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lunes, 27 de abril de 2015

Las primeras presas políticas cubanas (XIII) Polita Grau



Polita Grau

Testimonios tomados del libro Todo lo dieron por Cuba, de Mignon Medrano (Miami, 1995) y de www.autentico.org

Leopoldina Grau Alsina, más conocida por Polita Grau, es la revolucionaria por antonomasia. Fueron muchos los momentos de incontables peligros y duros reveses que encaró con estoica firmeza en cinco exilios durante los gobiernos de Gerardo Machado, Fulgencio Batista y Fidel Castro, hasta caer bajo la brutal represión de este último y sufrir 14 años de inhumana prisión.

"Cuando sólo tenía quince años, murió mi padre Francisco Grau San Martín, y mi madre Paulina Alsina Fernández, mis tres hermanos y mi abuela fuimos a vivir a casa de mi tío, Ramón Grau San Martín, médico y profesor de la Universidad de La Habana. Y a pesar de ser tan joven, observaba cómo se reunía periódicamente el Directorio Estudiantil en casa para conspirar y derrocar al presidente Machado, y fue con ellos que comencé a conspirar y trabajar por la democracia en Cuba. Me casé con uno de los conspiradores, Roberto Lago Pereda. Mi tío fue arrestado y le dieron la libertad por estar enfermo. Nos fuimos todos a vivir a Miami, y cuando planeábamos ir a Chicago a una feria, Machado fue derrocado y Rubén de León y Carlos Prío, en nombre del Directorio Estudiantil Universitario hicieron regresar a mi tío a Cuba, diciéndole que lo necesitaban. No estábamos contentos con el gobierno que había formado el embajador americano, Mr. Benjamin Summer Wells.

"A Batista yo le hice mucho daño, conspiré muchísimo en Cuba cuando el golpe del 10 de marzo de 1952. Mi tío Grau estaba por una solución política y yo estaba con Carlos Prío, por la vía insurreccional. Daba viajes a Miami, trayéndoles dinero de Prío a los muchachos de la FEU y andaba en todos esos movimientos, mientras Esteban Ventura Novo le decía a Batista: 'Presidente, hay que coger presa a Polita Grau, porque cada vez que agarro a un bandolero de ésos, me entero que Polita trasladó las armas, Polita consiguió la casa, Polita gestionó el exilio, ella está en todos lados'. Batista agarró el teléfono y llamó a mi madre: 'Paulina, me da mucha pena decirle esto, pero aquí tengo a Ventura, diciéndome que ya le es imposible restringir a Polita y cada día ella se vuelve más arriesgada. Como usted comprenderá, no puedo meter presa a Polita. Así que le sugiero que hoy mismo, a más tardar a las seis de la tarde, la mande en un avión para Miami'. Mi madre le contestó: 'Así lo haré, le agradezco su aviso'. Fíjate qué manera tan distinta de actuar. Sin embargo, Fidel Castro me metió 14 años en la cárcel y me hicieron horrores.

"Cuando llegó la noticia de la huida de Batista, el 1 de enero de 1959, todo estaba listo para el regreso a Cuba, pero Prío no las tenía todas consigo. Se preparaba un golpe para el 4 de enero y ya Tony Varona estaba en Cuba. Caramés y Aureliano Sánchez Arango estaban en camino, con barcos y armas. Pero Fidel se nos adelantó. Para llegar él solo, siempre quiso llegar solo y desgraciadamente el pueblo cubano estaba con él. Aureliano tuvo que esconderse y logramos sacar a Caramés. Yo no quise regresar enseguida a Cuba. Como estaba en el inside del golpe de Prío, me parecía terrible lo que estaba surgiendo con Castro. Comenzaron a llegar a Miami mis amigos batistianos y José Manuel Alemán me había dicho: 'Ahí te dejo la casa para todos los que lleguen y se quieran quedar, porque se la van a coger'. Y efectivamente, se iban unos y llegaban otros y se alojaban en la casa de Alemán".

En mayo de 1959, cuando terminó el curso escolar de su hija, Polita regresó a Cuba con su familia. Tan pronto pisó suelo cubano, se dio a la tarea de buscar un grupo afín a sus ideales y trayectoria. Fue así que encuentra a Tony Varona, quien encabezaba un nuevo grupo llamado Rescate, bajo la coordinación de Albertico Cruz. En eso su coordinadora femenina deja el cargo y éste es ocupado por Polita, con Albertina O'Farrill como encargada de buscar asilo. Otro colaborador era Carlos Guerrero, posteriormente encausado con Polita. Crearon una red de espionaje que centralizaba información de toda la isla y, además, escondían perseguidos, recogían dinero, transportaban alzados y buscaban asilo, entre otras tareas.

