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viernes, 1 de junio de 2012

La entrevista que Zoé Valdés me hizo


¿Cómo fue tu infancia? Algunas fotos muestran a una niña bien cuidada y feliz. ¿De qué origen era tu familia?

-La felicidad no la da el dinero, ni vivir en una buena casa y tener un cajón lleno de juguetes. No tuve nada de eso en mi infancia y fui feliz. Hubiera deseado tener un hermano, no lo tuve, pero haber sido hija única no me hizo una niña triste ni infeliz. Desde muy pequeña mis padres me prepararon para enfrentar la vida, sin tener que depender de nadie. A los 10 años me dejaban ir sola al Roosevelt, el cine del barrio y también al Ten Cent, a comprar aquellos útiles escolares que no vendían en La Casa Bulman, al doblar de la casa. A los 12, dos veces al año, mi padre me daba 10 pesos, para que en verano me comprara un vestido y un par de zapatos blancos, y en invierno, otro vestido y otro par de zapatos, esta vez negros, de charol. En mi época, los meses más fríos eran enero y febrero. Febrero era el mes del Carnaval en La Habana, celebrado a lo largo del Paseo del Prado, desde el Malecón hasta la calle Monte. Nuestro barrio, El Pilar, era colindante con el de Atarés, cuna de una de las más famosas comparsas habaneras, Los Marqueses de Atarés, que siempre recorrían las calles de las dos barriadas y la gente arrollaba detrás.

-Mi padre, nacido en Palmira, Cienfuegos, de joven había sido panadero, pero luego se hizo barbero ambulante, oficio que alternó con el de escolta, por su biotipo: un mulato que medía 6 pies y pesaba 200 libras. Mi madre, de constitución delgada, nació en el seno de una familia campesina, en Sancti Spiritus y siempre fue ama de casa. En sus documentos se decía que era de la raza blanca, pero en realidad era 'capirra', como en Cuba le dicen a las mestizas de piel clara y pelo 'bueno'. Mis padres sabían sacar cuentas, leer y escribir, les gustaba leer la prensa, escuchar noticieros y eran aficionados a la pelota (béisbol). A pesar de que ninguno de los dos terminó la enseñanza primaria y a diferencia de otros padres, que atosigaban a sus hijos para que fueran médicos, abogados, ingenieros, ellos no me presionaron para que hiciera una carrera universitaria. Me dieron libertad para que yo estudiara lo que quisiera. Cuando terminé la Superior (secundaria) matriculé en la Escuela Profesional de Comercio de La Habana, pero no llegué a graduarme de Contabilidad. Fui una alumna aplicada, con buenas notas. En la Primaria, los 28 de Enero íbamos a pie hasta el Parque Central, cada alumna con una rosa blanca, que depositábamos ante la estatua del Apóstol José Martí. Nos encantaban las excursiones escolares, al Valle Viñales, las Cuevas de Bellamar, el Parque Zoológico... Durante la Semana del Niño recorríamos las fábricas de los alrededores, las preferidas eran La Estrella, donde nos regalaban galletas y confituras o la de chocolate La Española, en Infanta y Estévez, ya desaparecida. Participaba en los actos cívicos de los viernes, en concursos de historia y en visitas para llevarle tabacos a los veteranos, como eran conocidos los antiguos mambises.

-He olvidado decir que nací en La Habana, el 10 de noviembre de 1942. Por esos días, la ciudad de Leningrado, nombre que los bolcheviques pusieron a San Petersburgo, era asediada por tropas hitlerianas. Aunque Cuba quedaba a miles de kilómetros de Europa, los cubanos vivían pendientes de las noticias procedentes del viejo continente, y al igual que hicieron cuando la República española, la gente recogía leche condensada, chocolate, azúcar, sal y otros alimentos no perecederos y hacían llegar esas donaciones. Entonces en la isla se producían muchos tomates y hortalizas, y éstos se mandaban frescos a Estados Unidos y allí los procesaban y enviaban a los combatientes del Segundo Frente. Haber nacido en 1942 me aficionó a la literatura y la cinematografía sobre la Segunda Guerra Mundial, a filmes como Liberación, Los amaneceres son aquí apacibles, La lista de Schindler, La vida es bella y El pianista, entre otros. Muy impactante para mí fue la visita que en 1979 hice al ex campo de concentración de Buchenwald, en Weimar, pensando en todos los hombres, mujeres y niños que allí murieron y porque ese mismo día visité las casas de Goethe y Schiller. Cuesta creer que en la ciudad donde vivieron y murieron dos grandes de la literatura alemana y universal, los nazis hubieran instalado un sitio de hambre, terror y muerte.

