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jueves, 7 de julio de 2011

El jardín de los combates


Por Raúl Rivero, Madrid

Es muy difícil encontrar en las gradas o en el campo de una competencia deportiva un poeta, un escritor, con sus lápices en el aire para hacer un apunte sobre una jugada, el vuelo de una bola blanca y los códigos de la armonía de un deporte.

Es raro, pero existe el punto donde se encuentran esas dos categorías de emoción humana.

Las he visto juntas en intensos poemas sobre el béisbol. Versos en los que se celebra la velocidad, la altura y la soledad de los jugadores que esperan la pelota en los confines de los terrenos.

Aparece en el universo particular del habanero José Lezama Lima que le otorga una dimensión misteriosa y culta, fuera de la comprensión de los aficionados que van a gritar a favor de sus equipos.

«Los nueve hombres en acecho», escribe el señor de la calle Trocadero, después de saborear una droga de Coculcán, «unirán sus destinos a la caída y ruptura de la esfera simbólica. Un hombre provisto de un gran bastón intenta golpear las esferas, pero con la enemiga de los nueve caballeros, vigilantes de la suerte de la navegación de la bolilla. Jueces severísimos se reúnen, dictaminan, y se ve después silencioso a uno de aquellos caballeros defensores, abandonar el jardín de los combates».

Las he apreciado sobre un imaginario ring de boxeo visto por Nicolás Guillén que le canta al poder, a la destreza y a la entrega de un púgil a pesar de que, al mismo tiempo, confiesa que confunde el jab con upper cut.

En Buenos Aires, circula en estos días uno de esos fenómenos en forma de libro: Cuentos de fútbol argentinos (Alfaguara), del escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa (Rosario, 1944-2007).

La antología incluye piezas de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares -que firman como H. Bustos Domecq-, Osvaldo Soriano, Elvio Gandolfo, Héctor Libertella, Alejandro Dolina y del mismo Fontanarrosa, que buscó los textos y escribió el prólogo. El libro recoge también la firma de tres escritoras y, a juicio de la crítica, es una selección rigurosa y de gran calidad que ofrece una visión plural y diversa de esa pasión pura.

Fontanarrosa era un experto en la materia y un seguidor incondicional del club Rosario Central. Dejó escrita esta frase donde se distancia con humor de la posibilidad de ser una estrella de su deporte: «Tengo dos problemas para jugar al fútbol. Uno es la pierna izquierda. El otro es la pierna derecha».

El Mundo, 11 de junio de 2011

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