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domingo, 14 de agosto de 2011

Kreuzlingen, la primera impresión

Kreuzlingen - Switzerland por Kecko.

Por Tania Quintero

Cuando el tren procedente de Zürich paró en Kreuzlingen y mi hija, mi nieta y yo nos bajamos, lo primero que hicimos fue protegernos del frío y acomodar los matules en un saloncito cerrado y acristalado existente en el lugar.

Mi hija y mi nieta se quedaron con el "equipaje" (tres mochilas y tres maletines de mano), mientras yo salí a buscar el centro de acogida para solicitantes de asilo, donde debíamos presentarnos (Kreuzlingen es uno de los ocho distritos de Thurgau, cantón suizo situado a pocos kilómetros de la frontera con Alemania).

Acostumbrada en Cuba a cruzar por la línea del tren, empecé a caminar, esperando encontrar un paso a nivel para poder atravesar. Imposible. Retrocedí y fue cuando descubrí el subterráneo por donde se camina y llega a la ciudad. Eran alrededor de las cinco de la tarde del miércoles 26 de noviembre de 2003, afuera ya había oscurecido, pero en aquel túnel bien iluminado y solitario, lo primero que me llamó la atención fue ver una docena de bicicletas recostadas en la pared, sin candados ni amarres.

Una escena que de tan corriente ya no me llama la atención. Y es que en Suiza, sobre todo en las estaciones ferroviarias, la gente sale de su casa en bici, la deja en los parqueos para "velos", como los suizos les dicen, se va a buscar su tren -el principal medio de movilidad en el país- y cuando regresa de trabajar, estudiar o pasear, la recoge. En las grandes ciudades algunas son amarradas, pero la mayoría no. Incluso hay quienes las dejan con un paquete en la cesta. Es que robar una bicicleta en Suiza es algo tan insólito como toparse con un ovni en los Alpes.

Quienes prefieran llevarse en el tren su bicicleta lo pueden hacer, en el vagón destinado a las "velos". Los cochecitos de bebés, por supuesto, se acomodan en los trenes con sus padres u otros familiares, igual que los perros. Y no sólo en los trenes: en las rutas urbanas también puedes subir con cochecitos, perros y bicis, al menos en los de Lucerna, donde todos los ómnibus tienen un espacio para tan especiales "acompañantes".

Lo segundo que más me sorprendió fueron las cebras o pasos peatonales, existentes en cada esquina o a medianía de cuadra en todos los centros urbanos con mucho tráfico. Al principio me quedaba parada, esperando a que los autos y vehículos aminoraran la marcha, pero enseguida me percaté que no era necesario. Los choferes de bicicletas, motos, ómnibus y camiones, en cuanto divisan que una persona se detiene para cruzar por la cebra, se detienen. Y es que por las calles de poblados y ciudades no se puede conducir a más de 30-40 kilómetros por hora, velocidad que permite al chofer rápidamente detenerse cuando una persona va a cruzar un paso peatonal.

En vías muy transitadas, además de semáforos y cebras en la superficie, se puede atravesar por túneles que te permiten cruzar tranquila y seguramente por debajo. La foto mostrada fue hecha en Kreuzlingen y apenas necesita comentarios. En ella se aprecian tres carriles bien señalizados: dos para bicicletas y una para adultos con niños.

Uno de los varios ejemplos que se podrían mencionar acerca de la seguridad vial y de los reglamentos y leyes del tránsito que forman parte de una educación que comienza a ser trasmitida desde los primeros grados de la enseñanza primaria. Con la misma seriedad y entusiasmo que los maestros ponen para que sus alumnos, desde pequeños aprendan a nadar, montar en bicicleta, esquiar en las montañas, hacer una fogata en el bosque o cruzar sin peligro las calles.

Foto: Kecko, Flickr

1 comentario:

  1. Microjet
    Tania, me has hecho pensar. A los que llegamos ya no tan jóvenes, nos privaron del aprendizaje no solo de la educación vial sino de como utilizar los ordenadores, internet, y de hasta como sacar un pasaje en las máquinas de las estaciones de trenes o en los aeropuertos.Un amigo médico me decía que ¨éramos analfabetos en las nuevas tecnologías¨.

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