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viernes, 11 de marzo de 2016

La leyenda de Lilón y Pablito



Así cantaba Benny Moré su homenaje a los rumberos de ley, que habían abandonado el plano terrenal para convertirse en leyenda:

Qué sentimiento me da
Cada vez que yo me acuerdo
De los rumberos famosos
Qué sentimiento me da
Oh! Chano, murió Chano Pozo.
La muerte de Andrea Baró
Malanga también murió
Cayó Lilón y Pablito.
Murió Mulence y René.
Oh Chano, murió Chano Pozo.

Lo tituló Rumberos de ayer, lo grabó en 1951 y lo clasificó como “rumba” -es un guaguancó-, aunque tiene también de son. Entre ellos, dos nombres que, con seguridad, siempre han resultado un poco enigmáticos, junto a otros rotundos, cuyas leyendas han corrido de voz en voz, como Chano Pozo, Mulence y Andrea Baró. Para estar en esa selección de dioses, había que ser muy, pero que muy bueno en eso de rumbear.

Y Pablo Duarte y Georgina Fernández, Lilón, lo eran en su época. Tanto, que mucho antes que Benny, fue Miguelito Valdés quien reconoció su prestigio y popularidad como bailadores cuando los menciona en una de las inspiraciones que hizo al grabar la conga José Isabel en marzo de 1939 con la orquesta Casino de la Playa: “José Isabel tu no sabe bailá. Pablito y Lilón ahora van a arrollá.”

Al fallecer prematuramente René, el mítico partenaire de Estela, Pablito pasó a ocupar el lugar del que se consideraba el mejor rumbero de los escenarios. Acerca de los primeros años en que Pablo Duarte destacaba ya en el barrio de Jesús María por su virtuosismo rumbero, habló alguna vez un igual: el músico y también rumbero Silvestre Méndez, quien se preciaba de su amistad con Duarte, desde la época en que, según él, Pablito pertenecía “al Trío de los Relámpagos” (si era un trío de canto o de rumba, nunca se ha podido desvelar).

Su pericia y desempeño artístico le llevaron muy temprano a los escenarios habaneros y también al celuloide: en 1938 ya habían paseado su rumba y su son por el escenario del famoso cabaret habanero Edén Concert, que entonces se encontraba donde hoy resiste estoicamente lo que quedó del cine Actualidades, frente al Edificio Bacardí. Es a partir de aquí cuando Pablo Duarte se inscribe en los inicios mismos de la cinematografía criolla, cuando ésta decidió hacerse acompañar por el auge plural de nuestra música, es decir, hablamos de los finales de la década de los 30 del pasado siglo XX.

Aquel año de 1938, Pablito recibe el encargo de ocuparse de las coreografías en el filme cubano Sucedió en La Habana, de Ramón Peón García, primera película musical realizada en la Isla, que contó con las actuaciones de Rita Montaner, Margot Alvariño, María de los Angeles Santana, y la dirección musical del Maestro Gonzalo Roig. Papel similar debe asumir en el filme El romance del palmar, protagonizado por Rita Montaner, con la participación de una joven María de los Angeles Santana, Alicia Rico y otros. En este filme, Pablo Duarte exhibe también sus dotes de rumbero en la escena de la Danza de la Piña, junto a Olga Martínez, Diego Pedroso y Fermín Roig, según consta en los créditos.

El filme Ahora seremos felices, estrenado el 12 de junio de 1939 en el cine Payret, tendrá a los rumberos en su máximo esplendor, acompañados por el septeto Jóvenes del Cayo. De su paso por el cine, sólo podremos apreciar el desempeño de Pablito -sin Lilón- en El romance del Palmar, ya que Sucedió en La Habana se considera desaparecida, mientras que Ahora seremos felices corrió mejor suerte: se conservan fragmentos, pero salvo en los créditos, en ninguno de ellos se puede apreciar a la pareja de rumberos, aunque sí se ha conservado dos fotogramas del filme donde se les ve en primer plano.

En marzo de 1940, el gran Ernesto Lecuona encabeza una embajada artística que se presentaría en varias ciudades de Suramérica. Incluye en el elenco una pareja de bailes -no pueden ser otros que Lilón y Pablito-, además de las exquisitas voces de Hortensia Coalla, Esther Borja y Miguel de Grandy, entre otros, y el polifacético Ignacio Villa, Bola de Nieve. Para los rumberos sería su primera gran presentación fuera de Cuba. En Argentina bailaron entre el 25 de septiembre y el 11 de noviembre en el teatro Ateneo, con las revistas La Habana en Buenos Aires y Estampas Cubanas, ambas de Lecuona, aunque la segunda incluiría obras de otros autores cubanos. En cartas enviadas desde Buenos Aires, Lecuona comentaba el éxito de sus espectáculos y encomiaba el desempeño de la afamada pareja de rumberos.

