La prensa reflejó con amplitud la presencia de Cab Calloway en La Habana. Sorprendente resulta la cobertura que concedió el Diario de la Marina al astro, a quien dedicó dos portadas de su suplemento y amplios espacios para situar los anuncios pagados por la empresa del cabaret Montmartre. El rey del Hi-De-Ho se deja querer por la publicidad y hasta acepta incluso protagonizar un publi-reportaje de la famosa sastrería Oscar, situada en la monumental Manzana de Gómez.
Sin embargo, a pesar de la profusión de anuncios y reportajes, resalta la ausencia de artículos y críticas que abordaran en profundidad el desempeño escénico-musical del astro, su ubicación en ese momento dentro del panorama musical norteamericano, -pensando en el auge del bebop ya en ese momento y siendo Calloway un genuino exponente del swing de las grandes bandas- y que comentaran el repertorio interpretado y la labor de los músicos de su cuarteto.
No era el jazz la especialidad de los cronistas musicales y de espectáculos de entonces y, al menos, las dos páginas que la revista Bohemia dedicara a Calloway exhiben una penosa escasez de información útil, y quizás sin proponérselo, revela el dato de que la estrella, seguramente por ser un afrodescendiente, se alojaba en un departamento rentado y no en el Hotel Nacional, como debió corresponder a su elevado linaje artístico. En efecto, Calloway se instaló en esta primera visita en el primer apartamento del edificio que entonces ocupaba el número 21, en la calle 21 esquina a N, en El Vedado, a escasos 200 metros del Montmarte.
Durante las cuatro semanas de contrato en Montmartre, y con una creciente popularidad, Calloway es noticia cada día: circulan en la prensa rumores de negociaciones en curso -finalmente infructuosas- para presentarse en el Teatro Martí y en la radioemisora CMQ. La compañía de teatro cubano Pous-Sanabria sube a escena el 1 de diciembre en el Teatro Campoamor, durante una semana, la pieza cómica Cab Calloway en La Habana, dentro de un espectáculo homenaje al afamado humorista El Viejito Bringuier, lo que, al parecer, provocó la confusión en algunas fuentes acerca de una eventual presentación de Calloway en el Campoamor, lo que nunca tuvo lugar.
Ese mismo día, Calloway inicia sus presentaciones en el teatro Warner (hoy cine Yara), respaldado por la orquesta conducida por el cubano Adolfo Guzmán y compartiendo escenario con la cantante Aurora Lincheta, recién llegada de una prolongada temporada en México y muy famosa entonces. Era usual alternar los pases de las películas con conciertos en vivo y en esa ocasión el filme era El crepúsculo y la gloria. Calloway conquista a un público que, obviamente, no podía darse el lujo de asistir al cabaret Montmartre y continuará en el Warner hasta terminar la primera quincena de diciembre.
Las actuaciones de Cab y el acierto de la gerencia del Montmartre al contratarlo tuvieron tal impacto, que la empresa del cabaret Tropicana decidió que tenían que traer a una estrella del jazz a su escenario. Así llega a Cuba, con urgencia, el gran Woody Herman con su octeto, justo cuanto Calloway terminaba en el Warner y tras su paso triunfal por el cabaret de la calle P en el Vedado. En la intención de la gerencia de Tropicana estuvo contratar a Calloway para que regresara a La Habana a inicios del siguiente año 1950, y aunque en sus memorias Ofelia Fox, viuda de Martin Fox, el dueño de Tropicana, da fe de tal propósito, todo parece indicar que nunca llegó a concretarse la presencia de Calloway en su escenario, aunque sí alguna que otra vez visitó el cabaret bajo las estrellas como espectador junto a Nuffie, su esposa.
En ese viaje, Cab Calloway despliega una incesante actividad: presencia las carreras en el Hipódromo habanero; el 4 de diciembre asiste como invitado de honor al Gran Festival Cuba-Haití en el Hotel Sevilla Biltmore, organizado por la Juventud Estudiantil como despedida a la delegación cubana que asistiría a la Feria Internacional de Haití. La mañana de ese día, Nuffie había asistido al Teatro Auditorium -no sabemos si también acompañada por Cab- al concierto matinal de la Filarmónica de La Habana en la temporada 1949-50, dirigida por Artur Rodzinski y con un programa que incluía obras de Beethoven, Strauss y Stravinsky.
