Google
 

domingo, 22 de mayo de 2011

Periodista, nada más (X) - Disparates y desastres


Por Tania Quintero

En enero de 1959, ansiosa por trabajar, supe que en la Havana Business Academy, en Monte entre Romay y San Joaquín, al doblar de la casa, cobraban 8 pesos por un mes de clases de mecanografía y taquigrafía en inglés y español. Se lo dije a mi padre y estuvo de acuerdo, no sin antes advertirme: “Trata de aprender en un mes, porque ocho pesos es demasiado dinero”.

La directora era una mulata china, mujer elegante y culta. Pero eso no era óbice para que se viera con un tipo en uno de los dos cuartos que alquilaba Delia, la portuguesa que vivía en el primer piso de nuestro edificio. Allí solían darse citas señoras y señores respetables que muy discretamente 'pegaban tarros' (se dice que el deporte nacional en Cuba no es el béisbol, sino “pegar tarros”, poner los cuernos).

A la casa de Delia también acudían individuos ligadores y sin compromiso, como Reinaldo Castro, quien en los años 50 era un 'subversivo' (opositor). Después, Reinaldo se uniría al grupo que asaltó el Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y allí pereció. En La Habana existe una fábrica que lleva su nombre, cuando pasaba por ahí y veía su nombre, me costaba asociar su imagen de 'mártir' con la del hombre jodedor que conocí en mi infancia.

A mi padre, viejo comunista, no le importaba que oyera Divorciadas, novela radial de gran audiencia femenina en la época -los hombres hombres entonces no escuchaban novelas, como hoy en día ocurre con los culebrones. Mi padre tampoco se molestaba porque de vez en cuando leyera una novelita de Corín Tellado en la revista Vanidades. No consideraba “diversionista” mi preferencia por las películas de James Dean o Marlon Brando ni por las canciones de Nat King Cole y Frank Sinatra. Tampoco le preocupaba que acompañara a mis amiguitas a la Iglesia del Pilar, donde oficiaba el Padre Testé, o a comer chivo en una fiesta de santo.

Mis padres no me bautizaron ni me inculcaron ninguna religión. Es más, si decidí ser agnóstica fue precisamente porque nadie trató de imponérmelo. Por ello rechazo todo tipo de adoctrinamiento. Las ideas no se obligan a seguirlas. Es peligrosísimo. La insistencia y las prohibiciones se convierten en un boomerang.

El sistema educacional en la Cuba republicana (1902-58) puede que no fuera perfecto, pero era infinitamente superior al actual. El primer gran disparate fue nombrar ministro de Educación a Armando Hart, abogado y personaje insípido que participó en las aventuras fidelistas. ¿Por qué Fidel Castro no nombró ministro a Salvador García Agüero o a otro de los pedagogos de renombre que habían ejercido el magisterio antes de 1959?

El problema es que, salvo excepciones, casi ninguno poseía curriculum revolucionario. Pero a diferencia de Hart, eran maestros de verdad. Ahora me percato por qué, al ver la debacle que se avecinaba, tantos maestros, médicos y profesionales se fueron del país.

Si se hubieran quedado, nada hubieran podido hacer ante la nueva ola de improvisados. Aceptemos por buenas la intenciones de los rebeldes. Pero tratando de acabar con lo que ellos consideraban malo y negativo, terminaron acabando con Cuba.

Y hoy no solamente es un desastre la educación sino que la han convertido en un apéndice del llamado “trabajo político-ideológico”, rebautizado como Batalla de Ideas a partir del 2000, cuando lo de Elián, el niño balsero que Fidel Castro se empeñó en utilizar como banderín de lucha, propiciando toda clase de sentimientos y divisiones entre los cubanos de una y otra orilla y tratando de dejar lo peor parado posible al exilio anticastrista de Miami.

Desastre es también la agricultura. Y desastroso el estado de la capital. Baste caminar por La Habana y se tendrá una real visión de cuánto hemos perdido en medio siglo de totalitarismo. Se ven sitios pintados e iluminados. Para turistas o cubanos con dólares. Es dolorosamente cierto: La Habana noaguanta más. Está a punto de derrumbarse. O de explotar.

Mañana: Cuando un amigo se va.

Foto: Hans Hartings, Panoramio.

Leer también: Recordando a Salvador.

3 comentarios:

  1. Toda la historia hasta el dia actual ha sido de inculcar que lo politico esta por encima del saber y de lo profesional, en cuba sino aceptas el sistema jamas progresas , tan solo con la consabida y peligrosisima doble moralidad...Solo los cubanos de a pie tendran la solucion para el cambio tan necesario; pero les cuesta tanto ABRIR LOS OJOS y dejar de temer tanto al cambio que puede que pasen otros 50 años( dios que me equivoque en 49 años) antes de realizarlo.Gracias

    ResponderEliminar
  2. Platano microjet

    Si se derrumba o explota, ya el dano esta´hecho. Tal vez sea pesimista, pero ya esa Habana no vuelve

    ResponderEliminar
  3. Coincido plenamente con los dos. No estaré viva para verlo, pero un día La Habana renacerá y volverá a ser la ciudad cosmopolita que siempre fue y donde hacían escala, para alojarse en sus hoteles o actuar, figuras como Nat King Cole, Eartha Kitt, María Félix, Libertad Lamarque, Jorge Negrete, Lola Flores, Frank Sinatra, Ava Gardner, Marlon Brando y tantos y tantos famosos.

    ResponderEliminar