispensario antituberculoso para niños y un preventorio destinado a lactantes con riesgos de contraer la tuberculosis. Y profundizó los estudios sobre las diarreas, la desnutrición y la tuberculosis.
  9. Emilio Martínez y Martínez (1864-1948). Introdujo en Cuba el método de aplicación de anestesia local para la extirpación de la laringe y la intubación laríngea para el tratamiento de la difteria. Confeccionó el Manual Práctico de Microscopía y Química. Gracias a su labor se estableció el diagnóstico y tratamiento de los tumores malignos en Cuba. Fundador de la Liga Contra el Cáncer, del Instituto del Cáncer y del Boletín de la Liga contra el Cáncer. Director de Sanidad de la República, organizó y dirigió campañas contra la epidemia de la viruela y contra la amenaza de la peste bubónica. En el Hospital Calixto García creó la cátedra de Garganta, Nariz y Oído. Y en 1936 ocupó la secretaría de Sanidad y Beneficencia, la posición más elevada dentro de la organización sanitaria cubana.
  10. Pedro Kourí Esmeja (1900-1964). Destacado en la Protozoología y en el estudio de enfermedades infecciosas. Sus trabajos más relevantes fueron en Helmintología (rama de la parasitología). Descubrió un nuevo parasitismo causado por el cátodo Inermicapsifer cubensis y realizó estudios especiales sobre huevos raros en heces fecales humanas y sobre su diagnóstico. Creó una escuela de Parasitología, que constituyó la base para la creación del Instituto de Medicina Tropical. Fundador de la Revista de Parasitología Clínica y Laboratorio (1935), única en idioma español y de la Revista Avance Medical (1940). Su labor investigativa, docente y sus publicaciones científicas se emplean en la enseñanza superior en Cuba y en otros países.
  11. Gonzalo Aróstegui del Castillo (1859-1940). En 1890 presentó su primera comunicación, el Estado mental de los epilépticos e hizo una contribución consistente en una técnica sencilla y original para resolver algunos casos de “Cuerpos extraños en las fosas nasales”. En 1894, tras exponer su trabajo Condiciones de la producción médica en Cuba, ingresó como Académico de Número en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Participó en la fundación de la Junta Central de Sanidad. Fundador de la Sociedad Cubana de Pediatría.

A los aportes de los médicos mencionados—muchos de alcance universal—se añade que: de los tres mil médicos que permanecieron en Cuba después de 1959 salió el profesorado y los investigadores que formaron las nuevas generaciones de galenos cubanos: la red de hospitales, públicos y privados y de casas de socorros que existió en Cuba sirvió de punto de partida para los construidos después; la existencia de sociedades cívicas, profesionales, y la red de publicaciones médicas y científicas independientes, desempeñaron un papel decisivo en todo lo antes logrado.

Ello explica que Cuba fue el primer país del mundo (1909) en elevar la organización de la salud pública a categoría de Ministerio. Avances, que alcanzados sin subvenciones extranjeras, pero con libertades para la creación, demuestran que la enarbolada 'salud pública revolucionaria' resulta inexplicable sin esos precedentes.

Dimas Castellanos
Convivencia, 7 de septiembre de 2024.
Fotos: Tomas Romay y Carlos J. Finlay. Tomada de Radio Habana Cuba.

lunes, 5 de mayo de 2025

Avances científicos en la Cuba colonial

 

Durante los primeros decenios posteriores al descubrimiento de Cuba en 1492 no hubo quien practicara en la Isla la profesión médica. No es hasta 1572 que arriba a La Habana Francisco Peláez y Pérez, cirujano naval español, con la misión de atender al personal de las flotas y a la dotación del Castillo de la Fuerza. Se sabe que él extendió sus servicios a personas civiles, incluyendo a los más pobres. No existe constancia, sin embargo, de que este importante precursor haya estudiado y examinado en alguna universidad y quizá no poseía en realidad título alguno.

Durante muchas décadas, La Habana no dispuso de ningún facultativo que se ocupara de manera estable de tan importante misión. Por aquella época la profesión de médico no era muy bien vista en términos sociales y los ciudadanos no reconocían en ella una ocupación respetable. El primero en cambiar ese estado de cosas fue el habanero Diego Vázquez de Hinostrosa, quien al parecer rompió la tradición militar de su familia para marchar, en 1649, a estudiar medicina en México. Hasta entonces la ciudad dependía del irregular envío a la villa de médicos peninsulares.

En los años en que Hinostrosa cursaba sus estudios en el virreinato vecino, entre 1651 y 1655, la población habanera estuvo al cuidado del médico sevillano Lázaro de Flores, quien no sólo se instaló de forma definitiva en nuestro medio sino se convirtió también en el autor del primer libro científico escrito en tierra cubana: Arte de navegar, obra que le tomó nueve años en su preparación y fue finalmente impresa en España, en 1673, año en el que también falleció su autor. Flores había servido como médico a la ciudad por más de dos décadas y durante buena parte de ese lapso fue el único disponible.

Al decir del eminente historiador José López Sánchez, la historia médica de La Habana se inicia en 1690, cuando comienza el arribo regular de médicos y cirujanos. Dicho autor subraya el hecho de que entre 1690 y 1710 a la ciudad arribaron médicos y cirujanos graduados en México y otros extranjeros, en número equivalente a los llegados en todo el lapso precedente del siglo XVII.

Entre los bachilleres en medicina titulados en México que regresan a La Habana a finales del siglo XVII se encuentra Marcos Antonio Riaño y Gamboa, quien se adentra en la senda abierta por Flores en las ciencias astronómicas. En 1714, Riaño llevó a cabo cuidadosas observaciones en La Habana y en otras villas del interior, utilizando un telescopio de su propia invención, con vistas a precisar sus coordenadas geográficas. Sus datos y cálculos fueron eventualmente objeto de revisión y verificación por el director del Observatorio de París y publicados en las Memoires de la Academie de Sciences, en 1729.

Si avanzamos en el tiempo hasta finales de ese siglo, en especial a partir de 1780, encontramos un significativo impulso al movimiento científico, entre cuyos principales propulsores estará un relevante médico cubano, el Dr. Tomás Romay Chacón. Este distinguidísimo galeno fue el primero en publicar, en 1797, una monografía científica dedicada a la fiebre amarilla. Su aporte de mayor trascendencia radica, no obstante, en su labor precursora en la inmunización contra el más temible azote de la época: la viruela.

