A los 18 años fui por primera vez a una recepción. En 1960, en el Palacio de Bellas Artes, hoy Museo Nacional de Bellas Artes, se había montado una exposición sobre la URSS y a la inauguración asistió el canciller soviético Anastas Mikoyán.
Como pez en el agua me sentí en aquel ambiente donde había tanto vodka como caviar. Probé las dos excelencias rusas y ninguna de las dos me gustaron. El vodka quemaba más que el alcohol de 90 grados y el caviar me supo a aceite de hígado de bacalao.
Varios años después, en calidad de periodista oficial asistí a convites de los excamaradas de Europa del Este. Con los que mas afinidad tuve fue con los alemanes de la RDA, país al que viajé en 1979, diez años antes de la caída del Muro de Berlín.
Dos veces al año, los germanorientales organizaban conferencias de prensa a propósito de las Ferias de Leipzig de primavera y otoño. Casi siempre íbamos los mismos periodistas y casi siempre la información era la misma. A la entrada o a la salida daban una jabita de nailon con souvenirs y propaganda, muy codiciadas entonces.
En una larga mesa ponían cigarros, fósforos y bandejas con salchichas y cuadritos de queso, mientras el consejero comercial hablaba. Los bebedores de cerveza se ponían las botas. El 'lagarto' (cerveza) era de primera. Y gratis.
Los checoslovacos también eran espléndidos. A mí me gustaba cubrir las actividades en la Casa de la Cultura Checa, en 23 y O, La Rampa, actual sede del Centro Internacional de Prensa, una dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La cerveza Pilsen venía embotellada y la ofrecían en abundancia. Las salchichas eran grandes y sabrosas como las alemanas, y también las servían con catsup, mostaza y rebanadas de pan blanco de molde.
Los diplomáticos de la extinta Checoslovaquia solían hacer obsequios, por lo regular artesanías. El mantel de las celebraciones en mi casa era de aquella época.
En los años 70 y 80, cuando el dólar era ilegal y las "shoppings" (tiendas recaudadoras de divisas) no habían hecho su aparición en la vida cotidiana del cubano, con su carga de privilegios y diferenciaciones, lo máximo era todo lo proveniente de "los hermanos" del campo socialista, desde Albania hasta Mongolia.
Tania Quintero
Foto: Osvaldo Dorticós, Anastas Mikoyán, Fidel Castro y Antonio Núñez Jiménez durante la inauguración de la Exposición Soviética, el 5 de febrero de 1960. Tomada del blog Hotel Telégrafo. En ese mismo blog, La exposición soviética en La Habana.
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