En paralelo, Pablito y Lilón se presentan también en otros sitios nocturnos, como el famoso Tabarís, y luego, según remarca el propio Lecuona en su correspondencia con el columnista Arturo Ferrer de Couto, la pareja inaugura “una nueva boite de gran lujo que quiere competir con el Tabarís: Singapur”. Después, al inicio de1941, viajan a Chile integrando también otro espectáculo dirigido por el gran pianista y compositor con parte del elenco anterior y se presentan en el Casino de Viña del Mar, en Valparaíso, los días 15 y 16 de enero. De ahí viajan a Lima, donde actúan el 2 de febrero, antes de que la mayor parte de la compañía emprenda su regreso a La Habana, fijado para el 27 de febrero.

Unos meses después, y precedidos de la repercusión de sus éxitos en Argentina, Chile y Perú, Pablito y Lilón son contratados para presentarse de manera independiente en Panamá, lo que es resaltado por la revista Bohemia: “Pablito y Lilón, embajadores de los ritmos cubanos que actuaron con el maestro Lecuona en la Argentina y tomaron parte en diversas películas como Sucedió en La Habana, en la actualidad se encuentran cosechando éxitos en el cabaret Florida de Colón, Panamá”.

Las próximas noticias que se tienen de los famosos bailarines los ubican entre 1941 y 1942 en México, donde su rumba también dejó huella. Se inventan un espectáculo que triunfa bajo el nombre de Los Diamantes Cubanos y que incluía también a un percusionista acompañante: el bongosero Antonio Díaz Mena, Chocolaté, quien trabajó por muchos años en México, radicándose posteriormente en ese país. Chocolaté contaría al periodista mexicano Gonzalo Martré: “Llegué a México en 1940 con los Diamantes Cubanos (Pablito y Lilón) contratados para El Patio por el extinto Vicente Miranda. En aquel entonces, El Patio era el centro nocturno de moda y ahí duramos cuatro meses y medio. Ahí tocaba los bongoes con Pablito y Lilón. Al terminar nos fuimos al cabaret Río Rosa, y después hicimos una gira en provincia. A partir de ahí, Chocolaté no siguió con ellos", según después explicó.

Ni tampoco Pablito y Lilón seguirían en México, pues la revista Billboard en sus ediciones del 9 y el 16 de enero de 1943, insertaba el anuncio de la presentación de The Four Cuban Diamonds dentro de la lista de artistas y su ubicación en los diferentes nite-clubs y teatros neoyorkinos. Pero no es hasta el 20 de marzo en que un anuncio gráfico en la propia Billboard se refería a la presentación de The Four Cuban Diamonds con Lilón y Pablito, en el club latino Havana-Madrid, con prórroga de contrato por dieciséis semanas ante el éxito conseguido. Se anuncia que, además, durante la semana del 19 de marzo, doblarían nada más y nada menos que en el Teatro Apollo, de Harlem. El anuncio en el recuadro incluía una foto de los artistas, junto a otros percusionistas: Carlos Vidal Bolado, y probablemente, Chocolaté. Acerca del espectáculo que ofrecían los Four Cuban Diamonds, el cronista acotaba: “Un espectáculo danzario muy llamativo y auténticamente cubano, que puede mantenerse dentro de los cánones del show y a la vez, encontrar un lugar propio dentro de la revista”.

Billboard vuelve a insertar un poster similar, con idéntica foto, en su edición de mayo 15 del propio año y en la misma sección Vaudeville Reviews, anunciando a “los bailarines más famosos de Cuba: Pablito y Lilón, los Four Cuban Diamonds en su primera presentación en el escenario de un teatro niuyorkino, el Loew's State, durante la semana del 13 de mayo y abriendo el 4 de junio en León & Eddie’s. Ya habían concluído su temporada en el Havana-Madrid, según anunciaba el hebreo Herman Fialkoff, su manager ejecutivo, desde su oficina en el Mayfair Theatre Building.

El club Leon and Eddie’s, gestionado por sus dueños Eddie Davis y Leon Enken, ofrecían cuatro shows, comenzando a las 8 de la noche con la orquesta. Abría la bailarina de tap Patricia King, seguida del cantante Ronnie Gilbert; después los Havana Casino, un ensemble de cubanos, y cerrando a las 2 de la madrugada, shows que alternaban con dos parejas mixtas, cuyo éxito el cronista del Billboard haría depender de la rutina que, con el paso de los dias, puliría sus evoluciones danzarias. Tras ellos, los Four Cuban Diamonds alegraban la pista y, en realidad, se hicieron sentir durante toda la temporada en este nite-club. Joe Cohen, por aquellos años cronista de la sección Night Club Review de Billboard, comentaba que lo de los Cuban Diamonds era similar, en cuanto a contenido, aunque superior a lo que hacían los Havana Casino, otro grupo cubano: ”Pablito y Lilón acompañados de dos tocadores de bongó, con sus movimientos danzarios rápidos y contagiosos, aportan a sus números algo de calidez, lo cual resulta muy efectivo en los night clubs. Se va consolidando su espectáculo”.

