El escritor cubano Alejo Carpentier decía que el Hotel Nacional de Cuba era un “castillo encantado”. Una antigua leyenda se asocia con el lugar donde se alza el Hotel Nacional. Debajo del peñón donde hunde sus cimientos hubo varias cavernas, entre ellas la Cueva de Taganana, llamada así porque según la leyenda, en el siglo XVI sirvió de refugio a un indio de igual nombre y que inspiraría una narración de Cirilo Villaverde (1812-1894), el más importante novelista de la Cuba colonial.
Esa gruta ya no existe, pero sí, bajo los jardines, los túneles que para la defensa de La Habana se trazaron en los días de la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, cuando tropas de milicianos estuvieron atrincherados en los túneles, esperando el desenlace de acontecimientos que durante trece días pusieron en vilo al mundo.
A finales del siglo XIX, en la elevación donde hoy se erige el Hotel Nacional los españoles instalaron la Batería de Santa Clara, donde sobresalía el cañón Ordóñez, entonces considerado el más grande del mundo y que aún pueden verlo quienes recorran los jardines del hotel. Actualmente, la cueva es un museo que recuerda al visitante la Crisis de los Misiles. Un guardián muestra a los visitantes las trincheras así como objetos y documentos que allí se conservan.
La Cueva del indio Taganana no es la única que en Cuba tiene una historia. Mencionamos algunas.
Cueva Saturno. Considerada como la piscina natural cerca de Varadero, es una cueva donde puedes llevar tu snorkel y disfrutar de un magnífico baño. Tiene una profundidad de 20 metros y en ella se pueden encontrar peces y otras especies autóctonas de la fauna acuática cubana que habita en aguas subterráneas. Está llena de estalactitas y estalagmitas. La presencia de estalagmitas sumergidas, sugiere que esta cueva no siempre estuvo inundada por el agua. Cerca de la entrada de la cueva, existe una zona habilitada con espacios para comer o tomar café.
Cuevas de Bellamar. Conjunto de cavernas de más de 23 kilómetros de galerías situadas en Matanzas. Fueron declaradas monumento nacional no sólo por su belleza, sino por los importantes hallazgos paleontológicos y la amplia gama de procesos cristalinos. Mientras permanecieron bajo el nivel del mar, estas cavernas estuvieron llenas de agua. Los movimientos tectónicos hicieron que la zona se elevara, hasta llegar a formar las terrazas marinas que se notan en la ciudad de Matanzas y sus alrededores.
Las Cuevas de Bellamar se descubrieron gracias a la pérdida de una barreta de hierro por un esclavo en febrero de 1861. El esclavo y el mayoral imaginaron que la tierra se la había tragado. El dueño de la finca se dirigió al lugar de los hechos, y al ordenar que se cavara en el lugar donde había desaparecido la barreta, brotó una gran corriente de aire caliente humoso y repugnante olor. El dueño, que era conocedor de minas y cuevas, preparó la caverna para que visitantes pudieran disfrutarla. Sacaron muchas piedras, hicieron escaleras de mampostería, aun en uso, instalaron pasamanos e instaló luz eléctrica.
Cuevas de Santo Tomás. Su nombre viene del río Santo Tomás. Ubicada a 20 kilómetros de Viñales en la Sierra de Quemado, Pinar del Río, tiene más de 46 kilómetros, que incluyen ocho niveles. Sus galerías miden alrededor de cinco mil metros y es el mayor sistema cavernario de Cuba, Centroamérica y América del Sur.
Las investigaciones sobre este sistema cavernario comenzaron en 1954 por la Sociedad Espeleológica de Cuba. Hasta entonces, las cuevas abiertas en la Sierra de Quemado eran sólo conocidas por los campesinos de la región. Los habitantes del lugar visitaban la Cueva del Salón, nombrada así porque allí hacían sus celebraciones. De su interior, extraían guano de murciélago para fertilizar de las vegas de tabaco y las aguas de las pocetas eran utilizadas en la siembra cuando el río Santo Tomás pasaba por períodos de sequía.
Cueva del Indio. Situada en el Valle de Viñales, es una de las más visitadas por ser más accesible, aunque solo un kilómetro de su extensión puede ser visitado. El viaje por el interior de la cueva comienza a pie por un trayecto iluminado artificialmente que deja ver el amplio y rico repertorio de estalactitas y estalagmitas que se han formado a lo largo de los años. También puede recorrerse a través del río San Vicente, en una pequeña lancha que navega por el interior de la cueva. El lugar está ubicado a unos cinco kilómetros del poblado.
Tanto las Cuevas de Santo Tomás como la Cueva del Indio, sirvieron de refugio a aborígenes cubanos, quienes llenaron sus paredes de dibujos rupestres que aún se conservan, para disfrute de visitantes nacionales y extranjeros. Igualmente sirvieron de escondite a los cimarrones (esclavos rebeldes) que huían del maltrato de sus amos en las plantaciones de caña de azúcar.
Colaboración enviada por Zilia L. Laje. Originalmente publicada en Islalocal el 20 de noviembre de 2017, de donde se tomó la foto de la entrada a la Cueva del indio Taganana en el Hotel Nacional de Cuba.
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