Desde que el domingo 25 de marzo de 2007 Liu Santiesteban me abrió el blog, no menos de cien posts musicales se han subido. En la tercera parte o más, Bebo Valdés ha estado presente. Algunos redactados por mí, como Bebo y Chucho, al fin juntos (julio 2007) y Bebo y Benny (mayo 2008) o por Iván García, como La Habana espera a Chico y Rita (enero 2011). A Bebo lo mencioné en textos dedicados a canciones, compositores o cantantes cubanos: Patato Valdés (Nacidos en 1926, julio 2007); Clase de piano (octubre 2007); El carbonero (abril 2008); Celia (septiembre 2008) y Machín, el Señor Bolero (junio 2010), entre otros.
En este blog también he reproducido escritos de otros autores: Bebo, de nuevo; Cuba dentro de un piano; Le ronca el mambo; Se acabó la diversión y Las lágrimas del Cigala. Las menciones más recientes fueron en febrero de 2013. Por lo menos en dos de los ocho posts dedicados a boleristas cubanos (Vicentico Valdés y Fernando Álvarez) es resaltado el papel de Bebo como pianista, arreglista, director o compositor.
En febrero de 2010, Bebo y Chucho: Tres palabras, mío, fue publicado en el blog Desde La Habana. En mayo de 2012, Bebo Valdés, de Quivicán a Málaga, de Raúl Rivero, se reprodujo en El blog de Iván García y sus amigos. Y ahora, en marzo de 2013, Bebo de toda Cuba, también de Raúl Rivero, en el blog Desde La Habana. En el Diario de las Américas este fin de semana saldrá un trabajo que le encargaron a Iván García. Pero tal vez lo más difundido ha sido la Carta abierta a Chucho Valdés que redacté el 8 de diciembre de 2009. Fue respaldada por varios músicos cubanos, entre ellos Isaac Delgado.
Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro se nos acaba de ir. Luego de más de cuarenta años viviendo en Estocolmo, decidió pasar una soleada y larga temporada cerca del mar, en Benalmádena, Málaga. Poco antes de morir regresó a Suecia, el país de su tercera mujer y de los dos hijos que con ella tuvo. Su decisión de no continuar viviendo bajo la dictadura de Fidel Castro, fue muy dura para él y en particular para los hijos que dejó en La Habana. Pero como el tiempo suele curar las heridas, los Valdés ya se han reconciliado y han vuelto a ser una sola familia. Quien sí no se reconcilió con el régimen verde olivo fue Bebo Valdés.
A modo de tributo personal, reproduzco la entrevista titulada "Mi infancia fue pobre, feliz e inocente" que el periodista Juan Carlos Rodríguez el 20 de julio de 2003 publicara en el suplemento Magazine del diario español El Mundo.
Bebo Valdés y Diego El Cigala se conocieron en 2001 y desde entonces se llevan mejor que cualquier matrimonio. Acaban de grabar un disco, Lágrimas negras donde el octogenario cubano y el treintañero gitano funden lo mejor que llevan dentro: la calma caribeña con la garra del flamenco. Ambos aseguran que ha sido una de las mejores experiencias de sus diferentes vidas.
¿Qué les sugiere la nueva pareja revelación: Bebo El Cigala y Diego Valdés?
Bebo: ¿Cómo? Querrá decir Bebo Valdés... (Tras un breve titubeo, cae en la cuenta de que los apellidos están intercambiados a propósito y ríe la broma). Ahhh... Lo nuestro ha resultado una comunión perfecta. Diego es un hombre muy dispuesto, con una extensión de voz increíble. A su lado estoy aprendiendo mucho sobre el flamenco. Tengo 84 años, pero siempre hay que aprender. ¡Aunque tengas 500!
El Cigala: Lágrimas negras ha sido un milagro hecho realidad. Nuestra relación empezó hace dos años y va de maravilla, porque hay un cariño y un respeto mutuos. Como músico es genial: la música forma parte de su naturaleza. Y como persona, te gana. Demasiada nobleza para los tiempos que vivimos. Recto y campechano a la vez.
¿Cómo surgió el flechazo?
