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miércoles, 13 de abril de 2016

Adiós, tamales, compañeros de mi vida...


Los tamaleros y tamaleras están abandonando tan necesario y salvador oficio porque un tamal se presta lo mismo para formar parte de un homenaje festivo, cuya presencia es tan indispensable como la propia música, que para solucionar una de esas comidas donde uno se rompe la cabeza indagando dónde está y quién es el plato fuerte, con gran probabilidad de que esa mezcla sazonada envuelta en hojas de la propia mata sea la protagonista de la mesa, con poco o nada en su interior.

Han comenzado a desaparecer como esos personajes cinematográficos, caen en una tembladera que los va engullendo lentamente. Los pregones se van apagando como el que va cráter abajo sin eco alguno. Los tamalitos de Olga tienen 99 papeletas de volver a pasar a la historia.

La tembladera como metáfora de un alza también de los precios del maíz ofertado en los mercados agropecuarios, que de cinco pesos cubanos la libra ha ido subiendo hasta seis, siete y ahora ocho. Mañana, tal vez, nueve o diez.

”Oye tú, eso es criminal, tengo que dejar el negocio porque las cuentas no dan, y nadie va a querer pagar un tamal por más de cinco pesos. Es que son tan descarados que hasta el tierno lo están ligando con el seco”, refiere la vecina del barrio que los confecciona para no pocos clientes, la cual merece estar en el cuadro de honor del Programa de Naciones Unidas para la Alimentación.

La fuerza telúrica del alza de los precios, también se ha llevado consigo a la malanga. Pocos platos han subido tan rápido de precio en los restaurantes privados (los estatales se lo piensan tres veces) como las tan socorridas frituras de malanga.

Malanga y maíz, dos botones de muestra de una crisis sin solución definitiva que no puede traer nada bueno de cara al futuro inmediato porque sabido es que con la comida no se juega.

Mientras tanto, algo tan parecido a qué fue primero, si el huevo o la gallina. Dicho más claro. Si aumentar la producción para elevar los salarios, o subir éstos ante la carestía de la vida. Un círculo vicioso, un dolor de cabeza y testicular para economistas que se respeten.

Tal vez si las autoridades cubanas decidieran bajar en algo los límites de ganancia en esos precios tan celestiales en las tiendas recuperadoras de divisas, tuviéramos algo parecido a una aspirina en espera de una solución quirúrgica al caso en cuestión, tan parecido a ese dicharacho popular de que Songo le dio a Borondongo, Borondongo a Bernabé, Bernabé a Cuchilanga... y así sucesivamente.

Es que no tiene perdón de Dios que los tamales también vayan a la lista de desaparecidos y que tengan razón los que aseguran que la vida es un tango.

Aurelio Pedroso
Progreso Semanal, 10 de marzo de 2016.

1 comentario:

  1. En Miami se pueden comer en todas partes, y los purés y cremas de malanga también.

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