Elisabeth Eidenbenz, la fundadora de la Maternidad de Elna, falleció a los 97 años, el 23 de mayo de 2011, en Zürich. Esta enfermera y maestra suiza salvó la vida a 597 hijos de refugiados de la Guerra Civil Española y a judíos que huían del nazismo.
Su labor fue rescatada del olvido hace una década por la alcaldía de Elna, al sur de Francia. Israel, Francia, España y Cataluña la han distinguido por su labor humanitaria. En Suiza, sin embargo, es prácticamente desconocida.
De 1939 a 1944, en plena Guerra Mundial, Elisabeth Eidenbenz (1913-2011) estableció, en un castillo abandonado, un centro de acogida para bebés y mujeres embarazadas procedentes de los campos de concentración de las playas de Argeles y otros lugares próximos en el sur de Francia.
Esta joven enfermera de apenas 24 años, originaria de Wilda (cantón Zürich), y su equipo lograron salvar de la muerte casi segura a cerca de 600 niños. En la Maternidad de Elna nacieron unos 400 bebés y se acogieron a cerca de mil internos. Eran en su mayoría republicanos españoles, apátridas, judíos, comunistas y víctimas de la guerra.
Su labor humanitaria la convirtió en heroína para muchas familias exiliadas y fue reconocida con prestigiosas distinciones en Israel, Francia, España y Cataluña, que la condecoró con la Creu de Sant Jordi en 2006.
Eidenbenz llegó a España en 1937, en plena Guerra Civil, con una delegación suiza de ayuda humanitaria. Tras la derrota republicana, medio millón de españoles huyeron de las represalias cruzando los Pirineos. Una vez en Francia, fueron conducidos a los denominados campos de concentración en el sur del país.
Eran campos sin apenas instalaciones sanitarias, construidos en plena playa, donde no había dónde refugiarse. Las personas vivían a la intemperie, hacinadas, sin comida y sin higiene. Las condiciones de salubridad eran terribles y la mortalidad infantil rondaba el 95%.
Al percatarse del grave peligro que corrían las embarazadas y los bebés, Elisabeth Eidenbenz decidió crear un centro de acogida, la denominada Maternité, en una antigua propiedad de los Bardou, una familia industrial del Rosellón. Durante cinco años, la joven directora transformó este palacete abandonado, según sus palabras, en un “oasis de vida en un océano de destrucción”.
Con la ocupación nazi y el establecimiento del Régimen de Vichy empezaron a llegar refugiados políticos. Eidenbenz, decidida a no cumplir la política de neutralidad impuesta por la Cruz Roja Suiza, desobedeció las directrices de la organización humanitaria y permitió la admisión de judíos, gitanos y otros perseguidos por los nazis.
Las madres daban nombres falsos para encubrir el origen judío de los niños, poniéndoles a menudo nombres españoles para no levantar la sospecha de los gendarmes franceses o de los oficiales de la Gestapo alemana.
Cuando los gendarmes se acercaban al centro para controlar la identidad de los refugiados, Elisabeth Eidenbenz exclamaba: “¡Esto es territorio suizo!” Defendió como pudo a las madres y a los niños acogidos, hasta que en 1944 el centro fue desalojado definitivamente por la Gestapo.
Durante décadas esta acción humanitaria permaneció en el olvido. En 2005, cuando la Alcaldía de Elna compró el inmueble para crear un lugar de conmemoración, recuperó actualidad y salieron a la luz documentales, monografías y novelas. Entre ellos, la película Las madres de Elna (2009), del director Manuel Huerga, basada en una obra de la autora catalana Assumpta Montellà.
También la televisión suiza dedicó en 2005 a esta madre coraje una producción titulada Ein Herz für Kinder: Schweizer Retterin im 2. Weltkrieg (Compasión por los niños: una salvadora suiza en la Segunda Guerra Mundial), dirigida por Annemarie Friedli.
La periodista desconocía por completo la historia de esta mujer hasta que en 2004, durante sus vacaciones en Collioure, cerca de Elna, una vecina judía se la contó. Tras su regreso a Zürich, decidió rendirle homenaje con un reportaje.
Friedli destaca la humildad que caracterizaba a Elisabeth Eidenbenz y su gratitud al ver que el tema empezaba a interesar en Suiza. “Sentía una gran satisfacción por haber podido vivir todas esas experiencias”, explica.
Y recuerda que la nonagenaria Elisabeth le contó su historia en un tono algo áspero, a pesar de la emotividad que despertaban en ella los recuerdos. Hablaba perfectamente español y se sintió colmada de felicidad al reencontrarse con “sus niños” (como ella los llamaba), con ocasión de la entrega de la medalla de la Legión de Honor en Viena en 2007.
Annemarie Friedli rememora sus encuentros con Eidenbenz con mucho cariño y se declara fascinada por la fuerza de voluntad de la “Señorita Isabel”, que siendo muy joven, se arriesgó a emprender una aventura humanitaria de tal envergadura. Sin embargo, “restaba importancia a su papel y decía que solo había hecho lo que debía”.
En enero de 2011 la periodista apadrinó una exposición dedicada a la enfermera en el Alterszentrum Kluspark de Zürich que, según lamenta Friedli, no encontró ningún eco en la prensa helvética.
De la misma manera que Friedli deplora que la muerte de Eidenbenz haya pasado inadvertida para los medios suizos: “Me parece increíble que no se haya publicado ninguna nota necrológica; ni siquiera en el Neue Zürcher Zeitung”.
Y atribuye este hecho al exagerado pudor del cual los suizos hacen gala a la hora de rememorar figuras y episodios históricos del pasado reciente, incluso cuando, como en este caso, se trata de un gran ejemplo, un suceso alentador y positivo.
En su opinión, este desinterés se debe al tedio general que provocaron los intensos debates en los años 90 sobre el papel que desempeñó Suiza durante la Segunda Guerra Mundial.
“Lamentablemente, esta señora es solamente uno de los muchos personajes de la historia reciente de Suiza que la sociedad ha ignorado o que simplemente han caído en el olvido”, concluye.
Swissinfo, 27 de mayo de 2011
Foto: Portada del libro que la escritora catalana Assumpta Montellà dedicó a Elisabeth Eidenbenz.
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