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martes, 5 de julio de 2011

El pan más malo del mundo puede ser el de La Habana


Por Iván García, La Habana

Quizás el pan más malo del mundo ahora mismo se confecciona en La Habana. Es un producto sin rigor y con normas de elaboración similares al pan consumido en Europa durante la II Segunda Guerra Mundial. Probablemente peor.

Por la 'libreta' (cartilla de racionamiento) -que según el General Raúl Castro tiene sus meses contados- cada cubano, sea revolucionario o disidente, santero o católico, por 0.05 centavos de peso (menos de un centavo de dólar) cada día tiene derecho a comprar un mísero y magro panecillo de 80 gramos.

Es redondo y de corteza suave. Su sabor varía según la harina, el conocimiento del maestro panadero y los deseos de trabajar de sus elaboradores. Aunque casi nunca está caliente y es desabrido, muchas personas se lo zampan de dos mordidas antes de llegar a su casa.

Los que tienen paciencia y en la nevera guardan mayonesa o un trozo de queso blanco, pueden bajarlo mejor. Lo rematan con un vaso de refresco instantáneo, la opción más barata para ingerir otro líquido que no sea agua.

Ese pan impresentable ha generado un vasto y lucrativo negocio. A pesar que la prensa oficial en su mirilla telescópica tiene el pan -con esa manía de las sociedades totalitarias, de atacar y criticar asuntos donde el pato lo pagan trabajadores y administrativos de bajo nivel- el personal que labora en las panaderías, siempre se las apaña para hacer dinero.

Según Raudel, joven maestro panadero, hay tres formas de buscarse un extra. “Una es vendiendo a peso el pan de 80 gramos, un poco mejor elaborado. O harina y aceite, que siempre sobran, porque la confección del pan por la 'libreta' se hace con normas adulteradas. Otra manera de hacer plata es mantener un trato con dueños de cafeterías particulares, quienes a un precio previamente acordado compran grandes cantidades de panes de varios tipos elaborados con calidad”.

En una jornada, un maestro panadero se echa al bolsillo entre 600 y 700 pesos (25 a 30 dólares). Los aprendices de panaderos ganan entre 100 y 200 pesos cada noche. Luego de producir el pan para la venta racionada, confeccionan galletas de sal, pan de corteza dura o palitroques, a diez pesos (0.50 centavos de dólar) una jaba o bolso de nailon.

El estado e higiene de la mayoría de las panaderías habaneras también es lamentable. “Si los consumidores de pan vieran cómo se elabora el producto, les entrarían deseos de vomitar”, acota Yasser un chico de 16 años que prefirió dejar los estudios y ayudar a su familia trabajando en madrugadas alternas en una panadería del municipio 10 de Octubre.

El agua donde Yasser trabaja está contaminada. “Dicen que en la cisterna hay restos de gatos que se han ahogado”, cuenta otro panadero mientras se empina un trago amplio de ron.

Puede que sea una exageración. Pero dentro de algunas panaderías, pueden verse ratas paseándose descaradamente. Los propios panaderos no cumplen las reglas higiénicas.

Mientras amasan la harina, gotas de sudor se derraman sobre la masa. Por falta de carros, las bandejas del pan ya elaborado, se colocan en el piso. Es común que durante las madrugadas, los panaderos se beban varios litros de ron.

En zonas de barrios marginales, donde pululan las putas baratas, a ratos, a cambio de una cantidad de panes o pagándole 100 pesos (5 dólares) los panaderos hacen sexo encima de la propia mesa donde elaboran el pan.

En los años críticos del “período especial”, la gran depresión económica cubana que cumple 22 años, un panecillo redondo de 80 gramos llegó a costar 5 pesos. “En esa época pude comprarme un viejo auto norteamericano”, recuerda Leandro, maestro panadero.

Ahora las cosas han cambiado. Aunque el pan sigue racionado por la 'libreta', en La Habana existe una cadena de panaderías que vende pan por la libre de mejor calidad y aspecto, a diez pesos la flauta dura y tres la suave.

Por moneda dura también se puede comprar pan. Aunque tampoco es para tirar cohetes. La excepción es El Pain de Paris, una red de dulcerías y panaderías de estilo francés en varios sitios céntricos de la capital. Allí el pan cumple con las exigencias del paladar de un forastero de paso por La Habana o un cubano con dinero.

En El Pain de Paris, una hogaza de pan puede costar más de un dólar. El salario de dos días de un obrero. No hay bolsillo que aguante.

Foto: clapat, Flickr

5 comentarios:

  1. Y mientras los Castro dirán como María Antonieta: Si no pueden comer pan, que coman pasteles...

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  2. Hola

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    Saludos
    Pau

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  3. Microjet
    Muy buen articulo Ivan. Parece que los cubanos hemos desarrollado un sistema inmunológico a prueba de balas, o nos ¨ayudan¨fuerzas mayores. Ya por los 80 se sabia que el nivel de scherichia coli en las aguas que recibiamos en las casas era altísimo por la contaminacion con aguas albañales. Horrible

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  4. Microjet
    Anoche lei´una excelente descripcion de Ivan llamada ¨De los bajos fondos de los barrios pobres de La Habana¨ que le recomiendo a todos, pero me preocupa que escribi´un comentario y no me aparecia la opcion ¨su comentario sera´publicado¨o algo por el estilo.

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  5. Microjet, gracias por visitar nuestros blogs y dejar comentarios. Ese trabajo es en el nuevo blog de Iván, voy a preguntarle a Marco, porque no sé si el mecanismo de los comentarios es igual al de este blog. Saludos y un abrazo, Tania

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