El Cigala: Quien nos lió fue Fernando Trueba, a quien conocí a través de mi amigo El Gran Wyoming en plena grabación de mi disco Entre bareta y canasta. Fernando había hecho el videoclip de una canción, y un día me pasé por la sala de montaje de Calle 54, su estudio en Madrid. El pop y el rock no los entiendo, pero viendo la película aluciné con las Lágrimas negras de Bebo y Cachao. No paré hasta que me presentó a Bebo.
Bebo: Nos conocimos en casa de Trueba. También estuvo Javier Limón (productor de Lágrimas negras y de los anteriores discos de El Cigala), y allí intercambiamos impresiones sobre el flamenco y la música cubana. Antes me habían enviado un disco de Diego y al escucharlo me dije: "Este hombre promete, vamos a probarlo". Enseguida acepté colaborar en tres temas de su anterior trabajo, Corren tiempos de alegría.
¿Estaban predestinados a encontrarse?
Bebo: Sí, absolutamente. La primera vez que en Cuba oí a Lucho Gatica, a mediados de los 50, pasó algo parecido (Bebo fue su director musical). Le dije que tenía un camino brillante, y llegó a ser el mejor bolerista de su época. En España estuvimos de gira en 1962. Como gitano, Diego abarca más registros. Tiene la tristeza y el sentimiento de un barítono cuando baja, y la bravura de un tenor cuando sube. De una nota muy grave puede llegar hasta una muy aguda sin desafinar. Desde el principio le dije: "Nunca dejes de ser tú, porque de lo contrario, lo que hagamos juntos no tendrá ningún valor".
El Cigala: A mí este encuentro me lo tenía guardado el Señor. Pero si no hubiese sido por Trueba no hubiera conocido a Bebo.
La primera vez que grabaron juntos, las lágrimas inundaron el estudio.
El Cigala: Ahí lloró hasta el apuntador.
Bebo: Fueron lagrimones. Sobre todo con Eu sei que vou te amar, de Tom Jobim. Pero lo que más me emocionó fue una niña que se acercó y me dijo que estaba aprendiendo a tocar el piano. No tenía nada para darme, y me regaló una piedra. Le prometí que la guardaría toda mi vida.
¿Qué les ha aportado esta amistad?
El Cigala: Yo antes era más rabioso, más salvaje. Bebo me ha templado: te aplaca, no te queda otra. Nunca tiene una palabra más alta que otra y no se altera por nada. Junto a él me siento muy suelto, muy tranquilo, me da serenidad.
Bebo: A mí me incentiva su rabia y su desgarro.
¿Hay algún vínculo entre el flamenco y la música antillana?
Bebo: A mí la autenticidad de los flamencos me recuerda a la de los cantantes del guaguancó cubano, un ritmo con una cadencia parecida a la malagueña, con ese dum, dum, dum de bajada. En realidad, el guaguancó desciende de la música africana, y en Cuba tomó ese nombre. El pasado noviembre, mis compatriotas de Miami y yo pusimos a cantar a Diego en el Guzman Theater con Lázaro Galarraga, uno de los mejores cantautores de guaguancó. Los dos intercambiaron estilos ante un público entendido de todas las edades y el éxito fue absoluto.
Tras esa actuación, la prensa en Estados Unidos calificó a Bebo como el clásico de la música cubana y a Diego como el Sinatra del flamenco.
El Cigala: Conmigo está claro que se pasaron. Me lo tomo como un cumplido.
En Quivicán o en Lavapiés, ambos tuvieron una infancia humilde pero feliz.
Bebo: La mía fue pobre, feliz e inocente. La recuerdo como una de las mejores etapas de mi vida. En Quivicán, un pueblecito de 3 mil habitantes cerca de La Habana, se vivía del tabaco y la yuca. Mi papá, Emilio Valdés, negro prieto, era empleado del gobierno, y mi mamá, Caridad Amaro, mulata clara, ama de casa. Yo era el mayor de seis hermanos. Mi adolescencia coincidió con la época de la gran depresión. Por aquella época, casi todo el mundo pasó hambre en Cuba. Había una canción que se llamaba 'Te odio y sin embargo te quiero', dedicada a la harina de maíz. Se molía y se comía con lo que hubiera: manteca, boniato, aguacate... El pollo lo comíamos una vez al año.
