Cuando dio a conocer su álbum Derramando luz, Gema Corredera hizo saber a sus seguidores que la madurez ya le había llegado, atreviéndose en ese empeño con nuevas sonoridades y ritmos diversos que el manejo de su voz cálida y expresiva le permitió sortear con esa excelencia que pareciera sobrepasar cualquier dificultad.
Los que conocemos su manera de abordar la canción, su capacidad creativa, amén de su cuidada técnica vocal, nos alegramos ante un disco como ese. Y nos preguntamos cuál sería el nuevo episodio de esta saga de admiración y respeto que Gema Corredera ha ido entregándonos a lo largo de una carrera en la cual permanece alerta ante los facilismos, desde los días de su célebre dúo con Pavel Urquiza hasta estas fechas, cuando regresa a Marta Valdés para decirnos cómo vive y canta hoy, siempre pensando a Cuba, desde cualquier cardinal.
Cercana al teatro de algún modo u otro, Gema debutó cantando en el escenario de la sala Hubert de Blanck. Algún tiempo después, ya graduada como musicóloga en el Instituto Superior de Arte, regresó a esas tablas con el Teatro Estudio, y fue parte de las famosas peñas de la Casona de Línea en las que Marta Valdés era un centro generoso. La descubrí en el abigarrado elenco de aquel montaje de Concierto Barroco que Raquel Revuelta dirigió un tanto a su pesar, y que viajó a España, al Festival de Cádiz, como saludo al controversial Quinto Centenario del Descubrimiento.
Luego vendrían los discos que, desde España, nos decían que Gema y Pavel no dejarían de cantar. Radicada en Miami, ha conservado no solo esa voz que aporta una excelente compañía, sino además la lucidez que defiende la mejor música de la Isla, al tiempo que la fusiona con aires, ritmos y tendencias que ella amalgama mediante su personalidad, a un tiempo tan libre y tan contenida.
Poseyendo ese aparato vocal privilegiado, rara vez se le oye alardear de sus potencialidades, como no sea para jugar sanamente, a la manera en que lo demuestra en su delirante reapropiación de “Yo quisiera parar de fumar”. Esa es también su riqueza, la de alguien que sabiéndose dueña de un don no lo malgasta. Lo cuida como la joya que mejor le pertenece, para compartirla elegantemente.
Alguna vez dijo Gema Corredera que la cualidad que más admiraba en una mujer era la paciencia. Feeling Marta, el álbum que llega a dos años de Derramando luz, corrobora esa apreciación. Conociendo a la compositora de En la imaginación, aprendiendo de ella en conversaciones que se hilvanan desde el respeto mutuo a la música, hubiera podido lanzarse en un proyecto como este hace algún tiempo.
Pero ha sabido esperar, y de esa cualidad, tan extraña entre los cubanos, proviene lo mejor de este disco, en el que las canciones de la Valdés esplenden con nuevo brillo, que proviene de ese tiempo en el que Gema fue madurando la idea, y entrando en la historia pública y secreta de estos temas hasta encontrar en ellos el trasfondo de una verdad propia.
Libre de cualquier apresuramiento, el resultado no solo une a la maestra y a la discípula, a la compositora y a una intérprete fiel, sino también a quien escucha, en un círculo perfecto de complicidad, que explica, por sí solo, el lugar irrebatible que Marta Valdés tiene en nuestra cultura, y el riesgo indudable que su singularidad impone a quien se acerque a sus canciones. Un riesgo que solo se reduce si el compromiso es auténtico, si el sentir es genuino, si la voz encuentra ese camino preciso entre la confesión y la armonía.
Quien aspira a encontrar esto no saldrá defraudado tras escuchar Feeling Marta. Sentir a Marta, reza el título del álbum, haciendo un lazo con la memoria del filin como movimiento en la historia de la música cubana contemporánea. Pero insistiendo también allí en esa condición particularizada del sentimiento que la Valdés ha ido filtrando de canción en canción, y que sus admiradores compartimos como un código, una señal secreta, que va de la poesía a la música, sin necesidad de ser parodia ni imitación vaga de lo propiamente poético.
El mundo sonoro de Marta Valdés, cercano sin duda a la poesía, a la tradición de lo lírico, tiene su propia fuerza poética, su organicidad en un conjunto de símbolos que se van organizando a lo largo de su trayectoria, y que nunca resulta impostada, logrando esa atmósfera tan singular en un tono que jamás se traiciona. Marta Valdés ha rehuido tal vez a conciencia el no identificarse como autora de hits, aunque algunos de sus temas lo sean.
No en balde fueron los poetas de La Habana y Matanzas los que me hicieron llegar a sus versos. Y digo verso donde otros dicen canción, porque ella es una compositora poeta, una figura para algunos distante o solitaria, que sin embargo estará siempre arropada por sus composiciones, y por el celo de quienes la entendemos en ese ámbito tan suyo. Desde ese ámbito, ese sentimiento-Marta, vienen las canciones elegidas por Gema Corredera para su álbum, que funciona como una excelente carta de presentación. Si es que usted no conoce estas estrofas, o nunca antes ha escuchado cantar a Gema Corredera.
