Al no tener computadoras, acceso a internet, celulares con cámaras de fotos y/o videos y al no existir las redes sociales, a quienes en los 90 escribíamos y reportábamos como periodistas independientes desde Cuba, no nos quedaba más remedio que hacerlo mediante el teléfono, cuando funcionaba, pues a la primera de cambio, la policía política nos mantenía incomunicados, unas horas o varios días.
A través del teléfono dictábamos las noticias, denuncias y trabajos periodísticos, mecanografiados o redactados a mano. Si algún periodista extranjero nos entrevistaba, en persona o por vía telefónica, aprovechábamos y les contábamos lo que nos estaba pasando.
Como desgraciadamente es ‘normal’ que en un régimen totalitario como el cubano, te sigan a donde vas, se paren en los bajos o esquinas de tu casa, traten de esconderse tras una columna o se sienten cerca de donde conversas con un foráneo, y con más o menos disimulo te graben y tiren fotos, eso no lo reportábamos.
Ese tipo de vigilancia es una violación de los derechos individuales en sociedades democráticas, pero es pan de cada día en regímenes represivos. Se denunciaban situaciones de más peso, sobre todo si involucraban a nuestras familias.
Revisando textos redactados en los años 90, cuando desde La Habana escribía como periodista independiente, encontré esta denuncia que el 26 de marzo de 1999 hice a organizaciones femeninas, de periodistas y derechos humanos del mundo. Decía así:
"En los últimos días, agentes de la policía política que muestran su rostro pero no su verdadera identidad, han estado acercándose a lugares cercanos a mi hogar y a mis hijos. Uno de esos agentes entró en el local de trabajo de mi hija, le mostró su carné del Departamento de Seguridad del Estado y le dio a entender que había una conversación pendiente con ella. A algunas personas les han dicho que tengan cuidado conmigo y con mi hijo, Iván García Quintero, también periodista independiente.
"Al gerente de la sucursal de la panadería Pain de Paris, ubicada en la barriada habanera de La Víbora, le llevaron una copia de “La otra cara del Pain de Paris”, un trabajo redactado por mí en agosto de 1998. En ese texto no relaté nada incierto y el hecho de mostrárselo a los trabajadores del lugar puede tener una doble intención: además de enemistarlos conmigo, tenerlos de reserva para cuando la Seguridad ordene, darme un ‘acto de repudio’, como ya hicieron en la noche del 10 de febrero de 1997.
"Mi madre, mi hija, mi nieta y otros familiares no pueden ser utilizados por la Seguridad del Estado de la misma manera que familiares hasta el cuarto vínculo sanguíneo de un acusado no pueden ser utilizados como testimoniantes en un juicio. Mi madre, mi hija, mi nieta y otros parientes son totalmente ajenos a la decisión que en 1995 mi hijo Iván y yo tomamos de formar parte de Cuba Press, agencia de periodismo independiente.
"Todo lo que la Seguridad del Estado quiera tratar con nosotros debe hacerlo oficialmente, cara a cara, y no andar merodeando entre vecinos y conocidos.
"Mis discrepancias públicas no pueden ocultar un curriculum de 35 años de trabajo, ni una conducta ciudadana limpia y honesta. Y si es cierto que el gobierno cubano no persigue a los que disienten, lo menos que puedo pedir es que se respete el entorno personal mío y de mi hijo".
Tania Quintero
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