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jueves, 19 de mayo de 2011

Periodista, nada más (VII) - Reportando bajo el sol


Por Tania Quintero

El periodista español Santiago Córcoles, del diario ABC, viajó a La Habana a cubrir el éxodo que se produjo después de la revuelta del 5 de agosto de 1994 por las calles cercanas al Malecón, conocida como Maleconazo.

Córcoles era muy meticuloso. Infatigable. Con más de 30 grados y un sol abrasador, todos los días nos íbamos a zonas costeras del litoral habanero, donde entrevistaba a personas preparando balsas destinadas a travesías suicidas por el Estrecho de la Florida.

Un día, en Cojímar, se encontró con un preso a quien habían dado pase. Andaba desesperado buscando con quien enrolarse y largarse. Por mi cuenta hice algunas averiguaciones en Centro Habana y 10 de Octubre. Supe de casos similares, de presos comunes a los cuales por esos días les permitían salir de pase. La intención más evidente no podía ser.

Localicé a un hombre al que habían deportado de Estados Unidos. En su barrio lo llamaban “marielito”. En 1980, cuando el éxodo masivo por el puerto del Mariel, lo habían sacado a la fuerza de la cárcel y lo habían montado en una lancha. Al llegar a la Florida, tras los trámites de rigor, lo remitieron a una penitenciaría en otro estado. Cuando cumplió la sanción lo devolvieron a Cuba. Le decían 'marielito', pero en realidad era un 'excluible'.

Y el hombre andaba como loco. Quería volver a irse. Tenía 35 años y decía que era mejor vivir preso en Estados Unidos y no libre en Cuba. Un drama de telenovela. Algo que si a mí como cubana me era difícil entender, imagínense a un hombre como Córcoles, oriundo de Albacete, en Castilla-La Mancha.

Santiago es el periodista extranjero más raro que he conocido (en orden de rareza le sigue la ítalo-germana Carmen Butta, periodista de Geo, Spiegel y Stern, entre otras publicaciones alemanas y a quien ayudé cuando estuvo en La Habana en el 2000). En 1994 el gobierno cubano no acreditaba a nadie de ABC, periódico considerado "enemigo". Entonces Córcoles vino preparado para lo peor. Por su vestimenta parecía un veterano de guerra. Sigiloso al extremo, y medio huraño, se hospedó en el Nacional, hotel con demasiado glamour para su extraña forma de ser.

Desde Madrid lo mantenían al tanto de la evolución de la crisis migratoria. Hasta que llegó la noticia de que la estampida tenía sus horas contadas. Una reunión entre Cuba y Estados Unidos estaba en marcha. Acuerdos migratorios inéditos pronto serían anunciados. Paralelamente, Córcoles se enteró de que en las conversaciones migratorias estaría presente el tema de los 'excluibles',o sea, de 'marielitos' que permanecían en prisiones estadounidenses pese a algunos haber extinguido sus condenas.
Estela y Ernesto Bravo eran dos de las personas que más a fondo conocían ese rollo de los 'marielitos' y los 'excluibles', por los documentales que habían hecho en Estados Unidos. Marqué una cita con ellos y el día y hora acordada me aparecí en su casa con este Quijote periodístico. Córcoles salió satisfecho del encuentro.

Pero cuando regresábamos, en el auto con el cual siempre nos movíamos, me bajó una 'trova distinta y diferente' (encomienda). Quería que yo consiguiera un chofer con auto particular y al día siguiente, bien temprano, con él me fuera a las inmediaciones de la prisión conocida como La 1580, en San Miguel del Padrón, en las afueras de La Habana.

Debíamos estacionarnos a una distancia que a mí me permitiera comprobar si esa mañana comenzarían los juicios a los casi mil detenidos por los sucesos del 5 de agosto. La información la habíamos obtenido de una fuente de primera mano. Pero Córcoles quería estar seguro. También quería que buscara a alguien para que, en otro carro, hiciera lo mismo en las afueras de Valle Grande, en La Lisa, la otra prisión donde había detenidos por la misma causa “contrarrevolucionaria”.

