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viernes, 20 de mayo de 2011

Periodista, nada más (VIII) - De mí, de mi barrio y de mi escuela


Por Tania Quintero

Amistades mías me decían: “Tú en vez de haberte metido a periodista independiente, hubieras podido escapar (salir adelante) con algún trabajo que te hubiera permitido viajar al extranjero y buscarte dólares, oficialmente, porque historial y preparación tenías para eso”.

Me daba risa. Porque esas personas no me conocían. En lo más mínimo. Sí, es verdad, yo hubiera podido ponerme la careta -con espejuelos y todo- y hacerme de la vista gorda. Taparme los oídos e ir por las calles sin ver ni oír. Darle la espalda a la realidad.

De mi padre no heredé ni su parsimonia ni su sangre fría. Era flemático como un lord inglés. Solía decir: “Soy de una madera especial”. Yo, en cambio, tenía -y tengo- otro temperamento. No puedo aguantarme y decía -y sigo diciendo- lo que pienso en la cara de quien sea, sin temer las consecuencias.

Raúl Rivero dijo una vez que yo era "la más libre del periodismo alternativo cubano". Puede que no sea exactamente así, pero desde mi niñez me he sentido un ser libre e independiente. Una de las razones por la cual mi conversión del oficialismo a la oposición no fue traumática. Nunca nadie me pudo cortar las alas. Y mucho menos enjaular. Por eso nunca fui militante del partido ni de nada. Siempre me sentí libre como el viento, como dice Nino Bravo en una canción.

Fui una escolar aplicada y participativa. En sexto grado dirigí un periodiquito mimeografiado, Ecos de mi escuela. Conservaba el último número, correspondiente al curso 1954-55, año de mi paso por el 6to. grado. Mi escuela era pública, la número 126. Radicaba en Monte y Pila, muy cerca de una zona de putas.

Cuando transitaba por la calle Pila hasta la Calzada de Cristina, a estudiar en casa de Teresita García, las veía paradas detrás de puertas con ventanas. Algunas usaban ropa interior de dormir, pero eran las menos. Lo común era que anduvieran con lo mínimo: blumers y ajustadores. Para no perder tiempo desnudándose.

Eso, claro, lo supe después. Entonces yo veía a las rameras con una mezcla de temor y curiosidad. “Son mujeres de la vida” me dijo mi madre la primera vez que le pregunté. Supe a lo que realmente se dedicaban por mis compañeras de aulas: más de una eran hijas de aquellas prostitutas baratas.

Mi escuela se llamaba Ramón Rosaínz, en honor a un gran educador cubano, ahora olvidado. Por falta de cuidado y mantenimiento estaba al borde del derrumbe. ¡Qué pena! Todavía me parece estar viendo a la directora, Modesta Ramírez, doctora en pedagogía, como también eran casi todas las Seños que tuve en primaria: Carmen Córdoba, Esther Montalvo, Regla Marrero, Francisca Sánchez, Teresita M. Darios, Maria Luisa Santana, Adolfina Ortega, Margarita Díaz y Bertha Madan.

Y las que no eran graduadas de Pedagogía en la Universidad de La Habana tenían otros títulos. Lucila Peñalver, la más negra de las maestras que tuve, era diplomada de la Escuela del Hogar y del Conservatorio Municipal de Música. Daba clases de costura, artes manuales, dibujo y música, en un pequeño salón donde había un piano. Es la única vez que aprendí el do-re-mi-fa-sol-la-si-do.

Con la Seño Amelia dos veces por semana hacíamos educación física, en la azotea. Y a veces íbamos a La Polar a jugar voleibol o al Parque Martí, a competencias de atletismo. Amelia había sido deportista y se vestía con saya-pantalón, pulóver y tenis blancos. Para la calistenia teníamos blusa blanca tipo polo, short azul y saya también azul, abierta alante con botones. Los tenis podían ser blancos, negros o azules. Los más usados eran los US Keds, de corte bajo o alto. Eran muy baratos, al alcance de cualquier familia pobre como la mía.

Tanto la ropa de gimnasia como el uniforme exigido en la escuelas públicas habaneras -blusa blanca, lazo azul prusia y saya de tachones del mismo color- se vendían en las tiendas y no costaban mucho. Los padres de menos recursos podían comprar la tela y hacer los uniformes, que salía aún más económico.

La gente del barrio El Pilar, donde vivía -no así los del colindante Atarés-, no tenían que ir muy lejos para conseguir ropa y zapatos a bajos precios. Si uno quería, caminaba todo Monte, calzada repleta de tiendas. Y llegaba a pie hasta Muralla, la meca de polacos, españoles, árabes y judíos, donde las costureras se despachaban a su gusto. Había de todo: encajes, botones, tiras bordadas, serpentinas, bieses, cintas y telas de cualquier calidad: hilo, muselina, organza, raso, opal, piqué, corduroy (pana), fieltro...

