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lunes, 9 de junio de 2014

La verdadera historia del parque John Lennon


Dedicatoria: Para mi hermanito Santiaguito Feliú que estás en los cielos y para su bello hijito Mateo, que nació el 7 de marzo de 2014.

En diciembre de 1990 fui parte de uno de los acontecimientos musicales más bellos que recuerdo de mi Habana. Se trata del primer gran concierto de homenaje a John Lennon, en el parque de 17 entre 6 y 8 en el Vedado, donde años después se develara una estatua y se bautizara oficialmente con el nombre del legendario músico inglés.

El primer concierto para Lennon se comenzó a gestar meses antes y fue una iniciativa de Carlos Alfonso, Ele y Síntesis, a la cual se sumaron también los músicos Carlitos Varela, Santiaguito Feliù, Pepe Piñeiro (ex integrante de Los Pacíficos), Dagoberto Pedraja, el grupo Gens, Pablo Menéndez y su grupo Mezcla, Gerardo Alfonso, otros músicos y, por supuesto, un grupo de amigos cineastas, escritores, pintores, técnicos y locos por la vida que teníamos el amasado sueño de homenajear a Lennon y Los Beatles. Hacer justicia por la ofensa y la ingratitud que había significado en los años 60 y 70 la prohibición oficial en Cuba de los Cuatro de Liverpool.

Ele y Carlos Alfonso, me citaron a una reunión en que asistimos los que conformarían el grupo organizador y los apoyos que daríamos al evento. A mí se me pidió dirigir el concierto para la televisión, con la posibilidad de gestionar cuatro cámaras de video y un camión de remoto ante el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), donde yo trabajaba.

El concierto tendría lugar en la azotea baja del Hotel Habana Libre, en la esquina de L y 23, corazón de La Rampa y una de las zonas más transitadas de la capital. El plan era montar todo el sonido y el aparataje de grabación de video un viernes y que coincidiera con las actividades del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, pero sin hacer la más mínima publicidad ni anuncio alguno.

Los músicos involucrados llegarían en horas de la tarde y comenzaría el concierto con las canciones de Los Beatles y así sorprender a La Habana y los transeúntes que en ese momento estarían pasando, de similar forma que John, Paul, George y Ringo lo habían hecho en Londres, en el último concierto al final de sus años como banda y que fue nombrado popularmente como “concierto en la terraza” o “concierto en el tejado de los estudios Apple”.

La idea era genial. Todos estábamos hermanados y convencidos que fraguábamos un proyecto inédito en Cuba. Logré el apoyo del ICRT y aunque no la tenía nada bien con Juanito Hernández, el director del Canal 6 y uno de los vicepresidentes del ICRT, se aprobó el camión de remoto con las cuatro cámaras y todo el personal técnico.

Además, contaba con el apoyo del colectivo de A Capella, programa de televisión que yo había creado y dirigía en ese tiempo, junto a Guille Vilar, Lily Rentería, Lola Pedro, Gloria Diliz, Tomás Pliego y Gladys Infante, a quienes también se había sumado los miembros del Taller de los Inundados (José Llanes, Ivan Oms, Miguelito Candelario, Jorge Trinchet y Camilo Hernández).

Todo iba viento en popa hasta que fuimos citados a una reunión en el Comité Nacional de la Juventud Comunista (UJC) en la Habana Vieja, frente al Museo de la Revolución. En esa junta se nos dijo que la idea del concierto en la azotea del Hotel Habana Libre “no procedía”. La UJC se había involucrado en el evento y hasta ese día nos había apoyado en todo.

Se nos recomendaba hacerlo en los techos del edificio de las compañías aéreas, en 23 entre Infanta y P, algo técnicamente imposible. Una, que los músicos no se verían; la otra, que las condiciones de sonido eran fatales. Y, por último, era imposible hacer la grabación para televisión. Para colmo, las ráfagas de viento que soplan en esa área en diciembre echarían todo a perder. Seguimos insistiendo que tenía que ser en L y 23 y de ahí no nos salimos.

A los pocos días, de parte de la dirección del Partido, a través de la misma UJC, se nos comunicó que la azotea del Habana Libre, en 23 y L estaba considerada “un sitio estratégico” y, por lo tanto, no se nos daba autorización para el concierto. Después de eso, los muchachos de la Juventud Comunista se retiraron y no los volvimos a ver ni en los centros espirituales.