Romay conoció desde temprano los trabajos del médico e investigador británico Edward Jenner (1749-1823) y fue un activo introductor en el país de la inmunización empleando “viruela vacuna” (vacunación) descubierta por este, en sustitución del método de inoculación directa de fluido pustuloso obtenido de enfermos de viruela, que se practicaba hasta entonces con no pocos inconvenientes asociados. Al llegar a la Isla en 1804 la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, a cargo del médico Francisco Xavier Balmis, enviada por el monarca Carlos IV para difundir en el entonces imperio español el inóculo vacunal y su aplicación, el visitante hubo de constatar que el médico criollo dominaba a la perfección el procedimiento de la vacunación.

Es célebre el hecho histórico de que, para persuadir definitivamente a quienes se oponían a la vacunación por considerarla ineficaz, Romay asumió la demostración con sus propios hijos, a los que después de vacunarlos hubo de inocularles pus proveniente de lesiones de un enfermo de viruelas, sin que mostraran afectación alguna. Aún más importante es el hecho de que Romay actuó por varios decenios como Secretario Facultativo de la Junta Central de Vacuna en La Habana. No hubo en la época una experiencia comparable, por su alcance y sistematicidad, en ningún otro país del continente.

Ya en pleno siglo XIX emergen varios brillantes médicos habaneros. Algunos viajan a Europa, en especial a Francia, para adquirir los más avanzados procedimientos y ponerlos en práctica a su regreso a la Isla. Tres eminentes cirujanos —a los que López Sánchez califica como “la trinidad de salvación” para los pacientes de su época—, se destacan especialmente: Nicolás José Gutiérrez, Vicente Antonio de Castro y Fernando González del Valle. Gutiérrez fue uno de los gestores tempranos de una sociedad médica y posteriormente de una academia de ciencias y, tras varias décadas de gestiones, logró el establecimiento en 1861 de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana —la primera de su tipo fuera de Europa— de la cual fue proclamado su primer presidente y reelecto para esa función por más de 30 años. Fue también el fundador de la primera revista médica cubana, el Repertorio Médico Habanero.

Gracias a los estudios realizados y la preparación adquirida durante su permanencia en Europa, este notable cirujano se convirtió en impulsor en nuestra práctica médica de las grandes operaciones (lo que hoy llamaríamos cirugía mayor), las que se fueron haciendo posibles por el uso de la anestesia quirúrgica. De hecho, él fue el introductor del cloroformo en nuestro medio con esos fines a principios de 1848, apenas tres meses después de su primera utilización por Simpson en Edimburgo, Escocia.

Por su parte, Vicente Antonio de Castro había sido el primero en el país en utilizar una sustancia anestésica —en su caso el éter etílico— con propósitos quirúrgicos, apenas cinco meses después de su descubrimiento por Morton y su primera utilización en 1846, por el cirujano C. W. Long en el Hospital General de Massachusetts, Estados Unidos. Según el historiador López Sánchez, Cuba fue el primer país de América Latina en el que se aplicó de modo regular la anestesia en los procedimientos quirúrgicos, con todo lo que ello implicó en el orden cualitativo para el desarrollo de esta especialidad.

Un nuevo salto de relevancia tendría lugar hacia fines de siglo, en lo tocante al avance científico en la práctica médica cubana. Bajo el auspicio directo y personal de otro notable médico y académico, el Dr. Juan Santos Fernández Hernández, tres facultativos cubanos: los doctores Diego Tamayo, Francisco I. Vildósola y Pedro Albarrán, viajaron para una estancia de adiestramiento al laboratorio de Louis Pasteur, en París. Al regreso de los facultativos en 1887 se constituyó en la capital el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana, el cual fue probablemente —en opinión del estudioso cubano Pedro M. Pruna— el primer laboratorio de ese tipo inaugurado en América.

Gracias a esta dinámica iniciativa, la población cubana tuvo a su disposición ese mismo año (1887) el suero antirrábico desarrollado por el eminente científico galo y unos años después (1894-1895), a sólo seis meses de su obtención inicial, el suero antidiftérico. Recordemos que este último era la única medicación eficaz contra la temible enfermedad hasta la aparición de los antibióticos. La institución habanera fue la primera realizar este tipo de producciones en América Latina y varios de sus preparados biológicos obtuvieron premios al ser presentados en la Exposición Panamericana de Buffalo, Estados Unidos, en 1901.

El doctor Santos Fernández fue un muy notable cirujano oftalmólogo. Inició sus estudios en La Habana, pero se graduó en Madrid y pasó de inmediato a especializarse en París. En 1875, mientras se encontraba todavía en esa ciudad, fue electo Miembro Corresponsal de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y tras su regreso a Cuba pasó a Miembro Numerario de la misma y a Miembro de Mérito en 1897. Fue presidente de la institución entre 1897 y 1899 y nuevamente entre 1901 y 1922. A su labor se debe la introducción en el país de complejas operaciones oftalmológicas.

Para concluir este sucinto recuento, es preciso aludir a una figura de especial relieve: el insigne médico epidemiólogo e incansable investigador Carlos Finlay de Barres y su trascendental aportación a la ciencia mundial. Su teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por un vector —en este caso el mosquito entonces denominado Culex y que hoy se conoce como Aëdes Aegypti— constituyó una aportación de máxima trascendencia al conocimiento de las enfermedades transmisibles y a la comprensión de sus formas de propagación. Nadie antes que él había concebido y experimentado a lo largo de veinte años en torno a esta posibilidad y en virtud de ello su descubrimiento forma parte, con toda justicia, de la historia de la medicina universal.

La teoría del eminente camagüeyano quedó fehacientemente demostrada, en términos históricos, al lograrse en 1901 la virtual erradicación de la enfermedad de la ciudad de La Habana, como resultado de la campaña de saneamiento que dirigiera el médico militar estadounidense William Gorgas, quien se basó para conducirla en las recomendaciones formuladas antes por el sabio cubano. En su ejercicio médico Finlay practicó la oftalmología y llegó a proponer procedimientos quirúrgicos para la extirpación de cataratas, novedosos para su época, según consta en documentos de la Academia.

Al proclamarse la independencia formal de Cuba en 1902, Finlay fue designado al cargo de Jefe Superior de Sanidad y hubo de organizar el sistema de sanidad de la naciente república. Los ejemplos apuntados, junto a otros que la necesaria brevedad no permite abordar aquí, dan fe de la histórica avidez y diligencia de los hombres de ciencia en Cuba por acceder al conocimiento más avanzado de su época y su capacidad para accionar con notable agilidad para aplicarlos en nuestro medio. El legado de inquietud científica, esfuerzo personal y dedicación sostenida de estos eximios precursores conserva hoy, en pleno siglo XXI, total validez.