Sin embargo, para octubre de 1944 ya el nombre de Black Cuban Diamonds había sido usurpado por un par de rumberos y percusionistas que repetían sin cesar las consabidas acrobacias con el vaso de agua en la cabeza, pues Pablito y Lilón ya no estaban. Al parecer, durante los años que siguieron, se movieron entre México y Estados Unidos. (En realidad, parece que hubo varias formaciones con ese nombre, al igual que muchos músicos con el sobrenombre de Chocolate). En México, Pablito y Lilón se encuentran con dos músicos cubanos, empíricos y excepcionales, los tamboreros Mongo Santamaría y Armando Peraza, con quienes arman un nuevo espectáculo y nuevamente con el nombre de Los Diamantes Negros, donde los virtuosos percusionistas exhibían su extraordinaria capacidad, al tiempo que acompañaban a la pareja de bailes.

A finales de 1947 e inicios de 1948 están de nuevo en Nueva York y realizan presentaciones más o menos fijas en el Teatro Hispano y en el Havana-Madrid, en Broadway, y otros sitios latinos. Tienen éxito, logran mejorar su economía y tras 8 años de continuo bregar por Argentina, Chile, Perú, Panamá, México y Estados Unidos, comienzan a planear el añorado regreso a casa, un regreso que nunca ocurrirá.

El estupor y tristeza por la noticia divulgada en la prensa cubana fueron del mismo tamaño de la popularidad que tenían en su propio país. El 24 de julio de 1949, la revista Bohemia publicaría un artículo anónimo, acompañado de cuatro fotos de la pareja, realizadas por Osvaldo Salas, el gran fotógrafo cubano que por entonces, vivía y trabajaba en Nueva York, donde tenía su estudio, y quien se había convertido en asiduo al Havana-Madrid para admirar a la famosa pareja de rumberos. Otra foto de Lilón, aparecería sin crédito. El artículo se titulaba La última rumba de Pablito y Lilón y textualmente decía:

“Vivían en un modesto cuartico de 65 Street. Ocho años hacía que no veían su patria y preparaban las maletas. Al día siguiente iban a embarcar para La Habana. Se habían despedido de amigos y admiradores en el cabaret Havana-Madrid donde actuaban. Un cable que pasaron anunciaba su arribo para horas después. Y fue entonces, inesperada, cruel y terrible que estalló la tragedia. Sus cuerpos fueron encontrados acuchillados, sin vida. Como si fuera poco, para acabar con cualquier esperanza, la llave abierta del gas iba llenando de muerte el cuartico del 65 Street. Cuando llegó la policía neoyorkina, halló dos muertos. Pablito y Lilón habían bailado poco antes, su última rumba en la pista del cabaret de Broadway.

"Pablito, poco después de montar Tambores sobre La Habana, ocho años atrás en la escena del Teatro Martí, hizo a Georgina Fernández su novia, su esposa después y su compañera de baile. Pablo Duarte, muerto René el compañero de Estela, había de ser el mejor bailador de rumba. Pablito y Lilón fueron dos nombres que iluminaron muchas fachadas de teatros en nuestro continente. Sus triunfos se sucedían. Ahora, ya en La Habana, actuarían en (el cabaret) Montmartre. Habían fabricado una casita en Marianao… Para cuando se retiraran. Se llevaban bien. Tenían buen carácter y la tragedia que armó la mano de Pablito para acabar con Lilón y después consigo mismo, ningún íntimo de ellos se la explica. ¿Acaso será un secreto para toda la vida este que les costó la muerte? Allí, entre las cuatro paredes de 65 Street, es posible que quede encerrada para siempre la sinrazón de este drama sangriento, cruel e inesperado y doloroso. Pablito y Lilón han acabado de bailar. Han muerto los reyes de la rumba. Juntos, como cuando rugía el bongó y trepidaban los aplausos, han hecho mutis para jamás volver a la vida.”

Con la muerte inútil de Lilón y Pablito, a poco menos de seis meses de otra muerte sentida, aunque previsible, en la misma ciudad de Nueva York, la de Chano Pozo, los rumberos cubanos seguirían llorando la desdicha que llevó a sus ídolos a esa ciudad, para alcanzar en dicotomía trágica, el estremecimiento de la fama, y también el final de sus cuerpos, porque, a fin de cuentas, tanto el autor de Manteca, como la incansable pareja de rumberos se quedaron para siempre flotando entre un guaguancó y una columbia, entre La Habana y Nueva York, alimentando una leyenda que no deberíamos dejar morir.

Rosa Marquetti
Desmemoriados. Historias de la Música Cubana
8 de enero de 2016
Foto: Pablito y Lilón, tomada de Secretos de Cuba.

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