Google
 

martes, 31 de mayo de 2011

Periodista, nada más (XIX) - Nikita y el tigre de papel


Por Tania Quintero

Otro testimonio de mi vida dejé plasmado en Hurgando en la memoria, escrito el 14 de octubre de 2002. A continuación lo reprodouzco.

Lo que más recuerdo de aquellos días ahora conocidos como Crisis de Octubre o de los Misiles, es que el cubano común y corriente, apenas informado, cogió pa'l trajín a los soviéticos, a quienes despectivamente llamaban “rusos”. Creo que fue entonces cuando empezaron a apodarlos 'bolos', por lo toscos que eran.

El sentir de los dirigentes cubanos en todo aquel asunto de los cohetes se trasladó a la población. La gente quería que los camaradas de la URSS, que se decían tan amigos de nosotros, no se dejaran meter el pie por los yanquis y tuvieran suficientes cojones para dejar instaladas esas armas en la isla. Y uno escuchaba decir: "¿Pa'qué entonces las trajeron? Buenos pendejos (cobardes) son si después se las llevan". Daba la impresión de que hablaban de aviones convencionales y no de misiles. O de papalotes y chiringas.

Kruschov quedó bautizado como 'Nikita Nipone' (ni quita los cohetes ni los pone). Así de simples eran las cosas. El escalofrío vino después, cuando tuvimos tamaño de bola de lo que estaba en juego. Pero nadie entonces sintió miedo. Y aunque el pretexto del conflictivo armamento era protegernos contra amenazas futuras de los americanos, los cubanos de aquélla época no manifestaban temor ante una confrontación directa con Estados Unidos.

En 1962, en Cuba el ambiente político interno estaba polarizado por las influencias de Mao Tse Tung (así se escribía entonces, ahora se escribe Mao Zedong) y Nikita Kruschov. La discusiones entre prochinos y prosoviéticos eran habituales. Luego de la derrota de la invasión a Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, en 72 horas, se pensaba que, efectivamente, el imperialismo era un “tigre de papel”. Unos monigotes que nosotros podíamos poner de rodillas y, de paso, darles unas cuantas patadas en el culo, por malos y traviesos.

Las huellas de la movilización militar durante la anormal situación se veían por La Habana, especialmente a lo largo del Malecón, con los milicianos parapetados tras sacos de arena y las cuatrobocas, baterías antiaéreas, listas para disparar si algún “avioncito enemigo” intentaba aproximarse. Una mentalidad que se mantuvo mucho tiempo después y tuvo su colofón en el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996.

No viví el clima bélico de Girón. En abril de 1961 me encontraba en la Sierra Maestra, pasando el tercer y último curso de maestros voluntarios, iniciativa de Fidel Castro para tratar de paliar la escasez de profesores en las escuelas rurales. Y allí, en las montañas más altas de Cuba, estuvimos ajenos a lo que pasó en la Bahía de Cochinos.

Cuando en junio de 1961 me gradué de maestra voluntaria, fui seleccionada para pasar un curso de instrucción revolucionaria, idea también del comandante. La Escuela de Instructoras Revolucionarias Conrado Benítez fue el primer experimento donde se puso en práctica la combinación de estudio y trabajo. Por el día estudiábamos y por las noches impartíamos clases. El curso finalizó en octubre del 62. Durante más de un año vivimos como becadas, por la zona conocida por La Estrella, en el antiguo reparto Biltmore, hoy Siboney.

De hecho, una de las cosas que no olvido de la Crisis de Octubre es que a donde íbamos a dar clases de natación y educación física, colindante con nuestras residencias estudiantiles en la calle 194, el otrora Havana Biltmore Yatch and Country Club, fue cerrado por encontrarse en el litoral de la costa noroccidental de la capital. Posteriormente, el HBYCC fue convertido en círculo social obrero y en la actualidad es sede del exclusivo Havana Club, visitado por diplomáticos y turistas adinerados.

Ver milicianos por doquier y a toda hora no sobrecogía ni llamaba la atención. Desde el mismo 1º de enero de 1959 nos habíamos acostumbrado a las legiones de uniformados. El atuendo nuestro en la Conrado Benítez también era militar: saya verde olivo de corte recto, blusa gris con dos bolsillos, boina verde olivo y zapatos negros acordonados con tacón cuadrado.

En las clases de instrucción revolucionaria que por aquellos días de 1962 impartí, por suerte, no tuve inspecciones metodológicas. A mis alumnas, antiguas criadas, les trasladaba lo “políticamente correcto”. O sea la información oficial tomada de la prensa y los discursos de Fidel Castro. Pero le añadía mis puntos de vista.

Agradezco a mi padre, viejo comunista, que a pesar de su limitada instrucción y de ser yo hija única, me educó para que siempre me sintiera una mujer libre e independiente, sin temor a decir mis opiniones.

De modo que, acerca de aquella atmósfera bélica, que aunque no trascendía al diario vivir de las personas era real, saqué mis propias conclusiones. En más de una ocasión discutí y expresé abiertamente mis criterios, que en ese mes de octubre de 1962 iban contra la corriente: era partidaria de que los soviéticos sacaran de Cuba su parafernalia nuclear, porque no tenía sentido poner al país al borde de la guerra por algo que se podía evitar. Hiroshima y Nagasaki no se podían repetir.

Muchos años después, supe cuán al borde de la tercera guerra mundial estuvimos. Cuando en 2001 vi el filme Trece Días, de Kevin Costner, a duras penas podía creer que todo lo narrado en la cinta hubiera pasado, porque aunque parezca increíble los cubanos todos vivimos aquella etapa sin saber exactamente que pasó en esos cruciales trece días.

Y eso que entonces, cuando salía del reparto Siboney no me iba a la montaña rusa -instalada por los gringos y no por los 'bolos' en el Coney Island- sino a las oficinas de los que entre 1959 y 1961 habían sido mis jefes: la plana mayor del comunismo nacional.

En 1962, los del Partido Socialista Popular se habían unido a los del Movimiento 26 de julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y fundaron el Partido Unido de la Revolucion Socialista de Cuba, PURSC, preludio del futuro Partido Comunista de Cuba, presentado el 3 de octubre de 1965. Antes del PURSC las tres principales agrupaciones que habían luchado contra la dictadura de Batista se habían cohesionado en las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas).

Me encontraba en la Sierra Maestra, pasando el curso de maestros voluntarios (febrero a junio de 1961), cuando mis antiguos jefes en el PSP dejaron su local de Carlos III y Marqués González, mudándose para Teniente Rey entre Prado y Zulueta, en el mismo edificio donde hasta mayo de 1960 estuvo el Diario de la Marina, un periódico que de no haber sido clausurado por la revolución, hubiera alertado a la ciudadanía del peligro que corríamos si Nikita Nipone no se hubiera llevado sus cohetes a otra parte.

Mañana: Al son de los sesenta.

Foto: Kruschov saluda a Mao durante una visita que en los 60 el líder soviético hiciera a China.

No hay comentarios:

Publicar un comentario