-Fui una niña pobre, pero feliz. Jamás me acomplejó el bajo nivel escolar y cultural de mis padres, ni haber vivido en un barrio de gente humilde, con personajes como Piri Carbón, Cebolla, Paco Cabeza o el asturiano Fermín el Carbonero, que me guardaba las revistas Life, Good Housekeeping y National Geographic Magazine, llevadas por los vecinos para envolver el carbón. Esas revistas me servían para repasar el inglés, aprendido en un colegio gratuito que funcionaba en el mismo local de mi escuela primaria, de 6 de la tarde a 9 de la noche, y también para recortar fotos y anuncios para ilustrar los cuadernos de Economía Doméstica, asignatura que los barbudos eliminaron de los programas escolares. Era impartida por maestras graduadas de las Escuelas del Hogar, abolidas después que llegara el comandante y empezara a destruir.

-En la casa no teníamos nevera y todos los días se compraba una piedra de hielo, de 10 centavos en verano y de 5 centavos en invierno. Refrigerador tuvimos en 1959, un Frigidaire comprado de uso por 100 pesos. Y televisor en diciembre de 1977, un Krim soviético, en blanco y negro, de los que repartían a los trabajadores y que tras el pugilato correspondiente, me lo dieron, por no tener ausencias ni llegadas tardes. Ventilador y batidora no tendríamos hasta el 2000, nunca tuvimos cámaras fotográficas, grabadoras ni equipos de video. El electrodoméstico de mi infancia, adolescencia y juventud fue un radio, un RCA Victor que fue de mi abuela Pancha, quien creía en Dios y los santos y rezaba todas las noches antes de dormir. Nosotros no, mi familia, por parte de madre y de padre, era atea. Mis primos y yo éramos 'judíos', como antes le decían a los niños no bautizados. Una parte de mi familia materna era comunista, mi padre fue guardaespaldas de Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular, de ideología marxista-leninista, y dos tías, hermanas de mi madre, en la década de 1930 fueron activas luchadoras por los derechos de las mujeres, obreros y campesinos en Sancti Spiritus, su provincia natal. No he sido militante de ningún partido, ni antes de 1959 ni después. Para mí, los partidos políticos son una especie de cofradía.

-Nunca me gustaron los 'muñequitos' o dibujos animados, ni en la televisión ni en el cine. Tampoco los comics o historietas, con excepción de La Pequeña Lulú. Entre mis películas favoritas se encontraban Picnic, Sayonara, Té y simpatía, Tres monedas en la fuente, Cantando bajo la lluvia y El puente sobre el río Kwai, estrenada en 1957, año que cumplí los 15, edad celebrada en Cuba según el bolsillo familiar. Como mis padres no podían hacerme una fiesta, me regalaron un juego de suéter rosado de orlon. Lo estrené con una saya acampanada de fieltro gris, confeccionada por Delia, la madre de Gladys, mi mejor amiguita. En la parte inferior, con retazos de fieltro de distintos colores, realizó un paisaje de los Alpes suizos con una vaquita, un diseño que resultaría una señal, una premonición: en 1957 no podía imaginar que 46 años después viviría en Suiza. Heidi no estuvo entre mis libros infantiles de cabecera, pero sí La Edad de Oro, de José Martí: Mujercitas, de Louise M. Alcott, y Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain.


¿Cómo empezaste en el periodismo?

