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viernes, 6 de junio de 2014

Los hijitos de papá


Los hijos de ciertos jefes de la nomenclatura tienen un sello personal. Visten ropa de marca. Toman cogñac o whisky. Tienen coche propio. Internet en casa. Son aficionados a la buena mesa y a las noches movidas en las mejores discotecas de la ciudad.

Poseen pasaporte para viajar al extranjero. Y en privado halan más cocaína que una aspiradora. Son fanáticos al sexo con varias chicas. Para guardar la forma y seguir la estela de sus padres, estudian en colegios militares. O administración y marketing en prestigiosas escuelas foráneas. Su doble moral es exquisita. Delante de desconocidos, de carretilla te sueltan el típico discurso nacionalista y antiyanqui.

En confianza, están esperando el desenlace final para ver de qué lado está la mayoría. Mientras, sus padres los van posicionando en buenos puestos laborales. Cuando en Cuba se produzca un cambio real, y no el artificial diseñado por los gurús de verde olivo, los hijitos de papá serán los futuros gerentes de empresas, bancos, hoteles, campos de golf o cualquier otro negocio que dé plata en la Cuba post Castro.

Ahora van de gallo tapado. Gastando combustible y divisas en La Habana nocturna. Viviendo bien. Desayunando, almorzando y cenando. Bailando salsa y reguetón en centros nocturnos como el Salón Rojo del Caprí o en Río Club, discoteca de la barriada de Miramar, a escasos metros del río Almendares.

A la salida, siempre risueños y con la cartera llena, terminan la noche en cafés a tiro de piedra del malecón habanero. Bebiendo cerveza Heineken y esnifando 'melca' en el asiento trasero de su auto. Suelen ir a la cama a la hora en que muchos se levantan para ir a trabajar. Almuerzan carne de res mientras en gigantescos televisores de plasma, ven las últimas noticias internacionales por CNN o TVE.

Sus padres están autorizados a tener antenas parabólicas y adsl las 24 horas. Cuando el discurso oficial pide a los cubanos de a pie que abran un nuevo agujero al cinturón, los descendientes de tipos importantes, tienen aire acondicionado central en sus residencias y los fines de semana salen a pescar en el yate del 'viejo'.

Lo bueno de ser hijo de un “pincho” (dirigente) en Cuba, es que no tienen que preocuparse por los paparazzi o las notas escandalosas en la prensa del corazón. Los trapos sucios se guardan en casa. Sus progenitores tienen el poder. Controlan el ejército y los medios de comunicación y producción.

Son jóvenes con vía libre para llevar una vida disipada y fácil. ¿Y sus padres? Bien, gracias. No se enteran o no les importa. O prefieren mirar hacia otro lado.

Iván García
Publicado el 5 de septiembre de 2012 en El blog de Iván García y sus amigos.
Leer también: Paternidad irresponsable.

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