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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Cuba: la vida cotidiana (III)


Por Raúl Rivero (escrito en 1998)

En Cuba, con excepción de unos cuantos propietarios de pequeños restaurantes de doce sillas y de mínimos establecimientos de café, pizzas y dulces caseros, el gran patrón es el Estado. También, mitad en broma y mitad en serio, se dice que ahora, cuando un cubano se interesa por una plaza laboral no pregunta cuánto va a ganar por el salario, sino qué se puede robar.

Se ha instalado en la sociedad el llamado síndrome de Robin Hood: los pícaros que cada día se llevan algo de su sitio de trabajo, los que resuelven, son vistos con simpatía. Su delito, su pecado, su proceder no se recibe en la comunidad como una falta, más bien como una forma de luchar por sobrevivir.

De modo que estas personas son conocidas en Cuba entera como "luchadores". Pícaros en la más ortodoxa tradición española. Gente simple y buena que se ha visto obligada a meterse en esa zona sombría de la vida "por el bloqueo americano", dicen los seguidores del gobierno. "Por el bloqueo del gobierno, por el Código Penal draconiano, por el afán de controlarlo todo, hasta los mares adyacentes y el aire que respiramos", dice Félix Velázquez, un activista de derechos humanos de 50 años, desempleado, que vive "de la caridad de mi familia". En ese escenario de penurias, muchas alternativas del robo, del delito en general, tienen aceptación.

En noviembre un grupo de empleados del sector gastronómico de la provincia de Camaguey asaltó un banco y se llevó en vilo la caja de caudales, con unos 100 mil pesos, y esa misma semana se hizo público que el gobernador provincial era separado del cargo por malos manejos con unos miles de dólares.

La corrupción, la picardía, el invento, la lucha, tienen a la sociedad cubana de fin de siglo, a 40 años del triunfo de la guerrilla legendaria de la Sierra Maestra, en una especie de pantano. En una trampa.

Avanza día a día una tropilla de lo peor del capitalismo pobre, africano, que se ha instalado aquí. Y las conquistas del socialismo real se disuelven en la ineficacia del sistema. La producción raquítica, la agricultura sin despegue y la negativa de las autoridades a permitir que el hombre se quite el dogal del Estado y comience un proceso de soberanía individual.

Hay educaicón gratuita, pero tiene un claro matiz de adoctrinamiento. "¿Quién construye los círculos infantiles, las escuelas y los hospitales?", pregunta taimado un manual para niños de primaria distribuido al iniciarse el curso de 1998. "¿Qué pasaba en Cuba antes de 1958? Yo no soy religioso, pero no quiero que mis hijos se eduquen bajo ningún dogma. En esta época eso es un crimen. Educación, mucha educación pura y que ellos elijan después su color político. Basta ya de Lenin y de Marx y de cualquier otro pensamiento impuesto. Los niños deben ir a la escuela a prepararse para una profesión, no para servir a nadie ni a ninguna ideología", dice Carlos M., 32 años, empleado del gobierno.

Redactado en diciembre de 1998 y publicado el 2 de enero de 1999 en Le Monde.

Foto: Juan A. Madrazo

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