Por Tania Díaz Castro
Atarés es uno de los muchos barrios marginales de La Habana metropolitana, con una población de 15 mil habitantes. Según datos ofrecidos por la prensa estatal, más de la mitad de sus pobladores viven en solares o ciudadelas en mal estado constructivo. Sin embargo, también esa prensa estatal afirma que por tener Atarés 13 médicos de familia, una policlínica integral y tres centros educacionales, la calidad de vida de sus pobladores es alta.
Hace apenas unos años los trabajadores sociales publicaron en las páginas de la revista Bohemia una investigación que dio como resultado que la inmensa mayoría de los jóvenes de Atarés, más de la tercera parte de su población, no tenía acceso a la educación superior, e investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, identificaron las drogas como un problema de esa comunidad.
Eddy Ortiz es un joven nacido y criado en Atarés, pero que se marchó de allí para siempre porque es distinto al resto de sus amigos de su misma generación. No es un bravucón y le gusta prosperar. Como tiene varios oficios, lo mismo arregla un jardín que una puerta, o sirve de ayudante en trabajos de albañilería.
-Al barrio de Atarés ya no voy ni de visita. Allí la gente no avanza. Si les venden tazas de inodoro, las venden y siguen con el inodoro colectivo. Es un desastre. La cuchilla vengativa sigue en acción, y si alguno le arrebata una billetera a un turista o una cadena de oro, búscalo en Atarés. Allí la violencia no tiene fin y los derrumbes tampoco. Ansían que se les caiga el techo, porque creen que el gobierno les dará una casa. Viven de esos sueños.
-Pero yo, que soy más realista, me busqué una mujer con casa independiente en el caserío La Luz Brillante. Me di cuenta de que no podía esperar por el milagro de que Fidel se acordara de los pobres de Atarés. Mi mujer, la negra más linda de todo el municipio Playa, aunque mucho mayor que yo, es más sabrosa que el ron y como le doy jaque mate todas las noches, me tiene como un príncipe. Por eso, todos me llaman el 'príncipe de la Luz Brillante', siempre con mis camisas bien planchaditas y con olor a limpio.
El caserío La Luz Brillante, situado en la costa oeste de Santa Fe, poblado perteneciente al municipio Playa, en la capital, se creó hace alrededor de ocho años. Está compuesto de unas 50 casitas, la mayoría hechas con materiales que se encuentran por el camino, y según las leyes de la vivienda, con el status de ilegales. Es conocido como La Luz Brillante, porque desde un principio sus pobladores cocinan con querosene, combustible que los cubanos llamamos “luz brillante”, muy perjudicial para la salud.
-Soy un tipo con suerte, me dice Eddy con una sonrisa. Siempre me ha gustado la tranquilidad. Ni siquiera pertenezco a la reserva militar, en un país donde tantos han tirado tiros. No sólo porque tengo los pies planos, sino porque padezco de neurosis obsesiva. Cuando me hicieron un chequeo mental, resulta que me dio por mirar el techo como absorto, pasarme las manos por la cabeza como nervioso, guiñar el ojo derecho, meterme el dedo en la nariz, y dar respuestas tan descabelladas que me desaprobaron y pusieron en la planilla que yo representaba un peligro para la sociedad. Así, sin darme cuenta, pude escapar de la vida militar. La verdad, eso de estar tirando tiros por gusto no me gusta nada. Prefiero vivir tranquilo, como ahora, y cerca del mar.
Cubanet, 28 de febrero de 2012
Foto: El 'palacio' donde vive el príncipe de la Luz Brillante.
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