Tres semanas después de su publicación, el 24 de septiembre del 2000 en El Nuevo Herald, llegó a mis manos una fotocopia del reportaje La prensa independiente es una amenaza para el gobierno cubano, firmado por Vivian Sequera, corresponsal de la AP en La Habana.
Al igual que otros reporteros extranjeros que en los últimos cinco años me han entrevistado, a Sequera le llama la atención el hecho de que en ocasiones escribo lo que personas en la calle -o desde determinados puestos estatales- me dicen, pero sin poner su identificación real. Puede que la fuente se llame Pedro Ramírez, pero le pongo José Díaz, un seudónimo que yo solo sé.
Vivian Sequera, que no lleva mucho tiempo en Cuba, tal vez no sepa que nuestras fuentes, al igual que la inmensa mayoría de la población, padece de un miedo paralizante y se aterra de pensar que puede ser descubierto por haber dado un testimonio a un periodista independiente. Esto tan irreal para cualquier periodista foráneo, pero tan propio en una isla tan surrealista como la que Colón descubrió el 12 de octubre de 1492, fue para mi un choque cuando en 1995, después de 20 años dentro del periodismo subordinado al partido comunista, corrí el riesgo de hacerme free lancer y comenzar a escribir en Cuba Press.
Recuerdo ahora mi primer trabajo, una crónica titulada El príncipe azul, acerca de una jinetera adolescente, oriunda de una provincia oriental y radicada en un pueblo del interior de La Habana. Sabía su nombre y apellidos, el de su novio (un español de Toledo) y casi toda la identificación de su familia, tras varias horas de cola esperando un ómnibus de la ruta 4 que nunca llegó, en la esquina del Prado y Cárcel, Habana Vieja.
Cuando en los primeros días de octubre de 1995 se lo entregué a Raúl Rivero los datos estaban cambiados. Me sentí en la obligación moral de proteger a aquella muchacha que temblaba cada vez que veía pasar a un policía o un carro patrullero y la cual me había contado historias de abusos policiales y confesado su temor de ir a prisión si le volvían a hacer otra "advertencia".
Para quien no ha tenido la experiencia de vivir 41 años en una sociedad cerrada, intolerante, totalitaria y controladora como la nuestra, difícilmente pueda comprender cómo se puede escribir así. Mas se puede. Porque como ya he explicado a colegas de Europa -ellos tampoco lo entienden, a no ser los procedentes de los ex países socialistas- en las condiciones tan específicas en las que vivimos y escribimos, lo valioso no es tanto saber quién lo dijo, sino que lo dicho es verídico.
Tanto yo como mi hijo Iván García, nos hemos dedicado a escribir sobre temas sociales en los cinco años que llevamos en Cuba Press. En más de uno de nuestros trabajos hay serias denuncias de corrupción, robo, prostitución, drogadicción y juego ilícito, entre otros males que hoy aquejan a la sociedad cubana. Pero en la misma medida en que un asunto es delicado y explosivo, más cuidado hay que tener a la hora de redactar.
Para nosotros lo peor no es tener que hacer un periodismo con cierto disfraz para burlar la represión, sino saber que muchos nos tenemos que mantener callados con información "caliente" que nos llega. Su denuncia podría llevar a la cárcel a las fuentes. De vez en cuando nos arriesgamos, pero dándole tales vueltas al material que haga indetectable la fuente de información.
Recientemente, para citar un ejemplo, supe de cómo roban y hacen dinero una serie de gerentes en importantes establecimientos recaudadores de divisas. Suficiente para un reportaje estilo Newsweek. De momento, son argumentos para consumo interno o para decirlo generalizando, en cualquier entrevista radial. Sin detallar.
Si yo viviera en Caracas, Bogotá o Lima -a pesar de Fujimori- tendría posibilidades de hacer otro periodismo, investigativo y contundente. Pero vivo en La Habana, Cuba, donde nací y de donde no me quiero ir. Y, de momento, tengo que hacer este periodismo, medio cojo e insuficiente, pero cien por ciento honesto y objetivo. Y lo hago con valor, sin apenas cifras oficiales. Salvo en muy contadas ocasiones podemos dar santo y seña de los informantes -se exceptúan, claro, las noticias procedentes de la disidencia.
No sé si la prensa extranjera acreditada en Cuba sería capaz de adecuarse a esta sui géneris forma de hacer periodismo, ganando la décima parte o menos de lo que a ellos les pagan y sabiendo que en cualquier momento te pueden hacer una manifestación de repudio, desprestigiarte en los medios nacionales, sin derecho a réplica, y con la constante amenaza de ir a la cárcel bajo la acusación de "colaboración con el enemigo".
Tania Quintero
Foto: Vivian Sequera, en sus inicios en la AP. Tomada de Reportera del mundo, donde se puede leer un perfil de esta venezolana, nacida en 1963.
Publicado con el título Aclaraciones en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa, en el otoño del 2000.
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