Le dije que se conformara si yo lograba acercarme a La 1530. Y le aclaré que tampoco era posible ir a una prisión primero y otra después, porque eran distintas y estaría contrarreloj. Porque lo antes posible, desde un teléfono público, debía llamarlo a su habitación en el hotel y contarle, pues a más tardar a las 12 del día tenía que enviar su reporte a Madrid.

Todo salió al quilo (bien). A las 11 de la mañana estábamos de vuelta en el Hotel Nacional. Tacaño como todo buen español, Córcoles invitó al chofer y a mí a merendar en la cafetería. Antes de marcharnos le dio 20 dólares al chofer. Y a mí las gracias.

El momento peor de la cobertura 'corcoliana' estaba por llegar. Al día siguiente por la mañana, como de costumbre, nos encontramos en el hotelito de la Universidad, en 17 y L. Córcoles era paranoico. Decía que nos vigilaban. Después de varias décadas viviendo en un estado totalitario, a mí esa vigilancia ya no me inquietaba.

Nos sentamos en la cafetería y allí hicimos el plan de trabajo del día. Me invitó a un sandwich y una lata de Tropicola y compró una barra de chocolate Nestlé con almendras, para que se la llevara a mi hija, recién parida y amamantando a la bebita. Tenía alquilado un Lada de color rojo. Lo manejaba un señor que había conocido por Coppelia y resultó ser un militar retirado.

Nos fuimos a la funeraria de Luyanó. A Córcoles le habían dicho que allí habrían velado o estarían velando el cadáver de un hombre que supuestamente se habría ahogado en su intento de irse en una balsa. En la funeraria lo negaron. Dijeron que eso había sido en San Miguel del Padrón. Una empleada sugirió dirigirnos al Instituto de Medicina Legal.

-En la morgue es donde están los cadáveres ésos, aseveró la mujer.

En ese momento, extraoficialmente se decía que la cifra de balseros rondaba los 30 mil, casi la cuarta parte de los que se fueron por el Mariel en 1980: en la primavera-verano del 80, por ese puerto habanero alrededor de 125 mil cubanos se montaron en lanchas, yates y botes y enrumbaron hacia la Florida, algunos se iban voluntariamente y otros, presos, enfermos mentales y homosexuales, fueron obligados a irse, versión cubana de las limpiezas étnicas nazifascistas.

En 1994, las embarcaciones eran más precarias y si a eso sumábamos desconocimientos marítimos y las cambiantes condiciones climáticas en el Estrecho de la Florida, la lógica decía que más de un muerto debía haber. Corrían rumores acerca de cuerpos flotando cerca del Malecón y otras áreas costeras.

Y allá nos fuimos, al Instituto de Medicina Legal, en Avenida Boyeros y Calle 26, en el Cerro. Media hora de espera y nadie nos atendía. Mientras tanto, veíamos que pasaban empleados del lugar y nos miraban como extraterrestres. Y en realidad lo éramos. Quienes han vivido y trabajado en un régimen como el cubano, sabe que a ningún periodista, nacional o foráneo, se le puede ocurrir averiguar demasiado.

Por fin pudimos ver al director, Jorge González Pérez, un tipo trigueño y bigotudo con tremenda pinta de 'seguroso' (policía secreto). Nos recibió a la ofensiva. Poco faltó para que nos esposara y nos mandara a detener. Con la prepotencia característica de los que por la fuerza han llegado al poder y en él se mantienen de a pepe timbales, espetó a Córcoles:

-¿Dónde está tu autorización? Ah, pero ni siquiera estás acreditado como periodista extranjero en el Centro de Prensa Internacional.

Y a renglón seguido enfiló hacia mí su agresividad:

-¿Y tú, dónde trabajas?

-Pertenezco a los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, pero lo estoy acompañando a título personal. No tiene nada que ver con mi trabajo.

Abrió la puerta. Nos fuimos echando. No sé si antes o después de recibirnos, informó a la Seguridad del Estado.

Unas semanas más tarde fui citada al despacho de Danylo Sirio, entonces vicepresidente del ICRT (ascendido a presidente en diciembre de 2009). Me haló las orejas y me advirtió que la próxima vez no utilizara mi condición de periodista del Noticiero. Fue en vano aclararle que en ningún momento me escudé en mi carnet de reportera. Es que no me hizo falta. Por aquellos días, lo que hacía falta era no tener miedo. Y yo no lo tenía.