El Cigala: Yo vivía en una típica corrala (cuartería, casa de vecindad) cerca de El Rastro, en la calle Provisiones número 12. De niño me gustaba mucho el balón y la bici. Pero luego escuchaba el cante y dejaba el juego.
¿Desde el principio tuvieron clara su vocación?
El Cigala: En mi casa siempre se ha cantado flamenco. Camarón, Caracol, Manuel Torres, Juan Talega, Chocolate o el Indio Gitano eran mis ídolos. Luego estaban los mesones donde se bailaba flamenco, el tablao Torres Bermejas donde actuaba mi padre, José de Córdoba. Él era cantaor, y mi madre, Aurora, ama de casa. Ella nunca ha sido profesional, pero te canta un fandango al oído y alucinas. El primer recuerdo que tengo de niño, fue ver a mi tío en el teatro Calderón con su traje blanco y su sombrero de ala ancha bajando las escaleras cantando. También me impresionó ver cantar a Camarón en el Frontón de Madrid. Allí mismo decidí que quería ser cantaor.
Bebo: A mis padres les gustaba mucho bailar, pero nada más. Yo me fijaba en el pianista y le imitaba colocando las manos sobre una piedra. En la década de 1920, vino a tocar a Quivicán Antonio María Romeu, el introductor del piano en el danzón cubano. Desde pequeño se me quedaban los cantes, así que mamá me llevó a casa de una amiga suya muy rica, Josefina, que era mi madrina. Su hija Moraima tenía un maestro de piano holandés, y ella fue la que me dio mis primeras clases. Luego mamá con sus ahorros me compró un piano lleno de termitas que costó dos pesos. Con 18 años entré en el conservatorio gracias a una tía santera bien relacionada, aunque me botaron porque el curso estaba empezado y llegué sin libros y sin piano.
Su hijo Chucho Valdés, el famoso pianista, ya tocaba con apenas cuatro años.
Bebo: De tanto fijarse en mí. Al cumplir los 16 años lo metí en mi orquesta y cuando salí de Cuba le puse de maestro privado a Bouffartique. Chucho es uno de los mejores pianistas del mundo. Es terriblemente excepcional, tiene una independencia total con las dos manos. También adoro a gente como Bill Evans y a clásicos españoles como Albéniz, Falla o Granados. Me dicen que tengo mucha cadencia española cuando toco.
Estuvo 18 años sin ver a Chucho.
Bebo: Yo era neutral, ni de izquierdas ni de derechas, y por eso me tuve que ir. Yo sólo estaba a favor de la música. Pero eso no valía. Me decían que no estaba integrado y me amenazaron con 20 años de cárcel. Podía desaparecer o que me fusilaran. Así que me fui a México al estallar la revolución. Allí tuve problemas con los sindicatos y me vine a España de gira, con Lucho Gatica, y de ahí a París. Por entonces ya conocía a Rose Mary. Nos fuimos a vivir a Suecia. Chucho no pudo venirse conmigo. Hasta que nos reencontramos en Estocolmo. Ahora hablamos por teléfono. La semana pasada me llamó para decirme que se había vuelto a casar, no sé si por cuarta o quinta vez. Hace mucho que no nos vemos, pero en el próximo Festival de Jazz de San Sebastián tocaremos juntos.
(Valdés ha tenido tres esposas: las cubanas Pilar -madre de Chucho- y Noemí -dos hijos-, ya fallecida, y la sueca Rose Mary -dos hijos-, con la que lleva casado 40 años).
Háblenme de sus comienzos profesionales, de El Faraón y el Corral de la Morería.
Bebo: Yo entré en el cabaret El Faraón para sustituir a un pianista. Tenía 24 años y tocaba en un grupo de jazz. A Cumbero, el encargado, le gustó mi solo de bugui-bugui y me contrató por 60 pesos. Luego se presentó el problema racial. Un director que compró el local le sugirió a Cumbero que me sustituyera por un pianista blanco. Por suerte, luego conocí a un judío que me abrió los ojos. Era violinista y había llegado a La Habana huyendo de los nazis. Yo hacía arreglos gratis, pero él me aconsejó registrar mis obras y así empecé a valorarme como músico.