-En el periodismo me inicié casualmente, en 1974. Mi primer texto fue una crónica sobre el campeonato de boxeo efectuado ese año en Cuba. Como no teníamos televisor, mi hijo Iván y yo veíamos las peleas en el televisor del cuarto que en el primer piso de nuestro edificio vivían Jorge Luis Piloto, hoy reconocido compositor cubanoamericano, su madre Beba y su hermano Juan Carlos. Esa crónica se la mostré a un periodista deportivo de Verde Olivo, creo se apellidaba Janer, a él le gustó y sugirió su publicación. Se titulaba En las esquinas roja y azul y aunque no me pagaron, marcó mi inicio en el periodismo. El deporte nacional en Cuba es la pelota. En mi infancia había cuatro clubes profesionales: Habana, Almendares, Marianao y Cienfuegos. Vivíamos relativamente cerca del Stadium del Cerro y a menudo yo iba con mis padres. Cuando en 1965 nació mi hijo Iván, antes de cumplir los 3 años mi madre lo llevaba al estadio, al que ya le habían puesto Latinoamericano. Si ese día no iban a la pelota, la escuchaban por la radio. Por cierto, Iván se inició en el periodismo independiente, en 1995, inaugurando una sección a la cual tituló Minideportivas de Cuba Press.

-Con regularidad comencé a escribir en 1975, en la revista Bohemia. En ese momento laboraba como secretaria en el Movimiento Cubano por la Paz y en la página internacional me publicaron sobre la temática de la paz. Después me convertí en colaboradora de Bohemia y uno de los trabajos más interesantes fue el de corresponsal viajera en Matanzas, cuando en 1976 impantaron el Poder Popular en esa provincia.

-Soy autodidacta. El periodismo es un oficio y los oficios se aprenden en la práctica: mientras más escribes y de más temas, mejor. En Bohemia pasé por casi todas las redacciones: En Cuba, Economía, Cultura, Historia... En casi todos los géneros: informaciones, crónicas, entrevistas, reportajes... Tal vez donde más me destaqué fue en el periodismo de investigación, algo que ahora se ha perdido. En la Sección Económica de Bohemia investigué y con especialistas, funcionarios y trabajadores, debatíamos y tratábamos de dar soluciones a temas muy variados: el desaprovechamiento de la piel de tiburón y otras pieles, como las de tilapia y rana toro; la industria textil y del calzado, donde tuve el apoyo del ministro de la Industria Ligera; el diseño de vestuario y de muebles, con respaldo de la Oficina de Diseño Industrial (en esa oficina laboré dos años, en el departamento de divulgación); el tiempo libre de los jóvenes y los círculos sociales obreros, entre otros. También hice varias series, una sobre los Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes y otra titulada El país de los cochecitos, sobre mi viaje a la República Democrática Alemana, en junio de 1979. De ese viaje de tres semanas, solamente en Bohemia publiqué 50 páginas.

-En 1982 me trasladé al Instituto Cubano de Radio y Televisión y tuve oportunidad de conocer y dominar un medio totalmente distinto. En la televisión conocí a profesionales de gran experiencia, directores, productores, camarógrafos, editores, musicalizadores, de todos aprendí y a todos los recuerdo con admiración. Algunos ya han muerto, como la presentadora chilena Mirella Latorre, en cuyo programa Conversando estuve un tiempo como guionista. Guiones escribí también para espacios musicales, entre ellos uno realizado en Trinidad, donde tuve el honor de trabajar con Manolo Rifat, uno de los mejores directores que ha tenido la TV cubana.


Se te conoce por ser una persona que dice las cosas como las piensa, sin tapujos, y de una transparencia más clara que el agua.

-Además de haber sido criada para que me convirtiera en una mujer independiente, sin miedo a decir lo que pensaba y sola fuera capaz de enfrentar la vida, tuve la suerte de nacer y crecer en una etapa donde había democracia y libertad de prensa, inclusive después que Fulgencio Batista diera el golpe de estado, el 10 de marzo de 1952, en pleno auge de la Guerra Fría y el mccarthysmo en Estados Unidos. Pienso que ese anticomunismo influyó para que Batista, quien en su primer mandato como presidente (1940-44) había pedido la colaboración de los comunistas, a partir del 52 los reprimiera.