Casi cuatro años después, el 4 de abril de 1996, Danylo Sirio junto con dos funcionarios más -Formoso, a nombre del partido y Cristóbal, por el sindicato-, me expulsarían del ICRT. Faltaba poco para jubilarme. Sirio dijo que, no obstante mi 'conducta impropia', la revolución iba a ser generosa conmigo y me iban a jubilar. Todavía estoy esperando por esa benevolencia. Después de 36 años de trabajo dentro de la revolución (1959-1995), me dejaron en la calle y sin llavín.

Santiago Córcoles se salvó en tablitas. No lo botaron de Cuba porque se iba al día siguiente de nuestra visita a la morgue habanera. No he sabido más de él.

De quien sí he tenido noticias es de Jorge González Pérez. Logró cierta notoriedad por haber dirigido el grupo de especialistas cubanos encargados de excavar y rescatar en Bolivia los restos del Che y los guerrilleros muertos en aquella aventura andina. Por la foto del Granma vi que continuaba usando el bigotón que se ha vuelto marca de fábrica de los 'segurosos', como las guayaberas y camisas de cuadros. Estaba de rector en la Universidad de Ciencias Médicas y era diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el municipio San Miguel del Padrón

Mañana: De mí, de mi barrio y de mi escuela.

Foto: Cojímar, agosto de 1994. Construyendo una  "embarcación  " para atravesar el Estrecho de la Florida.

Leer también: El éxodo de los balseros.

7 comentarios:

  1. Y ud no ha guardado fotos y reportajes graficos de tantos sucesos? seria bueno, de tenerlo , publicarlos? gracias

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  3. Hola Noel,
    Soy Marco, el administrador del blog. Los comentarios en el blog están moderados. Normalmente evitamos publicar aquellos en donde los firmantes son anónimos y se dedican a lanzar insultos personales contra los que hacemos el blog. Los que vienen firmados con el nombre del autor, y se expresan con respeto, como los suyos, sean a favor o en contra de lo que aquí se escribe, sí se publican. Sólo que el sistema espera por nuestra aprobación antes de hacerlo y por eso pueden tardar algunas horas en verse publicados, dado que no estamos las 24 horas sentados ante la máquina. Espero su comprensión.

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  4. Gracias Marco...entendido y mis disculpas si me precipite en querer ver mi comentario..Los escritos de Tania me son muy preciados.Buen fin de semana

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  5. Gracias, Marco, por aclararle a Noel. Y gracias Noel, por leer mis posts y tomarte el trabajo de dejar comentarios.

    Noel, el problema es que nunca he tenido cámara fotográfica, ni de las antiguas de rollos, ni las digitales de ahora.

    Para serte sincera y es primera vez que lo cuento, a un amigo residente en España hice llegar copia de esas 61 cuartillas y adjunté fotos personales y únicas, acorde a cada capítulo, como una en blanco y negro donde la periodista Lissette Bustamente y yo aparecemos hablando con Fidel Castro, en noviembre de 1984. Estábamos esperando para que comenzaran a llegar los invitados una recepción por el Festival Internacional de Ballet, cuando Castro entró, nos saludó y su puso a hablar con nosotras. Su fotógrafo nos tiró una foto y luego nos la mandaron por correo a la casa.

    También en ese sobre habían fotos de mis padres y una mía con toda el aula de 2do. grado, con la Señorita Inés, una maestra que por su físico parecía gallega, muy buena y cariñosa, pero que nunca supe por qué se suicidó.

    Pero de esa persona más nunca supe y no sé si botó mis fotos o algún día me las devuelva. Las fotos personales que he podido publicar fue porque una amiga suiza me hizo el favor de ponérmelas en formato digital.

    Un abrazo, Tania Quintero

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  6. Marco, por motivos familiares, tengo que usar un anonimo y no creo que sean pocos los que estan en mi caso. Tengo un hermano discapacitado en Cuba. Exitos. Platano microjet

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  7. Una época que viví, difícil, dolorosa.

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