Ismael Clark
Cubarte, 22 de mayo de 2017.
Ilustración: La Habana en el siglo XVII, imagen del Atlas Beudeker, Amsterdam. Actualmente el atlas es parte de la colección de la British Library en Londres, que es la biblioteca nacional del Reino Unido. Tomada del blog Akelarre: historia y ficción.

lunes, 28 de abril de 2025

Obispo y O'Reilly, dos calles hermanas (II)

 

Tiene La Habana Vieja pares de calles contiguas que se perciben enlazadas por la dinámica de su uso y proximidad, como Oficios y Mercaderes, Monserrate y Zulueta, pero tal vez las más hermanadas son Obispo y O'Reilly. Partiendo de una plaza llegan a otra, conectando dos centros medulares de La Habana antigua y moderna. En el camino parecen infinitas con sus 12 manzanas colmadas de negocios, en un largo escaparate de productos y servicios. Vistas y empleadas como un gran corredor, se referencian proyectos de 1860 y 1910 que propusieron consolidarlas como una sola vía, lo que afortunadamente no llegó a implementarse.

Hasta 1959 coexistieron en ambas filiales fundadas desde tiempos coloniales, como la Farmacia Taquechel, la confitería Dominica y el restaurante París, con otras de estirpe moderna como la Western Union, el Bank of Nova Scotia y el edificio de oficinas La Metropolitana. En el entresijo de negocios que hacían de estos ejes el corazón del distrito financiero de La Habana y ramal significativo del comercio menor y la hostelería, destacó una red de establecimientos afines que acentuó su peculiaridad.

Desde tiempos coloniales en Obispo se instalaron tiendas de libros que, hasta la primera mitad del siglo XX, alcanzaron el número de diez en todo el eje. Nombres como La Moderna Poesía, Racoy, Wilson, La Galería Literaria, Rambla y Bouza, Minerva, Montero, Lex, Victoria y la de José González Porto, hicieron esta calle imprescindible para estudiantes, lectores e intelectuales. Algunas tuvieron temática especializada como Montero y Lex que vendían libros de Derecho, o Victoria que comercializaba textos de literatura universal.

Algunas funcionaron también como imprenta, como La Moderna Poesía, Lex y Rambla y Bouza. Esta última imprimía la Gaceta Oficial y un gran número de libros de autores cubanos. Se ha registrado que entre 1917 y 1924 publicó unos 514 títulos. Sus instalaciones y las de otras librerías de la calle fueron sede de tertulias dedicadas a distintos temas y autores, así como a exposiciones de pintores cubanos de la vanguardia. Todo ello eleva su significado cultural, incorporando nuevos recursos a la calle más allá de su consabida vorágine empresarial.

Esta actividad se hacía extensiva a O'Reilly beneficiándose de la proximidad, aunque no en tal alto número de libreros. Allí se encontraban librerías como Temis, La Propaganda Literaria y Casa Giralt, editora musical. O'Reilly también tuvo la peculiaridad de tener varios comercios de un mismo tipo, en su caso asociados a grandes progresos tecnológicos de mucha popularidad como la fotografía, la óptica y los electrodomésticos.

Se dice que el primer estudio fotográfico de toda América Latina se estableció en Obispo 297, en 1841. Sin embargo, en lo que restó de siglo, O'Reilly fue conocida como la calle de los fotógrafos. Para que se tenga una idea de la proporción en que se encontraban, de los 15 negocios fotográficos registrados ya en La Habana en 1859, ocho estaban en este eje. El primero de ellos, fundado por el austríaco Samuel A. Cohner en O'Reilly 364, tuvo un reloj de sol en la fachada, el primero de la ciudad, lo que le condicionó el mote de Calle de la Puntualidad.

De una manera muy creativa resumió Conrado Massaguer la concurrencia de estudios fotográficos de O'Reilly, en un artículo publicado en 1947: "Me retraté sobre un caballito en casa de Suárez, de primera comunión en el atelier de Mestre, de 'confirmación' con Cohner, en el bote en casa de Dufart y Mañan, con mis hermanos en el taller de Maceo, de bombero en casa de Gelabert y no recuerdo si patrociné a Mestre y Petit, Pumariega, y Handel que vino después. Por cierto, que el exótico apellido de este último, todavía se lee en el quicio de una puerta entre Bernaza y Villegas, donde el viejecito germano-yankee tenía su salón de fotografía".

Algunos de ellos como J. A. Suárez y Cía. y N. E. Maceo, se anunciaban como fotógrafos de cámara del rey Alfonso XII y hacían uso del escudo de armas de la Casa Real. Por otra parte, como sucedió en otros negocios, en estos talleres algunas mujeres tuvieron la oportunidad de desarrollar un nuevo oficio, o la necesidad de hacerlo al quedar viudas y tener que mantenerse. Esto sitúa en O'Reilly a algunas de las primeras fotógrafas cubanas, como Ida Concha, con estudio en el número 72 antiguo, a la Viuda de Suárez en el número 64 antiguo, y a Encarnación Irástegui quien desde 1853 compartió oficio con su esposo Pedro Arias en su estudio del número 60 antiguo.

Según Massaguer "después de Obispo es O'Reilly, la calle de intramuros más favorecida por el público elegante, ese que sabe ver, y no digo esto solo por la cantidad de ópticas que hay en ella". Aunque fue indiscutible que hubo muchas, entre ellas: la de Lastra y Hno., de Fariñas y González, Delaporte, El Almendares, La Casa Orozco, La Gafita de Oro, Marzan, Folch Ubeda y Cía., y Nacional.

Durante la primera mitad del siglo XX, las ópticas y tiendas de electrodomésticos ocuparon parte importante de la calle O'Reilly, que entonces ejercía un nuevo atractivo con la comercialización de radios, refrigeradores y televisores. Se reseña que, en noviembre de 1950, en la sede de la Compañía Cubana de Fonógrafos, agencia de la RCA Víctor cita en el número 523, se realizó una de las primeras transmisiones televisivas de la Union Radio. Otras tiendas de electrodomésticos muy populares fueron La Casa de Roberto Karman, Saturno Radio Electric, Radio Motorola, Casa Barrié y Casa Giralt.