Procedente de New York, el rey del Hi-De-Ho llega de nuevo a La Habana el 18 de abril de 1951, en viaje gestionado por la agencia habanera de viajes Bassol y Volpe. Al siguiente día se produce su reaparición en la pista del cabaret Montmartre, que presenta un nuevo show, tal y como anunciaba el Diario de la Marina en su edición del 19 de abril, en el que permanece dos semanas. El circuito CMQ volvería a contratarlo y así, el 8 de mayo comienza a presentarse durante varios días en la programación de esa radioemisora.
Cuatro años después, el miércoles 15 de junio de 1955, Calloway regresa a Cuba, en esta ocasión contratado en exclusiva por el circuito CMQ. El viernes 17 haría su primera aparición ante los micrófonos de CMQ en el programa Su Estrella Favorita, que se transmitía a las 9.45 de la noche y donde se presentaría diariamente por espacio de varias semanas. También lo haría en el programa televisivo Casino de la Alegría, de CMQ TV. Regresará al antiguo teatro Warner, renombrado ahora Radiocentro, también a partir de ese mismo día y lo hará junto al Acuarelista de la Poesía Antillana, Luis Carbonell y la pareja de bailes Ana y Julio.
El maestro Adolfo Guzmán dirigía la orquesta de planta de ese cine-teatro y volvería a acompañar a Calloway, quien extiende sus actuaciones hasta el día 30, aunque a partir del 28 alternaría su show con el de la super estrella mexicana María Félix, cuya presencia en Cuba deviene otro verdadero suceso al aparecer también en la escena del cine-teatro Radiocentro. En esos días, se proyectaba en sus pantallas el filme norteamericano La Sirena del Caribe, con Howard Hughes y Jane Russell.
De las incursiones de Calloway ante los micrófonos y las cámaras del circuito CMQ se ha conservado la grabación de audio de una peculiar versión de El baile del pingüino, de Ernesto Duarte, que, de manera excelente, ha sido mezclada en un corto video con imágenes de La Habana de la época y de Cab Calloway en el filme Stormy Weather. Así, en edición que a algunos incautos parece auténtica, circula por Youtube y las redes sociales.
El 24 de mayo el diario Prensa Libre publicaba un comentario reclamatorio hacia Calloway y su relación con dos de las organizaciones gremiales de los músicos: “Ahora la bronca entre artistas y músicos. Cab Calloway, precisado a cotizar a la ACAT y la USMC. Canta bien, pero tiene una orquesta y es músico. ¡Cómo se pierde tiempo!”. No queda claro de lo investigado si el crítico se refiere a una orquesta formada en La Habana por Calloway o la que le acompaña en el Radiocentro y que, eventualmente, pudo haber contratado.
Mientras tanto, Calloway vuelve a disfrutar de las noches en La Habana y es presencia habitual en los sitios 'after hours' que abundaban en las más diversas zonas de la capital. De sus visitas -profesionales y privadas- en la década de los 50 ha quedado en el recuerdo su predilección por los bares cercanos al Paseo del Prado, como el bar Partagás, en Prado 359 -donde su cicerone cubano Bruno Ross tenía su cuartel general- y los bares y cabaretuchos de la Playa de Marianao, y, en especial, El Chori, donde el timbalero Silvano Schueg, quien daba nombre al lugar, reinaba con el único desafío de su rival Marcelino Teherán, empeñado siempre en contar que había vivido en Nueva York y había trabajado en el Cotton Club ¿junto a Cab Calloway?.
Nunca sabremos si lo que decía Teherán fue verdad, pero lo cierto es que Calloway solía visitar al Chori en su cueva de la playa y allí también debió encontrarse con Marcelino. El bajista Sabino Peñalver tocó con el Chori, inicialmente, por los años 40, en El Ranchito y en otros sitios y contó a Leonardo Padura, que una vez apareció Calloway y se sentó muy junto a la tarima donde tocaba el timbalero, “y estaba embobado con la música del Chori, que también tenía una voz tremenda. Y de pronto empieza Chori con sus monerías y le agarra con dos dedos así, como si fuera una tenaza, la nariz a Cab Calloway y seguía tocando con la otra mano, y Cab Calloway sin poder zafarse de los dedos del Chori. Y bueno, pa’que contarte, se acabó la amistad del Chori y Cab Calloway. Qué choricera ese!”.