Para colmo, el director del Canal 6, me comunicó que todo el apoyo de parte del ICRT con el camión de remoto quedaba suspendido. Representantes del Partido Provincial, que tenían su sede en M entre 21 y 23, habían llegado a reunirse con Juanito Hernández y sugerirle que suspendiera “esa jodedera” del concierto “ese” de Los Beatles.

Ese día armé un berrinche de los grandes, al punto que Danilo Sirio, hoy presidente del ICRT, dijo: “Ahora sí Daltoncito se volvió loco”. Casi me botan, pues convidé a “fajarme a los piñazos” en el parqueo del ICRT a Juanito Hernández, quien por suerte para mí era casi de mi tamaño, yo un poquitico más alto y estaba seguro que sería una pelea fácil, pues le tenía bien medido el ojo izquierdo. Lamento que se haya ido de este mundo sin probar mi pegada, porque me tenía ya muy jodido con toda su censura y toda su mierda.

Todo se comenzó a joder o ya estaba más que jodido. Entonces viendo que los ánimos estaban por el piso, le dije a Carlos Varela, Santiaguito, Isabel la China, Ele y Carlitos Alfonso que yo ofrecía la azotea de mi casa que era particular, que hiciéramos todo ahí y nos olvidáramos de L y 23, que yo conseguiría las cámaras por otro lado. Pero en eso apareció la posibilidad de hacerlo en el parque de 17. Los vecinos de esa zona habían dado su respaldo y decidieron colaborar con el evento.

Casi todos los apoyos oficiales se habían ido por un tubo y hasta algunos músicos hermanos nos dejaron colgados de la brocha. Los músicos que se involucraron hasta el final pusieron a disposición todos los recursos que tenían cada quien en cuanto a sonido, consolas, cablería, instrumentos musicales, tarimas etc y nos conformamos con hacerlo ahí.

Llegó el día D y todo corrió de boca en boca desde la mañanita. Comenzada la tarde, el parque estaba inundado de gente, en su mayoría jóvenes. No cabía un alma y el concierto arrancó de manera casi improvisada. Uno de los acontecimientos musicales más emotivos, de los que más amo y recuerdo.

No tuvimos muchas condiciones de calidad de sonido. La electricidad, la agarramos de los postes de la luz y de casas particulares. No se pudo casi ni ensayar, aunque los músicos cubanos no tienen que estar ensayando tanto para que las cosas salgan bien. Y así fue. Todo funcionó mejor de lo que pensamos.

El parque también fue rodeado por un fuerte cordón de policías que a la larga terminaron cantando y tarareando junto a todos nosotros, Yesterday, A Hard Day’s Night , Come Together o Let It Be.

La mayoría de los reunidos ahí pertenecíamos a los denominados “Hijos de Guillermo Tell”. Carlos Varela, acompañado del grupo de rock Gens, aportó aun más a la emoción general, tocando su pieza Guillermo Tell, que era casi un himno para todos nosotros. Aquella muchedumbre vibró como nunca.

Una vez terminada la emblemática pieza, Varela tomó el micrófono y propuso bautizar a ese parque con el nombre de John Lennon, y así se llamó a partir de ese día. De pronto vino Hey Jude y con un coro gigante se cerró así el inolvidable concierto.

Con el equipo del programa A Capella se logró registrar en video parte de lo acontecido allí e hicimos un programa especial con nuestra conductora Lily Rentería, pero no sé si esas escasas imágenes aún existan.

El Mongui, realizador del ICAIC, filmó en 35 mm, pero nunca he podido ver lo que hizo. Incluso sé que hay muy pocas fotos y no se habla mucho de lo que pasó ni lo que ese gran concierto multitudinario significó.

Una década después, en ese mismo lugar, se efectuó un acto al que asistió Fidel Castro y otras autoridades de gobierno con todo el apoyo logístico y protocolar que eso significaba, con excelente sonido y luces de lujo, además de la asistencia de intelectuales, músicos y artistas reconocidos.

Irónicamente, también se encontraban presentes algunos de los que tuvieron que ver directamente en la decisión de prohibir a Los Beatles en Cuba y, para colmo, algunos dirigentes del Partido y el ICRT que habían hecho todo lo posible por impedir el homenaje a Lennon en diciembre de 1990.