En las últimas décadas Obispo y O'Reilly han sido objeto de una importante labor restauradora, principalmente Obispo que está prácticamente rehabilitada, aunque como el resto de la vieja ciudad siga precisando continuo mantenimiento y gestión patrimonial consecuente. O'Reilly, siempre a su saga, incorpora más lentamente la recuperación de su fondo construido. En ambos casos los cambios de uso y deterioro de los comercios tras las intervenciones de la década de 1960, cambiaron el carácter de estas vías y depreciaron sus inmuebles. En el plan actual se incorporan nuevas funciones y se recuperan antiguas, en algunos casos empleando los nombres históricos en rescate de la memoria cultural de estas calles que alguna vez parecieron contener el universo entero, y que como diría Conrado Massaguer fueron "encanto de nuestros tatarabuelos y quizás lo serán también de nuestros tataranietos".

Yaneli Leal
Diario de Cuba, 9 de marzo de 2025.
Foto: Calle O'Reilly en la Habana Vieja. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 21 de abril de 2025

Obispo y O'Reilly, dos calles hermanas (I)

 

Las calles Obispo y O'Reilly nacieron juntas en el siglo XVI y desde entonces el curso de sus vidas ha sido tan cercano como su ubicación. Surgieron con La Habana misma, con el trazado de su plaza fundacional, de la cual marcan el límite sur y norte. Al extenderse progresivamente hacia el oeste, casi se juntan. De este modo, conectaron en sus extremos la Plaza de Armas, corazón gubernamental de La Habana colonial, y las proximidades del Parque Central, epicentro de la actividad social extramuros. A lo largo de ambas, un sinnúmero de comercios y servicios han hecho su tránsito imprescindible y concurrido.

En el siglo XIX esto llevó a que se le construyeran dos puertas monumentales a la muralla, que convirtieron estas calles en las primeras vías de un solo sentido: Obispo para entrar y O'Reilly para salir. Pasado más de un siglo, es una dinámica que en cierto modo se mantiene espontánea, a pesar de los cambios y las diferencias funcionales.

Al inicio habría que imaginarlas muy simples, con su trazado estrecho típico del centro urbano medieval, sin pavimento y delimitadas fundamentalmente por viviendas. La cuadra de Obispo entre Oficios y Mercaderes aún conserva algunas casas construidas a finales del siglo XVI. Frente a ellas estaba la Parroquial Mayor, donde hoy se encuentra el Palacio de los Capitanes Generales.

Por la calle Mercaderes, casi en la esquina de Oficios, estuvo desde 1610 la residencia episcopal, por lo que se considera que la presencia y transitar de los obispos haya dado nombre a la calle. Obispo fue el que prevaleció de los muchos nombres que tuvo la vía y que hacían referencia a su conexión con instituciones importantes situadas en su arranque. San Juan, por el Convento e Iglesia de San Juan de Letrán de los padres dominicos, y Consulado, por el Real Consulado de Agricultura y Comercio que estuvo en Baratillo, son algunos ejemplos.

O'Reilly por su parte también tuvo varios nombres. Calle Honda, del Sumidero, del Basurero y de la Aduana, pueden dar medida no solo del inmueble al que conducía, sino de su lamentable estado físico. Aún en 1803, las actas capitulares recogían reseñas como esta: "El Sr. D. Antonio de la Luz hizo presente que la calle Honda se haya intransitable en término de haberse quejado los vecinos a razón de estar enfermando por la fetidez que exhalan las aguas corrompidas que de continuo permanecen en dicha calle por falta de corriente".

El nombre O'Reilly se considera le fue dado en honor a Alejandro O'Reilly McDowell, quien desembarcó por esa calle como segundo cabo del Conde de Ricla e inspector general de las milicias de Cuba, en 1763. Entonces ayudó a definir la devolución formal de la ciudad por parte de los ingleses, y reunió y fortaleció el ejército de la Isla.

La conexión de estas calles con los principales edificios de gobierno situados en torno a la Plaza de Armas, al Muelle de Caballería, a la Parroquial Mayor y luego a la Iglesia Catedral, a la Universidad, a la Aduana, etc. hicieron que poco a poco fueran incorporando negocios y comercios en planta baja; y que por su importancia y continuo tráfico fueran beneficiadas con los primeros sistemas de empedrado e incluso con adoquines de quiebrahacha en 1771. En 1835, el Gobierno de Miguel Tacón marcó un cambio definitivo para estos ejes con una adecuada pavimentación, diseño de aceras, alumbrado e incorporación de las puertas de Monserrate. Así, de ser calles residenciales, pasaron a definirse ya a mediados de este siglo como importantes ejes comerciales.

Esto resulta formidable porque conllevó la incorporación de múltiples edificios de gran valor arquitectónico que sustituyeron el antiguo tejido residencial, y por el enorme flujo de actividades que atrajeron. En lo adelante, tanto Obispo como O'Reilly se definieron visualmente como calles populosas de continuo trasiego, donde el ruido, el movimiento y el color provocan explosiones sensoriales. Asimismo, cada época ha ido acompañada de distintas prácticas que han matizado su imagen urbana.

Las siguientes crónicas publicadas a inicios del siglo XX, cuentan aspectos muy peculiares de estas vías generados por la práctica comercial: "Cuando los que hoy somos viejos éramos niños, no se veía una dama por las calles como no fuera en su volanta. Obispo y Muralla, que monopolizaban la atención femenil en materia de vestidos, joyas, etc., llenábanse desde las seis de la tarde en verano, y desde las cuatro en invierno, de una multitud de quitrines que hacían cordón ante los establecimientos más en boga. Los dependientes despachaban al lado del carruaje, iban y volvían mostrando los artículos solicitados y en tanto la tienda estaba vacía, la calle estaba llena de compradoras. Y esto no ocurría con un giro determinado, sino con todos" (Cosas de antaño, Álvaro de la Iglesia, 1917).

"El centro del distrito comercial donde se encuentran las mejores tiendas, son las calles del Obispo y O'Reilly. Aquí, como en otras partes de la ciudad, los toldos de lona colocados sobre los paradores forman una vía cubierta, porque están como a quince pies sobre la acera y en muchos lugares se extienden desde un lado de la calle hasta el otro, presentando el aspecto de bazares orientales" (Cuba y las costumbres cubanas, Frank C. Ewart, 1919).

Más adelante se llenaron de anuncios lumínicos como puede verse en varias fotografías de la primera mitad del XX. Jorge Mañach llamó en 1927 a Obispo "la calle de los mil comercios", aunque lo cierto es que en ambas calles podía hallarse de todo, desde grandes bancos y oficinas de compañías comerciales, almacenes, tiendas de los más variados productos, hasta hoteles, agencias de viajes, cafés, restaurantes de lujo y estudios de artistas. Una larga lista de negocios concordaría con los edificios modernos allí construidos o refuncionalizados, como fueron los palacios coloniales que tempranamente acogieron los hoteles Santa Isabel y Florida.