-Siempre he dicho lo que he pensado. Mi primer empleo fue en agosto de 1959, cuando aún no había cumplido los 17 años. Me pagaban 47 pesos al mes, por trabajar de lunes a domingo, sin horario, como mecanógrafa y bibiliotecaria en el Comité Nacional del Partido Socialista Popular, en Carlos III y Marqués González. Allí se concentraba la flor y nata del comunismo criollo, hombres que me habían visto nacer, pero no por eso fueron complacientes conmigo. Se los agradezco, porque aprendí a trabajar con responsabilidad, mecanografiar sin borrones y a redactar cartas o lo que me pidieran. Me ayudó que nunca tuve faltas de ortografía y en las clases de gramática y composición sacaba el máximo. Y de la misma manera que ellos no tenían en cuenta que era la hija del 'gordo Quintero' y fueron muy exigentes conmigo, yo a ellos les decía lo que pensaba y lo aceptaban, porque los comunistas que yo conocí eran demócratas.

-Era muy joven, pero de absoluta confianza, por eso me pidieron que pasara en limpio las actas de sus reuniones donde hablaban muchas cosas importantes y que mecanografiara los mensajes enviados a 'Alejandro', seudónimo de Fidel Castro. Acerca de los 19 meses que trabajé con los comunistas, en mi blog publiqué un testimonio en cinco partes titulado Harry Potter y la revolución escatimada. Con tales antecedentes, no podía temerle a ningún dirigente de verde olivo, empezando por Fidel Castro, quien el 12 de mayo de 1986 me recibió en el Palacio de la Revolución.


¿Cuándo empezaste a desencantarte del proceso castrista para algunos todavía revolucionario? ¿Fue fácil para tí?

-Como nunca milité en el PSP ni en el PCC, como jamás he tenido miedo de decir lo que pienso y como mi padre siempre me aconsejó no contraer deudas de gratitud con nadie, no fue demasiado traumatizante dejar de simpatizar con Fidel Castro y su revolución. Quienes me conocen bien saben que siempre fui 'conflictiva', y le cantaba las cuarenta a quien tuviera que cantárselas, casi todos jefes y funcionarios. Y después que les decía todo lo que consideraba debía decirles, recogía mis matules y me trasladaba a otro puesto de trabajo. Al ser una mecanógrafa que tecleaba con gran rapidez, en español e inglés (aprendí mecanografía y taquigrafía en los dos idiomas en la Havana Business Academy) y además sabía redactar, lo mismo una carta que un artículo, hoy dejaba de trabajar en un lugar y al día siguiente ya estaba en otro. En 37 años, desde agosto de 1959 a marzo de 1996, trabajé en una docena de centros distintos, como mecanógrafa, bibliotecaria, secretaria, divulgadora, maestra de adultos y periodista.
Cuéntanos cómo entraste en el periodismo independiente y en la disidencia.
-No me considero disidente, porque los disidentes cumplen funciones políticas, de agitación y propaganda o son activistas de derechos humanos, se agrupan en partidos y organizaciones y eso nunca lo hice. Soy periodista, nada más. En la agencia de periodismo independiente Cuba Press comencé desde su fundación, el 23 de septiembre de 1995. Escribía lo que pasaba a mi alrededor, con especial énfasis en las mujeres y los negros. Igualmente reportaba sobre la oposición, los opositores y sus actos contestatarios. A partir de los 90 escribí bastante del 'período especial', en mi blog se pueden leer algunos de esos relatos. Lo que determinó que dejara el periodismo oficial y me sumara al periodismo independiente fue la detención de mi hijo el 8 de marzo de 1991. Fue la gota que colmó el vaso de mis decepciones: ése no era el socialismo por el cual mi padre había luchado y yo de niña había leído en aquellas revistas dedicadas a las 'bondades' de las "democracias populares", como en 1940-50 se autodenominaban los países del bloque socialista o telón de hierro.


Estuviste detenida y tu hijo, el periodista Iván García, que sigue en Cuba, también, ¿por qué, cómo sucedió?

-Estuve detenida dos veces, el 21 y 22 de enero de 1997, 48 horas en un calabozo de la estación de policía situada en Zapata y C, Vedado. Me arrestaron junto con Juan Antonio Sánchez, también de Cuba Press, cuando salíamos de la Embajada Checa, en el Nuevo Vedado. Y entre el 1 y 2 de marzo de 1999 permanecí 29 horas en un calabozo de la unidad policial de 7ma. y 62, Miramar. Me detuvieron cuando me dirigía al juicio a los cuatro miembros del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna (Martha Beatriz Roque Cabello, Vladimiro Roca Antúnez, Félix Bonne Carcassés y René Gómez Manzano), redactores de La Patria es de Todos. Sobre la detención de Iván en Villa Marista, mejor leer Pistola en mano.

