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viernes, 22 de enero de 2016

Despedida, por ahora, del Abicú


Mi querida y nobilísima Tania:

Debes pararle bola al petimetre (hay que ver la cara de garduña almizclera que se gasta ese nauseabundo jabao guayabú con ínfulas de catedrático abstruso). Bajo ningún concepto debes rebajarte a llenar semejante cuestionario, sibilinamente amañado para hacerte la cama a fuerza de carantoñas y, a su vieja usanza paradójica, descaracterizarte autobiográficamente como opositora militante sacando a relucir entre líneas tu prehistoria familiar en el PSP.

A fuer de sincero y esperando que no me lo tomes a mal, un reproche colegial que, si mal no recuerdo, sin caer en el ejercicio estéril de denigrar a los muertos, tenías que haber matizado mucho más tu valoración. Ya hemos tocado a fondo el tema por teléfono, pero debo decirte que hasta cierto punto tú misma -tal vez debido a la poética nostalgia manriqueña de un pasado republicano que en nuestro caso particular pese a sus innegables defectos, a todas luces, fue incomparablemente mejor que el futuro que nos cayó encima después- sueles dar pie, id est, ofrecerle inconscientemente un flanco débil a ese tipo de asechanzas diversionistas.

Sin ir más lejos, verbigracia internós, la semblanza favorable del difunto tribuno comunista Salvador que reprodujiste anteayer en tu blog, tomada de una enciclopedia, pero precedida de una afectuosa nota introductoria de tu cosecha da una visión tendenciosa, obviamente demasiado apologética no sólo del personaje sino también del papel real del PSP en el, sin el concurso suicida del establecimiento republicano en pleno, fácilmente contenible ascenso al poder de los hermanos Castro. Indudablemente, a Salvador no lo enviaron por gusto a la remota Guinea sino porque, como los microfacciosos de Aníbal Escalante, los sabuesos del G-2 se percataron enseguida de que él seguía siendo dogmáticamente leal.

Fue una especie de ostracismo muy habitual en la Alta Nomenclatura. Igual, dueño de una imagen pública positiva, podía ser a la vez buena persona en la vida privada. Pero hasta ahí, porque el cultivo de la caballerosidad y los buenos modales formaba entonces parte de la política de relaciones humanas de todas las filiales del PCUS en el ámbito intelectual. Ahora bien, desde el punto de vista objetivo, en última instancia tanto el PSP como su distinguida pléyade de intelectuales estaban al servicio de una potencia extranjera. Y no es ni remotamente verdad eso de que hayan sido traicionados por el Magno Paciente.

Al contrario, igual que las mal llamadas “clases vivas” y el resto de la partidocracia burguesa de la época, los comunistas criollos se embromaron varias veces a sí mismos, traicionando a sabiendas sus respectivos credos político-ideológicos hasta que ya fue demasiado tarde para enmendar el cúmulo de ingenuidades, entuertos y desatinos mutuos. A partir de esos pecados originales en serie, como la maldición hereditaria en las tragedias clásicas del teatro griego a lo Esquilo-Sófocles, se fue hilvanando una larga cadena de traiciones cuyo penúltimo eslabón es precisamente el bufo subversivo que hace ahora mismo las angustias –que para mi Alter Ego serían más bien delicias- de los cuatro gatos endemoniados del “Eje del Mal”.

Sobra ahí demasiada tela por donde cortar para desplegar aquí todo el pesado fardo de culpas ajenas que propiciaron estultamente el cambio de opinión de las masas populares y aquella fatídica apoteosis castrista a fines del 58. Resumiendo, sé que nadie escarmienta por cabeza ajena, pero aquí te va mi catecismo personal como ex militante del PCC para desactivar de antemano esos petardos autobiográficos y alcanzar la invulnerabilidad por ese sensible costado humano:

(1) Renunciar programáticamente a la visión maniquea de la humanidad, obligando a Dios y al Diablo a alumbrarse con la misma vela crítica.

(2) Empezar por redefinirme y amarme a mí mismo como un hijo de vecina con su entrañable balance de virtudes y defectos.

(3) Eliminar todo rezago traumático de complejos de culpa a través de una catarsis pública y radical del inventario completo de las pasadas culpas voluntarias e involuntarias, reales o imaginarias, del Abicú.

(4) No aspirar a ningún tipo de gratitudes ni recompensas por las buenas obras realizadas, considerándome en compensación espiritualmente por satisfecho, por un lado, con los múltiples placeres epicúreos que me doy a diario en el exilio colonés y, por el otro, con el natural sentimiento de alegría por el mal ajeno de todo aquel degenerado que se lo merezca con creces.

Tanto más cuanto más mi Alter Ego pueda ufanarse a justo título de haber contribuido sustancialmente a provocarlo y/o agravarlo a un extremo sensible. Culpas que, como por suerte me consta que te ocurre a ti -igual que mi Alter Ego, a quien, cuando por fin egresamos de la beca latinista en Ariza, reapareciendo con la frente en alto en la sede de la UNEAC y la Editorial Arte y Literatura en el Palacio del Segundo Cabo, nadie pudo señalar con el dedo- distan largo trecho de ser inconfesables.

Por lo demás, mi amiga, en este jodido mundo nadie nace viejo y sabio.

Un abrazo fuerte,
Jorge A. Pomar
Colonia, 9 de diciembre de 2010.


Video: Subido por Pomar a You Tube el 31 de agosto de 2011.

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