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lunes, 12 de septiembre de 2016

La conga de Mañungo



Nació en Cienfuegos el 20 de junio de 1908, muy cerca de la bahía, y su nombre completo era Rafael Ortiz Rodríguez. Pero en la familia le decían Mañungo, apodo que le puso su abuela oriunda de Trinidad, otro centro generador de inspirados trovadores. Por eso no es de extrañar que muy pronto aprendiera a tocar la guitarra para interpretar a dúo con su hermana los temas de Sindo Garay, Alberto Villalón y María Teresa Vera.

Con el tiempo, Mañungo estuvo entre los fundadores del Sexteto Cienfuegos, agrupación con la que vino a probar suerte en La Habana en 1928. Gracias a su talento, Rafael Ortiz logró abrirse paso rápidamente en la capital, donde integró varias agrupaciones, como la orquesta de Armando Valdespí, Arcaño y sus Maravillas, la Tanda de Guaracheros y el Septeto Favorito. Con ellas cantó y grabó temas que se hicieron muy populares como Mujer perjura y El diablo Tun Tun.

Mañungo fue uno de los puntales del Septeto Nacional, que llegó a dirigir tras la muerte de Ignacio Piñeiro. Sin embargo, su mayor huella en la música cubana se debe a sus composiciones, las cuales se dieron a conocer desde los años 30 del pasado siglo. A su autoría se deben canciones que rápidamente integraron el repertorio del conjunto de Arsenio Rodríguez o de Abelardo Barroso como Dame un trago, tabernero.

Otro tanto hizo el Septeto Nacional con títulos de su autoría como El palomo, Todo en conjunto, ¿Por qué me guardas rencor?, Sol de verdad y Amor de loca juventud, que años después sería popularizado por Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y otros integrantes del Buenavista Social Club. La Orquesta Aragón también grabó obras de Rafael Ortiz es el caso del bolero Muy junto al corazón y Bombón chá, esta última en coautoría con Richard Egües.

Aunque Mañungo fue cantante de Arcaño y sus Maravillas y del conjunto Gloria Matancera, nunca dejó de componer números con letras de amor, desengaño o del gracejo popular.

A este cienfueguero lo recordamos igualmente por el popurrí de canciones suyas que grabó el conjunto Sierra Maestra en la década de 1980. Su cantante de entonces, José Antonio Rodríguez, hizo gala de su voz en un grupo de piezas, donde poesía y música constituyen un todo inseparable.

Sin embargo, fue una conga la que llenó de fama universal a Mañungo. Y es que este cienfueguero es el autor de la mundialmente célebre Uno, dos y tres, conga que ha hecho arrollar a millones de cubanos dentro y fuera de la Isla:

Al tambor mayor delante
no hay quien lo pueda igualar
con su ritmo fascinante
de mi Cuba tropical.
Pero, cuenten los pasos
Que aquí llevamos
Uno, dos y tres,
Uno, dos y tres,
Qué paso más chévere,
Qué paso más chévere,
el de mi conga es.

Según cuentan, todo comenzó una madrugada en un café habanero, en los tiempos del sombrero jipijapa, de los tranvías y del fox trot, cuando la conga apenas comenzaba a salir de los solares y las calles para llegar al teatro y los salones de bailes.

En aquel café, varios hombres hablaban solo de música, algo que no era de extrañar, porque todos eran compositores o cantantes de moda. Nos referimos al propio Rafael Ortiz, Miguelito Valdés, Arsenio Rodríguez y Bienvenido Julián Gutiérrez, autor de famosas guarachas y del bolero Convergencia.

La conversación versaba sobre los éxitos de Rafael Ortiz interpretados por Arsenio Rodríguez, cuando Bienvenido Julián Gutiérrez lanzó el amistoso reto: “Oye, Mañungo, no hay quien te gane en los boleros, pero ¿por qué no compones una conga?”.

Según contara el compositor, al escuchar semejante petición se vio en un tremendo aprieto. Y no solo porque el plazo para crear la conga era de solo una semana, sino porque resultaba difícil competir con Lecuona o con Matamoros que en ese momento triunfaba con su Alegre Conga. No obstante, Mañungo cumplió con la propuesta.

Y en una semana creó Uno, dos y tres y logró satisfacer la sugerencia del amigo. Y aunque fue compuesta por encargo, resultó la conga más famosa de todos los tiempos. Rafael Ortiz compuso otras congas, aunque ninguna alcanzó la trascendencia de la primera. De hecho, Uno, dos y tres se tocó desde New York hasta París, varios largometrajes de Hollywood la incluyeron en su banda sonora y se usó en películas de Cantinflas y Tin Tan.

La conga de Mañungo no solo se bailó en los lugares más exclusivos, sino también en los más remotos y de difícil acceso. Pese al éxito del gustado tema, su autor recibió muy poco beneficio económico: en aquellos tiempos las casas disqueras se enriquecían a costa de los músicos.

Rafael Ortiz Rodríguez, falleció en La Habana el 29 de diciembre de 1994. Pero Mañungo vive en cada grabación, en toda voz que entone el pegajoso estribillo y en cada persona que mueva su cuerpo al ritmo de "Uno, dos y tres, qué paso más chévere, el de mi conga es..."

Texto y foto: Grisel Chirino Martínez
Radio Cadena Habana, 23 de diciembre de 2015.
Leer también: Síntesis biográfica; Rafael Ortiz, gloria de nuestro son y 30 años del grupo Sierra Maestra.

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