El Cigala: A mí el respeto siempre me lo ha dado el público. Desde que yo cantaba para bailar en el Corral de la Morería, con mi trajecito y mi camisa blanca, ya la gente iba a verme. Pero la primera vez que me subí de profesional a un escenario fue en la cumbre Flamenco Joven que se celebró en Chamartín. Dejé el colegio en sexto grado y empecé a cantar para el mundo del baile. Eso me dio tablas, porque aprendes a cantarle a cada uno a su estilo. Solía colarme en una academia de la calle Amor de Dios para ver a los grandes bailaores, como El Güito o Manolete. Los hermanos Losada me pusieron luego El Cigala por lo delgaíllo y los pelos tan largos que llevaba.
Bebo, supongo que sentirá mucha nostalgia del Tropicana.
Bebo: Claro. Mi hijo Rickard estuvo allí el año pasado y la gente le contó que no era la sombra de lo que fue. Entré a Tropicana gracias a Rita Montaner, la mejor artista de Cuba, a la que yo había hecho muchos arreglos. Después fui director musical durante diez años. En 1952, a petición del productor Norman Granz, grabé la primera descarga de jazz cubano y, más tarde, Nat King Cole me pidió colaborar en El bodeguero.
Aquellas bailarinas debían ser irresistibles. ¿Cayó en la tentación?
Bebo: Ay, ay ay... Eran de película, pero de película. Había unos shows de mulatas terribles y también traían de Estados Unidos unas modelos divinas. Todas estaban buenas (jajaja). Pero el error más grande que comete un músico es tener algo con alguna de las chicas con las que trabaja. El trabajo y el amor no deben mezclarse.
¿Nunca fue un corazón loco? ¿Nunca se preguntó, como en el bolero, "cómo se pueden querer/ dos mujeres a la vez/ y no estar loco"?
Bebo: No. Yo siempre tuve una y después a la otra. Con las mujeres creo que nunca fui espabilado. Además, fui y soy tímido en ese sentido.
El Cigala: Un hombre sin una mujer está perdido en este mundo.
Amparo, su mujer, siempre ha estado a su lado en los peores momentos.
El Cigala: Mi mujer, mi hijo y la música me han ayudado a salir de esa pesadilla que es la droga. Y dos o tres amigos, como Wyoming o Jorge Gutiérrez, de la ONG Madrid Positivo. Estuve 15 años metido en un pozo, hasta que toqué fondo y tuve dos cojones para enfrentarme a la realidad. De aquella época no recuerdo nada. Fue como un mal sueño del que quiso Dios que despertase. Me recuperé de esa amnesia viendo películas en video. Tengo más de mil. Ahora mi vida ha cambiado por completo: monto a caballo, pesco, juego al futbito y a la Playstation con mi Dieguito (su hijo de cuatro años).
Bebo, ¿se morirá sin volver a Cuba?
Bebo: No volveré mientras el régimen perviva. Nunca sufrí con ningún gobernante, porque ningún gobernante me quiso gobernar.
¡Descansa en paz, querido Bebo! ¡Los cubanos, los de Cuba y los que hoy estamos desperdigados por el mundo, nunca te olvidaremos!
Tania Quintero
Video: Bebo y Chucho Valdés interpretan La comparsa, de Ernesto Lecuona, en el Jazz Voyeur Festival, Auditorium de Palma, España, el 25 de octubre de 2008. Unos días antes había cumplido 90 años.
Después de redactado y publicado este trabajo, he sabido que Rose Marie, la esposa sueca de Bebo Valdés, a pesar de ser como veinte años más joven, falleció antes. Bebo iba a ser enterrado en la misma tumba o panteón. Descansen en paz juntos en ese cementerio de Estocolmo!
ResponderEliminarGracias, querida Tania, le doy link.
ResponderEliminarASHE A TODA LA OCHA ... GRACIAS EÑORA POR UN PEDAZO DE SUS MEMORIAS!
ResponderEliminarDESDE MEXICO
LAURA VIADAS
lauraviadas@yahoo.com