¿En qué año te exiliaste? Vives desde entonces en Suiza, ¿por qué Lucerna?

-El asilo político lo solicité el 24 de junio de 2003 y el 30 de julio, apenas un mes después, el embajador suizo personalmente me comunicó que nos lo habían concedido, a mí, a mis dos hijos y a mi nieta mayor. Mi hijo escribió al gobierno suizo que de momento no viajaría: la novia que tenía había salido embarazada y el 3 de febrero había dado a luz una niña, de lo que me enteré estando ya en Suiza. Mi hija, mi nieta mayor y yo salimos de Cuba a las 8 de la noche del martes 25 de noviembre de 2003, en un vuelo de Air France. Sobre las 9 de la mañana del miércoles 26 hicimos escala en París, y alrededor de las 12 del día montamos un Easy Jet rumbo a Zürich, a donde llegamos unas dos horas más tarde. Aunque teníamos el asilo político concedido desde Cuba, del 26 de noviembre de 2003 al 1 de marzo de 2004, cuando nos mudamos al apartamento actual, en un barrio de extranjeros e inmigrantes (porque así lo quisimos), durante tres meses estuvimos en albergues para solicitantes de asilo, en Kreuzlingen, en Thurgau, cantón fronterizo con Alemania, y en Sonnenhof y Ritahaus, en Lucerna. Fue una experiencia enriquecedora, porque tuvimos oportunidad de conocer a represaliados africanos, árabes, musulmanes, tibetanos...

-Desde la primera vez que estuve en la Embajada Suiza en La Habana, fui cogiendo materiales en español que ponían a disposición de los visitantes. Empecé a leer y documentarme sobre la Confederación Helvética y en hojitas de papel iba tomando notas, confeccioné un fichero que aún conservo. Así que a Suiza llegué con un mínimo de conocimientos del país y su gente. Lo que desde el principio tuve claro que ya que nos íbamos de Cuba, lo mejor, sobre todo por mi nieta, entonces con 9 años, no era ir a los cantones franceses e italianos, con idiomas más fáciles de aprender para un cubano, si no a los cantones de la Suiza alemana, los más desarrollados y disciplinados. En cuatro meses mi nieta aprendió alemán suficiente para comenzar en la escuela. Al principio fue duro para ella, pero después que dominó el alemán y el suizoalemán (dialecto), con facilidad aprendió inglés y francés. El cantón de Lucerna lo escogí porque se puede vivir en el anonimato y porque el único periodista suizo que conocía residía en Lucerna, aunque mi amistad con él no duraría mucho tiempo. En enero de 2005 me envió un correo electrónico que consideré machista y lo mandé a freír tusas.

¿Qué has aprendido en el exilio o qué conocimientos pudiste poner en práctica?

-Para ser totalmente sincera, de quien he aprendido mucho en estos casi nueve años ha sido de los suizos y de Suiza. De los suizos, por su forma de trabajar y de ser, y de Suiza por su democracia, una de las más avanzadas del mundo, todo lo someten a votaciones y referendos, y es la población la que decide si aprueban o no una ley o medida. Al exilio ya lo conocía desde Cuba, a través de Radio Martí, así conocí a personalidades como Luis Aguilar León, en cuyo programa participaba a cada rato. Ya en Suiza, a partir de 2004 me relacioné por email o teléfono con exiliados cubanos residentes en Europa y Estados Unidos; conocí a cubanos que no eran refugiados políticos y contacté con amistades mías de La Habana, ahora establecidas en el exterior. En el exilio, como en todo conglomerado humano, hay personas con diversas formas de pensar y analizar los problemas. Unos son más radicales que otros, y no todos son tolerantes hacia quienes tienen diferentes puntos de vista. Es cierto que somos un solo pueblo, pero veo difícil que los cubanos de adentro y de afuera lleguemos a ponernos de acuerdo. Son demasiados años viviendo alejados, en sociedades muy distintas.