Solamente en el tramo de Monte entre Romay y Fernandina, al doblar de mi casa, se conseguía lo imprescindible. Había tres tiendas grandes: El Almacén, La Defensa y La Casa Roja; una gran quincalla, La Casa Bulnes -Chela, la propietaria, era libanesa- y una tiendecita de tejidos, al lado mismo de uno de los dos solares en esa cuadra, que todavía existen. El dueño era polaco, calvo, de baja estatura. Tenía un solo empleado, parado afuera, invitando a lo transeúntes a que entraran. Y miraran y tocaran los rollos de telas en media docena de mesas. El polaco andaba con la cinta métrica colgada del cuello y en una mano las tijeras.

Lo que sí era obligado comprar en las escuelas públicas eran los monogramas, por lo regular encargados a alguna de las cientos de bordadoras que trabajaban por encargo desde sus casas, como las hermanas Pérez, en la calle Peñalver. Su especialidad era el beauvois (se pronuncia 'bobé'), pero bordaban lo que uno les pidiera. Eran una versión femenina y mulata del Rey Midas: todo lo que tocaban lo convertían en oro. Bordadoras de su estirpe ya no quedan en Cuba.

Los monogramas escolares eran pequeños, blancos, y en azul bordaban el nombre y número de la escuela. Se ponía y quitaba del lazo mediante broches de presión.

Mañana: Los maestros de 'antes' sí eran maestros.

Foto: De la visita que el 24 de febrero de 1952 un grupo de alumnas de 3er. grado hicimos con la Srta. Carmita al Hogar del Veterano, en San Miguel y Agustina, municipio 10 de Octubre. Esa foto salió al final del trabajo titulado El asilo de ancianos de la calle San Miguel. Yo soy la del chalequito, en la fila delantera, la tercera de izquierda a derecha.

7 comentarios:

  1. Platano Microjet

    Tania, naci' unos meses antes del 59, pero muy cerca de La Esquina de Tejas y de nino recorria Monte y ya por entonces se comenzaban a ver las ruinas de las tiendas que mencionas. Creo recordar tu escuela de la calle Monte. Yo estudie' en la antigua Pitmam, pero empece' el kindergarten el primer ano de nacionalizada. Gracias Tania. Te leo todos los dias. Exitos

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  2. Platano microjet:
    Me has hecho recordar a mis primeras maestras,antes que llegaran las Makarenkas, que en su mayoria eran mulatas y negras y que vivian por Estevez,Cadiz, Velasquez. Guardo de ellas los mejores recuerdos. Recuerdo igual a la de cuarto grado una negra muy prieta, Mercedes Penalver, una dama. Que bien vestidas con zapatos cerrados y hasta collares. Que buena diccion. Lo que vino despues fue' "tapate".
    P.s. Perdon que mi portatil no tiene acentos

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  3. Vaya seudónimo el que has escogido: Plátano microjet, jejeje! Gracias por tus comentarios y cuanto me alegro que hayas vivido también por el Cerro. Recuerdo donde estaba la academia Pitman, por la calle que había al doblar y que ahora olvidé el nombre se llegaba directo al estadio. En una escuela pública que quedaba en una casona rodeada de áreas verdes, no sé si la recuerdas, estudiaron varios vecinos, entre ellos Margarita Alfonso, que vivía frente a nuestra casa, en Romay entre Monte y Zequeira.
    Saludos, Tania Quintero

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  4. Muy bellos capítulo. Yo soy como tú, no me aguanto. Ni me pongo la peluca, ni fui militante de nada. Gracias.

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  5. Tania, que alegria que me hayas escrito. Si, la calle que dices se llama Consejero Arango. De nino me tiraba por la loma en ¨chivichana¨. Es un placer leerte. Te descubri´gracias al blog de Zoe´. Me gusta tu forma directa y sencilla de decir. Tan pronto me tomo mi ¨buche¨de cafe´y con mi cigarrito, lo primero que hago es leer el blog tuyo y el de Zoe´. Exitos y Ache´pa ti. Besos, Platano microjet
    P.S. El pseudonimo es una burla a todos aquellos proyectos descabellados de ¨Malangon

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  6. Leo por primera vez este blog, vivo en Mexico, pero soy cubana del Barrio del Pilar, naci en 1940,cuando aun existian las casitas de San Gregorio y Estevez, mucho antes que todos ustedes, despues vivimos en un edificio frente a la Iglesia del Pilar en la calle Estevez que por cierto, también llegaba al Estadio del Cerro desde la calle Monte cruzando Infanta, conozco todos esos recovecos que mencionan y me han traído grandes recuerdos porque yo también fui a la escuela Ramon Rosaínz donde fui al kinder, y a Romualdo de la Cuesta en la calle Estevez, aunque desde el segundo grado estudié en la Sociedad del Pilar.
    Saludos a todos los pilareños

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  7. Desde Lucerna te envío un fuerte abrazo, Minerva. Desde que tengo el blog, hace cuatro años, han ido apareciendo habaneros del barrio de El Pilar, quienes además de una iglesia, donde el párroco era el famoso Padre Testé, tenían una sociedad, que seguramente recordarás quedaba en la calle Estévez, muy cerca de Romualdo de la Cuesta, escuela donde mis dos hijos hicieron la primaria (desde 1944 hasta 1979 viví en Romay entre Monte y Zequeira). Marco, el administrador del blog y que también vive en México, es igualmente 'pilareño'. Gracias por visitar el blog. Seguimos en contacto. Tania Quintero

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