Para cerrar con broche de oro, se develó la famosa estatua de John Lennon, obra del escultor cubano José Villa y tuvo lugar un concierto de rock simultáneo en la Tribuna Antimperialista, con todos los apoyos habidos y por haber.

Muchos piensan que ése fue el “gran acontecimiento que le dio vida y reconocimiento nuevamente a Los Beatles en Cuba”. En realidad no fue así. La mayoría ignora el auténtico homenaje. Hurgando en mi archivo fotográfico encontré las únicas cinco fotos que sobreviven de un rollo que tomé con mi cámara soviética Zenit y que sucumbió en la llamada Tormenta del Siglo, que los días 12 y 13 de marzo de 1993 azotara La Habana.

Esas fotos recogen parte de lo que aconteció ese día. Fue así que me dio por contar la verdadera historia olvidada del Parque John Lennon de La Habana.

Jorge Dalton*
Café Fuerte, 4 de abril de 2014
* Cineasta cubano-salvadoreño, hijo del poeta y periodista Roque Dalton, asesinado en El Salvador el 10 de mayo de 1975. Jorge creció entre Praga y La Habana y finalmente se afincó en San Salvador, donde actualmente reside y trabaja como realizador de audiovisuales.

A propósito de este testimonio
Como ha narrado Jorge Dalton (su etapa de trabajo en el ICRT, en parte coincidió con la mía, por eso muchas veces nos vimos por los pasillos o en algún cubículo de edición), la historia del Parque John Lennon de La Habana comenzó en diciembre de 1990 y no el 8 de diciembre del 2000, cuando Fidel Castro aprovehó el vigésimo aniversario del asesinato de John Lennon para reconciliarse con Los Beatles.
Como en Cuba o no llegas o te pasas, a John Lennon el gobierno y las autoridades culturales le dedicaron dos días, el 8 y 9 de diciembre del 2000. Además de la inauguración del parque, en 15 y 17 entre 6 y 8, Vedado, y del concierto de rock en la Tribuna Antimperialista, situada al lado de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, frente al Malecón, proyectaron dos documentales: Lennon en La Habana, de Roberto Chile, ex camarógrafo personal de Fidel Castro, y Nostalgia o la soportable levedad de los escarabajos, de Marcos Castillo.
También presentaron el libro El Sargento Pimienta vino a Cuba en un Submarino Amarillo, de Ernesto Juan Castellanos (Letras Cubanas) y realizaron un concierto, Love de Lennon, con Silvio Rodríguez cantando en inglés, acompañado con las orquestas de cámara Música Eterna y Barroca del Instituto Superior de Arte. Por si no fuera suficiente para conmemorar por todo lo alto a un músico y a un grupo que en sus primeros años la revolución prohibiera, el pintor Roberto Fabelo hizo un afiche.
Según Wikipedia, "en la actualidad, el parque es sede de diversas actividades culturales como conciertos, entre otros. Muchos le llevan flores y hasta acompañados de una guitarra le cantan canciones. Hay incluso quien se sienta a su lado cada día, como si fuera su amigo de toda la vida, le cuenta sus penas y alegrías. Los espejuelos de la estatua han sido robados en varias ocasiones y después repuestos".
Precisamente por ese dato, del robo de los espejuelos a la estatua de John Lennon (el escultor debió haberlos pegados de tal manera que nadie se los pudiera quitar), decidí encabezar el post con el video Juan, el cuidador de los lentes de John Lennon, realizado por el fotorreportero uruguayo Federico Dieste durante una estancia en La Habana en 2012.
Sobre las famosas gafas, recomiendo leer también: Roban lentes de Lennon; Las gafas de John y Cinco cosas que no sabías sobre las gafas de John Lennon. Tania Quintero

1 comentario:

  1. Buenos días Tania,
    Recuerdo cómo teníamos que cerrar puertas y ventanas cuando escuchábamos música de Los Beatles o cualquier otro grupo extranjero. Después hubo una liberalización y se pudo escuchar a través de la radio, aunque tengo entendido que después de marcharme yo, me fui en el 70, volvió la prohibición.
    Que patético que un gobierno le tenga terror a una expresión artística como es la música.

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