-En 2004 me regalaron una computadora, bastante vieja. Tuve que adaptarme al teclado en alemán y aprender a poner acentos y tildes. Un viejo amigo de mi familia solía decir que uno está contínuamente aprendiendo y así es. No creo que haya podido poner en práctica los conocimientos adquiridos en Cuba, porque a Suiza llegué con 61 años, ya en edad de retiro y las neuronas un poco cansadas para aprender idiomas. Lo más importante ha sido el descubrimiento de internet y poder estar cada día bien informada de lo que pasa en Cuba y el mundo. Vivir en un país capitalista desarrollado no ha cambiado mis hábitos de vida ni mi pensamiento. En Cuba las marcas me resbalaban, en Suiza también, no me deslumbra el consumo ni el lujo. En Cuba apagaba las luces innecesarias, ahorraba agua y recogía papel y cartón, en Suiza también. Aunque Suiza tiene fama por sus relojes, yo uso el mismo reloj que un matrimonio suizo me obsequió en diciembre de 2003, les costó 50 francos y me ha salido buenísimo. No he tenido ni me interesa tener celular. A mi nieta en 2009 le regalé un iPhone y básicamente lo utiliza para almacenar y escuchar música, imprescindible para sus clases de Stimmbildung (adiestramiento de la voz en el canto) y sus actuaciones como solista en el coro de su instituto de bachillerato.

Iván García y tú tienen tienen tres blogs, muy conocidos fuera de Cuba. Él describe lo que vive, experimenta, como un periodista independiente, más que como un bloguero. Tú igual, desde el exilio. Publican en medios del exilio también. ¿Cómo un periodista real se plantea la noticia?

-Al vivir Iván en Cuba, sin acceso a internet, con prensa y canales televisivos controlados por el régimen, y yo en Suiza, con adsl las 24 horas, más de 200 canales de más de 50 países y la posibilidad de comprar periódicos, revistas y libros en español, las noticias y sus realidades las vemos desde distintos ángulos. Pero no muy diferentes, pues él, gracias a un radio Sony de onda corta que hace dos años le envié, se mantiene bien informado. Si en Cuba escuchas la BBC, Radio Exterior de España, Radio Francia Internacional, Radio Nederland, la Voz de los Estados Unidos y Radio Martí, estarás al día de lo que pasa en tu país y el mundo. Iván y yo nos planteamos las noticias de la misma manera, lo único que él no siempre puede reportar un suceso con la inmediatez que quisiera. Yo podría, pero prefiero dejarle esos espacios a los periodistas independientes que escriben desde la isla. Los tres blogs que tenemos me roban bastante tiempo, sus perfiles son periodísticos, no noticiosos.

¿Cómo ves la disidencia en la isla y los nuevos comunicadores que se han reproducido a montones sin que eso signifique que el pueblo sea verdaderamente informado?

-A la disidencia y el periodismo independiente trataron de descabezarlos y desguasarlos en 2003. Ha resistido el embate y ha sobrevivido, a pesar de todos los encarcelados, exiliados, desterrados... Ha surgido una nueva generación de disidentes, periodistas independientes y últimamente de blogueros alternativos, pero también, paralelamente, otra de seudodisidentes. Están los que se meten a 'disidentes' para hacerse de un curriculum y solicitar una visa de refugiado político en la Sección de Intereses de los Estados Unidos, y los que a ciencia cierta no se sabe quiénes son ni quién o quiénes están detrás de ellos. Cuesta creer cómo de la noche a la mañana se convierten en personajes famosos, tienen recursos para enviar mensajes, fotos y videos y subirlos a internet con una facilidad increíble. Cuando a mí me pueden mandar fotos de mi nieta que vive en La Habana, me las envían en tamaño reducido. Debido a las lentas conexiones, enviar fotos de gran tamaño y videos no lo pueden hacer ni todos los cubanos ni todos los disidentes y periodistas independientes.