Cada provincia tenía una mujer al frente, como Queta Meoqui y María Orta. Una distinguida dama de Matanzas, María Dolores Núñez y Núñez de Beato, encabezaba su provincia. Perteneciente a una adinerada familia, nadie sospecharía que en la señora Beato palpitaba la sangre mambisa de su padre, Indalecio Núñez, que murió en los inicios de la Guerra de Independencia, y de su tío, el general Emilio Núñez. Como jefa de unidades, María Dolores lo mismo escondía perseguidos que se adentraba en el monte, a llevarle comida y dinero a los alzados del Escambray.

Muy pronto, el coronel Álvarez Margolles, Polita y otros conspiradores, comenzaron a preparar la eliminación física de Fidel Castro. Les falló el primer intento, en un entierro al que Fidel asistiría. Decidieron que mejor sería por envenenamiento.

"Ya teníamos las pastillas de cianuro, pero el muchacho que las serviría se le quedaron en su casa el día que Fidel se apareció en la cafetería del Habana Hilton y pidió un batido de chocolate. Cuando Fidel le dijo que el batido estaba exquisito, el joven le sugirió que volviera al día siguiente, para hacerle uno mejor, con un chocolate superior a ése. Y Fidel fue. El muchacho llevó las cápsulas de cianuro y las puso en el hielo. Y cuando fue a sacarlas, estaban tan adheridas al hielo que se partieron, quedando inutilizables. Nuestra frustación fue terrible, teníamos lista la casa para el escondite y el asilo en una embajada. Pero en eso surge el ofrecimiento a mi hermano Mongo, de dirigir la Operación Pedro Pan y para la cual, además de la la ayuda de la iglesia católica y sus parroquias en toda la isla, necesitaba la ayuda de todas las mujeres de Rescate. Beatriz Pérez López y Alicia Thomas, secretaria de Mongo, fueron puntales de aquella operación y eventualmente cayeron presas. Empezamos a sacar niños de toda Cuba. Con la cooperación de la KLM y la Pan American, sacamos a 14 mil menores.

"Con el G-2 frente por frente a nuestra casa, la cola para entrar se hacía por el fondo. El rumor de que el gobierno asumiría la patria potestad de todos los menores, hizo que cundiera la desesperación. Para los niños teníamos una autorización llamada Visa Waiver, que abolía el requisito de visa para entrar a los Estados Unidos. Pero esa autorización no era extensiva a los padres. Fue entonces que Israel Padilla, Borico, se las agenció con Albertico Cruz para conseguir unos cuños de visa americana para los padres que tuvieran pasaporte. Un día a la semana, Borico, Toribio Bravo y yo nos reuníamos y preparábamos de 200 a 300 pasaportes con esa visa tricolor.

"Mientras tanto, Rescate seguía haciendo cosas con la información que recogía de toda la isla. Si Cuba le compraba guaguas a Italia, pasábamos eso a los Estados Unidos y ellos le quitaban las piezas de respuesto a esa compañía y la estrangulaban. Con cada averiguación, al gobierno le empeorábamos su situación. Pero un buen día, se terminó aquello de 'Fidel Castro no se mete con los Grau'. Cogieron preso a Carlos Guerrero, que era de los viejos de 1930, de mi época, porque yo estuve infiltrada con esa generación. Carlos era un tipo serio, decente, valiente, pero nunca sabremos las barbaridades que le hicieron y lo convirtieron en un robot que delató a Albertico Cruz y a otros. Cuando llegó el juicio, dijeron que faltaba uno. Era porque Carlos Guerrero había muerto de un infarto en prisión.

"Cuando Machado y cuando Batista, si tú conspirabas te agarraban y ya. Los comunistas no. Lo rodean a uno de infiltrados por todas partes. En casa teníamos a una mujer que mi madre recogió por piedad y resultó que era del G-2. Ella tenía acceso a nuestros dormitorios y cuando yo salía, revisaba cuanto papel yo dejaba. Una vez, Carlos Guerrero trató de citarme en dos casas-contacto, pero sabiendo que él había entregado a Albertico, no fui, dije que estaba enferma. La mentira se hizo verdad, pues a mis 49 años estaba teniendo graves trastornos por la menopausia y la Dra. Díaz Villar me mandó a hacer reposo absoluto en cama. José Luis Pelleyá ya estaba preso y esa madrugada cayeron Manolo Companioni y Alberto Veitía.