En esta barahúnda distinguen algunas funciones muy recurridas como fue el caso de las librerías en Obispo y de los estudios fotográficos en O'Reilly. Sobre ello hablaremos un poco más en el artículo siguiente.

Yaneli Leal
Diario de Cuba, 2 de marzo de 2025.
Foto: Calle Obispo, reconvertido en boulevard en la Habana Vieja. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 14 de abril de 2025

Sobre la tumba una rumba

 

El complejo de inferioridad del cubano siempre encontró satisfacción en un dato: el Capitolio de La Habana es “un metro más alto, un metro más ancho, un metro más largo y mucho más rico en detalles” que el de Washington. De ahí que me fuera inevitable notar que, mientras los americanos dejan que impresentables como los Proud Boys y familia asalten el símbolo de su democracia, nosotros –que tenemos el orgullo más ancho, más largo y mucho más rico en detalles que ellos– escogimos para esa tarea a 600 millonarios.

El buen cabo tarda en apagarse. El buen escándalo, como la cena capitolina con mulatas despampanantes y cajas de H. Upmann Magnum 50 Gran Reserva Cosecha 2019 con un añejado de cinco años, también. Los masones dividen su mundo mental entre iniciados y profanos. El estado mayor de Habanos S.A. debió hacer lo mismo. Si generalmente, como sociedad secreta y maligna que son, celebran sus reuniones a puertas cerradas, ¿quién los convenció de dejarse fotografiar en el corazón de La Habana?

Pero lo hecho, hecho está. Los cubanos protestaron por este asalto dolarizado al Capitolio, una indignación –lo digo sin ironía– que es lo más libre que hemos hecho como ciudadanos desde el 11 de julio de 2021, tanto simpatizantes como opositores del régimen. No tenemos democracia, pero dejen quieto el recuerdo de que alguna vez la tuvimos.

Está muy lejos el día en que Eusebio Leal, el ya canceroso Eusebio Leal, casi llora delante de Randy Alonso contándole lo mucho que había costado restaurar el Capitolio. El historiador soñaba con una democracia de mentirita, un cascarón de democracia. Soñaba con meter a Esteban Lazo, habituado al desagradable Palacio de las Convenciones, en el Salón de los Pasos Perdidos. ¿Pero cómo explicarle a nuestros diputados lo que es un hemiciclo, una cámara de representantes, un escudo nacional, una bandera, una elección?

Fui uno de los cientos de cubanos que miraron con desagrado la cubierta de oro chillón de la estatua de la República, el mismo color –oro ruso, como el de los iconos y la catedral de San Basilio– que engastaron en la cúpula. Todo era cheo, esa palabra que tanto expresa y que tan bien define a la casta gobernante de la Isla.

Tiembla, cuerpo, que si supieras dónde te voy a meter ahora temblarías más, dijo Leal a Randy, citando a Máximo Gómez. El contenido nunca se adecuó al continente, y en el Capitolio solo llegaron a colocarse oficinas del Parlamento, nunca su sentido real. Bajo la cúpula está la estatua de la República, y bajo la estatua la Cripta del Mambí Desconocido. Confieso que ese lugar, que llegué a visitar, me conmueve. Había algo puro ahí, y Leal, que no era tonto ni tan fiel como su nombre indica, lo sabía.

“Cuando uno llega allí dice: el fundamento de la República es esta tumba”, declama Leal. ¿Quién era ese hombre? Nadie sabe, es anónimo, es todo el que se alza en Cuba, todo el que derramó sangre. Sobre esa tumba una rumba, fue la conclusión que sacaron los gerentes de Habanos. Sobre lo puro, un puro.

Solo hay que ver las fotos y leer las crónicas de David Savona, esa suerte de Pausanias gringo de la revista Cigar Aficionado. Solo Savona, no Granma, sería capaz de contarnos que la comida que se sirvió en el Capitolio se cocinó en el restaurante La Guarida –la casona de Fresa y Chocolate–, de Enrique Núñez del Valle. Anoten, amas de casa: ravioli en salsa de crema y queso, y solomillo de ternera medium rare (¿hace cuánto no viene el solomillo de ternera por la libreta?). Luego, unas lobas capitolinas, humeantes ellas también, repartían los puros a un público casi exclusivamente masculino y cincuentón.

Savona, que no es Savonarola ni quiere buscarse problemas con sus anfitriones, se limita a escribir que, so long ago, el Capitolio sirvió para algo más que enlazar millonarios con jineteras de alcurnia. When this building was completed in 1929, Cuba was a democratic republic, escribe enternecido, como si visitara las ruinas del Partenón.

He mirado una a una las fotos que Habanos publicó sobre el evento. Me revolvió las tripas el comercial del H. Upmann Magnum, pero luego concluí que era la mejor de las promociones, dado el contexto. “Reserva siempre el mejor lugar”, sugiere el video. “Reserva las sensaciones más selectas, a lo grande, lo más exclusivo, reserva el lujo de detener el tiempo”. El puro está “reservado para muy pocos, para los mejores”.

Reserva tu jinetera o tu efebito, tu habitación en la Torre K, tu apretón de manos con Díaz-Canel, tu sonrisa de gato de Cheshire en una dictadura, tu apagón de fondo, tu Rolex en el país donde el tiempo se detuvo, tu Mercedes-Benz aunque no haya gasolina, tu metro de tierra en Cuba, no todos pueden, no todos quieren, solo los mejores. Enciéndeme otra Cuba, decía Kipling, ignorando los males del sistema eléctrico nacional.

No hay que rabiar por la cena en el Capitolio, ni por la subasta de humidores dos días después, ni por la mandíbula tarada de Díaz-Canel mordiendo su Cohiba, no. El régimen acaba de llegar a su apoteosis, a su versión más descarnada y genuina. Esos chimpancés con esmoquin, merodeando a los pies de la República, pisoteando la tumba del mambí desconocido, tocando nalgas y tosiendo su borrachera, es la gran foto de familia de la Revolución cubana.

Xavier Carbonell
14ymedio, 9 de marzo de 2025.

Foto: Fiesta sobre la Cripta del Mambí Desconocido y a los pies de la Estatua de la República celebrada en el Festival del Habano 2025. Tomada de Habanos S.A.

