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lunes, 18 de enero de 2016

Felicitación a Laura


Con motivo de su graduación en Cuba como doctora en Oncología, a varios amigos, vía email, Pomar nos envió una copia de la carta que le hizo a Laura Selis Pomar, su hija mayor.

Hola, Laura:

¡FELICIDADES, DOCTORA! Ya me había enterado por email de tu hermano Mauro de la excelente nota: ¡97,28! La puntuación más alta de la jornada en Oncología. Rebajándole lo todo lo que hubiere menester, alcanzaría de sobra para el Summa cum laude hasta en las universidades más exigentes del planeta. En verdad, no esperaba ese notición tan pronto, así que di en pensar que se trataría más bien de algún examen intermedio y quedé a la espera de tu confirmación. Pero, en fin, ya sabes la alegría que le das a tu padre: le acabas de quitar un canto del pecho.

El mejor consuelo imaginable en medio de este invierno crudo y precoz que no respeta los pronósticos catastrofistas de los calentólogos. Los huevos que tu padre planeaba freír al sol en el balcón desde el inicio de la estación los está friendo con los labios cada vez que abre la puerta de la cocina. Gris el cielo permanentemente encapotado, suelos cubiertos de nieve, árboles de la avenida del frente y el patio del fondo hechos unos esqueletos espectrales, ventoleras a cada rato y una frialdad que cala huesos.

Así se está comportando mi decimoséptimo aniversario por estas latitudes nórdicas. Arribé al aeropuerto de Düsseldorf exactamente el 21 de noviembre de 1993, ataviado con un flamígero traje de gabardina china y unos mocasines de piel de serpiente que me había obsequiado la tía de Gipsia. Sin guantes ni sombrero bajo la fina ventisca de aguanieve, aquella salida al descampado fue como una inmersión en la pila bautismal. Menos mal que no tardó mucho en acudir al rescate el proverbial comité de recepción, qué si no...

Ya se respiran aires navideños y todas las tabernas se animan con los preparativos para el famoso carnaval de Colonia. Para que te hagas una idea: años atrás, de regreso a casa una tarde invernal, pasé por el supermercado a comprar una caja de cervezas frías y, temiendo que se me enfriasen por el camino, me impulsé a todo lo que daba la catalina. Tanto que al frenar de golpe sobre el pavimento congelado ante un semáforo en rojo, ambas gomas derraparon pavorosamente contra el contén.

De milagro, algo contuso, pero por lo demás ileso, libré del acrobático despatarre. Pero héte aquí que, a todas éstas, sólo mientras, aprovechando el cambio de luces, recogía el reguero de fragmentos de las botellas reventadas vine a caer en la cuenta de lo absurdo de la situación: “¿Cómo diantres, so pedazo de mongo –increpome más que merecidamente mi enfurecido Alter Ego--, quieres que se nos caliente el láguer si el termómetro de esa farmacia ahí al lado marca 15 grados bajo cero?".

Sin duda tiene también sus encantos este mes de los suicidios gerontocráticos aquí en Teutolandia, pero aún así, pese a la experiencia de los años, noviembre sigue siendo un mes de brusca transición al que aún no logro acostumbrarme. También por la trapera que hay que ponerse para salir a la calle: calzoncillos corto y largo, medias gruesas, fardo de corduroy, botines o zapatos con forro algodonado, camiseta, pulóver, enguatada, chaqueta de piel, recio gabán, gorro o sombrero, guantes, bufanda, paraguas...

¡Del carajo la vela el lío que me armo cada vez que tengo que buscar las llaves, el celular, la cartera, los espejuelos o cualquier otro objeto en ese sinfín de bolsillos! Para colmo, la jodienda de andar espiándome a mí mismo en el taxi, metro, tranvía o tren de cercanías, porque a menudo me distraigo durante el trayecto, dejando regada la bufanda, uno de los guantes o el sombrero.

Lo dicho: ya iba siendo hora de que dejaras atrás la fase estudiantil. Asimilada la buena nueva que acabas de darme, ahora mismo me pongo la armadura completa y parto raudo hacia el supermercado a buscar una botella del mejor champán para descorcharla en la cena de esta noche en honor de mi docta hija mayor. Aquí a mis espaldas, Anna me pide que te trasmita sus congratulaciones y votos de salud, felicidad y toda clase de éxitos profesionales.

Besos y abrazos a todos, te abraza con un corazón cálido de emoción a orillas del gélido Rhin...
Papá

Jorge A. Pomar
Colonia, 1 de diciembre de 2010.

PD: Lo que no le pude aclarar a mi hija en el discreto email de felicitación vía Infomed, pero ni falta que hace porque sé que consciente está del detalle: cierto, se graduó de Oncología gracias a su tesón y a la Revolución, pero algún papel habrán jugado los 30 cuc de sueldo mensual promedio devengados por su madre, internista durante toda su vida laboral, los 231 pesos ídem percibidos por su padre licenciado hasta el 93 por sus servicios como traductor-editor y, sobre todo, los 17 que lleva a la jila girándoles remesas en divisas, ropa y zapatos, cosméticos, laptops, etc.

Video: Con el título Laura, la primera salchicha alemana en el Altmarkt (Mercado Viejo) de Colonia, Pomar subió este video a You Tube el 7 de mayo de 2013. La voz que se escucha es la de Anna Klümper, la esposa alemana y ahora viuda del Abicú.

3 comentarios:

  1. Muy buen homenaje, merecido, que le estás haciendo a Pomar. Gracias.

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  2. He disfrutado mucho esta lectura. Muchas gracias

    Pedro

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  3. Gracias Tania!

    Se extraña la pluma incisiva, y también sin tarifa, del Abicú Liberal.
    Un saludo de Pedro Pablo, el de Baracutey Cubano

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