Acompañada por Robertico Carcassés, Carlos Ríos, Yissi García y Oliver Valdés, en esta producción de GC Music, Gema apela a lo conquistado en sus discos anteriores para ir a diferentes ritmos y sonoridades en pos de su lectura personal de estos temas de Marta Valdés. El jazz, un aire de bossa nova, el teclado limpio y solo en pos de la balada, el rejuego vocal junto a la española Martirio en No es preciso, se extienden a lo largo de los 14 cortes del álbum.
Consciente de lo que Marta Valdés dice y calla en sus composiciones, hay también una búsqueda consciente de lo íntimo, de la voz que se despoja de cualquier aderezo para defender en soledad lo que aspira a comunicarnos. Así, cuando se enfrenta a Palabras, su canto no requiere de respaldo alguno en los primeros segundos.
Luego, cuando culmina Sin ir más lejos, cierra el tema con un scatting al que tampoco acompaña instrumento alguno, libre en su manera de jugar con el tema que le sirvió de punto de partida. Y de este modo, cuando se despide, nos ofrece Más allá de la música, enteramente a capella, llegando a ese momento tan difícil que ha ido anunciándonos a lo largo de toda la entrega, y que viene a ser el cierre orgánico, y eficaz, de un empeño en el que, de algún modo, nos dice de qué modo esas canciones ya la habitan, ya no precisan de acompañamiento para ser parte de lo que ella entiende del amor y del mundo.
Si no bastara con ello, ahí está esa pieza inédita que es Última estación, un regalo que confirma que Marta Valdés aún puede brindarnos páginas de excelencia. Ella nos advierte a través del canto de Gema: “Allá en el cielo me llaman/ pero aún no subiré./ Mil razones lo reclaman,/ mil motivos encontré”. Y uno no deja de alegrarse ante esa confirmación de vida, ante esa promesa que anuncia nuevos encuentros y más canciones. Ubicada estratégicamente, destaca entre las reapropiaciones que Gema ha hecho de canciones infaltables de ese repertorio, como Llora, En la imaginación, José Jacinto y Aunque no te vi llegar, que cuento entre mis preferidas.
Pero si tuviera que elegir una sola entre todas, no dudaría en seleccionar su manera de entender, sentir y devolvernos Canción fácil, la cual, a pesar de su título, es uno de los más exigentes momentos del catálogo de Marta Valdés. La actriz que hay en la cantante que es Gema le permite hacer de esa canción un monólogo vibrante, una cuidada aparición, que perdura en la memoria por todo lo que alude durante esos tres minutos y poco más de pura poesía.
Qué memoria de mi vida me ha tocado revivir a través de esa manera en la que Gema se adueña de una canción tan delicada, es lo que me pregunto al escucharla una y otra vez. Encanto o misterio: dos posibles respuestas que tal vez me ayuden a agradecerle constantemente su logro.
Yendo por esa memoria, pienso en las otras mujeres, en las otras cantantes notables que han entrado al mundo de Marta para legarnos discos íntegros o parcialmente dedicados a su repertorio. Elena Burke, Doris de la Torre, Miriam Ramos, Sara González, Renée Barrios y muy recientemente Haydée Milanés. Feeling Marta dialoga con esas voces, no para suplantarlas ni restarles valor, sino para demostrar que en la obra de la Valdés aún queda mucho por revisitar, y al mismo tiempo rinde tributo a varias de esas grandes intérpretes.
Gema, que adelantaba en su Derramando luz una versión esplendorosa de Tengo, a la que antecedía una grabación de la mítica Freddy, nos preparaba de algún modo ya para que recibiéramos este disco en su dimensión más nítida. Sería inútil comparar esta obra con otras, porque en esta producción de tan cuidados detalles Gema Corredera ha conseguido un nuevo retrato de su proyección como artista, mediante las palabras, los giros, las alusiones, los silencios incluso, de esa compositora inimitable que es Marta Valdés.
Puesto a la hora de exigencia, confieso que mucho me hubiese gustado oír otros temas de la autora de Por La Habana en la voz de Gema Corredera. Pienso en Como un río, en Canción desde otro mundo, en No hagas caso, Canción sin título, o en el gozo que ella nos hubiera procurado con Aves de madera y Las piñas del Templete. Acaso queden para una próxima vuelta a ese espacio tan ceñido y sensible que Marta Valdés ha ido creando con paciencia y mirada tan sabia.
Ya dije alguna vez, y me excuso por repetirme, que su música es una especie de gusto adquirido, al que se llega mediante una senda de exigencias y querencias nada complacientes. Estoy seguro de que Feeling Marta ayudará a muchos a llegar a ese gusto peculiar que permitirá el disfrute más provechoso de estas y otras canciones.
Es un momento de plenitud, una fruta madurada y tentadora en la estación idónea, cuando todo se combina para que cada uno de sus elementos alcance el equilibrio y la delicadeza necesaria. Una gran compositora y una gran intérprete nos regalan un puñado de canciones, más que hermosas, memorables. Ellas se ven a sí mismas en este repertorio y procuran que las acompañen las cuerdas, el teclado, los instrumentos estrictamente necesarios.
En una época en la cual el oído del cubano está siendo tan maltratado (y con el oído, el alma), este disco es un regalo de puro sentimiento. Cuánto me gustaría que se escuchara entre nosotros como merece. Y así ayudara a salvarnos, a hacernos ver, en la música, otro color, otra Habana. Y el trasluz de otra Cuba.
Norge Espinosa Mendoza
Cuba Contemporánea, 1 de diciembre de 2015.
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