-Hablando sin tapujos. De lo que escriben los periodistas independientes y los blogueros alternativos muy pocos dentro de Cuba se enteran, porque sus textos se difunden en internet y en la isla es ínfimo el porcentaje de la población con acceso a la red, y cuando alguien paga 6 o 7 pesos cubanos convertibles para conectarse durante una hora, utiliza ese tiempo para pasar correos a su familia o echarle un vistazo a noticias de su interés, por lo regular de música, cine, deportes... Menos aún los cubanos de la isla se enteran de todos esos videos realizados por los nuevos comunicadores, quienes parecen han pasado la escuela de la oratoria de Fidel Castro y meten unos 'teques' (discursos) demasiado largos, gesticulando y utilizando una verborrea similar a la de los dirigentes castristas. Todo lo que desde Cuba ellos escriben, fotografían y twittean es para consumo externo. Pueden darse el lujo de recorrer a pie todo el país que a no ser la policía política, nadie los conoce. De 1995, cuando me hice periodista independiente, a la fecha, dos tandas de infiltrados por el Departamento de Seguridad del Estado han salido a la luz en 17 años: una en abril de 2003 y otra en enero de 2011. Al parecer, el tiempo de vida útil de un informante o chivatiente es de 7-8 años. Así que los próximos se supone sean 'quemados' en 2018 o 2019. Si aquello no explota antes.

En mayo pasado publicaste un libro en internet, ¿podrías hablarnos sucintamente?

-Ese libro lo comencé a escribir en diciembre de 2002, en la mesa del comedor de mi apartamento en La Habana. Escribía directamente en la máquina de escribir, no sabía si algún día lograría publicarlo, pero pensé que a los 60 años ya era hora de volcar en blanco y negro algunas vivencias. Tenía 61 cuartillas redactadas cuando el 18 de marzo de 2003 fue desatada una feroz oleada represiva. Saqué de mi casa esas cuartillas y después logré que un turista suizo me las trajera a Lucerna, en la misma carpeta plástica verde donde las guardé. En 2005 surgió una posibilidad de publicar el libro y empecé a trabajar intensamente en ello. Tuve desencuentros con los editores y terminé no queriendo saber nada de ellos. A fin de cuentas, a mí no me interesa el dinero ni la publicidad. En mayo de 2011 decidí publicarlo en mi blog. Se titula Periodista, nada más y comienza con un capítulo al que decidí ponerle Un pedazo de mi vida.

¿Qué le dirías a los cubanos de la isla, qué mensaje te gustaría enviarles?

-Me da mucha pena con los cubanos, en particular con los residentes lejos de la capital y con las mujeres, las madres solteras y las abuelas, por la vida tan dura que la mayoría ha llevado y sigue llevando. En Suiza vivo muy modestamente, pero cada vez que entro a un supermercado, y veo los paquetes de arroz que no hay que perder tiempo escogiéndolo o los estantes con papas, frutas y vegetales, frescos y limpios, a la mente me vienen las cubanas de a pie. La revolución de Fidel Castro siempre fue y sigue siendo machista. Y muy mal agradecida: si él y su hermano Raúl se han mantenido en el poder, en buena parte ha sido por las mujeres, esas mismas que apenas tienen íntimas (almohadillas sanitarias) para su menstruación. Pero cuando decidan decir BASTA, ese día comenzará el final de más de medio siglo de autocracia. Muchas ya han perdido el miedo, como las Damas de Blanco y las de los movimientos Leonor Pérez y Rosa Parks. A ellas, mi respeto y cariño. Extensivo a las que permanecen detenidas, como Sonia Garro, brutalmente detenida junto con su esposo Ramón Alejandro Muñoz, una semana antes de la visita del Papa. Hasta la fecha permanecían encarcelados y todo parece indicar que los van a enjuiciar y condenar a varios años de prisión.

Gracias a Zoé Valdés por haber considerado interesante entrevistarme. Es la última entrevista que pienso conceder. Me cuesta tener que hablar de mí y de los míos. A los lectores, mi más sincero abrazo desde Lucerna, Suiza.

Publicada el 16 de abril de 2012 en el blog Zoé en el Metro, del periódico español El Economista.

Foto: Beat Bieri, verano del 2000, en casa de Ricardo González Alfonso, en Miramar. En primer plano, Tania Quintero. Detrás, Raúl Rivero e Iván García.

Leer también las entrevistas realizadas por la colombiana Lully Posada y el periodista catalán Joan Antoni Guerrero.

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