A esas alturas, ya algunos jóvenes fanáticos del jazz, que desde que vieron Stormy Weather y otros de sus filmes habían incorporado a su andar y su vestir, el estilo de Calloway, se movían por La Habana con la esperanza de encontrarse de repente con su ídolo, quien, se sabía, podía aparecer en cualquier sitio. Gilberto Valdés Zequeira se lamenta de no haber visto a Calloway en acción en alguna de sus presentaciones, pero se vanagloria de haberlo encontrado en casa de la familia Suárez Rocabruna, a la que Valdés Zequeira era asiduo y a la que Calloway también solía acudir con frecuencia junto a Nuffie.
Abraham Peñalver, Papito por ejemplo, asumió su sombrero ancho, sus pantalones holgados y su leva interminable, e incorporó para siempre sus pasos, convirtiéndose en uno de los mejores bailadores cubanos de tap, y hoy a sus ochenta y muchos años aún recuerda a Calloway en La Habana, y todavía sigue bailando como él. Leonardo Acosta contó a la autora haber visto uno de los shows de Calloway en el cine-teatro Warner, y recordarlo como un gran artista que, en sus años casi adolescentes, le impresionó sobremanera.
Particular destaque en el tiempo habanero del showman merece su vínculo con el gran fotógrafo cubano Armand que, al parecer se inicia desde su debut en el Montmarte en noviembre de 1949. Calloway visitó el estudio del llamado “fotógrafo de los artistas” en la calle San José 262 entre Galiano y Aguila, y de ahí las excelentes fotografías que el habanero realizara al Rey del Hi-De-Ho, que clasifican entre las mejores del álbum de imágenes de toda su vida, al punto de haber utilizado algunas de ellas como fotos oficiales con fines profesionales en Estados Unidos.
La historia esplendente de las big bands cubanas a lo largo de casi tres décadas debe mucho a nombres como los de Fletcher Henderson, Duke Ellington, Cab Calloway, Glenn Miller, por sólo citar algunos. Las exigencias sonoras de la época las hicieron imprescindibles en todo gran centro nocturno que se preciara de tal, y así estas formaciones aglutinaron a los mejores instrumentistas y los más prestigiosos directores: desde la Casino de la Playa, bajo la batuta de Liduvino Pereira, la de Sans Soucí, dirigida por Rafael Ortega, hasta la más famosa y completa: la de Tropicana, conducida por Armando Romeu.
Sin embargo, es preciso resaltar el caso peculiar y único de Benny Moré, quien con su Banda Gigante, su tribu, revitaliza el formato big band, ciertamente, a imagen y semejanza de la orquesta que acababa de dejar al momento de crear la suya propia -la orquesta de Bebo Valdés con el ritmo batanga-, pero asume el liderazgo frente a la banda con un planteamiento escénico, la codificación de indicaciones directrices, gestualidad y emisiones sonoras de apoyatura (gritos y expresiones) muy cercanas al estilo Cab Calloway.
Y si a todo eso sumamos el look asumido por El Bárbaro del Ritmo -sombrero alón, pantalones bataholas, cadena larga, leva infinita y el sempiterno bastón- convendremos en la coincidencia de su estilo con algunos elementos que distinguían al hispter norteamericano de los 40 años, para los que, en su día, Cab Calloway fue una inspiración atendible. Calloway -al modo en que se dice hoy- marcaba tendencia en su época, y su huella se extendería, al menos en Cuba, hasta hoy, desde los chucheros de los años 40 y 50 -emparentados en algo con sus antecesores, los negros curros del Manglar-, los raperos de los años 90, hasta algún sector del reguetón contemporáneo de estos inicios del siglo XXI.
Se dice que Cab Calloway regresó una y otra vez a Cuba después de 1955, y que venía en plan personal, relajado, a disfrutar de la ciudad de la gozadera infinita. Alguna que otra fuente llega a asegurar que en 1958 se presentó en Tropicana, pero esas huellas aún no las encuentro, no hallo datos fidedignos que puedan corroborarlo. De modo que sigo por La Habana, tras los pasos del rey del Hi-De-Ho y de seguro habrán nuevas noticias.
Agradecimientos especialísimos a Cabella Calloway Langsam, hija de Cab, por su estímulo y generosidad en el acceso a su papelería. También a Gilberto Valdés Zequeira y Leonardo Acosta.
Rosa Marquetti Torres
Desmemoriados. Historias de la Música CubanaJulio de 2016
Ver fotos en el blog.
Video: Versión que Cab Calloway y su orquesta hicieron de Blues of the Night, tema de la película del mismo nombre estrenada en 1941 y que se convertiría en un hit. Compuesta por Harold Arlen y Johnny Mercer, la canción fue nominada a un Oscar.
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