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miércoles, 10 de julio de 2013

Grandes pedagogos cubanos (III): Esteban Borrero


Esteban Borrero Echeverría (1849-1906) fue médico, pedagogo, poeta, narrador y mambí. Figura importante de las letras en Cuba en el período de transición del siglo XIX al XX. Hijo del educador Esteban de Jesús y padre de las poetisas Juana, Dulce María y Ana María, fue un intelectual que desplegó un talento excepcional tanto como hombre de ciencias y de letras.

Se educó y ejerció como maestro desde los 11 años, en una escuela fundada por su madre en Camagüey, su ciudad natal. Luego, se acreditó como profesor de Instrucción Primaria en 1863 y se colocó como ayudante delineador en la Comandancia de Ingenieros de Camagüey. Su vocación pedagógica lo llevó a abrir una academia para adultos y, al estallar la Guerra del 68, partió hacia la manigua con sus discípulos. Fundó dos escuelas de campaña y sirvió en las armas hasta llegar a ser jefe de servicio de avanzada, capitán y más tarde coronel. Borrero cayó prisionero y sufrió grandes penalidades. También se ganó la vida como zapatero y panadero.

Al ser declarado 'sospechoso' por las autoridades españolas, Borrero se trasladó a La Habana. En la capital trabajó como maestro sin sueldo y librero encuadernador, y aprovechó para estudiar las carreras de Agrimensura y Pericial de Aduana. En 1879, junto a Enrique José Varona, los hermanos Sellén y otros importantes poetas, publicó la selección poética Arpas amigas. Se graduó de Medicina y Cirugía, y por oposición obtuvo la plaza de médico municipal de Puentes Grandes, donde residió durante algunos años. La casa de la familia Borrero en esa localidad habanera se convirtió en un centro cultural: cada domingo se celebraban tertulias de poesía a las que asistían Julián del Casal, los hermanos Uhrbach y otras personalidades impulsoras del modernismo cubano.

Años más tarde, Borrero fue cofundador de la Sociedad de Estudios Clínicos y de la Sociedad Antropológica. En 1892 se trasladó a Nueva York para entrevistarse con algunos miembros de la Junta Revolucionaria. Luego del estallido de la Guerra del 95, se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos, donde ejerció como farmacéutico, médico y maestro, y donde dirigió la Escuela del Club San Carlos, a la que asistían emigrados cubanos. En el exilio fue nombrado delegado del Partido Revolucionario Cubano y ministro del gobierno de la República en Armas en Costa Rica y El Salvador.

Volvió a Cuba en 1902 y representó el Tercer Cuerpo del Ejército en la Asamblea de Libertadores. En el contexto de la República, Borrero se desempeñó como catedrático de Anatomía, de Psicología Pedagógica, Historia de la Pedagogía e Higiene Escolar en la Universidad de La Habana. Tuvo una función importante en la dirección de publicaciones científicas como Crónica Médico Quirúrgica de la Isla de Cuba, Boletín de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y la Revista de Ciencias Médicas de La Habana.

Su autobiografía fue publicada en 1906, en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana, de cuyo consejo de redacción formó parte. Dejó en preparación trabajos sobre medicina y pedagogía e inéditos, entre otros, un tomo de poemas. Tradujo Las instituciones antropológicas, de Broca, y el Tratado de aritmética, de Wentworth.

Como figura de tránsito entre los siglos XIX y XX, Esteban Borrero es, junto a José Martí, Ramón Meza y Julián del Casal, uno de los mejores antecedentes de la cuentística cubana y que florecería durante los años republicanos. La importancia de Borrero como narrador se debe a que fue el autor del primer libro de cuentos de la literatura cubana, Lectura de Pascuas (1899), donde reunió historias que ya habían sido publicadas con anterioridad, acompañadas por ilustraciones de Juana y Dulce María Borrero, dos de sus hijas.

La narrativa de Esteban Borrero se caracterizó por su carácter reflexivo, escéptico y pesimista, y en la cual abundan indagaciones psicológicas, evocaciones y enfrentamientos de ideas con la finalidad de entender las conductas del género humano. Este interés, a su vez, lo llevó a recurrir a la sátira y a elementos simbólicos y alegóricos. Así ocurre en Calófilo (1879), donde el personaje principal se debate entre la precariedad de su existencia y la búsqueda de las formas puras de la belleza, la verdad y el arte. O en la noveleta Aventura de las hormigas (1888-1891), obra que critica la estupidez humana desde la perspectiva de una colonia de hormigas.

Pero la narración más conocida de Esteban Borrero es el cuento El ciervo encantado (1905), que constituye una alegoría histórica y, a la vez, una fábula satírico-política sobre la situación de Cuba, al coincidir el inicio del siglo XX con el período republicano. La narración, que se desarrolla en una época prehistórica y una isla imaginaria, se convirtió en el primer relato de ficción cubano en abordar el tema de la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos nacionales. Como en general ocurre en la narrativa de Borrero, también este cuento se caracteriza por una estética naturalista con desbordantes explicaciones científicas, elucubraciones filosóficas, abundantes citas en latín y variada terminología médica, zoológica y físico-naturalista.

Interesado en la visualidad de sus libros, Esteban Borrero desarrolló proyectos en conjunto con su hija Dulce María Borrero, quien además de poeta era una destacada pintora e ilustradora. Así nació el libro Don Quijote poeta (1905), realizado por los dos. Borrero también se interesó por dedicarle libros de narrativa al público más joven, para quien publicó obras escolares como El amigo del niño (1906).

Tomado de En Caribe, enciclopedia de historia y cultura de los países caribeños.
Leer el cuento El ciervo encantado.

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