Una aclaración de Tania Quintero.- Una de las más emblemáticas canciones de la trova tradicional cubana en las voces de María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo se titula Sobre una tumba una rumba. Fue compuesta por Ignacio Piñeiro. Antes de 1959, en el viejo RCA Victor junto a mi padre escuchaba un programa semanal que entonces había con María Teresa Vera, una de las grandes de nuestra música hoy olvidada. En mi blog le he dedicado dos posts: Recordando a María Teresa Vera y María Teresa Vera, mucho más que Veinte años, de Rosa Marquetti.

lunes, 7 de abril de 2025

Réquiem por un amigo querido

 

Hoy mi tía Clara me escribió para darme las condolencias por la muerte de Lincoln Diaz-Balart, a quien ella le está eternamente agradecida por un gesto de Lincoln que define su personalidad y su amor por el prójimo.

Hace unos 20 años, mi tía, como muchos cubanos, emigró a EEUU con su nieta Carmen. Al cruzar la frontera de México, a mi tía que era portadora de una visa estadounidense la dejaron pasar, sin embargo, retuvieron a Carmen, de solo 14 años. Al no tener sus mismos apellidos, podría tratarse de un caso de tráfico infantil. Mi tía no sabía qué hacer para recuperar a su nieta y, tras intentarlo todo, me llamó desesperada a Madrid, donde yo vivía, para ver qué podía hacer.

Muy apenado, me comuniqué con Lincoln de inmediato y le expliqué lo sucedido. Del otro lado del teléfono, una voz tranquila me calmó y me pidió todos los datos de mi sobrina Carmen. “César, yo me ocupo. Tú eres familia”. Efectivamente, a los dos días tenía la respuesta. Lincoln se desplazó hasta la frontera con México junto con su esposa, indagó sobre la niña, conversó con ella y le trasmitió a mi tía la tranquilidad necesaria. “Yo no puedo intervenir en el proceso, pero he visto a la niña y está bien”. Ahora mi sobrina es una ciudadana estadounidense, graduada universitaria, que agradece a la sociedad a través de su labor profesional.

Conocí a los Díaz-Balart hace muchos años, tras una conferencia que impartí en la Fundación Hispano-cubana en Madrid. El tema era “Las relaciones raciales en la República”. Al terminar, me abordó su tío Waldo Díaz-Balart, conversamos muchísimo y nos hicimos grandes amigos. La amistad con Waldo fue un privilegio, una forma de tocar la historia, de saber de primera mano muchas vivencias que solo se leían en libros. A partir de ese vínculo, me presentaron a Lincoln. Surgió una afinidad, me invitó a su oficina de Washington, a la oficina de Miami; quería que viera cómo funcionaba la verdadera democracia.

El Lincoln que yo conocí era entrañable, cercano, muy cariñoso. De esas personas que te reciben con afecto y una frase optimista. Era muy familiar, siempre acompañado de su esposa Cristina, hechos a la medida. No en balde dicen que detrás de un gran hombre siempre hubo una gran mujer. Junto a él nunca tuve la sensación de estar hablando con alguien poderoso. Trataba de que te sintieras cómodo, de que fueras tú mismo. Te dejaba ser. Era un amante fervoroso de la política y gran apasionado por la historia de Cuba, la cual bebió directamente de su padre, otro político de gran visión y magnífico patriota, al que también tuve el honor de conocer en Madrid. Fue él quien primero me habló de la Rosa Blanca, el proyecto de su vida sobre la Cuba del futuro.

Lincoln, aunque fue un congresista cubanoamericano, nunca perdió la cubanía. Le interesaba cada aspecto de esa isla secuestrada o, como él decía, de “la finca de los Castro”. Bien conocía él la maldad del tirano; los unían lazos familiares. Era sobrino político del dictador, y por su padre, Rafael, sabía todo lo que este ser era capaz de hacer. Pero Lincoln no odiaba, era profundamente martiano. Había algo mesiánico en él cuando hablaba de la fuerza del amor. Lincoln te deslumbraba con su amor por Cuba. Su mayor preocupación, insisto, era el futuro de la isla después del fin biológico de los Castro. Pretendía a toda costa evitar que Cuba se convirtiera en un estado mafioso camuflado detrás de una escenografía democrática, como la Rusia de Putin. Por eso le daba tanta importancia al embargo, considerándolo un instrumento de justicia y la palanca necesaria para negociar con los líderes del futuro.

Hablaba con un dominio asombroso de los políticos y la política de la etapa republicana, de sus virtudes y sus defectos. Los había analizado con curiosidad científica, como aquel que estudia un proceso para no repetir sus errores. Era un gran admirador de Gastón Baquero, intelectual y director del Diario La Marina, exiliado en España. Siempre me asombró su disponibilidad. Cada vez que me comunicaba con él desde Madrid, no había pasado un minuto y ya tenía su respuesta. Cualquier problema, cualquier duda, nunca quedaba sin atender. Estoy hablando de un congresista estadounidense en ejercicio.

Se alegró muchísimo cuando vine a vivir a Miami con mi familia. Me hizo un magnífico regalo: un pequeño ejemplar de la Constitución de los Estados Unidos. Es asombroso que en un documento tan pequeño quepa tanta libertad. No recuerdo las palabras exactas que me dijo. Creo que fue algo así como: “Diferente a otras constituciones, este documento trata de limitar sabiamente el poder del gobierno para garantizar la libertad del pueblo”. Me llamó mucho la atención la modestia en que vivía: un pequeño apartamento de dos habitaciones, una de ellas convertida en una gran biblioteca, llena de libros de política, arte e historia de Cuba. “Este es mi rincón”, me dijo con orgullo.

Cuando me invitó a unirme al Instituto La Rosa Blanca, el proyecto donde se plasmaba el ideario de su padre, Rafael, con el objetivo de promover la libertad de Cuba, crear ideas y visualizar la isla postcastrista, no pude negarme. Trabajamos juntos, vivimos la aventura del Foro de la Sociedad Civil en Panamá, el encuentro paralelo a la Cumbre de la Américas en el año 2015. Escribí para La Rosa Blanca.

Hace un año, me llamó para comunicarme que estaba enfermo. Nunca lo comenté con nadie, solo lo compartí con mi mujer. Son cosas delicadas, íntimas, de un amigo que es una persona pública. Nunca se quejó. Me preguntaba por mi esposa y mi hija Luci. La familia era muy importante para Lincoln. Hace un mes, cuando falleció su tío Waldo, conversamos por última vez y, al preguntarle sobre su salud, dijo que se sentía bien, que el tratamiento estaba funcionando. Sin embargo, ahora nos sorprende esta noticia tan triste. Se fue Lincoln, nos deja su cariño, su gran decencia, el honor de haber sido su amigo y la inspiración para continuar su obra de amor.

