Por Joisy García Martínez
A pesar de que todos los días los cubanos ven por la televisión 'indignados' en todas partes del mundo, en el poblado de El Guatao y en La Lisa, municipio de La Habana al cual éste pertenece, los recortes sociales no indignan a nadie. Por el contrario, sus habitantes continúan "listos para la defensa de los logros" alcanzados en 53 años de sacrificios y penurias.
René, residente en El Guatao, es amante de la pesca y la caza. Alegre y sencillo, siempre está dispuesto a hacer algún favor a sus vecinos. A los 7 años de edad estuvo ingresado más de un mes en un hospital de la capital, debido a que las altas temperaturas le provocaron una artritis generalizada crónica, que le paralizó por completo un tendón de su pierna derecha. Las constantes crisis generadas por esta enfermedad, le imposibilitaron trabajar, por lo que recibía un estipendio mensual de 230 pesos (unos 9 dólares). Con esa cantidad tenía que cubrir sus necesidades.
Hace un año, sin previo anuncio, le fue retirado el estipendio regular. Le comunicaron que no recibiría más su chequera, se habían acabado las gratuidades del 'generoso' Papá Estado. René se dispuso a reclamar ante los representantes de la seguridad social de su municipio y con un manojo de hojas bajo el brazo, que avalaban su crónica enfermedad desde hacía años, se presentó en las oficinas de atención a la población.
Una mañana, mientras René y yo nos tomábamos una taza de 'chiché' (50% café y 50% chícharos), me comenta que al llegar a las oficinas, notó que algo extraño estaba ocurriendo, más de 300 personas con similares problemas reclamaban su básica ayuda social. Pero a solo unos metros, dos carros patrulleros controlaban el orden público, quizás como símbolo preventivo de un exceso de indignación en la sangre de los criollos.
“Me quedé allí más de 2 horas, pero aquel molote de almas en penuria no se movía del lugar, la enorme fila para hacer reclamaciones no avanzaba, las personas se veían molestas... Yo preferí marcharme, pensé que no iba a resolver nada. No luché por mi antigua pensión y mucho menos me indigné. ¿Para qué iba a indignarme, para ser detenido y tildado de revoltoso y contrarrevolucionario? Sencillamente me decepcioné y descubrí la nueva política de abandono y exclusión”.
Desde hace un año, René forma parte de ese ejército de humildes y excluidos del sistema, trabaja a tiempo parcial en lo que le pueda dar un sustento honrado. Cuando le vienen las crisis de artritis, se pasa varias semanas en cama, y es asistido por su padre, quien a pesar de todas las calamidades y escaseces, ha criado a sus tres hijos, huérfanos de madre. Los suyos no se rinden, pero como a todos en el barrio, les duele la injusticia que han hecho con René. Un habanero con sobradas razones para indignarse.
Colaboración enviada desde La Habana. Más sobre el autor en su blog, Criollo Liberal.
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