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lunes, 25 de enero de 2016

Meme Solís, no tan clandestino



Su talento como compositor, pianista y cantante, así como los azares de la vida de Meme Solís (Mayajigua, 1939), uno de los más grandes músicos cubanos que respira hoy en el mundo, demuestran que la censura y el odio de los represores no prosperan en la memoria ni conocen el pulso y las serventías de la nostalgia.

El hombre era una leyenda en los años 60 en su país y la gente se enamoraba con sus canciones, las fiestas privadas se animaban con las melodías del llamado Cuarteto de Meme, donde estaba, por cierto, Moraima Secada, y sus piezas eran himnos particulares o emblemas de la cubanía como la que todavía identifica los espectáculos del cabaret Tropicana.

Solís se inició como pianista acompañante de otro mito, Elena Burke, y tenía un programa musical diario que se escuchaba en todo el país con porfía de radionovela. Y por las noches se podía ver en el bar El Patio del hotel Habana Libre, sitio donde trabajó hasta 1969.

El Patio era una especie de santuario para los jóvenes que iban a oír todo el recital convencidos de que, al final, podrían corear con Meme la balada Otro amanecer, una obra que las nuevas generaciones se aprendieron en las tertulias familiares y en los discos y grabaciones particulares que nadie podía prohibir, aunque se debían oír con el volumen lo más bajo posible.

La ofensiva del régimen contra el compositor se desató el mismo día que el hombre anunció que quería salir de Cuba. Deseaba irse a vivir y a trabajar a otros sitios y, de inmediato, se censuró su música en los medios, se extendió entre los artistas el miedo a pronunciar su nombre y Solís fue enviado a trabajar como obrero a una fabrica de cajas de cartón con un salario mínimo.

Más tarde, gracias a la gestión de un amigo, lo mandaron a trabajar a una oficina de estadísticas y después en pequeños clubes de las playas del este de La Habana, hasta que "la Revolución decida cuándo se puede ir".

El artista no dejó de escribir su música y algunas cantantes como Elena Burke y Ela Calvo, con discreción, se atrevían a incluirlo en sus repertorios. Solís se convirtió en un compositor fantasma para otros artistas que cantaban sus piezas sin mencionar al autor y para el público que no lo volvió a ver en la televisión ni a escucharlo en la radio y se tenía que conformar con las noticias de que alguien lo había visto en Cienfuegos o por una calle de Santa Clara.

De alguna manera continuaron en el aire canciones como Orquídea, Traigo mi voz, Destino de los dos, Estos días de lluvia y Amor, ayúdame, entre otras.

En la última etapa de los casi 20 años que Solís vivió ese insilio especial, se le permitió actuar en cabarets y teatros hasta que salió para España en 1987. Y a Madrid volvió, acompañado por Malena Burke, donde el 11 de diciembre tuvo con los madrileños una Cita en Navidad, en el teatro Santiago Rusiñol.

Solís regresó libre, seguro de que nada se puede olvidar y con las palabras que hace unos meses dijo, cuando lo invitaron a recibir un homenaje en su país: "No creo que vaya a Cuba mientras esté ese gobierno. Una cosa es que mi música se ponga allí y otra que yo vaya. Yo mismo sabré si algún día regreso a Cuba".

Raúl Rivero
El Mundo, 26 de noviembre de 2015.

Video: Meme Solís, Xiomara Laugart y el grupo vocal D'Meme.



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