César Menéndez
Diario Las Américas, 7 de marzo de 2025.
Foto: Lincoln Díaz-Balart (izquierda) y César Menéndez, nieto del líder azucarero Jesús Menéndez, asesinado en Manzanillo el 22 de enero de 1948.

lunes, 31 de marzo de 2025

Casa de Lezama Lima sepultada por la basura

 

Con profunda indignación publico estas fotos realizadas en la calle Trocadero, en La Habana, donde se encuentra la Casa Museo del poeta y escritor cubano José Lezama Lima (1910-1976), uno de los monumentos literarios más grandes de América, integrante del Grupo Orígenes, la agrupación literaria mas sobresaliente de la Cuba republicana.

Como muchos sabemos, Lezama fue incómodo porque era un escritor exquisito, alguien que mostró ser un símbolo de resistencia y dignidad frente a la censura; un inadaptado a la línea oficial del régimen socialista con un militarote como Fidel Castro que pretendía imponer sus opiniones sobre la literatura, obligando a los artistas a comprometerse con la Revolución o nada y además, adoptar el “realismo socialista”.

Fue un escritor autónomo y eso nunca le cayó en gracia a los “compañeros revolucionarios”.

Pasado el tiempo se puede comprobar que tal vez la mejor manera de sepultar a Lezama Lima, independientemente de que exista ese museo, sea por medio de toneladas de basura, como se observa en las fotos.

La cantidad de residuos sólidos generados en la capital diariamente alcanza los 23.8 metros cúbicos, de ellos el 69% corresponde a la actividad de servicios y desechos domiciliarios, y un 31% a escombros y otros. A todo eso se suma como limitación fundamental la falta de combustible de los camiones de servicios comunales.

Centro Habana figura entre los municipios capitalinos más afectados por el abandono y la desidia gubernamental. El abandono parece ser el estado natural de esta Habana que languidece cubierta de escombros y putrefacción.

Toneladas de basura que son el resultado de un modelo basura y podrido hasta la médula y que por lo visto, terminará por tragarse a la sociedad cubana y envenenar a la isla entera.

Texto y fotos: Jorge Dalton
Café Fuerte, 6 de enero de 2025.

lunes, 24 de marzo de 2025

La lechona colombiana


La lechona colombiana ha conquistado la cima de la gastronomía mundial, alzándose como el mejor plato del mundo, según el Taste Atlas Awards 2024-2025. Este triunfo la sitúa por encima de pilares culinarios internacionales como la pizza napolitana italiana, la picanha brasileña y emblemas consagrados de las cocinas francesa, mexicana y peruana.

La distinción otorgada a este plato tradicional, un cerdo entero asado y relleno con arvejas (guisantes o petit pois), cebolla y especias (en algunas versiones contemporáneas, también con arroz), se fundamenta en un análisis realizado por Taste Atlas. La evaluación, que contempló 367.847 calificaciones sobre 11.258 platos diferentes, coronó a este plato emblemático del Tolima Grande -región que abarca los departamentos de Huila y Tolima en Colombia- con una calificación excepcional de 4.78 sobre 5 puntos posibles, estableciendo un nuevo paradigma en el reconocimiento de la gastronomía latinoamericana a nivel global.

La historia de este platillo se remonta a la época colonial, cuando los españoles de clase alta lo preparaban para celebraciones especiales como Navidad. De acuerdo con El Espectador, su origen está vinculado al asado castellano, pero con el tiempo evolucionó hasta convertirse en un símbolo de la gastronomía colombiana. Tanto es así que, en 2004, la alcaldía de El Espinal (Tolima) declaró el 29 de junio como el Día Nacional de la Lechona, fecha que coincide con las festividades de San Juan y San Pedro.

Felipe Castilla, profesor de cultura gastronómica colombiana en la Universidad de La Sabana, explicó a El País de Colombia que el plato ha trascendido las barreras sociales, convirtiéndose en un elemento unificador en la cultura colombiana. Un solo ejemplar de 90 kilos puede alimentar a más de 100 personas, lo que lo convierte en el protagonista ideal para celebraciones y eventos sociales.

La preparación tradicional consiste en un cerdo entero asado, relleno con guisantes (arvejas), cebolla, hierbas y especias. Sin embargo, la receta ha evolucionado con el tiempo, y la versión con arroz se ha popularizado fuera del Tolima, generando debate entre los puristas y los más innovadores. La preparación puede llevar más de 12 horas, pero el resultado es, según Taste Atlas, un "manjar único".

En Bogotá, la popularidad del plato llevó a la creación de la Zona L en el barrio Olaya durante la década de 1980, que hoy alberga más de cien locales especializados. Jimmy Contreras, propietario de un restaurante con 38 años de trayectoria en la zona, produce entre 200 y 300 porciones semanales. La versatilidad del plato ha dado lugar a versiones modernas y creativas: desde conos de plátano rellenos de lechona hasta pizzas, perros calientes y tamales coronados con lechona.

Este reconocimiento internacional no solo valida la excelencia de la gastronomía de Colombia, sino que confirma lo que generaciones de colombianos han sabido: que esta tradición culinaria mestiza, evolucionada desde sus raíces coloniales, representa la quintaesencia de su identidad gastronómica, ahora proyectada al mundo a través de la prestigiosa plataforma Taste Atlas.

DW en Español, 13 de diciembre de 2024.
También: Los 100 mejores platos del mundo 24-25.

lunes, 17 de marzo de 2025

La cochinita a la cubana


La historia de la migración cubana de la familia Cruz a San José Chiltepec, en la Cuenca del Papaloapan oaxaqueña, en México, podría ser una fábula mítica ligada a la historia del principio del mundo. Todos ellos cuentan que llegaron de una la isla a fundar un pueblo que estaba naciendo. Un relato fabuloso de migración que resume el mestizaje cuenqueño y que puede probarse en la comida: hombres y mujeres venidos del mar, de islas y continentes del otro lado del océano a poblar la tierra prometida, y comer y beber de sus aguas.

La cochinita a la cubana es un sumario del exceso de condimentos africanos y el sazón criollo de carne dorada lentamente en el fuego. Asan cerdos de menos de 60 kilogramos, pero antes fue jabalí, borrego, venado aderezado con zumo de naranja agria y vinagre. La cochinita a la cubana se convirtió en un referente de identidad cultural de los pueblos del norte del estado y las localidades de influencia africana en Veracruz, reconocida por el diccionario Larousse de cocina, casi sin quererlo, a golpe de sabor, porque en el monte profundo por supervivencia la carne debe ir casi tostada, pero su descubrimiento y arraigo, no podría entenderse sin el árbol familiar de los descendientes de cubanos que llevan décadas viviendo en los límites de ríos que provienen de la sierra norte de Oaxaca.