"De pronto, nuestra casa fue rodeada por carros del G-2, esperando que Mongo y yo saliéramos. Pero no salimos, si querían agarrarnos, que entraran por la fuerza. Y así lo hicieron. Entraron y se llevaron a Mongo a golpes, arrastrado por el piso y sangrando de una oreja. Tío Grau gritaba de desesperación. Cuando fueron a por mí, me escapé por la cocina, en bata de casa. Allí me despedí de mi sobrina Mary Grau, de Elsa Díaz, de mi hermana de crianza María Dolores y de mi querida negra Panchita. Me llevaron en bata de casa para el G-2, que ya no estaba frente a nuestra casa en Miramar, si no en Villa Marista, en el reparto Sevillano.

"A una mujer le encargaron hacerme una requisa y cuando me quitó la ropa dijo: 'Oigan, esta señora tiene que ir para el hospital', del sangramiento que tenía. De mala gana me dieron un poco de algodón y me mandaron para la celda de castigo. Allí estaba Caridad Navarrete, la primera presa política que veía. La celda estaba casi a oscuras, pero pude distinguir su gesto, de que guardara silencio y leer en la pared un pensamiento de Aleja Sánchez Piloto. Me hizo sentir bien el saber que estaba cerca de personas que también luchaban.

"Primero estuve con Caridad y una chinita en una celda helada. Luego me llevaron a otra celda, donde estaba una muchacha tuberculosa que sacaron a los pocos días. Empecé a entender el juego de estos sinvergüenzas: pensaban que en mi casa había millones de pesos, y si sacaban a Grau y a sus sobrinos de Cuba, se quedan con el dinero. Pasamos meses discutiendo, yo que en casa no habían tales millones y ellos tratando de desprestigiar a mi familia, con cuentos sobre francachelas. Sí, era verdad que los sábados y domingos el grupo se reunía en torno a la piscina para conspirar y las viejas primas de mamá iban también, pero no eran ciertas las historias sucias que inventaban. A mí me acosaban en el G-2 y a tío Grau le hacían la vida imposible y le pedían tres o cuatro millones de pesos.

"Cuando la redada de Playa Girón, arrestaron a los hombres de la casa y los llevaron al G-2. Tío agarró sus muletas y se puso en la fila. Le dijeron 'Usted no, doctor, usted no', se indignó y les contestó que si estaban dando a entender que él no era hombre. Yo me desesperaba pensando en las necesidades que estaría pasando, porque él ya no tenía dinero. Un buen amigo le daba lo que podía. Mucho tiempo después, estando yo presa en América Libre, le daban 500 pesos al mes por haber sido Presidente de la República.

"Me tuvieron siete meses en el G-2, bajo torturas sicológicas y físicas. No hay nada peor que querer dar de cuerpo, llamar y que no te lleven al servicio. Después de repetirse varias veces esa tortura, no pude aguantar más, me agaché en una esquina de la celda e hice la necesidad. Cuando vino la guardia, protestando, le dije que si me traía un cubo de agua yo lo limpiaba. Así seguí, orinando y corrigiendo en una esquinita y la guardiana se llevaba el cubo. Jamás me llevaron al baño, eso formaba parte de las torturas. Las comidas las daban a deshora o muy seguidas o muy espaciadas, para que pierdas la noción de las horas y días. Me enseñaban fotos, para que identificara a cada preso o sospechoso que agarraban. Años más tarde, la Niña del Escambray me describió una celda bajo tierra en el G-2, muy oscura, con las paredes pintadas de negro, no la creí, porque ya ella estaba un poquito loca. Lo creí cuando mi hermano Mongo me describió una celda a donde lo llevaron: era la misma donde estuvo la Niña.

"El maltrato sicológico era tal que un día, cuando me regresaban a la celda, tras un cruel interrogatorio, cargado de calumnias sobre mi familia y de amenazas contra mí, de pronto oigo un piano y el vals Sobre las olas, que era el favorito de mamá y que por última vez tocó horas antes de morir. Eso se repitió más de una vez y yo sentía que ella me estaba acompañando. Otra experiencia me ocurrió durante uno de los traslados de la prisión de Guanajay al G-2 y en la soledad de varios meses en una celda, escucho un hombre llorando.

"Yo le había compuesto una rumbita a La Chavala, la mulata más linda de Guanajay, y la empecé a cantar para que el hombre se diera cuenta que era una mujer, una presa, la que estaba cantando y el hombre dejó de llorar. Entonces, después de la última comida, que no había manera de saber si era de día o de noche, el hombre tocaba la pared y yo empezaba a cantar. A veces él tocaba, pero estaba muy cansada del interrogatorio y no cantaba. Un día, no tocó más la pared. Se lo habían llevado. Como eran celdas de castigo, probablemente lo fusilaron. Soñaba con encontrarlo un día en la calle y decirle: Usted lloraba y yo lo consolaba con mi canto".

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