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sábado, 28 de septiembre de 2013

Mi prima Lydia


Lydia Roca Antúnez, mi prima más cercana, acaba de fallecer en La Habana. No quiso que la velaran ni gastaran dinero en flores. Que lo antes posible la incineraran. Todo acorde a la austeridad heredada de su padre, Blas Roca Calderío, y de su madre, Dulce Antúnez Aragón, ya fallecidos.

Pese a haber sido una de las figuras históricas del comunismo cubano, Blas, así como su familia, oriundos de Manzanillo, en el oriente de la isla, eran personas humildes y sencillas. Como también lo eran y siguen siendo los Antúnez, un clan familiar de Sancti Spiritus que en mis tías Dulce y María tuvo a sus mujeres más comprometidas políticamente.

Si mi padre, José Manuel Quintero, durante años pudo ser guardaespaldas de Blas Roca, fue porque cumplía los requisitos de honradez y modestia existentes en el seno de las familias de Blas y Dulce. Y claro, porque medía 6 pies, pesaba más de 100 kilos y su ecuanimidad no le impidió sacar a tiempo su Colt 45 o propinar un buen trompón.

De los cuatro hijos que tuvieron mi tía Dulce y el tío Paco (así los sobrinos políticos le decíamos a Blas), Lydia fue la única hembra. Tuve y tengo muchos primos, por parte de madre y padre, pero a los Roca los tuve como hermanos. Porque mi padre trabajaba con su padre y porque Carmen, mi madre, antes de conocer a mi padre, vivía en casa de Dulce y Blas.

Lydia fue la única que estudió en una escuela privada, en el Instituto Edison de la Víbora, barriada habanera donde antes de 1959 los Roca-Antúnez residieron. Después se graduó en la Escuela Normal de Maestros de La Habana. Entre otros, trabajó en el Archivo Nacional y como asesora de historia en el Instituto Cubano de Radio y Televisión. Fue ella quien averiguó que el apellido Antúnez pudo haber provenido de un judío sefardita español que en el siglo 16 o 17, luego de haber vivido en Portugal (firmaba Antunes) se asentó en el centro de la isla.

Lydia y yo nunca fuimos a una fiesta, a un cine, a las tiendas o a pasear por el Malecón. Lo que nos tocó fue vivir en clandestinidad, bajo la constante amenaza de registros y detenciones en la década 1940-50. Cuando Fidel Castro llegó al poder en enero de 1959 y el Partido Socialista Popular, dirigido por Blas Roca, su padre, fue legalizado, en los primeros tiempos parecía que los años de zozobras y represiones habían terminado. Nos equivocamos.

Después de medio siglo de matrimonio, Blas se divorció de Dulce. No solo trataron de hacer leña a su ex esposa, también a sus hijos. Pero ni mi tía Dulce ni mi prima Lydia se dejaron avasallar. Digna y estoicamente aguantaron el ninguneo. Y se acostumbraron a vivir sin escoltas, sin autos, sin las atenciones y las cosas que los Castro ofrecen a los altos dirigentes del Partido y el Estado.

Tal vez más duro que el intento de convertir en no personas a los Roca-Antúnez, fue la pretensión de que la madre y hermanos de Vladimiro públicamente le denunciaran, cuando éste en 1991 escogió el camino de la disidencia. Mi tía Dulce y mis primos Lydia, Francisco y Joaquín no renegaron de Vladimiro y soportaron el odio del régimen por su actitud.

Vladimiro Roca Antúnez fue uno de los cuatro integrantes del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, junto a Martha Beatriz Roque Cabello, René Gómez Manzano y Félix Antonio Bonne Carcassés. Poco después de que en junio de 1997 redactaran La Patria es de Todos, el documento disidente que más repercusión ha tenido, los cuatro integrantes de ese grupo fueron detenidos. El juicio lo celebraron casi dos años después, el 1 de marzo de 1999. La sanción mayor se la dieron a Vladimiro, como castigo por no haber seguido la senda comunista de su padre: 5 años de privación de libertad. La cumplió íntegra, en la prisión de Ariza, Cienfuegos.

Lydia, Yuri, su hijo mayor y yo, varias veces fuimos a Cienfuegos. Viajes escasos de dinero, pero repletos de anécdotas. Es una lástima que no se nos ocurrió retratarnos, a la entrada de la cárcel, cogiendo la guagua en el Parque Martí o en casa de nuestra prima Vilma, en Caonao, en las afueras de Cienfuegos. Pero cuando la mayor parte de tu vida la has vivido en situaciones difíciles y estresantes, como las que le tocó vivir a mi prima Lydia, no se está pensando en fotos ni recuerdos familiares.

Desde Lucerna, Suiza, mi hija Tamila, mi nieta Yania y yo, enviamos nuestro más sentido pésame y todo nuestro cariño a Yuri, Raúl, Ernesto y Abel, sus cuatro hijos y a sus nietos, dentro y fuera de Cuba. Y, por supuesto, a sus hermanos, mis primos Francisco, Vladimiro y Joaquín, y sus respectivos hijos, sobrinos de mi querida e inolvidable prima Lydia.

Tania Quintero
Foto: Durante uno de los ingresos en el hospital Clínico Quirúrgico, donde era atendida por un cáncer de colon que en menos de un año se la llevó. Enviada por Yuri en marzo de 2013.

7 comentarios:

  1. Tania mis sinceras condolencias para ti y la Familia Roca Antunez.
    Zenaida Valdes

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  2. Siento la pérdida de tu querida prima, querida Tania. Tienes un poder descriptivo impresionante y agradezco las vignettes de tu familia que con tanta generosidad compartes.
    Reciban los deudos de Lydia mi pésame. Un abrazo para ti.

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  3. Mi más sentido pésame, lo siento mucho.

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  4. Mis sinceras codolencias Tania a ti y flia.

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  5. Tania, he tenido que leer el articulo muchas veces. Vivi en mi infancia frente a una casa que tenia varios apartamentos de alquiler detras, y en uno de ellos vivio el padre de Blas Roca hasta su muerte. Las estampas de la vida familiar que ofreces siempre, y como las entrelazas con hechos históricos y de interés las hacen aun mas vívidas. Lo siente mucho, por la perdida, y a la vez celebro la vida y la historia.

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  6. Mi más sentido pésame para usted, toda la familia y, en especial, para Vladimiro Roca Antúnez, a quien tuve el placer y el honor de visitar en su casa
    en un viaje a Cuba.

    Teresa Cruz

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  7. En mi nombre y en el de mi familia, gracias a todos por sus condolencias.

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