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jueves, 25 de octubre de 2018

Retrospectiva




La Heineken sobraba en aquellas tardes sabatinas de 1984 en casa del embajador de los Países Bajos en La Habana. El Sr. Kuhn no solo ponía a disposición de sus amigos cubanos cajas de la famosa cerveza, sino que su empleomanía se esmeraba en preparar y ofrecer platos típicos, donde no faltaban los tostones.

No sé si en otros países los diplomáticos holandeses eran igual de generosos, pero en Cuba lo eran. De los convites en las residencias de embajadores capitalistas a los cuales en la década de 1980 asistí, los holandeses, eran los mejores. Los austríacos también, aunque no tanto. Y con los españoles se podía comer y beber mejor los 12 de octubre, día de su fiesta nacional, pero ellos no solían abrir las puertas de sus residencias como lo hacía el Sr. Kuhn.

En 1990, coincidiendo con la implantación del "período especial en tiempos de paz" comenzó el boom de las bicicletas chinas en Cuba. En ese momento era una de las realizadoras del programa televisivo Puntos de Vista, basado en entrevistas y encuestas callejeras, y se me ocurrió hacer uno dedicado al tema.

No se puede hablar de bicicletas sin mencionar a Holanda. Cogí el directorio diplomático y llamé a la residencia del embajador. Una semana después, lo estaba entrevistando en su casa. El programa salió con el embajador hablando de bicicletas, mientras imágenes de un documental holandés las calzaba.

En los planos finales quería insertar el audio de una canción Joan Manuel Serrat, pero eran muy pocos los segundos de la estrofa donde menciona una bicicleta y los planos que teníamos no jugaban con la melodía.

Uno de esos 'dolores de cabeza' que suelen producirse en los cubículos de edición y que lograba superar gracias a los excelentes editores que siempre tuve en los 14 años que trabajé en los servicios informativos del Instituto Cubano de Radio y TV.

Uno de esos editores, Jorge Olivera Castillo, después se hizo periodista independiente y en la dura vida represiva que llevábamos, a menudo coincidimos. Olivera fue apresado el 18 de marzo de 2003 y condenado a 18 años de prisión, por suerte fue excarcelado a fines de 2004.

Durante los años que trabajé en la televisión, mi vínculo con Brasil se mantuvo. A los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano acudían muchos brasileños y tuve oportunidad de entrevistar a escritores de la talla de Jorge Amado y cineastas como Nelson Pereira dos Santos, de quien guardo la siguiente anécdota.

Como todos los invitados extranjeros, Pereira se hospedaba en el Hotel Nacional. La noche del estreno de su filme Memorias de la Cárcel (1984), me lo encuentro nervioso, a la entrada del hotel, tratando de conseguir un taxi. Lo acompañaba Elena, amiga brasileña. Entonces, casi todos los taxis eran rusos, de la marca Volga.

Salí a buscar uno y enseguida logré parar un Volga que venía por la calle 21. Cuando disminuyó la marcha en la esquina del Monseñor (bar-restaurante donde tocaba Bola de Nieve), para doblar por la calle O, en busca de 23, le hice señas, paró y le dije que necesitaba recoger a dos personas en la entrada del Nacional.

Me monté en el asiento delantero, en el de atrás los dos brasileños. Nos dejó en la misma puerta del cine, ya repleto de gente. Pereira fue a pagar y le dije "No, pago yo, ustedes son mis invitados". Del Nacional al Chaplin el taxista me pidió 3 pesos. Le di un billete de 5 y que se quedara con el vuelto. Dos pesos de propina en aquellos tiempos era una barbaridad. Pero, ¿acaso la ocasión no lo merecía?

Aquella noche de 1984 disfruté por la película (ganó el premio Gran Coral al mejor filme) y también por haber propiciado que Nelson Pereira dos Santos, uno de los más importantes cineastas brasileños, llegara a tiempo a la premier de su película.

Hoy me duele pensar lo poco que vale el peso cubano y lo poco que valen los cubanos: cada vez menos pueden invitar y pagar con su moneda.

Tania Quintero

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