Nadie sabe con exactitud cuándo llegaron los Cruz a la Chinantla baja. Tampoco saben con certeza si Cruz es su apellido verdadero. Javier Cruz Pulido, hijo de José Domingo Cruz Cobos, nieto de Rafael Cruz Jordán, habla con nosotros a cien metros del río en el restaurant familiar “Palapas Mingo”, un lugar icónico en la región que es un piso abierto con techos de palma seca y afuera, un tendedero de cerdos ahumándose, hombres girándolos con fierros. Nos guarecemos de los 45 grados que se sienten al pie de la carretera federal 145 que conecta a Tuxtepec con Oaxaca. La casa de media agua huele a frijoles fritos, cuando corre el viento es tupido el humo de jugo de condimentos con benceno.

La familia de Javier extendida por la Cuenca coincide en que todos descienden de Cornelio Cruz García, un cubano que entró al país por Veracruz y enseñó a sus hijos una receta secreta de ajo, sal, cerdo marinado durante horas, acompañado de plátanos, moros con cristianos y buñuelos de hojuela negra. Que fue la abuela mayor nacida en Tlacotalpan, Veracruz, una madre grande con su nombre perdido en el tiempo, quién perfeccionó el mojo machacado en manteca.

Javier asegura que el verdadero apellido de su estirpe es Reyes. “Soy bisnieto de Cornelio Cruz, pero en realidad somos los Reyes que venimos de Cuba”, dice. La historia oral aceptada en la familia es que vienen de Pinar del Rio, un llano a las orillas del río Guamá, potencia histórica de la siembra de tabaco. Cubanos que llegaron de una llanura isleña a los llanos del sotavento quizá hace 100 años y llevan viviendo en el Papaloapan cinco generaciones.

El abuelo mítico fue capataz de Francisco “Pancho” Moreno, un terrateniente dueño de las Fincas San José del Rio y Finca el Refugio, 286 mil hectáreas de tierras ricas en árboles frutales y siembra de tabaco desde el porfiriato, tierras que fueron repartidas entre ejidatarios hasta finales de los años sesenta. El abuelo encontró en San José Chiltepec una nueva Cuba. Se dedicó a la siembra de hojas curadas, a cuidar el ganado y los caballos en potreros. En diciembre hacía cochinita para la familia y les enseñaba a sus hijos los secretos de la isla para templar las brasas, en los cumpleaños del patrón Pancho Moreno le pedían asara los cerdos.

Dice Javier que el abuelo Cornelio huyó de un barco en Veracruz , que entró en la selva cuando viajaba a hacer la revolución con un ejército del Che Guevara a Bolivia. La Cuenca era verde como Cuba, y en Chiltepec compró un rancho junto al río donde vivió con su mujer jarocha y nacieron sus hijos. Cuando Javier habla es posible entender que a veces repetimos la historia del lugar donde nacemos, donde nos dijeron que nacimos y al hacerlo creamos una nueva identidad que depende íntimamente de la historia de nuestra familia.

Javier cuenta la historia de su abuelo con vigor profundo. Su acento es profundamente jarocho. Detrás de nosotros la música tropical nos envuelve. La temperatura no baja con el caer del día. El rostro de Javier es bronce oscuro, no sabemos si es por la candela del caribe que hay en su sangre o la humedad que ha pintado su piel por estar frente al carbón los últimos 35 años.

“Papá estaba chamacón, los nietos aprendimos con el abuelo a hacer la cochina, yo empecé a hacerla cuando tenía 11 años. Lo más difícil es meter los animales en las varas, sin romper el cuero o la costilla, el secreto está en la cadencia de la sal”, relata. Quizá por eso el sabor de los cochinos de Mingo es único. El secreto es la sal y el ritmo de los dedos sobre la carne frente al fuego.

Para que el cerdo sabroso atravesado por varas y dorado en leña de guayabo y ocote tuviera vida propia tuvieron que pasar muchos años, alimentar a caciques, trabajadores del campo, impregnar de su sabor jugoso las fiestas de los pueblos. El pionero en la cochinita a la cubana como la conocemos hoy en día es José Domingo Cruz Cobos “Mingo”. Conocido en el Papaloapan como “El Rey la cochinita a la cubana”, que nació en 1945 y falleció en marzo de 2015. Aficionado al béisbol, cultivó relaciones con gobernadores de Oaxaca y Veracruz.

Su casa es una galería de fotos donde está acompañado de actores de televisión, cantantes y políticos. “Mingo fue el primero que se dio cuenta que era negocio, un negocio que mucha gente copió, pero el auténtico sabor sólo lo encuentras aquí”, dice Joel Avendaño, cronista del municipio de Chiltepec.

Joel Avendaño sostiene que los Cruz llegaron de Cuba para trabajar en las haciendas tabacaleras de Valle Nacional, a finales del siglo XIX, en la época histórica conocida como “La Contrata” y uno de ellos escapó a San José Chiltepec. Cornelio Cruz es el nombre que se repite. El mito es más grande que la historia.

Palapas Mingo lleva 65 años haciendo cochinita a la cubana en la Cuenca oaxaqueña. Cuarenta estuvieron a la orilla del río, un playón abajo de la casa de Domingo Cruz en el centro de Chiltepec, que tenían que quitar y poner cuando había crecida. Cuando los golpeó el huracán Stan en 2005 decidieron moverse para siempre, lejos de la casa familiar. Se mudaron a una boca de agua a un costado de la carretera pero llegaron unos gringos que dragaron el río para hacer una película y dejaron las aguas muy profundas, murieron dos turistas, que se metieron a nadar sin saber de la hondura y la corriente. Entonces mudaron enfrente, a un terreno que tenían como perdido.

A la orilla de la carretera federal, entre Tuxtepec y Chiltepec existen al menos siete restaurantes que ofrecen cochinita a la cubana. En la ciudad de Tuxtepec existen dos lugares que hacen lo mismo. En la ciudad de Oaxaca han intentado robarse la receta y el nombre. En Orizaba y Córdoba Veracruz también hay quienes han imitado la receta. Casi todos ex trabajadores o gente que le propuso negocios a los hijos e hijas de Mingo.

“No tienen la sazón de la receta del ajo de mi madre Socorro Pulido Barradas, sé que es difícil patentarlo, pero ahora es un patrimonio cultural de la región, y aunque dios da para todos, la gente sabe que mi padre fue el primero, es algo que no puede nadie arrebatarle, es algo que nos hace sentir orgullosos a mis hermanos y a mí”, dice Alejandra Cruz, hermana de Mingo Jr.

Antonio Mundaca
Pie de Página, 14 de octubre de 2023.